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♥︎○°「 Capitulo 23 」°○♥︎

[The Second's Coming POV]

Caminaba junto a Chosen mientras hablábamos sobre su boda con Dark. Me alegraba saber que, al fin, ambos encontrarían la felicidad como pareja. Era realmente conmovedor. La casa estaba tranquila, sumida en un silencio pacífico, cuando vi a Purple, sentado a solas, concentrado en su libreta. Le dije a Chosen que lo alcanzaría más tarde y me acerqué a Purple, sorprendiéndome al descubrir lo que estaba haciendo: estaba dibujando. Era la primera vez que veía a alguien dibujar además de mí.

—Hola, Purple... ¿qué estás haciendo? —pregunté mientras me acercaba para observar su trabajo.

—Estoy esbozando cómo podría organizarse la boda en el bosque. Estoy probando diferentes decoraciones y detalles que podríamos agregar —respondió, intentando cubrir su dibujo con cierto recelo.

—¿Puedo verlo? —le pedí con curiosidad.

Él me extendió la libreta con algo de desconfianza, pero cuando observé su trabajo, me quedé sin palabras. El dibujo era increíblemente detallado, con una técnica impresionante. Nunca había visto algo así.

—S-Sigo trabajando en él, así que todavía no se ve tan bien —dijo, intentando recuperar la libreta con timidez.

—Se ve increíble, Purple. ¡Me encanta! Tienes un verdadero talento para esto, me sorprendes —comenté, sonriendo mientras le devolvía la libreta.

—Oh... gracias, Second —murmuró, bajando la mirada, pero no pudo ocultar la tímida sonrisa que asomaba en su rostro.

Noté algo en su expresión, una mezcla de orgullo y vulnerabilidad, como si, a pesar de su evidente habilidad, no estuviera acostumbrado a recibir cumplidos.

—¿Quién te enseñó a dibujar? —pregunté, intrigado por este lado de él que desconocía. Me senté a su lado, dejando suficiente espacio para no invadirlo, pero lo bastante cerca para mostrar mi interés.

—Mi madre. Le gustaba dibujar todo lo que le llamaba la atención, y me enseñó un poco cuando era niño. Ahora practico por mi cuenta... poquito a poquito —dijo con un brillo nostálgico en los ojos. Era evidente que esos recuerdos tenían un significado especial para él.

—Debo decir que tus habilidades son impresionantes. ¿Sabes? Creo que deberíamos dibujar juntos algún día. Podríamos compartir ideas e inspirarnos mutuamente —le propuse, sorprendiéndome de lo natural que me resultaba invitarlo a hacer algo juntos.

Purple me miró, y por un momento pensé que rechazaría la idea, pero su sonrisa tímida se amplió, aunque seguía cargada de cierta cautela.

—Parece bien... creo —murmuró, como si intentara ocultar su emoción. Luego se aclaró la garganta y añadió, con un tono más confiado—. Sí, me gustaría mucho.

Pasamos varios minutos en silencio, pero no era incómodo. Era un silencio cómodo, casi como si las palabras fueran innecesarias. Ambos mirábamos su libreta, imaginando juntos cómo podría quedar la boda en el bosque, visualizando cada detalle con una calma compartida.

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[Blue's POV]

Estábamos acurrucados, y Green me sostenía firmemente por la cintura, como si temiera que pudiera escapar en cualquier momento. Su mano se movía lentamente, trazando caricias suaves en mi espalda, cada movimiento enviándome un cosquilleo reconfortante que parecía sincronizarse con mi respiración. Su toque era pausado, casi meditativo, subiendo y bajando en un ritmo constante que me envolvía en una calma inexplicable.

Con la otra mano sostenía su celular, pero cada tanto se detenía, como si el momento lo reclamara, y sus dedos se deslizaban por mi cabello. Lo hacía con una suavidad inesperada, enredándolos en cada mechón con una curiosidad serena, explorando cada textura como si fuera algo nuevo. Cerré los ojos, dejándome llevar por esas caricias, y sentí cómo su mano se detenía justo cerca de mi cuello, provocando un calor sutil que me recorría la piel.

Cuando notó que había dejado de mirar los videos, bajó la mirada hacia mí con una sonrisa ligera. Sus caricias entonces cambiaron de ritmo: se volvieron más lentas, más deliberadas. Sus dedos comenzaron a dibujar pequeños círculos en mi espalda, como si danzaran en una coreografía secreta que solo él conocía. Su respiración, suave y constante, era un susurro cálido que rozaba mi oído.

