Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

ᴵ ᶜᵃⁿ ˢᵗᵃʸ ᵃʷᵃʸ ⁱᶠ ʸᵒᵘ ʷᵃⁿᵗ ᵐᵉ ᵗᵒ

VIII: La melancolía...

Una semana después


Fórmula 1 MSC Cruceros Grand Prix del Made in Italy e dell'Emilia-Romagna 2024

Lorenzo:

Imola.

El Paddock de Imola se encontraba prácticamente zumbando y crepitando con la energía y la tensión que se acumulaban en el ambiente antes de todas y cada una de las carreras donde, aún en medio del frenético caos antes del inicio de la carrera, todo parecía estar en el lugar que le correspondía en el orden natural del mundo de la Fórmula 1: enfocados ingenieros revisando los datos en sus monitores, apresurados mecánicos dando los últimos ajustes a los monoplaza, incansables periodistas pululando de aquí a allá como un molesto enjambre de mosquitos que no cesaba en su intento de obtener declaraciones de último minuto… todo parecía, y, de hecho, estaba en el lugar que le correspondía, todo menos yo mismo. Para mí, ahora mismo, todo, absolutamente todo era tan solo un eco lejano que era por completo incapaz de alcanzarme de forma alguna.

Me sentía atrapado como si el aire en este circuito fuera más pesado, más denso y espeso, prácticamente irrespirable al tiempo que se encargaba de empujarme hacia abajo con una fuerza que yo no podía ver, pero vaya que podía percibir en cada ápice de mi ser entero, haciendo que me faltará el aire, se trataba de un peso mental que era tan opresivo que yo prácticamente era capaz de sentirlo como algo físico en el centro de mi pecho.

Yo odiaba este lugar, toda mi vida lo había odiado.

El simple hecho de poner un pie en el pitlane me enfermaba de forma verdadera, cada rincón del maldito Paddock conseguía atormentarme lo suficiente para revolverme el estómago vacío, no había comido nada desde que había despertado en la madrugada por completo cubierto de sudor en mi habitación del hotel, y, muy honestamente, no comer había sido la mejor de las ideas porque en este preciso instante tenía tantas náuseas que sentía que vomitaría en cualquier instante. Mi corazón golpeaba contra mi caja torácica con una fuerza qué no tenía nada que ver con la expectativa previa a una carrera o a la adrenalina de la posibilidad de conseguir una victoria, no, era una fuerza qué estaba por completo acompañada de algo más oscuro y mil veces más corrosivo, algo qué poco a poco se encontraba afectándome más y más.

Tenía el casco en mis manos pero los dedos me temblaban con ligera fuerza, no podía siquiera pensar en ponerme los guantes porque las palmas de mis manos se encontraban sudando profusamente, así que me límite a apretar los guantes contra mi traje de carrera mientras trataba con todas mis fuerzas de recuperar el control qué se me había escapado en el instante en el que había puesto un pie en este maldito circuito de mierda. Quería recuperar el control, necesitaba recuperar el control, pero… no podía siquiera pensar en hacerlo, no aquí.

Mi respiración cada vez era más erratica y el latido de mi corazón se agitaba minuto a minuto.

Imola.

Odiaba esta pista con todo mi ser.

Cerré los ojos por un momento, pero aquello tan solo consiguió empeorar las cosas, porque, en la oscuridad de mis párpados cerrados, las sensaciones eran mil veces más extensas, incrementando el peso opresivo en mi pecho y provocando que aquella desagradable y corrosiva sensación se aferrara a mis huesos como una maldita enfermedad que se encontraba devorándome de adentro hacia afuera. Así que abrí los ojos de golpe tratando de sacudirme aquella sensación sin éxito alguno, un fuerte escalofrío recorriéndome de pies a cabeza y anudándose en la base de mi columna mientras me forzaba a enfocarme en algo que no fuera el caótico bullicio de mis pensamiento, me enfoque en los ruidos a mi alrededor: en los mecánicos caminando apresuradamente alrededor de mi auto, en el sonido de las herramientas ajustando esto o aquello, en el parloteo de los comentaristas en alguna parte. Verdaderamente, me aferreñé a lo que fuera que me ayudará a permanecer anclado en el presente en el que trataba de recuperar toda la calma perdida.

Pero, entonces, el presentador del circuito dijo el nombre de la pista por los altavoces, y aquello basto para que Imola, y todo lo que significaba volviera a filtrarse como veneno en el torrente descontrolado de mis pensamientos.

—¿Qué carajo te pasa? —Max apareció en mi campo de visión frunciendo el ceño mientras me miraba con la preocupación y el desconcierto reflejándose a la perfección en sus orbes azules.

Yo parpadee varias veces para forzarme, una vez más, a despejar la mente y fue allí cuando me di cuenta que me había encontrado apretando la mandíbula con tanta fuerza que ahora me dolía—. Nada —mentí con mi voz convertida en un susurro áspero.

Obviamente, Max no pareció para nada convencido—. Parece que estás apunto de vomitar.

—Estoy bien —le dije con el tono de voz más convincente que fui capaz de proferir. Volviendo la cabeza para fingir que me enfocaba en mi auto y en el trabajo que se encontraban haciendo los mecánicos, trabajo que, por supuesto, a grandes rasgos yo era incapaz de entender pero que en este preciso instante me encontraba usando como una distracción para la sensación sofocante que quemaba y ardía en mi pecho.

Pero no servía de absolutamente nada, porque yo estaba aquí, en esta pista donde cada fibra de mi cuerpo me decía que no quería correr aquí, que no debía correr en Imola.

No lo soportaba más. Me estaba ahogando así que, sin siquiera detenerme a pensar en la consecuencias, me levante de mi asiento y después de dejar mi casco y mis guantes sobre una de las mesas donde se apoyaban varios de los monitores, salí del garaje a toda prisa en busca de aquella paz que no dejaba de escurrirse entre mis dedos por completo fuera de mi alcance mientras me encontrara en este maldito circuito que hacía ya bastante tiempo debería haber sido retirado del calendario de carreras, pero que, aún contra todo pronóstico, todavía se encontraba aquí como un mal fantasma que se deslizaba en el interior de mi mente todas las noches para embrujar mis más sórdidas pesadillas.

