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El amor y el cariño que sentía hacia su hermana eran casi inquebrantables. Desde muy pequeñas habían sido inseparables: jugaban juntas, comían juntas, dormían abrazadas y eran, sin duda, las mejores amigas. Incluso cuando la tragedia les arrebató a sus padres, ambas se apoyaron mutuamente para salir de aquella oscura y desgarradora situación.
Era ese amor inmenso lo que la llevaba a protegerla con todo su ser. Siempre prefería cargar con el sufrimiento antes que permitir que Powder conociera lo que era el dolor. Con movimientos suaves, Vi seguía peinando a la niña con su viejo peine, intentando hacerle una coleta alta para que no pasara calor. Pero, mientras lo hacía, un leve malestar la recorría. Sentía un dolor sordo en su abdomen, una punzada insistente que ignoraba día tras día. Su cuerpo le pedía descanso, pero su corazón no se lo permitía.
—¿Qué quieres hacer hoy? —preguntó con una sonrisa forzada, intentando desviar su mente del malestar.
—No lo sé... Pensé en ir con Ekko a jugar. La última vez casi le gano en una partida de Monopoly.
—¿En serio? Pobre hombre, tenle piedad —respondió Vi, dejando escapar una risa sarcástica que rápidamente fue compartida por Powder. Mientras terminaba de amarrarle el cabello con una liga, admiró el peinado que había quedado perfecto.
De repente, la voz de Powder se tornó más seria, interrumpiendo el momento de risas.
—Vi... ¿recuerdas cuando me pediste que te prometiera decirte si algo malo me pasaba?
Vi sintió cómo su pecho se encogía de golpe. Sus ojos se llenaron de preocupación al escuchar aquella pregunta inesperada. Giró la silla para que la niña pudiera mirarla de frente, sus manos temblando ligeramente mientras buscaba una explicación en sus ojos.
—Tranquila, Vi. Es solo que... siento que tú no estás siendo sincera conmigo. Yo también quiero cuidarte, así que... ¿prometes decirme si algo malo te pasa?
El corazón de Vi se rompió en mil pedazos al escuchar esas palabras. "Perdóname, Powder", pensó, mientras intentaba contener las lágrimas que amenazaban con escapar. La inocencia de su hermana era tan pura, tan desprovista de maldad, que no podía evitar sentirse culpable. Powder había notado algo en ella, algo que Vi intentaba ocultar desesperadamente. Su cuerpo agotado, los dolores que la asediaban, las noches en las que apenas podía dormir... todo estaba comenzando a ser evidente.
Una punzada más fuerte en su abdomen la obligó a apretar los dientes. Quería llorar, gritar, liberar el peso que cargaba en su alma. Pero no podía. No debía involucrar a su hermana en sus problemas, mucho menos en algo que podría dejarle cicatrices imborrables. Powder no debía sufrir por ella.
—Claro que sí, Powder —respondió finalmente, forzando una sonrisa mientras acariciaba su mejilla—. Te lo prometo.
Pero por dentro, Vi sabía que estaba mintiendo. Quería llorar para que alguien notara su sufrimiento, gritar para que aquellos que la ignoraban escucharan su dolor, y suplicar al universo que todo terminara de una vez. Sin embargo, se tragó cada lágrima, cada grito, cada súplica. Porque sabía que su misión en la vida era proteger a Powder, incluso si eso significaba destruirse a sí misma.
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La necesidad de despejar la mente con cualquier cosa estaba empezando a ser frecuente. Simplemente se sentó en el sofá, puso música y encendió su consola. El sonido del juego llenó la sala, y Vi intentó concentrarse en su partida, tratando de ignorar la opresión que sentía en el pecho. Sus dedos se movían con agilidad sobre los botones, pero su mente, como si tuviera voluntad propia, comenzaba a divagar.
El recuerdo de la noche con Vander apareció sin previo aviso, como una sombra que se desliza por debajo de la puerta. Recordó el tono grave de su voz, las palabras que había dicho con ese aire enfermo, esas caricias en su piel la cual parecia añorar ese calor, su miembro brusco tratando de entar y salir causandole un horrible dolor en su interior el cual aparecio como si lo hubiera invocado mientras ella intentaba defenderse, aunque sabía que no tenía fuerzas para hacerlo.
¿Por que lo hacias papa?, te admiraba tanto, te amaba tanto porque me cuidaste y ahora me hacia pasar un infierno cada noche. El coraje, el dolor y la tristeza no eran una buena combinacion en un adolescente, su cuerpo se tensó al recordarlo, y sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas.
—¡Maldita sea! —murmuró entre dientes, apretando el control con más fuerza de la necesaria.
