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ᴘᴀꜱᴛɪʟʟᴀ ᴅᴇʟ ᴅɪ́ᴀ ꜱɪɢᴜɪᴇɴᴛᴇ

ᴘᴀꜱᴛɪʟʟᴀ ᴅᴇʟ ᴅɪ́ᴀ ꜱɪɢᴜɪᴇɴᴛᴇ



BANGCHAN'S POV:

Santo cielo, ¿qué ocurrió anoche?

Me despierto en un hotel que, si no me equivoco, pertenece al padre de Han. Ahora mismo, me encuentro acostado junto a mi encantador novio, Seungmin, quien me abraza por la cintura, durmiendo profundamente, como si nada hubiera sucedido.

Lo último que recuerdo es haber tomado un cóctel de uva, embriagarme y salir a la pista de baile con Seungmin. Después de eso, todo se vuelve confuso, como si mi mente se hubiera cubierto con un velo impenetrable. A juzgar por la situación en la que estamos ahora, es probable que hayamos tenido sexo.

Lo que me preocupa más es que no utilizamos protección. Recuerdo con claridad que fui yo quien insistió en que no era necesaria, confiando en la posibilidad de conseguir una pastilla del día siguiente. No obstante, sé bien que esos métodos no son siempre infalibles, y la incertidumbre me consume. Ni siquiera quiero imaginar la posibilidad de que Seungmin y yo... No, es mejor no pensar en ello.

Me levanto de la cama apresuradamente y me dirijo al baño. Me desvisto con prisa y entro a la ducha, permitiendo que el agua fría recorra mi piel, como si fuera capaz de arrastrar mi ansiedad con ella. Cierro los ojos, intentando encontrar algo de alivio en el sonido del agua cayendo.

Cuando termino, me envuelvo la cintura con una toalla y regreso a la habitación. Para mi sorpresa, Seungmin ya está despierto, sentado en la cama con una expresión seria y pensativa, mirando fijamente la pared. Nuestros ojos se encuentran y, en ese instante, siento un nudo en el estómago.

Llevamos tres años juntos, pero aún no logro acostumbrarme a su mirada cuando está molesto. Esa mirada penetrante, capaz de hacerme sentir vulnerable, como si pudiera leer mis pensamientos más ocultos. Se levanta lentamente, toma una bata y se la pone mientras cruza los brazos, sin apartar la vista de mí.

Maldición... esto no pinta bien.

—Christopher Bang...

Mi nombre completo. Estoy perdido, no hay vuelta atrás. D.E.P.

—¿Qué demonios hiciste ayer? —pregunta, su tono cargado de reproche.

—Seungmin, amor...

—¡Respóndeme!

—Seung... ¡Estaba borracho!

—¡Eso no lo justifica!

—¡Pero lo hemos hecho así otras veces!

Seungmin se queda en silencio, mirándome de pies a cabeza con esa expresión de desaprobación que me hace sentir más pequeño. Sin decir una palabra más, se dirige al baño, dejándome solo en la habitación con mi propio remordimiento.

Desde la habitación, el suave pero constante ruido del agua cayendo se mezcla con lo que parece un gruñido apagado. Probablemente es Seungmin, desahogando su frustración en la ducha. Me quedo inmóvil, mirando hacia la puerta del baño, mientras mi mente sigue procesando lo que acaba de pasar. ¿Debería sugerirle que vayamos a la farmacia a comprar las pastillas? Esa sería la opción más responsable. Sin embargo, sé perfectamente que en este momento no es la mejor idea.

Seungmin está molesto, y con razón. Si le sugiero ahora lo de la pastilla, probablemente me enfrente a su enojo más directo, y no sé si estoy listo para lidiar con eso. No me extrañaría que, con una sola frase, me mandara al exilio emocional, como ya ha hecho otras veces cuando discutimos seriamente.

Me empiezo a cambiar rápidamente, intentando centrarme en la tarea de vestirme, aunque mi cabeza está en otra parte. Me pongo una camisa, pero mis manos tiemblan al abotonarla, y cada botón parece un desafío. Maldición, no puedo concentrarme.

Entonces, de repente, un sonido fuerte rompe el silencio que había entre el ruido de la ducha: algo ha caído en el baño. El golpe es tan abrupto y fuerte que me paralizo por un instante, mi respiración se corta y mi corazón comienza a latir descontroladamente. Miles de escenarios pasan por mi mente en cuestión de segundos, desde un simple desliz en la ducha hasta algo más grave.

¿Qué pasó? ¿Se habrá resbalado?

Mi cuerpo reacciona antes de que mi mente lo haga, y en un impulso, corro hacia la puerta del baño. La abro con brusquedad, sintiendo un nudo en el estómago, temiendo lo peor. La habitación está cubierta de vapor, y el calor del agua se mezcla con la humedad en el aire, dificultando la visibilidad. Mis ojos recorren el lugar con rapidez, buscando a Seungmin, intentando ver si está bien.

Mi corazón late tan fuerte que siento el eco en mis oídos, y un frío inexplicable se apodera de mí, a pesar del calor sofocante del baño.

Y entonces lo veo: Seungmin está tirado en el suelo, con una pequeña corriente de sangre recorriendo su frente. Mi corazón se detiene, y un grito ahogado se queda atrapado en mi garganta. La imagen es desgarradora y provoca un torrente de pánico en mi interior.

—¡Seungmin! —exclamo, corriendo hacia él, dejando de lado cualquier consideración sobre mi propia seguridad. Me arrodillo a su lado, tratando de evaluar la situación mientras el vapor de la ducha me envuelve, creando una atmósfera casi surrealista.

Sus ojos están cerrados y su respiración es irregular. Esto no puede estar pasando. Una oleada de miedo me recorre, y mis manos tiembla al acercarse a su frente, donde una herida superficial deja escapar el rojo vital que me asusta aún más.

—¿Seungmin? —lo llamo de nuevo, suavemente, tratando de que reaccione. El eco de mi voz resuena en el baño, pero él no responde.

Con cada segundo que pasa, la ansiedad se apodera de mí. No sé qué hacer. ¿Debo moverlo? En ese momento, cada pensamiento racional se escurre de mi mente, como el agua que cae en la ducha. Finalmente, después de un largo suspiro, coloco una mano sobre su hombro, sintiendo el calor de su piel.