Camine sin rumbo fijo, alejándome del ferviente bullicio del Paddock, mis pasos eran cada vez más y más pesados, cada uno de ellos me costaba más que el anterior y aquello solo acrecentaba cada vez más y más la correosa sensación de desazón que no dejaba de agitarse en mi interior con cada uno de los segundos que pasaba en este maldito lugar. Yo no tenía un destino en mente, solo necesitaba aire porque la paz y la tranquilidad ya no eran una opción que estuviera a mi alcance, necesitaba estar en cualquier otro lugar que no fuera el pitlane donde, en estos precisos instantes, todo era demasiado para el precario balance de mi cordura, así que mis pies se movieron sin rumbo fijo, solo buscando algo que mi mente sabría que no encontraría dentro de los límites de esta pista.

Mucho menos en el lugar al que, casi por instinto, termine dirigiéndome con mi mente en automático.

Las sombras de los edificios viejos del circuito se alargaban sobre el asfalto con sus sombras convertidas en fantasmas que habitaban en las estructuras abandonas junto a las que me encontraba caminando, restos de otra época de la Fórmula 1 cuya historia estaba escrita en los carteles desteñidos, las gradas vacías y cubiertas de polvo y los pasillos con las puertas entreabiertas, cascarones vacíos que ya nadie recordaba, que ya nadie usaba, el lugar perfecto para desparecer sin que nadie pudiera encontrarme por un buen tiempo.

Así que me detuve frente a una de esas puertas. Era una vieja sala vacía que, tal vez, en otro tiempo había sido una sala de conferencias o de briefing, pero que ahora era tan solo un espacio olvidado y detenido en medio del tiempo, con sillas acumuladas en una esquina de cualquier forma y el techo manchado con la humedad que se filtraba por todas partes. Un suspiro entrecortado se escapo de mis labios mientras empujaba la puerta con la punta del pie, esta se abrió con un crujido seco qué me puso los pelos de punta.

El lugar era perfecto.

Entre y me deje caer contra la pared más alejada de todas, deslizando mi espalda hasta que quede sentado en el polvoriento suelo antes de apoyar mis codos en las rodillas y esconder mi rostro en medio de mis manos, con un solo pensamiento repitiéndose en mi mente, un solo pensamiento al que trate de aferrarme con todas mis fuerzas.

Respira, Lorenzo. Solo respira.

Pero yo no podía.

Por más que lo intentará el peso en mi pecho continuaba allí, instalado y por completo inamovible, una correosa y sofocante sensación que se negaba a dejarme en paz, presionando sobre mi caja torácica, impidiéndome llenar los pulmones por completo y provocando que yo tuviera que empezar a jadear para buscar aire, conseguir algo del aliento qué se me escapaba cada vez más rápido.

Odiaba este maldito circuito y cada piedra qué lo conformaba. Odiaba como me hacia sentir sin que hubiera una salida.

Me apegue aún más contra la pared, doblando mis piernas contra el pecho en un intento por hacerme más pequeño, por hacerme invisible para la enrome avalancha de sensaciones y pensamientos que caían sobre mí con la violencia de una brutal avalancha en medio de la cual yo estaba por completo indefenso, y no solo se trataba de que no quisiera estar aquí, sino que quería desparecer, disolverme en medio del polvo que flotaba en el aire de esta sala olvidada, en este rincón del circuito que el tiempo había olvidado pero en el que yo nunca podía dejar de pensar, pero, aquí, al menos por un momento podría pretender que yo mismo no existía, que no tenía que enfrentar la carrera, que no tenía que estar aquí sintiendo todo esto.

”Lolo, es un niño de emociones muy fuertes e intensas”

Eso siempre lo había dicho mi pai, mi papá… no mi padre, como había dicho Luca.

Cerré los ojos una vez más y espere a que el nudo en mi pecho desapareciera. Pero, yo sabía que no lo haría. No aquí. No en Imola.

Perdí la cuenta de cuanto tiempo permanecí en aquella incomoda posición, pudieron haber sido tan solo unos cuantos minutos, así como también pudieron haber sido horas enteras sumido en un doloroso y opresivo trance que solo fue interrumpido por el agudo y molesto crujido de la puerta al ser abierta provocando que me tensara de inmediato en mi lugar porque yo verdaderamente no quería ver a nadie, no quería hablar con nadie, quería estar a solas, o, al menos, tan a solas como era posible estarlo con el bramido de mis caóticos pensamientos. Así que, sin darle muchas vueltas, contuve la respiración sin moverme ni un solo centímetro de mi actual posición, esperando que tan solo se tratara de un miembro del personal de limpieza que tan solo estaba de paso y que tenia demasiado trabajo como para detenerse a charlar con un piloto que estaba teniendo una crisis nerviosa los minutos previos a un Grand Prix.

Pero no era así, y yo lo sabía, lo había sabido desde el primer instante sin siquiera tener que levantar la vista para dejar que mis ojos se encontrarán con los suyos, pero, aún así lo hice, separe los temblorosos dedos de mis manos apenas lo suficiente para poder verlo a través de los pequeños e irregulares orificios mientras él cerraba la puerta tras de sí con aquella calma que caracterizaba todos y cada uno de sus movimientos antes de que caminara hasta el pequeño y polvoriento rincón en el que yo me encontraba por completo hundido de forma literal contra la pared a mis espaldas y de forma metafórica en mi propia miseria. Luca no pregunto que estaba haciendo allí ni me miró con la desaprobación con la que solían contemplarme todos cuando hacía algo que no se suponía que un piloto de Fórmula 1 hiciera, como desaparecer de la nada antes de una carrera. Él tan solo se sentó a mi lado en completo silencio, sin hablar o hacer preguntas incómodas o innecesarias, tan solo limitándose a permanecer en silencio con su presencia cálida y constante justo a mi lado porque Luca no solo lo sabía, sino porque Luca lo entendía.

Él sabía porque yo estaba aquí, sabía lo que este maldito lugar significaba para mí.

Sentí su mano en mi nuca, primero ligera, apenas un toque similar al roce de las alas de una mariposa sobre mi piel antes de que sus dedos se deslizaran con suavidad entre los zarcillos largos de mi cabello negro, un gesto lento y casi metódico qué me dejo por completo inmóvil y estático, sin ser capaz de saber como reaccionar, hasta que, con un tembloroso suspiro me permití cerrar los ojos y dejar que lo hiciera, que hiciera lo que quisiera, porque, como de costumbre, era reconfortante.