La música seguía sonando de fondo, una melodía que en otro momento podría haberle resultado relajante, pero ahora solo parecía amplificar su tristeza. La pantalla del televisor reflejaba los colores vibrantes del juego, pero Vi apenas podía prestar atención. Una lágrima resbaló por su mejilla, y aunque intentó ignorarla, pronto se unió otra, y luego otra más. Sus hombros comenzaron a temblar ligeramente, y el control cayó de sus manos, golpeando el suelo con un sonido seco.
—¿Por qué siempre tiene que ser así? —susurró, llevando las manos a su rostro.
Era como un peso que no podía quitarse de encima. Sus palabras, sus gestos, incluso el silencio que a veces compartían, todo parecía perseguirla. Vi se sentía agotada, como si cada fibra de su ser estuviera siendo drenada lentamente. Se recostó en el sofá, dejando que su cuerpo se hundiera en los cojines. El juego seguía corriendo en la pantalla, pero ahora era solo un ruido de fondo, insignificante frente a la tormenta que rugía dentro de ella.
—No puedo más... —dijo en voz baja, como si confesara un secreto que había guardado demasiado tiempo.
El sonido de una notificación en su teléfono la sacó de sus pensamientos. Con movimientos torpes, lo tomó del brazo del sofá y lo desbloqueó. Las llamadas perdidas, los mensajes acumulados... todo parecía un recordatorio de que el mundo seguía girando, aunque ella se sintiera atrapada en el mismo lugar.
Caitlyn había llamado quince veces. Había mensajes de ella, del grupo de la escuela, incluso de Powder y Vander. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que se sentó en el sofá? Vi parpadeó, intentando aclarar su mente, y decidió devolver la llamada a Caitlyn, quien parecía la más insistente.
—¡Vaya! Hasta que te dignas a contestarme, ¿se puede saber por qué no lo hacías? —preguntó una irritada voz al otro lado de la línea.
—Estaba jugando, Cait... ¿qué sucedió? —respondió Vi, intentando sonar tranquila, aunque su voz temblaba ligeramente.
Pero Caitlyn no tardó en notar que algo andaba mal.
—¿Todo bien, Vi? No suenas bien...
—Sí, sí, estoy bien. ¿Qué sucede? —cambió rápidamente el tono, intentando desviar la atención.
—¿Leíste los mensajes? La profesora Medarda cambiará el examen para mañana porque saldremos de vacaciones antes, y el proyecto del profesor Jayce también se corrió para dentro de una semana.
Vi suspiró, sintiendo cómo el estrés se acumulaba en su pecho. Llevó una mano a sus ojos, intentando contener las lágrimas que amenazaban con volver.
—Debemos organizarnos un poco. Avancé algo del proyecto, pero necesito que tú hagas el último tema y la conclusión, además de las fuentes.
—Está bien... lo tendré listo lo antes posible. Mañana comienzo. ¿Me envías la información, por favor? —dijo Vi con un hilo de voz.
—Ya te la envié hace unos minutos. Vi, en serio... ¿estás llorando?
—No, no. Mira, tendré todo listo, ¿sí? Solo dame tiempo... tengo que colgar.
Al finalizar la llamada, Vi dejó caer el teléfono en el sofá y se levantó con pasos vacilantes hacia su habitación. Apenas cerró la puerta, se dejó caer sobre la camay, de manera inesperada, rompió en llanto, sofocando sus sollozos contra la almohada. No estaba segura si el estrés finalmente había salido a la superficie; su respiración era frenética, sus manos temblaban incontrolablemente, y la opresiva sensación de asfixia hacía que todo fuera aún más insoportable.
—¡Maldita vida! —exclamó con un grito desgarrador, antes de comenzar a patalear y golpear la cama con furia.
Sin duda, estaba enfrentando el peor ataque de ansiedad que había vivido hasta ese momento.
De un momento a otro, el llanto comenzó a disminuir, al igual que los nervios, dejando solo a una chica con expresión enferma, lágrimas secas y labios levemente partidos. Miró un instante el techo, tratando de fijar su vista en un punto para aclarar sus ideas.
Con manos temblorosas, tomó su teléfono esta vez llamando a Powder para verificar si estaba bien en la casa de Ekko; ese dia querian pasar el dia juntos para ver peliculas entre amigos y claro que le dio permiso con la condicion de que volviera antes de que oscureciera. La llamada fue respondida casi al instante, y en el fondo se escuchaba la risa alegre de Ekko junto a ella.
—Hey, Pow, ¿todo bien? ¿Cómo te la estás pasando con "little man"? —preguntó Vi, intentando sonar tranquila, aunque su voz traicionaba un leve temblor.
