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⎯⎯⎯ 𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐔𝐍𝐎.

Capítulo uno;

❝  Zero ❞

~

El sonido de los autos pasando la carretera en una plena tarde lluviosa me había reconfortado de alguna manera.

Miré hacia el gran ventanal de aquél salón en el que me encontraba, coloqué la revista de muebles que estaba leyendo sobre la mesa y suspiré con una profundidad lenta. Mi vista quedó fija en las gotas que caían por el cristal y en lo que había más allá en el exterior; varios autos pasando por encima de los charcos.

Todo se percibía tan lento, tan detallado y tan frío como la misma lluvia. Me quedé hipnotizada por la neutralidad de los colores a mi alrededor. Mi expresión era ida por los sonidos y mis pensamientos eran con frecuencia vacíos, simplemente estaba estancada en el paisaje convencional frente a mí.

¿Cuánto tiempo había pasado desde el evento?

Un mes.

Un portazo me sacó de mi estado tan sólido y sosegado para atraer mi vista, ahora, hacia la mujer albina que me miraba enérgica y curiosa dirigiéndose a su asiento. Había empezado nuestra sesión de ese día.

—¿Cómo te has sentido, Magnolia?

—Creo que... desequilibrada.

—¿Desequilibrada de qué forma?—escribía en su libreta.

—Como si me estancara en un vacío.

—¿Cómo describes ese vacío?

—No lo sé, quizá que... no me permite pensar muy bien o concentrarme en cosas importantes.

—¿Qué cosas son importantes?

—Cosas como lo que tengo que hacer, o lo que tengo que comer, o hacia dónde tengo que ir y cómo o por qué, esas cosas, no lo sé.

—¿Y por qué piensas eso?

—Como le dije, siento un desequilibrio... un aislamiento.

—¿Un vacío?

—Así es.

—¿Cómo piensas llenarlo?

—Creo que... debería tomarle importancia a todas esas cosas.

—¿Y qué me dices de ti, Magnolia?

La miré fijamente, tenía cierto tipo de sentimientos encontrados en ese momento. A comparación del resto de sesiones, no habíamos llegado a este punto donde sólo sintiera... vacío. Antes todo el desastre que se desató, toda la miseria, el arranque y el pánico que sentí... sólo se desvaneció y ahora sentía que todo de mí, todo el valor o sensación alrededor de mí... desapareció.

No quería tener ese tipo de vida, no quería seguir condenándome por ello. Quizá debía forzar mis ideas o mis sentimientos.

Quizá debía forzar mis palabras y al final estarían absueltas de mentira y gravedad porque llegarían a ser sólo franqueza y... honradez.

—Desde luego que sí.—sonreí a medias.

Y tres años habían pasado desde entonces.

Cambridge, llena de oportunidades, otra cuna inglesa de tan famosas escuelas y ciudad natal de mi querida abuela Lucille.

Ella solía decirme que en sus clases siempre aprendía sobre algo, o bien también, reflexionaba acerca de algo. Pero no exactamente de las clases en sí, sino de otras cosas como el escuchar, el admirar y contemplar, hasta el hablar, aprender esa clase de cosas que fueron esenciales en su vida.

—En toda mi vida, al querer prestar atención en algo como en mis clases de matemáticas, aprendía siempre otra cosa lejos de ser un problema matemático; era el prestar, ver, hablar y precisamente por eso pude aprender más que sólo la materia, era más como una clase de sabiduría y redacción hacia mí misma.

Siempre me recordó demostrar fuerza y actitud ante toda situación que se me cruzara en mi camino, así fuera la más mínima. Ver más allá de las circunstacias y posibilidades.

—Debes demostrar carácter, Maggie.

Pero yo desde siempre fallé en aquella lección.

No podía mostrarme fuerte o con un buen carácter, simplemente la fuerza no era la suficiente o no era la apropiada para enfrentar cualquier situación.

Yo fui débil, fui una tonta, y por ello yo me desquitaba.

Me tachaban como la irrespetuosa, hipócrita, imitadora e inútil en cada escuela a la que asistía. Siempre me pisoteaban, y yo por querer pisotear, lo arruinaba.

