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02. Mizu le dice a Yōhei: Móntate, en mi motora.

★ Olvidé mencionar que este fic es un intento de comedia muy pésimo, pero es por mero entretenimiento. Primera advertencia: no me culpen si encuentran indirectas de cualquier tipo.

★ Wattpad me cambia los guiones largos a los cortos, después los corrijo 😭

★ Feliz viernes homo 😼🏳️‍🌈

-¿Es homofóbico el universo? -Yōhei preguntó al aire.

Hoy, los turnos de la tarde en la cafetería entre ella, Ringo y Akemi, no habían coincidido, pero se reunieron para estudiar juntos en ese período de tiempo libre. La chica Tokunobu tenía una pila de libros y papeles en una de las mesas, cambiando constantemente su atención entre su trabajo y lo que su amiga le estaba contando, casi llorando después de otra experiencia desastrosa con su nueva compañera de cuarto.

-Para darte una respuesta, quiero saber: ¿Has leído alguna vez la Biblia? -cuestionó Akemi. Pretendió fingir no tener nada que ver con el asunto de la nueva roommate de Yōhei.

-No por voluntad propia -la pelirroja negó con la cabeza-. ¿Por qué lo preguntas?

-Verás, supongo que, teniendo en cuenta tu comportamiento y apariencia... Pareces una de esas mujeres paganas que los obispos quemaban en la Edad Media -dijo Akemi, pasando una página de su libro sobre leyes-. Tu desgracia radica en el hecho de que Dios no ayuda a los homosexuales como tú.

Yōhei no tenía nada en contra de los consejos que la gente le podía dar, aprendió bien de la mujer que lo cuidó durante un tiempo que siempre se puede sacar provecho de la crítica constructiva de otro, pero, si fue Akemi quién le dio un lección de vida... Bueno, las palabras carecían de credibilidad.

-Akemi, no tengo que leer las sagradas escrituras para saber que a los inmorales y los mentirosos tampoco Dios les daría la posibilidad de vivir en el cielo. -Yōhei respondió en voz baja, como si estuviera ofreciendo sus más profundas condolencias a la Traidora.

Akemi puso los ojos en blanco. -No sabes nada, mundana. Al menos Taigen no me dejó fuera del baño con ganas de hacer mis necesidades.

-¿Ves? Por eso tienes que asegurarte de que las ratas que comes no tengan rabia, víbora. -la pelirroja le dio una palmada en la cabeza.

Dicen que Dios no castiga más de una vez, pero Yōhei se enteró de que con ella había hecho una excepción al convertirla en mujer, lesbiana y con una compañera de cuarto que la odiaba más que los anuncios de YouTube.

Insoportable. Esa es la palabra que podría usar para definir a Mizu por no dignarse a prestarle el baño que originalmente era suyo por derecho. Yōhei solo quería un inodoro y mucho papel higiénico para despejar el tráfico que tenía en sus entrañas, pero, por supuesto, Mizu no se lo iba a dejar tan fácil, desde el día en que la conoció se convirtió en una experta para reírse de sus desgracias.

Esa incómoda situación terminó con la puerta del baño rota, Mizu cayendo sobre el azulejo de la sala de estar debido a la humedad y el alivio inmediato de Yōhei cuando logró acceder al baño a costa de sacar a Mizu por la fuerza.

-¿Nunca me vas a perdonar por irme a vivir con Taigen, verdad? -Akemi cerró su libro.

-"Nunca" suena drástico, pero es verdad -dijo Yōhei con sinceridad-. No estaría discutiendo con Mizu sobre quién de nosotros va a pagar la cerradura de la puerta del baño si no te hubieras mudado con Taigen en primer lugar. Así que, en esencia, nunca te perdonaré.

Akemi detuvo la respuesta que tenía pensada para darle a Yōhei, al escuchar el nombre de su nueva roommate. -Espera, ¿Cómo dijiste que se llamaba tu roommate?

-Se llama Mizu ¿Eres sorda o qué? Lo he dicho miles de veces. -Yōhei se cruzó de brazos, fastidiada.

Ringo, que había estado viendo un video tutorial en YouTube sobre cómo hacer café macchiato sin morir en el intento, dejó su computadora a un lado y se sentó más cerca de las mujeres. Después del incidente en el estacionamiento, Yōhei y Akemi no volvieron a hablarse hasta hoy, un día que siempre se organizan para ponerse al tanto de sus vidas. Sin embargo, hubo un cambio en el ambiente, porque si las dos estaban en un solo lugar, hasta el aire se volvía asfixiante.