—¡Súper, Vi! Estamos jugando un juego de mesa y viendo una película. Oye, ¿crees que pueda quedarme a dormir con él? —respondió Powder, con tono entusiasta.
Vi frunció el ceño, una inquietud latente se apoderaba de ella. La idea de que su hermana pequeña pasara la noche fuera de casa sin su supervisión le generaba un nudo en el estómago.
—No, Powder. Vander no te dejará quedarte —replicó, tratando de sonar firme.
—¡Acabo de hablar con él y me dijo que sí! Pero solo si tú estabas de acuerdo —insistió Powder.
—¿En serio? —preguntó Vi, con una mezcla de incredulidad y preocupación.
—¡Sí! Por favor, Vi, nunca me dejas quedarme. Solo por esta noche.
Vi suspiró profundamente, sintiendo cómo el peso de su responsabilidad como hermana mayor recaía sobre ella. Miró alrededor de su habitación, buscando una respuesta que calmara su inquietud.
—No lo sé, Powder. Mañana tienes escuela, y además deberíamos haberle avisado a Benzo con más tiempo.
—Pero él va a aceptar sin dudarlo. ¡Ándale! Solo voy por mi ropa y nos iremos mañana a la escuela juntos. ¡Por favor!
Vi apretó los labios, su mente se llenó de escenarios posibles, todos ellos girando en torno a la seguridad de su hermana. Recordó las veces que ella misma había pasado la noche en casa de Benzo, pero esta vez algo no la dejaba tranquila.
—Está bien, pero me quedaré también. ¿Trato? —cedió finalmente, aunque su tono dejaba entrever la preocupación que no podía ocultar.
—¡Trato! Te esperamos —respondió Powder emocionada.
La llamada terminó rápidamente. Vi, aún con un nudo en el pecho, entró a mensajes para avisarle a Vander que ella y Powder se quedarían en casa de Benzo. Mientras esperaba una respuesta, llamó directamente a Benzo, poniéndolo en altavoz mientras comenzaba a empacar una mochila con sus cosas y las de su hermana.
—¿Hola? —la voz clara de un hombre resonó al otro lado de la línea.
—Hola, Benzo. ¿Cómo estás? —preguntó Vi, tratando de sonar más relajada de lo que realmente estaba.
—Con algo de trabajo, pero bien. ¿A qué debo tu llamada? —respondió él, curioso.
—Quería preguntar si Powder y yo podemos quedarnos a dormir hoy en tu casa. ¿Crees que sea posible?
—Claro que sí, Vi. Mi casa es su casa. Solo avísame cuando llegues. ¿Le avisaste a Vander?
—Sí, y dijo que estaba bien. Te llamaré cuando vaya en camino. Adiós.
Colgó rápidamente el teléfono y revisó nuevamente los mensajes. Vander aún no había contestado, pero Mylo había avisado que no se quedaría a dormir en casa de su amigo. Decidió llamar a su hermano, pero, para su frustración, él no respondió. Un suspiro de irritación escapó de sus labios.
—Maldito adolescente malagradecido —murmuró mientras aventaba el teléfono sobre su cama.
Aventó el teléfono para seguir empacando sus cosas, como mañana era viernes debía llevar su uniforme y el de su hermana, ropa para dormir para ambas, su teléfono, cargadores, sus audífonos y su computadora para comenzar a hacer su proyecto. Al terminar de empacar fue directo a la cocina a empezar a hacer de comer, decidió hacer arroz con pollo que era lo más sencillo, además rendía mucho.
Sacó los sartenes y los ingredientes, lavó el arroz en un recipiente y despiezó el pollo antes de asarlo rápidamente. La preparación no le tomó más de 30 minutos. Guardó todo en recipientes para conservar el calor, pensando que Mylo llegaría pronto y estaría hambriento.
Fue de nuevo a su habitacion para tomar su teléfono y mochila he ir a la puerta trasera, tomó sus llaves y mando el mensaje correspondiente a Benzo de que estaba en camino. Al salir a la calle noto que el día estaba oscureciendo, las lámparas de la colonia iluminaban con rojiza cautela las calles, había poca gente lo que convertía el camino muy silencioso.
—Al fin contestaste.
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Entro de forma normal a la casa, siempre Benzo dejaba su puerta sin llave puesto que siempre lograba ver lo que sucedía en su propiedad. La casa de Benzo siempre tenía la peculiaridad de estar abierta, sin llave, como si él confiara plenamente en su capacidad para controlar lo que sucedía en su territorio. Era un espacio pequeño y acogedor, mucho más modesto que el hogar de Vi. La distribución era sencilla: una cocina funcional, una sala que también servía como comedor y dos habitaciones que completaban el lugar.
