ʙʟɪɴᴅ ꜰᴀᴛᴇ
𝕬ñ𝖔 1875.
𝕿𝖊𝖗𝖈𝖊𝖗 𝖘𝖎𝖌𝖑𝖔 𝖉𝖊 𝕬𝖕𝖔𝖌𝖊𝖔 𝖉𝖊 𝖑𝖆 𝖉𝖎𝖓𝖆𝖘𝖙í𝖆 𝕾𝖔𝖓.
Su mirada estaba perdida en las hojas que caían de los árboles y se hundían en el pequeño estanque del jardín privado en el ala Este del Palacio Imperial. Fumaba un poco de hierba de loto rojo, una de las especies relajantes que crecían en los jardines desde la época del primer emperador. Necesitaba estar tranquilo para ese día tan importante, miró por última vez la carta que el frente mandó hacia sus oficinas y salió de su pabellón. Muchos de los sirvientes le dedicaban una reverencia profunda antes de continuar con sus deberes, otros tantos lo evitaban a toda costa, temiendo despertar "la furia del dragón", aunque ya han pasado muchas generaciones para que algo así pasara.
Pasó por el inmenso jardín y orgullo de la Emperatriz hasta el Palacio de Jade, la residencia de su señor padre y actual emperador de Corea.
Todos los cortesanos de las doce regiones más importantes de su nación se encontraban reunidos en puntos al azar de la habitación, cuando se anunció su llegada levantaron sus rostros. Debajo de esas sonrisas amables y reverencias hacia su presencia, muchas eran falsas. Contaba con pocos aliados de confianza ciega.
Las relaciones políticas entre la casa imperial y sus señores vasallos se tensaron desde que su hermano mayor eligió como la futura emperatriz, a una hija de un noble comerciante de telas de Gangneung, la mayoría de los nobles les decían pescadores pordioseros. La indignación no se hizo esperar de los señores de clanes importantes como el representante de la región de Busan, famosa por su escuela de magia, de las mejores en encantamientos para cuidar la salud de la familia imperial. Tampoco le hizo gracia al alto funcionario de Daegu y principal inversor del Emperador, que su más amada hija omega fuera rechazada por una beta de baja casta.
Pero HyunWoo estaba feliz con la elección de su hermano.
Su princesa y hermana política era una persona sublime: callada y agraciada, mucho más hermosa que una omega noble de alta cuna en todos los sentidos de belleza como persona. Encandilaba al bailar y siempre lo hacía reír cuando extraña a su padre y a su hermano. Con rostro angelical que parece haber sido hecha para traer felicidad con sólo mostrar un hoyuelo en su sonrisa.
La futura princesa también se encontraba en la corte hablando con su madre, ellas eran de las pocas personas de las cuales nunca desconfiaría y requería su presencia en todas las reuniones sobre asuntos de estado. La mayoría no tenía problemas con que la madre alfa de HyunWoo los escuchara, pero encontraban inconcebible que la esposa de su hermano, su futura emperatriz, presenciara conversaciones que "ella no entendía para alguien de su casta".
―Su Alteza Imperial ―la beta que respondía al nombre de BoRa, acarició su pancita. El pequeño príncipe siempre se agitaba cuando sentía a alguno de la familia Son cerca, eso también incluía a su tío―. Espero que las noticias hayan sido buenas.
―Todo estará bien ―notó que gran parte de sus feromonas se volvieron más ligeras, así mismo como sus hombros parecieron relajarse por la preocupación de no saber nada de su esposo en un mes―. Por favor mis señores ―señaló a lo largo de la mesa con el dragón escarlata tallado en la madera―. Tomen asiento.
Uno a uno, fueron buscando sus lugares designados y en los puestos más cercanos se encontraban la emperatriz Son HyeongMin, la princesa BoRa, el funcionario del tesoro real y uno de los generales que se quedó para cuidar de la familia real y el hombre de su mayor confianza.
―El Emperador anunció que el ejército en el sur triunfó, el ejército chino no logró pasar a pesar de contar con su protector ―era bien conocido que el panda rojo del imperio Chino era una bestia de fuerza bruta, en tierra―. El ataque sorpresa planeado por su Majestad Imperial con la flota los hizo retroceder ―todos los nobles asintieron, orgullosos de su emperador―. De nuestro príncipe no se ha sabido nada en el último mes hasta hace poco que uno de nuestros espías lo vio pasar Daegu con éxito y recuperar el territorio.
«―La comunicación se cortó desde el ataque japonés que vino por mar, pero con la nueva guarnición que Su Majestad mandó del palacio, esperamos que sea suficiente para reestablecer las comunicaciones, así que espero que me perdona mi señora YooBin, Gwangju aún está sitiada por los chinos y japonenses.
Los ojos se posaron sobre una alfa de cabello castaño y ojos verdes como las esmeraldas que adornaban el tocado sobre su cabeza. Una de las comerciantes y políticas más influyentes del imperio sufrió el primer ataque de Japón hace ya más de un año, logró evacuar la mitad de su ciudad y encontró refugio en la capital y provincias cercanas, muchos nobles estuvieron encantados de tenerla en sus casas. Era una alfa de temer por su habilidad con el arco de corto y largo alcance, además de que fue adiestrada en el arte de la guerra y su mentora cuando estuvo una temporada en su hogar, por eso le tenía tanto aprecio. También porque aún no contraía nupcias y quien controlara Gwangju, controla casi todo el país y dría ser más unido la familia Imperial.
―No se disculpe, su Alteza Imperial ―le dedicó una pequeña reverencia con la cabeza―. Comprendo que esta guerra es horrible para todos y hacen todo lo que está al alcance.
―Pasaremos a los temas referentes a los cultivos quemados por mercenarios en las provincias de...
En ese instante, las puertas de la corte se abrieron con gran estruendo, un mensajero junto a los guardias del palacio siguiéndole el paso. Se veía tan magullado por las batallas que peleó contra sí mismo hasta llegar a la seguridad de la capital.
― ¿Qué significa esto? ―exigió HyunWoo, pero el mensajero se desplomó, agotado; el pergamino con el sello imperial rodó hasta los pies de su madre, la emperatriz lo tomó y abrió sin reparos, sus ojos se movieron como rayos―. ¿Madre?
―Todos, fuera, ahora y lleven a este valiente solado con mis médicos personales ―ordenó con ayuda de su voz de mando y sus ojos dorados refulgieron con la poca magia que corría por sus venas―. Hijo, mi princesa, general Shin, quédense.
Esperó a que los cortesanos se retiraran de la sala, muy confundidos por la decisión de la emperatriz HyeongMin, aunque por el gesto y la orden, algo andaba mal. HyunWoo lo podía asegurar por la forma en que su madre controlaba su respiración y no caer en la desesperación. Todo fue aún más misterioso cuando también ordenó a la poca servidumbre dejar la sala y activar unos sellos mágicos que evitaban que alguien más escuchara más allá que ellos. Al quedarse solos, la reina suspiró.
―Tu hermano ha sido capturado por los japoneses ―dijo después del silencio entre todos los presentes, su nuera abrió mucho los ojos y se recargó en el borde de la mesa―. Se sabe que lo tomaron prisionero a las afueras de Daegu e intentarán llevar a tu hermano por tierras conquistadas hasta la costa, dicen que los puertos del Oeste han sido tomados.
―No hemos podido recuperarlo desde hace tres semanas, su Majestad Imperial ―complementó Shin HoSeok, ha sido el guardián de la seguridad del palacio desde hace más de siete años―. Pero el Emperador recuperó el sur con éxito.
―Me pregunto por qué no traen a sus malditos guardianes ―la emperatriz soltó un tono tan mordaz que hasta hizo temblar a HyunWoo, pero estaba de acuerdo.
Si tanto querían conquistar su país, ya hubieran llevado a los hijos mayores de cada dinastía para acabar con la gran mayoría de los ejércitos. En cada familia real nacían con un animal protector en cual se convertían, con gran magia y poder en sus cuerpos, otorgando diferentes dones y habilidades. Su familia tenía la bendición de haber tenido un animal muy respetado y tan poderoso que hasta los reinos más lejanos tenían miedo de enfrentarlos: un dragón.
Corea prosperó gracias al largo linaje de dragones protectores conformando únicamente por la pareja imperial y sus hijos. Cuando el emperador muere, los siguientes en la línea de sucesión y aquellos que han pasado por un ritual de sucesión de magia, probando ser dignos, se les otorga una marca en la espada donde se alojaría la magia del dragón. Sin embargo, desde la época de su bisabuelo que el dragón no se ha presentado. Han fingido que el dragón sigue en el territorio a base de trucos donde sólo muestran en humaredas la forma de un dragón y los pirómanos actúan como el fuego de la bestia. El acto funcionó, hasta esa guerra.
―Deberíamos hacer un cambio de rehenes ―la princesa BoRa habló, en sus ojos oscuros se veía una firme determinación―. Tenemos a uno de los príncipes de Japón, deberíamos intercambiarlos por DoHyun.
―BoRa, querida ―la emperatriz tomó sus manos―. Estás preocupada por tu esposo, yo también lo estoy por mi hijo, pero no podemos rescindir del zorro.
―No tenemos opción madre ―HyunWoo, con su ceño fruncido y mirada concentrada en un punto fijo, mientras analizaba la sugerencia de su cuñada; tuvo que admitir que era su mejor alternativa―. Debemos interrogar al soldado que trajo las noticias y preparar al príncipe para el intercambio.
La mujer alfa no paraba de pensar. Muy debajo de esas capas de fortaleza y temple de hierro, seguía siendo una madre preocupada por su primogénito.
―Quiero interrogar personalmente a ese soldado, saber el punto exacto donde intentarán llevarse a mi hijo es la prioridad.
Así se hizo, en cuanto declararon ese plan como un secreto entre ellos, la emperatriz junto con el príncipe y el general Shin acudieron a la cámara de los médicos dentro del palacio de los regentes, los tomó por sorpresa al recibir la noticia de la captura de un espía japonés mientras el soldado venía hacia la capital, desgraciadamente murió a cusa de la gravedad de sus heridas.