—Por favor, despierta... —susurro, sintiendo cómo mi voz se quiebra.

Poco a poco, sus párpados comienzan a abrirse, revelando sus ojos, que parpadean con confusión. El alivio me inunda, aunque el temor no desaparece del todo.

—¿Qué... qué pasó? —murmura, su voz apenas un susurro.

—Te caíste... —le explico, mientras trato de mantener la calma, a pesar de que el pánico burbujea dentro de mí—. Estás herido.

Se lleva la mano a la frente y siente la sangre. La expresión en su rostro cambia rápidamente de confusión a preocupación, y me mira a los ojos, notando la gravedad de la situación.

—Lo siento, no debí... —comienza a decir, pero lo interrumpo.

—Ahora no, primero tenemos que atender esto. Vamos a buscar ayuda —le digo, sintiendo que la adrenalina comienza a fluir en mis venas.

Con cuidado, ayudo a Seungmin a sentarse, asegurándome de que no pierda el equilibrio. No puedo permitir que esto se vuelva más grave.

—¿Puedes ponerte de pie? —pregunto, mi voz llena de urgencia.

Asiente lentamente, y juntos, hacemos un esfuerzo por levantarnos. Mi mente ya está enfocada en lo que debemos hacer: salir de aquí, conseguir ayuda y, por encima de todo, asegurarme de que Seungmin esté bien.

Cuando finalmente logramos salir de la habitación, me aferro a la idea de que todo va a estar bien. Cada paso es un desafío, ya que Seungmin parece tambalear ligeramente, pero no le suelto el brazo. Mi corazón palpita con fuerza en mi pecho mientras lo ayudo a cambiarse. Las manos me temblaban un poco, así que lo hago con cuidado, asegurándome de que no sienta más dolor del que ya lleva. Su rostro, todavía pálido por el susto, se ilumina con una sonrisa tenue cuando le paso la camiseta.

—Gracias —murmura, sus ojos reflejando una mezcla de gratitud y un rayo de humor, a pesar de la situación. Es una señal de que, a pesar de todo, aún hay una chispa de la persona que amo.

—No es nada, solo asegúrate de no caerte de nuevo —le respondo, tratando de hacer una broma, aunque mi voz tiembla un poco. La preocupación me consume, y aunque quiero que se sienta mejor, no puedo evitar la sombra de temor que se cierne sobre mí. La herida en su frente me recuerda lo vulnerable que es.

Después de que se viste, me aseguro de que esté lo más cómodo posible antes de llevarlo a la enfermería del hotel. Cada paso que damos es una pequeña victoria, pero el camino se siente eterno. Mientras caminamos, no puedo evitar mirar de reojo, buscando señales de que su estado está mejorando.

El pasillo es largo y la luz del sol se filtra a través de las ventanas, creando un contraste con la oscuridad que siento en mi interior. Seungmin se mueve con cuidado, y cada vez que parece perder el equilibrio, mi corazón se acelera, temiendo que vuelva a caer.

—¿Estás bien? —pregunto, manteniendo mi voz baja y calmada, aunque internamente estoy en un torbellino de emociones.

—Un poco mareado, pero creo que podré con esto —responde, y su voz tiene un tono de determinación que aprecio, aunque también me preocupa que trate de ser fuerte para no preocuparme más.

Finalmente llegamos a la enfermería, y el olor a desinfectante me golpea de inmediato. Es un recordatorio de la fragilidad de la vida, y mi ansiedad aumenta. La enfermera, Oh Haewon, una hermosa alfa que conozco desde la prepa, al vernos, se acerca rápidamente, notando la herida en la frente de Seungmin.

—¡Oh, por Dios! —exclama, llevando una mano a la boca—. ¿Qué ocurrió?

—Tuvo un accidente en la ducha —le explico, tratando de mantener la calma mientras Seungmin se sienta en la cama de examen.

Haewon comienza a examinarlo, y yo me quedo a su lado, sintiendo cómo la tensión se aferra a mi pecho. Quiero que todo esté bien, que esto sea solo un mal recuerdo. Mi mente está llena de preguntas: ¿Será grave? ¿Necesitará puntos?

Mientras ella limpia la herida y comienza a aplicar un vendaje, me doy cuenta de que no solo estoy preocupado por la herida física. Hay un profundo temor de que este accidente pueda cambiar algo entre nosotros. No quiero que Seungmin sienta que ha sido un error estar conmigo.

Finalmente, Haewon termina y le dice que solo fue un corte superficial, que necesitará descansar y que aplicará un ungüento en la herida para acelerar la curación. Un suspiro de alivio escapa de mis labios.

—Ves, no es nada serio —le digo a Seungmin, aunque mi voz aún tiembla un poco. Él sonríe levemente, y en ese momento, sé que todo estará bien.

—Gracias por estar aquí —me dice, su mirada fija en la mía. Hay un brillo de agradecimiento que me hace sentir como si, a pesar de todo, estamos juntos en esto.

Con el corazón un poco más ligero, sé que juntos enfrentaremos cualquier cosa, incluso los días más oscuros.

Pero en este momento no es tiempo para poesía. No voy a comenzar a hacer un soneto sobre el amor y las heridas, porque lo último que necesito es que Seungmin se ponga a reírse y me mande de vuelta a la cama, donde ya estuve por suficiente tiempo para saber que el único soneto que quiero escuchar es el que se recita en un spa, mientras me relajan con un masaje.

En lugar de eso, decido concentrarme en lo que realmente importa: asegurarme de que Seungmin esté bien y que no se haya roto nada más que su orgullo.

—Así que, ¿quieres que te compre un helado o algo así después de esto? —le pregunto, intentando aliviar la tensión con un toque de humor—. Puede que no cure la herida, pero al menos servirá para que no pienses en ella.

Seungmin arquea una ceja, y aunque parece que está a punto de rebatirme, una pequeña sonrisa se asoma en sus labios. Ese es el Seungmin que conozco y amo: siempre capaz de encontrar un rayo de luz en medio del caos.

—¿Helado? ¿Y crees que eso hará que se me pase el mareo? —responde, pero su tono es más juguetón que serio.

—Claro, un buen helado puede curar casi cualquier cosa —replico, alzando las manos en un gesto teatral—. ¡Es una medicina universal! Además, tengo la teoría de que el chocolate es un analgésico natural.

—¿Así que te has convertido en médico de repostería? —me dice, riendo suavemente, lo que me hace sentir como si la tensión que había entre nosotros se disolviera un poco más.

—Exactamente. De hecho, tengo un diploma colgado en la nevera, junto a las recetas de pasteles —le contesto, con una sonrisa burlona—. Un helado puede no solucionar todo, pero, al menos, hará que olvides que te caíste de la ducha como si estuvieras en una película de comedia.

Seungmin se ríe más abiertamente ahora, y me doy cuenta de que, aunque el ambiente aún tiene su carga de seriedad, el humor puede ser un bálsamo en estos momentos difíciles. Nada como una buena risa para aliviar el estrés.

—Te prometo que la próxima vez tendré más cuidado —dice, recuperando la compostura mientras la enfermera termina de ponerle el vendaje.

—Sí, por favor. No quiero que te conviertas en un experto en caídas y accidentes. —hago una pausa, poniendo una mano sobre mi pecho en un gesto exagerado—. Ya tengo suficiente drama con tu rostro lleno de sangre.

Se ríe de nuevo, y por un instante, el mundo parece un lugar menos sombrío. Estamos juntos en esto, y aunque las cosas no siempre salgan como planeamos, sé que siempre podremos encontrar algo de luz en medio de la tormenta.

Esperen... Me he dado cuenta de que me estoy poniendo muy poético, y eso en mí no es bueno. Normalmente soy más serio, no suelo divagar en estos pensamientos profundos, y sentirme así es raro. Salimos de la enfermería, y aunque hace un momento Seungmin estaba riendo, ahora siento que su molestia ha regresado. Es como si ese pequeño momento de alivio no hubiera sido suficiente para borrar la tensión que se cuela entre nosotros. Decido que es mejor intentar romper el hielo, tal vez así las cosas se calmen.

—Cariño, ¿deseas ir a la farmacia? Deberíamos comprar una pastilla del día siguiente —le digo con el tono más neutral que puedo, aunque en mi interior estoy cruzando los dedos para que no lo tome mal.

Sin embargo, por la forma en que sus ojos se entrecierran y su mandíbula se tensa, me doy cuenta de que, probablemente, esa fue la peor pregunta que pude haber hecho.

—¿O sea, te atreves a insultarme en la mañana, y ahora vienes con la pregunta más estúpida del mundo? —responde, su voz cargada de indignación. Claramente, no está para bromas.

—Pero ni siquiera te dije nada esta mañana... —trato de defenderme, un poco atónito por el giro de su humor. A veces siento que hablo con un volcán en plena erupción.

—¡No me importa! Igual, vamos —dice, cruzando los brazos mientras avanza decididamente hacia la puerta. Parece que no hay espacio para la negociación en este momento.

Y entonces, en medio de todo esto, me cae la ficha. Esperen... también me acabo de dar cuenta de que Seungmin está mostrando unos síntomas no tan buenos... Ya he pasado por esto antes, y estos cambios repentinos de humor solo pueden significar una cosa: la llegada de su celo.

Mierda. Eso no es bueno.

Si hay algo peor que un Seungmin enfadado, es un Seungmin enfadado en pleno celo. Eso significa que las probabilidades de que algo más pase entre nosotros son más altas, y bueno... Mejor ni pienso en ello. Su celo es lo más irritante de este mundo, y sus cambios de humor lo convierten en una bomba de tiempo que, honestamente, no estoy seguro de cómo desactivar.

Ayuda.

Mientras caminamos hacia la farmacia, el aire se siente denso, como si cada paso que doy me acercara más a una conversación que preferiría evitar. El silencio entre nosotros es casi tan fuerte como las olas de feromonas que Seungmin parece estar emanando, y eso no me da precisamente tranquilidad.

—Mira, sé que no fue la mejor forma de decirlo, pero... —trato de empezar, buscando un hueco en la muralla emocional que parece haber levantado—. Solo quiero que estemos seguros.

—¿Seguros? —Seungmin se detiene en seco y se gira para mirarme, sus ojos oscuros brillando con algo que va más allá del enojo habitual. Oh no, aquí viene. Es esa mirada que me dice "estás a un comentario más de empeorar las cosas"—. ¿Crees que no me doy cuenta? ¡Lo que realmente quieres es evitar problemas!

Siento una gota de sudor resbalar por mi espalda. Trato de responder, pero Seungmin continúa, cruzando los brazos con ese gesto que solo utiliza cuando está a punto de soltar una verdad incómoda:

—¡Es que no confías en mí! Piensas que soy un peligro caminante cada vez que pasa esto —señala hacia sí mismo, refiriéndose, sin duda, a su celo—. ¡Y eso no es justo!

—No, no, no es eso —me apresuro a aclarar, sintiendo cómo el sudor frío se acumula en mi nuca—. Es solo que... ¿Recuerdas lo que pasó la última vez? —Sé que no debería haberlo dicho, pero ya es tarde, las palabras han salido.

Y ahí está, la explosión. Su ceño se frunce, y antes de que pueda continuar, me interrumpe:

—¡Por supuesto que lo recuerdo! No me lo recuerdes cada vez que tienes la oportunidad, Christopher. No necesito un recordatorio constante de cada pequeño error. ¡No soy perfecto, pero al menos trato de no meter la pata cada cinco minutos!

—¿Cinco minutos? —murmuro, pero no lo suficientemente bajo como para que él no lo escuche.

Su mirada de "voy a hacer que te arrepientas" me deja claro que estoy en terreno peligroso. Pienso rápido, intentando cambiar de tema antes de que me convierta en el enemigo público número uno.

—Sabes qué... helado. Hagamos una parada por helado primero —suelto, con la esperanza de que eso desinfle un poco la tensión.

Seungmin me mira como si hubiera perdido la cabeza, pero parece que la idea del helado le da una pausa, aunque no estoy seguro de si eso es buena señal o solo una tregua temporal. Decido no arriesgarme más.

La farmacia finalmente aparece ante nosotros, con su brillante letrero que parece burlarse de la situación. Sus luces fluorescentes titilan ligeramente, como si estuvieran tan incómodas como yo. Seungmin camina directamente hacia la puerta automática, con la misma determinación de alguien que va a enfrentar una batalla. Me mantengo un par de pasos detrás, intentando pensar en las palabras correctas para cuando todo explote... porque, vamos, es Seungmin en celo y yo, sin ninguna táctica de evasión.

El aire dentro de la farmacia está frío, tan frío que hace que los pelos de mi nuca se ericen, o quizá solo sea el hecho de que mi novio alfa está a punto de comprar una prueba de embarazo.

Seungmin se detiene frente al pasillo equivocado y frunce el ceño.

—¿Dónde están las pruebas? —murmura, claramente molesto por no encontrar lo que busca de inmediato.

—Eh, creo que están en el pasillo de... cosas embarazosas —trato de bromear, pero su mirada me fulmina. ¡Genial! Otra broma mal recibida.

Caminamos hacia el pasillo correcto, y ahí están, perfectamente alineadas, como pequeñas cajas del destino. Me siento un poco mareado. Seungmin estira la mano y agarra una caja con toda la naturalidad del mundo, como si estuviera eligiendo un paquete de chicles. Yo, en cambio, me quedo mirándola como si fuera una bomba de relojería a punto de explotar en nuestras vidas.

—Listo —dice con esa voz neutral que me pone nervioso.

—¿Eso es todo? —pregunto, porque claramente no he aprendido cuándo callarme.

—¿En serio, Cristopher? —exclama, indignado, pero, después, me devuelve la mirada—Ahora que lo pienso bien... Vamos a comprar pastillas del día siguiente, sígueme.

Vamos a donde está Jennie. Seungmin me empuja hacia la caja, como si yo tuviera que ser el responsable de comprar las pastillas. Aunque, en el fondo, sé que eso es exactamente lo que él quiere que haga. A medida que me acerco a la enfermera, siento que mi respiración se acelera, como si estuviera a punto de presentar un examen final en el que no estudié.

—Píldo...ra...del...siguie...nte —tartamudeo, mientras Seungmin me observa con una expresión seria que no ayuda en lo más mínimo a calmar mis nervios.

—¿Disculpe? —pregunta la enfermera, frunciendo el ceño en un intento de entender.

—Una píl...dora del día sigui...ente —insisto, luchando contra mi propio nerviosismo.

—No lo entiendo.

—Píldora del día sigue...nte —repito, sintiendo cómo la frustración comienza a apoderarse de mí.

—Aún no lo entiendo.

—Píldora del día siguiente —por fin logro articular, sintiéndome como un idiota ante la enfermera. La calidez de la vergüenza me inunda.

—No puedo vendérsela —me responde, y eso me deja completamente atónito.

—¿Por qué no? —pregunta Seungmin, indignado, su mirada se vuelve afilada como un cuchillo.

—Porque no es Omega, señor —dice la enfermera con un tono profesional, y siento cómo Seungmin se ríe a mis espaldas, lo que solo aumenta mi mortificación.

—Tienes que comprarla tú —le digo a Seungmin, y veo cómo su cara se transforma, los músculos de su mandíbula tensándose con enojo y desagrado.

—¡¿Qué?! ¡¿Por qué?! —se queja, su tono es de pura incredulidad—. Esto es tan humillante.

—No hay de qué avergonzarse... —trato de calmarlo, aunque mi propia incomodidad se siente como un peso extra sobre mis hombros—. Y quiero que sepas que... si estás embarazado y decides conservar al bebé, dejaré la universidad, trabajaré y los proveeré a los dos.

Solo me mira, y en lugar de responder, se acerca a Jennie, como si quisiera escapar de la conversación.

—¿Cuándo tuvo relaciones? —pregunta ella con una seriedad que sólo añade a la tensión del momento.

—Anoche, obviamente —responde Seungmin, como si eso pudiera hacer que la situación sea menos embarazosa.

—¿Usó anticonceptivos?

—Sí... eso creo... —miente, descaradamente, y me sorprende su falta de escrúpulos.

—Se perdió el profiláctico —dejo de hablar al darme cuenta de que he dicho más de lo que debía—. Perdón, no estoy aquí.

—¿Cuándo tuvo su último ciclo?

—Hace un mes.

—¿Ha tomado antes el anticonceptivo de emergencia?

—¡No! —exclama indignado—. ¿Por qué siempre me preguntan eso? ¡No soy una zorra! ¿Me dará la píldora o no?

—Son 2000 wones.

—Fue su pene, así que él paga —declara, señalándome y dejándome mudo. Su mirada es como un rayo que fulmina todo a su paso, y no puedo evitar sentir que estoy en el centro de una tormenta.

—Si... —murmuro, resignado a mi destino.

—No le diga a nadie que estuve aquí —le dice a Jennie, su tono se suaviza, pero solo un poco.

—No tengo idea de quién seas —responde Jennie, levantando una ceja, y parece divertirse con la situación.

—Eso es imposible, todos saben quién soy —replica

Agradezco que la enfermera Jennie se haya quedado callada. La tensión en la sala se había vuelto casi insoportable, y su silencio fue un alivio inesperado. Nos vamos de la farmacia y nos dirigimos hacia casa. Seungmin dejó su anterior trabajo, si es que se le puede llamar así; servía en un prostíbulo para alfas adinerados, un entorno que a menudo se siente más como una prisión que como un lugar de empleo.

Un día, decidí ir a aquel lugar. En ese momento, tenía el dinero que me habían dado mis padres cuando me independicé, pero lo gasté yendo a ese lugar, atraído por la curiosidad y la necesidad de entender lo que realmente ocurría allí. El primer omega en el que me fijé fue Seungmin. No solo era atractivo, sino que además poseía una amabilidad genuina que me atrapó de inmediato. Siempre me daba su atención, haciéndome sentir especial en un mundo donde muchos eran tratados como objetos.

Sin embargo, todo cambió cuando, en una conversación profunda, me contó lo que realmente le hacían a los omegas y betas en aquel lugar. Sus palabras estaban cargadas de dolor, y al escuchar su relato, un profundo sentido de indignación brotó en mí. No dudé en actuar; mi instinto de protección se activó de inmediato. Denuncié el prostíbulo, tomando la decisión de no permitir que otros sufrieran como él lo había hecho.

Lo saqué de allí y lo llevé a terapia, donde comenzó a reconstruir su vida, paso a paso. A medida que avanzaba en su recuperación, le presenté a mis amigos, quienes lo recibieron con los brazos abiertos. Quería que se sintiera amado y valorado, porque merecía mucho más que lo que había experimentado. Después, lo inscribí en la universidad, dándole la oportunidad de forjar su propio futuro. Finalmente, Seungmin se mudó conmigo a Maple Tower, un bonito complejo de departamentos a las afueras de la universidad, donde finalmente encontró un hogar seguro y acogedor.

Recuerdo que cuando entramos a la universidad, le pedí que fuera mi novio. Fue un momento que, hasta hoy, permanece grabado en mi memoria con una nitidez sorprendente. Ambos habíamos pasado por tanto, y parecía que aquel día era el punto culminante de todo lo que habíamos construido juntos.

Estábamos en el campus, bajo un árbol que había sido nuestro lugar habitual para escapar del bullicio. El viento soplaba suavemente, y aunque el ambiente era tranquilo, mi mente estaba llena de incertidumbre. Sabía que Seungmin necesitaba tiempo, que su pasado era una carga pesada que aún no había soltado del todo, pero mi deseo de estar a su lado era más fuerte que cualquier duda. Lo miré a los ojos, y por un segundo, sentí que el mundo entero se detenía.

—¿Quieres ser mi novio? —le pregunté, con la voz apenas controlada, tratando de no sonar nervioso, aunque en el fondo, lo estaba.

Seungmin se quedó en silencio durante unos instantes que parecieron eternos. Yo podía sentir mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho, como si esperara un veredicto crucial. Sabía que estaba pidiéndole más de lo que podría parecer a simple vista. No era solo un título, era un compromiso, un paso hacia algo que ambos sabíamos que no sería fácil.

Finalmente, esbozó una sonrisa pequeña, una que me transmitió más de lo que las palabras podrían decir en ese momento. Me respondió que sí, pero lo hizo con esa cautela característica que siempre ha tenido cuando se trata de entregarse por completo. Sabía que, para él, decir "sí" no era simplemente aceptar una relación, sino confiar en que podía dejar atrás los fantasmas de su pasado.

Ese día marcó el inicio de una nueva etapa para nosotros. No era solo un comienzo romántico; era el primer paso hacia la construcción de algo más profundo, algo que nos uniría no solo como pareja, sino como compañeros en la lucha de superar el dolor y las cicatrices que llevábamos dentro. Desde ese momento, aunque sabía que nuestro camino no estaría libre de desafíos, sentí que juntos podríamos enfrentarlo todo.

Y así es como llegamos hasta aquí. A veces me pregunto cómo es que hemos sobrevivido hasta ahora, porque lo que comenzó como una relación llena de comprensión mutua, ha derivado en una especie de guerra fría doméstica. No es que no nos amemos, eso sigue intacto, pero nuestra relación ha adquirido un toque... pasivo-agresivo. ¿Y por qué? Pues, honestamente, porque somos dos cabezotas que nos peleamos por las cosas más ridículas del mundo.

El mejor ejemplo, y probablemente el más absurdo, fue el del último sándwich de pollo en la nevera. Sí, así de bajos han caído nuestros conflictos. No estamos discutiendo sobre filosofía ni sobre la política mundial; estamos a punto de sacar los guantes de boxeo por un miserable sándwich.

Ese día, Seungmin me miró con una mezcla de incredulidad y furia contenida, como si hubiese cometido un crimen de lesa humanidad.

—¿De verdad crees que puedes comerte mi sándwich? —me dijo con ese tono de quien ya ha perdido toda fe en el sentido común.

Y yo, siendo la brillante mente estratégica que soy, le respondí con total calma:

—Bueno, técnicamente, quien lo encuentra primero tiene derecho a él, ¿no?

Ahí comenzó el apocalipsis del sándwich de pollo. Las miradas fulminantes, el silencio tenso, y cada movimiento que hacíamos en la cocina era calculado como si estuviéramos en medio de una partida de ajedrez mortal. Al final, el sándwich quedó ahí, olvidado, seco y probablemente inedible, mientras ambos nos retirábamos a nuestras esquinas como si hubiéramos ganado una victoria moral.

Esto no es un caso aislado. Nos peleamos por el control del termostato como si de ello dependiera el destino de la humanidad. Otras veces, una cucharita olvidada en el fregadero puede desencadenar un debate sobre la responsabilidad compartida que ni Platón podría resolver. No, nuestra relación no es perfecta, y sí, a veces las pequeñas cosas nos sacan de quicio, pero en el fondo, seguimos ahí, eligiéndonos cada día, incluso cuando la discusión más acalorada del mes gira en torno a un sándwich de pollo.

Al final, el humor es lo que nos salva. Porque, aunque nos pongamos dramáticos por el sándwich o el estado de los platos en la cocina, siempre terminamos riéndonos de lo absurdo de la situación. Y quizás eso es lo que hace que todo valga la pena: saber que, incluso en las peleas más tontas, el amor sigue ahí, escondido entre la rabia y las risas.

Algo que siempre me ha parecido curioso desde que empezamos a salir es que Seungmin nunca me llama "Bangchan", como lo hace todo el mundo. Él siempre me llama por mi nombre real: Christopher. No es que me moleste, pero es extraño, sobre todo porque ni siquiera mi mamá lo hace. Para todos los demás, soy simplemente "Bangchan", ese nombre que adopté con el tiempo y que se ha convertido en parte de mi identidad. Pero para él, soy Christopher, con todas sus letras.

Es como si, al usar mi nombre de pila, quisiera destacar que me ve de una manera distinta, más cercana, más íntima. Christopher es más personal, más real, y cada vez que lo dice, siento como si me estuviera recordando que, para él, soy más que el personaje que todos conocen. A veces, me pregunto si lo hace conscientemente, si lo dice porque sabe que, en algún nivel, eso me desarma un poco, me saca de esa fachada que suelo mostrarle al mundo.

Por otro lado, también hay momentos en los que escuchar "Christopher" me genera cierta incomodidad. Es un nombre que no uso a menudo, y cada vez que lo escucho en su voz, me recuerda que soy vulnerable con él de una manera que no lo soy con nadie más. Es como si él estuviera llamando a la parte de mí que no le muestro a nadie, la parte que intenta mantener las apariencias pero que, frente a él, simplemente no puede.

Aun así, nunca le he pedido que deje de llamarme así. Tal vez porque, en el fondo, me gusta que sea diferente, que me vea de una manera que nadie más lo hace. Seungmin siempre ha tenido esa habilidad de atravesar las capas que uso como protección y llegar directamente a lo que soy en realidad.