—Estas temblando —murmuró después de un rato, su voz se elevo en medio del sepulcral silencio de la habitación, tranquila pero firme como el toque de sus dedos.

No le respondí. No sabia que decirle.

Luca dejo escapar un suspiro apenas audible y luego, con su mano libre, rebusco algo en el bolsillo de su chaqueta de McLaren. Escuche el sonido de algo pequeño removiéndose dentro y luego, con el rabillo del ojo, lo vi sacar una cajetilla metálica, abriéndola con un chasquido suave mientras mi respiración se atascaba en mi garganta con los primeros indicios del pánico brotando en mi interior.

—No —le dije con mi voz más ronca de lo que esperaba.

Luca arqueo una de sus cejas y me miró con una expresión que estaba a medio camino entre la diversión y la exasperación mientras sacaba un cigarrillo, girándolo entre sus largos dedos antes de llevarlo a sus labios—. No es lo que piensas, Lo —dijo mientras sostenía el encendedor entre sus dedos para acercar su llama al cigarrillo que colgaba de su boca, dejando que el humo escapara en una exhalación perezosa.

No supe si sentirme aliviado de que solo fuera un maldito cigarrillo regular, o apenado por haber pensado lo peor. Y antes de que pudiera decidirme, el mayor me tendió la cajetilla sin decir una sola palabra. Lo mire fijamente por un momento sintiendo mi desbocado corazón martilleando en mis sienes. No quería seguir temblando como un chihuahua nervioso, no quería seguir sintiéndome así así que extendí la mano y tome uno de los cigarrillos restantes en la cajetilla.

Luca no dijo ni una sola palabra, solo me tendió el encendedor el cual yo sostuve en medio de mis dedos ligeramente temblorosos y torpes, consiguiendo encender mi cigarrillo después de unos cuantos intentos antes de darle la primera calada qué me quemo la garganta, como siempre pero como no lo hacía hace un buen tiempo ya. Tosí un poco, apartando el cigarrillo de mis labios mientras me recuperaba del escozor del humo en mi garganta como la primera vez que él me había enseñado a fumar y se había reído de mis patéticos intentos. Solo que, esta vez, él no se río, no hizo ningún comentario, solo me observo con esa calma inquebrantable que era totalmente suya, esperando a que yo terminará de procesar todo lo que estaba pasando tanto dentro de mi mente como fuera de ella.

Me lleve el cigarrillo a la boca una vez más, esta vez de una forma mucho más controlada. La nicotina no era suficiente para adormecer mi mente como lo habría hecho la droga, pero al menos me daba algo en que concentrarme que no fuera el insoportable peso de este maldito circuito.

Luca continuo acariciándome de forma cálida y despreocupada mientras le daba una calada a su propio cigarrillo—. Eso es —murmuró el brasileño casi en un tono de aprobación.

No le respondí porque en serio que no tenía nada que decirle. No ahora. Solo inhale y deje que el humo se mezclara con el aire viciado y polvoriento de la vieja sala mientras trataba de desviar mi atención de la pesada presión en mi pecho.

—No tienes que correr aquí si no quieres, Lorenzo —Luca rompió el silencio una vez más, su voz calmada pero por completo firme.

Yo reí sin ganas, posando la mirada en el cigarro entre mis dedos—. Díselo a mi equipo. Díselo a los patrocinadores. Díselo a los periodistas que no me dejan en paz ni un solo segundo.

Luca no respondió de inmediato. Se limito a mirarme con esa expresión suya que dejaba ver que sabía más de lo que decía—. No me refería a ellos, ellos no importan ni una mierda. Me refería a ti.

Trague saliva y me mordí el interior de la mejilla, evitando su mirada como una mala costumbre—. No es tan simple, Luca.

—¿Por qué no?

Porque si no corría aquí significaba que era un débil de mierda. Porque significaba que no había podido hacer que aquello dejara de afectarme. Porque significaba que lo que había pasado seguía teniendo poder sobre mí, el mismo poder que me había llevado a drogarme nada más cumplir los trece años…

Pero no le dije nada de eso.

—Porque si —fue todo lo que le dije dándole otra calada al cigarrillo.

Luca suspiro, por completo acostumbrado a mis respuestas sin sentido y llenas de evasivas—. Te estas obligando a hacer algo que te esta destruyendo.

Me reí una vez más con un dejo de amargura, era por completo irónico que me lo dijera el drogadicto… pero eso tampoco se lo dije—. ¿Y que importa?

—A mí me importa —me quede por completo estático en mi lugar al oírlo proferir aquellas palabras, no lo mire, pero sentí el peso de todas y cada una de ellas golpeando directamente algo en lo más profundo de mi interior. Algo que no quería enfrentar ahora.

—Voy a correr —dije finalmente.

Luca ni siquiera trato de discutirlo conmigo, solo me miró por un momento más, sus oscuros ojos posados en la expresión de mi rostro por completo cubierto de falsa determinación, el brasileño me contemplo por unos cuantos segundos más ante de volver a deslizar su mano por mi cabello, enredándose entre los zarcillos con una suavidad inesperada. Yo no dije nada, tampoco me aparte, solo cerré los ojos y deje que el momento pasara con el sabor de la nicotina en mi lengua y el corrosivo peso de la carrera dando vueltas en mi mente como un maldito huracán mientras sentía los dedos de Luca en la piel de mi nuca al tiempo que él acariciaba mi cabello en un gesto distraído que yo no sabía si estaba haciendo para tranquilizarme o si simplemente la había dejado allí por la inercia que los años juntos habían traído consigo.

Yo ni siquiera me moví de mi lugar, me quede allí fumando dejando que la nicotina adormeciera aunque fuera un poco la ansiedad que se agitaba en mi pecho, yo sabía que era tan solo un alivio momentáneo, pero eso era mejor que nada. Mi pierna se encontraba temblando con un tic nervioso, un amargo recordatorio de que, aún a pesar de mis patéticos intentos por relajarme, cada ápice de mi cuerpo sabía lo que venía y, por supuesto, que no quería enfrentarlo. Y Luca lo notó, porque Luca siempre notaba todo, en especial cuando tenia que ver conmigo…

—¿Cuánto falta? —le pregunte en voz baja, sin siquiera abrir los ojos ni moverme un solo centímetro.

—No mucho.

Asentí pausadamente mientras soltaba el huno con un suspiro pesado escapando de mi boca junto con el amargo regusto de la nicotina—. ¿Cuántas vueltas?

