☆꧁༒Veintitrés༒꧂☆
☆꧁༒☬ℙⒺяг@☬༒꧂☆
☆꧁Pasado꧂☆
Naruto sabía que algo había cambiado.
No era idiota. Se consideraba bastante inteligente, la astucia lo había ayudado a sobrevivir a muchas peleas, y saber leer a la gente también. No era bueno con la paciencia, no le gustaba esperar, pero sólo una persona hacia que el tuviera la paciencia de un sabio. Y esa era su compañera. Era su única debilidad, él podría hacer cualquier cosa por ella.
Por eso, aunque fue muy difícil, él se mantuvo alejado de ella los primeros años después de que Hinata llegara a la manada de Remolino.
Bien, no se daba cuenta la manera en la que la seguía, la buscaba siempre que la sentía cerca. Pero, eso no era algo que hacía a consciencia, más bien era algo instintivo. La conocía, más por observarla que por hablar con ella. En un principio, le parecía una hembra extraña. Si, su lobo la había reconocido como suya a penas la olió y la vió. Pero, su lado racional se resistió un poco.
Hinata era callada, siempre con un lado sumiso que creía que su compañera no tendría. Por eso, en un principio, se resistió. Intentó provocarla, buscar su lado salvaje y fue bastante satisfactorio ver cómo poco a poco su verdadero carácter floreció como una flor en primavera.
Hinata, realmente, tenía un carácter fuerte, uno que con una mala mirada de sus hermosos ojos grises, podía, o bien dejarte seco, o alimentar tus ganas de morderla.
¿El hecho que no pudiera cambiar?
Verdaderamente, a Naruto le pareció superfluo.
¿Su físico?
A él le encantaba. Ver sus anchas caderas moverse mientras caminaba, sus muslos desnudos cuando hacía calor, el inicio de sus grandes pechos...
Naruto no había sido un muchacho que pensara mucho en el sexo durante su adolescencia. No creía que fuera raro, aunque todo el mundo veía a los hombres lobos como criaturas salvajes; que sólo pensaban en comida, pelear y sexo, no era verdaderamente así. Aunque, él conocía a muchos machos así, él había tenido una crianza francamente estricta.
Por eso, fue una sorpresa que su libido sólo creciera mientras veía a Hinata, y más la conocía.
Los veranos eran una tortura para él. Ver su piel desnuda, sus piernas regordetas, sus brazos, sus pechos agitarse cada vez que andaba de aquí para allá. El hecho que ella sudara más, era otra tortura. Una vez, se había llevado la funda de un almohadón del sofá de la casa de sus padres. Su cara se calentaba cada vez que recordaba como se había masturbado varias veces con su nariz metida en la suave tela.
Nunca había creído que fuera celoso, o alguien más bien bruto. Creyó, que cuando finalmente conociera a su compañera, sería más romántico y suave con ella. Resultó que era un bruto a toda letra.
Más de una vez se dejó guiar por su lobo cuando notaba que otro macho la miraba. Y no tenía ningún remordimiento después de destrozarlos y marcar a Hinata como de él. Puede que ella nunca se hubiera enterado, ya que hacia jurar a los machos que nunca hablarían del tema, si no querían tener otra lección sobre lealtad.
Puede que también se aprovechará de su poder en la manada y como al ser jefe de los centinelas, e hijo del Alfa, le daban ciertos privilegios. Tiró de cada cuerda que pudo para tener siempre a los machos lejos de Hinata, no importaba que fueran: órdenes, amenazas o golpes.
Naruto siempre haría cualquier cosa por y para su compañera, pero su lado posesivo se alzó y se mantuvo arriba desde que la conoció. Aprovechó el respeto que tenía sobre ellos, y mantuvo a cualquiera lejos de Hinata. No tenía remordimientos sobre eso tampoco.
En pocos meses él ya estaba desesperado. Necesitaba reclamarla, su lobo se estaba volviendo loco y, en consecuencia, a él también. Fue una tortura esperar los años a que ella fuera mayor en su cultura para reclamarla. Tal vez, si Hinata hubiera tenido su lado primitivo más activo, podría haberla reclamado hacia mucho. Pero, él se mantuvo tranquilo, aprendiendo a tener un control que jamás había creído que podría tener.
Se concentró en entrenar, en ser más fuerte, sabiendo que tendría que ser poderoso para poder proteger a una compañera tan delicada como Hinata. Ella no tenía una loba, entonces era su responsabilidad protegerla.
