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𝖈𝖆𝖕í𝖙𝖚𝖑𝖔 ⁷

La canasta llena de pequeñas calaveras se movía, para luego ser detenida por un monstruo con apariencia de un pescado.

N-veintisiete — susurró la calavera al ser retirada de la canasta y acercada a una de las grandes orejas del monstruo.

N-veintisiete — tartamudeó con voz temblorosa en el micrófono a su lado, para luego fijar la mirada en el papel frente a ella y, con un timbre de color rojo, tachar el número.

Sí, era el bingo.

En la sala donde se encontraban, había dos largas mesas, ambas llenas de monstruos que, ignorando que estaban completamente aburridos, llenos de sueño y sin ganas de más, esperaban ganar. 

Drácula parecía ser el único que se divertía en ese lugar.

G-treinta y uno — volvió a susurrar otra de las calaveras mientras era sostenida junto a la oreja del monstruo.

 ¡G-treinta y uno! — exclamó el encanrgado del juego, sin ánimo y sin tachar ningún número sobre su papel.

— ¡Ah! ¡Bingo! ¡Bingo! — Gritó Yoongi con gran emoción rompiéndo el incómodo silencio de aquel gran salón, sin embargo, antes de que pudiera levantarse o siquiera tener la atención de los demás (que para su mala suerte, seguían evitando cabecear ante el aburrimiento), el mounstro a su lado con aparencia de rata, extendió su lengua y le arrebató el papel, tragándoselo en un instante —. ¡Oye! ¡Eso es jugar sucio!



A medida que las horas avanzaban, las actividades seguían su curso, cada una más tediosa e insufrible que la anterior. Era exasperante ver como todos los monstros se aburrían; Jungkook no podía más que dormitar con cada cosa que hacían. Sin embargo, contrario a lo que todo el mundo esperaba, al caer la noche, un sentimiento de calma y relajación se apoderó del ambiente. 

Los monstruos se dispersaban por diferentes rincones del castillo en busca de algo que hacer. Algunos se zambullían en la piscina, llevando a cabo pequeños ejercicios acuáticos, otros disfrutaban de la brisa nocturna desde las cómodas sillas.  Y otros, frente a la larga mesa del monstruoso buffet, comían gustosos, escuchando de vez en cuando como el fastidioso chef, gritaba cada que su rata se acercaba a hablarle.

— ¡¿Que dices?! ¡Humanos! — La exasperación y exagerada expresión facial parecía salpicar incluso a los platos de la mesa.

¿Eh?

Con un movimiento rápido, Drácula apareció de entre las sombras y golpeó a la rata del chef, haciendo que esta saliera disparada en una acrobacia aérea digna de un espectáculo circense. Y, mientras la rata volaba hacia algún rincón del lugar, Namjoon se dirigió al chef con una sonrisa nerviosa.

¡Por todos los ajos! ¡Esto no puede estar pasando! ¡Haz algo! ¡Haz algoooooo!

— ¡¿Sabes qué?! — exclamó de la nada, llamando rápidamente la atención del contrario —. ¡Dame cincuenta omelettes! 

Y con eso dicho, tomo entre sus manos al enano Quasimodo y lo lanzó tras él, donde se encontraba la mesa llena de comida, y el garzón que la servía.

— ¡¿Lo oíste?! — Gritó Quasimodo, quien había aterrizado en los hombros del garzón, mientras lo golpeaba con un metal en la cabeza —. ¡Drácula quiere cincuenta omelettes!

¡Joder con la rata!


Por otro lado, un grupo estaba cenando tranquilamente, entre ellos Jungkook, Jimin, quien estaba sentado muy cerca de su lado, y los amigos de Drácula.

— Dime, Jungkook, ¿alguna vez has ido a Taj? — Preguntó Yoongi, tomando un sorbo de alguna extraña sustancia verde.

— Vamos — intervino Hoseok, tomándo un bocado de comida —. Ningún monstruo ha puesto un pie en Taj.

— Sí, yo también quisiera ir algún día — suspiró Jimin, su voz apenas un susurro que flotaba en el aire mientras su atención seguía cautiva en Jungkook. Sus ojos brillaban, llenos de una fascinación que parecía rozar lo irreal, como si estuviera atrapado en un hechizo del que no quería —o no podía— escapar.

Era como estar bajo un encantamiento. Cada pequeño gesto, cada mirada furtiva que Jungkook le lanzaba, lo mantenía inmóvil, hipnotizado. Era algo inexplicable, pero innegablemente poderoso.

Y Jungkook no era ajeno a todo aquello. Aunque Jimin no lo percibiera del todo, en esos momentos en que el silencio llenaba el espacio, los ojos de Jungkook siempre volvían hacia él. Como si fuera lo más natural del mundo.

"¿Por qué no disfrutar de esa sonrisa?", se preguntaba a sí mismo "¿Por qué cada vez que lo miro me parece más hermoso? ¿Por qué no puedo apartar la vista de él? ¿Algún día estaré lo suficientemente cerca como para poder tomar su mano?"

