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ᴇʟ ғɪɴ ᴅᴇ ʟᴀ ᴘʀɪᴍᴇʀᴀ ғᴀsᴇ

ᴛᴀʀᴀ  |𝟷𝟺|

ᴍɪ́ᴀ ᴇs ʟᴀ ᴠᴇɴɢᴀɴᴢᴀ

ᴍᴀ́s ᴅɪ́ᴀs ʏ ᴜɴᴏs ᴄᴜᴀɴᴛᴏs ᴋɪʟᴏs ᴅᴇsᴘᴜᴇ́s

Los días pasaban volando, se iban tan rápido como el agua. Cada día que pasaba era un día más en el que tenia que calcular cada paso que daba y asegurarme de que todo marchara según mi plan. Tenía que vigilar y ejecutar a la vez lo que no me era tan fácil como hubiera deseado puesto que mi cuerpo cambiaba constantemente al igual que mi humor. Incluso subi de peso.

Ya había cerrado los primeros tres meses de embarazo, estábamos a nada del inicio de la primavera y para no variar, mi vientre ya era más notorio, tanto que tenia que evitar que Leeseo estuviera cerca cuando tomaba un baño o cuando me cambiaba de ropa. Ella siempre solía ayudarme a atar los nudos de mis vestidos en la parte trasera pero, no podía arriesgarme a que ella viera de más y se fuera de boca con Taemin. No cuando mis planes marchaban tan bien.

Era desesperante saber que mi embarazo era el que regia mis tiempo, todo tenía que ser más apresurado, más cuidadoso también. Jungkook tenía razón, no podía arriesgarme tanto. Reconocer que lo que estaba haciendo era suicida y que él estaba en lo cierto me hería un poco, más no podía negarlo.

Al final habrían dos posibles desenlaces, uno en donde mi vida se acomodaba correctamente y otro en donde, talvez y analizando todo y conociendo tan bien a Taemin, yo acabaría atada de por vida o muerta. Todos mis esfuerzos podían ser en vano si no hacía las cosas con cuidado.

Hasta el momento mis planes marchaban del todo bien. La señora Lee estaba mucho más loca que antes, deliraba constantemente y casi no reconocía a nadie de la familia, incluido Taemin. Una noche mientras ambos fuimos a cenar con ella para hacerle compañía, la señora Lee estuvo a nada de echarnos a patada cuando vio a Taemin alegando en que él no parecía ser una buena persona, luego se desmayó y cuando volvió en sí recordó de nuevo a Taemin más no a mi. No me importaba tampoco, eso me hacía tener menos cargo de conciencia.

Hasta donde sabia y confiaba en Leeseo, la señora Lee estaba aún tomando la "medicina" que había hecho para ella, entonces, su mente estaba aún más fuera de sí. Sólo faltaba un pequeño empujón y todo estaría oficialmente consumado, marcando así mi segundo deudor en la lista.

Ya tenia la línea pautada y la señora Lee la había escogido pues, todo había salido de su boca. No sólo me premió con la imagen de ella decayendo poco a poco, si no que también me dio lo que necesitaba oara planear su muerte y que nadie dudara de mí. Dado que trabajaba con tiempos fijos, no podía empezar a cualquier hora, la muerte de la señora Lee tenía que ser aún más planeada, por ende, una vez que el sol nos premiará con el último rayo de luz, yo podía actuar.

Era relativamente temprano y dado que no podía dar mi pequeña aportación a la finiquidad de la muerte de la señora Lee, decidí a conciencia ir de visita con Dahee, pues era con la única persona que me sentía segura al hablar y talvez, con un poco de suerte estaba Namjoon cerca y así preguntar por Jungkook dado que había desaparecido.

Desde la muerte del señor Lee su recuerdo ha estado vigente puesto que no he podido reemplazarlo por ningún encuentro nuevo. Sabía que los lobos de su manada venían y hacían rondas rutinarias para protegernos de los lobos que intentaban atacarnos, lo que significaba que la lucha aún continuaba y no auguraba a acabar pronto.

He deseado verlo por noches enteras, quería que él viera que mi vientre ya estaba grande, que tres meses de bebé ya eran más que notorios, también quería que notara todos mis cambios de humor y mis sentimientos hacia él que a pesar de que se suponía que debían menguar por la distancia que ambos experimentabamos, éstos solo iban en aumento continuo, cada vez eran más fuertes.

