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Prólogo

Elián avanzaba a toda velocidad, alejándose del lugar del incidente. Su risa resonaba en su cabeza; había disfrutado bastante propinándole una paliza a esos desafortunados que habían intentado asaltar a una dama humilde. Sin embargo, el último de ellos estaba herido de gravedad y podría desangrarse si no recibía atención médica de inmediato. Sintió una breve compasión por su destino, aunque pensó que se lo habían buscado por realizar un acto tan cuestionable como robar.

Mientras aceleraba su movimiento, se dio cuenta de que no había tenido tiempo de saquear las pertenencias de esos tipos. A él le gustaba coleccionar recuerdos o usar el dinero para comprar cosas bonitas o divertidas con el botín de sus encuentros, pero esta vez la urgencia lo había obligado a huir sin hacerlo.

Su hermano le había advertido que, si la policía lo detenía, no lo ayudaría ni contactaría con Lena para interceder por él. Le parecía absurdo; ¿por qué las autoridades lo encarcelarían por incapacitar a criminales? En su opinión, estaba haciendo un servicio a la comunidad al mantener las calles más seguras.

Las sirenas de la policía resonaron en el aire, lo que lo alertó y le puso la piel de gallina. Sabía que debía aumentar su velocidad para alejarse aún más de la zona. No permitiría que su hermano lo mirara con su típica expresión regañona por algo que consideraba justificado.

Aunque debía admitir que los policías de la zona habían mejorado mucho, de no llegar a tiempo con una diferencia bastante extensa a llegar casi en el acto, una mejoría bastante destacable.

Le gusta pensar que es por su presencia, desde que comenzó a usar sus capacidades especiales para abatir e incapacitar maleantes, la policía parecía más activa. Escapar de ellos era una buena forma de entrenar. 

Su rutina diaria estaba por culminar. Podría arriesgarse a decir que solo le faltan unas pocas cuadras. Desde que obtuvo sus poderes siempre, al despertar y prepararse para el día, procuró realizar abdominales, sentadillas y flexiones, y correr unas cuantas decenas de kilómetros.

Claro, eso sin contar a todos los que ha golpeado, incapacitado y ayudado en el camino. Ha evitado robos, rescatado gatos de los árboles, cargado cajas pesadas y, si no recuerda mal, ayudó a un niño que se había perdido. 

Aunque...

Estaba aburrido. Si no ha dejado de actuar a ser un héroe es porque realmente disfruta de ayudar. Pero ya no siente la misma adrenalina que sentía en sus inicios. Pelear con maleantes se tornó molesto, antes daban cierta talla, actualmente no duran nada.

Fue aburrido para ser mi último patrullaje —pensó, reconociendo que esta sería su última patrulla en mucho tiempo. A pesar de lo aburrido que se había vuelto, reconoce que extrañara su patrullaje rutinario.

Al llegar a una esquina, Elián dio un giro rápido y se detuvo en seco. Su respiración era agitada, y su cuerpo parecía haber agotado toda la energía almacenada. Necesitaba recargarse con un buen tentempié lleno de calorías. 

En su mente, comenzó a imaginar los alimentos que le gustaría comer: un croissant de chocolate caliente, crujiente por fuera y suave por dentro, relleno de un rico chocolate derretido que se deslizaba por su lengua. O tal vez un gran vaso de batido de plátano, espeso y cremoso, con el dulzor justo para darle un impulso de energía. Y si pudiera conseguir ambos, sería el cielo en la tierra.

Con esa motivación, se propuso correr, usando la poca energía almacenada que le quedaba. Sin embargo, a los pocos segundos, chocó con algo... o alguien.

Sus ojos se abrieron de par en par al reconocer a su hermano, Badir, quien lo miraba con una expresión de aburrimiento. Su atención fue dirigida a la 'masa negra', si es que se le podía llamar así, que había protegido a Badir del impacto. La oscura defensa cayó y regresó a su lugar: la sombra de su pariente.

Badir, el joven pelinegro, miró fijamente a Elián, tratando de analizar su aspecto y comportamiento extrañamente nervioso.

—Hola, hermano —saludó Elián con nerviosismo, deseando poder marcharse rápidamente—. ¿Qué haces aquí?

Observó a su hermano, notando su apariencia gris y sombría. Badir llevaba consigo una sombrilla para protegerse del sol, y parecía que, a diferencia de él, ya se encontraba relativamente listo para iniciar el trabajo que tenían pendiente para esa tarde.

—¿Tú qué crees? —cuestionó Badir, frunciendo el ceño con impaciencia mientras estudiaba el comportamiento de Elián—. ¿Qué hiciste? —preguntó, exigiendo una respuesta inmediata.

—...nada.

Las sirenas de la policía se mezclaron con las de una ambulancia que pasaba cerca. Elián sonrió nerviosamente, sintiendo el sudor en su frente.

—¿Podemos irnos a casa? —sugirió Elián, ansioso por evitar un sermón público.

—Debería permitir que te atrapen para que aprendas y dejes de hacer tonterías —comentó Badir, dándole la espalda y comenzando a seguir caminando hacia el lugar al que se dirigía originalmente—. Vamos, no quiero lidiar con tus problemas. Solo quiero tomarme un café y comer un postre —dijo, posicionando la sombrilla de forma que menos lo tocase la luz del sol.

Definitivamente odiaba salir en horario diurno, pero debía ir a esa cafetería antes de irse de este mundo y volver quien sabe en cuántos años. Su cansancio estaba empezando a notarse de sobremanera. Estar bajo los rayos del sol no solo lo debilitaba y cansaba, también comenzaban a afectarlo de otras formas. Su piel ardía, la urticaria brotaba, y el dolor era insufrible.

Era como si un niño fuera obligado a meter todo su cuerpo dentro de una olla gigante con agua hirviendo. Siendo cocinado vivo, pero no siendo lo suficientemente mortal para acabar con su tormento.

Ni siquiera con la sombrilla que usaba para protegerse de ese maldito sol lograba zafarse de los efectos que tenía en su cuerpo. Debía refugiarse rápido, su energía se estaba acabando y si el sol terminaba por afectarlo demasiado, podría ocasionar problemas.

—¡Voy! —Elián siguió a su hermano apresuradamente, sus pies golpeando el pavimento con un ritmo constante.

—¿Cuántos eran esta vez? —Badir preguntó sin mirar a Elián directamente. Su voz era tranquila, pero había un matiz de severidad en ella—. Las consecuencias dependerán de tu respuesta y de su veracidad.

Elián hizo un gesto de disgusto, no quería decir cuántos, seguro iba a ser regañado fuertemente. A veces le daba miedo cómo su hermano podía dar tanto miedo cuando su rostro apenas era capaz de gesticular tres o cuatro emociones.

La sombra de Badir se alzó y se acercó de sobremanera a Elián, aunque este no se inmutó, hizo una mueca de incomodidad. A veces esa cosa solía ser algo quisquillosa si no obedecía a su hermano.

—Quiero que respondas y te abstengas de mentiras —Badir advirtió, dando la vuelta en una esquina. Su tono era firme, dejando claro que no aceptaría evasivas—. Créeme cuando te digo que nunca me engañarías.

—Cuatro... ¿quizás cinco? —Elián admitió, diciendo una media verdad, ya que antes les había dado una golpiza a otros—¡Pero estaban haciendo cosas muy malas!

La sombra, al escuchar la respuesta, rehuyó de las intenciones agresivas que tenía en esos momentos y regresó a su posición. Elián sólo chasqueó su lengua, realmente odiaba a esa cosa.

Badir suspiró pesadamente, evitando preguntar si realmente era necesario herirlos hasta el punto de que requirieran un servicio médico urgente. Sin embargo, sabía de antemano la respuesta de su hermano, ellos habrían hecho precisamente lo mismo con él.

No lo negaría, pero le preocupaba que Elián recurriera a la violencia siempre. No era solo con patanes que cometían actos delictivos, tenía un historial bastante impetuoso con sus compañeros de clase o estudiantes de otras instituciones educativas.

Era en estos momentos cuando reflexionaba o se reprochaba a sí mismo qué era lo que había hecho mal en su crianza. Se había hecho cargo de él cuando apenas tenía nueve años, y si bien tuvo ayuda de Lena, fue lo más difícil que había tenido que hacer en su vida.

Nunca pensó que cuidar de un bebé sería como ser arrojado al séptimo infierno, saludar a Virgilio, y luego recibir el peor castigo posible.

No tenía guías ni manuales de cómo criar a un mocoso revoltoso, su madre, al no estar interesada en Elián, no le dio consejos y su padre falleció poco antes del nacimiento de su hermano menor.

Sin embargo, en vida, nunca fomentó la violencia como medio o como resolución. Sus familiares, en general, tampoco eran tan agresivos, así que siempre le había quedado la duda de quién fue que heredó o aprendió tales propensiones.

No tengo tiempo para esto —suspiró Badir, ignorando tanto sus pensamientos como la habladuría sin sentido de Elián. El sol no le estaba dejando concentrarse correctamente.

Badir negó fuertemente, tratando de recomponerse en el acto. Por mucho que los rayos del sol lo estuvieran agotando, no debía mostrar debilidad frente a Elián. Los hermanos mayores debían permanecer y seguir adelante, siempre de pie. Eran el ejemplo, y alguien que caía por estar expuesto al sol no era digno de ser el mayor.

—Antes de ir por Lena para irnos, pasaremos por la cafetería. Necesito un café y un postre de chocolate. Tal vez lleve algunos dulces —Badir declaró mientras se alejaban.

—Yo también tengo mucha hambre. Necesito recuperar energía.

—¿Qué? ¿Acaso corriste por toda la ciudad? ¿Cómo acabaste con toda la energía que hay en tu cuerpo?

Elián se encogió de hombros, no era muy bueno ahorrando o repartiendo la energía almacenada en su cuerpo. Se acababa demasiado rápido. Aunque también espera demasiado de sí, recorrió todos los distritos de la ciudad, era obvio que se le acabaría la energía.

—Más te vale que Lena no se enteré o arreglarás con ella en casa.

—... no le digas, por favor.

Antes de que pudieran dar un solo paso, sus cuerpos desaparecieron en una especie de destello, dejando tras de sí una estela de pequeños píxeles que se desvaneció poco después.

Pequeños píxeles aparecieron en la habitación, brillando con una luz suave antes de reunirse para formar a dos individuos: Badir y Elián. Ambos continuaron caminando como si nada pasara, pero después de unos segundos, el mayor, notó la extraña situación.

¿Traslado instantáneo? —preguntó en su mente, mirando abruptamente hacia Elián. Suspiró con alivio al percatarse de que estaba a salvo. Aunque, mirando a los alrededores, se preguntó por qué los habían convocado tan temprano.

La habitación era oscura pero espaciosa, y había asientos repartidos por ella. Una gran pantalla se alzaba al fondo, mostrando un fondo apagado.

—¿El cine de los vigilantes? —preguntó Elián, ladeando su cabeza con extrañeza—¿No se suponía que nuestro trabajo comenzaría después de la hora del almuerzo?

—Y yo que solo quería un café... —Badir suspiró, desanimado. En ese momento, guardó cuidadosamente su sombrilla, colocándola en un rincón cercano.

—Se demoraban tanto que me tomé la molestia de convocarlos, ¿no es genial? — una voz suave resonó en el lugar, haciendo que Badir volteara a ver. Era Lena.

Elián suspiró pesadamente, sabía que ese sería su último día en su mundo hasta quien sabe cuánto tiempo, pero no creía que fuera tan temprano. Ahora como le dice que debe comer para recuperar energía sin mencionar en que la gastó.

El joven de cabello castaño tembló, percatándose de la situación en la que se encontraba. Si Lena descubría que se había quedado sin energía, lo iba a castigar. El castigo físico no le importaría, él puede soportar ese tipo de escarmientos. Pero ella, al menos en lo que recuerda de su infancia, prefiere las sanciones que atacan directamente a la mente.

En el peor de los casos, ella puede alterar su mente para que, cada vez que quiera comer, su cuerpo se niegue a hacerlo y, de esa manera, dejarlo sin poderes. Aunque claro, primero moriría por inanición.

Aunque su hermano nunca permitiría un castigo de ese calibre, ¿verdad?

—Elián —Lena llamó, notando el extraño comportamiento del menor —¿Qué sucede? ¿Quieres notificarme de algo?

—Antes de iniciar... ¿podrías dejarme ir a la cocina para hacer un café? —preguntó Badir, interviniendo al pequeño interrogatorio que Lena quería iniciar con su hermano.

—... bueno, pero apúrate. Te doy siete minut-

Badir se esfumó antes de que ella pudiera terminar la oración. Lena parpadeó, sorprendida. Es consciente de que él siente una adicción bastante insana a la cafeína, pero... eso no era normal.

—Híjole... yo también quiero ir a la cocina por un café —Elián dijo, avergonzado.

—Pero a ti ni te gusta el café...

—Es un antojo... —dijo, mordiéndose la lengua para mentir con menos obviedad.

—... bien.

Elián asintió y, tragando en seco, se fue caminando a la cocina. Lena solo se limitó a ver como se alejaba, entrecerrando sus ojos, sospechando que se había quedado sin energía por "jugar" a ser el héroe de nuevo.

Era evidente, sin energía no podía acceder a su super velocidad. La chica suspiró, sin comprender como el hijo de su señora, o el hermano de Badir, había templado una personalidad y un pensamiento tan... noble. Es bastante diferente a todos en el clan. Si tuviera que describirlo sería como... un sol que iluminaba un espacio frío y oscuro.

—Supongo que es un poco parecido a él —sonrió con nostalgia, recordando la forma de pensar y actuar de Badir cuando era un humano. 

La cocina en la que se encontraba Badir no era la suya, pero eso no le impedía moverse con la familiaridad de un experto. A pesar de no tener sus instrumentos habituales, se desenvolvía con soltura, seleccionando los mejores granos de café disponibles en este lugar. 

La vigilante me dejó un gran cargamento. Debo aprovecharlo...

Los granos, oscuros y llenos de promesa, fueron depositados en el molinillo de la cafetera con un gesto versado.

El sonido del molinillo en acción llenó la cocina, una melodía familiar y reconfortante para Badir. Observó cómo los granos se transformaban en un polvo fino, liberando su aroma rico y terroso.

Mientras tanto, su hermano, Elián, estaba ocupado con una máquina de última tecnología que funcionaba a base de moléculas de agua. Pedía un croissant de chocolate caliente, crujiente por fuera y suave por dentro, relleno de un rico chocolate derretido. También pidió un gran vaso de batido de plátano, espeso y cremoso, con el dulzor justo para darle un impulso de energía.

—Vamos, vamos, vamos —Elián susurró, moviendo de arriba a abajo sus dos manos cerrados en forma de puño. Su voz estaba llena de anticipación, como si estuviera esperando un regalo.

Mientras tanto, Badir comenzó a preparar la leche. Vertió la cantidad justa en el jarro de acero y colocó la boquilla del vaporizador en su lugar.

Con un suave zumbido, la máquina comenzó a vaporizar la leche. Badir observó cómo la leche se transformaba, volviéndose más espesa y cremosa. Entretanto, colocó el café molido en el portafiltro y lo ajustó en su lugar en la máquina.

Una vez que la leche estuvo lista, Badir empezó a preparar el café. Con un suave chorro, el agua caliente comenzó a filtrarse a través del café molido, extrayendo su sabor y aroma. El líquido oscuro comenzó a llenar la taza, creando una base fuerte y robusta para el latte.

—Ah... —Badir profirió con satisfacción, ese aroma siempre lo llenaba de dicha. Desde que abandonó su humanidad, el café es de las pocas cosas que lo hace sentir humano de nuevo.

Finalmente, llegó el momento de añadir la leche. Con un pulso firme y constante, Badir vertió la leche vaporizada en la taza de café. A medida que la leche se mezclaba con el café, creaba una textura suave y aterciopelada. Pero Badir no había terminado aún. Tomó una cucharilla y comenzó a dibujar en la superficie de la leche. Con movimientos precisos y delicados, creó la imagen de una luna creciente y una estrella.

Repetir el proceso para la segunda taza fue un juego de niños para él. En poco tiempo, tenía dos tazas de café latte perfectamente preparadas, cada una con su propio dibujo. Con una sonrisa de satisfacción, Badir contempló su obra. No había nada como el aroma de un café recién hecho para empezar el día o, en este caso, antes de iniciar un trabajo.

Mientras tanto, Elián devoraba su croissant y su batido con ímpetu, disfrutando de cada bocado y sorbo.

—A veces creo que nunca te enseñe a comer —Badir miró a su hermano con una expresión aburrida.

—¿Por qué dices eso? —preguntó, sin dejar de devorar la comida en ningún momento.