Yōhei lanzaba indirectas a su ex-roommate, y Akemi tampoco estaba dos pasos atrás. Era como la guerra fría.

-¿De qué hablan? -Ringo preguntó con curiosidad.

Akemi hizo señas a sus dos amigos para que se reunieran lo suficiente como para que nadie la escuchara hablar, y luego, se prepararon para procesar lo que vendría a continuación.

-Sé que odian a Taigen, pero no puedo evitar mencionarlo porque además de ser mi novio, es un pilar importante en esta historia -murmuró Akemi, haciendo que Yōhei pusiera los ojos en blanco-. Bueno, preparen sus oídos, porque me enteré de que antes de que ambos nos mudáramos juntos, hubo un error en la organización de las habitaciones en las residencias, y él tuvo que compartir temporalmente su piso con... ¿Cómo dijiste que se llamaba?

-Mizu. -le recordó Yōhei, de nuevo.

-Sí, bueno, como dije: Taigen tuvo que compartir una habitación con Mizu durante unas semanas -continuó Akemi-. Los chicos de esa residencia dicen que tiene cosas raras sobre la magia negra y que con ello le puso una maldición a mi novio. Es la única explicación coherente que le podríamos dar a la derrota de Taigen en un partido de baloncesto, ¡y él es el mejor!

Yōhei y Ringo parpadearon un par de veces antes de regresar a sus lugares anteriores, alrededor de la mesa de la cafetería.

-¿Dices que Mizu es una bruja o algo así? -preguntó Ringo.

-Akemi, pero tú crees en mercurio retrógrado. -Yōhei levantó una ceja, divertida por las palabras de su amiga. Se lo tomó a broma.

Akemi alisó su cabello corto con los dedos y señaló a Yōhei. -La magia negra no tiene nada que ver con la lectura del horóscopo. Por cierto, ¿sabes su mes de nacimiento? Probablemente debe ser un signo de aire...

-El horóscopo sí tiene que ver con la astrología, es como la brujería. Tus cables se cruzaron. -alguien habló detrás de ellos.

Yōhei fue alertada cuando escuchó este odioso timbre de voz y se volvió para ver al dueño que estaba parado en la puerta del café. Recordó el vergonzoso momento que tuvieron que pasar con Mizu después de irrumpir violentamente (como un gorila desesperado), en el baño. Ella cayó en el pánico interno.

-¿Y tú quién eres? -preguntó Akemi, observando cuidadosamente a la chica frente a ellos.

Mizu, que estaba vestida con ropa deportiva, se quitó los auriculares de los oídos, se acercó a Yōhei junto a Ringo y le dio una palmadita "amistosa" en el hombro. La pelirroja se puso tensa.

-Mmmm... Debes ser Akemi Tokunobu, la chica que se fue con el chico al que maldije -Mizu la reconoció tan fácilmente que aterrorizó al trío de amigos, y habló irónicamente mientras recordaba lo que había escuchado-. Supongo que debes leer suficientes horóscopos semanales en los pines de Pinterest para pensar que soy un signo de aire

-¡Oye! -Akemi se quejó-. No te metas con la astro...

-¿Qué haces aquí, Mizu? -preguntó Yōhei sin rodeos y sin rodeos, interrumpiendo la protesta de Akemi para argumentar sus creencias.

-No sabía nada de mi compañera de cuarto, y estaba preocupada -dijo Mizu, inclinándose frente a Yōhei-. Así que pregunté por ti en la Facultad de Arte, una amiga tuya me contó que trabajas aquí y decidí venir... Ya sabes, para arreglar tu cerrojo.

Akemi y Ringo se aclararon la garganta al sentir que el aire se escurría de sus pulmones. De la boca de Yōhei, ambos tuvieron la impresión de que Mizu era una mujer aburrida y emo, pero su sutil forma de inventar humor en una conversación sin siquiera intentarlo era tan natural que los hizo estallar en carcajadas.

-¿M-mi cerrojo? -Yōhei tartamudeó, escuchando las risas de sus amigos en la parte de atrás. Ni siquiera Judas había sido tan traicionero-. No es solo mi cerrojo, es la cerradura de los dos. Además, ¿cómo supiste que pertenecía a la facultad de arte?

Mizu se cruzó de brazos. -Me lo dijiste cuando nos conocimos. Ojo, leí en algunos artículos que el Alzheimer puede dar a una edad temprana.