HyunWoo ahora trataba de encontrar una manera de interrogar al bastardo, sus métodos harían hablar a cualquiera de eso no había duda, pero el único problema era entender los lamentos que podrían salir de su boca. Se mordió una uña sin dejar de ver las brasas a punto de extinguirse en la chimenea de sus aposentos cuando unas linternas iluminaron la estancia y la voz de BoRa lo alertó.
―Hermano HyunWoo ―el príncipe notó que sólo había dos linternas, reconocía el aroma de las azaleas en BoRa, el segundo no era tan fácil de identificar, era una mezcla que nunca antes había sentido cerca y poco preciso de describir.
La princesa entró a la habitación del príncipe aún llevaba su hanbok, pero su cabellera castaña estaba suelta; demostrando el grado de cercanía que había entre ambos.
―BoRa, deberías estar durmiendo ―HyunWoo cerró la bata de seda, era una falta de respeto mostrarle su ropa de dormir a una dama que no era su pareja―. No es bueno para tu hijo.
―Lo sé, pero ―la princesa se sonrojó al verlo casi dispuesto a dormir, por lo que desvió la mirada―. Nuestra emperatriz me dijo que estaba preocupada por el prisionero y creo que tengo una propuesta ―sus ojos viajaron por un segundo a la pared de papel, creyó que HyunWoo no lo notó, pero él era una alfa―. Por favor, antes de juzgar, escucha.
―BoRa qué...
―Entra querido ―el panel de papel fue corrido y entró la otra persona de manera mucho más lenta y sus pasos se notaban torpes.
Un hombre joven, de su edad al parecer cargaba ambas linternas. Era de la servidumbre, lo notaba por el ropaje de lino tan poco ornamentada, además de que su cabello era corto y encrespado, muy descuidado. Lo que le llamaba la atención era que usaba un vendaje oscuro en sus ojos.
―Él es HyungWon, es mi sirviente de mayor confianza―el chico estuvo lejos de ellos, se sorprendía de la buena etiqueta que tenía―. Él es un mestizo coreano y japonés.
― ¿Estás loca? ―no pretendía alzar la voz, pero no lo logró, tanto BoRa como HyungWon se encogieron en su lugar.
―Lleva sirviendo a mi familia desde que era pequeña y vino conmigo cuando me casé con DoHyun ―la princesa se apresuró a explicarle―. Es un buen chico, sabe japonés tanto como nuestra lengua.
― ¿Mi madre sabe del chico?
―No ―ella miró con un poco de miedo a su sirviente―. Ni siquiera lo ha visto, él cuida de mis jardines y cuando me baño ―el chico asintió―. Es ciego y mudo.
―Entiendo que quieras ayudar ―HyunWoo se sobó el puente de la nariz y caminó por la estancia tratando de no dejarse llevar por el enojo de saber que un enemigo vivía en su propia casa―. Pero no creo que sea buena idea usarlo, madre no dudará en hacerle algo.
―Él no es nuestro enemigo ―BoRa protestó, ahora con un poco de confianza en su voz―. Creció en mi casa y se ha ganado mi total confianza, por eso te lo traje, como tu princesa y futura emperatriz te pido que no juzgues a alguien tan apresuradamente.
―Está bien ―suspiró, HyunWoo quería tanto a su cuñada como si fuera de su propia sangre que cedía ante sus peticiones, por muy locas que resultaran―. Pero ¿cómo me dirá lo que el prisionero suelte si no puede hablar?
―Le enseñé a usar un puente telepático.
Uno de los hechizos básicos que aprenden los miembros de la familia imperial, y pocos nobles o importantes señores de la guerra era aprender a usar puentes telepáticos; con ayuda de un dije de jade grabado con magia del dragón. Si alguien ajeno a los elegidos era descubierto, su cabeza terminaba en una jaula expuesta ante el pueblo.
―Madre le cortará la cabeza si se entera que alguien de su categoría sabe algo un privilegio como este ―evitó a toda costa golpearse la frente con su mano, no mostraría poca cortesía ante su cuñada―. Lo estás metiendo en un grave peligro.
―Pero tu estarás para protegerlo ―la princesa de repente sonó más desesperada, cuando lo tomó por la manga de su bata le confirmó que ella no se sentía bien―. Por favor, quiero saber de DoHyun, aunque sea antes de dar a luz. No me importa si son buenas o malas noticias.
El príncipe se sintió mal por cuestionarla. Se sentía de la misma forma, extrañaba mucho a su hermano mayor y a su padre, al menos el emperador seguía manando mensajes, pero la ausencia de DoHyun era otra cosa. Él siempre estuvo para cuidarlo y él debía hacer lo mismo.
Accedió a llevar al mestizo consigo a las mazmorras dentro del palacio.
HyunWoo salió por uno de los pasillos ocultos dentro de la fortaleza imperial y llegó a los jardines en el patio de la princesa BoRa. Era muy entrada la noche por lo que se sintió aliviado de ver al joven sirviente completamente solo, lo esperó junto al estanque de lirios rosados. Al escuchar los pasos del príncipe, HyungWon se levantó y giró con lentitud hacia la fuente del sonido, le dedicó una reverencia profunda.
―Te traje ropa ―HyungWon se irguió y extendió sus brazos, el príncipe no pudo evitar mirar con mayor detalle al chico.
Su cabello era tan oscuro como la tinta, su piel estaba tostada por las largas horas de trabajo bajo el sol y notó un hilo de oro que colgaba de su cuello, el dije de jade se asomó ligeramente en su ropa. El príncipe le sujetó la cara, evaluando si hubiese algo que le delatara ante su madre sobre su posible origen japonés, pero a simple vista no. Sólo le faltaba confirmar los ojos; notó que HyungWon temblaba por la rudeza en que lo tocaba.
«No soy un animal.», se recordó.
―Lo siento, pero tenía que saber si había algo mal con tu apariencia que delatara tu lado japonés.
―No se preocupe, mi señor ―la intrusión del lazo telepático se sintió frío, como el hielo al recorrer su cuerpo.
―No uses el puente si no lo ordeno ―dijo, el joven sirviente asintió.
No sólo la intrusión lo tomó por sorpresa, también el hecho que por el puente no tuvo una idea de cómo sonaría su voz si pudiera hablar. En realidad, era como leer palabras sin verlas, muy extraño, pero le dio la respuesta de que él nació siendo mudo. Lo cual, le pareció una lástima, nadie debería nacer sin la posibilidad de hablar.
―Toma.
Le entregó un saco de cuero donde venía un hanbok tradicional de su nación, sólo que la casaca y los listones para la cintura tenía hilos de oro de patrones que únicamente los afines a la magia tenían permitido portar. Eran pocos los aprendices por los tiempos de guerra, pero nadie cuestionaría al príncipe si de repente exigiera un nuevo aprendiz del templo más cercano para el interrogatorio. Además, los aprendices tenían el requisito obligatorio de usar velos gruesos para poder presentarse ante la familia imperial.
―Puedes quitarte la venda si te resulta más cómodo ―dijo al momento en que HyungWon sacó el velo y lo tocaba―. El velo tiene el grosor suficiente para que nadie vea tus ojos.
―Asume que mis ojos son lo que se verán como los de un japonés ¿no es así? ―su risa insonora le hizo reír también, el chico parecía tener la facilidad de contagiar sus emociones y comenzaba a entender por qué BoRa lo tenía siempre a su lado―. Pero si lo desea, puede comprobarlo.
― ¿Puedo? ―preguntó estando a unos pasos de HyungWon, quien asintió al levantar el rostro y llevar sus manos a su nuca, donde desató el nudo y la tela descubrió un par de ojos grandes, no se veían muy rasgados o pequeños, pero tanto el iris como la pupila eran blancos y bajo la luz de la luna, eran más brillantes―. Tus ojos son muy grandes, creo que la venda y el velo bastarán.
―Como desee, mi señor ―HyungWon volvió a colocarse la venda y se sentó en el jardín.
HyunWoo se quedó en completo silencio mientras lo veía sacar ropa, tocarla por un buen rato y ponerla en diferentes lugares a su alrededor. Se impresionó que cambió varias prendas de lugar; para que, de izquierda a derecha, fue ordenada de la más interna a la que iría al último. Sus dedos se detuvieron cuando se tocó la cinta en su cadera.
―Eh, mi señor, ¿puedo pedir un poco de privacidad?
―Claro ―el príncipe le dio la espalda, la primera respuesta hubiera sido que ambos eran hombres y no tenía nada de malo verse desnudos, pero desconocía la casta del chico, si era un omega, era una completa falta de respeto.
HyungWon no tardó mucho en cambiarse de ropa cuando le habló a HyunWoo. Se alivió con el resultado de una impecable apariencia de un aprendiz normal, sólo le faltaba joyería, así que sacó entre uno de los pliegues de su ropa un par de anillos de hierro forjado y otro de oro con un topacio incrustado.
―Voy a tocar tus manos ―le pareció raro que alguien el estatus del príncipe imperial le concediera tantos tratos dignos a pesar de ser un sirviente, más siendo un mestizo―. No podemos darnos el lujo que alguien cuestione tu identidad ―HyungWon sintió sus manos enguantadas, aun así, se estremeció.
―Así que es cierto ―pensó, pero el puente estaba abierto y HyunWoo lo escuchó.
― ¿Perdona?
―No, nada ―respondió, sus mejillas se encendieron de un color rojizo que fue exitosamente escondido por el velo―. BoRa me dijo que la familia imperial usa guantes para establecer contacto con otras personas.
―Es sólo protocolo, no los uso todo el tiempo ―no sabía por qué le daba explicaciones, pero ha pasado mucho tiempo desde la última persona que le inspiraba a hablar más que de asuntos imperiales―. Si ya estás listo, debemos irnos.
―Sí, mi señor.
HyunWoo lo llevó hasta los pasadizos secretos en el palacio y nuevamente se llevó una sorpresa al saber que HyungWon siempre estaba detrás de él y le seguía el paso sin problemas. No sabía cómo preguntarle muchas cosas dad su evidente ceguera. Sacudió su cabeza, volvió a enfocarse en su situación actual. Necesitaba sacar un lado frío para recuperar a su familia, no sólo por el bien de la nación sino también por el bien de todos en su círculo más íntimo.
Llegaron a las mazmorras por una puerta oculta entre las columnas de piedra, no había nadie. Esa prisión no había estado habitada desde la época de los primeros emperadores, bajaron tres niveles de celdas y olores fétidos hasta el nivel más alejado, donde los pasillos se iluminaban por linternas a punto de consumirse.