—Se supone que la comida se saborea y se disfruta, no simplemente te la tragas.

—Bueno —Elián se detuvo un momento—. Solo estoy recuperando mi energía... es difícil identificar un sabor cuando estas agotado. Así que...

Elián volvió a devorar el resto de comida que tenía en sus cercanías. Además de lo que pidió, también sacó alguno que otro alimento rico en calorías en el refrigerador.

—Se supone que debes usar los cubiertos para comer, no las manos —Lena reprendió, entrando a la cocina—. Iuk, ¿Qué tanta energía gastaste para estar así?

—Eh —Elián detuvo su ingesta de alimentos por unos segundos —... no sé.

Lena respiró profundamente y suspiró al poco tiempo, realmente el caso de Elián le sorprendía cada vez más.

Elián observó con precaución de Lena, atento por si tenía que huir de un posible castigo de su parte. Pero, para su sorpresa, su hermano vino en su rescate con una distracción digna de elogio.

—Te hice un latte —Badir comentó, bebiendo un poco de la taza que tenía en sus manos.

—Gracias —Lena tomó la otra taza y, con un delicado movimiento, sorbió parte de su contenido.

—¿Tienes la lista hecha? —preguntó Badir, su voz resonando en la tranquila cocina. Sabía la respuesta de antemano, pero la pregunta era más una formalidad que otra cosa.

—Sí. —Lena asintió, su mano envolviendo la taza de café mientras bebía otro poco —¿Conseguiste a alguien que cuide de tu casa? —preguntó, recordando que le había sugerido que use los servicios provistos por el clan, pero él el rechazo de forma inmediata.

Badir sonrió ligeramente, un gesto raro en su rostro usualmente impasible. Esa sonrisa puso incómoda a Lena, quien no estaba acostumbrada a ver tal expresión en el rostro de su amigo.

—Digamos que mi adorable mascota cuidará de mi humilde residencia. —La respuesta de Badir fue vaga, pero contenía un tono de diversión.

—¿Una mascota? Badir, no es por molestar ni ofenderte, pero dudo que una mascota sea un guardián fiable para dejar tu casa abandonada por unos años. —Lena frunció el ceño, preocupada por la seguridad de la residencia de los hermanos.

Badir se limitó a sorber de nuevo de su taza, comprendiendo el comentario de Lena. Sin embargo, ella ignoraba un hecho muy importante. Así como el ser humano es considerado un animal, una humana puede ser considerada una mascota.

—¿Mascota? ¿Qué mascota? —Elián preguntó, su curiosidad despertada. Mientras le solicitaba a la maquina una nueva ronda de comida, volteó a ver a su hermano—. ¿Hablas de Nieves, Kiara, Lilith o de Nala? —mencionó el nombre de los gatos, o bueno, gatas, que, a veces, iban a su casa a comer; eran una familia o eso quería creer.

Si es sincero, ninguna de esas felinas sirve para cuidar de su hogar. En primer lugar, ni siquiera viven ahí. En segunda, la mayoría de ellas tienen poco más de dos meses de nacidas.

Si tan solo princesa siguiera viva —Elián suspiró, recordando a su fallecida canida. Ella realmente cuidaría bien de su hogar, además de linda, tenía unos colmillos bastante eficaces.

—No. Esas son tus mascotas, no las mías. —Badir respondió con un tono de finalidad, cerrando el tema.

—¿Tienes gatos? —preguntó Lena, bebiendo un poco más del latte—¿Siguen vivos?

—¡Claro que siguen vivos! ¡No soy tan irresponsable! —Elián respondió con indignación, defendiendo su habilidad para cuidar de sus mascotas.

—Aunque bueno, son gatos. Ellos siempre han sido más independientes. Si él no se encarga, buscarán a otro —Badir opinó, sin darle mucha importancia al tema.

—Bueno, mi gato Nero no es tan independiente. Siempre ha sido más flojo que otra cosa —Lena admitió, recordando a su mascota felina. Para su sorpresa, no era muy activa, ni siquiera en la noche.

Badir terminó de beber su latte en silencio, decidiendo no realizar ningún comentario sarcástico ante el mote del gato de Lena. Sería tan fácil decirle trastornada... ¿Quién en su sano juicio le pondría a su mascota el nombre de un niño muerto?

—Bueno, debemos empezar a trabajar —dijo Lena, terminando de beber lo poco que quedaba de su café—. Hemos perdido un tiempo preciado. Recuerden, mientras más tiempo pasemos en este lugar, más tiempo pasará en nuestro mundo. Debemos hacer esto en el menor lapso posible.

—Voy —Elián respondió y, liberando pequeños rayos de su cuerpo, devoró con una velocidad anormalmente rápida toda comida que estaba cerca suyo. Sus ojos color almendra se iluminaron brevemente. Su energía acaba de volver al tope.

—Bien, Lena, asigna los traslados. —Badir se levantó de su silla, preparándose para la tarea que tenían por delante.

—La lista es...

—¿Por qué demonios tengo que ir a ese lugar tan depravado y blasfemo? —preguntó Badir, su voz llena de indignación. No podía creer que había sido asignado para ir al distrito rojo, un lugar conocido por su decadencia y falta de moral. Le parecía insultante que Lena considerara que era el óptimo para traer a Gyūtarō y Ume.

—Porque, según el reporte anterior, Elián fue mordido porque tocó a la niña antes que el niño. Además, de los tres, eres el único al que le importa un comino la belleza humana, sobre todo, del cuerpo femenino. Así que, enhorabuena, eres el óptimo para ir a ese lugar. —Lena respondió con un tono de finalidad, como si la decisión ya estuviera tomada.

Lena, además de los argumentos expuestos que acaba de decir, se guardó para sí misma que le dio los objetivos más fáciles. Para ser honesta, aunque Badir y ella estén igualados en muchas cosas, en la eficiencia él deja mucho que desear.

De hecho, e independiente de eso, es bastante gracioso, que el sucesor y el heredero de su señora sea, de los aquí presentes, el más débil. A pesar de tener un poder tan versátil, lo usa de forma vaga y desaprovecha tantas aplicaciones que simplemente es un mal usuario.

En verdad es curioso. El poder de Badir, literalmente, consistía en copiar, replicar, mezclar y adaptar los poderes de otros para sacarles un mejor provecho. Sin embargo, hasta su señora acepta que su primogénito sirve más de soporte que otra cosa.

Y eso que se supone que yo soy la asistente —pensó la chica, esbozando una mueca leve.

Aunque tampoco puede decir nada. Elián tiene un poder mucho más simple que el de ellos dos y es mucho más fuerte y veloz. 

—Al menos los otros dos son mejores —refunfuñó Badir, releyendo la lista y, confirmando, que también debía ir por el trastornado de Managi y al niño insensible del culto al paraíso eterno junto a sus padres.

—Oye, yo asigné de forma objetiva a cada uno. No tienes por qué quejarte —Lena reprochó, molesta de que la asignación que hizo no sea bien vista por Badir—. Nada más mírame a mí, yo tengo que ir por un niño que ni identidad fija tiene, a una mujer que en el futuro se volvió una asesina serial, y a un hombre que, literalmente, se convirtió en el demonio original de su mundo.

—Yo no tengo ninguna queja, la verdad —Elián dijo, leyendo los nombres de sus asignados. Dos espadachines legendarios, un expilar retirado y sus dos sucesores, y un niño con la capacidad de masacrar todo un dojo. No lo negará, será una buena práctica.

—¿Qué te asignaron? —cuestionó Badir, acercándose a leer la hoja de su hermano —... bueno, parece que en un pueblo de ciegos el tuerto es rey. Lo mío no es tan malo al final.

—Me alegra que reconsideres tu opinión. Mis parámetros jamás se equivocarían en una tarea tan sencilla como esta —Lena dijo, sonriendo para sí misma.

—Mis primeros objetivos están en la era Taishō —Elián leyó rápidamente la información sobre Kaigaku y sus acompañantes —. La era Taishō abarcó desde finales de julio de 1912 hasta finales de diciembre de 1926... —aclaró, intentando encontrar la manera de desplazarse a esa época.

El joven de ojos color almendra acentuó su ceño, percatándose de algo que no había notado hasta ahora.

—¿No era en esa época cuando estalló la Primera Guerra Mundial? —preguntó Elián, recordando uno de los datos que había aprendido en sus aburridas clases de historia.

—Sí —respondió Badir, sin darle mucha importancia al asunto—. Aunque de eso se va a encargar nuestra querida compañera. 

El mayor de los hermanos recordó que, una de las sugerencias, era que, en uno de sus muchos espectáculos, reaccionen a algunos sucesos del futuro de la humanidad. Los que dieron la sugerencia hicieron un especial énfasis en las dos guerras mundiales.

Ya que Elián no sabe de historia y él no tiene ganas de exponer o narrar atrocidades que han ocurrido en la historia humana, le asignó ese rol a Lena. Ella es perfecta para ese trabajo, no solo es casi una enciclopedia, sino que puede consultar de fuentes fiables al momento solo con pensarlo. 

Además, al usar su poder, ella se convertirá en una persona neutra y objetiva carente de favoritismo alguno. Por lo que no tomará partido de ningún bando. Aunque claro, los personajes son japoneses y seguramente... eh...

Sigo pensando que es mala idea mostrarles como literalmente les cayeron dos bombas, fueron "desmilitarizados"  fuera de su territorio y, en consecuencia, las fuerzas de autodefensa actuales han decaído tanto que hasta tienen un furro femboy de mascota...  

Sabe que eso último sobra decirlo, pero en su opinión, eso es consecuencia indirecta de los cambios que ha tenido Japón desde el siglo pasado. Porque, sigue sin creer, que un país que fue conocido por sus actos despiadados en la guerra y que contaba con famosos guerreros, hoy día sea... una nación cuyo ejercito de auto defensa tenga de mascota a una criatura furra con rasgos femeninos, pero que, en verdad, es macho. 

—A mí me gustaría ayudarla, pero no sé de historia —Elián hizo un leve puchero, arrepintiéndose de haberse quedado dormido en las clases de historia. 

—Si gustas yo te proporcionó un poco de contexto para que me asistas en esa función. Sin embargo, y dejando de lado el tema de un conflicto bélico que no nos compete por estos momentos —Lena presionó un botón, mandándole las coordenadas al aparato de Elián—. Esas son las coordenadas que deben seguir para llegar a sus objetivos.  

—¡Perfecto! ¡Es hora de trabaj-! —Elián iba a decir, pero fue interrumpido por su hermano.

—Sin golpes —advirtió Badir, conociendo el modus operandi de su hermano.

—Solo porque odie a las personas como Kaigaku no me hará golpearlo —contrapuso Elián.

Ciertamente ese sujeto era problemático y volátil. Él conoce a varias personas como Kaigaku y son una bomba de tiempo. Lo mejor que pudo haber hecho con estos tipos fue darles un golpe en la cara. Pero no por eso lo hará.

—La presencia de su maestro ayudara a mitigar la hostilidad. —divagó Lena, sus ojos azules estaban brillando ligeramente.

En estos momentos, estaba simulando diversos escenarios en los que el individuo Kaigaku podría ocasionar problemas en la sala. La mayoría de los conflictos posibles son con los individuos denominados como Gyūtarō, Ume, Managi, Hakuji, Michikatsu y, sobre todo, Zenitsu; su maestro Jigorō también estaba en la lista.

Es impresionante como un chico que no supera ni los dieciocho años puede ser tan repelente. Ni siquiera los miembros más repulsivos de la familia de su señora son así, y eso que ellos, irónicamente, son los que mantienen a flote la influencia del clan con actos cuestionables.

—Nunca me he acostumbrado a que actúe de esa manera cuando usa su habilidad única —comentó Elián a su hermano con incomodidad.

El poder de Lena era conveniente, amplio y complejo, pero, en descripciones simples, era bastante básico. La única 'función', en teoría, es que es un sirviente perfecto, un individuo que puede asistir en todo lo que se le solicite.

¿Cuál es el problema? Que, al ser una descripción tan simple, las variaciones que pueden salir de esta son demasiadas, por no decir, infinitas. Por eso le incomoda, cuando la activa, parece más similar a una herramienta tecnológica multipropósito que a una humana.

Prefiere a la Lena normal, la que no usa su habilidad única. Cuando no actúa como una máquina, es una chica bastante carismática, amigable, y demasiado cariñosa. En contadas ocasiones puede sobrepasarse con ser autoritaria y déspota, pero ser así es una orden de su jefa inmediata, así que es entendible.

—La hubieras visto cuando era una niña —sonrió el pelinegro—. Era como una computadora con una inteligencia artificial en desarrollo temprano, una maquina de carne cuya única finalidad es servir a su amo... fue gracias a su uso contante que desarrollo una personalidad fija. 

Lo más gracioso fue que, la primera personalidad que adquirió, era muy ingenua, enamoradiza de todo en general y, sobre todo, bastante emocional. Algo irónico si se tiene en cuenta de que, por un tiempo, era usada como herramienta por la mayoría de su familia.  

—Supongo que por eso decías que era la favorita de nuestra madre —Elián asintió, incomodo de que ninguno de ellos, ni siquiera su hermano mayor, fuera el favorito.

Badir profirió un sonido similar a 'Hmm', alzando la mirada hacia el techo. Su expresión aburrida permaneció impasible por un buen rato.

Nuestra madre solo la ve como una asistente bastante optima, no al punto de ser 'perfecta', pero sí de gran eficiencia. Supongo que tarde o temprano me iba a reemplazar —reconoció Badir, dejando de observar al techo —. Sí, ella es muy buena en su trabajo. Merece el reconocimiento que tiene. 

—Aunque me complace escuchar los elogios y adulaciones de Badir hacia mí, este no es el momento adecuado. —comentó Lena, mirando a los hermanos con ojos azules apagados.

—Tiene razón... bueno, empecemos —Badir admitió, activando el dispositivo —. Les deseó suerte a los dos, adiós —dijo, antes de desaparecer.

—Suerte, Elián, si lo haces todo bien, te cocinaré algo delicioso para la cena —Lena dijo, desapareciendo mientras se despedía con la mano.

—Je. Esto será pan comido —dijo, desapareciendo en el acto.

—¡¿Alguien dijo pan?! —de la nada apareció un esqueleto en la habitación—. Eh... que raro, no hay nadie. Bueno, me voy —dijo, yéndose de la cocina. 

Elián se encontraba en el medio de un campo lleno de árboles de melocotón. Los árboles, con sus flores rosadas y frutas jugosas, creaban un paisaje hermoso y tranquilo. Asoció este escenario con la primera aparición de Kaigaku, que había sido en un recuerdo de Zenitsu. El pelinegro no había dejado una buena impresión en esa evocación.

—Bueno, empecemos con Zenitsu y el maleducado —dijo, corriendo hacia ellos. Su voz sonaba llena de determinación y emoción. Se sentía extraño volver a ver este lugar de la serie como si fuera real, y no solo en un formato animado.

Llegar a la posición en la que se encontraban esos dos fue demasiado fácil, solo tuvo que seguir recto. El hecho de ir a una alta velocidad ayudó a no ser detectado por el sentido de la audición de Zenitsu. En este momento estaba escondido detrás de unos árboles. En las proximidades, parecía desarrollarse una escena entre los dos alumnos de esta época del expilar rugiente.

—No me hagas repetirlo, lárgate —Kaigaku ordenó, tras morder el melocotón que había cogido de uno de los árboles.

Zenitsu simplemente lo miró, desafiando la orden dada por el pelinegro. No iba a dejarlo solo, no después de todo lo que ha dicho.

—¿Acaso no me escuchas? —preguntó el mayor, impaciente—. ¿Acaso no te da vergüenza pasar el día entero llorando?

El de pelo amarillo solo bajó la cabeza, afectado por las duras palabras de su compañero de entrenamiento. No podía evitarlo.

—¡Eres basura! —Kaigaku gruñó, enfadado por la actitud de Zenitsu—. El tiempo que él pasa contigo es un desperdicio —añadió, molesto por la relación entre ese chico y su maestro—. Nuestro maestro es un hombre extraordinario.

—Pero el abuelo me dijo... —Zenitsu intentó defenderse, pero una fruta fue lanzada hacia su cabeza.

—¡¿Cómo te atreves a llamar a nuestro maestro abuelo?! ¡Idiota! —exclamó indignado por el trato tan cercano que Zenitsu parecía tener con su maestro—. ¡Nuestro maestro fue un pilar! ¡Obtuvo el título más alto para un cazador de demonios! ¡Fue el más fuerte!

La fruta cayó de la cabeza de Zenitsu al suelo. Era un melocotón maduro y jugoso, que casi se partió al contacto. El jugo por poco manchó el kimono amarillo de Zenitsu, que se quedó quieto, sin reaccionar. Parecía haberse rendido ante la ira de Kaigaku.