Ah. Así que eso fue todo. Yōhei podía sentir sus mejillas ardiendo de vergüenza. Por lo general, era el tipo de persona que no rehuía un insulto, pero había algo en Mizu que la hacía contener cualquier respuesta irónica a su repentina cercanía. Era demasiado intimidante para provocar que Yōhei se quedara atascada con su propia lengua de vez en cuando.

-Sé que no puedes olvidar los detalles cuando se trata de mí -contestó Yōhei sarcásticamente después de un momento-. Admítelo.

-Desde que rompiste esa cerradura, no he dejado de hacerlo -Mizu se enderezó y volvió a ponerse los auriculares-. Te estaré esperando en casa, Kōzaki. No llegues tarde, no me gustan las personas impuntuales. Adiós. -Ella hizo una reverencia.

Los tres vieron cómo Mizu se iba tan rápido como apareció. Yōhei hizo un puchero y agarró sus cosas para guardarlas también. -Lo siento, tengo que irme.

-Como decía: Dios no ayuda a los homosexuales, Yōhei. -Akemi repitió.

Mizu se limpió la frente con un trapo, sin estar segura de cómo Yōhei había sido capaz de romper un cerrojo de metal como el de la puerta del baño. Quizás su fuerte deseo de vaciar sus intestinos fue el principal culpable, pero, después de un momento de gloria, solo quedó la desesperación y una puerta que arreglar si no quieren que ninguno de los dos se vea haciendo cosas... ¿Raras?

Solo imaginarlo le da escalofríos a Mizu.

-Llegas tarde. -dijo, al ver a su compañera de cuarto tropezar mientras se quitaba los zapatos.

Yōhei arrojó su bolso sobre el sofá y giró sobre sus talones para dirigirse en dirección a Mizu, hasta quedar frente a ella.

-No tenías que ir a mi trabajo -comentó Yōhei, con un tono que delataba cierta molestia.

Mizu resopló y apoyó la barbilla en sus manos. -¿De qué te quejas? Ni siquiera trabajabas, solo estabas cotilleando con tus dos amigos.

-Bien, bien. Tú ganas. -Yōhei finalmente estuvo de acuerdo con la otra mujer, quien estaba satisfecha con la respuesta-. ¿Y qué haremos con el cerrojo?

-Mira esto. -Mizu le entregó una tarjeta de contacto de un cerrajero. Tenía su número de contacto, nombre y horario de trabajo.

Los ojos de Yōhei brillaron de alivio ante el hecho de que tenía en sus manos la solución a uno de sus problemas en la residencia, porque, si la administración se enteraba de lo sucedido, probablemente tendría que pagar una suma de dinero por daños a la propiedad de la universidad.

-Vamos hoy, antes de que cierre el negocio -dijo Yōhei-. Tenemos que ir a la parada del autobús.

-¿Qué? ¿El autobús? ¿En la noche?

Mizu se quedó estupefacta, su rostro, que normalmente es inexpresivo, se agrietó durante unos breves segundos. No. No se subiría a uno de esos autobuses mientras pueda impedirlo.

-¿Tienes algún problema con eso? Si salimos ahora, llegaremos a la parada y... -Yōhei se queda en silencio cuando se da cuenta de la negativa de Mizu.

-No voy a ir en autobús. -dijo Mizu. No iba a ceder.

-Vamos en autobús, o los gerentes nos cobran el doble de dinero por esa cerradura. -protestó la pelirroja.

-Fuiste tú quien dañó la cerradura -le recordó Mizu-, es tu responsabilidad. Qué molesto eres.

Yōhei se indignó y señaló acusadora a su compañera de cuarto. -¡Eso no habría sucedido si hubieras sido lo suficientemente empático como para abrir la puerta! Y no es culpa mía que no quieras subirte a un autobús, porque yo tampoco voy a caminar, y el taxi es demasiado caro para ir al otro lado de la ciudad.

Golpe bajo. Mizu sintió un poco de remordimiento por eso, porque Yōhei tenía razón, pensó que era divertido hacerla esperar, y todo terminó irremediablemente desastroso.

-Ahg... Cállate, asumo la culpa, no debería haber hecho eso -refunfuñó Mizu de mala gana-. Iremos, pero no en autobús.

Yōhei miró a Mizu con curiosidad. -Entonces, ¿cómo vamos a movernos?

La pelinegra, por primera vez, le sonrió a Yōhei.