El general Shin HoSeok y su madre lo estaban esperando. HyeongMin no cuestionó la presencia del supuesto aprendiz detrás de él, ella sólo necesitaba entrar a esa celda a hacer su trabajo.
El interrogatorio no fue sencillo a pesar de que primero intentaron hablar con él para agotar la opción de que conocía su lengua, la respuesta sólo fue silencio. Tuvieron que pasar al siguiente nivel, uno que la propia emperatriz no dejó que ni su general o su propio hijo lo hicieran. Tomó clavos calentados al rojo vivo y los insertó entre la carne y la uña, pero aun así el espía lloró en silencio, mostrando una mirada divertida, como si clavarse cosas al rojo vivo no fuera doloroso. Solamente soltó maldiciones cuando cortaron dos dedos de la mano izquierda.
―El zorro traerá la muerte del dragón y su protector morirá para siempre ―fue lo que dijo en su propia lengua, que de inmediato HyungWon se la comunicó al príncipe―. La sangre correrá por este apestoso palacio y mi emperador gobernará sobre ustedes, falsos dragones ―ahora habló en coreano, enfadando a la emperatriz y le dio un puñetazo.
―Así que sabes hablar, maldito ―su tono mordaz casi traía a la luz su voz de mando, pero los espías no conocían lealtades, por lo que no funcionará tratar de sacarle la verdad así―. Dime dónde está mi hijo y mostraré piedad por tu alma.
―Lo llevarán a una de las costas ¿Cuál? Ni idea ―HyunWoo resistió el impulso de golpearlo cuando vio la falta de modales al levantar los hombros de manera tan casual ante miembros de la familia imperial―. Yo no estaba a cargo de saber del príncipe, sólo comunicaba noticias sobre el emperador.
―Miente, mi señor ―HyungWon le dijo por el puente telepático.
― ¿Cómo los sabes? ―preguntó HyunWoo únicamente usando la mente.
―Su pulso se aceleró un poco cuando hablaron del príncipe, le parece divertida la situación.
―Mientes ―HyunWoo se adelantó unos pasos para que su presencia lograra intimidarlo lo suficiente y sacar un poco de la verdad―. Sabes algo del paradero del príncipe heredero, habla ahora y no sufrirás daño.
― ¿Más del que ya me has hecho, asquerosa lagartija de cuarta? ―el prisionero respondió en su propio idioma, pero HyunWoo sabía lo que le decía gracias a HyungWon―. Lo llevarán hasta los puertos conquistados del Este.
― ¿Podemos confiar en su palabra? ―el general lo miró por unos segundos, se notaba la duda en sus ojos y sus feromonas―. Los espías son engañosos.
HyunWoo miró por un segundo a HyungWon, quien asintió al confirmar la veracidad de sus palabras.
―No madre, es verdad ―dijo HyunWoo.
―Así que tienes una lealtad dudosa, mestizo. Iré por tu cabeza muy pronto. ―susurró, pero HyungWon tembló, el espía sabía mucho más de lo que aparentaba―. Bueno si es todo, quiero descansar del agradable tratamiento a mi mano de la espada, su Majestad.
―Ya tuve suficiente ―la emperatriz se retiró al mismo tiempo que el general, quien ordenó a una guarnición de guardias vigilarlo día y noche, con la instrucción de avisarle si decía algo más.
El príncipe sabía que algo asustó a HyungWon, porque el puente telepático se quedó muy quieto cuando susurró algo hacia el chico.
― ¿Sucedió algo? ―preguntó cuándo estuvieron lejos de la celda, protegidos en la penumbra y el silencio de los pasillos secretos y HyungWon se retiró el velo.
―No mi señor, sólo, no quiero volver a hacerlo, por favor ―notó que la venda en sus ojos se humedeció un poco.
― ¿Te dijo algo?
―Amenazas, descuide ―le dedicó una sonrisa cansina, como si esto le sucediera todos los días―. Cuando se nace siendo como yo, es normal que te digan cosas desagradables.
No volvieron a verse desde ese día, pues el chico volvió a la seguridad de los jardines junto a la princesa en la espera de su alumbramiento. HyunWoo organizó un pequeño grupo de soldados que partirían cuanto antes para rescatar a su hermano, antes de que fuera tarde, pero las palabras del espía calaron en HyungWon tan profundo que no podía dormir y tenía pesadillas aún peores donde era ultrajado de maneras impensables.
Pero ni en la realidad se sentía tranquilo, algo en su interior le decía que una sombra se cernía sobre el palacio, una que nadie pudo detener cuando llegó.
Fue en una noche de luna nueva, un día en el que quedará grabado en la mente de todos los habitantes del palacio. Las sombras se convirtieron en la mejor amiga de los intrusos que llegaron al palacio, ni siquiera los más experimentados guardias notaron su olor o movimientos entre los recovecos, hasta que el grupo de hombres llegó a las celdas. Sin detenerse ni un segundo, asesinaron a toda la guarnición de soldados con cortes certeros en la garganta.
El olor de la sangre alertó al prisionero, una sonrisa de satisfacción de dibujó en su rostro. La celda se abrió y sus subordinados entraron con las llaves de su libertad.
―Bueno señores ―dijo, sobó una de sus muñecas con la única mano completa―. Que inicie la masacre, el dragón está muerto, así que hagan lo que deseen.
La muerte ascendió desde la prisión imperial hasta los patios, donde sirvientes que aún cuidaban del palacio fueron los primeros en morir, los siguientes fueron los guardias despistados. Pronto, las llamas le trajeron tanto placer al espía, o más bien, al general más temible del ejército japonés: Sadao Nakamura.
Ver la caída de la familia imperial coreana era la razón por la que se arriesgó a morir en un apestoso calabozo, pero ahora podía escuchar los gritos de personas en lugar del rugido de un dragón, todo parecía ir en marcha. Más cuando vio correr a la emperatriz, a la princesa con su recién nacido y al mestizo que planeaba adiestrar en su tienda antes del amanecer.
Los primeros gritos junto al característico olor a quemado fue lo que despertó al príncipe de su sueño. Le tomó unos pocos segundos reaccionar, corrió las puertas de su habitación y una lluvia de flechas de fuego acribillaron su patio, rápidamente tomó una espada y salió por la parte trasera de su cuarto, encontrando caos total, la servidumbre y los nobles corriendo por los jardines en busca de refugio de las llamas y de flechas que caían como lluvia.
HyunWoo evitaba la mayoría de los ataques con ayuda de sus propios reflejos de alfa, trató de ayudar su propia gente a evacuar, pero desconocía a su enemigo, cuántos eran, qué zonas no habían sido atacadas o si a las afueras del palacio eran seguras. Mientras ayudaba en todo lo que podía, fue hasta el hogar de su madre, pero quedó petrificado.
Las ruinas del lugar en donde nació y creció, en los brazos amorosos de sus padres estaba casi consumido por la ira del fuego. Lo que le rompió el corazón fue el ver a su familia muerta. Su madre, tan imponente como se podía esperar de la emperatriz HyeongMin, ahora era un cuerpo inerte que era violado sin reparos, mientras aun tuviera calor, por hombres vestidos de negro con el símbolo del zorro en sus brazos. Su cuñada tampoco se salvó de la tortura estando muerta, en su pecho estaba la espada de su hermano y el cadáver comenzó a ser llevado hasta las llamas cuando el último de los invasores obtuvo su placer.
HyunWoo tembló de rabia al ver que el pequeño bebé, el futuro de su nación y fruto del amor entre su hermano DoHyun y BoRa, terminó cortado en pedazos y arrojado sin piedad a un estanque cercano. Tomó la espada, pero un puñal le atravesó el costado izquierdo.
―No su alteza ―la mofa del que reconoció como su prisionero, ahora estaba vestido con ropa digna de un general respetado―. Todavía tengo planes para ti ―una herida como esa no debería suponer un problema para contraatacar teniendo en cuenta cuán rápido podía sanar siendo un alfa, pero su cuerpo se sintió tan pesado que cayó al suelo―. No eres especialmente mi tipo, pero te tendré como mi esclavo, considérate mi premio de guerra.
―General ―el llamado de sus subordinados giró las miradas de ambos, HyungWon se debatía entre los brazos de los soldados, luchando por su vida y escapar, pero no tenía la ventaja―. Encontramos a su chico.
Lo arrojaron a los pies del general, justo al lado de HyunWoo.
―Espero que no lo hayan maltratado mucho, porque hoy estaré de buenas si está casi limpio ―se acercó para tomar el cabello de HyungWon ya alzar su rostro, el miedo era palpable por sus lágrimas corriendo sin parar en sus mejillas―. No te preocupes bonito, te voy tratar tan bien que recordarás para quién debes inclinarte y si sobrevives el viaje, te trataré aún mejor en mi casa.
HyungWon estaba muy asustado, él no quería que nadie lo tocara y mucho menos ser prisionero sexual. Identificó el aroma del café y madera mojada por la lluvia. Sintió alivio de sentir al príncipe cerca.
―Mi señor, por favor, ayúdeme ―susurró por el puente telepático.
―HyungWon ―su nombre se le escapó sin hacer uso de su mente, el general lo escuchó y su sonrisa amable se borró.
―Así que ya le abriste las piernas al príncipe ―le soltó una fuerte bofetada, abriéndole la ceja, pero no acabó el dolor, sino que tomó a HyungWon con rudeza y lo puso frente de HyunWoo―. Veamos qué piensa tu príncipe cuando meta mi verga en ti.
HyunWoo trató de ponerse de pie y ayudar al chico, pero lo que sea que le hayan hecho, era más potente, sólo alcanzó a tocarle ligeramente su mano cuando el mismo Sadao arrastró a HyungWon debajo de él. HyungWon se revolvió y luchó como pudo, pero el hombre era más fuerte, del esfuerzo entre ambos, la ropa se rasgó y el general notó una marca de nacimiento en la cadera de HyungWon, una que era sagrada en su nación.
―No puede ser.
―General, tenemos que irnos, se nos escapó el jefe de las fuerzas imperiales y viene con refuerzos exteriores, tal vez una guarnición de cien hombres ―otro hombre llegó montando un caballo que había robado de los establos. Lo reconocía, era el príncipe japonés que tenían en las mazmorras―. Encontré una ruta segura por el norte hasta el puesto de avanzada.
