
ᴳᵘⁱᵐᵐᵉˡ
La guerra era inminente. El duque Park Jimin tenía la orden de alistar a todo el ejército real y reunirlo en la capital dentro de dos semanas.
Porque en dos semanas más, cabalgarían hasta el punto de encuentro con el norte.
El reino de Silla iba a caer. Goguryeo y Baekje se encargarían de eso.
—Joven príncipe— oyó la serena y calmada voz del sacerdote que lo llamaba a su espalda. Al girarse y quedar frente a Jungkook, Yoongi percibió las malas noticias —Espero no estar importunando su andar, pero me vi en la urgencia de recurrir a usted— las manos del sacerdote estaban entrelazadas y ocultas por la sotana blanca que cubría todo su cuerpo. El pelinegro sabía que algo ocultaba en esa unión.
—¿Se trata de Seokjin?— preguntó en voz baja, procurando que ningún guardia lo oyera. Si alguien llegaba a enterarse, los cuatro jovenes serían acusados de inmoralidad y traición. El sacerdote asintió y separó sus manos dejando ver un grueso pergamino con un sello rojo en el medio, se lo tendió a Yoongi con suma cautela.
—Mi muerte está próxima, alteza— le dijo mirándolo fijamente —Me temo que no alcanzaré a despedirme de mi amado.
Yoongi tragó grueso y sintió su corazón doler, saber que alguien iba a morir por decir lo que pensaba y defender a otros, era mucho más fácil que asumir esa muerte. El sacerdote alzó su voz en el consejo privado para oponerse a la guerra y velar por la seguridad del pueblo. Ahora debía pagar aquella acción subversiva con su vida.
—Puedes confiar en que se la voy a entregar— guardó el pergamino dentro del traje de seda azúl que llevaba puesto y fijó la mirada en Jungkook —Lamento no poder cambiar tu destino.
El sacerdote negó con la cabeza —Nadie puede cambiar el destino de otra persona, ni siquiera Dios— hizo una pequeña reverencia y le sonrió. Jungkook siempre había sido una persona dulce y pacífica, Yoongi entendía perfectamente el porqué Seokjin se había enamorado de él —Pero me alegra saber que quien sigue en la línea de sucesión al trono sea usted, joven príncipe
El pelinegro suspiró y vio al sacerdote alejarse caminando en dirección hacia la torre principal del castillo. El pergamino estaba ceñido a su piel de la misma forma en que una nube tormentosa se aferra a un cielo desprovisto de sol. Las malas noticias estaban a la orden del día, y Yoongi tendría que ser el mensajero de la desgracia.
¿Cómo se le informa a un enamorado que su amante clandestino será ejecutado?
—Buenos días, Jin hyung— saludó Yoongi. El hombre de las caballerizas se dio la vuelta con una sonrisa de oreja a oreja, el príncipe amaba el semblante vivaz y alegre que tenía su hyung.
Una pronunciada inclinación se hizo presente y lo invitó a entrar con un ademán eufórico de mano.
Él era mudo, pero tenía un corazón inmenso, más grande y hermoso que cualquier persona sobre la faz de la tierra. Entregarle el pergamino y ver como su sonrisa desaparecía de su rostro, sería algo que Yoongi no estaba listo para presenciar ahora, aunque probablemente nunca lo estaría.
Jin desató el trozo de madera verde que colgaba de su cinturón y se lo mostró. Aquello significaba que estaba feliz de verlo. Es un lenguaje secreto que crearon en las tardes de ocio que solían tener los cuatros amigos. Taehyung se consiguió la madera, Yoongi las pinturas y Jungkook logró que SeokJin escribiera algunas frases que le gustaría colocar en esos trozos. El lenguaje de señas era algo a lo que ni Jin ni Taehyung podían aspirar, todo por la desigualdad de clases sociales. Pero el amor que se profesaban ellos como amigos, era más grande que las diferencias.
—Yo también estoy feliz de verte, hyung— le dijo acercándose a él y esquivando las defecaciones de los caballos. Sacó el pergamino bajo la atenta mirada de Jin y se lo entregó, Jungkook le había enseñado a leer, porque sabía que este momento llegaría —Supongo que ya has oído los rumores sobre la guerra.
Jin asintió y la sonrisa se borró de su rostro, recibió el pergamino totalmente confundido —Esto es...una carta del sacerdote— posó una de sus pálidas manos sobre los anchos hombros de su hyung y susurró —Alzó su voz en contra de los ideales de la reina...sabes lo que le sucede a las personas que suelen hacer eso— Jin bajó su vista hacia el pergamino y cerró sus ojos para dejar fluir libremente sus lágrimas al entender lo que Yoongi quería decirle. No emitía sonido alguno, pero el dolor estaba presente, y eso era mucho peor.
Sentir todo y no poder expresar nada. Una injusticia de la naturaleza para personas tan nobles como Seokjin.
Desató a tirones el trozo de madera azul que tenía escrito "te amo" en el medio, aferró a su pecho el pergamino con bordes de oro y dejó que Yoongi lo abrazara y contuviera su dolor silencioso. Si la reina lo viera en esos momentos, probablemente enviaría al príncipe a un reformatorio real durante meses, pero era lo que menos le importaba, su amigo lo necesitaba y él no pensaba dejarlo solo. El mundo debería entender que lo diferente no tendría que ser motivo de discriminación. Porque las diferencias -independiente de cuales sean- son las que hacen a cada ser humano algo valioso y único. Aquel trozo de madera azul que sostenía el mayor contra su pecho era el reflejo de aquello, porque Jin se lo mostraba a Jungkook cada vez que quería colocar en palabras sus sentimientos.
—Lo siento mucho— susurró, intentando con todas sus fuerzas que Seokjin no cayera y se estampara contra suelo —Tienes que ser fuerte, hyung.
El cuerpo de su mayor sufría espasmos y se sacudía violentamente, las lágrimas caían por sus ojos como un diluvio durante un triste y melancólico funeral. El pergamino estaba siendo aplastado y la capa de Yoongi mojada. Pero Jin seguía siendo tan silencioso como un bosque en pleno invierno.
Unos pasos apresurados acompañados de una respiración jadeante se dejaron oír en las afueras de las caballerizas, ambos jóvenes supieron de inmediato que se trataba de Taehyung, habían sido amigos por tanto tiempo, que ya conocían absolutamente todo del otro, incluso la forma de respirar que tenían cada uno.
—¡Seokjin hyung!— gritó antes de entrar abruptamente a las caballerizas y toparse de frente con ambos jóvenes. Estaba agitado, con el cabello castaño revuelto, su pecho subía y bajaba, probablemente había estado corriendo por un largo tiempo —Yo...no tengo buenas noticias— susurró, acercándose y colocándose al lado del príncipe —Aunque...creo que ya lo saben.
Jin se limpió la cara con la manga de su saco y lo miró asintiendo.
—Jungkook será ejecutado— dijo Yoongi, colocando en palabras lo que el mayor de todos no podía ni aunque lo intentara con todas sus fuerzas.
Pero Taehyung negó —El sacerdote fue ejecutado.
Jin perdió un amor. Yoongi y Taehyung perdieron a un amigo.
Y todo por la ambición y tiranía de la reina Min Woo.
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