Aunque, a veces, esa "masita" da miedo. Sí, "Christopher" suena muy formal, como si me estuviera regañando por no haber sacado la basura o algo así. Es como cuando tu mamá te llama por tu nombre completo y sabes que hiciste algo mal. Cada vez que escucho "Christopher" salir de su boca, siento un escalofrío recorriéndome la espalda, como si estuviera a punto de dictar sentencia.

Es gracioso, porque no importa qué tan serio o tranquilo esté el momento, en cuanto suelta ese nombre, sé que debo prepararme para algo. Puede ser un comentario sarcástico, un reclamo escondido, o, peor aún, una mirada de esas que te hacen sentir que deberías haber sabido mejor. La verdad, a veces preferiría que me llamara "Bangchan", así al menos tengo la esperanza de que no se avecina ningún desastre.

Aunque, a veces, esa "masita" da miedo. Sí, "Christopher" suena muy formal, como si me estuviera regañando por no haber sacado la basura o algo así. Pero cuando dice mi nombre completo... estoy frito. Es la señal inequívoca de que algo hice mal, aunque no tenga ni idea de qué. Es como cuando tu mamá te llama usando tu nombre completo, y automáticamente sabes que tu destino está sellado. En esos momentos, hasta las paredes parecen susurrar "¡corre mientras puedas!"

No importa la situación, si escucho un "Christopher Bang" saliendo de su boca, ya sé que estoy a punto de recibir el sermón del siglo. Es una especie de botón de pánico interno que se activa, y ahí no hay escapatoria. Me siento como un niño atrapado haciendo algo que claramente no debería estar haciendo, esperando el castigo que viene. En serio, cuando suelta el "Christopher" completo, me doy por vencido. No hay discusión, solo queda aceptar el destino... con dignidad, si es posible.

Ahora, volviendo al tema. Cuando llegamos al departamento, Seungmin se dirige rápidamente al baño de invitados. Va directo a tomarse esa bendita pastilla y, de paso, hacerse una prueba de embarazo. No puedo evitar fruncir el ceño. Nunca he entendido por qué se va al baño a hacer algo tan sencillo como tomarse una pastilla. Es completamente innecesario y, para ser honesto, me irrita.

Es un espacio que, por naturaleza, no es el más higiénico, y me parece ilógico que, teniendo toda la comodidad del departamento, elija el baño para algo tan simple. No es como si una pastilla tuviera que ser un ritual en un lugar cerrado. Sin embargo, sé que ahora no es el momento de discutir por algo así. Es Seungmin, y a veces tiene sus propias maneras de hacer las cosas. Aunque no las comparta, tampoco quiero empezar otra discusión innecesaria por esto.

Cuando finalmente sale del baño, lo hace con una sonrisa dibujada en la cara. Yo me quedo mirándolo con una mezcla de incredulidad y temor, como si me estuviera enfrentando a los resultados de una prueba de paternidad. Es un momento tenso, donde me siento incapaz de respirar con normalidad, esperando sus palabras como si fueran un veredicto final.

Cuando finalmente sale del baño, lo hace con una sonrisa dibujada en la cara. Yo me quedo mirándolo con una mezcla de incredulidad y temor, como si me estuviera enfrentando a los resultados de una prueba de paternidad. Es un momento tenso, donde me siento incapaz de respirar con normalidad, esperando sus palabras como si fueran un veredicto final.

—La prueba salió negativa —anuncia con tranquilidad—, pero, por precaución, me tomé la pastilla.

Su tono despreocupado contrasta completamente con mi estado mental. Aunque me alivia saber que no hay un bebé en camino, no puedo evitar sentir una punzada de ansiedad. A pesar de todo, Seungmin parece relajado, como si todo esto no hubiera sido más que un pequeño incidente. Mientras tanto, yo todavía estoy procesando lo cerca que estuvimos de algo mucho más grande.

AHORA SÍ, puedo respirar tranquilo. Voy a seguir disfrutando de mi linda juventud sin la preocupación de cambiar pañales o buscar una guardería. Que no voy a tener un hijo con Seungmin es, sin lugar a dudas, lo más bonito que he escuchado en mi vida. Es como si me hubieran quitado un peso de encima, y de repente el futuro se ve mucho más brillante.

No es que no quiera hijos, pero... no ahora, y definitivamente no en medio de esta montaña rusa emocional que llamamos relación. Así que, por el momento, puedo seguir siendo un universitario despreocupado, al menos hasta la próxima catástrofe, que con Seungmin nunca se sabe.

Seungmin se tira en el sofá y me mira. Su expresión es una mezcla de alivio y algo más, como si se estuviera dando cuenta de lo que hemos evitado. Su mirada inquisitiva me recuerda que, aunque hemos dejado atrás esta conversación, todavía hay muchas cosas en el aire que necesitamos abordar.

—¿Así que te sientes mejor? —pregunta, su tono es ligero, pero hay un atisbo de preocupación en sus ojos.

—Mucho mejor. Es como si pudiera volver a respirar —respondo, sintiendo la tensión en mis hombros desvanecerse.

—Me alegra escuchar eso —dice, girándose para acomodarse en el sofá, como si la conversación fuera a fluir más fácilmente en esa posición—. A veces siento que nos estamos ahogando en nuestras propias expectativas.

Exacto. Esa es la esencia de lo que hemos estado tratando de navegar. Las expectativas, las dudas, las presiones externas que vienen con ser jóvenes y estar en una relación. No es fácil.

—No debería ser tan complicado —le digo, tratando de mantener el tono ligero—. Deberíamos disfrutar de este tiempo juntos, como dos idiotas felices que son.

Seungmin ríe, el sonido es como música para mis oídos. Ese es el Seungmin que me encanta, el que sabe reírse de lo absurdo de nuestra situación.

—¿Idiotas felices? —replica, levantando una ceja—. Me gusta cómo suena. Pero ¿y las películas de terror? ¿No piensas que deberíamos hacer algo más emocionante que simplemente ver cómo se derrite el helado en la mesa?

—Podemos hacerlo, pero primero, un poco de comida rápida. ¡Tengo antojo de hamburguesas! —propongo, saltando del sofá como si me hubiera picado una avispa.

—Entonces, a buscar esas hamburguesas —asiente con una sonrisa cómplice—. Pero la próxima vez que tengas sexo conmigo, usamos protección.