—¡Vi, llegaste! —exclamó Powder emocionada, corriendo hacia su hermana mayor para abrazarla, dejando olvidado el tablero del juego que tenía frente a ella.
—Hola, hermosa. Aquí tienes tus cosas. ¿Qué están haciendo? —preguntó Vi con una sonrisa, mientras dejaba las pertenencias de Powder sobre una silla.
—Estoy intentando derrotar a Powder en este juego —respondió Ekko, un chico de piel morena que estaba sentado en el suelo, con los ojos fijos en los movimientos de la pequeña de cabello azul.
—Vaya, vaya, suena interesante. Bueno, sigan jugando. Los estaré observando desde aquí —comentó Vi, dirigiéndose hacia la mesa del comedor, que estaba justo detrás de los sofás que improvisaban una sala.
Sacó su laptop, la colocó sobre la mesa y esperó a que encendiera, aunque el proceso era lento. Nunca le había gustado trabajar en proyectos escolares, y mucho menos en temas que le resultaban especialmente complicados. Esta vez, el desafío era crear un informe detallado sobre la tecnología Hextech: sus artefactos, creadores, fuentes y demás aspectos técnicos. Caitlyn, su amiga, había elegido el tema prometiendo que sería algo sencillo, pero la realidad había sido muy distinta. El trabajo implicaba resumir una montaña de formatos, archivos y PDFs que Caitlyn le había enviado, y luego redactar todo en un procesador de textos. Vi sabía que debía avanzar lo más rápido posible.
Mientras tanto, Powder y Ekko eran un par de niños tranquilos. Después de terminar su juego, ahora veían una película en la televisión, acompañados de frituras y refrescos, disfrutando de su amistad y compañía. Vi no pudo evitar sentir una punzada de envidia al observarlos. Nunca había tenido una relación así con alguien. Mylo, su hermano, siempre había sido egoísta y reacio a jugar con ella. Claggor, por su parte, no mostraba interés en juegos ni en televisión. Y Powder, cuando era más pequeña, aún no podía ser su compañera de juegos. Su infancia había sido una constante soledad.
Desde pequeña, Vi había cargado con una ideología que marcó su vida: proteger a su familia. Su carácter fuerte, protector e inteligente la había hecho madurar mucho antes que otros niños de su edad. Pero esa madurez precoz también tenía un costo.
—Las personas que maduran más rápido son las que más sufren, Vi —recordó de repente las palabras de Silco, dichas en un momento de vulnerabilidad cuando él la encontró llorando por sentirse excluida de los juegos de los demás niños. En aquel entonces, Silco la había abrazado y pronunciado esas palabras que, con el tiempo, demostraron ser ciertas.
Sacudiendo aquellos pensamientos, Vi levantó la vista de su laptop y se dirigió a los niños.
—¿Quieren comer algo? —preguntó, estirándose al levantarse de la silla. Sus ojos se detuvieron en la pantalla del televisor—. ¿Eso es "Guerra Mundial Z"?
—¡Sí! No sabíamos qué poner, y estaba entre esa o una película cliché —respondió Ekko, tomando un sorbo de su refresco.
—Digamos que avancé un poco —respondió Vi, dejándose caer en el sofá boca arriba con un quejido. Sentía un leve ardor en su interior, fruto del estrés y el agotamiento.
—No quiero ni imaginar cómo será tu escuela. No soportaría un semestre ahí —comentó Ekko, provocando risas en ambos niños.
—Pero tú eres un chico listo. Estoy segura de que sobrevivirían juntos. Tampoco es el fin del mundo —replicó Vi, rodando los ojos con gracia.
Revisó la hora en su teléfono y notó que ya eran las ocho de la noche. Mylo había avisado que ya había cenado y que estaba recostado en su cama. Vander siempre llegaba a las diez de la noche junto con Claggor, mientras que Benzo solía aparecer a las nueve, así que no faltaba mucho para que este último llegara.
—¿No van a cenar? —preguntó.
—No, estamos bien así —respondieron.
—Bien, iré a bañarme. No se distraigan tanto, recuerden que la puerta no tiene llave.
—Está bien, hermana.
Se cambió de ropa, optando por una camiseta holgada de color guinda con el estampado de uno de sus videojuegos favoritos y un short negro que apenas llegaba hasta sus muslos. El agua de la ducha siempre le ayudaba a relajarse y a deshacerse de esa sensación de suciedad que parecía impregnar su piel. Sin embargo, por más limpia que estuviera, había una mancha que jamás lograba borrar.
