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Nunca creyó en la psicología, pensaba que era una especie de estafa para la sociedad, una mentira bien estructurada que se formó con el compás del tiempo. Nunca creyó ser capaz de investigar un poco del tema; lamentablemente algunas vivencias nos obligan a hacer cosas que jamás creíamos hacer.

Ante su situación había comenzado a padecer comportamientos nada regulares en ella, un miedo profundo al silencio, el que alguien más la tocara hacia que su cuerpo saltara de un susto. Unas pesadillas horrible que le quitaban el sueño y la empapaban de sudor.

Todas, absolutamente todos mostraban a Vander violandola, sometiéndose en una cama mientras sangraba por sus genitales, todo esto en una oscuridad que le impedía ver lo que sucedía a su alrededor, todo tan real que la hacía incluso llorar.

Al investigar pudo encontrar una ligera respuesta, un posible trastorno en defensa al trauma que padecía. ¿Trauma?, incluso la palabra le pareció ajena a su vocabulario.

Indagando aún más en su computadora supo lo que era un trauma. Era aquel suceso sobre cargado de emociones, los cuales hacían que la mente dejara de funcionar correctamente en el estado mental. Los síntomas eran muy claros, la repetición del escenario, recordar ciertos olores que no estaban en ese momento, cansancio y sobre todo el miedo.

Jamás tuvo miedo en su vida, ni siquiera cuando era una niña, ahora temía demasiado de la oscuridad, de que Vander la tomara y volviera hacerle daño como todas las noches. Era iluso porque siempre lograba lastimarla aunque lo evitará.

Al otro día, actuaba como si nada hubiese pasado mientras ella bajaba, con el dolor mas infernal entre sus piernas y el rostro completamente demacrado. Si, debía mentir en cada palabra y fingir una sonrisa tan falsa que le daba náuseas, solo para que sus hermanos no supieran el infierno que estaba viviendo.

Hoy era un particular. Vander había salido temprano de su trabajo y propuso en ir a comprar algunas cosas que le hicieran falta al hogar, tales como comida, articulos de higiene y otras cosas necesarias. 

Su hermanos asintieron muy felices a la ideas, ya que nos siempre salían loa cinco en familia y eso claro que los alegraba mucho. Después de todo, Vander era su padre, ¿quien no amaría estar con él suyo todo el tiempo?.

Se colocó unos pantalones algo desgastados por el uso, lo suficientemente largos como para cubrir sus piernas, una camiseta de tela holgada lisa que era de Claggor cuando era más pequeño y un sueter en forma de chaleco levemente largo de cuadros rojos, bastante viejo en realidad pero era lo más cómodo que tenía en su armario.

No se molesto en arreglar su cabello o si quiera maquillarse, no tenía los ánimos para hacerlo, después de todo ya se veía horrible. Siempre fue una mujer fea, bueno, al menos eso dijeron.

Todos ya estaban listos y sin más salieron de la casa para subir al coche de Vander, uno que aunque viejo aun seguía siendo muy funcional.

—¿Puedo ir adelante?—pregunto Mylo con emoción mientras se quedaba parado al lado de la puerta del copiloto.

—¿Por qué no eres caballeroso y le das el asiento a tu hermana?, ¿no lo crees Vi?—ni siquiera se limito en contestar, solo asintió realmente incomoda mientras seguía parada en la puerta—ven niña, camina.

—Papá, claggor no me quiere regresar mi conejo—lloriqueo su hermana en los asientos traseros junto a su hermano ya mencionado, quien aún tenia el peluche entre sus manos.

Mylo algo desanimado se atrás al lado derecho de la ventana, mientras que con paso lento se dirigió a abrir la puerta del copiloto. Aprovecho que Vander estaba quitandole el peluche a Calggor para poder sentarse, ponerse el cinturón y colocar sus audífonos de cable en sus audífonos y reproducir cualquier canción.

