ᶜᵃᵖ ᵒⁿᵉ
El pueblo dónde vivía era pequeño, sujeto al inmenso Dark Moon, el reino que nos proporcionaba seguridad, aquel que se extendía desde las montañas del norte hasta el infinito azul del mar. Cómo dije, Sadame era un pueblo pequeño, pero lleno de personas trabajadoras, familias unidas por el lazo del amor y la humildad. Quizás no éramos ricos en oro, pero si en optimismo y compañerismo.
Aunque pese a esto, aún sentía un vacío en mi interior, que quería ignorar fervientemente. Desde niño soñé con un gran castillo, uno lleno de comida, flores vivaces y personas que me hicieran compañía. Lástima que esa nunca sería mi vida, esa es la vida de los príncipes y reyes de Dark Moon, siempre tan perfectos y relucientes, cuán joya inalcanzable.
—¡Kim Seonwoo! —Mi mejor amigo saltó encima de mí sacándome de mis fantasías. Esa era su costumbre, regresarme a la realidad con sus regaños.
—No empieces Taki —le dije haciéndome el desentendido, mirando hacía otra dirección, y preguntandole si se fijó en lo azul que estaba el cielo ese día, ignorando a más no poder, que no respondí sus cartas. En mi defensa, es difícil para mí conseguir a alguien que me ayude a leerlas y escribir la respuesta.
Así es, él era el chico más enojón que conocí.
—No me llames así, por cierto, el cielo no está azul, al contrario, es gris Sunoo, el invierno pronto iniciará, tonto —sus labios fruncidos me dieron ganas de morirme de la risa, pero si no quería ser golpeado era mejor no hacerlo.
—Está bien señor, cómo usted quiera —no pude evitar reír un poco y eso lo molestó más.
—¡Te he dicho que no te desaparezcas así, enserio! —miró sus pies con un sus mejillas un poco coloreadas al ver cómo las personas lo miraron gracias a su grito, él era tan cascarrabias, como tímido— puede ser peligroso —su voz muy baja— y más si te vas a las montañas, ¡es peor!—de nuevo volvió a alzar la voz, al mismo tiempo que cubría su boca.
Me dediqué a escucharlo y sonreír por su dualidad, desde que lo conocí Taki demostraba un serio complejo de sobreprotección, no lo culpo, él tiene sus razones.
—Tranquilo, prometo responder todas tus cartas la próxima vez, perdóname, ¿si? —puse mi mejor cara de cachorrito triste y en segundos fui perdonado ¡bingo!
—¿Tienes que hacer otra entrega a las montañas? —su tono era de total preocupación. Y siendo sincero tampoco yo quería ir, ese lugar era tan tenebroso, sin mencionar que me sentía extrañamente observado.
Pero, en mi situación no tenía otra opción, en el pueblo los trabajos eran escasos, sumado a eso, a mis catorce, nadie quería contratarme seriamente, me consideraban un niño, por lo que repartir comida a las personas que laboraban en las montañas era lo único que se me permitía hacer. La paga no era mucha, pero mi objetivo nunca ha sido ser rico, sino sobrevivir.
Taki por su parte cuidaba las flores del invernadero de la princesa, era un trabajo estable y sin tanto peligro, por eso le insistí para que no lo dejara, por suerte me hizo caso.
—Si, pero será menos, lo que quiere decir que regresaré en la tarde —le sonreí, pero me decepcioné al ver que el gesto de preocupación no desaparecía de su rostro.
—Todo estará bien, no te preocupes por este tonto amigo que tienes, no moriré sin antes casarme con el príncipe —volvi a reír e intenté tranquilizarlo, pero no parecía estar funcionando.
—Eso espero —musitó con la mirada perdida en el suelo.
Me preocupaba dejarlo tan preocupado, pero debía irme o luego me ganaría un regaño.
Me despedí y tomé mi camino, los desgastados zapatos que usaba molestaban mis pies, pero tenía que continuar, ya después podría comprar otros. Además mi cabello caía a los costados estorbando al correr.
El camino a las montañas estaba desolado, pero eso no llamó tanto mi atención cómo ver cómo un grupo de hombres vestidos con el uniforme de la guardia real tomaban del brazo bruscamente a una joven de unos veinticinco años, al mismo tiempo que un grupo de campesinos gritaban al unisono: 'quemen a la hechicera'
¿Hechicera? Sería la primera vez que viera una.
Ella tenía golpes por todo el rostro, cuya palidez podía compararse con la de un muerto, su cabello amarrado en una coleta despeinada, descalza y vistiendo un vestido negro que le cubría hasta las rodillas; parecía haber sido más largo, pero estaba desgarrado.
Su mirada puesta en el suelo, mientras mantenía aquella expresión, cómo si nada le importara.
Me quedé observando la escena, petrificado, era la primera vez que presenciaba algo así y no es algo bonito, para nada.
Antes escuché de la magia y los hechiceros, pero nunca creí que fuese real; menos que habitase alguno en el tranquilo reino de Dark Moon.
