❁ ⸙͎۪۫ Capítulo 19
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La melancolía que los había tenido prisioneros en sus propios cuerpos estas últimas semanas, se había ido para dar paso a la nada. Justo ahora podían decir que sus emociones se habían esfumado; no había alegría, no había enojo, no había tristeza, no había nada más que vacío.
Vivieron como zombies los días próximos hasta que el viernes llegó, y fue entonces que todas sus emociones regresaron de golpe, volviéndolos a ambos un gran manojo de nervios. En la preparatoria continuaron actuando indiferentes, pero ahora era momento de verse como simples civiles y no como profesor y alumno.
4:22 p.m.
Después de haber tomado una ducha, Jaemin salió del cuarto de baño con la toalla rodeandole la cintura, se dirigió hasta el armario y se quedó mirando su interior por largos minutos. Le estaba costando mucho más de lo normal el poder elegir su ropa; no quería ir demasiado arreglado para que Jeno no pensara que le importaba demasiado, pero tampoco quería ir muy despreocupado, pues sería la primera vez que vería a la madre del castaño y sentía la necesidad de darle una buena impresión.
—Vamos, vamos —se presionó en un murmullo, impacientandose por saber que el tiempo seguía corriendo y el seguía desnudo. Inhaló profundo por la nariz y exhaló lento por la boca para tratar de tranquilizarse y poder pensar con claridad—. De acuerdo —Tomó su móvil y miró la hora, eran las cuatro y media—... aún tengo tiempo —Dio otra mirada a sus prendas—. Quizás una combinación sea la solución.
Sacó unos jeans negros, una camisa blanca de vestir y unas zapatillas Vans del mismo color. Se vistió rápido, dejándose la camisa desfajada, y fue hasta el tocador para poder mirarse en el espejo y darse los últimos arreglos: peinó su cabello hacia un lado, acomodó el cuello de su camisa, desabotonó los puños de la misma y dobló sus mangas sobre los codos.
Se veía bien, pero "bien" no le parecía suficiente para esta ocasión. Se dirigió nuevamente hacia el baño y rasuró la poca barba que le salía. Hecho esto, salió de su habitación y fue a hurtadillas hasta la de su madre; ella tenía más artículos para arreglarse.
Tomó una crema hidratante del tocador y la untó en sus manos, la parte desnuda de sus brazos, su cuello y su rostro, continuó colocándose un poco de bálsamo labial, y terminó cepillando sus cejas. Pequeños detalles que lo hicieron verse y sentirse mejor.
Dejó las cosas en su lugar y salió, volviendo a su propia recamara para tomar su celular y poder ir por fin a la primera planta.
—¡Ma', ya estoy listo! —anunció, mientras bajaba por las escaleras.
Su mamá, quien se encontraba sentada en el sofá mirando la televisión, se colocó de pie apenas escuchó a su hijo, tomó sus llaves y móvil del buró, y ambos salieron de casa. El automóvil ya estaba aparcado cerca de la acera, Nayeon tomó el asiento como piloto y Jaemin como copiloto. Encendieron la radio a un volumen bajo, y emprendieron su viaje.
—Así que, ¿estos trabajos extra que harán ahora te darán un punto más en tu promedio final de este semestre? —cuestionó su mamá, pasados unos cuantos minutos, sin apartar la vista del camino.
—A-aaah, sí, así es —afirmó el rubio, nervioso por la pregunta, eso significaba que su madre no había caído en su mentira del todo.
—Muy bien —dijo seria, asintiendo con lentitud, valorando la veracidad de la historia—. Y ¿cuántos más de tus compañeros me dijiste que irían?
—Umm... cinco —respondió nervioso, realmente no recordaba las cosas que le había dicho, solo salieron de su boca sin ponerse a pensar que tendría que repetirlo después.
—Oh, creí que me habías dicho que serían ocho —dijo, dándole una mirada fugaz.
Mierda.
—S-sí... Umm —«Vamos, Jaemin, piensa, piensa», se presionó mentalmente—... Es que también estaba contando a míster Lee, a su esposa y a mí —mintió, terminando con una forzada risa.
—Ah, ¿está casado?