―Bien, nos llevamos al príncipe dragón como garantía de seguridad ―sus hombres lo apresaron con esposas reforzadas de magia, el zorro imperial miró a HyungWon, quien estaba en el suelo llorando y temblando sin saber para dónde huir y le hizo una seña a su general. Sadao Nakamura se quitó la capa de sus hombros para ponerla sobre los de HyungWon y lo subió sobre un garañón negro, el general de puso detrás de él―. Él viene conmigo, manden un mensaje al emperador: encontramos a un zorro imperial.
HyungWon no lo deseaba, él no quería irse, él pertenecía a Corea, era su hogar. Japón fue una nación que le dio la espalda y se lo debía a la princesa BoRa, prometió vivir. Haría lo que fuera necesario para salvarse y al príncipe que prometió proteger.
No lo comprendía, él debería ser tratado como un prisionero de guerra o peor: como una puta por todo el grupo de soldados japoneses, como le fue prometido antes de que lo subieran al caballo. Pero no fue así, en su lugar, le dieron ropa nueva después de que la suya fuera destrozada por el esfuerzo al tratar de liberarse de Sadao Nakamura. Le dieron comida y agua para seguir con fuerzas. Siempre lo mantuvieron en constante vigilancia, después de todo, no quería confiarse demasiado por alguien que creció entre los coreanos y mostraba una fidelidad hacia el príncipe HyunWoo.
Su único consuelo era saber que el príncipe estaba en el campamento. Lo había sentido cerca en varias ocasiones en que lo movían de un lado a otro, incluso intentó contactarlo por el puente telepático, había silencio la mayoría de las veces. En parte entendía que no quisiera hablar, no era sencillo estar cuerdo luego de la masacre a su familia en menos de unas pocas horas. Pero en uno que otro momento, solía hablarle, sonaba muy triste. De eso, pasaron diez días por lo que escuchó de los soldados.
―Así que ya tienes mejor ropa, ahora pareces un noble ―la voz de Sadao siempre lo ponía nervioso y no de la forma bonita que cuando el príncipe le dirigió la palabra por primera vez, ese hombre desprtaba su sentido de alerta y no podía relajarse bajo ningún concepto―. Espero que te sientas cómodo.
HyungWon no reaccionó, sólo se quedó quieto cuando el general le colocó una piedra de jade que permitiría establecer un puente telepático con él. HyungWon entonces comenzó a preguntarse si aún traía la piedra de la princesa le dio desde pequeño, la había guardado en su bolsillo del pantalón, la única prende que no han reemplazado.
―Llegaremos a la costa en menos de seis días, cinco si los perros coreanos siguen a nuestras espaldas ―el hombre sirvió vino que robó del palacio en dos pequeños cuencos y le estiró uno de ellos a HyungWon―. Te estarás preguntando por qué no te hemos matado y te tratamos mejor que a cualquier prisionero ―HyungWon movió un poco su cabeza, mostrando un genuino interés―. Dudo que sepas que tienes una marca de nacimiento de un zorro en la cadera.
―No, no lo sabía ―fueron sus primeras palabras en lo que llevaban del viaje.
―Esa marca sólo se les otorga a miembros muy importantes de la familia imperial japonesa por el Gran Zorro Blanco ―explicó tomando un poco de vino, HyungWon jadeó.
―No, eso no es cierto ―su respiración comenzó a ser irregular y se aferró a la silla para no caer al suelo―. Mis padres eran campesinos, no nobles.
―Al menos tu lado japonés no ―HyungWon negó―. Sólo los miembros directos de sangre imperial pueden tener esa marca de nacimiento.
―Es mentira ―se abrazó a así mismo, no podía ser cierto.
―Cree lo que quieras, pero te llevaré a Tokio para que seas reconocido como un noble o un príncipe japonés, así que duerme bien.
Lloró cuando lo dejaron solo en la tienda, él no era un miembro de ningún tipo de sangre extraordinaria, mucho menos una cambiante como el príncipe HyunWoo, él era un mestizo que fue abandonado a su suerte, ciego y mudo. En su interior creía que le estaban jugando una broma para ganarse su confianza y tal vez luego lo matarían. No consiguió dormir después de llorar, decidió salir de su tienda para caminar entre las sombras, curiosamente sin ver, sabía por dónde colocar sus pies hasta llegar a la celda improvisada del príncipe. Se encontraba atado al tronco de un árbol y sus manos aún estaban restringidas por las esposas mágicas, sucio de lodo y sangre seca, daba una imagen miserable considerando quien una vez fue. HyunWoo despertó al escuchar pasos hacia él.
― ¿HyungWon?
Lo había visto en pocas ocasiones cuando iban a caballo, siempre lo ponían cerca del general Sadao Nakamura, nunca le quitaba los ojos de encima. Lo miraba con un hambre tan enferma que a HyunWoo le daba rabia que alguien tan frágil como HyungWon fuera visto de esa forma y sin siquiera tener las posibilidades de defenderse. Solamente sabía de él porque aún compartían un puente telepático.
―Mi señor ―su sonrisa fue una apagada, como si le costara sonreír.
― ¿Te hicieron algo? ―el chico negó, pero sus ojos estaban más apagados a pesar de ser los ojos de un ciego―. ¿Te tocó?
― ¿Soy un asesino? ―su pregunta le dejó confundido―. Mi señor, dígame que no tengo la sangre de nadie en mis manos, no soy un monstruo o la de un zorro, siempre fui leal y agradecido con mi nación... ―sus lágrimas salieron de sus cansados ojos, HyunWoo sintió como si él le hubiera fallado de manera personal y no como príncipe―. Protegí a la princesa lo mejor que pude, pero soy un inválido que no ve ni habla, merezco su desprecio mi príncipe.
―No HyungWon ―tomó las manos de HyungWon entre las suyas, no pudo evitar sentir alivio en lo cálidas que eran a pesar de estar rasposas por su condición de sirviente―. Tú no conoces la sed de sangre, eres una buena persona, quien sea que te haya dicho eso miente.
―No quiero irme de Corea, es mi hogar ―sus rodillas temblaron y se dejó caer enfrente de HyunWoo, quien siguió dándole suaves caricias en sus manos―. Por favor haga algo.
―Lo haría, pero ellos me dieron algo que me vuelve débil.
Antes de que pudiera decirle algo, alguien apareció para tironear sin piedad de su cabello y lanzarlo a un lado. Tanto HyungWon como HyunWoo no supieron cómo reaccionar cuando una lluvia de patadas llegó al cuerpo de HyungWon, se cubrió como pudo, pero ante la fuerza bruta del general japonés no había mucho qué hacer.
―Así que pensabas traicionarnos, maldito puto ―dijo, su voz explotaba de rabia―. Su verga no es tan impresionante como la mía ―HyungWon se quedó helado, no quería pensar que le haría eso―. Ahora te voy a enseñar que no debes hacerme enojar, no me importa si eres un príncipe, no he tenido sexo bueno en un rato.
― ¡Mi señor! ―imploró HyungWon hacia el príncipe.
―Suéltalo, él no hizo nada, sólo obedecía mis órdenes ―intentó desviar el enojo de Nakamura, pero no le hizo caso, tomó a HyungWon del brazo y lo arrastró de vuelta al campamento―. ¡HyungWon!
HyunWoo forcejeó para tratar de liberarse de sus cadenas. No podía dejar que alguien inocente como HyungWon fuera violado. No lo iba a permitir.
Le dolía caminar, su tropezaba, pero aun así el hombre no se detuvo hasta que llegaron a la privacidad de la tienda, donde sin piedad, le quitó la muda de ropa más externa y lo arrojó contra el colchón improvisado de paja. Era como revivir la misma pesadilla una y otra vez. Se sentía indefenso, lloraba para intentar despertar su lado humano, se defendía de los golpes y también de los besos en su cuello y cara.
Fue inmovilizado por las piernas de Sadao de la parte inferior y sus brazos también los sujetó contra el colchón. Se sentía asqueado de la erección del hombre al presionar contra su muslo y fingir que lo estaba penetrando. Comenzó a gritar en su mente por ayuda, alguien, quien fuera, incluso a los dioses que parecen haberlo abandonado.
Sadao notó que el aroma casi inexistente en HyungWon comenzó a golpear su sentido del olfato, tanto que una pequeña hemorragia se produjo en su nariz. Se alejó únicamente porque la piel del chico le quemó, un ligero vapor comenzó a salir de él junto con el sonido de sus huesos crujiendo de manera asquerosa. En su garganta nació un siseo animal, Sadao no reaccionó a tiempo cuando un enorme zorro negro de ojos rojos nació y le devoró al cabeza.
HyunWoo cerró los ojos e intentó buscar un rastro de magia en su cuerpo, aunque sea algo débil. Buscó en lo más profundo hasta dar con un poco de ella, consiguió abrir las esposas y, se ayudó de su fuerza bruta rompiendo el lazo que poco mantenía unido al tronco. Corrió hasta las orillas del campamento y al primer guardia que se le cruzó, recibió la bendición de ir con sus ancestros antes de tiempo, se colocó la túnica y parte de la armadura japonesa para caminar con más sigilo. Se armó con una katana que traía el soldado y comenzó su búsqueda por el chico ciego.
El campamento estaba casi a punto de dormir, pero un estruendo y los gritos de pánico no se hicieron esperar. HyunWoo no quiso pensarlo mucho, tenía que sacar a HyungWon de ese lugar. Los soldados huían despavoridos del caos, el príncipe buscó y buscó en cada tienda, pero cuando llegó a la más grande, sólo encontró el cadáver sin cabeza de Nakamura.
― ¿HyungWon? ―llamó, pero no hubo respuesta.
El sonido de los soldados iniciando un ataque fue lo que le llamó la atención. Una bestia más grande que un caballo de guerra. No... no cualquier bestia, un zorro negro que parecía haber salido de las sombras y sus ojos como el color de los rubíes, miraban a todos como si fuera una amenaza. Nadie sabía cómo es que un zorro imperial estaba suelto, por lo que las armas comunes no eran lo primero a usar para tranquilizarlo. Los pocos soldados con conocimientos de magia intentaron conjurar algo para subyugarlo, pero la furia del zorro no pudo ser contenida, si no que lanzó mordiscos y dentelladas a todo hombre que se le pusiera enfrente.
