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Las penas y pesares incrementaban día a día, adoraba a Zenitsu y Rumi, claro que lo hacía, así como quería a su primer hijo y a la madre de este.
Suma y Zenitsu eran tan diferentes que aveces le era imposible no comparar.
Mientras Suma se derretía de amor por el, Zenitsu trazaba una línea entre ellos y cuanto amor le daba, no lo culpaba, con que amase a su hijo era más que suficiente, o eso pensaba.
Y es que cuando la noticia de un segundo hijo con Suma se hizo presente Zenitsu se mantuvo como siempre, solamente que esta vez decidió ignorar la existencia de la segunda familia de Uzui, esta vez no hubo regalo, ni palabras de animo, no... todo lo que hubo fue silencio.
Tengen sabía que jugaba mucho con su suerte, agradecía que Zenitsu no tuviera valor de dejarlo, agradecía que Rumi fuera pequeño y no tuviera la edad para gritarle la basura que era.
Confiando en su suerte y buen destino Uzui siguió estirando ese lazo, en el que hacía cuanto quería sin recibir queja alguna de Zenitsu, porque sabía que el rubio jamás lo dejaría.
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