Siempre hubo algo mal en mí, algo tan descompuesto que no podía ser buena en nada, ni siquiera buena siendo mala o buena para dar asco, eso venía por sí solo y era lo peor.

Habían chicas que se convertían en lo peor de mi mundo—diciéndolo exageradamente—, y es que ninguna me mostraba nada de empatía o respeto debido a que yo no lo hacía en primer lugar.

—No pueden compararme a mí contigo, yo en lo absoluto diría que sólo eres una perra nefasta e insegura, porque no habrían más palabras para describirte perfectamente.

El odio hacia mí incrementó a medida que seguía siendo terrible en lograr uno que otro de mis propósitos o caprichos.

Nunca logré nada que me hiciera sentir bien en toda mi vida por lo que recordaba.

Hasta que una vez sentí que por fin había logrado algo, que por primera vez en mi vida ya no me sentía inútil.

Fue cuando creí conocer el lado más puro y dulce de un hombre.

Cuando confié completa y ciegamente en un hombre.

—Magnolia, es un hermoso nombre.

Pero los hombres no son nada puros ni dulces, pueden serlo al nacer, al crecer y cuando son niños —qué sé yo—, pero todo cambia debido al pecado o a la pubertad, supongo.

Cada quien nace pecador, y este chico Louis, fue el pecador que más envenenó, dañó y rompió mi vida y mi alma.

—¡Louis! ¡No me dejes aquí! ¡Louis, regresa! ¡Por favor, no! ¡Louis, regresa!

Que un solo chico te lastime es duro, pero que sean varios debía ser terrible; era lo que pensaba para mantenerme un poco más cuerda. Y sigo pensando que no fue tan duro como lo habría sido en otra ocasión.

Pudo haber sido peor.

Causé mucho desastre entre lo emocional y entre mi familia. Causé pena tanto decepción y les di la razón en querer hacerme desaparecer con un chasquido de dedos.

—¡Nos has decepcionado y estarás castigada!

Pasé noches de puro insomnio, con hambre, con bolsas en los ojos que podía decir exageradamente que llegarían hasta mis pies.

El daño fue mucho, pero supuse que obtuve mi merecido.

Mi abuela no se comunicaba conmigo desde entonces, ni siquiera mis padres, pero sólo al principio. Lo hacían más que todo para saber cómo estaba y parecía su obligación por mal que sonara.

Y a pesar de haber sufrido y sentir la crueldad de aquellos actos y palabras por parte de todos, de haber cometido tantos errores que me hicieron ver mi valor como persona muy en lo bajo así como mis bajas esperanzas de merecer algo mejor, me dije que podría seguir y que podría intentarlo.

Intentar seguir y buscar eso que tanto he querido para recomponerme por completo; fuerza emocional. Tanto para valorar más cada parte de mi vida y de las personas a mi alrededor, tanto para valorarme a mí misma y tener carácter.

Durante el tiempo que pasé superándolo todo con mis padres al corriente, yo pude darme cuenta finalmente.

Fueron tres años duros, nadie sabía quién era yo en realidad y menos yo misma.

Pero eso iba a cambiar pronto, al mudarme aquí en Cambridge y empezar una nueva vida.

—Hemos llegado.—anunció mi padre en cuanto se estacionó frente a una casa de dos plantas y un jardín bastante llamativo.

Me bajé del auto y observé el lugar con detenimiento a mi alrededor.

Debía admitir que era una casa perfecta. Perfecta para la gente perfecta, y yo sinceramente no estaba incluida.

—Justo como en el folleto, es hermosa y por dentro debe ser aún mejor.—dijo mi madre, emocionada.

Al entrar a la casa ya con una parte de nuestro equipaje, observamos la sala principal que tenía escaleras en una esquina para ir al piso de arriba y un corredor al costado para llegar a lo que debía ser la cocina. Todo estaba pulido y brillante, sí que era mejor de lo que esperaba.

—¡Excelente! Es hermosa, Gabriel, me fascina.

No notaron mi presencia en cuanto se abrazaron y se besaron bien alegres, así que miré hacia otro lado sin querer interrumpirlos.