HyunWoo por primera vez se asustó. Nunca antes había visto a un zorro imperial, mucho menos a uno de ese tamaño y ferocidad, pero si le ponía atención, debajo de esa ira, había un hombre herido, uno que HyunWoo conocía.
A su lado, varios arqueros se colocaron en posición para disparar flechas, el príncipe cortó uno de los amarres en la tienda de campaña y se vino abajo, justo a tiempo para que no hirieran al zorro, y le lanzó la lámpara de aceite condenándolos a una muerte dolora por el beso de fuego. La gran mayoría terminaba huyendo del zorro, muy pocos se quedaban a enfrentarlo. Sin su general, no tenían idea de qué hacer. HyunWoo se acercó hasta el gran animal que de sus fauces chorreaba mucha sangre y uno que otro miembro cercenado.
― ¿HyungWon? ―dejó la katana en el suelo ante la atenta mirada del zorro y levantó las manos en señal de rendición―. Soy yo, el príncipe HyunWoo, ¿me recuerdas?
El animal soltó un chillido al escuchar su nombre, se acercó con la cola entre las patas y las orejas caídas, como si hubiera hecho una travesura inocente y no una masacre. HyunWoo acarició el morro, la sangre se sentía húmeda y deseó haber podido actuar antes de que él se hubiera manchado las manos.
―Perdón por haberte decepcionado otra vez ―su voz no pretendía sonar herida, pero no pudo evitarlo―. Soy un pésimo príncipe.
La criatura protestó, restregando su cabeza contra el pecho del príncipe. En sus ojos se veía un claro mensaje de apoyo, ellos sólo eran víctimas de las circunstancias.
―Vámonos a casa ¿te parece? ―HyungWon asintió y dejó que HyunWoo se subiera a su lomo.
Lo que ambos no sabían, era que al momento de irse, una flecha voló por aires y le dio en la espalda de HyunWoo, entonces todo se volvió negro.
El dolor físico y el emocional se combinaron para dejar una enorme pesadumbre al despertar. No recordaba casi nada de lo que pasó o cómo es que se encontraba acostado cubierto de pieles gruesas; el olor a carbón fue lo que notó primero antes de enfocarse en uno más dulce, olía como al loto rojo, dulce y picante a la vez. Su vista seguía nublada, pero logró recobrarla cuando la puerta se abrió y entró HyungWon por ella, guiándose por las paredes hasta un mesa improvisada con tablones y rocas.
No traía el uniforme japonés, en su lugar, usaba ropa desteñida y venía bien abrigado con una capa de piel de venado. La nieve cubría casi por completo su cuerpo y se sacudió. En su hombro llevaba un saco de caña que tenía víveres y partes de un animal muerto. Al voltearse, HyunWoo ya estaba sentándose.
―Mi señor ―se apresuró para ayudarlo a sentarse cuando escuchó sus gruñidos de dolor, y busco la herida en su espalda, asustado de que volviera a abrirse, suspiró al ver que la costra en la espalda seguía sanando―. Qué bueno que despierta, estaba muy preocupado.
― ¿Qué día es? ―su cabeza dolía horrores, comenzó a sentirse mareado y se apoyó en HyungWon, su esencia de loto rojo, dulce como el durazno en su mejor punto y con un aire terroso, llegó hasta sus sentidos que lo ayudó a soportar el mareo―. ¿Cuánto ha pasado?
―Demonios, si tan sólo pudiera hablar por el puente ―el chico parecía buscar la manera de comunicarse con él, pero HyunWoo seguía en unido en mente con HyungWon―. Odio haber roto la piedra cuando me transformé.
― ¿De qué estás hablando? ―HyunWoo comenzó a sentir dolor en su cabeza, no porque su mente estuviera perturbada, sino porque la propia mente de HyungWon, agitada e inestable, lo estaba aplastando―. Para ya lo que estás haciendo.
― ¿Haciendo? ¿A qué se refiere? ―HyungWon seguía sin comprender, por lo que una lluvia de duda comenzó a martillear el cerebro de HyunWoo―. ¿Tal vez lo estoy tocando con demasiada confianza? ¿Y si la herida se infectó y ya está delirando? No hay un médico cerca...
― ¡HyungWon ya basta! ―el dolor fue tanto que lo obligó a usar su voz de mando por accidente, el mestizo sintió un golpe en su mente que lo hizo separarse de la de HyunWoo y cayó hacia atrás, asustado del príncipe.
Tan asustado que sus lágrimas bajaron por sus mejillas y salió de la cabaña. HyunWoo soltó un gruñido y se restregó la cara con sus manos, comenzó a respirar con paciencia para poder procesar dos cosas. Una: nunca quiso usar la voz de mando en HyungWon como para hacerlo sentir tan culpable; desde adentro escuchaba el llanto silencioso del chico y sus feromonas denotaban una creciente frustración. Dos: HyungWon fue capaz de hacer un puente telepático sin uso de hechizos en piedras de jade, ni siquiera la familia imperial podía hacer eso sin sufrir jaquecas que los podría dejar noqueados por días. El puente telepático conllevaba una gran cantidad de magia, una que HyungWon no parecía tener, tampoco su nueva naturaleza como un zorro imperial debería darle esa condición.
El príncipe se quedó un rato en silencio, sólo respirando hasta que encontró las fuerzas suficientes como para levantarse e ir hasta la puerta. El frío invernal se coló por su piel, no lo hicieron tiritar, era más bien como una brisa fresca. HyungWon estaba sentado en una de las esquinas de la cabaña, HyunWoo tragó saliva y se sentó a su lado.
―Lo siento, no quería lastimarte ―dijo, con un poco de timidez, tocó su cabello y lo corrió detrás de la oreja, HyungWon se puso nervioso por la acción del príncipe, sin embargo, no mostró rechazo―. Sólo que de verdad pude escucharte mientras pensabas.
El mestizo alzó sus cejas. HyungWon quería saber un poco más y HyunWoo logró percibir una presencia telepática que se extendía de su acompañante, como si el mismo HyungWon quisiera tocarlo de una manera mucha más íntima, no de una manera física, era algo más profundo. El príncipe no rechazó el enlace de sus mentes, pues no podía negarle la única forma de hablar.
― ¿De verdad me puede escuchar? ―podía jurar que, entre sus palabras, logró distinguir un poco de timidez, como si finalmente las palabras dejaran de ser sólo eso y los sentimientos comenzaban a impregnarse para darle un tono propio, uno lo suficientemente profundo para erizar la piel de HyunWoo.
―Sí ―sonrió a causa de la emoción reflejada en el rostro del chico―. ¿Cómo pudiste lograrlo?
―No lo sé, pero me alegra que mi señor pueda escucharme ―un par de lágrimas bajaron por sus frías mejillas, llenas de una emoción incontenible por este nuevo regalo que los dioses le daban, por fin sentía un poco de generosidad después de tanto dolor en las últimas semanas.
―No recuerdo mucho de lo que pasó ―su ceño de profundizó, los recuerdos eran muy borrosos y sólo estaba seguro que HyungWon lo había salvado y lo trajo hasta esa casa casi derruida por el paso del tiempo―. ¿Puedes contarme qué pasó?
Sus ánimos se apagaron. HyungWon le explicó que el general Sadao Nakamura era en realidad el amante del príncipe hecho prisionero que estaba bajo la custodia de su familia. El príncipe imperial y quien confirmó que la marca de zorro en HyungWon era real, el que podría haber sido su familia, llegó un poco tarde cuando decidió ir a una misión de reconocimiento. Al encontrar el cadáver de Sadao al regresar, buscó venganza. Cuando los vio a punto de irse, les dio caza por un buen rato hasta que HyungWon de alguna manera terminó por arrancarle la cabeza. Luego de eso tardó un buen rato en encontrar esa cabaña como refugio de la tormenta de nieve y sólo salió cuando terminó a los cinco días. Pero HyunWoo no despertaba, una fiebre atroz lo torturó mientras HyungWon intentaba sobrevivir por ambos.
HyungWon le contó que la transformación despertó un hambre demasiado feroz que, sin poder controlar esa nueva vida, al menor indicio de una presa, el zorro gigante salía a la luz. Se obligó a aprender en dos días a sacar al animal a voluntad y cazó presas muy grandes que les sirvió de comida y abrigo. Después, se atrevió a alejarse un poco hasta una pequeña aldea que lo recibió y le dieron ropa y vivieres a cambio de carne. Pasaron dos meses hasta que los lugareños se acostumbraron al chico ciego que siempre venía con animales grandes.
En uno de sus viajes a la aldea y en espera de que HyunWoo abriera los ojos, escuchó la terrible noticia de la muerte del príncipe DoHyun a manos del enemigo al enterarse del asesinato del príncipe que HyungWon había asesinado. Y del emperador, se cree que ya está muerto de la misma forma que su familia.
―Lo lamento, mi señor ―dijo después de que HyunWoo se quedara en silencio por un largo tiempo, él no podía verlo, pero estaba llorando en silencio y controlando su respiración―. No imagino el dolor por el que pasa, sólo puedo ofrecerle palabras vacías.
―No es tu culpa ―su voz sonó quebrada, carraspeó para recomponerse―. Esta guerra nos quita algo ¿no es así?
―Sí ―a él le quitaron a la única persona que lo trataba como una persona, sólo porque él no pudo ser lo suficientemente fuerte para protegerla, ni al niño recién nacido, sintió la mano más cálida tomar la suya―. ¿Mi señor?
― ¿Por qué no me llamas HyunWoo? ―soltó una pequeña risa al ver el estallido del color carmín en los majillas del mestizo―. Ya no soy el príncipe, ni siquiera me gané la bendición del dragón.
¿Qué se supone que deba decirle a alguien que lo ha perdido todo? HyungWon no estaba muy seguro, porque todavía lo veía como el príncipe imperial. Un hombre justo que, a pesar de tratarlo con hostilidad la primera vez que se conocieron, nunca lo juzgó e incluso mostró preocupación antes y después de las mazmorras, incluso en la invasión al palacio y ahora se sorprendía de entender que él sólo quería un alma amiga que le ayudara a vendar sus heridas. No serviría de nada si lo presionaba y en secreto, adoptó la misión de ayudarlo a sanar mientras volvía a encontrar una razón para luchar como antes de ser despojado de su hora ancestral y familia.