El bebé aparentemente era una conexión que no podía ignorar, tener un hijo de la persona que amas no es poca cosa, por eso era primordial para mi acabar cuanto antes y huir con él, ya sea que yo estuviera entre sus planes o no.

Me aseguré de que no hubiera nadie cerca de mi habitación para así salir apurada de casa e ir con mi no proclamada amiga, Dahee.

Salí de casa a toda prisa para que Leeseo no se percatara de mi huida, no la necesitaba tan pegada a mi todo el tiempo, no confiaba en ella en absoluto, sólo para aquellos planes en los que ella estaba predeterminadamente incluida. Hasta el momento no me había defraudado, seguía durmiendo con Taemin de vez en cuando y hacía lo que le pedía pensando en que así podía salvarlo al final. Nadie en mi lista obtendría redención.

Iba a acabar con todos.

Dispuse de transporte para ir con Dahee, obviamente el conductor no discutió ni se negó a obedecerme, desde me casé mi palabra también era ley, al menos en las cosas del hogar o cuando solicitaba algo. Nadie reclamaba y ya les había advertido de no ir de boca con Taemin a pesar de que muchos tenían la orden de informar cada uno de mis pasos.

Llegué a las tabernas, un lugar que a pesar del reparo con el que lo trataban muchos yo no veía más que posibilidades y una vida desafortunada también. Sí, muchas estaban ahí por gusto pero entendiblemente era a lo único que podían aspirar, todas las mujeres o personas que no habían nacido bajo un núcleo familiar estaban destinadas a ser segregadas por aquellos que sí. Entonces, el cutre lugar era todo lo que tenían.

Yo no pensaba en que la vida de las queridas era una pena, al contrario de ello me parecía interesante. Una vida como esa en un mundo lleno de prejuicios y dedos que señalaban no era más que un avance. Al menos así lo miraba yo.

Caminé por todas las pequeñas chozas que habían hasta llegar a la casa que conocía más que bien. Toqué la puerta de la casa de Dahee y esperé pacientemente a que ella abriera.

No pasó mucho tiempo para que la puerta se abriera, para que ella me diera una de esas sonrisas que parecían falsas pero que solamente eran incómodas por no tener la regularidad de hacerlo.

— ¿Qué haces aquí, Tara? — ese fue su saludo. Era como siempre, tan esquiva y fría — No me digas que necesitas algún otro favor — me encogí de hombros al ver como ella torcía los ojos.

— Déjame pasar al menos — rodó los ojos una vez más y se hizo a un lado para dejarme entrar — Tienes que ser más amable con tus visitas — me quité la capa que siempre tenia conmigo y la puse a un lado sobre un tambo.

— Tú no eres mi invitada — me reí por la manera en la que ella quería pretender que yo no le agradaba — Tienes que dejar de venir sin avisar.

— Perdón, no tengo una paloma blanca entrenada para enviarte un mensaje — me reí y tomé asiento en la pila de cojines que ella tenía tenía un lado cerca de la ventana más grande de su casa — No finjas que no te agrado — ella se acercó a mi y también se sentó — Por cierto, me alegra haberle atinado a tu talla de vestido.

Ella se sonrojó y eso me sorprendió.

— Tienes buen ojo — respondió simplemente — ¿Me dirás a qué has venido? Me da impresión que tu vida es un poco ocupada ahora.

— En realidad sí estoy ocupada — me encogí de hombros restandole importancia — Solo que lo que hago es fácil.

— ¿Asesinar gente es fácil? Lo digo porque eso es lo que has estado haciendo, Tara.

— Que humor tan feo tienes hoy. ¿Qué te pasa? — pregunté con desánimo. Yo esperaba su humor agrio y llenó de ironía más no esperé encontrarme con una Dahee amargada.

— Tengo problemas.

— ¿Algo con lo que pueda ayudar? — dije servicial.

— ¿Sabes cómo hacer abortos? — abrí mis ojos como platos cuando escuché lo que ella dijo — No me veas así que me hace sentir peor.

Aun seguía sin poder procesar lo que ella había dicho, me era difícil hacerlo.

