Cuando creía que había agotado mi cuerpo entrenando para sacarme la sensación de tu trémulo soma bajo mi talante tacto, te veo. Y no solo eso, percibo tu ansiedad con cada fibra de mi ser.

Tu estremecimiento ante el bajo timbre de mi voz, los vellos crispados de tu piel apenas expuesta sobre ese sobrio cuello que tanto me fascina, tu consciente mudez ante mi notoria presencia... Y te juro que aunque no pueda explicar gran parte de lo que nos sucede, tengo pleno conocimiento de cómo ibas a reaccionar ante mi impronta.

Y ahora estás aquí, entre mis brazos, delineando con chasquidos de tu lengua el contorno de mis labios bajo la tenue luz del reparo que nos transporta a otra época de nuestras vivencias.

Tus labios. Tus benditos labios que saben a gloria, a magnificencia, a entrega y aflicción de cierta manera, procuran comprender el significado del por qué de estar así. Tan entregado, tan ofrendado a lo que sea mientras dedico mis caricias a tratar de calmar la tempestad que significa tu tribulación, mi bello rubio de otra época.

Fascinado por la forma en que tiembla tu soma ante cada caricia mía por encima de la tela de tu campera y acrecentando mi dureza que aprieta como bestia enjaulada desesperada por atacar a su presa.

Pero me alejo de tu tacto en cuanto siento que te ahogas entre jadeos. Y la bendita imágen que se representa en mi retina, al tenerte dubitativo y crispado mientras me observas con tus ojos vidriados, suplica porque me enloquezca extraviando la escasa cordura que me queda y exigiendo que deshaga tu ropa en diez mil pedazos.

Entonces reacciono en cuanto mi pequeño raciocinio se preocupa preguntando: -¿Estás bien, cariño?

Y me quiero matar sobre que las palabras se escapan de mis labios. Porque en automático me aleja de un leve empujón para salir corriendo. Tomando la botella que se encontraba a un costado mientras lo observo alejarse, velozmente, entre las sombras de la noche.

Enfurecido conmigo mismo, golpeo de lleno con mi puño en cuanto me acerco a la pared. Maldiciendo por dejarme llevar y asustarlo de nuevo, ya que mi tonta equivocación de dejar aflorar mis latentes sentimientos como un demente, me puede costar duro.

Es que muy dentro mío, yo sabía que debía mantener el control absoluto para reguardarlo al estar a mí lado. Y abofetearlo con más sentimientos del que pueda manejar por el momento, no fue lo más oportuno.

¿Y lo peor de todo? Es que no puedo explicar el por qué, o cómo lo sé. Solo sé que me dejo llevar por cómo actúo entre sueños y por lo poco que puedo recordar cuando distingo que estoy despierto.

Aunque creo, que es algo que me sale natural sobre que mi cuerpo lo presiente cerca al suyo.

¡Maldita sea! Maldigo cegado por mi rabia y mi creciente mal humor. Porque una cosa es el deseo de unir nuestros labios por primigenia vez ante la necesidad y el ardor de poseernos, y otra muy distinta es mostrar el corazón de un ser que te ama sin mesura.

Agobiado, observo el lugar donde solo queda la estela del rastro de su vehículo.

Sé que podría haber corrido y suplicado como un demente que se quede, pero dentro mío sé muy bien, que eso solo lo hubiera alejado aún más.

Así que bebiendo lo que resta de mi botella de agua me echo a correr nuevamente. Ya que temprano decidí que quemar mi cerebro recordando, solo me dejaría más ansioso de lo que estuve todo el maldito día en el trabajo y que lo mejor sería cambiar un esfuerzo por otro. Y para colmo, mi desafortunado miembro que no ayuda a ceder a su dureza... Y eso, me cabrea a sobremanera porque percibo las miradas de los pocos transeúntes clavadas en mi de más dura entrepierna.

Solo un par de kilómetros más. Un esfuerzo más por sacarte un maldito instante de mi cabeza. Esfuerzos que son totalmente en vano cuando percibo por sobre la tela que mi amigo golpea feroz sobre el costado ¿En qué momento decidí que un calzoncillo suelto sería lo más cómodo para trotar en vez de los ajustados pantaloncillos que me pongo siempre por debajo?

Así que de mala gana, tengo que frenar para acomodar mi paquete. Y al darme cuenta de que el desgraciado no quiere ceder, resignado me sacó la campera para atarla a la cintura y caminar lo más rápido que pueda de regreso al departamento.

Un par de metros más sin pensarte ¡Vamos! ¡¿Eso no es pedir mucho?! Maldito cerebro y cuerpo... Porque si antes me controlaba en sueños, ahora que sabe que existes en carne y hueso, está como perro rabioso por su hueso.

Una vez que llego al complejo me dedico a flexibilizar bien cada grupo muscular, porque hoy he metido por lo menos 7 kilómetros más de lo habitual. Y si no, mañana me veré preso de la fatiga y de la contractura muscular.

Encima, pensar en que Tae organizó una imprevista reunión, según él, me da tremendo dolor de cabeza. Porque así empieza y luego termina borracho cantando serenata con las ventanas abiertas.

Una vez bien estirado y elongado... ¡Y maldita sea! No puedo dejar de pensar en como se sentirá el estirar bien tus piernas mientras me posiciono entre medio y te...

-¡Maldición! ¡A ver si te controlas de una buena vez Jung Kook, que hace rato dejaste de ser un puñetero púbero! -Me grito en el acceso ganándome miradas recriminatorias de unos vecinos que arribaron a su hogar luego de una larga jornada laboral. Así que poniendo mi mejor cara de niño bueno, los saludo con una reverencia diciéndome por dentro que se pueden ir todos a la mismísima mierda.

Lo sé. Estoy enojado conmigo, con la situación, con el maldito mundo...

Cansado, empiezo mi escalinata al departamento mientras siento el martirio a cada paso que doy. ¿Debería llamar a Tae y decirle que desaparezca? ¡Cierto! El idiota que les habla dejó el teléfono sobre la mesa de luz de su pieza ¿Acaso esta noche me podría ir aún peor?

Los últimos pasos hacia el acceso son eternos, pero tomando coraje y preparando mi maldita cara para el afuera, abro la puerta.

Me recibe una tenue música algo sugestiva. Entonces, me dejo llevar todo sudado hasta el interior del departamento. Mejor mostrar mi cara de pocos amigos así Tae no jode con que me una al improvisado festejo. Así, a pasos firmes, me entrometo en una enfrascada charla en donde mi mejor amigo es el único participante activo, al ser la única voz que escucho en el recinto.

Pero sobre que enfoco mi visión, me recibe de pleno como balde de agua helada y congelándome hasta los huesos, mi rubia perdición. El pequeño sumiso de mis sueños y el maduro hombre que deseo poseer con todas las fuerzas del universo.

Omaigattt😱

Qué se armen los espadazos 😏🤣

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