Quizás así podría evitar a Vander en cualquier intento de conversación, mirando a la ventana tratando de simplemente olvidar sus males, lo cual era algo completamente idiota.

El camino al supermercado quedaba algo retirado, teniendo que pasar algunas calles y avenidas para poder llegar, lo que se reducía a una tranquila y simpática convivencia familiar, claro si a eso se le podría llamara convivencia.

Mylo no dejaba de molestarla, se la pasaba tirándole del cabello como si fuera hierba del sueño. Mientras tanto, Powder discutía con Claggor por un videojuego, y Vander conducía como si nada estuviera ocurriendo detrás de él. De vez en cuando, giraba la cabeza para mirarla, pero no precisamente al rostro.

—Oye, Vi, ¿sabes cómo grita una guacamaya del Pacífico? —preguntó Mylo con su molesta voz, que ya la tenía al borde de la paciencia, lo suficiente como para querer darle un puñetazo en la boca.

—No lo sé, y me importa una mierda —respondió seca.

—Pues así —dijo él, y en cuestión de segundos, tomó un mechón del cabello de la pelirroja y la estampó contra el vidrio de la ventana. El golpe fue fuerte, lo suficiente para que Vi comenzara a llorar mientras se acariciaba el costado de la frente.

—¡No, no, no, no llores, por favor! —dijo Mylo, visiblemente nervioso.

—¡Vander! —gritó Vi entre lágrimas. El dolor era leve, pero el susto que le había provocado era mucho peor.

—Dios mío, por eso no me gusta llevarlos a ningún lado. ¿Quién te enseñó a golpear así? —exclamó Vander, deteniendo el coche bruscamente cerca de una gasolinera. Giró hacia Mylo, que ya estaba asustado—. ¿Te parece gracioso? Mira cómo dejaste a tu hermana.

—Lo siento, no pensé que se fuera a golpear tan fuerte —balbuceó el niño.

—Pues eres un idiota —respondió Vander, pero no pudo terminar la frase porque Vi rompió a llorar aún más. Tapándose los oídos con las manos, intentaba calmarse, lo que solo aumentó la preocupación del adulto—. Ya, está bien, ¿sí?

Vander se acercó y la abrazó, cubriendo su cabeza mientras intentaba apartar sus manos para revisar el golpe. Apenas había una marca rojiza, pero era evidente que podría salirle un moretón.

—Llevas todo el camino molestándola —le recriminó Vander a Mylo.

—¡Ella también me estaba gritando y no dijiste nada! —se defendió el niño.

—Estoy conduciendo, ¡usa el cerebro, hombre! Mira, olvídate de lo que quieras comprar porque no te lo voy a dar. Estás castigado.

—¿Castigado? ¿Por esta dramática? —replicó Mylo con desdén.

—¿Dramática? ¿¡Dramática!? —Vander perdió la paciencia y, con una mano, le dio un par de golpes en la cabeza al niño—. ¡La estampaste contra el maldito vidrio!

—¡No me pegues tú tampoco! —protestó Mylo, llevándose las manos a la cabeza.

Al terminar la discusion Vander siguo conduciendo hasta lllegar a la gasolinera que quedaba en frente de ellos, todos se mantuvieron callados ante la situacion, incluso Powder prefirio ponerse sus audifonos de casco y mirar por la ventana el camino. ¿Que acaso ni siquiera podia estar tranquila fuera de casa?, quizas su sufrimineto se extenderia aun mas.

Al llegar al supermercado el ambiente entre sus hermanos fue menos tenso, su hermana fue al pasillo de juguetes junto con Mylo, ya que ellos siempre gustaron aun de aquellas figuras de plastico de muchos usos divertidos: rompecabezas, figuras de accion, peluches, etc. Claggor por otra parte los acompaño a ella y a Vander a hacer las compras del hogar, sin embargo se limito en decir una palabra.