—Sesenta y tres.

—Genial. Sesenta y tres oportunidades para estrellarme.

Él chasqueo la lengua por completo irritado y frunció el ceño ligeramente—. No hables así, Lorenzo.

—¿Por qué? Es la verdad —esta vez si abrí los ojos y volví mi rostro para mirarlo y contemplar la expresión de su rostro, por completo sería pero no enojada, más bien frustrada, como si quisiera decirme algo pero no fuera capaz de encontrar las palabras correctas para hacerlo, algo muy extraño cuando se trataba de Luca Oliveira, quien siempre sabía que decir—. Tienes razón —le dije con un suspiro antes de que él pudiera responderme—. No debería hablar así. Lo último que necesito es que la persona incorrecta me escuche y empiece a decir que tengo miedo.

—Pero si tienes miedo.

Una risa sin humor volvió a escapar de mis labios—. Si. ¿Y qué?

Luca frunció el ceño una vez más, pero no me respondió de inmediato, tan solo apartó la mirada de mi rostro para posarla en el suelo con una expresión pensativa siendo esbozada por las facciones de su rostro—. ¿Quieres que me quede contigo?

Me tense de inmediato sin ser capaz de evitarlo. Aquella pregunta consiguió descolocarme por completo, no me la esperaba, pero, aún así, la respuesta apareció en mi mente antes de que yo siquiera pudiera pensar en detenerla.

Si.

Pero no le dije eso, de hecho, no le dije nada.

Le di una última calada a mi cigarrillo antes de apagarlo en el suelo junto a mis pies mientras Luca me contemplaba por unos cuantos segundos, como si estuviera esperando algo, algo que nunca llegó, el brasileño suspiro y apartó su mano de mi nuca.

—Tienes cinco minutos antes de que empiecen a buscarte —fue todo lo que dijo mientras yo asentía y él se colocaba de pie, sacudiéndose el polvo de los pantalones antes de empezar a caminar en dirección a la puerta cerrada.

Entonces, antes de que yo siquiera pudiera pensar demasiado en lo que estaba haciendo o lo que estaba pasando por mi mente, yo abrí la boca—. Quédate.

Luca se detuvo mientras mi corazón latía con mucha más fuerza que antes, por completo desbocado en mi pecho al tiempo que yo me obligaba a sostenerle la mirada cuando él se giro hacia mí una vez más, no parecía estar sorprendido, pero tampoco se burló de mí, tan solo se limito a observarme, evaluándome a mí y a la situación con esa expresión impasible suya.

Yo mismo no estaba seguro de porque lo había dicho, porque se lo había pedido, pero es que las cosas siempre habían sido así con nosotros dos.

Luca no pregunto ni dijo nada inicialmente, solo volvió a apoyarse contra la pared, sacando otro cigarrillo y encendiéndolo con una calma que yo estaba lejos de sentir—. Bueno —murmuró después de unos cuantos minutos de silencio en medio de ambos—. Supongo que aún tengo tiempo.

No le respondí, solo recargue mi cabeza contra la pared y cerré los ojos una vez más mientras lo sentía cerca de mí como una presencia que siempre había sido una constante familiar en mi vida desde que tenia uso de razón... no era capaz de solucionar nada, de hecho, con Luca siempre era todo lo contrario, pero por ahora, eso era más que suficiente, él era más que suficiente.

El calor de la parrilla de salida era jodidamente insoportable, incluso más que de costumbre. El rugido de los motores antes del inicio de la carrera retumbaba en el aire como una ensordecedora sinfonía de potencia y precisión mecánica qué, en otra circunstancias, habría conseguido tranquilizarme, ayudándome a permanecer enfocado en lo que estaba por venir cuando las últimas rápidas revisiones de los monoplaza fueran llevadas a cabo, pero, que en medio de la actual situación, tan solo conseguía que mis nervios se crisparan aún más, una tensión insoportable que se acumulaba sobre mí segundo con segundo sin darme tregua, sin ofrecerme una sola oportunidad de respirar. El cielo sobre Imola era de un azul limpio, sin una sola nube qué fuera visible provocando que la deslumbrante luz del sol me golpeara de lleno en la visera del casco, aumentando así la sensación de incómodo desazón que se encontraba sembrada en mi semblante y enredada en lo más profundo de mi psiquis, yo sentía que el interior de mi pecho era un campo de batalla, que era un caos.

Yo mismo estaba hecho un caos.

Sentía mi casco más ajustado de lo normal y estaba por completo impregnado con el olor de la nicotina que se escapaba de mi boca con cada una de las bocanadas en busca de aire que yo trataba de tomar cada pocos segundos, mis guantes resultaban jodidamente incómodos debido a lo mucho que se encontraban sudándome las temblorosas palmas de las manos mientras me aferraba con fuerza al volante, mi pie temblaba ligeramente sobre el pedal del freno con el tic nervioso qué resultaba ser la manifestación más física de mi caótica e histérica ansiedad, el auto vibraba a mi alrededor haciéndome sentir claustrofóbico como nunca antes.

Yo no quería estar aquí.

El infeccioso pensamiento no dejaba de repetirse en mi mente como un venenoso y sofocante mantra, incluso mientras la cuenta regresiva en los semáforos se disponía a dar inicio a la carrera.

Rojo. Rojo. Rojo.

La tensión era insoportable, el aire era denso y opresivo, cargado con la anticipación y la expectativa de veinte pilotos que estaban a punto de lanzarse a correr a toda velocidad sin siquiera detenerse a pensar en las consecuencias.

Verde.

Maldita sea. Pise el acelerador y el auto rugió con furia, la tracción perfecta impulsándome hacia adelante antes de que yo siquiera tuviera tiempo de pensar en parpadear. La primera curva, Tamburello¹, se acercaba rápidamente y todo mi cuerpo gritaba qué no, que no quería estar aquí, que no tenía que estar aquí, que lo mejor que yo podía hacer era hacer DNF² en esta carrera…

Pero, mi insisto de piloto que siempre había conseguido imponerse a absolutamente todo en mi vida desde que me había subido a un auto cuando casi era demasiado pequeño para alcanzar los pedales, se impuso.

