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ɪᴛᴇᴍ ᴇꜱᴘᴇᴄɪᴀʟ

—Seguramente mientes.

—No, no es cierto. Te juro que te digo la verdad.

—Demuéstralo entonces, Shitai.

—Eres un bobo, Shigaraki.

La niña de ya ocho años infló sus mejillas al estirarse en su lugar, gateando hasta donde estaba el registro con nombres, fotografías e información personal de todos los cadáveres que hasta ese momento se encontraban en el poder de ella. Se sentó de nuevo al lado del niño de ya nueve años que había dejado sobre su regazo el Nintendo con el que jugaba junto al que tenía Ningyō al Mario Kart.

Habían pasado más de ocho meses después de aquella bizarra escena de ella reclamando al primero de ellos frente a los ojos de Tomura y desde entonces el número no había dejado de aumentar. Hasta el momento solo era capaz de controlar tres muñecos al mismo tiempo, pero en una bodega escondida que le había proporcionado su maestro, se encontraban por lo menos una docena cadáveres que en vida habían tenido todo tipo de poderes y con los que ella de a poco se iba acostumbrando a utilizar en su beneficio ya que controlar las singularidades de otros a través de la suya era mucho más complicado de lo que podía parecer a simple vista.

—Como te lo demostraré deberás darme algo. Porque ya verás que serás un perdedor —anunció la niña con un claro orgullo en sus palabras—. ¡Y espero que mi premio sea bueno!

Shigaraki bufó al escucharla mientras pensaba qué podría darle a su mascota. Hacía no más de un mes que le había mandado de malas a Kurogiri que le consiguiera una muñeca con tal de hacerla callar ya que la niña llevaba dos días sin dejar de llorar ya que según lo que había explicado, en un entrenamiento con su maestro, All for One la había presionado al punto que causó tanto daño en uno de los muñecos de ella que lo había dejado inservible. Jōhō aún no descubría la manera de cortar el nexo entre Ningyō y sus muñecos, por lo que ella duró largos días agonizando al sentir las mismas heridas que presentaba su muñeco, siendo así expuesta a la experiencia de vivir en carne propia la sensación de sus miembros siendo arrancados de su cuerpo.

A causa de aquel dolor ella se la había pasado más de dos semanas llorando echa un ovillo en su cama, rogando que alguno detuviera su sufrimiento. Como el dolor no aminoraba de ninguna manera el mismo Shigaraki fue quien encontró una solución a la problemática, aunque también equivalió a una experiencia que rozó con lo traumático para la niña.

El de cabellera celeste se presentó junto a su compañera en la ubicación donde el villano ordenó a Kurogiri que los llevara y mismo sitio donde se encontraba el cuerpo mutilado del primer hombre al que ella había convertido. Shitai gimió aterrada ante la escena de aquel cadáver herido y sin dudarlo fue hasta él para abrazarlo, hecho que extrañó a todos los presentes. Conforme el tiempo pasaba ella se iba sintiendo más cercana a los muñecos que iba consiguiendo, llegando incluso al punto de mencionar que todos ellos eran su familia y que por eso los protegería con su propia vida. Todos preferían pasar por alto aquellos comentarios, pero en especial Tomura estaba seguro que a ella ya se le había zafado más de algún tornillo.

Pero ignorando que la niña estaba abrazada del torso desmembrado en una escena grotesca, él fue hasta donde ella estaba y sin dar lugar a titubeos o preguntas de cualquiera, tocó con sus cinco dedos el rostro de aquel cadáver, que al igual que el resto en aquella peculiar colección, no se pudría por más tiempo que pasara gracias a la peculiaridad de Ningyō. Los ojos de ella se abrieron en demasía al contemplar las acciones de Shigaraki, pero fue demasiado tarde cuando trató de detenerlo ya que en cuestión de segundos toda la piel de aquel hombre se agrietó con rapidez hasta que empezó a desvanecerse hasta quedar reducido en polvo entre los brazos de la asustada niñita.

Ella gritó al experimentar por sí misma la sensación de que Tomura utilizara su poder, algo que ni siquiera en sus peores deseos podría buscar para alguien. La sensación era lo mismo a estar al borde de la muerte y para ella fue tan duro como la primera vez en ser consciente de que conectaba su cuerpo y pensamientos con un muerto por lo que cayó al piso gritando y agonizando, atreviéndose a tirar de la ropa de Shigaraki, rogándole que la ayudara y detuviera aquello, pero ya no había vuelta atrás y ella debía de soportarlo todo hasta que el cuerpo se desvaneciera por completo.

Afortunadamente, aquella idea funcionó a la perfección y cuando ya no hubo más que polvo sobre la mesa, Ningyō perdió toda conexión con aquel cadáver, sin embargo, había sufrido tanto en el proceso que había caído desmayada en el piso y la fiebre le estaba haciendo temblar. All for One felicitó a su sucesor y con una sonrisa indicó a Kurogiri que se hiciera cargo de la niña ya que habían pospuesto su entrenamiento semanal.

A esa altura Ningyō y Tomura se habían comenzado a hacer más cercanos, incluso habían llegado al punto de ambos haber pedido un Nintendo a su protector para ambos poder jugar Mario Kart en la función de multijugador. Tomura ya le permitía ver la televisión con él e inclusive a veces le ordenaba a Kurogiri que consiguiera los dulces favoritos de ella para tenerla feliz y, según como lo veía él, que Ningyō se mantuviera moviendo su colita de la alegría para él. Si embargo, el incidente del cadáver desintegrado había sido contraproducente y ella ni siquiera lo quería cerca.