Vander siempre sabia que llevar y en que cantidad, asi que no era necesario su intervencion mas que mover el carrito de compras, sin expresion alguna en su rotro y la mirada baja cada que podia.

Deseaba estar recostada en su cama, llorando o simplemente mirando su maldito telefono para tratar de olvidar todo. Quizas no era nada notorio, pero la simple precencia de Vander le ponia los pelos de punta y hacia que su corazon latiera bastante rapido, al punto de dolerle el pecho. Le dolia la cabeza, penso que era por el sobrepensamiento ante la situacion pero quizas el efecto del golpe ya le estaba dando un efecto.

—Claggor, ve por tus hermanos que ya estamos por pagar, los veo en la caja—dijo algo mas amable pero no contrastando su voz autoriataria.

El castaño asintio rapido y salio del pasillo de donde estaban dejando a su hermana completamente sola. Fue entonces cuan una mano paso por su hombro atrayendola suavemente hacia el, su cuerpo se paralizo de inmediato y prefirio bajar la mirada.

—¿Te duele el golpe?—pregunto sosteniendo ahora el carrito mientras avanzaban fuera del pasillo.

—No—dijo con la voz cortada ante la impresion.

—El no debio hacer eso, ¿esta bien?, llegando a casa te pongo un poco de alcohol, ¿esta bien?—uno de sus dedos pellizco su mejilla pecosa, lo cual hizo que la volteara un poco ante la incomodidad—¿ya no me hablas?.

—No, no quiero hablar ahora, ya quiero irme a casa—exclamo nerviosa.

—Esta bien lo que tu digas.

Habia palgo de gente en las cajas, asi que tuvieron que hacer fila para esperar a ser atendidos, se recargo en la lateral de una maquina de sodas, aquellas que con depositar unas monedas podia conseguir cualquier bebida fria, algo que se le estaba haciendo muy apetecible. Fue entonces fue cuando Vander la miro con curiosidad mientras hechar un dulce en el carrito.

—¿No quieres algo?—pregunto en sigilo mirando como la menor asentia aun con la mirada baja, señalando con los dedos la maquina de bebidas—¿que sabor?.

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La vida nunca había sido justa, al menos no para ella. Desde pequeña, Vi tuvo que madurar antes de tiempo. Mientras otros niños de su edad jugaban despreocupados, ella asumía responsabilidades que no le correspondían. Cuidar a Powder, encargarse de las labores domésticas mientras sus padres trabajaban... Esa era su rutina. Desde la ventana, veía a las niñas de su edad sentadas en la banqueta, peinando las cabelleras de sus muñecas o jugando a la pelota con otros niños. 

¿Por qué no puedo ser como ellas?, se preguntaba. 

Pero la voz de su madre resonaba siempre en su cabeza: "Debes cuidar a tu hermana". Y eso hacía. Cerraba la puerta y se dedicaba a atender a Powder. No culpaba a su madre por ello. Al contrario, le agradecía haberla convertido en una mujer fuerte e independiente, alguien capaz de valerse por sí misma. Sin embargo, no podía evitar sentir que su infancia le había sido arrebatada demasiado pronto.

—¡Rápido, Vi! —insistió Powder, observando cómo las manos de su hermana cosían con destreza un parche en su camiseta favorita, aquella con estampado de gatitos.

—Ya voy —respondió Vi, sacando un poco la lengua en señal de concentración mientras movía la aguja con precisión hasta dejar el parche perfectamente colocado—. Listo.

—¡Gracias, hermana! —dijo Powder con una sonrisa radiante, colocándose la camiseta. Siempre le había encantado esa prenda, con sus dos gatitos, uno blanco y otro negro, formando un corazón. Decía que esos gatos las representaban a ellas dos.

Vi no podía evitar pensar en todo lo que había perdido. Mientras Powder vivía su infancia como cualquier niña de su edad, con amigos, escuela y buenos momentos, ella había cargado con responsabilidades que no le correspondían. Y aunque no quería admitirlo, sentía una punzada de envidia. Envidia de que su hermana tuviera la paz que a ella le fue negada.