Mis padres siempre fueron amorosos uno con el otro, la pareja feliz y perfecta, nunca fueron una decepción para nadie en comparación conmigo.

Cuando empezaron mis problemas más difíciles, ellos siempre trataban de dar buena cara por mí y un fuerte carácter sobre mí. Me exigían respeto, y era algo que no les daba como merecían.

A partir del día donde entré en pánico y una fuerte depresión recayó sobre mí, ellos me ayudaron por completo, pero al mismo tiempo y por más raro o tonto que sonaba, también me hicieron pagar por mi tan mal comportamiento.

Las veces que lo recordaba siempre me decía y me seguía diciendo, que yo no me merecía lo que Louis me había hecho y que no debía pagar por ello.

Pero entendí que por todo lo que había causado anteriormente y que por todas mis tonterías, iba a parecer lo contrario.

Y por eso me pareció que no debía ser tan duro.

Después de estar muchos meses encerrada, muchos meses de tratamiento y terapia, logré cambiar y superar mucho más de lo que no hubiese logrado jamás.

Les pude demostrar a mis padres el respeto y el cariño que siempre les he guardado, el carácter, por lo cual ellos supieron que yo ya había mejorado. Y que podíamos mejorar aún más tomando la oportunidad que se avecinó luego de saber que justo aquí en Cambridge, podíamos iniciar un nuevo comienzo.

—Hija, ¿Qué te parece?—mi mamá me había preguntado repentinamente.

—Oh, yo creo que es hermosa, perfecta.—dije rápidamente.

—Perfecta, sí que lo es.

—Muy bien, el camión de mudanzas ya llegó, traigamos todo.—habló mi padre.

Pasamos el resto del día llevando toda la mudanza a la casa. Al anochecer ya nos encontrábamos en la cocina mis padres y yo cenando comida rápida mientras también hablábamos sobre la casa, la ciudad y más cosas.


—Incluso creo que aquí será un mejor lugar que en Liverpool.—opinó mi madre.

Liverpool era mi ciudad natal, la cual yo podría decir que me gustaba muchísimo pero que nunca llegué a tenerle tanto cariño. De todas formas era una ciudad donde la podía pasar bien, y obviamente sin referirme a los sucesos que pasaba en mis antiguas escuelas donde me topaba con personas que eran tan terribles como yo en un tiempo.

—Es mucho más pacífico que Liverpool, hasta más que Londres.—mi padre tomó un sorbo de su bebida y siguió hablando.—Hay más oportunidades, pero sobre todo las hay para los Sáenz.—terminó con una sonrisa triunfante.

Le presté mucha atención en cuanto mencionó aquello último mientras me seguía comiendo mis papas fritas.

—Llamé a un viejo compañero de la universidad que tuve aquí, dirige una compañía, sabe que me mudé y no dudó en contratarme para un puesto en la gerencia. Empezaré en un par de semanas.

Mi madre lo miró contenta y empezó a felicitarlo mientras que yo me sorprendí, pero también me dió alegría.

Mi padre había perdido su antiguo empleo en una empresa de electricidad y automatización industrial, por esto se dio el tiempo de ayudar a mi madre en el negocio familiar para que no se viera tan perdido, pero tuvo que dejarlo por un suceso bastante extraño que ocurrió, era difícil de explicar.

—Que inicies un cargo de gerente es una gran noticia, cariño.—mi madre habló luego de limpiarse con una servilleta delicadamente.—Yo he estado muy ocupada con el negocio y ahora tú con tu nuevo empleo también lo estarás.

—Lo cierto es que no quería dejarte sola en el negocio por más tiempo, así que es una gran oportunidad para que tú descanses lo suficiente.—mi padre la tomó de la mano con cariño.

El negocio familiar era dirigido por mi madre debido a la herencia que obtuvo cuando se casó con mi padre, se trataba de una tienda de artefactos eléctricos y la manejaban más que apropiadamente. Pero cuando mi padre perdió su trabajo no podía seguir en el negocio con mi madre por lo que empezó a decaer en financiamiento, esto por un motivo grave en específico que surgió y que no podía controlar, a lo que tuvo que dejar a mi madre con el cargo absoluto.