Pasaron justo a mi lado, ella levantó su rostro, su mirada vacía se fijó en mí, causandome una profunda tristeza.y una corriente me atravesó cuando una sonrisa tranquila se dibujó en su rostro.
—Tú... —la escuché susurrar, para luego desmayarse, un golpe en su cabeza fue el culpable, la sangre que salpicó de su cabeza golpeo mi rostro haciendo que mi estómago se contrajera.
—A la maldita bruja aún le quedaban ganas de hablar, que persistente —dijo uno de los guardias con su desagradable voz.
Los miré con total repudio, entonces decidí continuar mi camino, no pretendía seguir allí viendo aquello que me causaba tanta incomodidad y amargura.
La mirada de esa joven no se iba de mi mente, ¿yo?, ¿se habrá confundido?
Traté de ignorar lo ocurrido y me concentré en las entregas, con suerte terminaría antes de lo imaginado. Bueno, realmente ese era mi objetivo, porque la soledad del bosque me aterraba en demasía y tal como dijo Taki, pronto llegaría el invierno; y casi nunca el sol nos bendecía con sus rayos desde que octubre llegó, no quería imaginar la temporada de hielo, como le decían en el pueblo.
Mis pies dolían demasiado, si seguía así ya no los sentiría, quise descansar, pero eso sería perder el tiempo y no estaba para eso.
El ambiente de la montaña nunca me terminaría de agradar, solitario, frío, el viento causando que las ramas de los árboles crujieran aterradoramente.
Muchas personas me advertían sobre animales salvajes y cosas un poco... extrañas, así que, no quería llegar a encontrarme con algo así nunca, aunque no lo creía posible porque eran nulas las veces que me desviaba del camino protegido, así me quedara más lejos. Sin dudas tenía que admitirlo, no soy valiente, ni un poco.
Caminé lo más rápido que pude, el frío empezaba a hacer estragos en mi cuerpo, mi cabello se ondeaba con la gélida brisa, mientras el cielo se oscurecía cada segundo más, encerrandome en una oscuridad que me aterrizó.
Para empeorar las cosas comencé a escuchar maullidos extraños, no podía ser, se suponía que iba por el camino seguro, allí no se acercaban ese tipo de animales salvajes, pero... entonces... ¿qué era ese ruido?, escuchaba cómo si muchos se acercaran.
O estaba paranoico, o escuché el sonido de las garras contra el suelo.
Los nervios me estaban traicionando, el pánico entumeciendo cada una de mis extremidades, no quería ser comida de lobos, no podía ser ese mi triste final. Pero me estaba convenciendo que si sería, porque pude ver con claridad el grisáceo y grueso pelaje.
No, no, no...
Seguidamente otros más, la imagen frente a mí era desalentadora, solo veía sus dientes a la vista, la baba escurriendo de sus encías, y esos intensos ojos amarillos mirándome.
Este era mi final...
Cómo pude intenté mover una de mis piernas, pero no lo lograba, era cómo si no pertenecieran a mi cuerpo.
Pensé en mi vida, en cómo nunca conocí a mis padres, o como nunca tuve un lugar al cuál llamar hogar, pensé en mi mejor. Taki tenía razón, no debí confiarme de este endemoniado bosque.
Mi corazón quería saltar de su lugar, mientras las lágrimas salían sin cesar.
Cuando casi pude sentir los filosos dientes de esos escuálidos lobos, un pelaje blanco como la mismísima nieve me cubrió. Traté de abrir los ojos y lo vi, otro lobo estaba frente a mí, cubriendo mi cuerpo, protegiéndome, debía estar soñando de seguro.
Este majestuoso animal al contrario de los otros, se veía más saludable, su pelaje brillaba y superaba en tamaño y peso a los otros.
Los demás no tardaron en atacar, su piel siendo rasgada y yo solo pude llorar aún más, este sería nuestro final, eran demasiados contra de uno solo. Escuché sus quejidos al mismo tiempo que cerré con fuerza mis ojos, no vería nada, no podía.
El silencio reinó, uno tan profundo que me ensordeció, abrí con cuidado mis ojos encontrándome a todos esos animales huyendo.
¿Huyendo?, ¿que estaba pasando?
El lobo que antes me estaba ayudando también estaba huyendo, no entendí nada, hasta que lo ví, la figura viniendo desde atrás.
Su cabello negro y perfecto ondeando por el viento, cayendo a los lados de su rostro y el resto amarrado en una débil coleta.
Sus ojos rojos fuego posados en aquellas bestias, su figura era imponente, tal cómo el héroe que llega a salvar a la víctima del peligro, cómo en los cuentos que tanto me gustaba leer.
Su piel pálida me recordó a la de aquella mujer que había visto más temprano, pero casi estaba seguro era más pálida.
Vestía exactamente como un príncipe y en ese momento recordé una vieja historia, una que pensé era solo inventos de una persona al borde de la locura.
—Vampiro...
Apareció nuestro vampire (☆▽☆)
Senya💜🌙
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