Se recostó en su cama, cubriéndose las piernas con una manta suave, mientras miraba su teléfono. Pasaba el tiempo en redes sociales o jugando videojuegos móviles con gráficos mediocres pero entretenidos. Era su único escape, esos pequeños momentos de tranquilidad cuando Vander estaba ocupado. Sin embargo, cuando Vander estaba en casa, Vi prefería encerrarse en su habitación, evitando cualquier interacción.

Un sonido familiar la sacó de sus pensamientos: una notificación de su videojuego. Había jugado una buena partida y alguien le había enviado una solicitud de amistad junto con un mensaje.

Hey, jugaste muy bien, decía el mensaje.

Gracias, respondió ella, esbozando una leve sonrisa. Aceptó la solicitud rápidamente, y casi al instante recibió una invitación para otra partida.

¿Quieres jugar una más?

Así fue como conoció a Sevika. El nombre ya le parecía interesante, y su avatar era impresionante, con armas de colección que destacaban. Sevika era seria pero amable, y la charla que siguió fue sorprendentemente natural. Para Vi, que no solía conectar fácilmente con los demás, esto era algo extraño, pero no desagradable.

Sevika vivía a unas horas de la ciudad y era mucho mayor que ella. Era dueña de una agencia de autos heredada, vivía sola y se describía a sí misma como una mujer independiente, aunque con un toque de sarcasmo que la hacía reír. Vi admiraba esa independencia. Aspiraba a ser como ella algún día: fuerte, libre y capaz de enfrentarse al mundo por su cuenta.

Sin embargo, mientras Sevika hablaba de su vida, Vi notó algo que la hizo reflexionar. Sevika había tenido todo desde pequeña: un departamento regalado por su madre, un auto de su padre y un trabajo asegurado gracias a la familia. Aunque había logrado independizarse a los 19 años, reconocía lo difícil que era enfrentarse al mundo real. Las responsabilidades, los gastos, la presión social... Todo eso la había hecho añorar, en más de una ocasión, la despreocupación de su niñez.

Ese contraste dejó a Vi pensativa. Por un lado, admiraba la independencia de Sevika, pero por otro, no podía evitar compararla con su propia realidad. Vi sabía que su camino hacia la independencia sería mucho más duro. No tendría regalos ni facilidades. Todo lo que lograra tendría que ganárselo con esfuerzo, enfrentándose a un mundo que no siempre era amable.

Y aunque esa idea la aterraba, también la motivaba. Porque, a pesar de todo, Vi sabía que la fuerza que había desarrollado desde niña sería su mayor aliada cuando llegara el momento de volar sola.

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—¡Yo quiero ver la tele!—las manos de Powder arrebataron el control de la television que Mylo tenia en sus manos, acto que le molesto mucho a este—¡Tu siempre ves la tele todo el dia!

—¿Que te importa?, ya damelo no seas grosera—los forcejeos de ambos por obtener el control serian algo que le daria gracia hasta cierto punto. 

Vander sugirio que todos fueran a la sala a ver la television en familia, a sus hermanos les parecio un idea pacifica y buena para despedir el dia, aunque para ella no lo era tantp, ya que Vander casi la saco a fuerzas de la cama. Solo se recosto en el sofa con su misma manta mientras cerraba sus ojos para tratar de descansar, sin importar que sus hermanos casi se mataban por la television.

Vander como siempre tomaba el control de la situacion, llamando la atencion de ambos niños por casi pegarse ante aquella estupidez. Le entrego el control a Claggor el cual puso el mismo programa que siempre, uno extranjero muy entretenido debido a los diversos temas que desglozaba de la humanidad: misterios, animales, historia, etc.