Las primeras semanas no fue sencillo, HyunWoo siempre soñaba con la noche de la invasión y de cómo siempre llegaba tarde para salvar a su madre, a BoRa, a su sobrino. A veces su padre y hermano mayor se colaban en sus pesadillas y despertaba agitado, con un hoyo inmenso en su corazón. Lo increíblemente conmovedor era que en cada ocasión que pasaba, HyungWon siempre estaba despierto junto al fuego, listo para escucharlo y servirle de compañía. El consuelo que encontró en el chico hizo que los largos silencios se convirtieran en conversaciones sencillas, le siguió el recargar su frente en el hombro de HyungWon, encontrando su aroma como una especie de tranquilizante.
Los días se volvieron mucho más tranquilos, salían juntos a cazar en búsqueda de carne y recolectaban alguna que otra raíz medicinal por las que cambiaban en el pequeño pueblo por raciones o ropa. Aunque su momento favorito era cuando HyungWon se transformaba en un zorro negro, pues era un deleite verlo jugar en la nieve, ya que solamente convertido en su forma animal era la única oportunidad que HyungWon tenía para recuperar la vista, siempre terminaba con una capa gruesa de escarcha en su pelaje y la sacudía hacia HyunWoo. Mientras lo veía jugar, pensaba en lo afortunado que era de haber encontrado a un ser tan perfecto como HyungWon, porque sí. HyunWoo se enamoró de HyungWon sin dudarlo.
Sospechaba que el chico sentía lo mismo por él por la forma en la que el mestizo lo buscaba en el puente telepático, era más fácil entenderlo de esa forma y ya era casi indispensable para ambos estar unidos en mente. Una noche fue la que los condenó a las garras de su amor.
El príncipe no pudo evitar pensar en un detalle cuando se supo la identidad de HyungWon.
― ¿Puedo hacerte una pregunta un poco personal? ―en esa noche también estaban sentados frente al fuego, HyunWoo abrazaba sus piernas mientras era hipnotizado por la danza de las llamas.
―Por supuesto, mi señor ―aún no lograba que le dijera por su nombre, guardaba la esperanza que HyungWon lo haría pronto.
―El general Nakamura y el príncipe pudieron haberte ayudado a encontrar a tu familia ―planteó, aunque la idea rondaba en su cabeza desde que supo que era un zorro imperial―. Tal vez hasta podrías ser un príncipe por parte de tu lado japonés ¿por qué elegiste a Corea sobre ellos?
―Renuncié a conocer mi pasado hace ya muchos años ―suspiró, puso sus manos aún más cerca del fuego a pesar de no tener frío―. Cuando naces como mestizo, no tienes un lugar real al cual pertenecer ―recordó los años en los que la mayoría de las personas lo molestaban, ya sea por tener ojos de zorro o porque era ciego―. La princesa me ofreció un hogar en su familia y desde entonces no he vuelto a mirar atrás, mi amor y fidelidad eran para ella ―recordó por un momento la noche en la que ella le hizo prometer algo muy peculiar antes de morir―. Protege al príncipe HyunWoo, él es el dragón que estuvimos esperando y tú eres el único que podrá ayudarlo ―sus lágrimas cayeron, fue lo último que escuchó antes de escuchar el sonido de una espada atravesar a BoRa.
«―Tiene razón, pude haberlo dejado morir, su alteza, pero no sólo la promesa de la princesa me ayudó a no elegir un hogar que me dio la espalda. Lo hice porque usted fue amable de corazón, tal vez sea ciego, pero sé que usted jamás ha sentido lástima por mí, no le manera en la que el mundo siempre me ve. Lo elegí, porque así lo decía mi corazón.
HyunWoo se sonrojó, aunque una parte desconocida de él fue la que actuó para darle el primer beso. Fue uno tímido, un roce inocente, uno que tomó por sorpresa a HyungWon. Esa simple acción fue la chispa que inició un camino del que ambos no sabían si podría retornar. Pues las manos de HyunWoo le sostuvieron las mejillas con delicadeza antes de volver a unir sus bocas.
La mezcla de sus aromas los mareó, así que HyunWoo tomó al chico entre sus brazos para sentarlo sobre su regazo mientras se besaban. El calor de sus cuerpos junto al del fuego los obligó de muy buena gana a ir quitándose todas las prendas, fugaces besos fueron repartidos en la piel bronceada de HyungWon hasta llegar al torso. Gimió con fuerza cuando los labios de HyunWoo repartió amorosas caricias en su pecho. Se aferró a su nuca, adorando la sensación de suavidad con la que las hebras castañas se enredaban en sus gráciles dedos.
Cuando HyunWoo lo acostó, se deshizo de toda prenda que aún sobrara entre ambos. Recorrer su desnudez con sus manos y sus ojos lo hicieron infinitamente feliz a pesar de no haber consumado el acto. El cuerpo de HyungWon nunca necesitó de su vista para atraer a HyunWoo a tomarlo. Sus piernas sabían de alguna forma dónde colocarse en la cintura del príncipe, sus manos se deslizaron desde la cintura hasta los hombros, arrebatando suspiros de HyunWoo. Besarse al momento en el que se preparaba para recibirlo en su interior lo hizo llorar de felicidad. El príncipe borró cada lágrima con besos mientras se introducía con paciencia hasta estar completamente dentro, listo para iniciar el vaivén entre sus cuerpos.
Sus gemidos ahogados por besos.
Las caricias en todo el cuerpo.
Los embistes poderosos.
Las palabras de HyunWoo llenas de amor.
Las acciones de HyungWon para decirle que lo necesitaba.
La primavera parecía haber llegado a sus vidas sin importar que la nieve aún no su hubiera derretido.
Una mañana en la que HyungWon despertó antes que HyunWoo, decidió dejarlo dormir un poco más, pues su celo recién había pasado, seguramente estaría muy hambriento después de dos días de hacer el amor sin parar. El chico irradiaba felicidad pura, hasta las omegas ancianas del pueblo sospechaban lo que se veía a leguas en HyungWon.
Tan perdido estaba en su mundo que nunca escuchó el sonido de los cascos de caballos, un pequeño grupo de soldados llegó a la aldea en búsqueda de descanso, uno de esos hombres bajó de la grupa de su caballo para tomarlo del brazo.
―Gracias a los dioses eres tú ―tardó un poco en reconocer la voz del hombre, pero lo que confirmó su identidad fue su aroma a sándalo y lavanda, un olor muy poco común en alfas―. Por favor, dime que sabes dónde está su Alteza Imperial.
―General Shin ―HyungWon logró establecer un puente telepático con el hombre―. Lo creíamos muerto.
―No, logré llegar hasta el emperador y él trata de avanzar desde el sur. Recuperó ya grandes territorios, pero los zorros trajeron a sus príncipes cuando la nieve se endureció ―explicó, se oía agitado a los oídos de HyungWon y era cierto. HoSeok estaba cubierto de sudor, lodo y sangre seca; tenía heridas en el brazo izquierdo de zarpazos―. Estaba huyendo de una emboscada y murió la mayoría de mis soldados, los perdí hace unas horas, pero olí al príncipe HyunWoo y vine a buscarlo.
―El príncipe HyunWoo aún no se recupera del ataque al palacio, él está durmiendo en la cabaña donde lo dejé. Pero estará contento de ver un rostro amigo ―explicó, el aire comenzó a sentirse pesado, unos nuevos aromas penetrantes y terrosos, unos que le daban mala espina―. ¿Está seguro que no lo siguieron, general? ―su sentido del oído se agudizó aún más, su piel se erizó por completo y se aferró al brazo de HoSeok―. Son ellos.
Los gritos que siguieron asustaron a HyungWon. Podía reconocer la presencia de otro zorro imperial por una especie de lazo que los unía, un lazo que le aterraba corresponder. El general se llevó a HyungWon consigo sin tener idea de dónde estaba el peligro, cuando llegaron a la pequeña plaza del pueblo tres zorros blancos. Les cerraron el paso, sus fauces estaban llenas de sangre fresca. Los ojos eran azules como el mar de Jeju, pero no había nada de tranquilizador en ellos; en su lugar, una inquietante sensación de depredador podía ser distinguida cuando veías a los ojos de los príncipes japoneses.
HoSeok puso al chico detrás de él para proteger al único que sabía del paradero de la única esperanza del emperador. Ninguno de los príncipes distinguió el aroma de HyungWon, pues el de HyunWoo lo cubría, por lo que usó eso a su favor. Jaló a HoSeok de su manga y él fue quien se puso enfrente.
Podía sentir la diversión en los pequeños silbidos que soltaban sus enemigos. Subestimaban a alguien que es ciego, más HyungWon los sorprendió a ellos transformándose en un zorro negro de ojos rojos brillantes. HoSeok retrocedió asustado, cuando las bestias chocaron en una batalla de mordiscos, patadas y zarpazos. HyungWon era más pequeño que los zorros blancos, por lo que fue más rápido y difícil de atrapar, HoSeok no sabía cómo es que siendo más pequeño había hecho mucho daño a uno de los suyos al desgarrarle con sus garras la mitad del morro. HyungWon se defendió bien de los otros dos, pero la furia de los hermanos asustó al mestizo, uno de ellos le destrozó la pata trasera. El chillido sacudió a todos, era un llamado desesperado de una presa en su momento más bajo, el grito alejó a los zorros por un momento.
El ataque fue implacable, pues el más grande le soltó un zarpazo al costado, HyungWon evitó que fuera mortal al alejarse, pero sus garras le abrieron la carne y la sangre manchó el suelo e impregnó el aire. El chico dejó atrás su forma animal y su cuerpo desnudo sangraba en la plaza, el rojo resaltaba contra el blanco. El olor lo mareó al mismo tiempo que la pérdida tan rápida de sangre lo debilitaron, pero su corazón gritaba por ayuda.
El otro zorro estaba listo para arrancarle la vida, cuando el rugido de algo más grande cortó el aire.
