Mi habitación no era grande pero tampoco pequeña, era perfecta para una sola persona. Digamos que en la cabaña la mayoría de habitaciones eran para más de dos personas y odiaba compartir cuarto, es la cosa que más odio.

Puse mi maleta en el suelo, saqué mi pijama (que no era más que una playera grande y un short), mi cepillo de pelo y de dientes (incluyendo la pasta), un libro y unas alpargatas.

Tenía suerte de que mi habitación tenga baño porque si no que flojera seria ir a otro lado. Entré a ducharme tratando de ignorar el agua helada que salia para ponerme mi pijama. Me vi en el espejo y el recuerdo de aquel incendio se me vino a la mente, pequeñas lágrimas bajaban por mis mejillas el cual no tarde en limpiar y salir del baño directo a mi cama. Me dispuse a leer el libro que me regalo mi papá hasta que el sueño me agarro y deje el libro de lado para dormir algo incómoda, las camas del ejercito estaban mejor.

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Abrí mis ojos encontrándome con mi habitación con algo de luz natural. Vi la el reloj que estaba colgado que marcaba las 8:32 de la mañana. Sin muchas ganas me levanté y tome mi toalla para dirigirme al baño a ducharme, bendita sea que ahora hay agua caliente.

Me empecé a tomar mi tiempo, extrañaba poder bañarme y tomarme todo el tiempo del mundo. Digamos que teníamos mucho menos de 10 minutos para ducharnos pero ahora era la excepción.

—¡Chicas, apurense que ya nos vamos y no quiero volver por que se quedo alguien! —escuche un grito.

—Oh, mier.... —se cayó el jabón— carajo..

Dejé el jabón donde estaba, cerré el agua y salí con una toalla en el cuerpo además de otra en el pelo. Me resultaba gracioso que solamente mi ropa interior fuera normal, si no ya sería obsesión la de mi padre sobre la ropa militar todo el día.

Me apresure en ponerme mi ropa, ponerme crema, ponerle talco a nos botas, ponerme desodorante, echarme perfume y sacarme la toalla en el pelo. Me peine e hice una coleta rápida y me puse mi boina. Me puse rímel y me encrespe las pestañas, busque una chaqueta negra el cual me puse mientras bajaba y caminaba donde las camionetas.

—¡Hey, linda! ¿Porque no después del campamento vienes conmigo? —dijo otra vez aquel chico moreno, si no he escuchado mal se llama Dariush.

— Recuerda que soñar es gratis pero tampoco abuses —me subí a la camioneta y me senté al lado de la chica del cuarto del frente.

—¡No abuso de tú belleza, nena! —grito a lo lejos mientras rodé los ojos.

—Hola, ZhenZhen, ¿no? —le hable a la chica el cual asintió. Le extendí mi mano. —mucho gusto —sonrei mientras ésta estrechaba su mano contra la mía algo dudosa.

Era muy callada pero me agradaba, al menos no era como las otras chicas que parecían ardillas chillando por sus artistas. Ósea yo si me emociono pero no chillo.

Alex se subió y me miro con una sonrisa al cual yo me regalé una también, se acomodó al frente de nosotras para luego ver a Dariush entrar y sentarse a un lado de Alex, aunque el señor medianoche me decía que se moviese.

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