No le desagradaba en lo absoluto y a pesar de las quejas de Powder y Mylo terminaron entreteniendose demasiado con solo algunos minutos de reproduccion. Sintió el sofá hundirse tras un peso junto a sus piernas. Vi apenas movió la cabeza, pero su cuerpo se tensó al instante. Vander se había acomodado a su lado, con esa tranquilidad que siempre parecía envolverlo, sosteniendo una taza de café que despedía un aroma cálido y reconfortante. Sin embargo, lo que sucedió después la hizo contener la respiración: su mano grande y áspera, marcada por años de trabajo duro, se posó con naturalidad sobre sus rodillas.

Primero fue un roce ligero, casi imperceptible, como si no tuviera intención alguna. Pero luego, sus dedos comenzaron a trazar pequeños círculos sobre la tela de sus pantalones. No era un gesto abiertamente inapropiado, pero la familiaridad del contacto la incomodaba profundamente. Vi tragó saliva, sintiendo cómo el calor subía por su cuello hasta sus mejillas. Miró de reojo a sus hermanos, quienes estaban absortos mirando el programa, completamente ajenos a lo que ocurría.

El roce se intensificó, pasando de ser un gesto casual a algo que parecía deliberado. Vi apretó los labios, intentando no moverse, no llamar la atención. Su respiración se volvió más pesada, pero trató de mantenerla controlada. El sonido del televisor llenaba la sala, pero para ella todo parecía amortiguado, como si estuviera sumergida en un extraño silencio. Los dedos continuaban, ahora dibujando líneas más largas, explorando con una lentitud que la hacía estremecerse, no de placer, sino de una incomodidad que casi le paralizaba.

Giró ligeramente la cabeza, buscando alguna señal en el rostro de sus hermanos de que notaran algo, cualquier cosa. Pero ellos seguían inmersos en la pantalla, riendo de vez en cuando, completamente ajenos. La sensación de aislamiento era abrumadora. Tragó saliva de nuevo, esta vez con más fuerza, mientras su mente buscaba desesperadamente una excusa para levantarse, para romper ese momento que ya se sentía eterno.

El contacto no cesaba, y ahora parecía que los dedos se movían con más confianza, como si probaran hasta dónde podían llegar. Vi sintió un nudo en el estómago, una mezcla de vergüenza y rabia contenida. Quiso apartarse, pero el miedo a hacer una escena frente a sus hermanos la mantenía clavada en el lugar. El aire parecía volverse más denso, y el calor que sentía en las mejillas ahora se extendía por todo su cuerpo, como si estuviera atrapada en una trampa de la que no sabía cómo salir.

¿por que no hacia nada?

De pronto, Claggor, con una actitud despreocupada, anunció que iría al baño algo que la alarmo un poco, susurrando debajo de si que no se fuera. Vander observó la escena con calma, notando cómo las piezas encajaban a su favor. Apenas Claggor desapareció por el pasillo, Vander sonrió y, en un tono amable, les dijo a Powder y Mylo:

—¿Por qué no aprovechan para cocinar algo? Lo que quieran, pero rápido.

Los ojos de los nombrados brillaron de emoción. Powder tiró la mano de Mylo, y ambos salieron corriendo hacia la cocina, ya discutiendo sobre qué preparar. La sala quedó en silencio, y Vander giró su atención hacia Vi. Con una tranquilidad calculada, se acercó más a ella en el sofá.

Sus dedos comenzaron a recorrer con suavidad el brazo de Vi, subiendo lentamente hacia su hombro y bajando a sus pechos con tanta calma y confianza encima de su camiseta. Ella lo miró, nerviosa, asustada ante lo que veia y no poder hacer nada pero no se apartó. Vander aprovechó el momento para acariciar su mejilla, dejando que sus manos se deslizaran con más confianza.

—Ya no quiero, pueden venir en cualquier momento—insisitio tratando de quitar aquella mano con la suya, pero el la aparto con otra evitando su movilidad y fue entonces cuando comenzo a frotar su intimidad.—No, no por favor.