Todo pasó mientras yo me estaba recuperando e iba a terapia. Hasta ahora mi padre no había vuelto a trabajar junto con mi madre ya que no estaban muy seguros de si los problemas vendrían de nuevo. Aquí en Cambridge mi madre montaría la tienda, mientras que mi padre empezaría su cargo de gerente en la compañía de su amigo.

—Magnolia.—mi madre me llamó a lo que yo la miré atenta.—Aquí empezarás tus clases en un nuevo colegio.

En cuanto dijo aquellas palabras me invadieron los escalofríos. Llevaba tres años sin pisar una escuela nuevamente. Tres años sin saber de qué era capaz al entrar otra vez a una, lo que me esperaría y cómo sería.

Pero estaba completamente segura de que iba a ser distinto a todo lo que había pasado en mis anteriores escuelas.

—Sí, mamá, estoy bien con eso.—más nerviosa y aterrada que bien, claro.

—Tu padre y yo hemos puesto nuestra confianza en ti nuevamente, hija.—era una enorme suerte.—Sé que no vas a cometer los mismos errores, que al entrar en este nuevo colegio sólo será duro al principio pero tú podrás enfrentarlo todo de la mejor manera.

Ella no se equivocaba.

—No te equivocas, mamá. Todo va a salir bien.—le aseguré con una sonrisa, pero me moría de nervios por interno.

—Sí que has cambiado, Maggie.—mi padre me miró con ese cariño fraternal.

Maggie.

—Sí, papá. Me hubiese gustado que la abuela lo haya sabido.—dije un poco afligida.

Él asintió.

—Hubiese estado orgullosa en este momento.

Sonreí al haberme imaginado ese momento.

Por desgracia, mi abuela Lucille falleció hace 6 meses por cáncer en las articulaciones.

La extrañaba tanto. Algo que no me he podido perdonar fue lo mala e irrespetuosa que fui mientras ella me enseñaba lecciones tan esenciales de su vida. Y juré recordar cada cosa de ella y lo muy importante que fue y seguiría siendo para mí.

Miré a mi madre antes de que mis ojos se pusieran más acuosos y le hice una pregunta:

—Y sobre mi escuela... ¿Cuál de todas es?—formulé con ápice de diversión.

Tenía mucha curiosidad puesto que al ser en Cambridge, no sería una escuela cualquiera.

—Bueno, después de hacer varias llamadas por fin logré inscribirte en una de las mejores escuelas de la ciudad.—me miró muy emocionada.

Cuando se trataba de las mejores, significaba que era de las mejores sin ninguna excepción. De las más prestigiosas, aclamadas y decentes de toda la ciudad y hasta de todo el país.

—Gales.—finalizó ella aún con esa enorme sonrisa y mi padre sonrió con algo de sorpresa.

Gales.

No recordaba haber escuchado o leído sobre esa escuela. Me parecía algo raro porque incluso busqué en internet las mejores escuelas de Cambridge y no dudaba mucho de que esta no aparecía.

De igual manera, Gales sonaba interesante.

—Iniciarás en dos semanas.—¿dos semanas?—Para ese tiempo ya habremos terminado con la mudanza y empezado a trabajar tu padre y yo.

Dos semanas, ¿Eh?

Pues desde este momento estaba reservada para Gales, había mucho que hacer. Y debía hacerlo todo bien.

Antes de acostarme a dormir, me dirigí a mi mesita de noche y saqué un montón de cartas enlazadas del pequeño cajón.

Eran las cartas que escribí durante terapia. Me ayudaban a expresar mis sentimientos y también mis pensamientos que no eran tantos en aquellos días.

Saqué un pequeño cuaderno del mismo cajón, lo usaría para escribir nuevamente. Escribiría sobre mi nueva vida en esta nueva ciudad y pronto en mi nueva escuela.

Esto podría volver a servirme como la primera vez que no dejaba de sentirme nerviosa, en pánico, frustrada o muy ida, me serviría de mucho.

Querido diario, no pensé en escribir uno después de tanto tiempo, pero en cuanto llegué a Cambridge con mis padres se me pasó a la mente esta idea que seguro me ayudará en mi nueva vida, como también me ayudará mucho antes de entrar a clases nuevamente.

