Cuando por fin pude apaciguar la tempestad que clamaba por desbordar desde el interior de mi rubia debilidad, las horas se tornaron calmosas dejando aflorar al inminente cansancio que implicó viajar a través de los diferentes estadios de mi desaforada conciencia.

Y perdonando -a media lengua- aunque solo perdone Dios, le di a entender que nada importaba más que estar plenamente juntos en esta dádiva divina de morar ensimismados del amor que resurgió a través de las cenizas... Vestigios de un resto de culpa que reinó su corazón por años eternos y por el cual, no pudimos dejarnos ser -libremente- cuando la dicha del destino marcó que era -finalmente- el momento de encontrarnos.

Así que arrastrando mi cuerpo a su departamento, nos dedicamos agotados a dormir enredados en los brazos del amo. Y con un creciente sentimiento de afección arremolinando nuestras mentes a medida que la noche nos envolvió para, nuevamente, reencontrarnos en sueños así como en el presente.

Mi querido plebeyo, mi rubio bello de otros tiempos representado en el maduro hombre que amé siendo él, tan solo un niño y que ahora amo, en esta bendita coyuntura. Y por el cual estoy dispuesto a luchar contra viento y marea aunque él mismo no pueda perdonarse, del todo, lo que hizo su estampa en otro plano. Así mismo, trato de reconfortar cada fibra de su ser gracias a que pude llegar a darme cuenta de que necesitaba exculparlo. Sacarle la culpa que reinaba desde el fondo de sus entrañas y decirle en la reminiscencia de mis últimos alientos cuánto lo amaba.

Envuelto en un hilo de memorias que regresan a mi mente, una y otra vez, me encuentro acostado de lado mientras acaricio tus sedosos cabellos y velo por tu tranquilo sueño. Reparar tu cuerpo tan plácidamente dormido, arrastra al mío a una paz interior que deseo conservar a través del alienado tiempo.

Y aunque disfrute de cada momento de tenerte a mi lado, debería levantarme y echarme a la carrera... Correr para alejar a los demonios que quieren regresar a mí para -finalmente- comerme. Correr para liberar el estrés que me supera -de a momentos- cuando pienso demasiado. Correr para despejar mi mente y dejar lugar solo para el disfrute de mi exquisita debilidad. Y por supuesto, correr para empezar mi jornada laboral con la mejor predisposición para el día venidero.

Pero heme aquí, segundo a segundo, embelesado en cada movimiento de tu pecho. En la forma que adopta cada fracción de tu rostro cuando imperceptiblemente roncas. Y centrado en tratar de mantener a mi desaforado corazón sin que explote de emoción al sentirme tan jubiloso por estar a tu lado.

Y parezco un demente desquiciado viciado en cada efímero movimiento que me genera tu soma. Y temo volverme un insano dependiente del abrigo de tus besos y del entrañable calor de tu piel, provocándome un síndrome de abstinencia que me transforme en un monstruo sediento de tu tez... ¡Y maldita sea! Que no quiero llegar a convertirme en un enfermo necesitado de todo tú, reclamando con brío que eres mío y tratando de marcarte a flor de piel.

Pero asusta la egoísta sensación de posesión que brota como agua de manantial desde mis adentros en cuanto te pienso... Es que siempre supe y acepté ese lado dominante que me nace, pero esta incrementada pasión por someterte, roza lo turbado. Y temo asustarte aunque tú me has demostrado ser un receptivo innato en cuanto a sexo desfogado se refiere.

¡Y con un demonio! Que estoy al palo de solo verlo dormitar y recordar cómo se siente marcar cada níveo espacio de su piel mientras conserva cegados y vidriados sus ojos de placer al dejarse someter bajo mi mando. Así que como un maldito animal en celo y sin poder tener consciente control de lo caliente que me siento, me bajo el calzoncillo dejando expuesta mi venosa dureza -repleta de fluidos- para luego envolverla con la firmeza de mi tacto.

El jadeo que se escapa desde mis adentros mientras observo sus labios dejándome expuesto es completamente vergonzoso. Pero aún así, no puedo dejar de tantear lo que quema por que lo baje presto o explotará a lo volcán sobre la palma de mi mano.

Y sofocando un grito mientras cierro con fuerza mis ojos, empujo con fuerza la cobertura de mi glande hacia abajo cuando escucho claro como el agua un "¿Te ayudo, mi morocho?"

¡Y bendecido sea el liviano sueño que te cargas mi bonito rubio! Porque te juro que con el sexi sonido de tu adormilada voz estoy que exploto...

—Ven aquí que necesito de tu pecaminosa boquita cariño...

Lo arrastro sin reparos desde su nuca hacia mis ansiosos labios, recibiendo sus quejidos en el trayecto por someterlo recién despertado a saborearlo con mi inquieta lengua que no tarda ni dos segundos en invadir su cavidad bucal; cual libertador de batallas.

Y ni el supuesto mal aliento del cual se jacta me detiene a saborear cada fracción de sus carnosos labios que quedan rojos y abultados ante la fricción de nuestras bocas.

Entonces, recorro con ímpetu el mapa de su soma como un explorador conquistador de nuevas tierras, dejando el indicio de la estampa de mis manos cada que lo sujeto con fuerza y recibo de su parte, mil jadeos que se mueren en mi boca.

Y consumido en el deseo que me transmite su escultural cuerpo, lo arrastro pausado hacia mi doloroso falo mientras su gloriosa lengua delimita un camino de saliva sobre mi sensible pecho.

Sus manos... sus benditas manos recorren, sin pausa pero con ligera prisa, los contornos de mi torso provocando mi jaleo ante la sensación de una incipiente risa. Tañido risueño que muere y transmuta cuando me muerde con extremada fuerza sobre el hueso de mi cadera mirándome todo provocador y con sus ojos empañados de lujuria y pasión. 

¡Y bendita sea! Tener la dicha de observarte desde arriba mientras te burlas de mi conmocionado estado a lametones sobre la punta de mi venosa dureza.

Temblando mi cuerpo ante la impronta de los movimientos de tu habilidosa lengua, arrastro mis manos para apresar tus rubios cabellos mientras elevo mi cadera con el único fin de que me tragues por entero. Pero te burlas nuevamente de mi estado, cuando alejas tu rostro de mi lloroso miembro delineando los contornos de tu sensual boca con tus propios fluidos que brotan descontrolados mientras me amparas directo a los ojos.

—¡Por Dios bendito cariño! Eres la definición del puto descontrol para mi escaso control... Porque te juro que contengo con todas mis fuerzas las condenadas ganas de marcar de mil maneras ese bello rostro mientras me observas todo lloroso y entregado para mí —le suelto ensimismado y rebasado de todo lo que provoca en mi interior. Unas brasas que arden y queman como el maldito infierno aquí en la tierra.

Y para mi condena terrenal y terminar de partir mi cabeza en diez mil pedazos regados por doquier, se aproxima como una pantera al acecho de su presa hasta apostarse en mi cadera con un meneo sumamente sensual, mientras envuelve sus brazos como una suave caricia sobre mi cuello. Dejando escapar como lava ardiente desde sus labios, las palabras que desatan a la bestia que se esconde latente en mí

"Haga conmigo lo que se le dé la condenada gana, mi señor..."

Omaigaddd🤯😏😈

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Los amito mucho♥️