Frené en el punto exacto con la precisión de años y años de entrenamiento mientras mis dedos se aferraban al volante con más fuerza de la necesaria. Todo mundo sabía que el asfalto de Imola no era cualquier asfalto, este circuito estaba lleno por todas partes de historia, impregnado de tragedia, de fantasmas…

Me mordí con fuerza el labio inferior, sintiendo como la cicatriz protestaba de forma dolorosa sin que aquello pudiera importarme ni en lo más mínimo mientras trataba de concentrarme en la carrera y en la pista que se abrió frente a mí. Mis manos recordaban como tomar todas y cada una de las curvas pero mi mente no podía evitar llenar cada metro del circuito con un pensamiento intrusivo, cada uno peor y más bizarro que el anterior.

—Concéntrate, mierda —murmuré con mi voz elevándose como un áspero eco en el interior de mi casco, tratando de disipar el nudo de mi garganta, obviamente, sin ningún tipo de éxito.

No era tan fácil, nada lo era al menos no en Imola.

El trazado³ era angosto, técnico, con muros demasiado cercanos para mi gusto. Villenueve, Tosa, Piratella… cada curva llegaba como un violento latigazo, cada frenada exigía más que perfección y, en cada metro de la pista algo se removía en mi interior como un animal salvaje atrapado en una jaula demasiado pequeña que lo hacía sentir encerrado, tan claustrofóbico como el maldito auto me estaba haciendo sentir justo ahora, casi como si se tratara de uno de los monoplazas que eran usados durante los años noventa donde el cockpit era ridículamente opresivo.

Maldita mierda. Tenía que concentrarme. Ya. Especialmente ahora, porque detrás de mí tenía al maldito imbécil de Lando Norris.

Su monoplaza de aquel horrible color naranja cortaba el aire como una bala, agresivo en todas y cada una de las curvas, sin miedo a acelerar incluso más allá de los límites de la pista. Su estilo de conducción era el reflejo perfecto de su horrible personalidad de mierda: despiadado, arrogante… desesperado. Desesperado por demostrar que podía ser un mejor piloto de lo que la gente pensaba que era, especialmente después de su primera victoria que había conseguido en la carrera anterior, Lando dejaba claro en todas y cada una de las curvas que estaba dispuesto a arriesgarlo absolutamente todo porque no tenía nada que perder y absolutamente mucho que ganar, el estilo y la influencia de Luca más que evidentes en cada uno de los movimientos del piloto inglés.

En la siguiente curva, intente cerrar mi entrada a la curva para impedir que él fuera capaz de encontrar un hueco, pero Lando se lanzó sin titubear su alerón casi rozando el mío de forma peligrosa.

—¡Hijo de puta! —le espete entre dientes mientras ajustaba mi trayectoria justo en el último segundo para evitar cualquier tipo de contacto con el piloto inglés. No iba a retroceder, no aquí, especialmente, no contra él.

Pero por más que me esforzaba por dar absolutamente hasta el más mínimo vestigio de mi concentración, la pista no se sentía para nada como alguna de las otras carreras donde todo había sido tan fluido, tan natural… aquí había algo qué no se encontraba respondiéndome de la misma forma, y, yo sabía que no era la pista, era yo.

Era yo. El miedo se enroscaba y se agitaba con violencia en el interior de mi pecho con cada metro qué recorría en este infernal circuito. Yo quería huir, quería retirarme y correr directo hacia el garaje. Pero no podía, no podía porque yo estaba aquí para correr, para ganar, para eso había nacido en primer lugar, no para ser segundo o tercero, no, para ser el primero, para ser el mejor, y lo iba a ser, sin importar que.

No iba a perder, no hoy. Había estado tan cerca de la victoria en las últimas carreras, pero se me había escapado de la peor y la más humillante de las formas, pero no pensaba dejar que esa historia se repitiera una vez más en este circuito. No iba a perder, no contra Lando Norris.

El ritmo de la carrera era infernal. La temperatura dentro del auto ascendía con cada una de las vueltas, el sudor pegajoso se acumulaba en mi espalda y, absolutamente todo, se encontraba sofocándome, pero, sobretodo, lo hacía la maldita pista infernal. El asfalto parecía moverse bajo mis neumáticos como una trampa viviente y cada curva era un recordatorio de que yo no quería estar aquí, yo no debía estar aquí, joder, es que yo ni siquiera debería haberme convertido en un piloto de Fórmula 1, en primer lugar. Debería haberme quedado como un piloto de Fórmula 2, al menos eso era un verdadero deporte en toda regla, no como la F1 donde la política y los intereses de aquellos con más dinero que el resto pesaban más que la seguridad, tal y como había quedado claro cuando en algún momento de los años ochenta la FIA había decidido que era buena idea poner a tres pilotos por escudería a correr en estos circuitos infernales solo por el dinero que aquello traería consigo. (★)

Maldita sea, Lorenzo. Concéntrate. No podía darme el lujo de estar pensando en aquellas cosas sin sentido justo ahora.

Detrás de mí, Lando continuaba empujando su auto apenas unos metros por detrás del mío, yo lo podía ver en mis retrovisores con su alerón delantero recortando cada segundo de distancia entre nosotros, buscando el hueco, esperando mi error… y si yo no me concentraba se lo daría de la forma más estúpida posible.

No podía hacer eso, tenía que concentrarme.

Sacudí la cabeza mientras apretaba el volante con fuerza, manteniendo mi trazada firmen en la variante alta, mi pie derecho se movía entre el freno y el acelerador con una precisión quirúrgica qué yo me había dedicado a perfeccionar durante toda mi vida. La adrenalina y la velocidad me ayudaban a desconectarme de la caótica realidad que imperaba en el interior de mi mente, pero no era suficiente. Y yo lo sabía.

Cuando llegamos a Rivazza, la doble curva ubicada justo a la izquierda qué desembocaba en la recta principal. Era uno de los puntos críticos de la pista, el lugar perfecto para preparar un adelantamiento si el auto de adelante cometía la fatal equivocación de salir mal.

Y yo lo hice, joder, en todo mi tiempo corriendo desde que había empezado en los Karts, nunca había salido tan mal de una maldita curva. Fue un ligero sobre viraje al salir de la curva, pero fue más que suficiente para que Norris lo notará.

—Mierda —fue todo lo que fui capaz de decir antes.