Era un pensamiento sencillo, casi banal, pero a la vez desconcertante. No era que lo viera de forma romántica, no todavía. Era más bien su corazón hablando por él, su mente tejiendo imágenes de cómo sería mirarlo un poco más, cómo sería abrazarlo algún día.

Y eso... le parecía casi ridículo.


Inadvertido por los presentes, el conde Drácula se deslizaba de un lado a otro, ansioso por adentrarse en la conversación que tenían sus amigos. Con sigilo, observaba cada palabra que se intercambiaba, su mente maquinando cómo acercarse a su hijo sin ser notado.

Mientras tanto, Jimin, con una expresión de genuina preocupación, dirigió su atención hacia Jungkook.

— ¿Cómo te las arreglaste con las multitudes? — inquirió.

Jungkook, asintiendo con la cabeza, respondió con tranquilidad.

— Sí, en verano es una locura — comentó sonriente—. Pero, ya sabes, a veces hay que dejarse llevar.

— Se deja llevar — sonrió Momo —. Es cool. 

De repente, Drácula, como una sombra que emerge, se situó entre Jungkook y su hijo. 

— Sí, sí, es genial — intervino Namjoon con severo sarcásmo, para luego, intentando sonar lo más amable posible decir: —. Mira, mi amorcito, te traje un pan "queso berreón".

— ¡Santa rabia! — exclamó Jimin, con una emoción desbordante iluminando su rostro —. ¡Gracias papá!

Namjoon no podía contener su orgullo al ver la felicidad de su hijo, pero su alegría se vio eclipsada cuando Jimin, entusiasmado, dirigió la atención de Jungkook.

Maldito seas, humano.

— ¡Jungkook, prueba el "queso berreón"! ¡Es simplemente increíble! — instó Jimin, extendiendo la pequeña dona con crema blanca sobre ella hacia el contrario.

Jungkook, con una expresión de mezcla entre curiosidad y cautela, tomó la dona en sus manos. Su deseo de probarla se vio frenado de inmediato cuando la salsa blanca comenzó a ondularse y emitir extraños sonidos guturales, como si tuviera vida propia.

Uh... esto es... interesante — murmuró para sí mismo, sosteniendo la dona a una distancia prudente, como si temiera que en cualquier momento pudiera atacarlo —. ¡Es cool! Pero, eh, me cae mal el queso berreón, así que paso — dijo mientras devolvía la dona a las manos de Jimin.

Inmediatamente se arrepintió al ver cómo los labios de Jimin se fruncían en un puchero adorable.

Oh... es lindo. Demasiado lindo.

— ¡Oh, por supuesto que lo eres! — murmuró Namjoon, repitiendo su sarcasmo anterior con una mueca juguetona —. ¿Jungkook, podemos hablar de los planes de la fiesta? — preguntaba con voz fingidamente amorosa.

Jungkook apenas tuvo tiempo de procesar la pregunta antes de que Namjoon lo empujara con firmeza, alejándolo lo suficiente de la mesa para evitar oídos indiscretos. Cuando estuvieron lo suficientemente lejos, Namjoon se volvió hacia él, ahora con una expresión seria.

— ¡¿Qué estás haciendo?! — susurró con urgencia —. ¡Si descubren que eres humano, perderán la cabeza!

— Tranquilo, nadie sospecha nada. Lo único extraño es que estás susurrando en medio de todos.

Drácula rápidamente escudriñó a su alrededor y sintió una punzada de arrepentimiento al notar que la mayoría de los monstruos tenían sus ojos fijos en él.

Maldición.

Sin perder tiempo, lo llevó a un lugar un mucho más apartado y volvió a hablar:

— ¡Termina con esto ya! — ordenó, furioso, clavándole una mirada intensa. — Di que estás emocionado por nadar, luego inventa que te lastimaste la espalda y sal de ahí.

Jungkook rodó los ojos, resignado a evitar otra pelea. Con un suspiro, asintió y se dirigió rápidamente hacia el borde de la piscina.

— ¡Me voy a divertir mucho! — exclamó con una energía claramente fingida —. ¡Vamos allá! — Hizo un gesto exagerado como si fuera a lanzarse. — ¡Oh, no! ¡Mi espalda!

— ¡Tu espalda! — gritó de repente un pequeño monstruo con forma de pez globo, escalando torpemente por la espalda de Jungkook.

— ¡No! — rugió Drácula desde el otro extremo de la piscina —. ¡Dijo "mi espalda"!

— ¡Súbete a mi espalda! — rugió otro monstruo, esta vez hacia Jimin, quien ya estaba luciendo un bañador negro que se ceñía a su cuerpo a la perfección.

Jimin, emocionado y sin pensarlo dos veces, obedeció con entusiasmo.

— ¡Vamos! — gritó, sonriendo de oreja a oreja.

