☆꧁༒Diecisiete༒꧂☆
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☆꧁Presente꧂☆
Toneri observó el oscuro amanecer desde la ventana de su habitación, sintiendo lo inquieto que estaba su lobo. Su cuerpo se sentía caliente, como si hubiera hecho demasiado ejercicio y podía sentir el sudor escurriendo por su espalda desnuda. Había sido una noche difícil, su lobo se había mantenido revuelto y ansioso.
Y él sabía la razón.
Ver una vez más a Hinata había sido una sorpresa. Una inesperada y totalmente bienvenida. Hacia mucho que no sentía lo que sintió cuando escuchó su voz y olió su esencia. Cerró los ojos, tomando una profunda inhalación por la nariz. Casi podía sentirla, haciendo que los poros de sus brazos se abrieran receptivos y su sangre se calentará. Siempre había contado con un gran autocontrol, por eso no fue muy difícil evitar tener una erección por ella. Pero ahora, bajó la mirada viendo a su miembro erecto y totalmente ansioso por sentirla. El recuerdo de su sabor, el único beso que habían compartido, y las suaves curvas de su cuerpo lo habían atormentado durante todos los años que ella había estado lejos.
Una sonrisa lenta creció en sus labios mientras levantaba la mirada, viendo cómo el sol comenzaba a pintar el oscuro cielo con sus tintes anaranjados y rosados.
Él no creía en las casualidades.
Obviamente, era una señal que Hinata volviera justamente cuando él fuera nombrado Alfa de la manada. Ya no tendría la indignada mirada de su madre sobre él, ni las pretensiones de su padre. Y si lograba su cometido, tal vez también se sacaría de encima a Shion.
Su sonrisa se borró al pensar en ella. Tenía sentimientos encontrados por la hembra, ya que gracias a ella había podido sobrevivir todos esos años, sin la compañera que había querido su lobo. Pero, también gracias a ella la había perdido en primer lugar. El resentimiento que sentía su lobo por ella era tan fuerte que simplemente, con los años, ambos lobos se odiaban.
"La loba de Shion tenía la inteligencia que le faltaba a la mujer" pensó con algo de pesar.
Frunció el ceño, siempre había tenido curiosidad de saber lo que había terminando pasando en el bosque esa noche. Ko y los demás sólo habían dicho que se habían burlado de ella un poco hasta que un centinela se había acercado. Para cuando él había estado levantando al otro día, Hinata se había ido de la manada. Cómo un joven, disgustado, había corrido a preguntarle a su padre dónde estaba. Él sólo había dicho que el consejo le había dado permiso de irse a una manada amiga de Kakashi, el centinela que había pedido hacerse cargo de ella. Y, aunque había intentado, no pudo saber lo que había pasado con ellos en esos trece años que estuvieron lejos.
Toneri suspiró, diciendo que eso ya no importaba. Hinata estaba allí, siendo una simple sirvienta y era perfecto para él.
Una sonrisa soncarrona creció en sus labios lentamente, con sólo pensar en que finalmente su lobo tendría a su compañera...
Shikamaru observó a su Alfa y alzó una ceja al ver que agitaba los brazos y la cabeza.
—¿Qué sucede?— le preguntó con curiosidad.
Naruto frunció el ceño, sintiéndose inquieto en el fondo de su estómago. Su lobo gruñó, molesto.
— Tuve un escalofrío —, murmuró sintiendo que la inquietud sólo crecía.
Miró por la ventana de la habitación de la casa de los Uchiha, sabiendo que pronto volvería a ver a su compañera. Pero, algo no le cuadraba y miró sin ocultar eso en su rostro a su Beta.
— Llama a casa—, le ordenó.
Shikamaru alzó una ceja, pero sacó el celular de su pantalón de vestir y marcó. Naruto golpeó levemente su dedo contra la madera de la mesa donde estaba su desayuno. A él no le gustaba mucho la tecnología, y tenía su propio teléfono, pero no lo usaba realmente. Evitaba mandar mensajes y hacer llamadas con el aparato, y supuso que era algo de su infancia. Sus padres lo habían criado en el bosque, corriendo y siendo algo salvaje. No le gustaba como los jóvenes estaban perdiendo costumbres por culpa de la tecnología de los humanos. Pero, sabía que no podía vivir en el pasado, por lo que intentaba no discutir mucho con los padres de los cachorros.
Volvió a ver a su Beta cuando, este, cortó el teléfono con el ceño fruncido.
— Nadie contesta —, le respondió a su mirada interrogante.
Naruto arrugó más su rostro, apretando la mano sobre la mesa en un puño. No estaba del mejor humor, ya que se había llegado a un acuerdo con los demás alfas, pero no había sido el que quería Naruto. Miró fijamente a la taza humeante frente a él, diciéndose que tal vez Hinata estaba durmiendo. Pero, el agujero en su estómago se hizo más pesado y gruñó, mirando luego hacia Shikamaru.
— Llama a Konohamaru.
Konohamaru estaba haciendo sus lagartijas en la pequeña habitación que le habían asignado cuando su teléfono comenzó a vibrar en el suelo, cerca de él. Se detuvo, teniendo los brazos extendidos y miró hacia la pantalla del aparato y sintió como el escalofrío volvía a bajar por su columna, haciendo que casi sus brazos se doblaran y cayera de cara al suelo. Se recuperó y se lanzó al teléfono, atendiendo rápidamente.
Se aclaró la garganta justo cuando escuchaba que el aparato era pasado de mano en mano.
— Konohamaru..
Él tragó saliva cuando escuchó la voz profunda de su Alfa, su corazón agitándose y nada tenía que ver con el ejercicio que había estado haciendo.
— Alfa—, saludó.
—¿Cómo está todo? ¿Algo que quieras decirme?— gruñó Naruto.
Konohamaru se sintió culpable de manera inmediata. Prácticamente podía ver el ceño fruncido de Naruto, mirándolo con sus aterradores ojos rojos, sediento de sangre. El sudor reventó en su piel y volvió a tragar saliva.
— No pude detenerla, Alfa—, se escudo rápidamente, aunque sabía que no podría zafar del castigo si su Alfa se enojaba.
Konohamaru escuchó el gruñido del otro lado, cerró los ojos con una mueca cuando prácticamente sintió que la tensión crecía cuando el silencio se alargó del otro lado de la línea.
—¿Dónde está Hinata?— murmuró bajo y peligroso Naruto.
— Ella insistió que debía hacerlo y, ella dijo que usted ordenó que siguiera sus órdenes siempre. Yo..
— Silencio —, gruñó Naruto, Konohamaru se puso firme sin una razón aparente, ya que su Alfa no estaba frente a él, pero fue un reflejo normal por su tono—. ¿Dónde?— preguntó, la simple palabra transmitiendo tal fuerza que él respondió rápidamente.
— En su antigua manada.
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