Y Lando no tardo ni un solo segundo en lanzarse. Su auto se coloco en paralelo con el mío en plena recta, los motores rugiendo en un duelo de pura potencia donde yo no tenía la ventaja para nada, después de todo, para nadie era un secreto que el RB20 era una completa basura comparado con el auto que McLaren había diseñado y construido este año. Además, el DRS, estaba activado, Norris tenía la ventaja y todas las de ganar y ambos lo sabíamos, y, sin embargo yo no me rendí. No aquí, no contra él.

Ambos nos lanzamos hacia Tamburello a más de trescientos kilómetros por hora sin ningún tipo de consideración por las consecuencias. La curva estaba cada vez más cerca y ninguno parecía dispuesto a ceder ni un solo centímetro o segundo, Lando tenía el interior de la curva y yo, maldita mierda, el exterior.

Si ninguno frenaba íbamos a chocar, justo aquí.

Y por un segundo yo pensé que él tal vez lo haría, frenar para evitar que nos matáramos juntos en la curva Tamburello.

Pero no lo hizo.

Así que me obligó a frenar a mí, mis neumáticos tocando el piano de la curva con violencia, obligándome a mover el volante con fuerza hacia la izquierda para corregir ese maldito error que acababa de costarme la segunda posición—. ¡Hijo de puta! —grite por completo enojado y frustrado mientras golpeaba el volante y observaba como él me adelantaba.

Habíamos estado apunto de chocar de la peor de las formas posibles… en serio que yo tendría la mejor de las suertes si conseguía salir de este circuito en una sola pieza porque cada una de las vueltas me estaba destrozando.

El auto de Lando estaba justo delante de mí, era una barrera inquebrantable entre la victoria y yo. Yo había pasado las últimas vueltas tratando de encontrar el hueco perfecto para tratar de adelantarlo, tan solo nos separaba medio segundo, pero yo era por completo incapaz de encontrar el espacio necesario, la oportunidad requerida, y con cada segundo que pasaba yo solo podía sentirme más y más frustrado porque no estaba dispuesto a perder otra victoria de la forma más estúpida posible, y, nuevamente, a causa de Lando Norris.

—DRS activado. Mantente cerca —la voz de mi ingeniero resonó en mi auricular, clara y precisa.

Maldito imbécil, no era tan fácil, en Imola nada lo era. Las rectas eran cortas, los espacios para adelantar eran tan pocos que prácticamente eran inexistentes. Si yo quería adelantar a Norris tenía que presionarlo hasta forzarlo a cometer un error. Así que me dedique a estudiarlo vuelta tras vuelta, observando como manejaba las curvas, como frenaba en los puntos críticos, buscando cualquier debilidad, y, la encontré en la salida de Tosa. Su auto derrapo apenas un instante al salir de la curva, un pequeño deslizamiento en el eje trasero. Nada demasiado dramático, pero suficiente para que yo pudiera acercarme un poco más.

Casi podía escuchar la voz de Luca al hablarle a Lando:

Ten cuidado. Esta jugando contigo, quiere que cometas un error.”

Y vaya que tenia razón.

—Presiónalo. Cometerá otro error —dijo mi ingeniero con la determinación siendo más que palpable en todas y cada una de aquellas palabras.

Me mordí el interior de la mejilla. Yo no pensaba dejar que Lando respirara, no ahora. En la siguiente curva, volvimos a entrar a Tamburello casi pegados, mi alerón delantero a escasos centímetros de su difusor, y aunque yo sabía que era el peor lugar para hacer un movimiento tan arriesgado, no lo solté, no frené. Frenamos al mismo tiempo. Sabía que intentaría cerrarme al entrar a la curva, así que me prepare.

En Tosa, volvió a deslizarse y esa fue mi oportunidad. Tome mejor la tracción y use mi DRS en la recta antes de la siguiente curva y me lance por el exterior buscando una oportunidad. Ambos nos colocamos a la par.

—Cuidado con los pianos, Lorenzo —ignore la advertencia de mi ingeniero y mí neumático toco apenas el borde del piano, desestabilizándome un poco, pero aún así no solté el maldito acelerador. Lando intento defender su posición pero ya no tenía ni el más mínimo espacio para hacerlo.

Así que yo… lo pase.

—¡Buena maniobra! Mantén el ritmo —no respondí a las palabras de mi ingeniero, estaba demasiado ocupado sintiendo como mi corazón latía con fuerza, la adrenalina quemando mi sangre hasta el punto de ebullición. Había recuperado la posición, pero la carrera aun no había terminado y todavía necesitaba superar al líder de la carrera.

La adrenalina bombeaba en mi sistema provocando que mi respiración se acelerara más allá de los límites, había superado a Lando, pero no tenía tiempo que perder en celebraciones absurdas, no iba a conformarme una vez con el segundo lugar. Charles Leclerc, el actual líder de la carrera estaba justo frente a mí, y yo estaba más que dispuesto a adelantarlo sin consideración alguna.

Estaba a tres segundos de distancia del piloto monegasco, no era una distancia insalvable, pero tampoco iba a ser fácil, después de todo Leclerc era un muy buen piloto cuyo estilo impredecible en la pista lo volvía jodidamente peligroso, en especial cuando quedaban menos de diez vueltas en el desarrollo de la carrera y el desgaste de mis neumáticos empezaba a sentirse con molesta insistencia.

—Eres más rápido en el sector dos —inicio mi ingeniero con un tono de voz tan tenso como la cuerda de un violín—. Asegura buena tracción en la salida de las curvas.

—Lo sé —respondí porque vaya que era verdad, mi fuerte estaba en la estabilidad del auto en las curvas medias y si yo quería alcanzar al piloto de Ferrari tenía que optimizar cada entrada y cada una de mis salidas, frenar más tarde y acelerar antes que él, antes que cualquiera.

Vuelta con vuelta me acercaba más a él, décima con décima, y todos los que se encontraban presenciando la carrera lo sabían, obviamente mi ingeniero no era la excepción—. Dos segundos. Ten cuidado.

Active el DRS una vez más y reduje la distancia a tan solo un segundo. Lo tenia, lo tenia justo donde lo quería. En la recta principal abrí el alerón y me lance con todo sin siquiera detenerme a pensar en lo arriesgado que era. El auto vibraba bruscamente debido a la resistencia del aire, pero ni eso ni nada era capaz de distraerme justo ahora tan enfocado como estaba en el rugido del motor de mi auto. Llegamos a la frenada de la siguiente curva y Charles defendió perfectamente, obligándome a ir por afuera, me mordí con fuerza el labio inferior mientras mis neumáticos protestaban audiblemente, por completo al límite de su agarre pero yo no podía retroceder. Intente mantenerme a su lado en la salida, pero él había conseguido mejor tracción lo que le permitió cerrarme junto a tiempo haciéndome morderme el interior de la mejilla con fuerza, haciéndome sangrar como de costumbre, esto no iba a ser fácil.

