
❝Cap. 6❞
Nota: les pido una ENORME disculpa por no haber actualizado estos días, la escuela me esta matando :'c
Maratón 6/8
El sueño abrumador me despertó, una pesadilla que me perló la mayor parte de la cara de un sudor frío y que me obligó a abrir los ojos casi tan precipitadamente como me paré.
El horrible accidente que mis padres habían tenido se había proyectado esa noche en mis sueños. Miré el reloj, aún con los nervios de punta. Eran las siete con cuarenta y dos. Suspiré y me levante de la cama, había dormido con la misma ropa con la que había llegado, así que me di una rápida dicha y luego me cambie.
Salí a la cocina, Scarlett aún no se despertaba, así que me dio tiempo de prepararle el desayuno. Cociné un par de huevos fritos y unas salchichas con un pedazo de tocino, luego prepare un jugo de naranja. Scarlett vivirá en Venecia pero sigue siendo americana.
–¡Mmm! ¿Que es eso que huele tan delicioso?– salió de su habitación directo a la cocina y luego me sonrío.
–Quise prepararte el desayuno– le puse el plato en el pretil.
–Awww– exclamó– es maravilloso tenerte aquí.
Ambas reímos y luego nos pusimos a ingerir todo lo que había salido del sartén.
–¿Que planes tienes para hoy?– me preguntó.
–Creí que tu ibas a hacer mi agenda de este día – dije confundida.
La grande sonrisa de la que ella era dueña se expandió por su rostro.
–solo quise asegurarme de que no lo hayas olvidado– río de nuevo–. Te llevaré por las mejores tiendas de ropa que jamás hayas visto– la emoción saltó a sus ojos.
–Genial– musité.
Ropa, no era adicta de la moda o algo por el estilo, por lo tanto nunca me emocionaba ir de tienda en tienda hasta encontrar el atuendo perfecto; pero a Scarlett siempre le había gustado y tenía un excelente gusto en ropa. Cada vez que íbamos a alguna tienda, era ella la que terminaba con más de cinco bolsas en la mano.
Hacía frío, un gélido aire vagabundeaba por la atmósfera de Venecia mientras mi mejor amiga y yo caminábamos por sus calles.
–¿como pasó lo de Harry? Eso jamás lo supe– me dijo y la mire extrañada– quiero decir, que nunca supe cómo lo olvidaste.
–Oh, bueno. Simplemente decidí superarlo y ya– me encogí de hombros y me quede mirando a través de una vitrina un hermoso saco color café.
El reflejo de Scarlett se dibujo a mi lado en el vidrio y una repentina curiosidad vino a mi como una ola del mar.
–Dime, Scarlett. ¿Como conociste a Joe?– musité sin mirar el rostro de ella y fingiendo que observaba detenidamente el bello saco del aparador, nerviosa.
Algo definitivamente raro.
–En un café, un día lluvioso– suspiró como si de pronto volviera a ver el recuerdo nítido en su mente y se perdiera en el, entonces la miré– Se acercó y hablamos un poco, ¡el es tan gracioso!– suspiró – me contó que era de Nueva York, que ahí había nacido y que había venido a Venecia por lo mismo que yo; olvidar amores del pasado, sin embargo hasta la fecha no me ha dicho qué fue lo que le pasó...– se perdió, pero luego volvió a retomar el curso animoso– Luego de reírnos un rato, me pidió mi número de teléfono y en la noche del mismo día me llamó – sonrió – solo quería desearme buenas noches– suspiró teatralmente.
–Suena... Como a un cuento– sonreí.
–Me siento como en uno– sonrío también – ¡Dios! ¡Estoy tan feliz!– me abrazó, completamente llena de emoción; cosa que siempre hacía cuando estaba así.
–¿Cuantos años tiene?– pregunté, retirandome de su abrazo.
–treinta y seis.
–hay mucha diferencia, tu tienes veintitrés– dije.
–¿sabes que nos dicen?– inquirió animada.
–¿Que?
–Que somos la pareja perfecta. Que los dos estamos hechos a la medida. Que nacimos para estar juntos – suspiró.
Estaba feliz, pero algo dentro, muy dentro de mí, se removía incómodo y desesperado.
Como una pequeña fierecilla enjaulada en lo más oscuro de una habitación, muy lejos de la salida; pero sin embargo, deseosa de salir.
–me alegro mucho por ti.
–¡Ya se! Podríamos salir todos alguna vez, así te presento– comentó.
–¿todos?...
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