Qué escena más tensa... —pensó Elián, mirando la escena con cautela—. ¿Ahora cómo debería trasladarlos? ¡Ya sé! 

Elián tenía una misión muy importante: tocar a esos dos, para poder llevarlos al lugar en el que realizaran su trabajo. Era una tarea 'fácil', pero él estaba dispuesto a hacerla. Aunque eso lo hace sentir como su hermano, que siempre toma el camino más cómodo, evitando cualquier complicación o dificultad, lo que lo hace aburrido.

El joven se posicionó, acumuló fuerza en las piernas y corrió. En un abrir y cerrar de ojos, el mundo a su alrededor comenzó a moverse en cámara lenta. Los árboles parecían estar congelados en el tiempo, las hojas suspendidas en el aire y el viento parecía haberse detenido. Elián siempre había sentido que, al moverse a una velocidad tan alta, todo a su alrededor también se movería más rápido. Pero no, ahora era todo lo contrario.

Desde que firmó ese contrato con los vigilantes y potenciaron sus capacidades, sentidos y, sobre todo, su poder; todo iba muy lento.

Miró hacia adelante y vio a los dos chicos, uno pelinegro y el otro rubio. A pesar de la tensión en el aire, parecían estar congelados en el tiempo, al igual que todo lo demás. Elián sonrió, su alegría estaba brillando a través de su sonrisa. A pesar de su velocidad, se tomó un momento para apreciar la escena. Era como si estuviera viendo una fotografía en lugar de la realidad.

Luego, con un destello de determinación en sus ojos, Elián se lanzó hacia adelante. Extendió sus brazos, apuntando a los dos chicos. En su mente, ya había planeado cómo tocarlos. No sería un simple toque en el hombro. No, eso sería demasiado aburrido. En cambio, decidió hacer algo un poco más creativo.

Justo antes de llegar a ellos, Elián saltó en el aire, girando su cuerpo para que pudiera tocar a ambos chicos al mismo tiempo. Con su mano derecha, tocó la cabeza del pelinegro, mientras que, con su mano izquierda, tocó el hombro del rubio. Fue un movimiento rápido y fluido, realizado con la precisión de alguien como él.

Tan pronto como los tocó, Elián se detuvo. El mundo volvió a moverse a su ritmo normal y los dos chicos parpadearon con sorpresa. Antes de que pudieran reaccionar, Elián ya estaba corriendo de nuevo, desapareciendo de su vista.

Tanto Zenitsu como Kaigaku desaparecieron de lugar, convertidos en pequeños píxeles que irían a parar a la sala de cine. Parte de su misión estaba hecha, solo faltaba el viejo.

—¡Eso fue divertido! —exclamó Elián, riendo mientras corría. A pesar de su velocidad y poder, seguía siendo el mismo chico alegre y animoso de siempre.

Ahora solo faltaba ir por Jigorō y terminaría con su primera misión.

—Je. Quizás es momento de aumentar la velocidad—dijo, corriendo mucho más rápido—. Solo espera, abuelito, pronto te reunirás con tus alumnos.

Badir avanzaba con pasos pesados, marcando el silencio con su determinación sombría. En aquel lugar etéreo de la línea temporal. En estos momentos, estaba siguiendo las coordenadas para ir al distrito de entretenimiento. 

El peso de la indignación crecía con cada paso que daba. ¿Por qué, de entre todos los lugares posibles, tenía que ser precisamente aquí? Los hermanos del distrito eran una tarea que preferiría evitar, especialmente en un lugar tan decadente como aquel. La idea de llevar a cabo su deber en medio de la depravación y la lujuria le resultaba repugnante.

—¿Por qué tengo que venir a este sitio? —murmuró entre dientes, su voz apenas un susurro en el viento del tiempo. 

Se detuvo un momento, perdido en los recuerdos de un pasado que ya no le pertenecía. Si la remembranza que acaba de tener no se equivocaba, fue en este tiempo en el que su hermano fue mordido en el intentó anterior. 

La expresión impasible de Badir se vio alterada por un profundo suspiro, seguido de un gesto de pereza.

Tengo que cambiar de aspecto —pensó, respirando ligeramente—. Mi ropa es demasiado 'contemporánea' para esta época.

Sin embargo, sabía que era solo una excusa barata para no usar su verdadero aspecto en un sitio tan vulgar.

Odiaba el hecho de que Lena le hubiera asignado a Gyūtarō y Ume. Comprendía las razones, sí, pero no podía evitar sentirse insultado por ello.

Lo peor era que el mero distrito emitía un olor depravado, lujurioso y extravagante.

—Si algo odio de los humanos, es su impetuosa necesidad de caer ante un deseo tan mundano como las relaciones carnales —masculló entre dientes, con un tono de disgusto palpable en su voz. 

Reconoce que, en el distrito rojo, las damas de compañía no solo ofrecen servicios de índole carnal, sino que podían entretener de otra forma. Ellas eran educadas e instruidas en el arte y en muchas ramas de este. Podían tocar canciones, escribir, leer o incluso actuar. 

No obstante, por mucho que trate de inculcar en su mente que el placer carnal solo es uno de los muchos servicios del lugar, sencillamente no podía. Su cerebro rechazaba todo argumento y seguía recriminando la mera idea de ir a ese lugar.

Era como si el mero hecho de caminar en ese distrito fuera, a sus ojos, una acción que le aseguraba un asiento en el infierno. Claro, eso sin contar el hecho en que abandonó su humanidad por envidia y que, en consecuencia, si en su mundo existe un castigo después de la muerte, iría a ese lugar. 

Independientemente de ello, su decisión esta tomada y, en consecuencia, solo debe responder a una pregunta: ¿Qué apariencia debería tomar?

No quiero manchar la dignidad de ninguno de mis familiares o conocidos.

La mera idea de usar la apariencia de uno de sus seres queridos en un lugar tan repugnante le revolvía el estómago.

Descarta absolutamente todas las féminas de su familia. Usar sus aspectos sería como insultarlas al traerlas a un lugar lleno de vicios y, sobre todo, corrompido. Los que integran su familia serán malas personas, pero jamás les faltaría el respeto como para usar su apariencia en este sitio.

Tampoco usará una apariencia masculina relacionada con sus familiares, conocidos o miembros del clan. No quiere manchar la dignidad de ninguno. A pesar de que normalmente actúe como un insensible y un cínico de cuidado, nunca llegaría tan lejos.

Además, si alguna vez se ve obligado a confesar, ¿Qué les diría?: "Use tu apariencia para ir a un distrito donde mujeres realizan un servicio el cual, con el suficiente precio, pueden satisfacerte sexualmente."

No, ni loco. Antes prefiere morir asesinado que decir eso. En su vida saldrá de su boca algo relacionado con este tema.

¿Podría usar la apariencia de alguno de los muchos cultistas que adoran a su madre? Eran patéticos y, seguramente, se sentirían honrados de saber que él, el hijo de su 'divinidad', uso su aspecto en alguna ocasión.

Ese pensamiento duro breves instantes, pero, a los pocos segundos, negó con fiereza. Como si acabara de darse cuenta de que lo absurdo que fue ese planteamiento. 

No. Eso sería no tener amor propio. No debería estar tan desesperado —pensó, asqueado por la idea que tuvo.

Badir volvió a caminar con paso firme, su mente bullendo con la idea que había germinado en su interior. Se detuvo en un rincón apartado, un lugar donde la luz no alcanzaba a penetrar con fuerza.

De la nada, en su cabeza, una voz resonó:

"Podre no tener cerebro, damas y caballeros, pero tengo una idea."

Badir arqueó una ceja, permitiéndole a la voz expresar su idea. Súbitamente, un plan llegó a su mente.  

—No es mala idea —murmuró para sí mismo.

Al dar el visto bueno, diversas voces se quejaron en su mente y, en consecuencia, también insultaron al que dio la idea. Es curioso, de todas las alegaciones, ninguna pertenecía a la perjudicada.

Se cerró sobre sí mismo, su cuerpo comenzó a vibrar con una energía desconocida y su tamaño disminuyó ligeramente. El cabello negro corto que tenía comenzó a alargarse, hasta caer hasta sus hombros, y adquirió un tono azulado, reminiscente del cielo despejado en una tarde serena. Sus ojos, antes de un intenso rojo, se cerraron, solo para abrirse de nuevo revelando un gris oscuro, como las nubes cargadas de una tormenta inminente.

Una sensación extraña recorrió su cuerpo mientras la transformación se llevaba a cabo. Era como si su esencia misma estuviera siendo moldeada por una fuerza desconocida. Un leve humo comenzó a emanar de su piel, envolviéndolo en una neblina sutil que lo ocultaba a la vista de cualquier observador. Aunque técnicamente no haya ninguno.

Cuando el humo se disipó, la transformación estaba completa. Badir ahora tenía una nueva apariencia, una que le permitiría moverse con mayor libertad en el entorno al que se dirigía. Con un chasquido de sus dedos, hizo aparecer un espejo frente a él, lo suficientemente grande como para reflejar su figura completa.

La primera vez que nos encontramos me ofreciste todo de ti. Si bien es cierto que rechace la parte en la que, en tu desespero, mencionaste tu cuerpo...

Al observar su reflejo, una sonrisa de satisfacción se dibujó en sus labios. La figura que lo miraba desde el espejo era una chica de cabello azul y ojos grises oscuros, una imagen que reflejaba la personalidad jovial que necesitaba para cumplir su tarea.

Puede que esta propuesta todavía esté vigente —pensó, con un destello de diversión en su mirada—¿No es así, mi querida mascota?

A pesar de decir esto, esperó unos segundos. Quería escuchar, aunque sea, un mínimo sonido de aprobación de su parte.

"No me molesta, Da-dar-darl...", resonó en la cabeza de Badir una voz avergonzada. 

El pelinegro reconoció el tono de voz, era su mascota. En verdad, su mascota es un poco rara. Normalmente es común verla interactuando con otros con seguridad, pero cuando se trata de su persona muestra cierta dificultad. Sabe que ella, en un principio, le tenía miedo por ser el sucesor del clan que literalmente tiene a su familia endeudada, pero por como la ha tratado, ya debería de haber terminado con ese temor injustificado.

Aunque no pudo terminar su oración, se podría decir, que dio su visto bueno. Al menos así lo consideró Badir. 

Badir, en consecuencia, estudió detenidamente el reflejo, notando cada detalle de su nueva apariencia. El cabello azul ondeaba suavemente al viento, mientras que los ojos grises destilaban una misteriosa ingenuidad. 

La imagen que veía en el espejo era una chica sonriente, alegre y que, a simple vista, se notaba que tenía una personalidad radiante. Esta apariencia era perfecta para este trabajo, estaba seguro de ello. Sin embargo, no se detuvo en los atributos físicos; para él, el atractivo era un concepto ajeno, una noción que carecía de significado en su mundo interior.

Desconocía si su "mascota" era considerada atractiva para los estándares humanos, y tampoco le importaba. Nunca había prestado atención al físico de las féminas, ni siquiera a su vestimenta.

Para él, lo que realmente hacía hermosa a su "mascota" era algo mucho más profundo: su personalidad, sus expresiones, su forma de actuar. Todo ello evocaba una sensación de familiaridad que lo conectaba con su pasado, con aquellos momentos de inocencia, ingenuidad y tenacidad que su hermano Elián tenía cuando era un niño. 

Sí. Él encuentra hermosa a su mascota porque se parece a su hermano, ¿algún problema?

"Oigan, ¿esto no contaría como travestismo?", preguntó una voz, que fue silenciada casi en el acto.

Badir rodó sus ojos, evadiendo totalmente esa pregunta. Era evidente que no. A veces se pregunta como sigue cuerdo teniendo replicas de las conciencias de las personas a las que les replicó su habilidad única en su cabeza.  

Ignorando algunas voces que no se callaban, decidió prepararse un poco para el papel:

—Soy hermosa —murmuró, dejando escapar una risita infantil—. Y el que diga lo contrario es un tonto —añadió con una mueca traviesa, imitando las expresiones de su "mascota" con precisión casi perfecta.

Satisfecho con su nueva apariencia, Badir se preparó mentalmente para la tarea que tenía por delante. Aunque la idea de infiltrarse en aquel lugar lleno de vicios y corrupción no le agradaba, sabía que era necesario para cumplir con su deber.

Con paso firme y determinado, se encaminó hacia su misión, listo para adentrarse en aquella época. La luz del sol se filtraba débilmente a través de las nubes, creando un ambiente sombrío que parecía adecuado para la misión que tenía por delante.

Para Badir, este clima no podría ser más satisfactorio. Sin sol, no tiene por qué usar su sombrilla ni nada que lo cubra.

Es hora de poner en práctica mi nueva apariencia —pensó, comenzando su caminar en uno de los peores barrios del distrito rojo. 

Al salir del callejón, Badir emergió en un entorno sombrío y desolado, como si hubiera sido transportado a los recovecos más oscuros del poblado. Las estructuras a su alrededor se erguían con una decadencia palpable, emanando una sensación de abandono y desesperanza. Se encontraba en uno de los muchos barrios marginados del distrito rojo, donde el brillo de las luces era opacado por la sombra de la desesperación.

A los ojos de los transeúntes, Badir simplemente parecía una chica común con cabello azul, pero algunos notaban cierta extrañeza al verla. Al notar las miradas curiosas que lo rodeaban, Badir se cuestionó si había elegido correctamente su disfraz.

¿Será el flequillo despeinado? —se preguntó, ajustándolo con un gesto impaciente—. O tal vez simplemente no están acostumbrados a la belleza incomparable de mi mascota. Sí, eso debe ser. Aquí, en estas calles, la auténtica belleza es un concepto extraviado.

Las casas del té que bordeaban su camino eran solo una fachada para los oscuros negocios que prosperarían en el futuro

Quizás sea el kimono azul. Sí, el kimono seguro resalta mi belleza —consideró, sin percatarse de lo involucrado que estaba en su actuación.

Mientras se detenía junto a un río sereno, Badir vislumbró su reflejo en las aguas ondulantes. La imagen que le devolvía el agua lo sorprendió: el rostro sonriente de su mascota fue rápidamente reemplazado por una expresión usual en esta.

—Aunque... —murmuró, inhalando el aire cargado de la fragancia del lugar—... definitivamente odio este sitio tan repugnante —añadió, recuperando su habitual tono de voz.

A pesar de su aversión por el entorno, Badir no pudo evitar sentir cierta compasión por los hermanos, Gyūtarō y Ume. Sabía que el destino los había colocado en las peores circunstancias, obligándolos a sobrevivir en un ambiente tan desdichado y precario.

El distrito de la luz roja, con su atmósfera cargada de lujuria y avaricia, despertaba en él un desprecio profundo y visceral. Aunque en aquel momento no fuera tan renombrado como en la serie, para Badir seguía siendo un foco de desdicha y desdén.

Este tipo de lugares son una mancha en la historia —pensó para sí mismo, mientras se alejaba del río y continuaba su camino por las calles siniestras del distrito rojo.

—Disculpa, querida —un hombre apareció frente a la chica con una sonrisa salaz.

—¿Qué se le ofrece, señor? —la chica preguntó con una inocencia fingida, ocultando su verdadero desagrado.

—Eres una chica hermosa. Dime, ¿has pensado en unirte a una de las casas del té? —el hombre continuó, sin captar el rechazo en la mirada de la joven.

—No, señor —respondió ella con firmeza, deseando deshacerse de él lo antes posible—. ¿Algo más?

El hombre persistió: —Dime, ¿no te gustaría salir de este lugar? Mi hijo necesita una esposa. Y con tu belleza, eres perfecta para eso.

Hubo un destello de molestia en los ojos de la chica, pero rápidamente lo ocultó tras una sonrisa forzada.

—Ya veo...

—Si vienes conmigo, podrás salir de este lugar. No necesitarás trabajar en un lugar como este, incluso podrías recibir un trato especial por los habitantes de nuestra casa —insistió el hombre, sin captar las señales de incomodidad de la joven.

—No, gracias —respondió ella de inmediato, tratando de alejarse—. Debería buscar a otra persona. Buena tarde.

El hombre la detuvo: —Oye, oye, ¿estás segura de lo que dices, mujer? Te dije que podrías tener tratos especiales.

Un destello de ira cruzó por los ojos de la chica.

En estos momentos, Badir reflexionó, aquello era inusual en él. Desde que había abandonado su humanidad, sus emociones solían ser más controladas. Podía sentirlas, sí, pero no demostrarlas de forma tan evidente. En el sumo caso de hacerlo, su cuerpo simplemente reprimiría tal sentir para evitar problemas. Pero este hombre le estaba sacando de quicio.