—Tranquilo. Todavía te quedan unas cuantas vueltas —maldito idiota, yo no quería estar tranquilo, no quería ser paciente, yo quería ganarle, ganarles a todos de una vez por todas.

Seguí de cerca a Leclerc, esperando que cometiera hasta el más mínimo de los errores mientras yo lo empujaba más allá del límite. Sabía que si lo presionaba lo suficiente, tarde o temprano fallaría, porque Leclerc era un buen piloto, pero yo era mil veces mejor.

No iba a dejar que me ganará, ni él ni nadie.

Esta pista era una maldita pesadilla, me recordaba cosas que preferiría morir antes de recordar, pero esta vez no iba a dejar que aquello significará algo, esta vez no iba a perder, contra absolutamente nadie. Yo era un piloto increíble, lo sabía y no pensaba dejar que nada ni nadie me quitara esta victoria.

—Mantente cerca, lo estas obligando a gastar sus neumáticos —mi ingeniero estaba tan tenso como yo, porque vaya que ambos lo sabíamos, y yo pensaba aprovecharlo de la mejor de las formas posibles.

Sabía que el piloto de Ferrari no me lo iba a dejar fácil, en especial porque no solo era una carrera, nunca se trataba solo de eso, siempre era una batalla mucho más grande para saber quien era el mejor piloto. Y por supuesto que no era él, nadie con dos dedos de frente se atrevería a pensar eso del prodigio sin suerte de la escudería Ferrari, no cuando se trataba de mí. Y estaba dispuesto a demostrárselo a todos aquellos que aún tenían dudas. Aguante detrás de su auto en la variante alta, tomando la mayor tracción posible para lanzarme en la recta una vez pude activar mi DRS.

Justo ahora. Ahora o nunca.

Me moví a la derecha buscando el exterior antes de la curva Rivazza. Mi auto tembló con fuerza a causa de la turbulencia, pero aun así aguante la trazada mientras Leclerc defendía de la forma más agresiva de todas, era obvio que no quería ceder tan cerca del final de la carrera, pero la verdad es que yo tampoco. Me lance por el interior acercándome centímetro a centímetro, el piloto monegasco trato de cerrarme, pero yo ya estaba allí y fue demasiado tarde otra él. Estábamos tan jodidamente cerca que casi nos tocábamos, pero yo ni siquiera parpadee mientras mi pulso rugía en mis oídos como la más ensordecedoras de las mareas.

—¡Por dentro, por dentro! ¡Vamos! —la voz de mi ingeniero estalló en mis malditos auriculares haciéndome fruncir el ceño mientras me mordía el labio inferior y mantenía el pie en el acelerador, no pensaba echarme atrás, no está vez.

Nos lanzamos juntos en la siguiente curva. Él intento resistir, pero yo tenia la mejor línea y todos lo sabíamos. Así que, no me fue muy difícil pasarlo.

La radio se lleno de gritos y mi corazón se salto varios latidos en su desbocada marcha cargada de adrenalina y euforia mientras escuchaba los gritos de eufórica felicidad de mi ingeniero a través de mis auriculares. Primera posición.

Primera posición.

La palabra resonaba en mi mente cargada de un significado y un peso indescriptible. Mi ingeniero seguía hablándome, pero, verdaderamente, yo apenas era capaz de escucharlo tan eufórico y concentrado como me encontraba, la adrenalina a tope y causando los más diversos estragos en mi interior. Iba a ganar, el pensamiento me golpeó como la misma violencia del aire a alta velocidad mientras recorría la pista en las últimas vueltas de la carrera, esta vez no era un sueño vacío a veinte vueltas del final. Era una certeza a tan solo unos minutos para que la bandera a cuadros ondeara en el horizonte.

Mi primera victoria, y no en cualquier carrera. Imola.

Este maldito circuito que odiaba con todo mi ser, que era un maldito túnel sin salida en el fondo de mi mente convulsa y desordenada, un circuito en el que nunca había conseguido terminar una carrera durante mi tiempo en la F2, pero, esta vez no. Esta vez yo estaba al frente, yo estaba en control, y si lograba esto…

Si lograba esto.

Sería histórico, sería una leyenda.

Yo me encontraba liderando, pero mantenerme en aquella posición era el verdadero desafío, el verdadero desafío en el que siempre había terminado por fallar en ocasiones anteriores, pero no, esta vez me aseguraría de hacer que fuera diferente, aunque me costará la vida hacerlo yo iba a ganar esta carrera. Cada vuelta, cada curva, cada frenada tenía que ser perfecta. Un error y todo se iría a la mierda como en las ocasiones anteriores.

Mire por los espejos, era más que obvio que Leclerc no pensaba rendirse, que daría todo lo que tenia y mucho más por recuperar la posición… eso sería lo que yo haría en su lugar porque podía entender sus desesperación, la desesperación que hacía que un piloto se volviera peligroso en especial cuando se corrían las últimas vueltas de un Grand Prix.

Me acerque a la curva Tosa. Uno de las peores y más traicioneros puntos de todo el circuito. Mi pie derecho tembló sobre el acelerador por una fracción de segundo, no podía frenar, no podía fallar, así que acelere y el auto rugió en respuesta.  El piloto de Ferrari se acercó más, usando el rebufo para tratar de acortar la distancia.

Mierda. No. No iba a dejar que lo hiciera, no justo ahora de todos los momentos posibles.

La variante alta apareció ante mí y yo apreté con fuerza el volante porque sabía que allí era el punto donde tenia que defender con todo lo que tenia porque si me pasaba justo allí, justo en esta vuelta sería casi imposible recuperarme y perdería otra oportunidad de conseguir mi primera victoria.

—Atrás, Lorenzo. Mantente en línea —mi ingeniero sonaba tenso, al borde un paro cardíaco.

—No me digas lo que ya sé —restalle mientras abría mi trazada lo suficiente para que él no pudiera lanzarse por dentro, si quería pasarme, tendría que hacerlo por el exterior y eso no sería nada fácil ni siquiera para el más experimentado de los pilotos.