Cada vez que su lobo lo empezaba a volver loco, entrenaba varios días, como hombre y como lobo. Kaguya fue testigo de todas las noches que Naruto vago por el bosque, haciendo sus instintos más fuertes y sus músculos más poderosos.
La primera vez que tocó a Hinata, en la noche de fiesta de apareamiento, fue una tortura tan placentera que no hubo vuelta atrás. Ya no podía seguir esperando, y no podía expresar con palabras lo frustrado que se sentía cuando ella no llegaba a creerle.
Puede que su reacción haya sido exagerada, pero necesitaba que Hinata se diera cuenta que iba con toda la potencia con ella. La única solución a la que llegó, fue proclamar a toda la manada que era su compañera.
No había vuelta atrás.
Ella tendría que decidir.
Y gracias a Kaguya, había decidido ser su compañera. Fue una felicidad para su lado primitivo, pero su lado racional estaba enojado. Tendría a Hinata todos los días, dejando tranquilo a su lobo al fin, pero su lado racional quería su amor. Por eso, una nueva tortura empezó.
Podía tocarla todas las noches, verla correrse entre sus brazos, besarla y atender cualquier necesidad que surgiera. Pero, notaba los muros que no lo dejaban entrar a su corazón. También, le dolía profundamente cada vez que ella lanzaba una indirecta sobre él imponiéndose.
Si, maldita sea, él lo había hecho, porque se sentía desesperado. Había estirado demasiado su paciencia, sentía que se estaba volviendo algo demente. Hasta el mismo Shikamaru lo notaba, cada vez más gruñón, siendo que él había sido más bien relajado antes. Le dolía saber que había actuado como un bruto, pero tenía la esperanza de que Hinata se terminará enamorando de él.
Ver esa marca en su bajo vientre, la noche anterior, había hecho que quisiera matar. Había estado de un humor oscuro todo el día, sólo recordando la marca de la luna menguante en su piel blanca y tersa. Naruto sabía perfectamente qué significaba esa marca.
En tiempos antiguos, antes de las guerras, se marcaba a las lobas sin compañeros, las lobas que se usaban como putas de las manadas. Esa costumbre se había acabado, ni siquiera la manada Remolino, que vivía casi con las costumbres de antes de las guerras, ya no la practicaban.
Especialmente, porque las guerras empezaron cuando una manada había marcado a una mujer, tratándola de ese modo, y resultó que si tenía un compañero. El compañero de Hatē era el Alfa de otra manada, que buscó venganza. Las masacres empezaron por esa costumbre barbaría, y Naruto lo entendía más que nadie en ese momento.
Quería juntar a sus centinelas y correr hacia la manada de los Otsusuki. Matar a cada uno de los miembros, dejar un páramo desierto adónde antes había habido una manada. Pero, se mantuvo callado y apartado de todo, dándole tiempo también a Hinata a pensar.
Volvió tarde esa noche, no porque no quisiera verla, sino que quería que ella pensará sobre al fin abrirse con él. Esta vez, no iba a imponerse. Le daría el tiempo que necesitará. Fue una sorpresa encontrarla en la sala cuando entro esa noche.
— Hola—, le saludo cuando Naruto entro a la casa.
Él observó su rostro, ella había estado llorando, lo notaba por sus ojos aún hinchados. Sus puños se apretaron, odiaba sentirse impotente, pero no podía hacer nada si ella no se lo pedía.
— Hola—, la saludo—. ¿Ya has comido?— le pregunto al sentir un leve olor a la cena en la casa.
Hinata agitó la cabeza levemente, dió una mirada hacia la cocina y volvió a verlo.
—¿Quieres comer?
Naruto agitó la cabeza en negación, sentándose en el sofá y mirándola fijamente. La verdad, no había podido probar bocado en todo el día, tan enojado como estaba.
Hinata bajó la mirada, observando sus suaves manos en su regazo. Ella no parecía tensa, Naruto podía reconocer cuando ella lo estaba. Sintió como su corazón se partió un poco, su lobo gimió también al notar que ella parecía derrotada.
— No me enojaré— murmuró ella, acomodando un mechón de su pelo oscuro tras su oreja, mirando aún hacia abajo.
—¿Qué?— preguntó Naruto, con el ceño fruncido en confusión.
Hinata se encogió un hombro con delicadeza, su holgada remera se movió un poco mostrando la piel blanca de su hombro.
— Que, no me enojaré si decides disolver la unión.
Ahora el ceño de Naruto se volvió furioso. Sabía que no debía desquitarse con Hinata, pero no pudo evitar gruñir furioso.
— Y según tú..—, gruñó apretando las uñas en el borde del sofá, al costado de sus piernas abiertas—. ¿Eso es lo que quiero hacer?
