☆꧁༒Doce༒꧂☆
☆꧁༒☬ℙⒺяг@☬༒꧂☆
☆꧁Presente꧂☆
Shion no soportaba su pestilente olor. Quería degollarla, cortarla en pedacitos, pero debía mantener las apariencias y ser amable, por el bien de Toneri y la manada.
— Es por aquí —, dijo mientras la guiaba por el largo pasillo de la casa del Alfa.
Podía sentirla a su espalda, sus pasos y su simple respiración le hacía querer apretar los dientes. Su loba gruñía en su interior. Jamás le había caído bien Hinata...
Había algo en ella que no era normal. Desde que era pequeña, cuando la vio en la escuela con la cabeza baja y siendo sumisa. Obviamente, los pequeños machos estaban fascinados con ella y se sintió desplazada. Necesitó mostrarle a los demás la poca cosa que era esa niña que no podía cambiar y jugar con ellos.
Y, aunque le había vuelto su vida imposible, odio nunca ver que ella se quebrara. Jamás lloró al frente de alguien, ni cuando fue su última noche en la manada.
Se detuvo en la puerta que Toneri le había pedido que prepare para el alfa de Remolino y abrió la puerta.
Finalmente, la miró.
Desde su estatura, ella seguía siendo poca cosa. Su cabello oscuro bajaba sin forma por su cuerpo, su piel blanca y con algunas marcas de cicatrices. No le parecía raro que nadie la hubiera reclamado.
Hinata iba a pasar, pero Shion puso su brazo, deteneindola. La hembra había estado concentrada mirando la habitación, pero finalmente giró su cabeza y la miró directamente. Su loba gruñó más fuerte al ver sus ojos, sus malditos ojos siempre le hicieron querer arrancarselos. Eran grandes y grises, como dos lunas llenas y era lo que más le gustaba a los machos.
Shion hizo todo el teatro de verla desde pies a cabeza, notando su ropa vieja y algo descolorida, pero aún así notó que era de buena calidad. Sus pies estaban calzados con zapatillas simples y algo enlodadas por la fina lluvia se afuera.
— Sácate los zapatos —, gruñó con hastío.
Hinata alzó una ceja, pero asintió.
Shion apretó los dientes mientras la vió obedecer sin más.
Era algo que también le hacía querer sacudirla. ¿No tenía voz? ¿Siempre hacia lo que le decían? «Maldita estúpida », pensó.
Después que se los sacará, la dió una mirada con la ceja alzada. Silenciosamente le preguntó si estaba satisfecha... Y no lo estaba, quería cortar su garganta.
¿Por qué había vuelto? ¿De verdad había terminado en la manada de Remolino? ¿Y cómo?
Pero, Shion sabía que debía hacer las cosas de una manera no directa. Sacó el brazo, casi a regañadientes, dejando que la hembra entrará.
Detuvo a Fukā en la puerta, y ambas la miraron concentrarse en las ventanas. Shion no sabía que mierda buscaba, pero era una buena manera de hablar con su amiga sin que la idiota escuchará.
—¿Qué haremos?— preguntó Fukā, su voz ni siquiera llegaba a un susurro.
— Por ahora nada—, contestó Shion, de la misma manera y apretando los dientes.
— No debemos dejar que olvide su lugar..—, gruñó suavemente Fukā.
Shion clavó su codo en el brazo de su amiga, llamando la atención ya que tenía la mirada fija en la espalda de Hinata. Ella parecía no enterarse de lo que hablaban, de todos modos Hinata no tenía ninguno de sus sentidos. Y eso era otro alfiler que le clavaba, ya que Toneri había actuado de una manera tan diferente con Hinata en la habitación de esta.
Estuvo a un paso de entrar y arrancar su cabeza cuando Toneri había dicho que no eran pareja. Eso Shion lo sabía, pero el hecho que el macho la descartara tan fácilmente, más al frente de esa simple sirvienta, fue un golpe que la dejó sin aliento. Y él terminó rematando cuando la invitó a una cena y le pidió que le dijera Toneri... Él no daba ese privilegio a nadie, ni siquiera a su Beta.
Y pensar en eso hizo que el rostro de Shion se arrugara con disgusto.
¿Toneri quería volver a perseguirla?
La rubia miró a Hinata mientras se movía por la habitación, abriendo puertas y armarios.
¿Qué le veía?
Shion no podía entenderlo, la mujer era un desastre, más parecida a una humana que a una loba. Las mujeres lobo eran atléticas, fuertes y, generalmente, dominantes. Después de todo, una mujer fuerte criaba Alfas y con los problemas que habían pasado las manadas generaciones atrás, sólo los fuertes sobrevivían. Los sumisos eran muertos fácilmente en las guerras, por lo que las hembras fuertes sobrevivieron y pasaron sus genes a las próximas generaciones.
A Hinata la consideraron un defecto, en todo. Ya que no sólo era sumisa, no podía cambiar. Si ella hubiera nacido en esos tiempos, la habrían matado los propios padres a la edad de cinco años, que era cuando los pequeños comenzaban a mostrar cómo serían sus lobos. Pero, desgraciadamente para Shion, ya no vivían en ese época.
Aún así, el progenitor se había desligado de ella cuando se dió cuenta de qué tan defectuosa era su única hija. No podía matarla, los ancianos no le habían permitido, pero entonces decidió que no quería nada que ver con ese engendro.
Shion recordaba a su madre hablando con su padre del tema. Ambos se lamentaban por la pequeña, pero no podían hacer más nada que observar. Vió a su madre siendo amable con ella más de una vez y eso sólo alimento el odio de Shion. Ya que Shasa jamás lo fue con ella.
Vió que Hinata apoyaba las rodillas al lado de la cama y subía las frazadas, buscando algo abajo de la cama. Shion alargó la mano, apretando el brazo de su amiga al ver su enorme trasero en el aire. Apretó más de la cuenta sin darse cuenta, ya que su amiga atrapó su muñeca e hizo un pequeño murmullo. Shion miró hacia ella y se disculpó silenciosamente, ya que sus uñas habían crecido un poco y las había clavado en la carne de ella.
— Quiero que está noche vayas a casa. Allí hablaremos—, le ordenó, volviendo a ver hacia adentro de la habitación.
Haría que la Perra Hinata se arrepienta de volver a la manada y desear jamás haberlo hecho...
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