₵₳₱. 11 "Estremecimiento"
Luego de que mi parapsicólogo tocará mi puerta objetando que debería probar cosas nuevas, asegurando que me ayudarían con mi terapia, quedo regulando la información del cómo supo de mi dirección. Es que realmente no recuerdo habérsela dado en ningún momento.
Pero lo bueno de todo esto, es que pudo sacarme de mi estado de letargo mientras estaba perdido bajo el hechizo de esos jóvenes y renegridos ojos que me hicieron sentir pequeño aunque sea yo, todo un adulto.
Entonces, mi cabeza vuelve a dar un ligero vuelco reacomodando continúas líneas del tiempo sobre que resurge firme y avasallante en mis pensamientos. Y debo decir que el intenso sentimiento compartido aterró por completo cada fibra de mi cuerpo. Pero lo que más miedo me dió, fue el sentirme tan ligero, entregado y consumido por el calor menesteroso que expedía la cercanía de su fornido cuerpo.
Y estoy casi seguro de que hubiera dejado que me tomara sin reparos en el pasillo, expuesto ante todos y sin ni siquiera haber probado primero el sabor de sus labios. ¿¡Pero de dónde surgen estos locos pensamientos!? ¡Y para colmo de todo esto! Es un maldito niñato, caliente como lava ardiente pero joven al fin y al cabo.
—¡Maldición! —golpeo ofuscado y con ambas manos, el volante mientras freno en el semáforo.
Es que la bendita sensación de que me conoce por completo y cada centímetro de mi ofrendado cuerpo, hace que mi maldito cerebro reclame por sus grandes manos aunque apenas tenga pelo. Y al cerrar mis ojos por un momento, solo me estremezco.
En cuanto abro mis ojos, sonrío como un loco ante mis observaciones del suceso. Y a medida que me observo por el espejo retrovisor, me llama la atención mis mejillas adornadas en un ligero carmín, mis carnosos labios humedecidos por la constante saliva que rodeo sobre ellos y la sombra negra difuminada sobre el contorno de mis ojos. Detalles que me otorgan un toque sensual que pocas veces he percibido en mí... Es como si hubiera renacido bajo la estricta orden de sus ojos.
Un fuerte bocinazo me resalta de mi asiento, el semáforo ha cambiado a verde se ve que hace un buen tiempo. Entonces poniendo la luz de giro, maniobró y me coloco al costado del camino. Debo calmar mis sensaciones y respirar tranquilo, para disminuir mis pulsaciones y no terminar masturbándome aquí mismo.
Más allá del bocinazo, el tráfico está más bien apagado. No andan muchas personas en la calle por suerte ya que debo aparcar en algún mercado para no llegar con las manos completamente vacías a la reunión. Así que retomando el camino me dedico a observar hacia mis costados.
Unas cuadras cerca del lugar designado para el encuentro observo una especie de supermercado de 24 horas, así que decido parar a comprar en el sitio divisado.
La noche está algo fresca, así que me coloco una fina campera para luego proceder a descender del auto. Coloco la alarma por las dudas y cruzando la calle, me dirijo hacia el recinto.
Al ingresar, saludo cordialmente al empleado y le consulto donde se encuentra el sector de bebidas con gradación alcohólica. Creo que una botella de vino estaría bien acertado, aunque unas cuantas botellas de soju también lo estarían por otro lado. Es que realmente no tengo idea de lo que consuma él junto a su amigo. Así que me decido al final por una botella de buen vino.
En eso, escucho un saludo algo agitado hacia el empleado que lo devuelve entre risas, preguntándole a aquél que ingresó, si está quedando loco o se le cambió el horario del reloj.
Por consiguiente, observo un gran cuerpo enfundado en una campera con capucha que pasa por el final del pasillo y en dirección hacia las heladeras.
Así que me dirijo hacia la caja para saldar mi compra y cuando estoy rebuscando mi tarjeta en la billetera, escucho fuerte y clara esa profunda y rasposa voz que se me grabó como fuego en mi cabeza.
—Cóbrame el vino también, junto con el agua...
Me quedo estático en el lugar tratando de regular mi respiración y sin poder moverme siquiera. Su agitado respirar me pega de lleno sobre la nuca como un animal bufador en pleno celo. Y las órdenes de "peligro aléjate" resuenan como una continua alarma en mi maldita cabeza.
Escucho dentro de mi aturdimiento, unas palabras que se cruzan entre ellos y luego, lo observo agarrar la botella envuelta en papel junto a una pequeña botella de agua.
Lo siguiente que percibo es el toque de su mano sobre mi espalda baja mientras trago duro, con la clara intensión de dirigirnos hacia afuera del local. Mi cuerpo estremecido, que no respondía hace unos segundos, se deja hacer como si él fuera el dueño de sus actos, manejando a su antojo mi corporeidad.
Recorremos un par de metros en silencio mientras nos alejamos, y sobre un apenas iluminado resguardo nos detenemos. Mi cuerpo enmudeció totalmente ante su presencia, y no me he atrevido a mirarlo directamente a sus ojos.
—¿Puedes mirarme? —consulta. Pero sigo cabizbajo y avergonzado de mis propios pensamientos, del cómo hace sentir a mi cuerpo con su tacto y su presencia.
Percibo unos gruñidos por lo bajo y luego la abertura de la tapa de la botella de agua, y al cabo de unos instantes, su firme voz me toma por sorpresa...
—¡Mírame!
Y en automático, elevo la cabeza con mi mirada vidriosa y perdida en cada facción de su sudoroso rostro escondido entre los pliegues de la capucha.
Dejo entre abierto mis labios como buscando entrar más aire del que puedo retener. Y por alguna causa, no tan desconocida para mí, el calor abrazador que expide su cuerpo me llama como un imán al metal, fundiendo de a poco mi capacidad mental para distinguir si es real esto que siento.
Me percibo acalorado y sofocado bajo su atenta y ardorosa inspección... Y cuando él toma mi mentón para elevarlo, me encuentro con el profundo deseo hacia mis labios que me transmiten sus ojos.
Se me acorta la respiración y un gemido brota de mis húmedos labios sobre que noto el caliente agarre de sus dedos sobre la sensible dermis de mi cuello.
Los centímetros que separan nuestros deseos son abismales, porque por más que quiera acortar la distancia (aunque no me atrevo) él, me provoca con su fragancia y luego se separa repentinamente.
—Muero por probar mí boca... —jadea sobre mis labios.
Y ese maldito adjetivo posesivo enardeció cada poro excitado de mi cuerpo y desconociéndome en el deseo de sentirlo comerme entero, agarro su sudadera y lo atraigo hacia mi cuerpo.
Yo también quierooo!!😏
Gracias por leer, comentar y votar 🥰
Los amito mucho❤️
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