-Ven conmigo, Kōzaki.

-Prefiero caminar. -Yōhei dijo, estaba más blanca que el propio papel.

Mizu se puso el casco en la cabeza y le entregó uno a Yōhei. No parecía interesada en escuchar sus constantes protestas sobre en qué transporte prefería llegar al cerrajero, pero sin duda, en su motocicleta, llegarían más rápido y a menor costo.

-Empieza ahora, o oscurecerá. -Mizu se encogió de hombros. Terminó de ponerse los guantes de cuero negro y se montó en su motocicleta.

Yōhei tragó saliva en voz alta. Subirse a una moto era algo que nunca pensó que haría en su vida, ni siquiera lo había hecho, y no sabía si emocionarse o entrar en pánico.

-¿Qué? ¿Nunca has conducido una motocicleta? -Preguntó Mizu. Yōhei no le respondió, dando a entender que tenía razón.

Ella dio unas palmaditas en el asiento trasero de su motocicleta, para darle un poco de atractivo a la situación. Y añadió: -Kōzaki, llegaremos más rápido si me colaboras, no te caerás.

Yōhei finalmente se puso su casco también. Puso el pie en el trepador de motocicletas y se subió bruscamente detrás de Mizu. El vehículo tembló debajo de ellas, pero afortunadamente, su conductora era muy buena y pudo mantener el equilibrio.

-Pero no irás tan rápido. -Yōhei advirtió, aún insegura de tomar esta decisión mientras Mizu arrancaba la motocicleta y hacía rugir el motor.

-Si te agarras bien, entonces no vas a salir volando -Mizu dijo y pausó antes de seguir conduciendo-: Sostente de mi cintura.

Yōhei no lo hizo al principio, porque se sentía incómoda con la idea de invadir su espacio personal, hasta que, Mizu, aceleró el ritmo al conducir por las calles de Kioto a una velocidad bastante rápida. Agarró la espalda de Mizu. -¡Oye! Tranquila. -gritó a través del casco, que amortiguaba su voz.

-No seas un bebé llorón. -Mizu se quejó. Se detuvo en seco cuando un semáforo se puso en rojo, lo que hizo que Yōhei casi saltara de su asiento.

-Maldita sea -Yōhei estaba molesta. Una pesadez se formó en su estómago-. A este paso, me dará un paro cardíaco.

La adrenalina, esa ráfaga que estalla en las venas ante una sensación emocionante de peligro, en Yōhei, era como un salto al vacío, pero sin un paracaídas o una cuerda que la ate. Salir y hacer amigos, es algo fácil para ella, pero lanzarse a una aventura, aunque sea montarse por primera vez en una motocicleta con la persona que menos creía: Mizu, era inquietante.

Apenas el semáforo cambió a las luces verdes, Mizu se puso en marcha de nuevo en dirección a su destino original. Era divertido darle pequeños sustos a Yōhei, ella se lo tomó como una pequeña venganza por la puerta del baño. -No voy a mentir: esa es la idea, Kōzaki.

Mizu condujo su motocicleta a toda velocidad mientras Yōhei continuaba agarrándose con fuerza a su cintura para evitar caerse. El ruido del viento nocturno que pasó por sus cabezas era ensordecedor, pero Mizu no disminuyó la velocidad en absoluto. Al llegar a su destino, Yōhei se bajó de la motocicleta, tambaleándose, con las piernas gelatinosas.

-Diablos... Estás loca, por poco y cruzo a la otra vida. -jadeó, aturdida.

-Ah, eres graciosa, Kōzaki ¿De qué circo saliste? -Mizu se quitó el casco de la cabeza. Su cabello negro, normalmente recogido en una cola de caballo, se soltó y cayó en cascada sobre sus hombros. El movimiento atrajo los ojos de Yōhei-. Pero lograste seguir con vida. No estuvo tan mal.

-Sí, lo que sea. -Yōhei se aclaró la garganta. Era lesbiana, pero Mizu definitivamente no estaba en su lista de cómo le gustaban las mujeres. No es su tipo.

Mizu dejó su casco en la cabrilla de la moto y se acercó a Yōhei. -Dame el casco que te presté, no puedes caminar por la calle con eso puesto.

Rápidamente se quitó el objeto de la cara, se lo entregó a Mizu y se volvió hacia el lugar donde se suponía que estaba el cerrajero para evitar mirarla a la cara. Lo primero que notó Yōhei fue que el hombre estaba cerrando las puertas.

