Me da miedo pensar que tal vez no seré la misma persona. No sé si este vacío en el pecho me acompañará para siempre.

No sé si el aire en mis pulmones sean suficiente para una larga vida.

Me estoy ahogando y mi oxígeno no ha sido siempre un buen amigo. No lo fue contigo, tampoco lo será conmigo.

Tengo miedo, tengo tanto miedo. Tengo miedo a pensarte. Te tengo miedo a pensarte y no encontrarte en mis pensamientos.

Tengo miedo a no recordar tu voz, aquella melodía grave que acompañaba mis tardes.

Tengo miedo a tu rostro, porque no te encontraré si te busco.

Tengo miedo a mis lágrimas, porque nublan mi vista y aprietan mi corazón.

¡Quiero que me grites, una vez! Necesito saber que estás aquí.

Aunque sea unos segundos, ¿me concederías tu compañía?

No pido una larga espera. Solo poder oír tu risa me abrazaría el alma.

Por favor, dime que todo ha sido mentira. Dime que al abrir mis ojos estarás esperándome con una sonrisa.

Prométeme que está vez estarás a salvo. Anhelo poder estar entre tus brazos.

Necesito desahogarme, porque sino mi oxígeno me traicionará y terminará ahogándome.

Atrapará mis pulmones y detendrán mi corazón.

Y al menos quisiera seguir viviendo por ti.

Mis letras acompañan de dolor mis ojos, porque viajan por mis mejillas las lágrimas de mi corazón.

Te veo, a veces siento que estás aquí.

Pero también se siente tan solo...

Y tú eras la luz que alumbrada la estadía, que ahora lloro por agonía.

Cada vez que lea esto me acordaré de ti.

Y estoy tan feliz de que me hayas podido llamar tu hijo.

Y de que hayas sido mi madre.