Su broma me arranca otra carcajada, y mientras nos dirigimos a la cocina, sé que hemos llegado a un acuerdo tácito. Hoy nos concentramos en el ahora, en reír, en disfrutar de la simplicidad de un fin de semana libre de preocupaciones.

Mientras nos dirigimos a la cocina, la risa de Seungmin resuena en el aire, y por un momento, el mundo exterior se siente lejano y olvidado. Abro la nevera y comienzo a buscar algo de dinero en mi bolsillo, pero no puedo evitar mirar a Seungmin, que está a un lado, con esa sonrisa despreocupada que me vuelve loco.

—¿Qué te parece si, en vez de hamburguesas, pedimos unas pizzas? —sugiero, un plan improvisado que me suena aún más tentador.

Seungmin se inclina contra la encimera, cruzando los brazos con un aire de misterio.

—Hmm, pizza suena bien, pero... ¿qué tal si hacemos una apuesta? —dice, sus ojos chispean con un brillo travieso.

—¿Apuesta? —pregunto, intrigado—. ¿Sobre qué?

—Podemos ver quién puede comer más. El perdedor lava los platos.

Río ante la idea. La competitividad de Seungmin siempre ha sido parte de su encanto.

—Trato hecho —acepto, sabiendo que siempre he tenido una ventaja en el comer.

Seungmin va a buscar el teléfono mientras yo busco en la alacena unas servilletas y algunos refrescos. Mientras tanto, mi mente comienza a divagar, recordando esos momentos en los que nos hemos reído de lo absurdo de nuestra relación. ¿Realmente éramos tan diferentes de los demás? ¿O solo estábamos viviendo nuestra versión del caos amoroso típico de los adolescentes?

—Oye, ¿quieres que pida extra queso? —pregunta, sacándome de mis pensamientos.

—Por supuesto. Si vamos a hacer esto, ¡hagámoslo bien! —respondo, sintiendo una oleada de emoción por la inminente llegada de la comida.

Seungmin sonríe mientras marca el número, y no puedo evitar pensar en lo bien que se siente este momento. Aunque hay complicaciones en nuestra vida, aquí y ahora, somos solo dos chicos disfrutando de la vida, con la posibilidad de un festín a la vista.

—¿Te imaginas si un día tenemos una casa y esto se convierte en nuestra rutina? —comenta Seungmin mientras habla por teléfono.

Me detengo un segundo, y la imagen de un futuro juntos, compartiendo noches como esta, me hace sonreír. Es un pensamiento que solía asustarme, pero ahora es diferente.

—Me gusta la idea. Solo si prometes no dejar tus calcetines tirados por toda la casa —bromeo, guiñándole un ojo.

—¡Eso nunca sucederá! —responde, riendo—. Soy un chico muy ordenado.

Terminamos de hacer el pedido, y mientras esperamos a que llegue la comida, nos sentamos en el sofá, envueltos en una conversación despreocupada. Seungmin se recuesta en mi hombro, y el calor de su cuerpo me reconforta.

—¿Qué te gustaría hacer después de la universidad? —me pregunta de repente.

Sopeso la pregunta. A veces, el futuro se siente abrumador, pero también lleno de posibilidades.

—No estoy seguro... tal vez algo relacionado con la música. Siempre he amado la idea de componer —respondo, sintiendo una chispa de entusiasmo en mi pecho.

—Eso suena genial. Siempre creí que tenías talento. —Su elogio me calienta el corazón, y lo miro con una sonrisa—. Tal vez un día podrías ser famoso, y yo podría decir que te conocí antes de que fueras una estrella.

—¿Y tú? ¿Qué quieres hacer? —pregunto, curioso.

Seungmin se queda en silencio por un momento, como si estuviera pensando en su respuesta.

—Quiero seguir jugando baloncesto, pero también me gustaría ayudar a otros a encontrar su camino en la vida. Tal vez entrenar, o trabajar con jóvenes.

Su respuesta me sorprende, pero tiene sentido. Siempre ha tenido un corazón generoso.

—Me parece perfecto. ¡Así podrás ser un entrenador famoso también! —bromeo, tratando de aligerar la conversación.

—¡Oye! No subestimes la importancia de ser un buen entrenador —responde, haciéndose el ofendido, pero con una sonrisa en el rostro.

Las risas y las conversaciones fluyen fácilmente entre nosotros, y mientras la espera se alarga, siento que estamos construyendo algo más que un simple momento. Estamos creando recuerdos, cimentando una conexión que trasciende las dificultades que hemos enfrentado.

El timbre de la puerta interrumpe nuestra conversación, y ambos nos miramos emocionados.

—¡La comida! —grito, saltando del sofá.

Abro la puerta y, efectivamente, ahí está el repartidor con las cajas de pizza humeantes. Paga rápidamente, y una vez que las pizzas están en nuestras manos, las llevamos de vuelta a la cocina, donde el aroma delicioso nos envuelve. La emoción se siente en el aire.

—¿Cuál eliges primero? —pregunta Seungmin, abriendo las cajas con curiosidad.

—La que tenga más queso, por supuesto. ¡Es la única opción válida! —respondo, agarrando una rebanada y observando cómo el queso se estira.

Seungmin se ríe, y mientras yo devoro la primera rebanada, él se siente a mi lado, preparándose para la competencia. La primera bocado es puro placer. La mezcla de sabores se derrite en mi boca, y por un momento, me olvido de todo.

Mientras devoramos nuestras pizzas, comenzamos a contar historias absurdas de nuestra infancia, recordando anécdotas que nos hacen reír a carcajadas.

—Recuerdo la vez que intenté hacer una fogata con palitos y terminó siendo un desastre total. Terminé incendiando parte del jardín de mis padres —dijo Seungmin entre risas, llevándose otra rebanada a la boca.

—¡No me digas! —exclamo, riendo a su lado—. ¿Y qué hicieron tus padres?

—¡Me castigaron, por supuesto! Pero la lección aprendida fue valiosa. Ahora sé que no debo jugar con fuego. —Su expresión se vuelve pensativa por un segundo, pero vuelve a sonreír—. Aunque a veces me gustaría poder encender una fogata en la playa. Sería divertido.

A medida que avanzamos en nuestras pizzas, la competencia se intensifica. Intentamos superarnos el uno al otro, cada uno haciendo comentarios ingeniosos sobre lo que haríamos si perdiéramos la apuesta.