-¡Oye! -Ella corrió en dirección al hombre- ¿Eres el cerrajero que aparece en esta tarjeta de contacto?

Él término de ajustar las puertas, miró la tarjeta que Yōhei le mostró y asintió. -Sí, pero son las ocho, tengo que ir con mi familia. Mañana puedo ayudarte, si quieres.

-Por favor, necesitamos su ayuda. -Yōhei juntó las manos, como suplicando.

-Deja en paz al señor, Kōzaki, no seas intensa -Mizu le dio unas palmaditas en el hombro a la chica pelirroja-. Lamentamos molestar, volveremos mañana.

Ambos se inclinaron respetuosamente ante el cerrajero y caminaron de regreso a la motocicleta. Yōhei se dio ánimos internos para soportar otro día sin cerrar con seguro la puerta del baño, ya se había hartado de hacer maniobras con los pies para hacer sus asuntos.

-Kōzaki, vendremos otra vez mañana, por ahora, tengo que ponerle combustible a la moto -dijo Mizu, mirando a Yōhei-. Hay una gasolinera cerca.

Ella asintió sin más remedio, Mizu se subió a su motocicleta, y Yōhei se puso detrás de ella como había sido hasta ahora, esta vez con menos miedo. Mizu condujo hasta una gasolinera automática, cerca de una pequeña tienda por alguien quería descansar.

Mizu salió del vehículo, después de Yōhei.

-Iré al baño, ¿Podrías ponerle el combustible por mí? -Mizu le pregunto a su acompañante. Ella asintió-. Perfecto. No tardaré demasiado.

Yōhei observó cómo Mizu caminaba hacia la tienda para pedir prestado un servicio de baño. Resignada y todavía pensando en el asunto de la cerradura, pagó el servicio automático e inició a llenar el tanque casi vacío de la motocicleta.

Era extraño pensar como terminó aquí: hablando con Mizu más de las tres palabras que se daban al encontrarse un día normal en su piso compartido. Ella tenía algo inquietante que le provocaba curiosidad, quizá no era como la describía Akemi hace unas horas en la cafetería, porque Mizu parecía un enigma sin resolver. Con todo y eso, las dos eran demasiado chocantes como para llegar a un acuerdo y tratarse bien, lejos de la ironía.

Mientras tanto, en el baño, Mizu bajó la cisterna del inodoro, se lavó las manos, luego la cara y se miró en el espejo durante unos segundos. No le gustaba admirar su reflejo más de lo necesario, por lo que, veloz, ajustó de nuevo su pelo en una coleta y, pasó de los baños a las estanterías de la tienda.

Ella sacó su teléfono, tenía seis llamadas perdidas, pero no deseaba hablar con el remitente por este momento. Decidió aprovechar la oportunidad de que estaba en una tienda y compró algunas golosinas con sabor a café para comer durante sus estudios nocturnos. Al regresar a la gasolinera, encontró a Yōhei vertiendo combustible en su motocicleta. Mizu procesó lo que vio durante unos segundos.

-¡Kōzaki! Pero, ¡¿qué haces?! -corrió en dirección a Yōhei.

-¿Eh? Has vuelto -Yōhei se giró para prestarle atención. Se preocupó cuando notó la expresión aterrorizada de Mizu-. He puesto la gasolina de la que me hablaste.

-Mierda, te dije que me ayudaras a poner gasolina, no diésel, tonta -Mizu podía sentir que iba a tener un tic en el ojo. Aunque se veía calmada, estaba claro que en el fondo se encontraba alterada-. Ahora la motocicleta está estropeada. Dios, era gasolina, ¿cómo pudiste confundir los dos?

Yōhei se puso de color cuando se dio cuenta de lo que acababa de hacer. -No me di cuenta de que la manguera era diferente. Carajo.

-¿No te fijaste ni en la etiqueta? Pues bien, ahora necesitaremos una grúa para llevarlo al taller. ¡A las ocho de la noche, Kōzaki! -Mizu protestó, su cabeza empezaba a dolerle.

-Por eso quería venir en autobús -Yōhei murmuró, derrotada.

Mizu empezó a pasear en círculos, pensando en algo para hacer, era de noche y pronto serían las nueve. Una opción sería usar el estacionamiento que estaba frente a la tienda, que tenía un anuncio al lado que decía: abierto 24/7.