Hinata le dió una mirada por abajo de sus largas pestañas negras y volvió a encogerse de hombros. Naruto desvío la mirada, sintiendo que el enojo se volvía dolor. Aún no podía creer que ella no pudiera confiar en él.
— Así que crees que por una estúpida marca, ¿te dejaré?—. Él se levantó de un tirón, no podía quedarse quieto, podía sentir a su lobo queriendo salir a buscar a los Otsusuki. Caminó hacia la puerta, pero se volvió y miró fijamente a Hinata —. ¿Eso es lo que crees?
— Yo..
—¡Hinata!— gruñó furioso.
Hinata se tensó y levantó la cabeza para verlo con el ceño fruncido.
— No me hables de ese modo— le gruñó a su vez.
Él mostró sus caninos más largos, gruñendo.
— Me estás insultando, pequeña—, él vió su expresión sorprendida, cosa que le hizo apretar los dientes—. Y eso me pone furioso.
—¿Te estoy insultando?— preguntó ella, casi poniendo los ojos en blanco—. Claro, a mí me hacen una marca de puta y te sientes insultando porque te estoy liberando de tener una compañera como yo...
—¡Kaguya! — la cortó— ¡Deja de decir estupideces!
Naruto volvió a dejarse caer al lado de Hinata, en el sofá, y tomó sus codos, con ganas de agitarla. Hinata se mostró casi anonada por su explosión, él jamás le había gritado. Pero, ella se recuperó y le mostró los dientes, gruñendo.
—¿Estupideces? ¿¡Estupideces, dices!? ¿Crees que es estúpido?
— Creo que llegaste a una solución estúpida. ¡Eres mi compañera!
Hinata agitó los brazos, haciendo que él la soltará para no lastimarla. Ella se levantó y lo observó desde su postura más alta.
—¿Quieres una compañera que tenga está marca?— gruñó, levantando su remera y bajando un poco su pantalón holgado, mostrando la marca de la luna menguante justo frente a su cara.
Naruto miró fijamente la marca, pero no sintió ninguna repulsión, más que las ganas de matar al que le había hecho eso a su cuerpo. Él tomó aire y lo soltó, tirando hacia abajo a su lobo que gruñía furioso.
Él se movió rápido, tomando las caderas de Hinata con firmeza y apretó su nariz contra su carne caliente. Hinata jadeó sobre él, pero Naruto no prestó atención. Besó tiernamente su bajo vientre, amando sentir como su cuerpo se estremecía. Aunque ella había estado enojada, mientras él dejaba varios besos sobre la cicatriz, sintió como cambiaba. El característico olor de su exitacion flotó a su nariz y él sonrió por eso.
— Oh, pequeña —, murmuró justo antes de pasar la lengua por el lugar—. Eres mucho más que una marca para mí. Mucho más que una loba que no puede cambiar...
Las manos de Naruto masajearon su cintura, sonriendo más al sentir como ella se estremecía. Sentir su piel suave en sus manos con callos era un bálsamo, y siguió acariciando mientras ella estaba cada vez más agitada. Metió los dedos por abajo de su sujetador y subió la molesta tela, sonriendo cuando pudo sentir sus pechos en sus palmas. Hinata atrapó sus manos por arriba de la tela, pero no intentó detenerlo.
— Eres mi hembra—, gruñó mientras apretaba los pezones con los dedos. Había aprendido que eso encendía rápidamente a Hinata. El gemido que soltó hizo que su polla se agitara en sus pantalones —. Mi compañera y no me importa nada más.
Él la movió para que se acostara en el sofá, notando que sus piernas estaban inestables, mientras seguía jugando con sus pesados pechos. Naruto siguió besando su estómago, subiendo lentamente hasta que su remera lo detuvo. Levantó la cabeza, mirando fijamente el rostro sonrojado de Hinata. Ella jadeaba, con los ojos grises brillantes de calor y él no pudo evitar sonreír.
—¿Lo entiendes?— le preguntó.
Como no obtuvo respuesta apretó sus pezones, logrando que ella gimiera tirando hacia atrás la cabeza. Naruto aprovechó el movimiento y fue hacia su cuello, besando ese pequeño lugar que le ponía un poco salvaje.
— Nada que hagas, nada que haga otro, me hará cambiar de opinión—, gruñó mientras mordía levemente su mandíbula.
Besó por su mejilla hasta que llegó a su oído.
— Naruto..—, gimió Hinata suavemente cuando él retorció los pezones con sus dedos.
— Eres mía —, gruñó en su oído.
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