Pero él lo intento, el maldito cabrón lo intento.

Me emparejó en la frenada pero yo no cedí ni un solo milímetro y fue por eso que nuestros autos se tocaron, tan solo fue un leve golpe de rueda con rueda, suficiente para hacerme soltar un insulto en italiano entre dientes mientras me esforzaba por recuperarme. Yo no iba a perder esto. Salí de la chicana¹⁰ con más tracción y aproveche para acelerar con todas mis fuerzas para poner toda la distancia posible entre ambos, asegurándome de que no me alcanzará esta vez, ni ninguna otra en lo que quedaba de esta carrera.

—Cinco vueltas —mi ingeniero hablo otra vez y yo me mordí con fuerza la cicatriz del labio inferior.

Cinco vueltas más para la gloria. Cinco vueltas más para hacer historia. Cinco vueltas para asegurarme de que nunca nadie olvidara mi nombre.

Si ganaba aquí, en Imola, en mi séptima carrera en la Fórmula 1, en serio que haría historia, y lo más importante es que no sería en cualquier carrera, sería en este maldito circuito de mis pesadillas. En este infierno que me había perseguido desde que tenia uso de razón. No iba a permitir que esto terminará de otra forma. No está vez.

Apreté el volante, sintiendo la textura del cuero bajo mis guantes por completo empapados de sudor mientras sentía como el rugido del motor vibraba en mi pecho. El mundo exterior se había reducido al asfalto, a las líneas blancas que se encargaban de delimitar la pista, al Ferrari del otro piloto que todavía trataba de alcanzarme, pero yo no iba a dejarlo.

Esta victoria no era solo un triunfo para mi equipo, para las estadísticas o para la historia. Era para mí. Para demostrar quien era yo, para demostrar que yo si merecía estar aquí sin importar que pudieran decir o pensar los demás. Para demostrar que yo, más que nadie, había nacido para esto, para pertenecer a este mundo, mi mundo y, sin importar lo que hubiera pasado o lo que hubiera hecho antes, ahora era un ganador, una maldita leyenda.

Cuatro vueltas.

Tres vueltas.

Cada frenada quemaba los neumáticos pero eso ya no importaba, yo tan solo necesitaba que aguantarán tan solo un poco más.

Dos vueltas.

Ya casi podía saborearlo por completo, la victoria, mi primera victoria. El momento en el que cruzaría la línea de meta y todo cambiaría para mí y todos dejarían de verme tan solo como "una pesadilla de relaciones públicas.”

Última vuelta.

Solo tenía que resistir un poco más, una sola vuelta y pasaría a la maldita historia.

𓈒 𓇼 ACLARACIONES:

¹ Tamburello: Tamburello es una curva histórica del circuito de Imola, originalmente una rápida a la izquierda. Tras el accidente fatal de Ayrton Senna en 1994, se modificó en una chicana para mejorar la seguridad.

² DNF: DNF (Did Not Finish) es un término utilizado en automovilismo para indicar que un piloto no terminó la carrera, ya sea por accidente, fallo mecánico u otra razón.

³ Trazado: Trazado en automovilismo se refiere al recorrido óptimo que un piloto sigue en una pista para lograr la mejor velocidad y eficiencia en las curvas.

Villenueve, Tosa y Piratella:

Villeneuve: Chicana rápida izquierda-derecha en Imola, nombrada en honor a Gilles Villeneuve. Se creó tras el accidente fatal de Roland Ratzenberger en 1994 para reducir la velocidad.

Tosa: Horquilla a la izquierda en subida, clave para adelantamientos en Imola. Requiere una buena tracción a la salida para aprovechar la recta siguiente.

Piratella: Curva rápida a la izquierda en bajada, donde los pilotos deben equilibrar velocidad y control, ya que cualquier error puede llevarlos fuera de pista.

Variante alta: Variante Alta es una chicana derecha-izquierda ubicada en la parte más elevada del circuito de Imola. Exige una frenada fuerte y una salida controlada para mantener velocidad en la recta siguiente.

Sobre viraje: Sobre viraje ocurre cuando el eje trasero del automóvil pierde adherencia antes que el delantero, haciendo que la parte trasera tienda a deslizarse hacia el exterior de la curva. Puede causar trompos si no se controla correctamente.

RB20: El RB20 es el monoplaza de Red Bull Racing para la temporada 2024 de Fórmula 1, diseñado como una evolución del RB19.

Pianos: Los pianos en Fórmula 1 son franjas elevadas en los bordes de las curvas, diseñadas para ayudar a los pilotos a mantenerse dentro de los límites de pista y mejorar la estabilidad al tomarlas.

Rebufo: El rebufo en Fórmula 1 es el efecto aerodinámico que ocurre cuando un piloto sigue de cerca a otro, aprovechando la estela de aire para reducir la resistencia al avance y ganar velocidad. Esto facilita los adelantamientos.

¹⁰ Chicana: Una chicana en Fórmula 1 es una serie de curvas rápidas y estrechas, generalmente en forma de zig-zag, diseñadas para reducir la velocidad de los monoplazas y mejorar la seguridad o el desafío del circuito.

Y esas som todas las que tenemos en este cap 🤓☝🏻

𓈒 𓇼 Aclaraciones especiales:

★: Lorenzo menciona algo sobre una temporada en la Fórmula 1 donde se incluyeron tres pilotos por escudería, esto es obviamente FICCIÓN, y es un pequeño easter egg que se relaciona con la nueva historia de mi twin Circe (antes conocida como Sunni) que deja ver que esta historia sucede en la misma línea temporal que Just Pretend.

Si gustan vayan a leerla, la encuentran en su perfil _circvlion_

Y ya 🤓☝🏻

Nota de autora:

Holi 😶‍🌫️ 👻  Aparezco otra vez con un nuevo capítulo de carrera jeje, me emociona mucho hacerlas, me esfuerzo mucho para que sean lo más exactas posibles, pero de formas les vuelvo a aclarar que todo es ficción jeje.

Tuve que cortar la carrera antes del final porque sino salía muy largo u.u

Espero que este capitulo les gustará tanto como a mí, acepto todo tipo de sugerencias, quejas, reclamos y transferencias.

Gracias de todo corazón por todo su apoyo y los 250 votos, en serio que lkm.

Sin más que decir nos vemos en el siguiente cap. 😶‍🌫️ 🏎

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro