ᴊᴜᴇɢᴏ ɴᴜᴇᴠᴏ
—Oye Tomura, ¿qué es eso?
En cuanto el delgado dedo de la menor se cruzó con el campo de visión del mayor, el niño bramó furioso logrando asustar tanto a Ningyō que resbaló y cayó al piso, golpeándose al ser torpe en sus movimientos. Las lágrimas inundaron los ojos malva de ella mientras lo veía asustada. Ni siquiera habían pasado tres horas desde que el hombre que los había salvado se había retirado y la de cabellos duraznos ya deseaba que volviera para llevársela lejos de ahí.
Como Tomura no le contestó su pregunta y volvió a quedar absorto en su aparato electrónico, ella prefirió dejar de insistir y se alejó del sofá donde el niño estaba acostado, riendo solo mientras presionaba algunos botones y un sonido alegre llenaba la habitación al provenir de aquel juego. Ningyō sabía que lo último que podía era quejarse ya que All for One la había salvado de una vida donde la hubieran recluido en un lugar de alta seguridad, experimentando para saber cómo usar en favor de la humanidad su singularidad. No importaba que apenas tuviera siete años, todo lo que había pasado a través de su corta vida y las palabras del sujeto que le permitía nombrarlo como su padre habían sido suficiente incentivo para hacerla abrir sus inocentes ojos ante la cruda realidad en la que se encontraban donde no había finales felices ni gente buena que ayudaba sin esperar algo a cambio, porque ni siquiera su mentor la había acogido sin saber que ganaría algo sustancioso de su parte en un futuro.
Dejándose guiar por sus cortos pasos, la niña dejó la pequeña sala del departamento donde viviría a partir de ese momento y fue a buscar al hombre con extraña apariencia que los había hecho aparecer en ese sitio cuando apenas un segundo atrás ambos habían estado en uno de los tantos escondites del villano. Se encontró a quien buscaba en la cocina, preparando lo que ella supuso era una merienda y que agradeció ya que en cuanto asomó su cabeza desde el umbral de la puerta el estómago le gruñó, denotando el hambre que tenía.
—Bienvenida Shitai Ningyō, soy Kurogiri y me encargaré de ti el tiempo que estés con Shigaraki Tomura. ¿Tienes hambre? —al verla asentir con timidez él estiró una mano en su dirección, indicándole así que se acercara—. Como las cosas por hoy han sido extrañas para ambos te daré de comer, te ducharás e irás a dormir. He preparado la habitación extra para ti con todo lo que podrás necesitar. A partir de mañana tu bienestar será responsabilidad de Shigaraki. Yo solamente obedeceré lo que él me demande acerca de ti a petición de All for One ¿entiendes?
—Sí, señor Kurogiri. Gracias por cuidar de mí. Padre... Digo, el señor All for One me lo explicó todo antes de venir. Me portaré muy bien y no les daré problemas...
Aquello fue todo lo que necesitó el sublevado del villano mayor para dejar sobre la mesa de la pequeña mesada un plato con emparedados y un vaso con jugo, dejando que la niña tomara asiento para que se tomara el tiempo que deseara comiendo, mientras él se dirigía a dejar una porción similar sobre la mesada de la sala con intención de que el niño comiera algo ese día aunque estaba seguro que, de nuevo, no sucedería eso al notar lo concentrado que estaba con su nuevo videojuego.
La infante resultó ser más educada de lo que supuso al principio, así que mientras ella degustaba su cena tuvieron la oportunidad conversar de algunas cosas con las que se sintió cómoda de hablar en ese momento, permitiendo que el hombre supiera varios datos triviales acerca de ella y que si bien no tenían mucha importancia, fueron los que permitieron que durante la conversación ella tocara algunos puntos sustanciales como el cuantos años tenía, que por cierto era apenas unos meses menor que Shigaraki, además del cómo era que había llegado a parar con el Maestro. Sin embargo, Ningyō no se mostró dispuesta de hablar del porqué había terminado huyendo de la policía o qué les había pasado a sus familiares más cercanos así que cuando notó que algunas lágrimas se le acumulaban en los ojos, Kurogiri dio por terminada la conversación y la llevó a que se diera un baño.
Metida en agua repleta de burbujas que flotaban por la habitación la niña habló consigo misma y sus dedos, los cuales se habían vuelto sus mejores amigos en esas últimas semanas, obteniendo así algo de valor para enfrentarse a la situación que empezaba a cernirse frente a ella y a la que le tenía mucho miedo. Al salir completamente limpia necesitó de la ayuda del hombre para peinar su cabello ya que ella solo se lastimaba al tratar de hacerlo bien.
Aunque tuvo que rogar por ello, consiguió que dejara encendida una luz nocturna en su habitación grisácea con a penas y unas pertenencias que pretendían hacerla sentir cómoda. Unas muñecas tiradas en un rincón, algunos cambios de ropa de su talla en el armario, unos libros de hadas en el escritorio además de un gato blanco de felpa descansando sobre la cama desaliñada. Ningyō se metió entre las ásperas sábanas que en aquella situación inclusive parecían de la más fina seda y después de tres rabietas, muchos lloriqueos e incluso una reprimenda por parte del villano quien no pensaba tolerar ese tipo de comportamientos, le advirtió que no debía de volverse a repetir la situación y se dedicó a leerle un cuento infantil hasta que sus ojos que brillaban con tonos malvas, rosados y grisáceos se cerraron por fin.
Esa noche representó durante todos los años venideros una de las más difíciles de su vida, siendo a penas superada por aquellas donde perdió todo el mundo en el que creció.
Mientras que Ningyō era atormentada por pesadillas en forma de los dolorosos recuerdos de su pasado, una figura que en la oscuridad parecía estar hecho de sombras se escabulló a través de la habitación medio vacía, se trepó en silencio sobre el colchón algo desgastado y antes de soltar un grito lleno de rabia llevó sus manos al rostro de la niña, con clara intención de acabar con su presencia en aquel sitio ya que no la quería cerca y mucho menos invadiendo la rutina diaria que había conseguido después de muchos años de sufrimiento.
Sin embargo, a media acción el aparato en el bolsillo del desconocido empezó a emitir un sonido que exigía su atención. El dueño soltó una maldición entre dientes para así levantarse, revisar a su mascota virtual y sin terminar su atentado contra la vida ajena salió del cuarto, azotando la puerta detrás suya. Ningyō despertó asustada ante el sonido del portazo, además del mal sueño que la hubiera consumido entre sus garras si no hubiera sido despertado en aquel preciso momento. La pequeña abrazó con fuerza entre sus brazos el pequeño minino de peluche, soltando un suave sollozo ante el miedo que la invadía y se volvió a quedar dormida hasta que terminó agotada por las lágrimas que soltó, esperando que el nuevo día fuese al menos un poco mejor.
Lo único que Ningyō deseaba era tener una familia de nuevo.
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