Mientras tanto, Jungkook, siendo el despistado y tonto de siempre, a palabras del propio Namjoon, olvidó por completo cuál era su objetivo y gritó con entusiasmo:

— ¡Allá vamos! — declaró energético mientras llevaba al pequeño monstruo consigo al zambullirse en la piscina —. ¡Tírense! — Y los demás monstros que se habían reunido repentimanete a las orillas de la piscina, no dudaron más.

— ¡Pelea de gigantes! — gritaron al unísono.

— ¡Prepárate, Jungkook! — exclamó Jimin, mostrando una felicidad contagiosa que dejó a Jungkook mirándolo fijamente por unos segundos —. ¡Te hundiré!

Por un momento, Jungkook se quedó mirándolo, hipnotizado por la alegría que irradiaba Jimin, antes de que una sonrisa se extendiera por su rostro.

— ¡Sí, ya veremos, "colmillitos"! — respondió Jungkook con una sonrisa pícara.

De repente, una multitud de monstruos se unió al juego con entusiasmo desbordante. Todos se sumergían y emergían de la piscina, trepando sobre las espaldas de otros, formando una caótica y divertida batalla acuática. Incluso los amigos de Namjoon, que al principio parecían más tranquilos, no tardaron en unirse a la diversión.

Namjoon simplemente no podía creer lo que estaba viendo. ¿En qué momento todo se salió de control?

— ¡Oigan, cálmense ya! — gritó, desesperado por imponer un poco de orden —. ¡No sean tan revoltosos!

Pero, por supuesto, nadie lo escuchaba. Especialmente Taehyung, quien, con la ayuda de un tentáculo kilométrico que había aparecido de la nada, lo usó como trampolín para impulsarse, exclamando:

— ¡Voy a saltar!

— Taehyung, si te lastimas...

— ¡Puedo hacerlo, corazón! — respondió Taehyung con una sonrisa despreocupada. Yoongi, observando desde los hombros de Hoseok, negó con la cabeza con resignación.

— ¡A los chicos Stein nos crearon para esto! —  dijo Taehyung con orgullo, y sin esperar ni un segundo más, se lanzó al agua con un enérgico grito: —. ¡Jerónimooooo!

Pasaron unos segundos hasta que Taehyung finalmente chocó con el agua, creando un enorme chapuzón. En el momento del impacto, las partes de su cuerpo se separaron en todas direcciones, como piezas de un rompecabezas.

Dolió, pero se divirtió.

De alguna manera, Namjoon sabía que ni algo tan simple como eso podía salir bien, mucho menos si era Jungkook quien debía hacerlo. Pero por supuesto no podía culparlo, después de todo era un humano incompetente como todos los demás. 

Incompetene e idiota como todos los demás.

¡Cómo siquiera era posible que esa aberración no uniera dos jodidas neuronas!

— ¡Jungkook, tu maquillaje! — exclamó Namjoon desde la orilla, su rostro perdiendo color a cada palabra mientras el humano lo miraba impasible —. ¡Tu maquillaje! — repitió desesperado. — Sal ahora mismo.

Pero sus esfuerzos fueron inútiles. Antes de que pudiera agarrar el brazo de Jungkook, un monstruo emergió del agua, alzando al humano sobre sus hombros y, de paso, lanzando a Drácula de cabeza al agua.

— ¡Oh, hombre! — dijo Jungkook, luciendo extrañamente satisfecho —. ¡Parece que el conde quería nadar!

Las carcajadas de los monstruos resonaron a su alrededor, y entre ellas, la de Jimin, quien observaba a Jungkook con creciente fascinación.

Mientras tanto, Drácula, hundido bajo el agua y retorciéndose de rabia, lanzó un grito de frustración que se perdió en el burbujeo. Decidido a vengarse, nadó hasta el fondo de la piscina y, con algo de esfuerzo, retiró el tapón gigante.

En un instante, la piscina comenzó a vaciarse. Para cuando el agua desapareció por completo, Jungkook, en su clásico estilo impredecible, ya se había lanzado desde el mismo tentáculo que había usado Taehyung... sin darse cuenta de que la piscina estaba completamente vacía.

— ¡Oh, no, Jungkook! — exclamó su hijo, horrorizado.

Maldita sea. Maldita sea. Maldita sea, pensó Namjoon con desesperación. ¿Por qué mi hijo tiene que preocuparse por este idiota que se supone es un Frankenstein? ¡Sabe que no le pasará nada!

Por suerte para el humano, Jungkook terminó cayendo dentro de una enorme gelatina que Drácula había colocado estratégicamente en el fondo, evitando así su innecesaria —y, en este caso, ridícula— muerte.

— ¡Grasiah! — dijo Jungkook, levantando el pulgar desde dentro de la gelatina.

Namjoon, al ver el gesto y la expresión triunfal de Jungkook, no pudo evitar bufar, mirándolo con exasperación. Quería matarlo.

Si la piscina no lo mata, él lo haría.


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