Una vez un sabio dijo; el dolor está en la mente.

Pero yo lo siento en los huesos. Si camino despacio, apuñalo mis rodillas.

Si lloro muy fuerte, mis costillas se alborotan.

Si pienso en ti, mi cráneo me castiga.

Si miro a través del cristal, mis cuencas se hinchan.

Pero cruzaste la línea, y mis huesos lo sienten.

Mis brazos saben que no volverán a tocarte.

Y mis pómulos extrañan cuando los acariciabas con tus labios.

El viento te sopló como al polvo. Y tú cobertura de madera solo me asegura que sigues aquí.

No puedo dormir porque mi espalda me apuñala.

¿Dónde están tus dedos cuando hacen falta?

El chocolate de tu piel no acompañará al cartílago de mi alma.

Tú creaste mis huesos, y ellos crearon mi dolor.