—Uffff, sí, no sabes, ella y él... muy casados, están... uy tan enamorados, ellos... Sí lo está —Bajó la mirada, cuando se ponía nervioso creaba respuestas interminables y sin mucho sentido.
—Mmhm —tarareó su madre, dando la plática por terminada.
5:04 p.m.
Estaban a sólo cuatro cuadras de casa de Jeno, y Jaemin se colocaba cada vez más ansioso. No quería llegar, pero a la vez sí. Girando su vista hacia la ventanilla, tomó el valor suficiente y dijo:
—Ma', ¿podrías dejarme aquí?
Nayeon le dio una mirada fugaz, frunciendo el entrecejo un poco más. Sospechaba desde hace un tiempo que algo extraño pasaba entre su hijo y aquel maestro, pero ni siquiera estaba segura del qué exactamente.
—¿Por qué? Ya casi llegamos, déjame llevarte hasta allá.
—Es que —«Vamos, Jaemin, piensa en algo bueno. Piensa, piensa», se presionó mentalmente. El automóvil seguía avanzando y no tardarían en llegar—... Es que ya estoy en mi último año de preparatoria, me da algo de pena que mis compañeros vean que mi madre me sigue llevando a todos lados mientras que ellos llegan por su propia cuenta.
Su mamá asintió, orillando y deteniendo el coche.
—Ya veo. Pero entonces, ¿por qué me has pedido que te trajera? Ya habías venido tú solo otras veces.
—Sí, pero... Umm... yo... No quería gastar dinero en el autobús —Vio con algo cercano al temor la manera en la que su progenitora volvía a asentir con extrema lentitud; conocía aquello a la perfección, ella estaba dudando de algo, y no se quedaría más tiempo allí para averiguar qué—. Como sea, gracias por haberme traído hasta aquí —añadió, quitándose el cinturón de seguridad e inclinándose hacia ella para presionar un beso en su mejilla—. No sé muy bien a qué hora vayamos a terminar con esto, pero yo te envío un mensaje para que vengas por mí. Hasta este mismo punto, ¿sí?
—De acuerdo —concedió la rubia, sin más que decir.
—De acuerdo —confirmó Jaemin, con un temblorosa sonrisa forzada, antes de girarse, abrir la puerta de su lado y salir del vehículo—. Hasta pronto —se despidió, batiendo rápidamente su mano y emprendiendo su corto camino restante.
Escuchó el automóvil de su madre alejarse al instante y pudo soltar todo el aire que estaba conteniendo, sin embargo los nervios y ese atisbo de temor seguían manteniéndolo tenso.
Caminó cabizbajo con las manos en los bolsillos de sus ajustados jeans, hasta llegar frente a la gran casa que justo ahora parecía ante sus ojos de terror.
Respiró profundo antes de decidirse a cruzar el patio delantero y subir al porche.
—Solo será una pequeña reunión con su familia —se dijo en un susurro casi inaudible—. Solo esto y todo terminará. Puedes hacerlo —Elevó su mano y presionó el timbre.
Pronto se escucharon pasos apresurasoa al otro lado de la puerta antes de que esta misma fuese abierta por el dueño.
—Hola —saludó Jeno, regalandole una apenas visible sonrisa.
—Hola —respondió, sin mirarlo.
—Pasa, por favor —pidió, extendiendo uno de sus brazos hacia el interior de su hogar.
—Umm, preferiría no hacerlo. Esperaré aquí afuera hasta que este listo para irnos.
Jeno ignoró la ligera punzada de dolor que aquello le causó, y asintió.
—De acuerdo, solo iré por mi saco —Jaemin asintió, y él se dio prisa hasta su habitación para tomar la prenda mencionada. Se dio un vistazo rápido en el espejo, podía decir que lucía muy bien a pesar de la simpleza en su vestimenta; iba completamente de negro: pantalón y zapatos de vestir, y una camisa de manga corta (la cual llevaba fajada). Aunque a esto se le añadiría más tarde el color azul marino de su saco.
Respiró hondo y volvió por las escaleras hasta el punto de partida—. Listo —informó al menor, mientras cerraba la puerta de su casa detrás.