— ¿Tú, embarazada? — pregunté aún incrédula esperando que me dijera que no se trataba de ella — Dime que solo juegas.

— No, Tara. Estoy embarazada y a pesar de que no es la primera vez que me pasa, es la primera vez en la que deseo tenerlo — dijo abatida.

— Supongo que en tu mundo todo es un poco más difícil. ¿Qué te asusta? ¿No sabes de quién es?

— Lo sé perfectamente — respondió en voz baja — Es de Kim Namjoon.

— ¡¿Cómo?! — pregunté exaltando la voz — ¿Tú y él?

— Sí. Por eso no puedo dejarlo conmigo pero también es él la razón por la cual no puedo perderlo.

— Explícate, no entiendo nada — pedí desesperada.

Entonces, después de que ella tomara una respiración profunda y derramara unas cuantas lágrimas, de su boca empezaron a salir las palabras, con mucha dificultad, por supuesto.

Dahee explicó toda su historia, como había quedado juntos y sus verdaderos sentimientos hacia él. Según Dahee, su amor no tenía oportunidad por la vida tan diferente que tenían. Namjoon ya sabía sobre su estado de embarazo y se había negado en extraer a su hijo por cuenta propia lo que ponía a Dahee en la cuerda floja. Namjoon era el único médico que podía hacerlo o al menos el que estaba más cerca.

— Tienes que entender a Namjoon, Dahee — dije conciliadora al observar que sus palabras empezaban a ser más pesadas — Es su hijo y por lo visto, te quiere.

— Tu lo dices porque a pesar de toda la mierda que llevas en tus hombros no tienes una vida tan terrible como yo. La vida es un tanto injusta — no iba a permitir que Dahee se victimizara de esa manera.

— Te equivocas. La vida es bastante justa. Es injusta contigo también lo es conmigo, solo de manera distinta pero al final es igual para todos y eso la hace justa — ella me miraba como si de mi boca salieran palabras en un idioma diferente — Lo que pasa es que tú tienes miedo y te escondes en tu manera de vivir.

— ¿Qué le voy a decir?

— Que vas a tener al bebé. Dale una oportunidad a él, de paso así te das una a ti también.

— No es fácil, Tara. ¿De qué voy a vivir?

La miré a los ojos fijamente asegurandome de que mis palabras próximas fueran lo suficientemente claras para que ella no tuviera dudas.

— A pesar de lo que tu pienses de mi, en este momento, tu eres la persona en la que más confío y siempre voy a estar agradecida por lo que hiciste por mi — dije suavemente. Tomé una de sus manos entre las mías — Déjame pagarte, con mi ayuda.

— Me has pagado con vestidos.

— No. El agradecimiento siempre será la memoria del corazón, déjame darte algo mejor.

— Ay, Tara. No dudo de tus buenas intenciones pero dudo que funcione, Namjoon se ha ido y me dijo que no quería verme de nuevo porque le dejé en claro que el bebé no iba a vivir. Nam es de los que siempre cumple lo que dice.

— Tú déjame las cosas a mi y preocúpate por alejarte de tu trabajo, por al menos algún tiempo. Kim Namjoon volverá pronto.

Ella me miró indecisa pero al final asintió. Siendo honesta yo tenía más problemas que cualquiera, pero no podía avanzar y dejar que Dahee luchara sola. Al final del día era una mujer que como yo solo era víctima de las circunstancias así qué, podía cargar con ello.

La hora había llegado, una vez en casa me cambie de ropa porque necesitaba estar lista pronto. El sol ya se había puesto y solo teníamos la luz que se reflejaba en el cielo pero, pronto estaría oscuro por completo.

Leeseo tenía una parte que hacer, aparentemente la señora Lee estaba encantada con sus atenciones, entonces ella siempre podía ir y venir a su antojo. Como Leeseo era quien más contacto con ella tenía, yo pude libremente darle la nota que me ayudaría a acabar con ella.

Salí de casa nuevamente y me moví al lugar en donde se suponía que todo debía pasar. La muerte de su esposo.

Salí sola y pensaba ir a pie, una caminata de una hora más o menos pero valía la pena. Leeseo tenía instrucciones claras, asegurarse de que ella leyera la nota y saliera de casa.