Esta ciudad me gusta, aquí están las oportunidades tanto para mis padres como para mí. Siento que por fin todo puede cambiar ya sea para bien o para mal. Siento que todo será diferente a lo que ya he vivido, pero me siento lista para enfrentar todo lo que se me cruce. No sólo lo haré por mí y por mis padres, sino también por mi querida abuela Lucille.

Sé que muchas cosas van a pasar, es otra cosa que presiento, pero como dije las voy a enfrentar, y escribiré aquí sin falta cada noche para hallar calma y seguridad.

Magnolia.

Luego que terminé de escribir, coloqué el cuaderno en la mesa y me recosté lista para dormir.

Sólo que no dejé de pensar en Gales, y por ello me dormí hasta muy tarde.

Las dos semanas pasaron volando. Durante todo ese tiempo ya habíamos terminado de desempacar todo de la mudanza y vivíamos más que bien en nuestra nueva casa.

Y también me habían dado varios ataques de ansiedad.

No entendía muy bien el por qué, supuse que por mi nueva estadía en una ciudad desconocida para mí, donde no sabía muy bien a dónde ir para conocer lugares y ni siquiera sabía cómo hacer amigos.

Mis padres ya habían empezado a trabajar y yo me estaba preparando para entrar nuevamente a clases leyendo algunos libros ya que no podía asistir con la mente muy cerrada.

Hasta que sólo me faltaba un día para empezar la escuela. Y los nervios, el pánico y hasta el miedo no me dejaban en paz debido a eso. ¿Debía ser normal?

Me decidí por dar un paseo en el parque que quedaba cerca de la casa. Estaba soleado, era un buen día para caminar, despejar los nervios.

Mientras iba caminando noté a una joven, rubia y muy bien vestida chica sentada en uno de los bancos del parque. Parecía molesta debido a que tenía los brazos cruzados y una enorme mueca de disgusto, pero sin perder la postura.

Parecía exasperarse ya que movía su pie con desesperación y su entrecejo forzaba a llegar más abajo.

De repente se levantó de su asiento y caminó furiosa hasta llegar a un hombre mayor que ella al cual empezó a golpear con tanto enojo y a gritarle con tanta fuerza que hizo que llamara la atención de las personas cerca.

De verdad que parecía estar furiosa con aquél hombre que tenía en frente.

—¡Me dijiste que lo harías! ¡Me dijiste que esta sería la última vez!—fue lo que escuché de parte de la rubia mientras seguía golpeándolo.

Yo quería acercarme un poco más para escuchar tal discusión, pero un auto se paró a un costado de mí haciéndome respingar del susto.

Era el auto de mi padre que justamente me pidió que subiera, a lo que yo me subí dejando a unos cuantos metros atrás la enorme discusión de la rubia con aquél sujeto.

Me daba curiosidad si acaso eran padre e hija... o una pareja. La manera en que lo retó así fue muy cuestionable, ¿Por qué habrá estado tan enojada con él?

—Tu madre quiere que vayamos de compras.—yo asentí y él manejó hasta el centro comercial mientras dirigía mi mirada hacia la rubia con aquél hombre mayor desde la ventana del auto hasta perderlos de vista.

El resto del día fue normal, demasiado tranquilo.

Cambridge era una ciudad tranquila, el centro comercial era tranquilo, todo estaba muy tranquilo y no me acostumbraba mucho a la tranquilidad, pero valía la pena.

Estaba en el supermercado con mis padres, ellos iban adelante con el carrito de compras y yo los seguía metros detrás mientras veía cosas en la sección de muebles. 

Pero de repente alguien venía apresuradamente hasta casi chocar contra mi cuerpo su carro de compras. Yo respingué de la sorpresa que sentí cuando estaba a punto de golpearme pero se detuvo por suerte. 

Era un chico castaño de ojos marrones increíblemente hermosos que lucían cansados y un tanto espantados.

—¡Lo siento mucho!—se disculpó para luego mirar por detrás de su espalda donde venían corriendo otros dos chicos atrás de él.

—No, descuida...—dije rápidamente pero no sabía ni qué decir.