Ambos caminaron hasta el oscuro vehículo del mayor, el cual se encontraba aparcado frente a la cochera. Jaemin tomó su asiento como copiloto y Jeno el suyo como conductor. Después de colocarse los cinturones, comenzaron a avanzar.
El trayecto hasta casa de la madre del castaño era de casi una hora, por lo que al ver que los minutos corrían y Jaemin aún no decía palabra o emitía sonido alguno, Jeno comenzó a desesperarse. Así es, al mismísimo Lee Jaeno le estaba molestando viajar en silencio.
Aclaró su garganta para comenzar rompiendo el hielo:
—No te voy a hacer daño —comentó a modo de broma, pero sin ese tono que te decía que lo era.
—Más es imposible —dijo Jaemin, mirando por la ventanilla de su lado.
Y ahí fue donde Jeno decidió que la ausencia de palabras le volvía a agradar. Ya no podía mantener conversación con Na sin decir algo que por accidente lo lastimara. Mordió su mejilla interna para tratar de alejar la enorme culpa que en su pecho se juntaba, y encendió la radio.
5:57 p.m.
Apenas el ojiceleste aparcó el automóvil en la acera frente a casa de su mamá, la puerta de esta misma fue abierta y pronto la pequeña Yeri salió corriendo, quedándose en la acera dando saltitos impacientes y alegres. Jaemin no pudo evitar sonreír al verla, y Jeno al verlo sonreír a él.
Se deshicieron de los cinturones y bajaron del coche, mirando a ambos lados de la calle antes de cruzar.
—¡Jaaaaaamin! —chilló la castañita, lanzándose a los brazos del mencionado—. Te extrañé mucho —confesó, antes de presionar un beso en su mejilla.
—Ooww —arrulló el ojimarrón, estrechando más a la pequeña—, yo también te extrañé mucho, Yeri —admitió, devolviendo el beso.
Wendy no tardó en salir también y regalarle una gran sonrisa a los recién llegados. Atravesó el jardín delantero y abrazó a su hermano.
—Al parecer Yeri se encariñó demasiado con tu alumno —comentó, mirando feliz a su hija y al rubio—. En serio lo quiere mucho.
Jeno también dirigió su mirada hacia los menores.
—Es imposible no hacerlo —dijo, sin pensar—. Aaah, digo, es alguien... ya sabes... muy agradable —añadió, un tanto nervioso—. Como sea, ¿en dónde está mamá? —cuestionó, antes de que su hermana tuviese oportunidad de volver a hablar.
—Oh, ella está adentro esperándote —respondió, con una cálida sonrisa.
—Muy bien —dijo, antes de girarse hacia donde el ojimarrón—. Umm, Jaemin —llamó, vacilante—, ¿puedes venir? Hay alguien dentro que aún no te he podido presentar.
Na asintió, sintiendo los nervios inundarlo nuevamente.
—¡Sí, vamos con mi abuelita! —chilló Yeri, retorciendose para que el rubio la bajara. Apenas tuvo ambos pies en el suelo, echó a correr al interior de la casa.
Los tres restantes entraron detrás de ella a pasos normales. La mano de Jeno picaba por tomar la de Jaemin, pero sabía que no podía ni debía hacerlo, prometió comportarse igual que antes de su "separación".
Llegaron a la sala, en donde una anciana se encontraba descansando en un sofá individual, mientras sostenía una taza de juguete para que Yeri se la llenara de té imaginario.
La mujer se colocó de pie al verlos, y pese a su avanzada edad, se veía bastante firme, aún en sus cinco sentidos, y tan formal como sus hijos... O bueno, al menos como Jeno, pues Wendy era bastante relajada y de vestimentas casuales.
La cabellera de la anciana era totalmente plateada y estaba recogida en un chongo alto, su piel era de un moreno claro, ojos azules tan hermosos como los de sus parientes, con una estatura que Jaemin calculaba alrededor de 1.67 metros y complexión estándar. Vestía una falda de tubo tinta sobre la rodilla, una blusa de botones en color negro, un saco a juego con la primer prenda, panti-medias con casi el mismo color de su piel, zapatos de piso en color negro, y como accesorios contaba un pequeño reloj dorado alrededor de su delgada muñeca, un par de aretes de oro, y unas gafas delgadas resaltando sus preciosos ojos.