Estaba rebajando a su mascota, y eso era algo que no podía tolerar.

Eso sin contar las múltiples voces de féminas que, por una evidente razón, le solicitan fervientemente que le de un golpe en la cara a este tipo. Algo que claramente esta en contra de sus creencias de no atacar físicamente a nadie, por muy asquerosos que sean.

—Nunca he creído que por ser mujer deba tener tratos especiales —respondió la chica con un tono de voz cargado de desdén—. De creerlo, estaría aceptando que soy inferior a los hombres, y yo no soy inferior a ninguno de ellos.

A pesar de su enojo, Badir mantenía cierta noción de sus acciones y de las palabras que salían de su boca. Sin embargo, al ver al hombre en una situación tan comprometedora, sintió con intensidad el deseo de...

El hombre titubeó ante la respuesta desafiante de la joven. Sin embargo, antes de poder decir algo más, ella tocó su pecho con una sonrisa perturbadora.

—¿Su esposa sigue con vida? —preguntó ella con una voz gélida.

—Sí —respondió el hombre con incertidumbre, desconcertado por el cambio repentino en la actitud de la joven.

—Bien... Habrá alguien que pueda cuidar de tu hijo —dijo ella con una sonrisa siniestra.

De repente, los alrededores se oscurecieron y la joven se transformó en una aberración. Su aspecto humano se desvaneció, dejando al descubierto una figura grotesca con piel grisácea y seca, tentáculos que se retorcían bajo su barbilla y alas semejantes a las de una polilla. Era un espectáculo horripilante, más allá de cualquier imaginación humana.

El hombre gritó aterrado, presa del pánico ante la criatura que se alzaba ante él. Era como si sus más oscuros temores hubieran cobrado vida, manifestándose en la forma más grotesca que jamás habría imaginado.

Un torbellino de emociones lo inundó mientras observaba a la criatura. Sin embargo, entre todos los sentimientos que lo abrumaban, uno se destacaba sobre los demás, devorándolo desde lo más profundo de su ser.

Sus cabellos se erizaron, y visiones indescriptibles asaltaron su mente. Sombras grotescas lo observaban fijamente desde la oscuridad, mientras ruinas de civilizaciones olvidadas se alzaban ante él. Gritos desesperados resonaban en sus oídos, provenientes de personas que nunca había conocido.

De repente, las visiones cambiaron, transformándose en una escena menos funesta. La luz mortecina de la luna se reflejaba en aguas verdosas, iluminando templos antiguos y mancillados. Sin embargo, los sonidos extraños que resonaban a su alrededor lo sumieron en una angustia aún mayor.

Fue en ese momento, en el ápice de su desesperación, que la criatura habló. Su voz distorsionada resonó en el aire, llenándolo de un terror indescriptible.

—Miedo, oh, el delicioso aroma del miedo... — sus palabras retumbaron en la mente del hombre, retorciéndose con cada sílaba—. Qué repugnante indulgencia, qué exceso de sumisión... Se agarra a mi ser como una plaga insaciable. ¡Fuera, fuera! Ahí te encuentras: más dolor, pero un dolor calcinante, un tormento insidioso que devora tu alma... Y para concluir... ¡Arrepentimiento!

La voz de la criatura, cargada de sadismo y oscuridad, resonó en la mente del hombre con una intensidad aterradora, como si cada palabra fuera un cuchillo que se clavara en su conciencia.

El hombre apenas escuchó las palabras de la criatura antes de desmayarse, inconsciente ante la abrumadora presencia de aquel ser abominable. Sin embargo, la criatura, al percatarse de su estado, escupió con desdén sobre su inerte cuerpo.

Una vez que la criatura recobró el conocimiento, Badir dejó escapar un suspiro de resignación. Era una escena que había presenciado incontables veces: su lado oscuro emergiendo sin control. 

Antes de que todo regresara a la normalidad, la criatura desapareció, dejando a una joven señorita de cabello azul y ojos grises en su lugar. La chica sonreía de forma inocente y la expresión en sus ojos denotaba ingenuidad. 

Es evidente que alguien con esta apariencia nunca le haría daño a alguien. Menos a un pobre transeúnte. 

—Je, parece que volví a hablar solo —murmuró Badir para sí mismo, tratando de restar importancia a su comportamiento previo.

Para el resto del mundo, nada de lo ocurrido había dejado huella. Los gritos del hombre nunca habían llegado a oídos de nadie, y Badir se aseguraría de que así siguiera siendo. Después de todo, aquel hombre se había ganado su destino por insultar a su mascota.

Aunque tuvo suerte, él está en contra de acabar con la vida de cualquier ser vivo. No importa que tan descarados o asquerosos sean, todos merecen vivir en este mundo. De todas formas, estaba seguro de que un trauma es suficiente castigo por la osadía que cometió ese humano.

"Si soy sincera, yo le habría envenenado para que tenga una muerte agonizante. Pero tu método fue efectivo. Seguro que esta experiencia es beneficiosa para esa cucaracha.", resonó la voz de una de sus múltiples primas, acompañada de los sonidos de muchos sonidos de concordación.

Badir asintió, dándole la razón a la voz de su familiar. Técnicamente, brindó un beneficio a largo plazo al hombre. Al despertar, experimentará un temor tan profundo que abandonará el distrito rojo y regresará a su hogar con su esposa e hijos. 

Es probable que el hijo al que hizo mención, eventualmente, encuentre una compañera y forme una familia propia. Así, este hombre podrá reintegrarse a la sociedad como un individuo respetable, alejado de los placeres mundanos que una vez lo consumieron. Con el paso del tiempo, compartirá momentos de ternura con sus nietos y eventualmente fallecerá de causas naturales.

En última instancia, ha contribuido a redirigir la vida de un hombre que se había sumergido en la depravación, guiándolo de vuelta al sendero del recto vivir. Y lo más significativo de todo, lo logró sin infligir daño físico a otros. A diferencia de su hermano, cuyos métodos involucraban violencia directa contra criminales, prefiere ejercer su influencia de manera más sutil. Con él, el sufrimiento físico queda relegado al olvido, no hay necesidad de asistir a un médico o sanar heridas.

Al menos ya sé dónde están —pensó Badir, encaminándose hacia el lugar que los recuerdos del hombre revelaban como el refugio de los hermanos—. Al final, este depravado sirvió para algo.

Al llegar a cierta calle, la chica se detuvo, observando con una sonrisa los alrededores. Cerca de ella, Ume, con su habitual encanto infantil, intentaba ganarse la simpatía de los adultos para conseguir algunas provisiones para llegar a fin de mes sin tener mucha hambre. Detrás, Gyūtarō vigilaba con atención, protegiendo a su hermana y buscando discretamente comida para ambos.

—Shiraume-chan es verdaderamente encantadora, ¿verdad? —una mujer se dirigió a la recién llegada.

—Aún me cuesta creer que sea la hermana de ese adefesio —otra mujer comentó, refiriéndose a Gyūtarō.

Badir, adoptando la apariencia de su querida mascota, sonrió y asintió. Sin embargo, por dentro, no podía comprender las opiniones de aquellas mujeres. Sabía que la apariencia física podía suscitar diversas emociones en los demás, pero honestamente no percibía lo que ellas veían.

Maldijo el día en que, al renunciar a su humanidad, había perdido la capacidad de apreciar la belleza o la fealdad externa de las personas. Para él, Ume era simplemente una niña común y corriente sin nada que destacara especialmente, y Gyūtarō no era más que un joven con evidentes problemas de salud y de higiene, pero no lo consideraba repulsivo en lo más mínimo.

Se acercó a los hermanos con una sonrisa que pretendía mostrar únicamente alegría, pues esa era la imagen que su mascota solía proyectar, incluso en medio de las adversidades de la vida.

—Eres realmente linda, Shiraume-chan —dijo la chica de pelo azul—. Y tú también lo eres —añadió, dejando a Gyūtarō desconcertado por la repentina alabanza.

—¿Qué? —inquirió Gyūtarō, sin comprender si la mujer estaba siendo sarcástica.

—¡Lo sé! —exclamó Ume, con una sonrisa aún más amplia, anticipando quizás un regalo de la chica.

—Son tan adorables que quiero obsequiarles algo —confesó la chica—. Un viaje para conocer su destino —dijo, abrazando afectuosamente tanto a Gyūtarō como a Ume, hasta que ambos desaparecieron en sus brazos.

Al completar su tarea, Badir abandonó la fachada de su mascota y observó a las personas que los rodeaban, quienes parecían atónitos ante la repentina desaparición de la princesa Ume y de la transformación repentina de la chica de cabello azul.

—Esto nunca ha sucedido, damas y caballeros —declaró Badir antes de desaparecer del lugar.

Lena caminó en dirección a la ubicación de Hantengu, y en verdad, era preocupante. No poseía un nombre fijo antes de su conversión a demonio. Desde niño, parecía usar más de una identidad y tergiversar varios sucesos para ganar simpatía.

Sus rasgos de personalidad eran bastante problemáticos. Parecía ser un mitómano o un mentiroso compulsivo. Su explosividad emocional y radical tenía una probabilidad bastante alta de ocasionar problemas en la misión. Desde un simple robo, una mentira en la que se hacía ver como el bueno o la víctima, o incluso un potencial intento de homicidio.

En su vida, tuvo varias esposas e hijos, pero acabó con todos ellos una vez se sintió amenazado debido a que lo acusaban de mentiroso y deshonesto. Según este informe, era porque se enojaba de forma explosiva cuando lo "maltrataban".

Todo esto era bastante grave, pero lo más peligroso era que, para él, todo lo que decía era "verdad". En toda su vida como humano, creyó que no había en el mundo nadie más miserable que él.

Siendo franca, alguien con este perfil psicológico no debería, por seguridad, ser llevado a la sala. Se preguntaba si ella podía 'arreglarlo'. Su poder original se había visto potenciado y, si Badir se lo ordena, podría inmiscuirse en su mente para tratarlo, aunque fuera de forma momentánea.

Si, antes de que sus capacidades se potenciaran, era capaz de quitar adicciones a sustancias o conductas si se lo ordenaban, creía que ahora podría tratar, aunque sea temporalmente, este tipo de problemas. No obstante, algo le decía que sería perjudicial para el objetivo principal de la misión.

Una alternativa sería llevarlo desde una edad temprana. No había una edad específica para llevarlo. Una versión lo suficientemente joven podría no ser tan problemática. Sí, esa debía ser la más recomendable.

Al llegar a su destino, miró a su alrededor. La apariencia de Hantengu debía parecerse relativamente a la de su clon del odio, Zohakuten. Por el momento, no había rastro de un niño con esas características en las proximidades.

—¡Soy inocente! —un niño gritó, mientras era sostenido por un hombre cuya expresión mostraba claramente enojo.

Lena escuchó el grito, y se dirigió hacia el lugar de donde provenía. Allí vio a un niño que estaba siendo sujetado por un hombre que parecía ser un comerciante. El niño tenía el pelo negro y corto. Tenía una expresión de miedo. Vestía un kimono rojo opaco.

Lena lo reconoció al instante. Era la versión humana de Hantengu en su infancia.

Fue un fallo mío, está cerca —Lena reconoció, acercándose a la escena a una distancia prudente—. Posiblemente acaba de cometer hurto o fue descubierto intentando apoderarse ilegítimamente de algo —razonó, intervenir en esta situación en muchas ocasiones sería perjudicial para su imagen, pero en este momento formaba parte de una orden, así que...

—¿Inocente? —preguntó el hombre, frunciendo el ceño en exceso —¡Vi cómo intentaste robarme!

—¡Soy inocente! ¿Por qué querría yo robarte? —alegó el niño, asustado por la agresividad del hombre.

—¿Y qué fue lo que vi entonces? —preguntó el hombre, incrédulo y furioso.

El hombre no creía las palabras del chico, y le exigía una explicación. Estaba seguro de que lo había visto tratar de robarle, y no iba a dejarlo ir sin un castigo. Pensaba en llevarlo a las autoridades, o darle una paliza, o quizás ambas cosas. Quería hacerle pagar por su osadía y su deshonestidad.

—¡Mis manos se movieron solas! ¡Ellas son las culpables! —exclamó el pequeño, tratando de convencer al hombre.

Una excusa bastante inverosímil en esta época —Lena pensó, quizás si Hantengu hubiera nacido en una época contemporánea, podría haber obtenido ayuda psiquiátrica —. Lamentablemente, no puedo ayudarte, pero puedo asistirte en este apuro...

"Habilidad adquirida: Comando", resonó en la mente de Lena.

La chica solo pudo sonreír al escuchar esa voz robótica en su cabeza.

—¡¿Tus manos?! —rugió el hombre, con ira latente —¿Crees que te voy a creer que tus manos tienen voluntad propia?

El hombre se burló de la mentira del niño, y se enfureció más. Le parecía una ofensa que ese chiquillo le tomara el pelo de esa manera. Le parecía una falta de respeto que ese mocoso no admitiera su culpa y se disculpara. Le parecía una injusticia que ese crío se saliera con la suya y no recibiera su merecido.

El pequeño forcejeaba en vano, tratando de liberarse del firme agarre del hombre. El niño se movía con desesperación, intentando escapar del captor que lo sujetaba. Tenía miedo de lo que le pudiera hacer, y de lo que pudiera pasarle. No quería ir a la cárcel, ni recibir una golpiza, ni perder su libertad. Quería seguir viviendo a su manera, sin que nadie lo molestara ni lo juzgara.

—¡Sí! ¡Esa es la única explicación para lo que vio! —respondió el niño con determinación, mientras luchaba por zafarse.

Antes de que el hombre pudiera continuar protestando, una atmósfera extraña envolvió el lugar. La tensión se volvió palpable. Lena intervino en la situación, antes de que el hombre hiciera algo que pudiera complicar las cosas.

De repente, una desconocida apareció de repente, susurró con autoridad:

Duerme.

Lena pronunció una palabra, que resonó en la mente del hombre. Es realmente conveniente, de todos los poderes que pudo adquirir para cumplir con la orden que se le dio, resultó ser uno que ya ha usado.

El poder 'Comando' dotaba a las palabras que decía en ordenes innegables para las personas de poca voluntad. Los individuos mentalmente débiles son como marionetas bailando sobre hilos que ella controla.

Según recuerda, este era el comando que tenía el poder de inducir el sueño. La última vez que la usó fue hace unos meses. No pensó que lo volvería a usar tan pronto. Aunque bueno, su poder es casi un juego de probabilidades...

Al menos ahora puede cumplir su misión y evitar conflictos innecesarios.

Una oscuridad repentina envolvió al hombre, como si lo estuvieran arrastrando hacia un abismo de somnolencia. Sus ojos se cerraron pesadamente, y su mente se convirtió en un torbellino de sueños fugaces. Sus piernas cedieron, y con un suspiro fatigado, se derrumbó en el suelo.

El pequeño finalmente se liberó del agarre, sin comprender del todo lo que estaba sucediendo.

El niño corrió a toda prisa, pero su huida se vio interrumpida cuando la chica susurró otra palabra misteriosa.

Cae.

El pequeño cayó al suelo, tembló del miedo, observando al hombre que lo había retenido antes, ahora tendido en el suelo junto a él. La única diferencia era que él seguía consciente, pero con el temor de acabar de igual forma.

Dirigió su mirada a la chica con la vestimenta extraña; ella emanaba una presencia intimidante. El chico se preguntó quién era ella, y qué quería de él.

—No te preocupes por él —Lena dijo, enfocándose en el hombre dormido —. Solo me aseguré de que tuviera un sueño reparador. 

La chica de ojos azules trató de tranquilizar al niño, hablándole del hombre adormilado. Ella no le había hecho ningún daño, solo lo forzado a irse a dormitar. Es la mejor manera de solucionar este conflicto, el pequeño se salvaba y podía ir con ella, y el hombre no recordara nada de lo que había pasado, ni de lo que iba a pasar.

Para él, todo sería como un sueño, que se desvanecería al despertar.

Se acercó al niño, quien temblaba de temor ante lo desconocido. La situación le parecía irónica; no había razón para temerle, a menos que las personas que consideraba como sus superiores se lo ordenaran.

—No debes temerme, tranquilo. Solo voy a tocarte —dijo, posando su mano en la frente del niño, quien desapareció en un parpadeo —. Misión cumplida, testigos eliminados, tiempo estimado: 10 minutos.

Nada mal para ser su primera vez en este trabajo tan anormal. Aunque, en verdad, es una lástima. Al cumplir la orden de capturara Hantengu, el poder 'comando' desaparecerá de su sistema hasta una futura ocasión. Si es sincera, hubiera querido probar otros comandos, deseosa de ver que tanto se habían potenciado a comparación de su versión normal.