Me miró a los ojos por una milésima de segundo y se fue rápidamente con su carrito a otra dirección mientras que los otros dos chicos lo persiguieron.

Yo quedé algo desconcertada y miré por dónde se fueron, quizá debían estar jugando.

—John Arthur.—me habló una chica que se posicionó a mi lado. Era castaña y de piel bronceada. Me daba curiosidad su manera de vestir, parecía americana.—Guapo, pero tonto.

—Al final no chocó conmigo así que supongo que es más que eso.—le seguí el chiste y sonreí mientras ella empezó a reír. Decidí presentarme, se veía agradable.—Soy Magnolia Sáenz.

Le tendí la mano y ella correspondió a lo que me miró asombrada.

—¿Sáenz? ¿Eres hija de Gabriel Sáenz?—su pregunta irradió curiosidad y sorpresa.

—Sí, ¿Cómo lo sabes?—le pregunté de vuelta con gran interés y confusión.

—Lo sé porque tu padre es amigo de mi padre quien le dio el trabajo en la gerencia de su empresa.—explicó y prosiguió.—Soy Laurie Fox, es un placer.

—Wow, qué agradable sorpresa, el placer es mío.—respondí con una sonrisa aún asombrada.

Ella asintió e iba a decir otra cosa pero de repente llegó una anciana de cabello canoso y caminando con ayuda de un bastón hacia nosotras.

—Laurie, querida, por fin te encuentro...—dirigió su vista hacia mí.—¿Quién es tu amiga?—me miró achicando los ojos con una curiosidad tan profunda que me dieron escalofríos.

—Ella es Magnolia, abuela.

—Es un placer, señora.—le tendí la mano y ella me correspondió.

—Oh, el placer es mío, querida...—dijo ella sin apartar su vista sobre mí.—Te pareces a una vieja amiga que tuve.—terminó de decir. De alguna forma me sentí conmovida y le sonreí.

—Magnolia es nueva en la ciudad, abuela.—le dijo Laurie.—ella es la hija del señor Sáenz, ¿Recuerdas?

—Oh, dios santo, con razón te pareces tanto a tu abuela.—agregó la abuela de Laurie.

—¿Conoció a mi abuela?—le pregunté con mucha curiosidad.

—Por supuesto, ambas solíamos...—se detuvo un rato pensativa para mirarme con algo de seriedad.—¿Tú también vas a empezar la escuela en Gales mañana, querida?

—Oh, sí, seguro. Imagino que ustedes saben todo por mi padre, de hecho él ya recién empezó a trabajar en la empresa del señor Fox y creo que ya habrían de conocerse.—dije. Me hubiese gustado haber conocido a Laurie y a su abuela la vez que mi padre lo hizo antes.

Justo me hacía pensar en la relación de la abuela de Laurie con mi abuela así como la de mi padre con el suyo, ¿Habrán sido tan unidos? Quería preguntarle a su abuela, pero me dio algo de vergüenza ya que podría hacerles perder el tiempo.

—Ten cuidado, hija.—ella me señaló con el dedo y me dio una mirada de advertencia muy diferente a la mirada que tenía anteriormente.—Gales no es lo que parece.

Me confundí.

—¡Abuela!—Laurie la interrumpió.—No digas esas cosas, sabes que no es cierto...

—¡Yo viví en carne propia lo que nos hicieron!—me asustó un poco su reacción al hablar.

¿De qué rayos hablaba?

—Tranquila, abuela, sólo estás confundida. Vamos, debemos buscar el carrito.—Laurie me miró apenada y se disculpó.—Lo siento, ella está enferma. Sufrió mucho en su adolescencia y le echa la culpa a su antigua escuela.

Por más raro que sonaba, yo logré comprender muy bien el cómo se sentía la abuela de Laurie, y me dio pena por ella.

—Está bien, no te preocupes, Laurie. Espero que se encuentre mejor.—dije intentando parecer calmada cuando en realidad un montón de dudas atacaban mi subconsciente.

—Como ya debías de sospechar, también estudiaré en Gales. Así que nos vemos mañana, ¿Sí?—se despidió para irse con su abuela, quien estaba bastante ida y con una sola expresión de molestia, a buscar su carrito de compras.