Al parecer los años la habían tratado muy bien, quizás los Dioses amaban a los Lee, pues todos tenían un increíble atractivo físico. Si Jaemin tuviese que adivinar la edad de la señora, diría algo así como 50 años, pero al tomar en cuenta que era madre de un hombre de 37, eso le parecía muy poco probable.
—Buenas tardes —saludó la anciana, dirigiéndose específicamente a Jaemin.
El rubio tragó saliva antes de poder responder.
—Buenas tardes.
La mayor de todos sonrió.
—Díganme, ¿quién este chico tan encantador?
—¡Es la novio de mi tío! —respondió Yeri, sonriente. Todas las miradas dieron a parar rápidamente sobre ella—. Ay no, no es cierto —se corrigió, al ver a su tío tan tenso—. Ya me acordé que son amigos —Dicho esto, se fue corriendo a la cocina.
Las dos mujeres en la habitación rieron.
—Es el alumno preferido de Jeno —informó Wendy.
El nombrado aclaró su garganta.
—Su nombre es Na jaemin, y como dice Wendy, es uno de mis alumnos, con el que mayor acercamiento he tenido.
—Mucho gusto, señora —se apresuró a decir Na, estirando su brazo hacia ella—, es un placer conocerla.
La mujer asintió, manteniendo su amplia sonrisa.
—Puedes llamarme Mary, muchacho —dijo, mientras estrechaba la mano ofrecida—. Y el placer es todo mío.
—De acuerdo, Mary —concedió el rubio, con una tímida sonrisa—. Usted puede llamarme Jaemin.
—Lo haré —aseguró ella—, es un nombre tan lindo como tú —El ojimarrón se ruborizó, enterneciendo a los tres ojiazules—. Bueno, vamos a la mesa —habló nuevamente la mayor—, la comida ya está lista y no queremos que se enfríe.
Los cuatro se dirigieron hasta el comedor y tomaron asiento; Mary junto a Wendy en un lado de la mesa, Rosie en una silla especial en una de las partes del ancho, y Jeno junto a Jaemin al otro lado.
Después de dar las gracias, comenzaron a comer, y una amena plática no tardó en aparecer.
Jeno era una persona muy distinta estando con su familia, una persona que a Jaemin le gustaba mucho más. Amaba poder verlo cómodo, siendo quien realmente era, y se sentía muy afortunado al saber que era de las pocas personas en el mundo que podían hacer eso.
8:02 p.m.
La comida fue todo lo bien que se habría podido esperar, y ahora Jaemin se encontraba en la sala jugando a la escuelita con Yeri y Wendy; podían decir que si llegaba a tener esa profesión de mayor, sería igual a su tío.
Mientras tanto, en el comedor permanecieron Jeno y su madre a petición de la mujer, pues tenía un par de cosas que hablar con su hijo.
—Entonces... ¿tu alumno? —cuestionó, volviendo a tomar asiento frente a su primogénito, después de haberse levantado por un vaso con agua.
—Así es —afirmó el castaño, con un leve asentimiento. Tenía ambas manos entrelazadas sobre la mesa y una postura erguida como siempre. Su progenitora, además de tener ese "sexto sentido" que toda mamá tiene,
era una mujer muy inteligente, ella no pasaba por alto ni el más mínimo detalle, y Jeno lo sabía bien.
Valoró sin duda la posibilidad de que ella viera algo más allá al invitar a Jaemin, y justo por eso lo hizo. Y no porque tuviera dudas, ya estaba cien porciento seguro de que lo que sentía por Na era más que atracción física, sino porque justo por eso su mente estaba siendo un desastre; su mamá siempre tenía una solución, o al menos algo qué decir. Él quería escucharla.
—¿Solo eso?
Jeno asintió.
—Sí, solo mi alumno.
—Mmm —Se quedó un par de segundos en silencio, mirándolo fijamente, antes de negar—... No, hay algo más. Puedo verlo en sus ojos.
El entrecejo de Jeno se frunció.
—¿En los de él?