Me adelanté por el camino apurando mi paso, no sin antes persuadir a uno de los sirvientes. Dejé claro claro donde fuera que la señora Lee pidiera ir, él sin problemas le llevara. Confiaba en el señor Choi, era alguien que al igual que yo tenía repudio por la familia Lee puesto que su esposa había muerto en manos del difunto padre de Taemin a causa de que esta lo acusó de haber tocado su pierna sin permiso.

El resentimiento del señor Choi era casi igual al mío entonces podia confiar en él sin ningún problema.

Después de una hora de camino llegué hasta la tumba del señor Lee. Las flores que habían puesto ya se habían marchitado. Me acerqué al árbol que estaba junto en el pequeño cuadro donde el señor Lee estaba sepultado, también el árbol que parecia ser su promesa de amor pues sus nombres estaban escritos en una de las ramas. Ignorando eso, de la rama más alta colgué una soga con un nudo hecho.

Puse una piedra bajo ella y me puse de pie sobre la piedra para calcular más o menos la altura. Estaba perfecto.

Tan pronto como terminé de acomodar la cuerda escuché que el carruaje se acercaba al área, rápidamente saqué de mi bolso una nota con una frase escrita. "Al que fallos comete, el fuego arremete". Puse la nota sobre la tumba del señor Lee y me escondí tras un arbusto.

La señora Lee se acercó a la tumba con paso rápido. Llevaba un camisón blanco que le llegaba a los tobillos y tenía los pies descalzos.

Miró la soga y luego sonrió, puso sus pies sobre la piedra y de puntillas empezó y pasó el nudo de la soga sobre su cabeza, luego la piedra, dándome un poco de ayuda, se movió a un lado y la dejo a ella pendiendo de la cuerda. Ella, aún sonriendo empezó a contar, también balanceaba sus pies.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce, trece, catorce, quince, dieci...séis, dieci...si...ete, dieci...ocho..., dieci... — lentamente su voz se fue apagando y dejaba de mover los pies.

Sonreí ella intentaba con sus manos apartar la soga de su cuello pero era casi imposible, estaba bien atada y no podía ponerse de puntas dado que no tenia ningún apoyo bajo sus pies.

La señora Lee había seguido al pie de la letra mis indicaciones.

La observé hasta que su cabeza perdió rigidez y la dejó caer. La señora Lee había muerto justo frente a mis ojos.

Sonriendo, salí del arbusto y me acerqué al señor Choi donde este tenía el carruaje.

— Llévame a casa — él no dijo nada, sabía lo que había hecho pero mantendría su boca cerrada, porque no ganaba nada con decir lo que había visto — Rápido.

Nos pusimos en marcha y sentí que durante el transcurso del camino fuimos tan rápido que en pocos minutos ya estábamos de nuevo en la aldea sin siquiera levantar sospechas. Mi mente no tenia cargo de conciencia, tampoco sentía pena.

Toda la aldea estaba bajo normalidad, los ue significaba que nadie había notado la ausencia de la señora Lee.

— Limpia todo y asegúrate de no dejar huellas — pedí al señor Choi. Él asintió y empezó a moverse.

Me acerqué a mi casa en busca de descanso hasta que la bomba exlotara, hasta que Taemin regresara del campo.

Al entrar encontré a Leeseo sentada en una silla con cara angustiada.

— ¡Qué bueno que ha regresado! — dijo con alivio — Estaba preocupada.

— ¿Tienes la nota? — pregunté ignorando su preocupación. Ella asintió y la sacó de sus pechos — Bien, puedes irte — dije cuando tomé la nota en mis manos — Que hagan la cena y todo con normalidad.

— Está bien— hizo una reverencia y se alejó.

Abrí el pequeño papel y lo leí.

"Querida señora Lee, como el buen esposo que soy , quiero sorprenderte hoy, se que has estado soñando conmigo y quiero hoy también soñar contigo. Ven al árbol donde grabamos nuestros nombres cuando nos conocimos. Cuando veas la soga pasa tu cabeza y empieza a contar hasta veinte. Cuando lo hagas, apareceré.

Tu esposo"

Al final los muros grandes también caían y el fuego arremetió contra quienes perpetuaron dolor. La señora Lee, al igual que su esposo habían sido un verdugo para mi.




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