Salió del baño con el cabello aún mojado y observó cómo los niños seguían inmóviles, recostados en el suelo, completamente absortos en lo que hacían. Estaban realmente entretenidos. Se dejó caer en el sofá y comenzó a mirar su teléfono durante unos minutos. No había nada especialmente interesante, solo algunos videojuegos y sus redes sociales.
Entraba y salía de cada aplicación, buscando algo que la distrajera, pero el cansancio comenzaba a apoderarse de ella. Finalmente, el sueño la venció. Su cuerpo quedó de espaldas al televisor, sus párpados cerrados y sus músculos completamente relajados.
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Cuando el reloj apunto a las nueve la puerta se abrio con facilidad mostrando la llegada del dueño de esa casa, el cual saludó con una sonrisa a los niños y vio de reojo a la adolescente que ya estaba dormida en el sillón. Benzo era un hombre de edad adulta, con algunos años más que Vander, a quien siempre consideró como alguien solidario y su gran amigo dese hace años. Era alto, de complexión grande pero fuerte, castaño y con un carácter carismático que lo caracterizaba.
—¿Cenaron algo? —preguntó mientras dejaba su abrigo.
—No, con las frituras bastó —respondió Powder con una sonrisa traviesa.
—Ustedes dos se van a enfermar por tanta chatarra que comen —dijo Benzo, frunciendo el ceño.
Las risas no tardaron en aparecer en los más pequeños, quienes se miraron cómplices ante sus actos. Benzo se dirigió al baño para quitarse las cargas del trabajo, su principal sostén. Siempre que salía de bañarse, preparaba un té y se sentaba a ver la televisión, a veces con su hijo, a veces solo. Esta vez, tenía la compañía de los más pequeños, lo cual le bastaba para sentirse acompañado.
Mientras bebía su té, hacía preguntas sobre la película que veían, intentando captar tanto la trama como el mensaje. Siempre había sido un amante del entretenimiento.
—Pero descubre que no todos son víctimas de las mordidas de los zombis. Las personas enfermas no son acechadas por ellos —explicó Powder con entusiasmo.
—Así que hará una vacuna con una enfermedad no mortal para que los humanos puedan enfrentarlos —añadió Ekko.
—Qué hombre tan ingenioso —sentenció Benzo, dando un sorbo a su té mientras desviaba la mirada hacia la chica que seguía dormida.
Le pareció curioso que Vi estuviera sin energía. Ella solía ser la última en dormir, o incluso pasaba noches en vela cuando estaba con Ekko y Powder. Sin embargo, ahora parecía profundamente reconfortada en el sillón, con las piernas recogidas hasta el pecho y los brazos abrazándose a sí misma.
Fue entonces cuando Benzo notó algo extraño en las piernas de la joven. Cerca de los muslos y rodillas, había moretones oscuros y dispersos. Su expresión cambió a una mezcla de confusión y preocupación. ¿Moretones en las piernas? Algo no estaba bien.
wder, ¿tu hermana se cayó de algún lugar? —preguntó con tono serio, sin apartar la vista de Vi.
—No, ¿por qué? —respondió la niña, mirando al hombre, quien tenía el ceño fruncido.
—Tiene moretones en las piernas. ¿No los habías visto?
Powder se levantó extrañada y se acercó a observar a su hermana. En efecto, los moretones estaban ahí, oscuros y marcados en las rodillas y los muslos.
—Quizás se golpeó por accidente y no sintió nada —dijo, aunque su voz sonaba insegura.
—No es normal que tenga moretones en esos lugares. Deberías decírselo a Vander —sugirió Benzo, con una mirada seria.
—Sí, eso haré. Últimamente ha estado rara.
—¿Rara? —preguntó Benzo, inclinándose un poco hacia Powder.
—Sí, como si estuviera triste. Ha dormido mucho estos días. — Benzo asintió lentamente.
—Con más razón debes decírselo a Vander —insistió, tratando de mantener la calma.
—Tal vez le pase algo y no quiere decirlo —intervino Ekko, dejando de prestar atención a la película—. O se los hizo ella misma.
—Esperemos que solo haya sido un accidente o un malentendido —dijo Benzo, aunque su tono reflejaba más preocupación de la que quería mostrar—. No queremos que suceda alguna desgracia.
Mientras los niños hablaban entre ellos, Benzo desvió la mirada nuevamente hacia Vi. Algo dentro de él le decía que esto no era un simple accidente. Pero decidió esperar, al menos por esa noche. No quería preocuparlos más de lo necesario, aunque en el fondo, su mente no dejaba de darle vueltas a lo que acababa de ver.
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Algo al verla hizo que se alarmara
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