Lena llegó al punto de reunión y encontró a Elián devorando una pizza. Badir aún no había llegado, al parecer.

—Por tu evidente comportamiento, supongo que, al igual que yo, tu misión de traslado de tus primeros objetivos fue todo un éxito —comentó Lena, acercándose al hijo menor de su señora.

—Fue fácil —respondió Elián, sin dejar de masticar—. ¿Cómo te fue a ti?

—Tuve un pequeño percance, pero lo solucioné rápido —informó Lena, sin dar muchos detalles—. Por su ausencia, he de suponer que tu hermano no ha terminado su trabajo.

—Bueno, lo mandaste a un sitio que, seguramente, le repugna a un nivel increíble —opinó Elián, defendiendo a su hermano—. Si algo se le dificulta a Badir es estar en un sitio donde se practiquen con regularidad... ese tipo de 'cosas'.

Elián, al decir la palabra 'cosas', hizo el gesto de "comillas". No quería pronunciar eso en presencia de Lena. Para él, Lena era como su madre sustituta, y es obvio que no iba a decir eso con ella delante. Aunque claro, ella seguramente pueda entender a que se refiere.

—Sí... mentalmente sigue siendo un niño, después de todo —refunfuñó Lena, recordando la edad en la que Badir abandonó su humanidad, siendo tan solo a los ocho años.

En cierta parte, siente lástima por él. Badir ha logrado muchas cosas, ha madurado y su físico se adecuó a su edad cronológica, pero sigue manteniendo ciertas formas de pensar propias de un niño de 8 a 10 años.

De repente, una pequeña estela de píxeles apareció en el lugar y, al reunirse, formaron a Badir. Tarareaba una pequeña melodía, su rostro, en esta ocasión, expresaba una ligera y vaga alegría.

—¡Hola, hermano! —saludó Elián, corriendo hacia él— ¡¿Sabes?! ¡He logrado trasladar a mis primeros objetivos!

—Bien hecho —felicitó Badir, acariciando la cabeza de su hermano menor—. Tú también hiciste un buen trabajo, Lena.

Lena arqueó una ceja, agradecida por la felicitación, pero se sentía incómoda al ver una expresión diferente en el rostro de Badir.

—¿Por qué estás tan feliz? —preguntó Lena, tratando de sonar menos autoritaria.

—Hmmmm —Badir profirió un sonido, mirando hacia arriba con expresión pensativa—. Digamos que me divertí por un momento.

—¿Divertir? ¿En el distrito rojo? —Elián frunció el ceño ligeramente—... Hermano, ¿tú?...

—Badir, ¿recibiste los servicios de una dama de compañía o qué? —Lena preguntó, burlándose un poco.

—Bueno, el distrito de la luz roja me dio lo que promete a sus visitantes —admitió Badir, sin sucumbir a las burlas—. Me brindó un poco de entretenimiento. Es bueno para calmar mi aburrimiento.

—Badir, ¿Qué demonios hiciste? —cuestionó Lena, preocupándose por un posible acto cuestionable por parte del hijo mayor de su señora. Cualquier fallo podría comprometer la misión.

—A veces das un poco de miedo, hermano —Elián soltó una pequeña carcajada—. Casi parece que asesinaste a alguien.

—Yo jamás haría tal salvajada. Yo estoy en contra de cualquier acto de brutalidad —dijo Badir, sin perturbar su expresión—. Pero si quieren saber que hice... digamos que simplemente debatí con un nativo sobre la belleza de cierto animal exótico.

Técnicamente no mentía. El principal inconveniente con su 'discusión' con ese hombre perturbado era porque se había sentido atraído por la exquisita apariencia de su mascota.

Insinuar que su mascota debería casarse y, tácitamente, reproducirse con su hijo fue su error. 

El hombre, con sus grotescas insinuaciones, había despertado en Badir una furia helada, como si alguien hubiera profanado su santuario personal. En su mente, la defensa de su mascota era tan justificada como proteger a un ser querido de un depredador. El mero hecho de que ella se parezca a su hermano solo empeoraba la situación.

¿Dejarías que un extraño se llevara a tu perro para propósitos oscuros? La respuesta era evidente. 

Elián y Lena compartieron una expresión de confusión, sin entender exactamente a qué se refería Badir. Lena abrió los ojos, tragando en seco, dedujo la posible razón y el sentido oculto de sus palabras.

—Badir... ¿sucumbiste a tus instintos? —preguntó, mirando fijamente a los ojos del pelinegro—. No me respondas, solo dime... ¿te sientes mal?

Badir le devolvió una mirada aburrida, parpadeando unas pocas veces, desviando su mirada hacia el techo.

—Solamente defendí la dignidad de algo que me importa —respondió, impasible ante la pregunta de su compañera—. Aunque si te sirve de algo, no lamento lo que he hecho. De hecho, podría considerarlo un condimento del que saque provecho.

—¿Provecho? —Lena miró con extrañeza a Badir—... ¿Define "Provecho"?

—Gracias a mi debate, encontré a Ume y a Gyutaro. En última instancia, fue provechoso para la misión.

—Hubieras empezado por ahí... me alegró. Empezaba a creer que le diste un susto de muerte a alguien —dijo, riendo nerviosamente. 

—Bien... ¿Y ahora por quién irán? —preguntó Elián, tratando de cambiar de tema.

—Faltan 11 humanos —respondió Lena, abriendo la información de los invitados faltantes—. Managi, Nakime, Hakuji, Koyuki, Keizo, Dōma y sus padres, los gemelos Tsugikuni y Muzan. El resto ya sería su versión demoniaca, pero eso sería después de traer a todas sus versiones humanas.

—Yo voy por Hakuji y los que lo acompañan —dijo Elián, desplazándose a otro tiempo.

—Yo voy por el perturbado que recoge peces —comentó Badir, indiferente por su segundo objetivo—. Tú ve por Nakime.

—Haré lo sugerido —respondió Lena, asintiendo levemente.

Badir había llegado a las afueras de un pintoresco pueblo pesquero, donde la brisa marina mecía suavemente las casas de madera y el aroma a sal impregnaba el aire. Agradecía haber sido asignado a este objetivo; el entorno tranquilo y la atmósfera relajada le ofrecían un escenario perfecto para llevar a cabo su tarea.

Esta misión era demasiado fácil. Además, le agradaba que el horario en el que venía a este sitio le beneficiara. En este momento el sol se estaba poniendo, no estaba siendo muy afectado por su presencia.

Consultando el artefacto extraño que le proporcionaba información sobre su objetivo:

Veamos... según esta información —el joven utilizó el artefacto extraño para confirmar un poco la información de este individuo—. Gyokko, como humano, se llamaba Managi. Pertenecía a este pueblo pesquero, pero vivía en las afueras debido a que los pobladores notaban comportamientos extraños en él. Sus padres murieron ahogados, y a él le fascinaron sus cadáveres. Era un niño extraño desde temprana edad.

La información indicaba que lo hacía en ciertas horas del día, por lo que era relativamente fácil localizarlo.

—¿De dónde habrá sacado ese pasatiempo tan extraño? —se preguntó Badir, observando a Managi recoger los peces muertos con meticulosidad.

No entendía ni compartía el interés de Managi por los peces muertos. Le parecía una actividad peculiar. Pero no le importaba mucho lo que hiciera ese niño, mientras pudiera tocarlo y llevarlo a la sala.

Managi recogió el último pez del día y lo guardó con cuidado dentro de la pequeña bolsa. Estaba satisfecho con la pesca de hoy y tenía grandes planes para su próximo proyecto artístico.

El pequeño artista pensaba en usar los peces para crear una obra que representara una visión del mundo en particular. En su mente, estaba lo suficientemente inspirado, para hacer una obra digna de admiración. 

—Hola, muy buenas tardes —Badir saludó, apareciendo detrás de Managi. Su voz sorprendió al joven, quien se giró para identificarlo —. Lamento informarte que vengo a privarte de tu libertad de forma indefinida —antes de que pudiera reaccionar, Badir tocó su frente y lo hizo desaparecer.

Badir actuó con rapidez y eficacia, sin darle tiempo a Managi de defenderse o escapar. No le importaba lo que Managi sintiera o pensara. 

Ya que no tarde nada, supongo que no habría problema en quedarme a descansar. La noche acaba de llegar y sería una falta de respeto no admirarla —pensó, decidiendo quedarse por un rato.

Mientras la noche caía sobre el pueblo pesquero y las estrellas comenzaban a brillar en el firmamento, Badir se dejó caer sobre la cálida arena, observando cómo la luna ascendía en el cielo, bañando todo con su suave luz plateada.

Lena caminaba por el poblado, ignorando el bullicio de las calles japonesas de esta época resonando a su alrededor. Si es franca, está un poco nerviosa al trasladar a este objetivo. No le cae mal Nakime ni siente miedo por interactuar con ella, pero su última experiencia con un asesino serial no fue muy grata. 

Sabe que Nakime, en esta época, todavía no ha sucumbido o si quiera ha realizado el primer homicidio. Sin embargo, eso no quita que, psicológicamente, no debe ser muy estable si a la primera de descubrir que "tocaba mejor" al matar a otra persona comenzó a realizar un ritual  en el que acababa con la vida de otros antes de cada espectáculo con tal de asegurar su éxito.  

Una persona normal se arrepentiría, se aterraría o tendría un montón de posibles reacciones similares. Nakime solo tuvo miedo, pero ese "miedo" se removió al sentir que ese nerviosismo de sus manos por el homicidio realizado la hacía tocar melodías increíbles.

Su único consuelo es que, en esta época, Nakime todavía no ha contraído matrimonio con el tarado que, por ser un adicto al juego, vendió el kimono que usaba para sus presentaciones y, en consecuencia, ser la primera victima de la mujer. 

Mientras ese hombre no haya llegado a la vida de Nakime, debe ser relativamente normal. En caso de que no lo sea, debe estar en guardia por si debe neutralizarla. 

Mientras sus sentidos se agudizaban, Lena percibió la presencia cercana de su objetivo, Nakime, la misteriosa mujer que tocaba la biwa. Avanzó decidida hacia ella, tratando de abordarla con cortesía.

—¿Hm? —la mujer profirió, percatándose de la llegada de una señorita de aspecto bastante peculiar.

Nakime levantó la mirada al percibir la presencia de la recién llegada. Vestía de forma bastante inusual. Nunca había visto ese tipo de ropas.

—Disculpe, ¿podría preguntar qué está haciendo? —inquirió Lena, tratando de establecer un vínculo con la enigmática intérprete.

—Estoy practicando —respondió Nakime.

—¿De verdad? —Lena fingió sorpresa—. ¿Usted era la que tocaba esa melodía tan hermosa?

—¿Hermosa?...

—Sí, su música me llevó hasta aquí —dijo Lena, sonriendo amablemente—. ¿Le importaría tocar otra canción?

—¿Otra canción? —preguntó Nakime, incrédula de que alguien quisiera escucharla.

—¿Podría hacerlo?

Nakime no respondió, pero comenzó a tocar su biwa con una melodía lenta y calmada. Aunque no sonaba perfecta, era lo suficientemente armoniosa como para no recibir quejas de los transeúntes cercanos.

—Esa melodía fue hermosa, señorita Nakime —dijo Lena, admirando la actuación—. Quiero recompensarla por ello.

—Recompensar... —Nakime repitió, esperando que fuera algo de valor monetario. Realmente necesitaba dinero para llegar a fin de mes.

—Sí —respondió la joven, extendiendo la mano hacia Nakime, esperando que esta correspondiera al gesto.

Nakime decidió aceptar la mano extendida por la señorita de aspecto peculiar. Cuando sus manos se encontraron, una extraña sensación de mareo la invadió y todo a su alrededor se volvió borroso.

Lena sonrió satisfecha ante el éxito de su misión, agradeciendo la eficacia de su método sin necesidad de recurrir a sus poderes. Con un tiempo récord de ocho minutos, había cumplido con su objetivo sin dejar testigos.

—Tengo tiempo... iré por el que me falta —declaró Lena para sí misma, desapareciendo del lugar en busca de su próximo objetivo en la era Heian. 

Elián respiró profundamente, enfocando una gran parte de su energía en sus piernas mientras corría por las callejuelas del antiguo Japón en busca del dojo donde se enseñaba el estilo de lucha Soryū.

El joven se sorprendió al llegar al dojo y notar que el único estudiante que tenía Keizo era Hakuji. La ausencia de otros aprendices le resultó llamativa, considerando la reputación del dojo.

Sabe que todos los estudiantes potenciales fueron expulsados por el dojo de kenjutsu que codiciaba estas tierras, pero para tener un único estudiante hay una brecha muy grande.

Si es sincero, le gustaría aprender un poco de ese estilo de combate. Si pudo aprender en sus combates callejeros un tipo de boxeo tailandés, está seguro de que podrá aprender otro estilo con relativa facilidad.

¿Qué para qué quiere aprender otra arte marcial si tiene super fuerza y velocidad?

Aunque poseía una fuerza sobrehumana y velocidad extraordinaria, Elián sentía curiosidad por aprender técnicas de combate más refinadas.

Una cosa es golpear a lo bruto y otra muy diferente usar técnicas de combate. Al menos eso decía Lena cuando era un niño. 

Sus pensamientos se vieron truncados al llegar al dojo, haciendo sonreír a Elián. El joven dio un salto, llegando hasta el techo. Respiró con fuerza y, repartiendo la energía por todo su cuerpo, comenzó su allanamiento.

Ahora que lo piensa, ¿esto no es ilegal?...

No.

Si su hermano y Lena le dieron el visto bueno seguro era legal de alguna forma. Tal vez en Japón es legal la retención de individuos en contra de su voluntad siempre y cuando sea con fines educativos o positivos.

Al ver una puerta deslizarse para abrirse, decidió aprovechar y saltar hacía allí. En el preciso instante en el que la puerta tradicional Shoji se abrió lo suficiente, Entró al dojo de manera abrupta, sorprendiendo a los presentes: Keizo, Koyuki y un sorprendido Hakuji que se preparaba para el combate.

A pesar de que todo ha sucedido muy rápido, para Elián todo seguía pasando muy lento.

No negará que sería divertido enfrentarse a Hakuji y Keizo, pero tener una batalla de dos contra uno sería injusto... para ellos. Además, podría herirlos sin querer y, en consecuencia, su hermano o Lena, más que todo ella, lo castigarían.

Con su velocidad, tocó a los tres, realizó una mueca frente a Hakuji para burlarse amigablemente y, tras liberar la energía almacenada en su cuerpo, los tres objetivos desaparecieron en un abrir y cerrar de ojos, dejando detrás una estela de píxeles.

—Lo hiciste bien, Elián, lo hiciste bien —se animó a sí mismo, sintiendo el agotamiento acumulado en su cuerpo—. Aunque casi me quedo sin energía de nuevo.

Sabiendo que no se había demorado mucho, decidió recompensarse con otra comida. Si se apura, tal vez, pueda alcanzar a comer una docena de hamburguesas.

—No... si voy por los otros dos que me faltan... ¡Podre comer más!

Con ese pensamiento en mente, desapareció del lugar dejando tras de sí una estela de píxeles.  

Badir llegó al punto de reunión, donde su hermano y Lena lo esperaban. La chica estaba absorta en la manipulación de una herramienta que emitía un brillo azulado, mientras que su hermano mostraba una expresión de júbilo en el rostro.

—¡Hermano! ¡Hermano! —exclamó Elián con entusiasmo, agitando los brazos—. ¡Te tengo una sorpresa!

—¿Qué pasa? —preguntó Badir con indiferencia, sin prestar mucha atención al tono animado de su hermano.

—He trasladado a dos más de los que habíamos acordado hace poco. ¡Hemos ahorrado tiempo! —anunció Elián, con un destello de orgullo en sus ojos.

La noticia tomó por sorpresa a Badir, quien mostró una emoción de preocupación genuina por primera vez en mucho tiempo.

—¿Estás bien? —inquirió Badir, examinando a su hermano en busca de signos de fatiga o lesiones. Dedujo rápidamente que su hermano había ido en busca de los gemelos Tsugikuni.

—Tranquilo, fue fácil tocarlos y enviarlos a la sala —explicó Elián, guiñando un ojo con picardía—. Solo tuve que fingir que me atacaban unos demonios y ellos vinieron a socorrerme. Cuando me levantaron, los mandé a la sala.

Badir sintió un atisbo de orgullo al ver la astucia de su hermano.

—Eres un genio, hermanito —lo elogió, revolviéndole el cabello con ternura.