No decía nada. Pero no hacía falta. Sus gestos hablaban por él, por nosotros. La forma en que me sostenía, cómo cada movimiento suyo parecía diseñado para mantenerme cerca, era un lenguaje sin palabras que entendía perfectamente. En ese momento, era como si su toque dijera que yo, estando allí, acurrucado a su lado, era suficiente.

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Mientras seguíamos viendo videos, mi mente no podía evitar regresar al momento en que entré a la habitación de Green y lo vi sin camisa. El recuerdo me provocaba un calor incómodo en las mejillas; no entendía del todo por qué, pero me daba algo de vergüenza. Esa noche de pasión, cuando ambos estábamos borrachos, seguía grabada en mi memoria con una claridad inquietante. Sin embargo, incluso fuera de ese contexto, la imagen de su torso desnudo tenía un efecto inesperado en mí.

Green debió notar algo, porque pausó el video y me miró con curiosidad, arqueando una ceja mientras su sonrisa traviesa se asomaba.

—¿Estás bien? —preguntó, inclinándose ligeramente hacia mí—. Te ves... un poco rojo.

Sentí mi corazón acelerarse. Traté de despejar mis pensamientos, pero su mirada juguetona no me lo facilitaba.

—Eh... sí, solo... estaba pensando en algo —respondí, intentando sonar casual mientras apartaba la mirada.

Green no iba a dejarlo pasar tan fácilmente. Se inclinó un poco más, estudiándome como si pudiera leer mis pensamientos.

—¿Pensando en qué? —insistió, su tono lleno de una curiosidad divertida—. ¿Algo que te haga sonrojar?

Su cercanía me puso aún más nervioso, y las palabras se atoraron en mi garganta. Busqué algo que decir, algo que lo distrajera de notar mi evidente incomodidad.

—Nada importante, solo recordaba la última vez que estuve aquí —logré responder, forzando una sonrisa que no alcanzaba a disimular mi nerviosismo.

Green soltó una risa suave, pero en sus ojos brillaba algo más: esa chispa de complicidad que siempre lograba desarmarme.

—¿Te refieres a cuando me viste sin camisa? —preguntó, con una mezcla de burla y provocación que me hizo sentir aún más expuesto.

Mi instinto fue actuar con despreocupación, aunque sabía que mi expresión me delataba. Puse los ojos en blanco, fingiendo desinterés.

—No sé de qué hablas, eso no me afecta para nada —dije, esforzándome por mantener un tono neutral.

Él no se creyó ni una palabra. Se inclinó aún más, tan cerca que podía sentir su respiración, y mi piel reaccionó con un escalofrío.

—Claro, claro. Solo tienes que admitirlo: te gustó lo que viste —murmuró, su voz baja y suave, mientras sus dedos seguían dibujando círculos ligeros en mi cintura.

Intenté contener una sonrisa, atrapado entre la vergüenza y la diversión del momento.

—Bueno, tal vez... —empecé a decir, pero dejé la frase en el aire, sabiendo exactamente lo que eso haría.

Green no apartó la mirada. Su expresión se volvió más intensa, pero había una calidez en sus ojos, un juego tácito que ambos entendíamos. La tensión entre nosotros crecía con cada palabra no dicha, con cada caricia que, aunque sutil, parecía acercarnos aún más.

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Mientras intentaba alejarme de la situación, Green me atrapó antes de que pudiera escapar. Me empujó suavemente hacia la cama, y con un solo movimiento, subió encima de mí. Sentí mis manos presionadas firmemente contra el colchón, inmovilizadas sobre mi cabeza por su agarre. Mi corazón latía con fuerza, sabiendo que la situación estaba escapando de mi control.

—¿A dónde crees que vas? —susurró Green con una sonrisa pícara, inclinándose lo suficiente como para dejar un mínimo espacio entre nosotros.

—E-esto es… incómodo, Green. Suéltame, en serio —respondí, esforzándome por mantener la compostura, aunque mi voz temblaba.

Él dejó escapar una risa suave, sin apartarse.

—¿Incómodo? —repitió en un tono juguetón—. No pareces tan incómodo. Estás rojo como un tomate. ¿Estás seguro de que quieres irte?

Intenté girar la cabeza, evitando su mirada, pero su mano tomó suavemente mi mentón, obligándome a devolverle la atención. Sus dedos eran firmes, pero su toque, delicado.

—Green, yo... esto no es lo que... —traté de formular una frase coherente, pero las palabras se atoraban en mi garganta.

—Shh... relájate un poco —murmuró, inclinándose más, tan cerca que su aliento rozó mi oído—. No tienes que escapar de mí.

Mis labios temblaron mientras intentaba reprimir el nerviosismo. Su mirada parecía perforar mis defensas, atrapándome. Todo en mi mente gritaba que esto no estaba bien, pero mi cuerpo no respondía; el calor que irradiaba su cercanía era abrumador.

Green mantenía sus ojos fijos en los míos, y la intensidad de su expresión hacía que el aire pareciera cargado. Yo no sabía si debía ceder o insistir en escapar. Mi mente era un caos de pensamientos contradictorios, pero mi cuerpo parecía estar en otra sintonía.

—Sabes... —murmuró, su voz baja y cautivadora mientras acercaba más su rostro—. No tienes que actuar como si no te gustara.

Tragué saliva, sintiendo cómo su agarre en mis muñecas aflojaba ligeramente, aunque no lo suficiente para liberarme.

—Green... esto es… —intenté hablar, pero las palabras no salían.

Una sonrisa suave curvó sus labios, y su tono cambió, volviéndose casi dulce.

—Dímelo —susurró—. Si de verdad quieres que pare, dímelo, y me detendré.

La seriedad en sus palabras me dejó sin aliento. Sabía que hablaba en serio, que bastaba con pedírselo para que se detuviera. Pero al mismo tiempo, algo en mí no quería que lo hiciera.

Respiré profundamente y, con un hilo de voz, respondí:

—No… no quiero que te detengas.

La sonrisa de Green se suavizó, y sus dedos soltaron mis muñecas lentamente. Su mano se deslizó hasta mi rostro, acariciando mi mejilla con una ternura que no esperaba.

—Entonces, solo relájate —murmuró antes de rozar mis labios con los suyos en un beso suave, lento y lleno de emociones contenidas.

Me dejé llevar, correspondiendo al beso mientras sentía cómo su otra mano se deslizaba hacia mi cintura, acercándome más a él. La incomodidad desapareció, reemplazada por una calidez que se extendía por todo mi cuerpo.

El mundo exterior dejó de existir. Solo estábamos él y yo, atrapados en un momento de pura intimidad, hasta que un ruido nos hizo saltar. La puerta se abrió de golpe, y la voz de Algodón irrumpió en la habitación.

—¡¿Qué están haciendo?! —exclamó, cruzándose de brazos mientras nos miraba con una mezcla de sorpresa y desaprobación.

Nos separamos rápidamente, intentando recomponernos. Green se sentó a mi lado, claramente incómodo, mientras yo trataba de ocultar mi vergüenza.

—Nada, Algodón… estábamos… hablando —dijo Green, esforzándose por sonar casual.

Algodón alzó una ceja, claramente incrédulo.

—¿Hablando? —repitió con sarcasmo, cruzando los brazos aún más fuerte—. Claro, y yo soy el hada de los dientes. Están aquí acaramelados como dos tórtolos, igualito a mis papás, Yellow y Red. ¡De verdad, ya parecen sus clones!

El rubor en mi rostro se intensificó, mientras Green trataba de mantener la calma.

—No es lo que parece, Algodón… —intentó explicar Green.

—Sí, sí, seguro —murmuró Algodón, rodando los ojos—. Y ni siquiera pensaron en cerrar la puerta. Mis papás tampoco son muy discretos, pero ustedes se llevan el premio.

—Oye, Algodón, ya basta… —intenté intervenir, pero él levantó una mano con dramatismo, señalándonos.

—Solo digo que ya lo vi todo y estoy completamente traumado. La próxima vez, avisen. No quiero andar viendo “escenas románticas” inesperadas.

Con una última mirada de juicio, Algodón salió del cuarto, murmurando algo sobre necesitar terapia. Cuando la puerta se cerró, Green y yo nos miramos, tratando de contener la risa.

—Definitivamente necesitamos aprender a ser más cuidadosos —dijo Green, soltando una risa nerviosa.

Asentí, tratando de no reírme demasiado.

—Sí… y cerrar la puerta sería un buen primer paso.

[Continuará...♡]

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