Todos miraron hacia el cielo y es como si éste dejara de hablar, para que una masa roja cortara las nubes y la luz resplandeciera sobre él, la luz escarlata que salió de su cuerpo cegó a los zorros y los hizo retroceder. Un cuerpo escamoso se colocó frente a HyungWon, protegiéndolo de la vista de los zorros.
Una bestia con un cuerpo alargado recubierto por escamas rojas y pequeñas crestas doradas formaban espinas que podrían cortar, la cola era esbelta, fuerte, lista para el ataque. Su largo morro estaba abierto mostrando los dientes listos para arrancar carne. Lo que paralizó a los zorros fueron los ojos dorados. Potentes, el alfa que habitaba dentro no dudó en rugirles para dejarles en claro que el dragón vive y que está listo para recuperar lo que por derecho divino, le fue otorgado.
El enemigo se fue con la cola metida entre las patas, trayendo una ola de silencio en la que la respiración del enorme dragón era lo único que se escuchaba en la plaza. HyungWon apenas tenía fuerzas para estar despierto, estiró su mano para una de las grandes patas, era caliente, como el fuego que había en su cabaña.
―HyunWoo ―le llamó por su nombre, el dragón se enroscó a su alrededor y pequeñas partículas doradas salieron de su boca para posarse sobre el cuerpo de HyungWon, sanándolo.
La sangre retrocedió y regresó al cuerpo, la carne se cerró, los rasguños se desvanecieron y la magia del dragón, lo ayudó a levantarse de a poco, usando el morro de HyunWoo como apoyo. Al estar de pie, sintió que las escamas se desvanecían y en su lugar, la mejilla tersa de su adorado príncipe hizo temblar todo dentro de él.
― ¿Estás bien? ―HyungWon le robó sus palabras―, ¿te hicieron daño?
―Yo debería preguntar eso ―una sonrisa se asomó por su rostro, sus ojos blanquecinos parecían brillar aún más―. Menos mal que llegué a tiempo.
HyungWon se lanzó a sus brazos y lloró, tal vez por miedo a casi estar a punto de morir, tal vez fue por la inmensa felicidad que sintió por saber que su príncipe había despertado al dragón. La seguridad de estar entre sus brazos lo fue todo en ese momento, hasta que HyunWoo reparó en la presencia de un muy estupefacto HoSeok de verlos desnudos.
―General Shin ―dijo con una sonrisa, hizo todo un esfuerzo sobrehumano para alejarse de HyungWon, recordó que nunca nadie lo había visto de manera muy poco presentable―. Es una bendición del cielo verlo, después del ataque.
HoSeok se quedó con las palabras atoradas en la garganta, en todos los años que ha estado a su lado, fueron pocas las veces en las que el príncipe mostraba emociones más allá que su porte seguro y elegante; verlo tan relajado y preocupado por un simple sirviente, no, no cualquier sirviente, el chico podría ser un bastardo de zorro imperial. Era insólito, costaba mucho creer que cosas como esas sucedieran.
HyunWoo de alguna manera entendió la situación, así que tomó la mano de HyungWon y lo puso detrás de sí. Tuvo mucho tiempo para explicarle todo lo que pasó entre ambos hombres al tiempo que ayudaban a los pueblerinos en reconstruir su hogar. El resto de su historia, junto con obvias partes que HyunWoo omitió por proteger el honor de HyungWon, fue aclarada al general. Entonces se enteró que su padre aún seguía con vida, enfermo por una herida de espada que se infectó, las cosas no estaban bien en su reino. Provincias arrasadas por ejército o el fuego, saqueos a pequeños pueblos, ejecuciones públicas. Todo era un desastre con esta guerra, una que HyunWoo debía detener a como diera lugar. Había olvidado que él seguía siendo el príncipe imperial y de alguna manera, descuidó sus deberes.
Al amanecer, HoSeok estaba ensillando un par de caballos que lograron rescatar del ataque de los príncipes japoneses al tiempo que HyunWoo ajustó el abrigo de piel de venado a sus hombros, se veía como un bárbaro en lugar de un noble. HyungWon estaba a su lado, callado y se sentía mal por dejarlo ir.
En todo el tiempo que hablaron, muy en el fondo, quería ser egoísta y pedirle a ese hombre que se quedara a su lado. Sin embargo, las circunstancias le devolvían a la realidad, él no podía pedirle que sacrificara a su nación por él, no era justo, el príncipe Son HyunWoo era el elegido por el dragón y recordó las palabras de la princesa BoRa. Él ayudaría a despertar al dragón, cumplió con su deber y era hora de aceptar lo que sea que el destino le traiga.
HyunWoo no sabía cómo seguir, pues se acostumbró tanto a tenerlo siempre cerca y ahora que volvería a ser el Príncipe Imperial, se convertiría en el heredero al trono, no estaba seguro de las posibilidades que tendrían de estar de nuevo solos. Su único consuelo era tomarlo de la mano, mientras trataba de buscar una alternativa que no les rompiera el corazón a ambos, pero no encontraba nada que los ayudara.
―Todo listo, su Alteza Imperial ―anunció HoSeok―. Lo espero al inicio de la colina.
―Gracias general ―asintió, se aseguró de reunir todo el valor para finalmente ver a HyungWon―. Volveré por ti, lo prometo.
―Por favor cuídese mucho, mi... ―se detuvo en seco, no planeaba llorar, eso haría que el príncipe se sintiera culpable, cuando ninguno era responsable de su situación, así que se permitió tener un poco más de intimidad, sólo por esa última vez―. Cuídate mucho, HyunWoo.
Tal vez fue el mensaje oculto entre sus palabras, o sus ojos brillantes, incluso podría deberse a que estuvieron unidos en mente por mucho más tiempo del necesario; su corazón se partió. Se inclinó para besarlo con lentitud, disfrutando del sabor de sus labios, de los ruidos placenteros que escapaban cuando mordió su labio inferior y al alejarse, le besó cada párpado y su nariz.
―Te veré de nuevo.
«No llores.» se dijo HyungWon. Sabía que esto era más una despedida que una promesa, aun así, agradeció en silencio el tiempo que pasaron juntos.
―Lo sé.
Lo escuchó irse caminar, lo escuchó subirse al caballo y espolearlo, loescuchó subir por la colina hasta que perdió su rastro en algún punto. Tal comolo prometió, HyunWoo regresó por él después de dos años, justo cuando lasflores pintaban esa pequeña colina de unos lindos matices blanco y amarillos,sólo que no regresó como se esperaba.
La recuperación de Corea a manos del emperador y el príncipe HyunWoo resultó en una campaña encarnizada y negociaciones muy apretadas. Lograron la paz con los chinos después de que vieran al enorme dragón surcar los cielos, una comitiva fue la encargada de negociar el cambio de rehenes políticos y civiles de parte de ambos bandos. El punto más crítico fue el tratar de buscar la paz con los japoneses luego de la pérdida de dos de sus príncipes, muertes de las cuales HyunWoo se hizo responsable. Luego de meses discutiendo, al fin lograron sacar a todos los extranjeros de su tierra.
El pueblo apenas pudo celebrar, pues la guerra dejó casi al borde de la ruina a su pueblo, pero la misma magia del dragón les permitió iniciar de nuevo. Se lloraron y sepultaron a los muertos, cuando el verano llegó, se coronó al príncipe HyunWoo como legítimo heredero al trono. Lo que llevó a HyungWon hasta a corte para ser recompensado por emperador en persona, con la cabeza al suelo y mostrando respeto a los pies del trono imperial, junto con los sobrevivientes de la corte y una pequeña multitud de civiles mirando la ceremonia.
―No tengo palabras suficientes para agradecerle por salvar la vida de mi hijo, joven HyungWon ―dijo el hombre, dotado de una belleza tosca y madura, como la de HyunWoo―. Estoy al tanto de sus orígenes, así que mi admiración por usted es más sincera. Así que por conservar la vida de mi hijo en este mundo y de la lealtad que ha mostrado a nuestra nación, le daré lo que desee.
HyungWon recibió la orden de levantar el rostro. Sintió el puente telepático de HoSeok, quien sería el emisor de todas sus palabras, entonces dijo:
―Dice que aceptará lo que sea la bondad de su Alteza Imperial ―los cortesanos se sorprendieron de su respuesta, nadie esperaba que el chico mostrara una humildad que humilló a casi todos los presentes, que habían ido ante el emperador para pedir riquezas, títulos o tierras.
―Bueno, no esperaba esto ―la risa melodiosa del emperador encandiló a más de un omega en la sala―. Estuve hablando con mi hijo y creemos que sería un honor que se desposara con nuestra querida YooBin, la señora de Gwangju.
Su corazón se rompió, a pesar de ya saber la propuesta de antemano. Un matrimonio arreglado es lo máximo a lo que un mestizo podría aspirar, nada más.
―Si es la voluntad de nuestro amado Emperador, lo acepta con gusto ―otros suspiros llenaron la sala.
―Perfecto, entonces la boda se celebrará al final del mes.
No dijeron nada más, HyungWon fue llevado al pabellón donde alojaban a importantes señores de la nobleza y estuvo encerrado, con la mente perdida en sus propios sueños y esperanzas rotas por haber nacido sin la posibilidad de pertenecer al único lugar seguro para él: los brazos de HyunWoo.
Aunque, una noche antes de la boda, las sombras le ayudaron para llegar al patio privado de HyunWoo; como parte de un acuerdo, se permitirían amarse una última vez. Pues en cuanto sus brazos lo atraparon, besó a HyunWoo de la manera en la que su corazón más deseaba, dejó que su cuerpo le mostrara al príncipe cuanto lo iba a extrañar.
HyunWoo le hizo el amor con tanta pasión que difícilmente lograría borrar esa noche de su mente, lo besó hasta no tener oxígeno en sus pulmones, acarició con gentileza cada parte de su cuerpo y cuando su semilla lo llenó, sólo deseó extender más el tiempo entre los dos. Pues fue el mismo HyunWoo quien se encargó de entregarlo a YooBin al igual que fue quien le dio la bendición al joven matrimonio. Su corazón lloró en silencio, pues él era el futuro emperador y el hecho de que sus deberes le absorbieran por completo, disimuló su enorme tristeza por dejarlo marchar, hasta que una emisiva urgente de Gwangju llegó una mañana de primavera.