En su interior, la voz de su madre repetía la frase de "Incluso un reloj roto da la hora exacta dos veces al día", y, como era habitual, la ignoró por completo. No toleraba ningún comentario despectivo o insultante hacia su hermano que no fuera suyo.

Lena, mientras tanto, intervino desde su lugar sin apartar la vista de la pantalla flotante.

—Tu creatividad es deslumbrante como siempre, Elián —dijo con una sonrisa—. La estrategia para tocar a esos dos fue muy ingeniosa. Te recompensaré cocinando tu comida favorita cuando tengamos la oportunidad.

—¡Sí! ¡Hace un año que no comemos eso! —exclamó Elián emocionado, recordando con anhelo la deliciosa comida picante que tanto le gustaba, especialmente cuando la preparaba Lena.

—¿Has traído a Nakime? —preguntó Badir, consciente de que encontrarla era una tarea complicada debido a la falta de información precisa sobre su época.

—Sí, fue algo complicado encontrarla, pero lo conseguí —confirmó Lena, mientras terminaba de configurar la opción de traslado—. También aproveché para ocuparme del enfermo del periodo Heian.

—Bien hecho —aplaudió Badir, sintiéndose satisfecho con el trabajo realizado—. Espérenme unos minutos —anunció antes de desaparecer de inmediato.

Aunque no lo demostrara de forma verbal o gestual, Badir se percató de que fue el único que no había ido por los que le faltaban. Maldice el hecho de que se quedo ligeramente dormido y tomó una pequeña siesta. Podrán llamarlo idiota, vago, ineficiente, pero sabía que debía corregirlo rápidamente, sobre todo antes de que su hermano lo tomara como mal ejemplo y Lena lo usara en su contra.

Elián miró con confusión el lugar en el que, segundos antes, se encontraba su hermano. A veces, la conducta esporádica y espontáneamente peculiar de Badir lo dejaba desconcertado.

Lena, por otro lado, comprendió al instante lo que había ocurrido. Seguramente Badir se dio cuenta de que había sido el único que no había completado el traslado de todos sus objetivos. Era bastante previsible, considerando su forma de actuar. Aunque eso no quitaba que Badir sintiera vergüenza o no quisiera que su hermano menor lo viera de mala manera. Le parecía gracioso; si se hubiera dado cuenta antes, habría bromeado al respecto.

Un flojo siempre será un flojo. No importa cuánto aparente no serlo —pensó con diversión, esbozando una sutil sonrisa.

Badir se acercó a la entrada del lugar conocido como el 'Culto al Paraíso Eterno'. Había pasado un tiempo considerable buscando la fecha exacta en la que la segunda luna superior era solo un niño. Su solución fue viajar a esta zona y saltar de década en década, eligiendo un horario en el que la luna dominaba los cielos.

—Qué irónico el nombre, hay que reconocerlo —musitó para sí mismo con una leve sonrisa, observando el letrero del culto—. Un paraíso eterno; un nido de mentiras y falsas ilusiones.

El concepto de la mentira vestida de verdad siempre lo había fascinado. Aunque sonara mal, disfrutaba de cómo una mentira podía a menudo lograr más que la verdad. Era como uno de sus mitos griegos favoritos.

Mientras paseaba por los jardines exteriores, avistó a algunos fieles, entre ellos las primeras víctimas: los padres del futuro demonio conocido como la segunda luna superior.

Ahí están —pensó, acercándose con naturalidad. Parecen una pareja feliz. Qué lástima que uno sea un infiel y la otra una mujer desequilibrada mentalmente.

Una sonrisa maliciosa se dibujó en los labios de Badir, aunque sabía que no estaba bien alegrarse del mal ajeno. Era parte de su naturaleza, una parte oscura que no podía ignorar en la mayoría de las ocasiones. Aunque lo intenta, siempre trata de ser buena persona. Sabe que no lo es, pero no está demás intentarlo.

Diversas risas resonaron en su mente, como si sus compañeros también estuvieran de acuerdo con sus pensamientos. No era por crueldad, pero el destino de esa pareja parecía justificado para ellos.

Incluso se atrevía a comparar su propia familia con la de ellos, considerando que hasta la relación de sus padres era más "sana" que la de aquellos individuos. Y eso era decir mucho, considerando lo cuestionable que era su madre.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca, Badir forzó una sonrisa afable, la típica sonrisa de cortesía que se hacía en eventos sociales. Después de todo, debía demostrar cierta amabilidad con ellos por muy desconocidos que fueran en estos momentos.

La pareja se volvió hacia él, observándolo con curiosidad.

—¿Quién eres? —preguntó la mujer, con una sonrisa amigable.

—¿Vienes en busca del Paraíso Eterno? —añadió el hombre, con esperanza en los ojos.

Era comprensible que pensaran eso, considerando que la mayoría de los visitantes del culto buscaban encontrar refugio en su supuesto paraíso.

—Mi nombre no es relevante por ahora, y no, no busco unirme a este culto. Pero sí necesito su presencia —respondió Badir, haciendo que desaparecieran antes de que pudieran reaccionar.

Badir dejó de lado lo ocurrido, siguiendo su camino para buscar al pequeño Dōma entre los pasillos del lugar. Con paso decidido, avanzó entre las paredes decoradas con símbolos sagrados y murmullos de los fieles.

—¿Dónde estás, niño insensible? —murmuró para sí mientras recorría los largos pasillos—. Ahí estás —dijo, avistando a un fiel arrodillado, susurrando palabras sin sentido a un niño que parecía ajeno a su presencia.

Aunque Badir, incapaz de comprender muy bien cómo se sentían otras personas, sabía que ese niño no le prestaba la más mínima atención. Se preguntó si el hombre era ciego, ingenuo o simplemente idiota. Aunque adorar a un niño, de por sí, ya era una señal de que algo andaba mal con él.

Qué patético —pensó Badir, viendo al hombre recibir con desesperación las lágrimas del niño—. ¿De verdad crees que arrodillarte y contarle tus desgracias a un niño arreglará tu vida?

La alerta de Badir se activó cuando Dōma empezó a llorar, señal de que su sesión con ese fiel estaba llegando a su fin y podría entrar. Esperó pacientemente a que el hombre saliera de la habitación, satisfecho por haber recibido las lágrimas del niño adorado. Sintió una mezcla de asco y lástima por ese pobre iluso que creía haber encontrado la salvación en un falso profeta.

Sin perder tiempo, Badir entró en la habitación y se encontró cara a cara con su objetivo.

—Hola —saludó el pequeño de ojos arcoíris con tono alegre—. ¿Vienes a contarme algo?

—Sí —respondió Badir con sequedad.

—¿Uhm? —el niño sonrió, fingiendo estar expectante por escuchar las palabras de este nuevo adorador. Se 'preguntaba' qué triste historia o problema tendría para necesitar confesarle todo a un supuesto enviado de los dioses.

—Chinga tu madre, Dōma —Badir le espetó, tocando la frente del niño con rapidez—. Por cierto, eso es de parte de mi hermano, no mío —añadió, mientras el pequeño desaparecía ante sus ojos.

Badir soltó un suspiro de alivio, complacido de haber cumplido con su tarea en poco tiempo. Con su típica expresión de aburrimiento, se alejó de la habitación, dejando atrás la escena sin mirar atrás. La ejecución fue rápida y eficiente, justo como él lo necesitaba. Ahora su hermano no lo vería como un vago que no hizo su trabajo.

Badir regresó al punto de reunión con rapidez, pero se detuvo en seco al encontrarse con su hermano devorando un gran número de hamburguesas. Las envolturas esparcidas por el suelo daban fe de su voraz apetito, y Lena no pudo contener un refunfuño en voz baja ante la escena.

—A veces creo que nunca le enseñamos a comer —murmuró, manteniendo su opinión despectiva para sí misma mientras observaba con disgusto la escena—. ¿Cómo puede comer así? Recuerdo haberle enseñado a usar cubiertos cuando era un niño.

—Sí... por eso no suele usar los cubiertos —respondió Badir con resignación, comprendiendo que Elián simplemente había adquirido cierto fastidio por utilizar utensilios.

Recordaba claramente cómo Lena intentó inculcarle a Elián el uso correcto de los cubiertos, pero su hermano siempre había preferido la libertad en sus hábitos alimenticios. No lo culpaba, pocos estarían dispuestos a comer un trozo de pizza o una hamburguesa con un tenedor y un cuchillo.

Reconoce que Lena trató de educarlo como el hijo menor de la líder de un clan importante, pero Elián no tiene nada que ver con el clan. Nada más tuvo la oportunidad lo sacó de ese lugar, se mudó lo más lejos que pudo y limitó la información al mínimo.

Elián adoptó un estilo de vida ajeno a las costumbres de su familia. Él puede comer sin las restricciones o los modales impuestos de pertenecer a una alta sociedad. Evidentemente no va a quejarse o ha recriminarle que no use utensilios para comer pizza y hamburguesas, eso es estúpido e innecesario hasta para él. Sin embargo, no podía evitar sentir disgusto al verlo comer arroz con las manos.

—Su alimentación es poco saludable. ¿No habías mandado a crear una barra energética para él? —preguntó Lena, recordando las preocupaciones de Badir por la salud de Elián.

—No le gustó... —respondió Badir con indiferencia, reflexionando sobre la poca aceptación que tuvo la barra energética entre los gustos de su hermano. Quizás fue por el sabor artificial a café. A su hermano no le gusta la cafeína.

—Saben que puedo escucharlos, ¿verdad? —intervino Elián, finalizando su última hamburguesa antes de dirigirse a sus allegados—. No te preocupes, Lena. Mi metabolismo es rápido. Tendría que comer cientos de hamburguesas cuando mi energía esté al tope para engordar o enfermarme. Y eso no sucederá. Un cuerpo mal cuidado no es útil en una pelea.

Lena arqueó una ceja, observando con reproche a Elián.

—¿Y el uso de cubiertos? ¿Y tus modales en la mesa? —inquirió Lena, recordando las enseñanzas pasadas.

Elián se sintió avergonzado por su comportamiento y jugueteó con sus dedos, mostrando una faceta más vulnerable y tierna.

—... Lo siento —murmuró, con una expresión de disculpa en su rostro.

Lena suspiró, encontrando adorables los intentos de disculpa de Elián. Era una consecuencia natural de haberlo cuidado desde que era un bebé, y a veces era difícil resistirse a sus encantos.

—Está bien, pero prométeme que usarás cubiertos de ahora en adelante —respondió Lena con un tono suave, pero firme—. Si no los usas, parecerás un animal salvaje.

—Oki doki —asintió Elián con una sonrisa, aceptando la regañina de Lena.

Lena volteó a ver a Badir, quien la observaba con una expresión de aburrimiento evidente.

—¿Qué? —preguntó Badir con tono despreocupado.

—Te tengo una sorpresa —anunció Lena con una sonrisa traviesa, sacando un vaso de café—. Es un pequeño regalito por tu esfuerzo.

Badir examinó fugazmente el vaso, desconociendo la marca. El aroma del café le resultó familiar, pero detectó matices adicionales que lo intrigaron. Una ligera fragancia a chocolate o tal vez a brownie se mezclaba con el aroma del café.

Aquí hay gato escondido —pensó Badir, observando con cautela el gesto de Lena.

—¿Qué sucede? ¿No quieres café? —preguntó Lena, acercando el vaso con una sonrisa inocente—. Si no lo quieres, puedo bebérmelo yo.

Badir arrebató rápidamente el vaso, demostrando su desconfianza con un gesto brusco. Luego, miró discretamente a su hermano en busca de alguna señal que pudiera revelar las verdaderas intenciones detrás de esa oferta tan inusual.

No detectó nada fuera de lo común en la expresión de Elián, pero estaba convencido de que se trataba de una trampa o un intento de manipulación. En el peor de los casos, era una táctica para generar un sentimiento de deuda con Lena. Y Badir sabía que, si se sentía en deuda, haría cualquier cosa para compensarlo.

—Gracias... pero, bueno, ¿os encargáis vosotros dos de las versiones demoníacas? —propuso Badir, evitando cualquier enfrentamiento físico—. No soy precisamente un guerrero, y preferiría evitar cualquier conflicto.

Badir detestaba la violencia y rara vez se veía involucrado en peleas. Siendo sincero consigo mismo, solo había luchado en contadas ocasiones por voluntad propia, y no tenía intención de añadir otra a esa lista.

Si es sincero, prefería utilizar sus poderes de manera más pacífica, como preparar café o facilitar su vida diaria. Así que optará por lo más evidente: delegar responsabilidades a otros. Él prefiere sentarse tranquilamente, sumergirse en libros de misterio u horror cósmico, y disfrutar de una taza de café. 

Mientras tanto, Elián se frotaba la barbilla con determinación, aunque con algunas dudas. Aunque quería probarse a sí mismo y su creciente poder, no sabía cuánto tiempo le llevaría enfrentarse a todos los demonios.

—No hace falta, ya los estoy trayendo mediante la función de desplazamiento instantáneo remoto —intervino Lena, mostrando los nombres de los demonios y la fecha programada para su convocatoria en una pantalla flotante.

La función de desplazamiento instantáneo remoto solo podía activarse si tenían una muestra de los objetivos. Según la herramienta, existen muchas cosas que pueden considerarse 'muestras'. Pero esas opciones eran irrelevantes, literalmente, tenían a sus versiones humanas; no hay mejor muestra que esa.

—Estarán en la misma sala que sus versiones humanas, ¿verdad? —preguntó Elián, preocupado por las posibles consecuencias.

—Es ciertamente arriesgado. Sugiero separarlos en salas distintas, contiguas pero separadas —recomendó Lena, reflexionando—. Después de llegar a un acuerdo de convivencia con los demonios, podrían reunirse en la misma sala. ¿Qué les parece esta solución?

—Me parece perfecta, pero ¿Quién se encargará de los demonios? —inquirió Badir, consciente de que no podía morir a menos que su hermano lo hiciera, pero no estaba dispuesto a exponerse al peligro de manera indiscriminada.

—Los tres nos turnaremos —propuso Elián, entusiasmado por la idea de que su hermano experimentara un poco de la adrenalina de una situación peligrosa.

—Elián, no —respondió Badir con un ceño fruncido, rechazando la sugerencia de su hermano.

—Hermano, cuando firmamos ese contrato con los vigilantes, obtuvimos más poder del que teníamos antes —insistió Elián, emocionado ante la perspectiva de enfrentarse a un desafío.

Elián se sentía rebosante de alegría. No solo sus capacidades físicas se habían visto potenciadas, sino que ahora podía utilizar su velocidad sin temor a consecuencias indeseadas, como quemar su ropa, sufrir daños en sus músculos y huesos, o percibir todo exageradamente rápido.

—Lena, apóyame aquí, ¿sí? —Badir se volvió hacia la chica, buscando su ayuda.

—Iré contigo cuando sea tu turno —respondió Lena, mientras probaba si la herramienta podía traer a un organismo que no fuera ni demonio ni humano.

Badir, al escuchar tal respuesta, miró con el ceño fruncido a la chica.

—No.

Al recibir una negativa como respuesta, Lena entendió claramente el proceso que seguiría. A pesar de su madurez física, sabía que, mentalmente, Badir aún era tan predecible como un niño.

—Badir, te di café. No puedes quejarte. Me lo debes —sentenció Lena.

Badir refunfuñó, sintiendo que había caído en una trampa. Sabía que Lena no le habría dado café sin esperar algo a cambio. Lo peor era que funcionaba; era sorprendentemente fácil comprar sus servicios.

—Está bien, pero si siento una amenaza de ataque, me retiraré y dejaré que Yorīchi se encargue. No permitiré que mi integridad física o mental corra peligro por una misión que, según mi contrato, se limita a ser un anfitrión —declaró Badir con firmeza.

—Vaya amenaza más original —murmuró Lena con sarcasmo, consciente del peligro que suponía para todos si Badir decidía abandonar la misión y deje a Yorīchi con los demonios.

—¿Y ahora qué? —preguntó Elián, notando que habían llegado lejos, pero parecían estancados.

—Es bastante sencillo, solo debemos explicarles a nuestros invitados por qué están aquí —respondió Badir, recuperando su aparente calma—. Pero primero debemos mover a los demonios a otra sala para evitar conflictos.

—Ya lo hice —afirmó Lena, mostrando en la pantalla flotante cómo los demonios permanecían inmóviles en una sala, mientras que en otra pantalla ocurría lo mismo con los humanos. Había usado la función de desplazamiento instantáneo remoto para separarlos.

—¿Quién quiere ser el anfitrión principal? —Elián consultó, dirigiendo su mirada a los dos que lo acompañaban.

—¿Por qué no lo haces tú? —interpuso Badir, tratando de esquivar otra responsabilidad problemática—. Eres mucho más carismático que yo. A menos que Lena esté interesada.