—Shh, deja de hablar o entonces si llegaran mas rapido de lo que crees.

Su rostro fue de total disgusto, pero los suspiro salir de sus labios fueron mucho mas asuqerosos de lo que penso. ¿Por que su cuerpo reaccionaba asi?, no lo disfrutaba, en su mente deseaba salir corriendo para llorar en su cama y tratar de olvidar lo sucedido, pero la mano moviendose no la dejaba imaginar otra cosa mas que vivir ese tortuoso momento.

 El tiempo parecía detenerse entre ellos, aunque en realidad solo habían pasado unos minutos. Vi comenzó a relajarse bajo su toque, pero el momento se rompió abruptamente cuando Vander escuchó pasos acercándose desde el pasillo.

De inmediato, retiró la mano y se acomodó en el sofá como si nada hubiera pasado. Claggor regresó con naturalidad. Sin embargo, al sentarse en el sofá, frunció el ceño ligeramente. Había algo diferente en el ambiente, algo que no lograba identificar del todo. Su mirada se posó en Vi, quien evitó hacer contacto visual. Luego, miró a Vander, quien lo observaba con una expresión tranquila pero firme.

Claggor no dijo nada. Decidió no darle más vueltas y centró su atención en la televisión, aunque no pudo evitar sentir que algo extraño había sucedido en su ausencia. Vander, por su parte, mantuvo su compostura, mientras Vi intentaba calmar el leve temblor en sus manos. La sala volvió a llenarse de voces cuando Powder y Mylo regresaron con un desastre culinario en las manos, rompiendo la tensión y devolviendo la normalidad al momento.

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La noche cayo demasiado rapido y Vander al ver como sus hijos comenzaban a cabecear en el sillon anuncion que era hora de dormir. Sin pensarlo mucho todos ayudaron a acomodar la sala y a desearse las buenas noches ates de ir a sus respectivas camas. Powder se dirigio a la parte de arriba de la litera, Mylo en la parte de abajo roncando en automatico cuando cerraba los ojos y Claggor en su cama propia. Claramaente Vi no estaba en su cama esta noche.

—Ven, vamos a mi cama—al querer decir algo opuesto el mayor tomo el brazo de la chica, quien forcejeo rapido tratando de poner resistencia, pero sabia que nada de eso seria suficiente.

—No por favor, estoy cansada, quiero dormir.

—Vas a dormir a mi lado, es mas te cansare un poco mas para que puedas dormir mejor—sonrio de lado y al ver las lagrimas de Vi este rodo un poco los ojos con frustracion y con velocidad cargo el delgado cuerpo de la chica de forma brusca.

—¡No!, sueltame, sueltame por favor.

Se sintio tan inutil al saber que su voz no pudo ser mas fuerte para despertar a sus hermanos; fue callada con la mano del mayor quien abrio la puerta con su pie debido a la situacion de su manos, de la misma forma la cerro y con completa libertad avento a la chica en la cama mientras la veia llorar de forma cortante. Lo peor es que la ignoro por completo quitandole las prendas inferiores dejando su intimidad expuesta y se poso en medio de ella.

Entonces entendio que aunque quisiera forcejear todo terminaria igual, siendo violada sin piedad hasta quedar profundamente dormidad sin saber nada mas.

—Ya sabes que no te debes mover o te lastimaras—los dedos dentro de su vagina eran tan incomdos, sintiendo la forma de esos dedos asperos y largos entrar y salir para dilatarla, pero aun asi le dolia siempre cuando la penetraba.

No tuvo que esperar mucho, sus piernas le fueron abiertas y fue acomodada en medio de la cama para sentir el miembro dentro de su estrecha vagina, sacandole varias lagrimas y un chillido enorme que inundo todo el cuarto. Se aferro a su espalda, a la sabana blanca de la cama y mordiendo sus labios con tanta fuerza que hasta doler para resisitir la penetracion.

Ni siquiera su llanto lo detuvo

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