Como aquello resultaba un problema para cumplir con la orden dada por su maestro, Tomura debía apresurarse y encontrar una solución. Gracias al consejo de Kurogiri, había decidido conseguirle una preciosa muñeca de porcelana que le entregó un día en el que se escabulló en su habitación, objeto que resolvió todos sus inconvenientes ya que Ningyō había quedado tan encantada que no solo tomó aquello como unas raras disculpas, sino que además le anunció a Shigaraki que aquella muñeca a partir de aquel momento se llamaría Aiko y que ambos serían sus padres, un cosa por completo ridícula para el chiquillo, pero quien con tal de ya no escucharla llorar había terminado por acceder, estrategia que funcionó a la perfección.

A partir de entonces se había hecho una costumbre entre ella y Shigaraki en la cual, cada vez que All for One, Kurogiri o Jōhō reconocían un avance en su desarrollo y entrenamiento, como recompensa Tomura le cumplía cualquiera de sus caprichos. Sabía a la perfección que lo único que estaba logrando con eso era hacerla una niña mimada de primera, pero eso no le importaba si con aquel incentivo conseguía mejores resultados de su parte, hecho que sucedía sin excepción alguna.

Era por eso que ahora que había puesto en duda su capacidad en poder manipular hasta cuatro muñecos al mismo tiempo y que ella le había asegurado que lo conseguía sin tantos problemas, la recompensa que debía darle a cambio debía de ser mayor. Lo dudo unos momentos, mismos en los que la escuchó tararear en su lengua materna una canción infantil nativa de Inglaterra. Entonces recordó un comentario que había soltado ella unos días atrás mientras miraban el programa favorito de ella, el dibujo animado de chicas mágicas que estaba de moda en ese momento.

Según Ningyō ella deseaba ser una chica mágica porque parecían ser muy felices, demás que le gustaban sus trajes y encima eran realmente lindas. Tomura le había hecho entonces el cruel comentario de que ella nunca sería como ellas porque era fea y tonta. Aquello había sido una broma para él, pero ella no se lo había tomado tan bien y había terminado llorando en silencio esa noche. A causa de eso le había quedado un mal sabor de boca al infante, quien vio ese momento como la oportunidad perfecta para arreglar su error con su mascota ya que no quería bajar de nivel en su relación con ella.

—Si lo que dices es verdad entonces te daré algo para que te conviertas en una chica mágica como las del anime ese que ves.

Los ojos de ella brillaron por la emoción y no dudó en soltar un gritito a modo de festejo mientras alzaba sus brazos, dispuesta a conseguir aquel premio. Fue así como Ningyō se levantó para ir a donde estaba Kurogiri para pedirle que le trajera los cuatros muñecos que había escogido para demostrarle a Tomura que cada vez mejoraba más.

Y justamente como ella le había asegurado, en veinte minutos le hizo una breve demostración de su mejora en el uso de su singularidad. Los cuatro muñecos eran jóvenes adultos con diferentes poderes y todos los había usado al menos un poco. Le había dejado en claro de nuevo la buena coordinación que tenía con sus títeres, aunque todavía tenía que dar sus órdenes en voz alta para que ellos las siguieran. Sus avances iban a pasos agigantados y aunque Tomura desconfiaba de ello ya que no deseaba que cuando ella se encontrara en una posición de suficiente dominio de su peculiaridad tratara de rebelarse contra él, sabía que tener una aliada cada vez más capacitada no era sino más poder para él, algo que lo acercaba más a la meta que su maestro le había encomendado: destruir este inmundo mundo corrupto por los héroes y construir de sus cenizas uno donde ambos reinaran.

Como ella había ganado aquella apuesta, al día siguiente mientras miraba el capítulo diario, Kurogiri llegó con una caja de cartón que dejó en la mesita cafetera que había en la sala. Ningyō tuvo que soportar las ganas de ver qué había dentro ya que el episodio de ese día era un especial que era difícil que repitieran. Cuando los créditos finales llenaron la pantalla, la niña de cabellos duraznos corrió a hincarse frente a la caja, tocándola curiosa.

—Shigaraki... ¿qué es?

—Ábrelo. Yo siempre cumplo mi palabra.

La chiquilla asintió con cierta duda de por medio y con cuidado retiró la tapa de cartón, soltando un grito de emoción al descubrir en el interior de la caja un pequeño conejito de color anaranjado que al verla soltó algunos chilliditos. Ningyō con cierta inseguridad metió sus manos a la caja y con la mayor delicadeza posible sacó al animalito para sostenerlo entre sus brazos mientras sus ojos brillaban por la felicidad que la invadía.

—¡Es tan bonito! ¡Le pondré moñitos y le daré muchos besitos! ¡Gracias, gracias Tomura!

Al verla dar saltitos en su lugar por la felicidad Shigaraki sonrió con suavidad, sintiendo una extraña calidez al poder a veces conseguir ver de nuevo aquella expresión llena de alegría en el rostro de la pequeña. Quizás muy en el fondo de su corazón ella todavía no se corrompía por completo.

—Seré una chica mágica, aunque me digas cosas feas, Tomura —le prometió divertida al sacarle la lengua, abrazando contra su pecho el conejito bebé al que decidió llamarlo Fuki.

Por su parte, el de cabellera celeste solo rodó sus ojos para así encender su consola de videojuegos para poder pasar así toda la tarde concentrado en la pantalla, aunque de vez en cuando miraba de reojo hacia la chiquilla que jugaba fascinada a los pies del sofá, siempre muy cerca suyo.

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