—Claro, nos vemos.—¿Qué acababa de pasar?

Recién había conocido a Laurie quien era hija del amigo de mi padre y que yo no conocía antes, pero aparte de ello por igual conocí a la abuela de Laurie y me enteré de que era ella la madre del amigo de mi padre y que de paso conocía a mi abuela. Fue una locura para mí después de haber sido un día tan común y tranquilo que ahora mi cabeza da vueltas por casi nada.

Y digo casi porque la abuela de Laurie hizo que me surgieran un montón de dudas y me confundió, se refería a Gales como algo malo por lo que sea que ella había pasado ahí. ¿Pero qué era lo que le había pasado?

Ya mejor déjalo, Magnolia.

Queda poco para arreglar mis cosas de la escuela y mis padres me esperan.

Lo que sea que signifiquen todas esas cosas sobre Gales que la abuela de Laurie dijo, sean ciertas o no, que a pesar de eso no sé nada de lo que pasó y por qué, estaré preparada para Gales, es lo que más ansío.

Ya había anochecido, me encontraba en mi cama escribiendo sobre mi día.

No paraba de sentir ansiedad, nervios, miedo o confusión tal vez. El entrar pronto a una nueva escuela me estaba volviendo loca.

No me sentía tan segura después de estos días sintiéndome nerviosa y ansiosa una y otra vez, además de haber presenciado el día de hoy cosas extrañas que no me dejaban estar sin dudas.

La pelea tan curiosa y singular como agresiva de aquella rubia con el anciano me dejó pensando cosas, nada acertantes y nada congruentes.

No dejaba de pensar en lo que dijo la abuela de Laurie, una amiga que hice en el supermercado. Si fue tan duro lo que ella pasó en esa escuela o en otra o incluso lo que pasó sin estar en una, me deja con la interrogante, ¿Qué le habría pasado a esa pobre señora y por qué culpar a Gales?

A pesar de ser una ciudad tranquila y que creía que podía acostumbrarme a estar tranquila, no podía estarlo sin dejar de pensar en lo que me espera.

Había pasado mucho tiempo desde la última vez que estuve en un colegio, en el cual no me iba nada bien como en los otros.

Pero simplemente esperaré, tendré confianza de que estaré bien, en cuanto conozca por fin Gales, todo miedo se irá, o eso creo.

En fin, guardé el diario en la mesa de noche y me acosté para dormir hasta el día siguiente.

Al día siguiente ya nada sería lo mismo sin duda, y puesto que me sentí muchísimo más ansiosa de lo normal en toda la noche, iba a morir de los nervios por entrar nuevamente a clases.

La alarma de mi celular me despertó, me levanté de golpe y vi que era hora de alistarse para ir al colegio.

Me fui rápidamente al baño, cepillé bien mis dientes, coloqué "Jumpin' Jack Flash" de The Rolling Stones para despejar mi mente y mantener los ánimos.

Me di una ducha rápida, sequé mi cabello y preparé mi uniforme listo para ponérmelo.

El uniforme era marcado y vendido por la misma institución, era un saco de color gris oscuro con detalles color turquesa, una camisa blanca debajo con corbata y falda gris tres dedos arriba de la rodilla.

Me gustaba aunque nunca había usado uniforme antes en las escuelas a las que asistí, así que me acostumbraré.

Luego de vestirme, me arreglé el cabello y me maquillé muy leve sin que no se notara tanto.

—¡Maggie, a desayunar!—me llamó mi madre justo a tiempo cuando estuve lista.

Bajé a la cocina y ahí estaban mis padres, me miraron asombrados y con una gran sonrisa.

-Oh, hija, estás hermosa.—dijo mamá acercándose para verme.

—Te queda muy bien, cariño.—dijo esta vez mi padre.

—Gracias.―reí un poco emocionada y nerviosa.

Minutos más tarde, después de comer me despedí de mi madre y fui con mi padre hacia el auto, me llevaría a mi nuevo destino; Gales.

Sentía tantas cosas en el estómago, no sabía muy bien qué podría pasar, pero como te conté, diario, espero que todo salga bien.

—Hemos llegado.—mi padre detuvo el auto.