—En los de ambos —aclaró, tranquilamente. Retiró sus gafas, las limpió con el borde de su saco, y se las volvió a colocar—. Hay un brillo similar en sus miradas; puedo ver amor —Jeno tragó grueso, tensado la mandíbula, más no se atrevió a tratar de negarlo—. Y digo que es algo "similar" y no "igual", porque hay un toque de algo más. En sus ojos puedo ver ilusión, mientras que en los tuyos —Entrecerró ligeramente los ojos, intensificando su mirar—... puedo ver duda, temor; hay algo que te aflige —Volvió a relajar su expresión—. ¿Qué es?
El castaño suspiró pesado, bajando la vista.
—Por Dios, mamá, eso ni siquiera tendrías que estarlo preguntando.
Mary enarcó una ceja.
—¿Por qué no? Soy tu madre, no hay nada de malo con que me cuentes tus problemas. Yo podría ayudarte.
—Estoy seguro de que puedes, pero no me refiero a eso. Creo que es algo obvio el porqué de mi pesar... el porqué de mi duda y temor.
—Pues ilumíname, porque no veo claro.
—Es mi alumno —dijo, directo. Su madre se mantuvo seria—. Mamá, por Dios, imagínate lo que pasaría si el director de la preparatoria... No, peor aún, si el super intendente se enterara de que mantengo una relación con uno de mis alumnos; me despedirían enseguida. Mi expediente quedará marcado con ello, no conseguiré trabajo como maestro de nuevo. No puedo permitir eso, tú mejor que nadie sabes lo mucho que me he esforzado para llegar hasta donde estoy, para obtener el empleo en esta preparatoria.
—Por supuesto que lo sé. Pero entonces, si no quieres llegar a nada más allá con el muchacho, ¿por qué lo invitaste? ¿Por qué ya conocía a Yeri y a Wendy? Has estado pasando tiempo fuera de la escuela con él, ¿no es así?
Jeno desvío la mirada.
—Sí.
—Y tú sabes bien que el chico está enamorado de ti, ¿no?
—Sí.
—¿Él sabe que tú estás enamorado?
El castaño se encogió de hombros.
—No lo sé.
—¿Con eso me estas diciendo que le has dado indicios o señales para que él pudiese ver que lo estás?
Jeno bufó.
—¿A qué nos llevan todas estas preguntas?
—A que sabes muy bien que no puedes ofrecerle lo que quiere y aún así lo tienes a tu lado. Lo estás ilusionado y eso no es correcto.
—Nada de esto es correcto —dijo, frustrado—. No debería de haberme enamorado de un muchacho. Incluso fuera del fracaso laboral que sería salir con él, sería juzgado todos los días por las personas en general; un hombre de casi cuarenta saliendo con un joven de apenas dieciocho años —Rió sin gracia—. Que horror.
—No vivimos de la gente, hijo, además de que no fue tu culpa, nadie elige de quien enamorarse —dijo, estirando una de sus delicadas manos para colocarla sobre las de su hijo—. Se enamoraron, no pueden hacer nada contra eso. Pero lo que sí puedes evitar es dañarlo. No le des falsas ilusiones, no sigas jugando con él.
—No, no trataba de hacer eso —dijo, tomando las manos de su madre entre las suyas, acariciandole inconscientemente el dorso con los pulgares—. De cualquier forma esta es la última vez que nos veremos fuera de la escuela.
Mary negó, dándole una pequeña y cálida sonrisa de lado.
—Sabes bien que eso no es verdad.
Jeno la miró confundido.
—No te estoy mintiendo.
—No dije que lo hayas hecho. Pero como tu madre, te conozco muy bien, sé que eres aferrado, y aunque puedas permanecer alejado de él un par de días, volverás a acercartele, y puedo decir sin dudar, que él aceptaría incluso contra su voluntad que lo hicieras.
Jeno llevó su vista hacia el techo y respiró profundo para tratar de alejar el molesto nudo en su garganta.
—¿Entonces qué hago?
Mary alejó su mano cuidadosamente del tacto de su primogénito, y se colocó de pie.
—También sé que eres un hombre inteligente... Encontrarás una solución que los beneficie a ambos. No tengas miedo, haz eso que tu corazón te diga que es lo correcto —Dicho esto, salió de la habitación, directo a la sala para unirse al juego.
El castaño se quedó pensativo en el comedor.
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