-Ven, le preguntaremos al cajero si podemos estacionar la motocicleta aquí -le dijo a Yōhei, que arrastró sus pasos detrás de ella hasta entrar en el local otra vez.

-Mizu, ¿Tienes saldo? Tengo que llamar con urgencia. -Yōhei le preguntó a la pelinegra.

Mizu dudó por unos segundos, pero accedió. Desbloqueó su teléfono y se lo dejó a la disposición de la contraria mientras iba a preguntar sobre el estacionamiento al cajero. Yōhei marcó el número de Ringo.

-Ringo, a que no adivinas. -Ella dice apenas su amigo contestó en la línea.

-¿Yōhei? ¿De quién es este número y por qué llamas repentinamente? -Ringo interrogó, un poco preocupado.

Ella sacó un refresco, lo pagó y se sentó en uno de los bancos que había disponibles en la tienda, Mizu desapareció por unos minutos con uno de los empleados, por lo que tuvo algo de tiempo para poner a Ringo en contexto.

-Es el número de Mizu. Me quedé sin saldo.

-¿Qué? ¿Mizu? No puedo creer que tengas el teléfono de tu compañera de cuarto. -Ringo se burló de Yōhei.

-No es lo que piensas, tampoco es gracioso -aclaró Yōhei, soplando el cristal de la ventana-. Llené la moto de Mizu con diésel en lugar de gasolina, estoy segura de que quiere matarme.

-Incluso a mí me gustaría. Pero este no es momento para reírse -él dijo-. Llamaré a Akemi, puede recogerlas en su coche, solo envíame la dirección.

-Le diré a Mizu. Gracias, Ringo -sonrió, un poco más tranquila.

-No es nada -Ringo respondió-. Te llamo luego a tu número. No te olvides de la dirección.

Al final de la llamada, Yōhei envió la dirección de la gasolinera en un mensaje SMS al número de Ringo desde el celular que le prestó su compañera, luego cruzó las piernas y esperó a que Mizu regresara.

Tenía la esperanza de que Akemi fuera por ambas, porque sería el último favor que podría hacerle a Yōhei después de su aventura con Taigen. Pero, se estaba impacientando, los minutos parecían horas, ni Mizu ni Akemi daban señales de vida, solo estaba con el cajero de un extremo a otro en la tienda.

Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando sonó el teléfono de Mizu. Ella lo agarró, a pesar de que sabía que Ringo la llamaría desde su propio número, rogó que fuera uno de sus amigos. Tal vez Akemi, aunque difícilmente podría ser ella.

El nombre "Mikio" apareció en la pantalla. Yōhei dudó si contestar o no, ya que no era asunto suyo la agenda telefónica de Mizu. Ella no respondió al primer tono, pero el remitente siguió llamando. Tal vez era demasiado urgente y, además, Mizu no estaba cerca para entregar su teléfono.

-Hola. Buenas noches. -Yōhei saludó.

-Mizu ¿Por qué tienes un teléfono si no vas a contestar? He estado tratando de contactarte desde ayer. -Un hombre habló, su tono de voz grueso, áspero y tosco daba a entender que era un señor entrado en años.

En el mejor de los casos, Yōhei quiso pensar que se trataba del progenitor de Mizu.

-Disculpe, pero no soy Mizu -articuló después de unos segundo.

-¿No? ¿Quién eres? -sonaba enojado.

-¿Señor Mikio? Tuvimos un problema con Mizu y ahora mismo tengo acceso a su teléfono, pero podría buscarla si usted insiste. -Yōhei ofreció un poco de ayuda.

Mizu apareció en la entrada de la tienda, finalmente logró guardar su motocicleta en un lugar donde no pudiera dañarse más de lo que ya está, sin lluvia u otras cosas. Se dio cuenta de que Yōhei hablaba por teléfono y se acercó a ella, haciéndole señas para saber si pronto terminaría, necesitaba su dispositivo.

La pelirroja silenció la llamada durante unos segundos. -Tu papá estaba llamando.

-¿Mi papá? ¿Qué diablos...? -Preguntó Mizu, confundida. Agarró su teléfono de las manos de Yōhei, leyó el nombre y su rostro palideció-. Mierda. No debes responder a llamadas que no sean suyas.

-Él te llamó muchas veces y le respondí, supuse que era urgente. -Reprochó Yōhei.

-Y si no respondí antes, es porque no quería hablar. -Mizu chasqueó la lengua, irritada. Se estaba cansando de reprender a Yōhei.

-¿Por qué no querrías hablar con tu papá?

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