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ᴘʀᴏ́ʟᴏɢᴏ 𝟸

ᴛᴀʀᴀ

La primavera llegó, no quedaba ni un solo rastro de nieve. Una mañana simplemente todo había desaparecido, lo que solía ser una capa blanca de nieve se convirtió en un pasto verde lleno de flores.

Hacían catorce días desde mi boda y noche tras noche me he lamentado. Todo ha ido a mi favor, Taemin se fue de excursión dejando varada nuestra noche de boda y haciendo que mi mente se sintiera tranquila solo por pequeños segundos.

Aun pensaba en él, aún anhelaba su corazón y me negaba a soltar la idea de él y mía, por las noches no podía evitar recordar todo lo que habíamos vivido, todo lo que fuimos, la manera tan profunda en la que lo amaba y como estaba segura de que nunca podría reemplazar su sombra y que viviría con ello por el resto de mi vida.

Por otro lado la aldea marchaba como si nunca hubiera pasado nada, como si los Jeon nunca hubieran existido, ninguno se había preguntado alguna vez porqué ellos ya no estaban con nosotros, porqué esa aldea había desaparecido, pero claro, eso solucionó ciertas dudas. A nadie de esta aldea nunca le había interesado la familia Jeon o su aldea, todos vieron su marcha como algo normal y se creyeron las palabras de Taemin al decirles que irían a encontrarse con su familia. Ni siquiera Seokjin estaba... Lo entendía, él también era de su familia a pesar de todas la historia que él me había dicho, creía en su lealtad a los Jeon, en su sincera amistad y su trabajo nítido hacia el clan.

Extrañaba a Taeri, también se había marchado, no había ni rastro de ella, nada que pudiera guiarme con ella o su madre, ni siquiera había dejado una nota. Nadie preguntó por su ausencia, sólo corrieron rumores de la intimidad de su madre y como ella simplemente se había fugado con un hombre, nadie asociaba la partida de mi amiga con la de los Jeon.

Era mi deber proteger el recuerdo de ellas en la aldea, por lo tanto había ya desmentido algunos rumores, había escrito una carta falsa de Taeri para así leerla en voz alta mientras estaba reunida con la señora Lee y mi madre, la carta explicaba que estaban donde sus parientes y que Taeri pronto iba a casarse y ser madre. Una verdad a medias.

Dado que mis obligaciones como esposa de primer jefe implicaban ser participe de las preocupaciones de la aldea, me había encargado de montar un grupo de lectura con las más jóvenes para así mantener el espíritu libre y de alguna manera seguir el legado de la señora Jeon. Era una manera de honrar todo lo que ella me había dado, por eso, después de muchas disputas con el señor Lee pudimos llegar a un acuerdo.

El grupo de lectura era de alguna manera algo que me consolaba y animaba en mis días más bajos, todos en la aldea ya se preguntaban cuando quedaría embarazada, porque se necesitaba un heredero, así que distraerme con las más pequeñas era lo mejor para hacer y así lidiar con ellos.

Sonreí y miré al pequeño grupo que había formado, todas las niñas estaban sentadas escuchando atentamente cada una de las palabras que yo decía.

— ¿Creen en las brujas? — pregunté con una sonrisa en mi cara.

— ¡Siiiiii! — todas respondieron en gran coro, igual con una sonrisa en el rostro.

— Les contaré esta historia — tomé un pequeño pergamino y lo abrí frente a ellas — Escuchen atentamente.

Hace miles y miles de años, en una pequeña aldea ubicada al norte de nuestra provincia se desarrollo algo parecido al holocausto. Este lo llamaron, 'la revolución de las hijas de la noche' fue una noche tenebrosa para muchos. Mucha sangre y sacrificios por doquier para así solventar un pacto sucio con el maligno.

Las brujas no solían ser como muchos lo piensan, eran nobles y ayudaban con su magia a los más necesitados, tenían el deber moral de ayudar a aquellos en dolor, pero todo se acabó una vez que llegó la religión pagana a dioses que no daban respuestas. Las personas olvidaron a las brujas y empezaron a dar tributos a los dioses, entre ellos los dioses de la lluvia o el cultivo, también a los dioses de las enfermedades.

La profesión de estas mujeres quedó olvidada hasta que fueron expulsadas de la sociedad por ser calificadas como dañinas para las creencias paganas de aquel entonces, pues entre todos ellas eran las únicas que no daban tributo de ningún tipo.

Una noche mientras las brujas dormían un grupo de puritanos llegados del sur, profesando su creencia en los dioses convencieron a todo el pueblo de ejecutarlas y apedrearlas hasta morir. Las mujeres fueron encarceladas y después llevadas al purgatorio para así acabar con ellas.

Solo una logró escapar, esta llevaba por nombre 'Sarina' entre las brujas ella solía ser quien mejor controlaba la magia, así que pudo escapar. Desafortunadamente logró ver como sus hermanas eran crucificadas, despertando así el fuego intenso de venganza en ella. Esa fatídica noche cuando las brujas eran crucificadas, Sarina invocó a los dioses de la oscuridad, la luna se hizo de sangre y el poder de ella se fortaleció.

Asesinó a todos en la aldea, uno por uno y luego quemó sus cuerpos. Convirtiéndolo así en una revolución. Cuerpos desmembrados yacían por todos lados.

Sarina tomó los restos de sus hermanas y las llevó al sepulcro, luego ella también desapareció.

Terminé la historia y todas las niñas estaban verdaderamente sumergidas en cada una de las palabras que yo decía.

— ¿Qué opinan de las brujas? — pregunté mientras cerraba el pergamino.

— ¿Aún existen? — preguntó una de ellas.

— Bueno, hay mitos sobre ellas aún. Muchos dicen que viven en los acantilados cerca del mar. Los pocos que las han visto no pueden dar mucho detalle sino, pierden su voz.

— Me gustaría ser una de ellas — una niña hizo una mueca con su boca — Así tendría el poder de sanar enfermos.

— ¿No creen que eran mala? ¿No piensan que lo que hizo Sarina fue malo?

— Creo que fue justo, mataron a sus hermanas — una de ellas se encogió de hombros y con palabras relajadas decía lo que pensaba.

— ¿Qué pasó con Sarina, Tara?

— Bueno, dicen que Sarina es la culpable de la creación de los hombres lobos — respondí, recordando la historia que me habían contado hace mucho.

— Entonces supongo que Sarina ya no es tan buena como antes — la hermana pequeña de Yohan habló — Un lobo mató a mi hermano.

La miré con dulzura, aún recordaba esa fatídica noche.

— ¿Usted cree que las brujas regresaran algún día?

— Ojalá y sí — respondí. Me puse de pie y empecé a guardar mis cosas — Talvez ellas puedan acabar con la maldad y con los hombres lobo — les sonreí gentilmente, había acabado oficialmente con ellas — Vayan a casa a comer la merienda. Hemos acabado.

— ¡Gracias! — dijeron todas.

— Para la próxima clase traigan una aguja de cocer e hilos, les enseñaré como cerrar heridas.

Todas ellas asintieron y salieron corriendo del salón de clase, todas excepto una. Una pequeña niña cabello negro se acercó a mi.

— Tara, ¿Crees que los hombres lobo vuelvan? — preguntó tomándome por sorpresa.

— Talvez sí — respondí dudosa.

Pensé que ella mostraría miedo, pero no, me mostró una gran sonrisa y después se fue corriendo.

Ojalá y Jungkook regrese, porque no se donde buscarlo...





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