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𝔗𝔴𝔬

Intensidad. Con eso había estado ensayando JiMin, con intensidad. Desde lo que dijo SeokJin, se levantaba a las cuatro de la mañana a estirar y a bailar frente al espejo de su apartamento. Después, a las diez de la mañana llegaba a la academia y practicaba junto con los demás chicos.

Normalmente se saltaba comidas, y si llegaba a comer algo de pura casualidad, era una fruta o agua. JiMin creía que no tenía tiempo para comer, tampoco es como si quisiera hacerlo; no había tiempo para nada más que no fuera desgastar las zapatillas blancas.

Su cuerpo estaba casi al límite, pero no podía parar de bailar hasta ser absolutamente perfecto. Tenía que ser la perfección en persona, y estaba esforzándose por transmitir eso en su baile.

Todos los días observaba a JungKook bailar su parte, y aún le seguía dando envidia la manera en la que se expresaba. Es que JungKook jamás iba a ser perfecto, habían miles de cosas por las cuales, para JiMin, no podía ser perfecto.

Para empezar, la manera en la que realizaba sus fouettés no era la correcta. Su pie no estaba en punta y no se enfocaba en su técnica, JungKook hacía lo que su corazón le decía que hiciera. La mayoría del tiempo bailaba con los ojos cerrados, dejándose llevar por las vibraciones que llegaban a sus oídos y controlaban su cuerpo.

Y justo por eso, Park le tenía envidia. Lo odiaba por ser perfecto a su manera. Y también opinaba que no había ser más hermoso que aquel azabache de brazos y muslos musculosos. Sus ojos eran grandes, eran expresivos, eran profundos; JiMin estaba completamente fascinado.

Y habían estado ensayando juntos todas las tardes en la sala de prácticas. Jamás cruzaron palabras, estaban demasiado ocupados con seguir la coreografía de la manera correcta y lograr la elevación de Park.

Para Jeon, era tedioso tener que parar cada cinco minutos porque SeokJin no estaba de acuerdo con los movimientos que hacía el de cabellos azules. Siempre repetía lo mismo: "Park, relájate. No tiene que ser perfecto".

¡Oh! Pero vaya que sí. Jeon sentía los músculos de JiMin completamente tensos, también lo sentía un poco débil cada que lo tomaba de la cintura para cargarlo o sostenía sus piernas.

¡Park JiMin no sentía nada! ¡Absolutamente nada! Era frustrante para el azabache el hecho de no poder percibir ni un sólo sentimiento en el baile contrario. Porque, además de distraerlo, le arruinaba el baile. Eran un equipo, y Park no hacía bien su trabajo.

HoSeok había obtenido un papel secundario bastante importante también, pero sus horarios de ensayo eran mucho más cortos que los de su mejor amigo. Y se juntaban en las tardes para volver a ensayar; Jung estaba muy preocupado por el estado de su amigo.

Estaban a cuatro días de presentar la obra navideña y JiMin no podía concebir el sueño. Jamás podía dormir, siempre repasaba cada paso, cada movimiento y expresión por más mínima que esta fuera, en su cabeza. Por consiguiente, se levantaba a mitad de la noche a volver a bailar.

El castaño jamás había conocido a alguien como JiMin; que se dedicara tanto a su trabajo o pasatiempo, que se arriesgara de esa manera, y sobre todo, que le tuviera tanta envidia a alguien que no era mejor que él.

Y justo el día en el que SeokJin iba a revisar el baile de JiMin, surgió algo y no pudo presentarse a los ensayos. El director tenía que estar al pendiente de cada detalle, desde la escenografía, hasta una zapatilla perdida. Todo tenía que ser perfecto.

Todos los ensayos se llevaban en silencio por parte de los dos protagonistas. El único que hablaba era la música, y dictaba los pasos que debían de hacer. Y, a pesar de que Park pedía que lo repitieran una y otra vez, esas eran las únicas palabras que intercambiaban. Jeon jamás hablaba, sólo obedecía.

Sin embargo, al llegar el día de noche buena, un día antes de presentar la obra, Park JiMin aún no lograba expresar ningún sentimiento. Tenía tanto miedo de que todo resultara un asco.

Al terminar el ensayo de la tarde, todos los bailarines tomaron sus cosas y uno a uno, fueron saliendo de la sala. Incluso HoSeok, quien se despidió de su mejor amigo y salió a encontrarse con su lindo novio de ojos gatunos.

JiMin se quedó en la sala ensayando su último número. Pronto, la sala se quedó vacía y Jeon, quien ya traía su maleta negra en un hombro, se quedó a observar al de pequeños ojos.

—Cierra los ojos. —habló el azabache cuando notó que la expresión de JiMin al realizar una serie de movimientos no era la correcta.

—¿Disculpa?

Logró distraer a Park, quién no hacía caso a nada ni a nadie cuando estaba bailando. Volteó a ver al azabache y relajó sus pies.

—Para que la expresión mejore, —se acercó al peliazul y acomodó cada parte de su cuerpo. La piel de JiMin se erizó al sentir las grandes manos de Jeon sobre su cintura y piernas —, ¿ves?

—Sí. Gracias.

La sala volvió a quedar en completo silencio. Pero aún así, el príncipe de hielo se sintió cohibido por la presencia del príncipe de la noche junto a él. La música sonaba, pero Park no lograba escucharla.

—¿Te quedarás aquí más tiempo?

—No. Sólo afino detalles. —contestó el mayor sin intenciones de alargar la plática. Jeon se encogió de hombros y fue a ponerse las zapatillas negras de nuevo.

Para JungKook, JiMin era el chico más dedicado, talentoso y hermoso que alguna vez vió. Admiraba su técnica, admiraba que cada movimiento lo hacía con precisión, y que nunca descansaba hasta lograr la perfección.

Era hora del grand jeté, pero para alguien en las condiciones de JiMin, no iba a ser fácil. Sus pies ya no aguantaban más, sus puntas estaban destrozadas, sus piernas se sentían cada vez más débiles, y los lados de su torso le dolían infiernos. Y era de esperarse que a la hora de caer, el tobillo del bailarín se torciera y éste cayera al suelo.

—¿Estás bien, JiMin? —preguntó Jeon, corriendo con elegancia y rapidez hacia su compañero. Unas lágrimas brotaron de los pequeños ojos del peliazul. JungKook jamás lo había visto llorar.

—Sí.

—¿Estás seguro? ¿No te dolió? —preguntó con una evidente preocupación. Tomó el tobillo del mayor entre sus manos y lo acarició con delicadeza.

—¡Dije que estoy bien, Jeon! —gritó —. No vas a volver a quitarme el papel protagónico, ¿entendiste? —lo miró a los ojos —. ¡Éste papel es mío! ¡Sólo mío! Y una caída no me va a detener; me has quitado todos los papeles posibles, pero este no.

JungKook podía notar la frustración en los ojos de Park, se veía de verdad abrumado; tenía lágrimas en ellos y el rostro rojo de coraje. Se sintió horrible por ser el causante de eso.

—No quiero quitarte ningún papel, JiMin. Jamás quise hacerlo, pero tampoco es mi culpa audicionar por los roles que más quiero y ganártelos. —contestó molesto el menor, pero no llegó a alzar la voz —. Estoy harto de que tú y Jung me odien. Yo no tengo intenciones que quitarte los papeles, pero es normal que quiera los protagónicos. Soy humano, igual que tú.

Los dos chicos terminaron viéndose a los ojos. La música aún seguía sonando y las manos del menor seguían en la pierna del otro.

—Sí, claro. Supongo que tampoco es mi culpa ser un asco para la danza. Y tú... eres perfecto. Audicionamos para los mismos papeles, pero tú siempre te los llevas. Soy un fracasado. —habló JiMin mientras limpiaba las cristalinas lágrimas de sus mejillas, no podía seguir llorando frente a su rival.

—No eres un fracasado, Park. ¿Es que no me ves? Mi técnica jamás será perfecta, y siempre omito o agrego pasos, y es algo que a ti jamás te va a pasar. Pero todo esto es porque tú así lo quisiste, tú desde el principio fijaste una rivalidad.

—¿Yo? —preguntó indignado el de blanco. El azabache asintió —. Mira, Jeon, mañana es la presentación, y no voy a desperdiciar tiempo valioso discutiendo con alguien que-

—¿Por qué no? Sabes que tengo razón, JiMin. Tú eres la perfección cuando te pones esas zapatillas blancas, pero estás tan inmerso en tu técnica y en lo qué hay en tu cabeza, que no escuchas. —habló el azabache antes de fruncir el ceño y soltar la pierna del mayor. JiMin lo veía con los ojos rojos por las lágrimas e intentaba levantarse.

—¿Y tú? —por fin fijó las plantas de sus pies sobre el suelo de madera y se puso de pie —. Haces lo que se te da la gana y jamás sigues los pasos que deberías, tu técnica y ejecución del baile dejan mucho que desear.

Está bien, los dos se estaban pasando, pero se lo merecían. Park necesitaba saber que para bailar bien, debía de escuchar la música y sentirla. Dejar que llegara directamente al corazón sin pasar por la mente.

Y JungKook necesitaba saber que el ballet era una disciplina; no podía hacer lo que se le diera la gana al momento de realizar sus bailes. Y que debía de concentrarse mucho más en sus pasos y movimientos.

—¡Bien! Entonces, supongo que no te ayudaré a poder sentir la música. No pareces requerir mi ayuda. —habló ardido el azabache, se había colocado las zapatillas negras únicamente para ayudar a su compañero, y al dueño de la mayoría de sus sueños, a escuchar la música y poder sentirla.

JiMin se pasó la mano por la frente y tomó la posición inicial del último baile, en el cual, bailaba con JungKook. Éste último lo miró y se acercó, tomó al mayor por la cintura y acercó su rostro al contrario.

—¿Qué haces, Jeon?

—Déjame ayudarte, Park. No te quejes de todo.

Dicho esto, comenzaron a bailar junto con la música. Sólo que ahora, las manos de JungKook viajaban a lugares a donde no deberían. Acariciaban la cintura del mayor y lograban ponerlo nervioso.

Sus cuerpos estaban completamente unidos, no había ni un sólo centímetro de lejanía entre ellos, porque así era el baile.

Pero el plan de JungKook era lograr que el chico que le gustaba sintiera algo más por la música y el baile. Quería explotar por completo su sentido del tacto; por lo mismo, acariciaba cada parte del cuerpo del más delgado.

JiMin, por su parte, sentía como las expertas manos de JungKook acariciaban sus piernas y sus brazos con delicadeza. Parecía que por fin comenzaba a escuchar la música, ya que dejó de pensar en los movimientos y sólo los hizo.

Estaba mucho más concentrado en el cuerpo más grande que estaba detrás de él, el cual lo conducía por toda la sala y lo hacía bailar junto con la canción.

—Jeon... —habló, y fue que se dió cuenta de que mantenía los ojos cerrados, y los abrió para saltar y ser alzado por el contrario.

—¿Ahora la escuchas? —preguntó con la voz baja, JiMin asintió con la cabeza y se miró en el espejo. Su cuerpo realizaba la coreografía aprendida sin esfuerzo alguno. JungKook estaba detrás de él, mientras apoyaba sus movimientos; el color blanco y el negro contrastaban perfectamente.

Logró escuchar el ballet, logró sentirse conmovido por él y sintió la desesperación del personaje al que estaba interpretando. Sus movimientos aumentaron de intensidad y su corazón latía fuerte.

Le dolía demasiado sumergirse en aquel miserable personaje, el cual, lo único que quería era amor. Quería un poco de atención, quería que alguien lo notara. Y pudo sentir la seguridad que le brindaba en azabache que está detrás de él al bailar.

El agarre en sus manos era firme, y después de haber externado sus sentimientos, bailar ya no era tan incómodo.

Eran muy diferentes uno del otro, uno era seguridad, el otro inseguridad; uno era pasión, el otro era técnica; uno era el color blanco y el otro el negro; pero los dos eran perfectos.

JiMin logró sentir las vibraciones tristes y desesperadas del ballet dentro de él, y soltó algunas lágrimas al dejarse conmover por este. Podía sentirse transportado a otra dimensión, en el que él era, en efecto, el príncipe de hielo, helado como nadie, pero en busca de atención y alguien que derritiera su frío corazón. Y sentía que JungKook era, también, el príncipe de la noche, el cual se rodeaba de personas desinteresadas en él para no sentirse sólo.

Y para el menor, sin duda era mejor ensayar con el precioso chico que vestía de blanco, a ir a cenar con su irritante hermano mayor. Preferían quedarse en esa sala de prácticas, controlando los movimientos del otro y sintiendo sus cuerpos uniéndose.

JiMin podía sentir las manos contrarias recorrer su cintura con lujuria; el ambiente se calentó considerablemente, y el sudor en la frente del menor era precioso para Park. No se pudo resistir a enredar sus dedos en el sedoso cabello negro del contrario y mirarlo a los ojos.

Ambos sintieron poder ver el universo entero y cada nota de la canción escrita en él con estrellas. Sus miradas eran intensas, casi quemaban.

Las puntas del mayor ya no aguantaban más, se sentía desangrar; pero al tener los brazos de JungKook alrededor de él, se sintió mucho más seguro y con más fuerzas.

—Te admiro, JiMin. Aún con los pies ensangrentados, tú sigues bailando. —dijo cuando notó que las zapatillas blancas adoptaban un color rojo oxidado.

—No digas nada, bailaré hasta el fin del mundo si tengo qué, pero mañana, ese papel es mío. —aseguró el mayor mientras aguantaba el dolor de sus pies. Por suerte, JungKook lo tenía alzado en el aire.

—Nunca dije que no lo fuera. Y es tuyo, sólo tú lo podrías hacer, eres perfecto. —dicho esto, ambos chicos se separaron y comenzaron con los veinticinco fouettés que tenían que hacer al mismo tiempo.

El tacto fue anhelado de nuevo, y Jeon veía con admiración y preocupación la manera en la que las zapatillas del mayor se pintaban por completo de un color rojo. Sentía impotencia, quería hacer algo, pero sabía que JiMin jamás lo dejaría. Por eso se quedó callado.

El número estaba por terminar, y lo único que faltaba, era que el príncipe de la noche volviera a alzar al otro príncipe en el aire y el de hielo simulara tocar las estrellas.

Y así fue, el chico vestido de negro cargó al de blanco y lo alzó en el aire. No dió ni un paso de menos ni uno de más, y JiMin estaba perdido en la música. A final de cuentas y con las zapatillas llenas de sangre, eran una buena pareja, y la presentación del día siguiente iba a ser excepcional.

La obra estaba a minutos de empezar; era un hermoso y nevado día de navidad. La gente ya estaba ocupando sus asientos en ese gran y prestigioso teatro.

SeokJin estaba estresado a más no poder. Jamás en su vida había sentido tanto estrés, y es que tuvo que ayudar a dos bailarines a encontrar sus respectivas zapatillas; tuvo que verificar que todos los bailarines estuvieran presentes y vestidos; y la escenografía también fue revisada en su totalidad por este rubio. Pensaba que contratar una mano derecha no estaría nada mal.

Por otro lado, dos chicos se encontraban metidos en el camerino principal. Park JiMin y Jeon JungKook estaban curando las heridas de los pies del mayor. A pesar de que le dolía infiernos, él aguantó el dolor como un ganador.

Y JungKook se sentía mal de estar curando las heridas contrarias con alcohol y después colocando vendas en ellas. Le dolía el simple hecho de ver los pies y la carne viva. ¿En dónde estaba Jung HoSeok cuando lo necesitaba?

Y bueno, el azabache ignoraba por completo el hecho de que JiMin no había ingerido nada en las últimas cuarenta y ocho horas. Pero no había tiempo para comer; después de haber realizado su acto, podría comer y dormir todo lo que no pudo en esa semana.

Todos los bailarines corrieron hacia el escenario, y con la escenografía de un bosque encantado con nieve a sus espaldas, comenzaron a bailar.

Y ahí estaba Jung HoSeok, bailando con gracia y precisión; cada movimiento era correcto. Quería impresionar al director para que éste le diera un papel protagónico la próxima vez.

Así avanzó toda la obra, cada acto era realizado por los bailarines, y el público estaba maravillado con la pasión de muchos de ellos. La historia se estaba desarrollando de manera correcta.

Las luces se posaron sobre JiMin cuando realizó su primer acto. Pudo sentir los reflectores sobre él, y lució sus movimientos y su traje color blanco. Las miradas de los espectadores no se podían despegar de Park, su baile era hipnótico.

Después vino el acto en solitario de Jeon, y el peliazul lo observaba desde detrás del escenario y se conmovía con la increíble pasión e intensidad con la que JungKook bailaba. Dios, le transmitía tantas cosas...

JiMin comenzaba a sentirse débil, la obra estaba por llegar al acto final, en donde debía lucirse como nadie. Pero sus pies le dolían, su estómago gruñía con desesperación, y sus ojos se nublaban a ratos.

Estaba tan cerca de cumplir su meta, y ahora no iba a parar. Debía alcanzar la perfección a cómo diera lugar.

Así que, cuando escuchó los violines tocar la última canción, se olvidó de todo su al rededor. Se sumergió en su personaje y dejó que la melodía invadiera sus sentidos.

Se encontró con el príncipe de la noche a la mitad del escenario; JungKook iba vestido con un traje negro muy hermoso. Se saludaron y, con una sola mirada, JiMin invitó a su compañero a tomarlo de la cintura.

Una vez que el menor puso su gran mano en la estrecha cintura de Park, comenzaron a realizar su preciosa coreografía. En la que el principal era JiMin, pero JungKook debía de estar ahí para completar el baile.

Los movimientos eran tan delicados, las expresiones estaba llenas de sentimientos por parte de JiMin, y era lo mejor de toda la presentación. Ya que, sí, cada paso tenía un propósito, pero las expresiones fáciles hacían que la gente sintiera la frustración del personaje, y el gran agradecimiento que éste tenía para con el príncipe de la noche.