—¿Es una orden o una pregunta? —inquirió Lena. Si tuviera la opción de negarse, lo haría. No conocía a los invitados más allá de la información obtenida en la plataforma. Aceptaría tener más detalles, pero el tiempo apremiaba.

—¿Yo? —Elián se sorprendió ante la sugerencia.

—Concuerdo con él —asintió Lena, sonriendo gentilmente—. Tienes carisma y las cualidades para destacar.

—Además, no me gusta ser el centro de atención —añadió Badir, intentando eludir cualquier proposición de ser el protagonista—. Prefiero que sea él quien resalte más, o tú, Lena, si no hay otra opción.

—Tuviste un cambio de actitud bastante drástico —mencionó Lena, recordando la envidia que Nero, la antigua identidad de Badir, solía sentir hacia ella en su infancia.

Todavía recuerda como desde los ocho años, parecía haber dejado de ser plenamente humana. Su conciencia se había apagado, y se había convertido en poco más que una muñeca servil, obedeciendo órdenes sin cuestionamientos.

No fue hasta que su señora la encontró, la acogió y comenzó a interactuar con los otros miembros del clan que comenzó a desarrollar una especie de "personalidad" y "parámetros de comportamiento".

Entre todos, Nero fue quien más influyó en este proceso. En lugar de tratarla como una herramienta insensible, él la consideraba como un ser humano con emociones y pensamientos.

A los diez años despertó, recobrando ese "ego" que dotaba de conciencia parcial a los humanos. A pesar de ese cambio, Nero siguió siendo su único amigo en un clan donde todos buscaban aprovecharse de los demás.

Si es sincera, nunca creyó que el niño que le sonreía, le saludaba, le agradecía cada favor y siempre estaba al pendiente de ella y sus sobrecargas estuviera reprimiendo un sentimiento de envidia tan profundo.

Para ella Nero era lo mejor que ha podido a engendrar el clan. Era una buena persona que siempre se preocupaba y estaba al pendiente de los que consideraba como su familia. De hecho, muchos lo recuerdan como un hermano mayor ejemplar. 

Es una lástima que ahora él no esté y Badir haya tomado el control...

—Más que "cambio de actitud", diría que el mocoso perdió su brillo —admitió Badir encogiéndose de hombros. 

Nero murió al perder su humanidad, y cuando  se dio cuenta, él había tomado su lugar. Mantenía ciertas características de su antiguo yo, pero su necesidad absurda de ser admirado había desaparecido. Al final, comprendió que ser el centro de atención solo atraía problemas.

—Bien, me encargaré yo... —Elián sonrió, aceptando el cargo de anfitrión principal. Aunque estaba nervioso, también estaba emocionado por conocer a todos los invitados de primera mano.

Lena, al tocar un botón en la pantalla digital, trasladó a los tres a la sala donde los humanos parecían estar inmóviles, en un estado de "apagado". Los demonios en la sala contigua deberían estar en la misma condición. Todo estaba listo para comenzar el espectáculo.

La chica miró a los ojos de Elián, indicándole que iba a 'activar' a los invitados. La primera función sería con ellos, la siguiente sería con los demonios, al menos eso esperaba. El menor de los hermanos asintió, sonriendo, dando la señal a Lena. Ella chasqueó los dedos, liberando a los humanos del estado que los mantenía inmóviles y sin conciencia.

De repente, todos los que estaban en la sala se despertaron, confundidos y asustados. No sabían dónde estaban ni cómo habían llegado allí. Lo último que recordaban era haber visto a un, chico, o chica, desconocido que los había tocado y luego... nada.

—¿Eh? —Kaigaku se giró desconcertado, irritado por la situación. Había sido atacado por un borrón y luego había aparecido en ese lugar extraño, rodeado de gente desconocida. ¿Qué estaba pasando?

—¡¿Dónde estamos?! ¡¿Dónde estamos?! ¡Kaigaku! —Zenitsu gritó, aterrorizado. Había presenciado como su compañero había desaparecido, pero ahora resulta que él también lo hizo. Su maestro también...

—¡Compórtense! —ordenó Jigorō, tratando de que sus discípulos no perdieran la compostura ante tal extraña situación. Él también estaba desconcertado, pero no podía perder la calma. Debía averiguar qué estaba pasando y cómo salir de allí.

—¡Abuelito! —Zenitsu dijo, con lágrimas en los ojos —¡Nos vamos a morir! ¡Nos vamos a requeté-contra morir!

—Deja de lloriquear —Kaigaku profirió un gruñido, disgustado por la actitud de Zenitsu. Siempre era un cobarde y un llorón. ¿Por qué tenía que soportarlo?

—¡No vamos a morir! —el viejo reprochó, frunciendo el ceño —¡Ni siquiera sabemos dónde estamos! ¡Y ya te he dicho que me llames maestro!

—Hermano —Ume dijo, preocupada, mientras se ocultaba detrás de su familiar. Había sido abrazada por una chica desconocida y luego había perdido el conocimiento. Al despertar, se había encontrado en un lugar extraño, lleno de desconocidos.

—Quédate detrás de mí —Gyūtarō sonrió, mientras buscaba su guadaña. Había sido sorprendido por el abrazo de parte de esa loca, pero ahora no cometerá el mismo error. Aunque, mientras buscaba su arma, dos preguntas resonaban en su mente: ¿Cómo lo había hecho? ¿Y dónde estaba ahora?

Su arma... no estaba...

—¡¿Dónde está?! —Gyūtarō exclamó, furioso. Había perdido su guadaña, su arma más preciada. Sin ella, se sentía vulnerable e incompleto. ¿Quién se la había quitado? ¿Y con qué fin? ¡Fue esa loca! ¡Estaba segura de que fue ella!

—Ha desaparecido —Managi trató de buscar la enorme masa de agua que, anteriormente, estaba en sus cercanías.

El pequeño artista recordó al último cadáver de pez que había recolectado, habría sido su mayor captura, una fuente de inspiración y diversión. Pero había desaparecido, junto con el chico que se le había acercado.

—... No está —concluyó, decepcionado. Menudo desperdicio, todos los peces muertos que había recolectado se habían perdido. ¿Quién era ese chico? ¿Y por qué lo había llevado a ese lugar?

—¿Do-Dónde estoy? —un chico se preguntó, aterrorizado por la situación. Había sido tocado por esa bruja terrorífica. Luego perdió el sentido y ahora se encontraba en este lugar, rodeado de gente—¿Q-Quiénes son? —retrocedió sobre sí mismo, asustado por estar rodeado de tantas personas.

El niño tembló, tratando de recomponerse y mantener la calma. Miró a sus alrededores, a pesar de lo aterrado que estaba, y trató de contar el número de presentes:

—17... —contabilizó a las personas a su alrededor, de repente, una voz en su cabeza habló —17... Es un número de la mala suerte... Es indivisible y es impar... ¡Deshazte de uno para ser pares!

El niño tragó en seco, negando fuertemente para silenciar la voz.

No... No... —el niño tembló y miró sus manos, que parecían estar manchadas de sangre. Él no había matado a nadie, por orden de la voz. Nunca lo haría, ¿verdad?

—¿Uhm? —La chica abrazó su Biwa, sin entender dónde estaba.

Ella había estado tocando su música para una señorita que, por primera vez en mucho tiempo, quería escucharla. Luego de terminar la sonata, no había sentido nada más. ¿Se habría dormido?

—¿Dónde estoy? —preguntó, con timidez. No reconocía ese lugar, ni a esas personas. ¿Serían sus nuevos clientes? ¿Les gustaría su música? ¿Le pagarían por tocar?

—Tch —Hakuji se puso delante de Koyuki, resguardándola de las posibles amenazas. Había sido atacado por un intruso y luego había aparecido en ese lugar extraño, junto con la hija de su maestro. ¿Qué estaba pasando?

—¿Don-? —Koyuki tosió un poco —¿Dónde estamos? —preguntó, cubriendo su boca con sus dos manos por si volvía a toser. Su salud era delicada, y no sabía si podría soportar ese cambio tan brusco.

—No lo sé... Pero es mejor tener cuidado —Hakuji advirtió, dispuesto a golpear a todos esos tipos para proteger a Koyuki. No confiaba en nadie, solo en ella y su maestro. Y no dejaría que nadie le hiciera daño.

—No tenemos por qué adelantarnos —Keizo sonrió, tratando de apaciguar las emociones de su discípulo, intuyendo que quería golpear a todos, aunque no conociera sus intenciones. —. Recuerda, puños protectores —le recordó, refiriéndose al estilo de lucha que le había enseñado. No se trataba de atacar sin más, sino de defenderse y proteger a los demás.

—Sí, señor... —Hakuji, a pesar de que dijo eso, permaneció en alerta. No bajaba la guardia, ni siquiera ante la recomendación de su maestro.

La pareja que lideraba el culto del paraíso eterno observaba a su alrededor, percatándose de que habían sido transportados a un lugar desconocido, al igual que muchos otros, parece ser.

—Querido, ¿dónde estamos? —preguntó la mujer, recordando al chico que apareció en su culto. Seguramente él fue el responsable de traerlos, aunque... ¿por qué? ¿Y cómo lo hizo?

—No lo sé... —el hombre miró a los alrededores, desconcertado —... No sabría cómo explicarlo, pero creo que estamos en el paraíso —dijo, percatándose de que había dos bellezas aquí; una hermosa señorita peliblanca y una pelinegra de aspecto decadentemente exquisito. Su corazón se aceleró al verlas, y sintió un deseo irresistible de poseerlas, en el buen sentido de la palabra.

Dōma, que estaba al lado de sus padres, no sabía qué pensar. Por un lado, sus padres volvían a parlotear las mismas estupideces de siempre, sin prestarle atención a él ni a su situación. Por otro lado, le inquietaba lo que le había dicho el chico que vio antes de ser transportado a este lugar desconocido.

Chinga tu madre, Dōma —el niño repitió en su mente, tratando de recordar el significado de esas palabras. ¿Qué era chingar? ¿Y qué tenía que ver su madre con eso? ¿Sería un insulto o una broma?

—Te dije que era sospechoso —Michikatsu le reprochó a su hermano, rememorando al chico que había desaparecido junto con ellos. —. Ese chico no parecía herido y ni tú ni yo detectamos la presencia de un demonio en las cercanías.

—Hermano, no tienes por qué preocuparte —Yorīchi dijo de forma calmada, poniendo una mano sobre su hombro. —. Primero deberíamos tranquilizar a estas personas y luego descubrir dónde estamos. —observó a los demás, que estaban alterados por la situación en la que se encontraban.

—Esto no hubiera pasado si nos hubiéramos quedado a entrenar con los demás —el mayor se cruzó de brazos, molesto por haber terminado en este escenario. Hasta hubiera preferido practicar junto al pilar de viento, que era más fructífero y menos bizarro que esto.

El hombre que llevaba un hitatare tradicional se sostenía sobre su prenda, sintiéndose como si estuviera a punto de desplomarse al suelo por el dolor de mantenerse en pie. Odiaba esta situación. No tenía idea de dónde se encontraba en ese momento ni por qué estaba rodeado de desconocidos. Independientemente de eso, la dolencia que lo aquejaba parecía empeorar con cada paso que daba.

No importaba cuántas veces revisaran su condición o las medicinas que le recetaran, sus síntomas continuaban avanzando y empeorando cada día. En este momento, debería estar recostado, esperando a ese maldito charlatán que solo le hacía perder el tiempo. Suspiró, agotado por el cansancio que lo consumía.

Maldita mujer —pensó, estrujando su pecho con fuerza; recordó a la responsable de este sinsentido. La figura sombría que lo visitó mientras estaba acostado en su lecho inundó su mente, rememorando las palabras que susurró relacionadas con el infierno. Por su tono de voz y el miedo reflejado en su semblante, era evidente que se trataba de una detestable mujer que lo privó de su libertad debido rumores cuestionables sobre él.

El hombre se tambaleó ligeramente, su cuerpo tembloroso apenas podía sostenerse en pie. Cada movimiento era una lucha contra su propia fragilidad. Cerró los ojos un momento, tratando de recuperar algo de fuerza, pero la debilidad de su cuerpo lo abrazaba con firmeza, recordándole su condición cada segundo.

—Esto es ridículo —murmuró para sí mismo, sus palabras apenas un susurro en el aire cargado de tensión y desesperación.

La luz de un reflector se encendió, atrayendo la atención de todos los presentes. En medio del resplandor, una figura emergió de la nada, sonriendo ampliamente ante el público.

—¡Hola a todos! —exclamó Elián, su voz clara y entusiasta resonando en la habitación, captando las miradas de los invitados hacia él.

Sin embargo, para algunos de los presentes, la expresión y el tono de Elián resultaban exasperantes en más de un sentido.

Badir y Lena se encontraban en una esquina apartada de la sala, sentados en un pequeño comedor. Badir observaba a su hermano con cierto cuidado mientras sostenía el vaso de café que su compañera le había "regalado". Mientras tanto, Lena se limitaba a escudriñar a los espectadores, analizando sus reacciones y tomando notas mentales.

—Mi nombre es Elián —se presentó el chico, señalándose a sí mismo con una gran sonrisa en el rostro—. Él es mi hermano, Badir —añadió, riendo nerviosamente, consciente de que muchos se preguntarían si en realidad estaban emparentados debido a lo diferentes que eran.

Badir saludó con la mano en silencio, saboreando suavemente el contenido del vaso de café. Un leve sonrojo coloreó su rostro; el café estaba delicioso. Era la primera vez que probaba algo así, y le encantó.

—Y esta chica aquí es nuestra amiga y compañera, Lena —continuó Elián con entusiasmo, señalando a la joven con extravagancia.

—Encantada de conocerlos —dijo Lena, inclinándose ligeramente en su asiento y alzando la mirada con gentileza—. Espero que tanto ustedes como yo podamos establecer una relación mutuamente beneficiosa y agradable para todos.

—¡Y nosotros somos sus anfitriones! ¡Aunque yo soy el principal! —añadió Elián emocionado, complacido de ser el maestro de ceremonias. 

Mientras Elián hablaba, Lena observaba las miradas del público, notando especialmente la de tres personas en particular.

La primera mirada era de desconfianza, algo comprensible, ya que Elián había forzado a Hakuji y a sus seres queridos a venir aquí.

Las otras dos miradas irradiaban puro odio; Gyūtarō y Muzan, o el equivalente humano de Muzan, lo observaban con aversión. ¿Cómo se llamaba ese sujeto? ¿Era Makare o algo así?

Entendía la mirada de Gyūtarō, dado que lo habían forzado a venir junto a su hermana y, sobre todo, le habían arrebatado su arma.

En el caso de Muzan, no podía comprender del todo esa mirada de fastidio, ya que Elián ni siquiera había interactuado con él y ella se aseguro de que no viera su figura. A lo mucho y logró escuchar un poco su voz. 

—Muchos de ustedes, seguramente, se preguntarán qué hacen en este lugar, ¿verdad? —preguntó Elián, ignorando esas miradas hostiles, decidido a no permitir que lo intimidaran o desanimaran—. ¡Ustedes, entre todos, han sido elegidos para tener una oportunidad... la oportunidad de reaccionar! —exclamó, levantando los brazos en un gesto enérgico.

Mientras Lena escribía en su libreta, tomó notas de las expresiones de los espectadores, resumió el discurso de Elián y anotó algunas ideas para aplicar con los demonios de la otra habitación. Aunque realizaba tres tareas simultáneas, no podía evitar sentir orgullo por Elián. Aunque aún mantenía ciertas conductas infantiles, sabía que no se dejaría intimidar por nadie.

A diferencia de cierto señorito a su lado.

—¡Me gustaría que tomaran asiento! —propuso Elián, extendiendo los brazos—. ¿Quién sabe? Puede que sepan algo sobre su futuro —animó al público, sonriendo radiante.

Badir sonrió levemente, bebiendo un poco más del contenido de su vaso, mientras Lena asintió en acuerdo. Ahora, debían comenzar con la primera función antes de pasar a la sala contigua.

El mayor de los hermanos esperaba que Elián fuera capaz de manejar las reacciones de aquellos que lo miraban con una malacara. Aunque si las cosas se salían de control, tanto él como Lena estarían allí para apoyarlo. 

Badir y Elián se encontraban en un estado de asombro, sus ojos se ensanchaban al ver la interminable lista de tareas pendientes que Lena sostenía con firmeza. Si tuvieran que describirlo, dirían que, si esto fuera una caricatura, el papiro se desenrollaría hasta tocar el suelo, como una cascada de palabras y responsabilidades.

—¿Qué demonios? —Elián logró articular, su voz apenas un susurro ante la magnitud de la lista—. ¿Nuestras versiones anteriores manejaron todo esto? Con tantos apartados, parece que no saldremos de aquí en años...