No me había dado cuenta de lo rápido que había sido el viaje y me fijé por la ventana del auto lo que estaba en frente, el Instituto de Gales. Me quedé algo sorprendida.

Era una escuela grande, parecía un palacio y veía todo un mar de alumnos entrar a él. Era algo que nunca creí que me llegaría a tener que acostumbrar puesto que antes las escuelas a las que iba no eran tan estilizadas y enormes, pero se veía magnífico.

—Magnolia.—mi padre me llamó a lo que yo lo miré atenta.—¿Qué te parece a primera vista?

Cuando vi que hablaba de la escuela no me equivoqué para responderle.

—Es genial, parece un castillo.—me reí y él rió conmigo.

—Bueno, todo castillo tiene un rey o una reina. En este caso, una reina.

Le presté mucha atención a lo que decía.

—La reina de ese castillo, es la directora, demuestra carácter y buena actitud no sólo con ella. Recuerda comportarte y demostrar que te has convertido en la mejor, no te dejes influenciar por nadie, Maggie.—me miró.—No te dejes derrotar ni atormentar por nadie.

Por lo que me dijo supe que lo decía en serio, y con toda la fe del mundo podía decir que eso de dejarme derrotar, no pasaría.

—Te lo prometo, papá.—y claro que iba a cumplir.—A ti, a mamá, y a la abuela.—sonreí emotiva.

Asentí decidida y feliz de aquél pequeño momento con mi padre para después salir del auto y pararme frente a la enorme y reservada escuela.

Me dirigí a la entrada y entonces noté a los chicos del supermercado en una esquina. Eran los que estaban persiguiendo al otro chico que Laurie contó.

Pero los veía furiosos y serios, muy diferentes a como los vi por primera vez. A unos metros de ellos estaba John Arthur, que era el que chocó contra mi carrito de compras, y me sorprendí al ver que tenía el ojo morado. ¡Dios, se veía mal!

Pensaba acercarme y presentarme para saber y ayudar en algo aunque pareciera una estupidez pero menos mal que llegó la persona indicada a mi lado, Laurie.

Que al igual que yo, se quedó mirando a Arthur por lo golpeado que estaba.

—¿En qué se habrá metido?—se preguntó con su expresión seria pero con aires de ironía.

—Bueno como tú lo conoces, tal vez podamos ir a ver qué le pasó.—sugerí un poco nerviosa.

—Vamos, aunque ya creo sospechar el qué.—su mirada cambió de seria a molesta en segundos pasando directamente hacia los otros dos chicos.

La incomodidad junto con la curiosidad y la confusión fueron las emociones que más me azotaron al entrar en Gales, sin contar los nervios y la ansias que tenía de por fin hacer todo bien en mi nueva escuela.

Veía muchos alumnos animados como desanimados, molestos, tristes o alegres de empezar un nuevo año escolar.

No todo parecía distinto sólo por lo grande y detallada que era el colegio, no sólo por lo exclusivo que era, no sólo por los uniformes o los alumnos que asistían, no sería por los nuevos profesores o la estimada y ya mencionada por mi padre, directora. Había algo más que no me impedía creer que esto no era diferente y que Gales no era una escuela cualquiera de manera que no parecía lo que se veía sino más bien era como un lugar escondido y muy apreciado por ser perfecto y sin nada que esconder.

La verdad es que no quiero ni puedo molestarme con todas estas dudas pero sea como sea, estoy preparada para ti, Gales.

CONTINUARÁ
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FUN FACTS;

; El nombre del capítulo "Zero" es por "Comenzar desde cero".

■ ; Es posible que el padre de Magnolia y el padre de Laurie estudiaron juntos también en Gales.

■ ; La abuela Lucille es la abuela paterna de Magnolia con orígenes españoles al igual que su esposo por el cual se apellidaba Sáenz, también difunto y abuelo paterno de Magnolia.

■ ; La abuela de Laurie también estudió en Gales.

■ ; Laurie es americana.

■ ; El capítulo cuenta de principio a fin con 5370 palabras omitiendo todo después de "continuará".

♥︎♡gracias por leer♥︎♡

~ beth🥀

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