HyunWoo abandonó el palacio casi de inmediato y en su forma de dragón, fue que rápidamente llegó al atardecer de ese día al patio principal de la casa de YooBin. La alfa lo esperaba al pie de sus escaleras. Se veía muy mortificada, demacrada y triste, pues en su carta le pedía al príncipe que viniera a ver a HyungWon antes de que fuera tarde.
― ¿Dóndes está? ―preguntó apenas se trasformó en un humano y lo cubrieron con una capa, la esposa del amor de su vida lo miró con una profunda tristeza, no sabía quién se sentiría más miserable cuando se reunieran, si ella o el príncipe.
―Venga conmigo, su Alteza ―ella lo llevó hasta el pabellón de su esposo, donde pasó gran parte de su embarazo.
YooBin se sorprendida de saber que HyungWon logró concebir a pesar de no tener una casta definida y de la cual nadie tenía datos. Lo único malo fue que el mismo embarazo lo debilitó para estar luchando por su vida desde que dio a luz hace diez días. El mismo calor de su cuerpo lo hizo entrar en delirios en los que a veces la confundía con HyunWoo, sabía en lo que se metía cuando hablaron con ella para concertar el matrimonio, pero no esperaba tomarle un profundo cariño y sufrir por él. Hasta al quinto día, en medio de un momento de claridad el mismo HyungWon le pidió que llamara a HyunWoo, porque sentía que era su momento de ascender a los cielos. Lo que los llevaba a ese momento.
Le pidió a la servidumbre que salieran del pabellón de su esposo para darles un poco de privacidad.
―Ha estado llamado por su Alteza Imperial desde que sintió que ya no tiene fuerzas ―le explicó YooBin mientras sus sirvientes se iban―. Espero que me perdone, le prometí cuidarlo y lo único que hice fue matarlo.
―No, no diga eso mi señora ―HyunWoo tomó sus manos―. Nunca se culpe de esto, nadie sabe lo que le depara el destino, hasta que pasa y no nos queda de otra más que aceptarlo con orgullo.
―Lo siento su alteza ―se quitó con furia la única lágrima que se permitió mostrar ante su futuro emperador―. Puede pasar.
―Gracias.
YooBin le abrió la puerta de papel de la habitación y esperó en la puerta. HyunWoo se adentró esperando encontrar el hedor tan característico de la muerte; sin embargo, no hubo nada parecido. En su lugar, una extraña aura de comodidad junto con algo de nostalgia se impregnó en el aire. Podía ver las llamas de las linternas brillar a través de las mamparas, dándole privacidad a HyungWon. La risa de un bebé llamó su atención, eran dos cunas en realidad. Se asomó por encima y dos bebés, un varón y una mujer, tan diferentes el uno del otro lo miraron curiosos, la niña tenía los ojos castaños más claros que haya visto en toda su vida, casi como un amarillo muy diluido.
― ¿HyunWoo? ―la presencia telepática de HyungWon lo hizo girarse. Él estaba sentado en la cama, con su piel más pálida de lo que podría haber llegado a ser en su vida, unas inmensas bolsas debajo de sus ojos le robaron el brillo que tenían antes de dejarlo ir, pero su sonrisa era tranquila―. ¿Llegaste para ver a tu hija?
―Sí ―mintió, no sabía que HyungWon había concebido a un hijo suyo―. YooBin me dijo que no te sentías bien.
― ¿Podrías venir con mis hijos? ―pidió, HyunWoo tomó a cada niño entre sus brazos y se aproximó hasta la cama, al sentir su presencia, HyungWon se recargó en el príncipe, disfrutando del aroma tan característico emanando de su piel, podía sentir que él se fortalecía, pero el amor de su vida decaía―. Estoy muriendo HyunWoo ―dijo después de un cómodo silencio, uno que pudo herir con profundidad a HyunWoo―. Pero no podía irme in antes hablar contigo una última vez.
El mestizo acarició la mejilla de su hija bajo la atenta mirada de HyunWoo, logró notar que sus ojos ya no eran aperlados, distinguió una tonalidad rojiza, fue en el instante en el que HyungWon lo miró que comprendió que su vista de alguna forma regresó, sólo para ese momento.
―El destino es caprichoso ¿no crees? ―había leído su mente, pues comenzó a dejar de contemplar la absoluta oscuridad justo después de dar a luz, lo conservó en secreto hasta que fuera el momento necesario de dar sus últimas palabras de amor a la única alma con la que le destino parce haberlo unido y separado en esa vida―. No sabía que estábamos unidos de esta forma y lamento no haberme dado cuenta de que estábamos destinados.
Tenía sentido la caída de salud de HyungWon, al menos para HyunWoo, porque en su linaje como dragón él tenía un alma gemela con la cual debía pasar su vida hasta el día en que ya no pudiera respirar en ese mundo. Cuando naces con un destinado, el rechazo o la distancia, incluso la muerte de ese ser, causaba que la otra parte cayera muerta al poco tiempo. En el caso de ellos dos, sólo uno de ellos se apagaba, mientras que el otro se fortalecía día con día. No era justo.
―Yo también lo siento ―fue la primera vez que lloró con sinceridad y no pretendía ocultarle sus sentimientos a HyungWon―. Como dragón, debía darme cuenta de a quién tenía enfrente y ahora, no puedo salvarte ―porque lo intentó, desde que puso un pie en la habitación, trató de darle su magia para sanarlo como en el ataque de los zorros imperiales hacía ya casi cuatro años―. ¿De verdad no puedo hacer nada por ti?
―Sí ―tomó su mejilla y le sonrió con tanta calidez que la misma primavera no lograba hacer el mismo efecto por su propia cuenta―. Prométeme que seguirás viviendo ―una lágrima se deslizó por sus mejillas, pero mientras sus palabras salían de sus labios, el color rojo tenía su iris―. Promete que cuidarás a mi familia, a tu hija, al hijo de YooBin. Promete que harás de esta nación un lugar seguro y feliz para cuando yo regrese a ti en mi segunda vida.
«―Porque de una manera u otra, voy a buscarte y te encontraré, para ser felices ―besó con paciencia sus labios―. Este no fue nuestro momento para estar juntos, pero sé que algún día lograremos corregir nuestros errores, así que mi Alteza Imperial no tiene prisa por morir tan rápido como yo ―se rio de su comentario y HyunWoo de igual manera, todo era tan triste, pero encontró esperanza en esas promesas, una que haría cumplir a cualquier costo―. ¿HyunWoo?
― ¿Sí?
―Te amo.
Ya casi era tiempo, lo podía sentir en su interior.
―Yo también.
No dijo nada, disfrutó de esa noche a lado de HyungWon y los pequeños retoños que engendró. Ambos miraban a los niños con tanto amor y el mestizo poco a poco, dejó que su alma fuera abandonando su cuerpo al tiempo que le obsequiaba a HyunWoo su magia para poder seguir adelante. Era la hora más oscura cuando el pecho de HyungWon dejó de moverse, el príncipe se obligó a ser fuerte, esa era la voluntad de HyungWon, una que honró desde ese día en que lo sepultó bajo un árbol de cerezo como último deseo antes de morir.
Le dedicó un tiempo de luto, el suficiente para iniciar su largo camino.
Cumplió con cada petición de su amado zorro negro.
Acogió a YooBin y sus hijos como su familia, pues ambos amaban tanto a HyungWon, que se casaron para darles a los niños una familia en la cual crecer. No hubo objeciones como las que su padre le impuso cuando intentó casarse con un mestizo, por muchos años le guardó un enorme rencor a su padre hasta que lo perdonó después de que el mismo emperador se disculpara por no darse cuenta del grave pecado cometido por dejar morir al alma gemela de su hijo.
HyunWoo pasó a la historia como el emperador que trajo la paz y una época de gran prosperidad, no sólo porque revivió el linaje de dragones, sino porque también comenzó la ardua labor por entablar una buena amistad con toda nación vecina. Aprendiendo a perdonar y castigar si era necesario, innovó no sólo en el campo de la magia, también la nueva corriente llamada ciencia. Reconstruyó pueblos enteros, sembró y dotó de fertilidad innumerables campos. Reformó muchas políticas junto a su esposa y su heredero, donde daba mejores derechos tanto a la plebe como en sectores vulnerables. Fue un padre y esposo amoroso, todos los hijos que tuvo con su emperatriz fueron nobles de gran renombre, incluso se hizo notar su amor por los hijos que no tuvo con YooBin, los cuidó con tanto amor y dedicación que hasta aceptó sus matrimonios con príncipes extranjeros.
Por eso lo llamaron:
El Emperador Son HyunWoo, el Milagro del Cielo.
Para cuando llegó a su último día en esa vida, se sintió tan en paz. Rodeado de sus seres queridos y cuando cerró los ojos fue que se encontró con el místico Dragón Rojo, el primero de todos, el ser le prometió un deseo por su corazón noble, el que fuera.
―Deseo una vida junto a HyungWon ―un deseo que llevaba consigo desde el día en que dejó ese mundo.
―Esa oportunidad fue rechazada en esta vida ―le recordó la bestia―. Un lazo tan puro que no pudiste cuidar, no sé si debería darte esa bendición de nuevo.
―Por eso pido una segunda oportunidad ―se puso de rodillas ante el dragón rojo, el ser de magia lo miró un poco dudoso, pero podía ver el arrepentimiento en HyunWoo.
―Está bien, concederé tu deseo, el chico también me pidió lo mismo cuando llegó a mis brazos hace ya muchas primaveras atrás ―su corazón latió de alegría cuando supo que tanto HyungWon como él habían pensado de la misma forma―. Pondré la misma condición: En su siguiente vida ambos tendrán que luchar por este nuevo lazo que les daré, sin importar lo inverosímil o duro que sea su camino, los dejaré que sean felices siempre y cuando sus almas estén dispuestas a dejar atrás toda máscara, prejuicio o rencor existente.
―Así será.
Pues ellos mismos se prometieron lo mismo. Su segunda vida sería al fin su momento para ser felices, se encontrarían y amarían, sin importar el costo de la libertad que deberían conseguir. Ese era el poder de su amor ciego: inquebrantable y determinado a florecer en la adversidad.
Entonces, HyunWoo estuvo listo para renacer.
FIN.
Continuará en Bind Soul....
Revisión y edición: 30/Agosto/2023
Para los Silver Awards
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