—Técnicamente, sus versiones anteriores no avanzaron mucho —Lena admitió con una sonrisa irónica, sus ojos recorriendo rápidamente la lista de funciones de las vidas anteriores de los hijos de su señora—. Siendo franca, diría que ustedes solo realizaron 27 espectáculos. Pero al dividirlo en partes, se crea la falsa ilusión de que fue mucho.

Badir exhaló suavemente, su rostro recuperando su expresión habitual de aburrimiento. Se cruzó de brazos, su mirada perdida en la lista.

—De acuerdo... —murmuró—. Mientras tenga bebidas con cafeína, pan, gelatina de café, postres de chocolate y algunos libros... estaremos bien.

De repente, la puerta se abrió de golpe. Una pierna esquelética estaba levantada y, era evidente, que había sido la causante de esa irrupción. El esqueleto entró en la sala, sus ojos vacíos buscando al menos un mísero panecillo.

—¡Alguien dijo pan! —gritó, su voz resonando en la sala—. ¡¿Dónde está el pan?!

Badir, Elián y Lena lo observaron, cada uno con una reacción completamente diferente. Elián soltó una risa, Badir frunció el ceño y Lena simplemente suspiró.

—Vaya, es el esqueleto que estabas persiguiendo el otro día —le dijo Elián a su hermano, una risa divertida escapando de sus labios.

El esqueleto se giró hacia Elián, su rostro óseo de alguna manera logrando adoptar una expresión que podría interpretarse como una sonrisa amigable.

—Hola, mi querido joto y flamante amigo —dijo, abrazando a Elián con una fuerza sorprendente para un ser de huesos, dejando al joven desconcertado; ¿cómo le había llamado?

Badir se volvió hacia Lena, su expresión seria.

—¿Qué hace esa criatura blasfema aquí? —preguntó, señalando al esqueleto con cierto disgusto.

El esqueleto se giró hacia Badir, su "sonrisa" se desvaneció y fue reemplazada por lo que podría interpretarse como una "mueca de ira", su mandíbula ósea se tensó y sus cuencas oculares parecían estrecharse.

—¡Cállate, esquizofrénico de mierda! —gritó el esqueleto, su voz resonando en la sala, recordando que ese tipo lo había hecho beber café hasta que "le gustó". Pero no, ya había eliminado y quemado esa parte de su ser. No volvería a caer ante esa bebida tan repugnante.

Lena suspiró, pasándose una mano por el rostro. La tensión en la sala era palpable, y ella se encontraba en el centro de todo.

—El vigilante solicitó que se quedara aquí —respondió, su voz tranquila a pesar de la situación—. Se supone que es una entidad que quiere estudiar más adelante debido a sus propiedades peculiares. Su denominación es: A-y.

El esqueleto extendió su mano esquelética hacia Lena. A pesar de su apariencia, había una cierta elegancia en su gesto.

—Mi nombre es Mr. Z, señorita —dijo con una reverencia exagerada, su voz resonando en la sala—. Le pido amablemente que no mencione a ese tipo. Me raptó de mi universo de origen y ahora no tengo como volver.

Elián, incapaz de contener su curiosidad, intervino.

—¿Z de qué? —preguntó, interesado en la razón de la sigla.

Lena frunció el ceño, lanzando una mirada reprobatoria a Elián. Eso fue grosero.

Badir, por otro lado, parecía más interesado en deshacerse del esqueleto que en conocerlo.

—¿No podemos ahorrarnos esto y enviarlo a su mundo? —preguntó, su voz tenía cierto tono de hostilidad.

Lena ignoró a los dos hermanos y se dirigió al esqueleto.

—Un gusto conocerlo, Señor Z —dijo, correspondiendo el saludo—. Le solicito no interferir en nuestra misión. Si se comporta, podrá desplazarse con libertad por aquí.

El esqueleto pareció sorprendido por la respuesta de Lena.

—¿Misión? ¿Qué misión? —preguntó, su interés claramente despertado—. ¿Puedo ayudar?

Los hermanos respondieron al unísono, aunque con respuestas contradictorias.

—No/Sí —dijeron, mirándose entre sí con sorpresa.

Badir frunció el ceño, claramente molesto con la respuesta de su hermano.

Elián, por otro lado, se sobó el cuello con vergüenza. La verdad, le había caído bien el esqueleto. Además, se notaba que tenía ganas de ayudar.

Lena intervino antes de que la situación pudiera escalar.

—Me temo que esta labor requiere de interactuar con otros individuos a los que tu presencia les podría parecer de lo más extraña —explicó, tratando de mantener la paz.

El esqueleto pareció considerar las palabras de Lena.

—¿Interactuar? —preguntó, su mirada fija en el brazalete de mano de Elián—. ¿Va a venir más gente aquí?

De repente, el esqueleto se acercó a Elián y manipuló el artilugio con una agilidad sorprendente. De la nada, los rostros y la información de los invitados apareció en forma de pantallas holográficas.

—Mañana iremos a buscarlos y los traeremos aquí —respondió Elián, tragando en seco al sentir tan cerca el toque del esqueleto. Se sentía muy raro.

El esqueleto pareció reconocer a algunos de los rostros en las pantallas.

—¡Ey, yo conozco a la mayoría de ellos! —exclamó, señalando a varios—. Esos dos se dan entre sí. Esos dos también.

Badir intervino, corrigiendo al esqueleto.

—Él tiene esposa, es más, se ha declarado a más mujeres en su vida que tú 'comiendo' pan —dijo, señalando a Zenitsu—. Ese otro, literalmente, tiene una prometida —añadió, señalando a Hakuji—. Y... bueno, él sí sería capaz —murmuró, refiriéndose a Dōma.

El esqueleto pareció ofendido por las correcciones de Badir.

—Yo solo digo lo que sé. Y de lo que me acuerdo, todos aquí son tremendos jot-

Lena interrumpió al esqueleto, claramente frustrada.

—Caballeros, recuperen su compostura. Parecen niños —dijo, suspirando—. Necesito elegir un orden para, por lo menos, las cinco primeras reacciones.

El esqueleto pareció tomar esto como un desafío.

—Bien. Pero que sepan que ayudaré de una forma u otra —advirtió el esqueleto, su voz resonando en la sala—. Y esto no ha acabado, siscon de closet —amenazó, señalando a Badir con un dedo óseo que parecía brillar con una luz siniestra.

Badir entrecerró sus ojos, una idea formándose en su mente que lo libraría de la presencia de ese tipo, aunque sea, por media hora. De la nada, un círculo rodeado de pequeñas chispas apareció debajo del esqueleto. Aunque él, sin darse cuenta, siguió profiriendo advertencias al pelinegro. En el interior del círculo, se veía un fondo negro interminable.

El esqueleto, al notar algo raro en su parte inferior, bajó la mirada de su ósea cabeza y, antes de que pudiera decir algo, cayó.

—¡AHHHHHH! —gritó y, de alguna forma, grandes ojos salieron de las cuencas vacías, una expresión de sorpresa grabada en su rostro óseo.

—¿En serio? —preguntó Lena, mirando fijamente a Badir, su tono lleno de incredulidad—. ¿No tuviste una mejor idea?

Elián comenzó a reír con fuerza, su risa llenando la sala.

—Jajajaja —dijo, su risa resonando en la sala—. Te pasaste, hermano.

Badir infló su pecho, manteniendo la expresión impasible en su rostro.

—Hmp —profirió con molestia—. Espero que caer por un día entero sea suficiente para que deje de molestar.

—Si sabes que volverá, ¿verdad? —preguntó Lena, arqueando una ceja, su reproche vino acompañada de una ligera risa.

—Sí. Y si vuelve a molestar lo volveré a hacer —respondió Badir, advirtiendo lo que pasaría. Soldado avisado no muere en guerra, o algo así era.

Antes de que Lena pudiera decir algo, una campana resonó por la habitación, su sonido llenando la sala.

—Esa es la campana que notifica que debe darse un secreto, aunque, en mi perspectiva, se parece más a una curiosidad —dijo Elián, recordando con cierta nostalgia eventos que nunca hizo.

—Según el informe, la primera curiosidad que dieron sus versiones anteriores fue el emparejamiento favorito de Elián —Lena leyó la información, en su voz no había atisbo de sorpresa, era esperable.

—¿El mío? —preguntó Elián, señalándose a sí mismo con confusión—. ¿Solo el mío? ¡¿Por qué tengo que ser el único expuesto?!

—Bueno, ahora puedes hacerlo junto a tu hermano —añadió Lena, sonriendo ligeramente.

—¿Qué? —preguntó Badir, sin entender la razón por la que debería participar.

Lena mantuvo la sonrisa y, con un codazo, silenció a Badir.

—Agh —profirió Badir, adolorido y molesto por el daño físico innecesario que recibió.

Badir refunfuñó, disgustado por tener que participar en la primera curiosidad. Ni siquiera sabía qué decir.

—Mi hermano no es suficiente —Elián negó y, cruzándose de brazos, frunció el ceño—. Si digo mi emparejamiento favorito, todos aquí haremos lo mismo.

—Elián, no es por no querer participar, pero no me he involucrado lo suficiente con ese mundo. Ciertamente tengo, en mi base de datos, información. Pero no tengo una visión muy amplia de las parejas —dijo Lena, sincerándose un poco.

—Pero puedes ver imágenes, ¿no? —dijo Elián, su tono lleno de esperanza—. Eso significa que al menos uno te puede agradar estéticamente.

—Si se trata de estética supongo que yo también podría dar uno —admitió Lena, resignándose para que Elián no haga un berrinche.

—Así me gusta —Elián asintió, dejando de cruzar sus brazos, una sonrisa en su rostro—. Si caigo yo, caemos todos.

Badir parpadeó, no comprendiendo la necesidad de su hermano de que todos den un dato tan insignificante como un emparejamiento favorito. Que tampoco es que le importe mucho revelar, la verdad.

Elián miró a Badir, una pregunta colgando en el aire entre ellos.

—¿Quién empieza? —preguntó, su voz llena de una mezcla de anticipación y nerviosismo.

Badir levantó levemente la mano, una ligera sonrisa juguetona apareció en su rostro normalmente impasible. La oportunidad de molestar a su hermano había aparecido y no iba a desaprovecharla.

—Y ahora les voy a contar un secreto de "The Upper Moons React" —dijo, su voz llena de un tono misterioso—. El emparejamiento favorito de Elián es el GiyuShino.

El rostro de Elián se tornó de un leve color rojizo, sus mejillas ardían y, en búsqueda de sentirse protegido, ocultó su rostro con sus dos manos.

—¡Se suponía que dirías el tuyo, no el mío! —protestó, su voz ahogada por sus manos.

Badir rio suavemente, su sonrisa desapareció brevemente, pero no del todo.

—Ah sí, por alguna razón, cuando rememora el emparejamiento GiyuShino tiene malos recuerdos —añadió, su tono era bastante burlón para ser una persona aburrida la mayor parte del tiempo.

Elián negó con la cabeza, su rostro aún oculto.

—¡No lo hace! —mintió, su voz apenas un susurro.

Badir se encogió de hombros, volviendo a aparecer una sonrisa en su rostro poco expresivo.

—Hmmm. A mí se me hace que Dōma tiene hambre —dijo, fingiendo tener un gran apetito por mariposas.

Elián levantó la cabeza, su rostro aún rojo.

—¡No~! ¡Puto Dōma! —exclamó, actuando de forma dramática a ojos de los presentes.

Badir esbozó una sonrisa leve, un gesto que provocó una sensación de inquietud en Lena. Era extraño, pero ese día Badir había demostrado más expresividad que en todo el mes anterior.

—Mi emparejamiento favorito es el InoAoi y el DouKoto —reveló el mayor de los hermanos, su voz llena de una extraña calma—. Normalmente no suelo leer romance, pero esos cuatro me producen una sensación de familiaridad.

Supongo que las dinámicas de esas parejas las asocia con las que ocurren en su familia —Lena pensó, manteniendo una expresión neutra.

Elián, recuperando su compostura, se volvió hacia Lena.

—Lena, sigues tú —dijo, su voz firme y decidida—. ¿Cuál te gusta estéticamente?

Lena se tomó unos segundos, pensando en su posible respuesta.

—Uno que me agrade estéticamente —murmuró, antes de asentir para sí misma—. Me gusta el de la chica de pelo rosa con el niño demonio.

Ella no sabía cómo se llamaba ese emparejamiento. Había muy poco material en su base de datos personal. Solo eran unas diez imágenes que Badir le dio como regalo porque, según él, le iba a gustar. Lo hizo, aunque no sabía quiénes eran.

Elián parpadeó, sorprendido.

—¿Qué? —preguntó, confundido por tal descripción—. Hermano, ¿sabes a quién se refiere?

Badir asintió, sin darle mucha importancia.

—Mitsuri y Zohakuten —respondió—. Seguramente sean esos dos.

Elián volteó a ver a Lena, quien sonreía mientras se encogía de hombros.

—¡¿Perdón?! —exclamó, incrédulo por el hecho de que Lena, siendo alguien tan formal, tuviera gustos estéticos tan cuestionables.

Que conveniente... una chica ingenua y un niño que se miente a sí mismo hasta el punto de que tiene la realidad completamente alterada —pensó Badir, una sonrisa ligeramente visible en su rostro; sí, se parecían.

Era evidente que a Lena le iba a gustar ese emparejamiento cuestionable. Después de todo, esos dos, en cierta forma, y obviando muchos detalles y factores, podrían parecerse a Nero y a la propia Lena.

Él, siendo el resultado de las cualidades negativas, tendencias destructivas e inclinaciones perversas de Nero, siente cierta diversión al pensar en la ironía de esa relación. Mientras ella gustaba de él, ese niño estaba sucumbiendo ante una envidia que lo haría querer acabar con la existencia de la chica.

—Badir, deja de mirarme como una trastornada —Lena comentó, viendo la leve expresión en el rostro del chico—. Que, entre tú y yo, tú estás peor.

—Je. Bueno, la reacción de mi hermano dice lo contrario —respondió Badir, su tono lleno de diversión.

Elián negó levemente, tratando de convencerse a sí mismo.

—Bueno, supongo que es por la estética —masculló, su voz tenía ciertos resquicios de negación—. ¡No se pierdan el próximo episodio!

Recuento de palabras: 20.856

Publicado: 02/Abril/2024

Editado: ???

El prólogo ha llegado a su fin... ¿Por qué? ¡Porque yo estoy aquí!

Dejando a un lado la referencia, quiero darles una cálida bienvenida a esta historia de temática Watching, donde los protagonistas son las lunas superiores cuando aún eran humanos, así como las personas que se relacionan directamente con ellos.

Para los recién llegados, sí, en efecto, esta es una segunda versión de la historia que escribí hace dos años. De hecho, la primera vez que escribí y publiqué la versión original de esta historia fue en los primeros días de abril de 2022.

Si no contamos el prólogo, el primer capítulo fue publicado el 13 de abril, por lo que estamos relativamente cerca del aniversario de dos años de ese capítulo. Pero, dejando de lado ese tema, me gustaría plantear una pregunta.

¿Cuál prefieren que sea el orden de las reacciones?

Inicialmente, estaba pensando en reescribir las cinco primeras reacciones de la historia original y luego irme desviando de esta al añadir sus sugerencias.

Por lo tanto, la estructura sería así: una reescritura del capítulo 1 de la versión anterior de la historia, dividida en dos episodios debido a su extensión. En consecuencia, el primer capítulo sería la introducción al concepto de los demonios y el segundo sería la historia de Muzan vista en la temporada 3.

El tercer capítulo sería una reinterpretación del episodio "¡Hace mucho tiempo atrás!" porque el video que vieron en ese entonces ya no está disponible. Este capítulo serviría de introducción para el cuarto, que sería el rap de las respiraciones.

El quinto capítulo, aunque aún tengo mis dudas, podría ser una elección entre los Fan Arts de Gyūtarō y Ume, y el doujinshi de Dōma y Kotoha. Sin embargo, esta es solo una planificación inicial.

Si lo prefieren, pueden decirme si prefieren que siga esta organización o, en cambio, reaccionen a cosas nuevas desde el principio. Es decir, podríamos hacer una pequeña introducción a los demonios y luego reaccionar a otro tipo de contenidos. Al final, aún no he tomado una decisión definitiva.

Bueno, con esto, me despido por el momento. Quiero agradecerles por su paciencia y comprensión. Lamentablemente, no he tenido mucho tiempo para escribir debido a varias responsabilidades ineludibles. Sin embargo, valoro enormemente su apoyo y paciencia durante este tiempo. 

¡Hasta la próxima!

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