Dios, unas lágrimas fueron derramadas sobre el escenario, y el público se mantenía atento a cada sencillo movimiento de ambos chicos.

La pasión con la que bailaban ambos era demasiado excitante. Eran dos bailarines estrella dándole vida a una historia ficticia y desgarradora.

JiMin flotaba en el escenario; a pesar de que la fuerza en sus piernas y en todo su cuerpo era tremenda, tenía la capacidad de hacer creer al espectador que lo hacía sin esfuerzos.

Park por fin pudo perderse en la música, se sumergió por completo en ella, su cuerpo era controlado por los violines y pianos que sonaban por todo el teatro. Se volvió la música, y JungKook estaba sumamente agradecido por ello.

Ambos se dejaron llevar por la música y se llevaron a todos, absolutamente a cada alma, con ellos.

Su corazón latía fuerte, sus pies comenzaron a desangrarse de nuevo, pero nada de eso importó. Estaba siendo perfecto, estaba cumpliendo sus propias expectativas y exigencias, por fin.

JungKook se alarmó cuando observó que, al levantar el pequeño cuerpo en el aire, una gota de sangre cayó al suelo. No podía creer que estuviera sangrando de nuevo.

Quiso parar el baile, pero Park jamás se lo iba a permitir. Tenía que hacerlo antes de comenzar con los fouettés, era de extremo peligro que JiMin bailara con esas zapatillas. Podía resbalarse y fracturarse algo.

Pero la música y el peliazul de ojos grises parecían ir mucho más rápido que él. La hora de los fouettés llegó y JiMin los hacía tan perfecto. Estaba siendo la perfección en persona, incluso desangrándose y al borde del desmayo.

Su cuerpo se movía tan delicadamente, sintió que estaba por tocar las estrellas, y que la música era la única que lo acompañaba. Se sintió completamente libre, un príncipe que estaba dando lo mejor de sí. Y que estaba enamorado, pero no del príncipe de la noche per sé, pero por fin estaba enamorado de él mismo.

El resto no era importante. Él bailaba al compás del ballet, él era el ballet.

Todos, absolutamente todos los bailarines que estaban observando el último acto, se dieron cuenta de que el color de las zapatillas de JiMin ya no era el mismo. Ahora era de un color rojo intenso, SeokJin temía por el bienestar del bailarín.

Y estaban a punto de terminar, solamente faltaba el último salto junto con el grand jeté.

Y Park lo realizó, pero sintió que caminaba sobre clavos y vidrios rotos, no pudiendo evadir ninguno. Y cuando llegó a los brazos de JungKook, pudo tocar las estrellas, se sintió completamente perfecto.

Y mientras era sostenido en el aire, se inclinó hacia Jeon y unió sus labios con los de él. Todo el mundo estaba sorprendido, no podían creer lo que veían; sobre todo HoSeok, quien hasta hace unos segundos, pensaba que esos dos se odiaban a muerte.

Pero JungKook correspondió el dulce beso, movió sus labios al ritmo que le imponía el bailarín principal y pudo por fin saborear los regordetes labios del chico al que más admiraba.

—La sentí, JungKook. —dijo una vez que se separó del azabache, quien lo bajó con cuidado al suelo.

—¿Qué sentiste? —le preguntó, sé intrigó por aquellos ojos grises que se veían mucho más perdidos que nada. Eran los ojos más hermosos que alguna vez vió.

La perfección.

Dicho esto, JiMin se desmayó sobre el escenario y fue sostenido únicamente por los brazos de JungKook.

La gente del público se puso de pie y comenzaron a llenar el teatro con aplausos de admiración y agradecimiento. Muchas personas derramaron lágrimas al ser transportados a la vida de aquel príncipe solitario en busca de atención; era una historia tan desgarradora como la verdadera de JiMin.

La sangre no dejaba de gotear de las zapatillas. Las cortinas se cerraron y todos corrieron hacia el chico peliazul.

No importaba nada, incluso si moría por la pérdida de sangre, o por la falta de alimento o sueño, no importaba.

Porque Park JiMin, junto a Jeon JungKook, habían alcanzado la perfección; juntos.

Fin.

©𝚄𝙽𝙶𝙺𝙿𝙾𝙿𝙻𝙾𝚅𝙴

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Sι тe ɢυѕтó, ɴo olvιdeѕ voтαr, coмeɴтαr y coмpαrтιr. Dαтe υɴα vυelтα por мι perғιl.

Brιɴdeмoѕ porqυe el KooĸMιɴ ѕeα reαl.

Noѕ leeмoѕ.

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