Narrador :

Caminó hacia el vagón del metro, con su portafolio en mano y el sudor escurriéndole por ellas manos, esa misteriosa chica estaba ahí de nuevo.

Esta mañana, estaban particularmente vacías las calles, se sentía un ambiente solitario y algo tétrico, pues el cielo estaba nublado y de el caían unas cuantas gotas de agua.

Lisa suspiró y caminó con confianza hasta su asiento de siempre, encontrando ahí a la chica misteriosa.

Como era costumbre, vestía el uniforme se su escuela, llevaba una sudadera negra y cubría su cabeza con la capucha de esta, llevaba sus audífonos colocados y movía su cabeza en movimientos lentos, tratando de seguir la música.

Lisa quería saber quien era y porque siempre estaba cabizbaja, pero no tenía el valor para acercarse a ella, sentía que si lo hacía, no podría controlarse y simplemente saldría corriendo de la escena.

Todo el camino la observaba, desde como dibujaba en su cuaderno hasta cuando cambiaba la canción, esos ojos gatunos que jamás habían mirado los suyos, esas manos huesudas y con la piel pálida, esas piernas delgadas pero de muslos grandes, Lisa se sentía culpable por estar enamorada de una estudiante.

De pronto, el tren se detuvo en la estación, Lisa despertó de su transe al ver la hora, llegaría tarde.
Se levantó de su asiento, no sin antes echar una última mirada a la chica, que sorprendentemente tenían la mirada arriba y fija en ella.

Sintió como su corazón se aceleró, su respiración se acortó y esas mariposas en su estómago aparecieron de nuevo.
No pudo sostener la mirada de la chica por mucho tiempo, cuando quiso hacerlo, ya había salido del vagón y este ya había partido.

POV Jennie:

Me pregunto quien será esa mujer, siempre la veo en este tren, a la misma hora y con el mismo traje, sus ojos avellana clavados en mi me hacen estremecer, su mirada es penetrante y me causa escalofríos.

Siempre e prestado atención a los pequeños detalles, nadie me nota y por ende, siempre suelo observar a las personas, soy irrelevante en este mundo.

Todas las mañanas tomo este tren con la esperanza de que las vías entren en la corto circuito, quiero ir a ese lugar donde mi madre dijo que era hermoso, quiero ir con ella a lo más alto del cielo.

Siempre tengo que ir a la escuela, lo odio, pero terminar con mis estudios es lo que me abrirá una puerta en el camino para poder salir de ese infierno llamado "hogar".

Mi padre dejó de ser cariñoso desde hace casi diez años, cuando mamá se fue. Él se volvió alcohólico, no recuerdo la última vez que el estuvo sobrio.

La mayor parte del tiempo esta molesto, trato de no ser relevante en su vida y de no hacer nada cuando él llega a casa, sé que sí hago un ruido mínimo, él se molestará y me dará un gran golpe, es lo único que sabe hacer.

En momentos como ese, lo único que me calma es dibujar y fumar un cigarrillo mientras lo hago, observando el atardecer e imaginando qué estoy en un mundo donde el dolor, decepción y ganas de desaparecer no existen.

Y la primera vez que vi a esa mujer, con el rostro cansado, piel bronceada, ojos avellana pero que a pesar del hermoso color, parecían tristes y sin vida, con ojeras debajo de sus ojos, flequillo y su portafolio en mano, me dieron unas inmensas ganas de conocerla, saber quien era e investigar más a fondo la razón por la cual se veía así.

Pero jamás le preste mucha atención, yo siempre estaba sumergida en mi propio mundo, perdida en mis pensamientos hasta hoy, que al fin hice contacto visual con ella.