—Si ganas, tendré que lavar los platos, y tú puedes hacer lo que quieras. Si yo gano, ¡tú me debes una cita especial! —digo, arqueando una ceja.

—¿Una cita especial? Eso suena tentador. —Seungmin se ríe, sabiendo que la idea de una cita lo entusiasma.

A medida que comemos y nos reímos, las preocupaciones del mundo exterior parecen desvanecerse. Aquí, en esta cocina, estamos creando un pequeño universo solo para nosotros.

Después de devorar las pizzas, ambos nos dejamos caer de nuevo en el sofá, con los estómagos llenos y la risa aún en el aire.

—Bueno, creo que has ganado —digo, sintiéndome satisfecho—. Pero tú, amigo mío, tendrás que hacer un excelente trabajo lavando los platos.

—Me parece justo —responde, riendo y levantándose para ir a buscar los platos—. Pero, por favor, que sea solo esta vez.

Me recuesto en el sofá, disfrutando de la sensación de tener a Seungmin cerca. Lo miro mientras lava los platos, sus movimientos son ágiles, y no puedo evitar pensar en lo afortunado que soy de tenerlo en mi vida.

—Oye, ¿alguna vez has pensado en cómo sería vivir juntos? —le pregunto, deseando saber su opinión sobre el futuro.

Se detiene un momento y me mira por encima del hombro.

—Sí, a veces lo pienso. Creo que sería divertido... siempre y cuando tú no dejes tus cosas tiradas por toda la casa. —Me lanza una sonrisa burlona.

—¡Eso nunca va a suceder! —replico, riendo mientras me pongo de pie y le quito un plato de las manos—. ¿Sabes? Me imagino que sería genial tener una casa llena de recuerdos juntos.

—Sí... imagina. —Se queda en silencio por un momento, como si estuviera visualizando ese futuro—. Tendríamos noches de pizza y películas, y también podríamos hacer nuestras propias tradiciones.

La idea se siente tan reconfortante y emocionante a la vez. La posibilidad de construir una vida juntos me llena de alegría.

—Claro, siempre y cuando no haya incendios en el jardín —agrego, recordando su historia anterior.

—¡Eso está garantizado! —responde, riendo mientras termina de lavar los platos.

El ambiente se siente ligero y divertido, y a medida que terminamos con la cena, siento que hemos creado algo hermoso juntos. A pesar de todas las incertidumbres y desafíos que nos esperan, tengo la certeza de que, mientras estemos juntos, todo será posible.

Cuando terminamos de limpiar, nos hundimos de nuevo en el sofá, y Seungmin se acurruca a mi lado.

—Sabes, estoy muy contento de que no tengamos que preocuparnos por un bebé por ahora —comenta, su tono es serio, pero hay una chispa de diversión en su mirada.

—Yo también. —Lo miro, sintiéndome aliviado—. Este es nuestro momento, y quiero disfrutarlo al máximo.

—Entonces, ¿qué hacemos ahora? —pregunta, mientras acaricia suavemente mi brazo.

—Podemos ver una película, o quizás escuchar música. ¿Qué prefieres? —ofrezco, sintiéndome feliz de tener opciones.

—Definitivamente una película. Pero, como soy el ganador de esta noche, ¡tú eliges! —dice, con una sonrisa pícara.

—Perfecto. Tengo la película ideal en mente. —Me levanto y busco el control remoto, sintiendo que esta noche es solo el comienzo de una serie de memorias que formaremos juntos.

Con el corazón lleno de alegría y la mente en un futuro brillante, comienzo a buscar la película, sabiendo que con Seungmin a mi lado, cada momento se convierte en una aventura inolvidable.

Nos olvidamos de todo lo que pasa a nuestro alrededor. Ahora solo somos nosotros dos. La sala se convierte en nuestro pequeño refugio, donde las preocupaciones quedan fuera de la puerta. La tensión que había estado presente se disipa lentamente, como si el aire se llenara de una energía nueva, más ligera.

—Espero que esto no termine en otra cosa —digo, mientras abro una botella de vino tinto. El sonido del corcho al desprenderse me suena como una promesa de diversión.

—No le hace mal a nadie, ¿no? —responde Seungmin, sonriendo mientras se acomoda en el sofá, claramente disfrutando de la idea de relajarnos juntos.

Relleno dos copas, el vino brillando bajo la luz suave de la lámpara, y levanto la mía.

—A nosotros —propongo, y brindamos, el sonido de las copas chocando resuena en la habitación.

Tomamos un sorbo y dejo que el sabor afrutado y ligeramente picante me inunde. Seungmin hace una mueca divertida, claramente sorprendido por la intensidad del vino.

—¿Es demasiado para ti? —pregunto, riendo.

—No, solo no esperaba que fuera tan... bueno. —Se encoge de hombros, disfrutando de la bebida. Su expresión de sorpresa se convierte en una sonrisa cálida que me hace sentir aún más conectado a él.

Con cada sorbo, nos olvidamos del tema de la prueba y de todas las preocupaciones que nos han estado acechando. Nos sumergimos en conversaciones ligeras, en risas que estallan de manera espontánea y en momentos de complicidad que nos hacen olvidar el mundo exterior.

Pero lo malo de todo esto es que yo soy el primero en ponerme ebrio, y eso va a llevarnos hacia la cama y a que le haga ciertas cosas a Seungmin en ciertas partes de su cuerpo. Seungmin sabe soportar bien el efecto del alcohol; cuando lo toma, no se pone borracho al instante, no como otras ciertas personas... yo. Apenas unas copas y ya empiezo a sentirme ligero, como si el mundo fuera una burbuja de risas y confeti.

Me recuesto en el sofá, sintiendo cómo la calidez del vino se expande por mis venas. Seungmin me mira con una mezcla de diversión y compasión, como si supiera que estoy a punto de cruzar esa línea donde las risas se transforman en algo más.

—¿Estás bien? —pregunta, su voz es suave y juguetona, pero su mirada tiene un brillo que me hace sentir vulnerable.

—Sí, claro. Solo un poco... dizzy —respondo, intentando mantenerme serio mientras me río de mi propia torpeza. Él se ríe, y ese sonido hace que mi corazón lata más rápido.

La película sigue sonando de fondo, pero es solo ruido blanco en comparación con la conexión que hay entre nosotros. A medida que el vino me envuelve, empiezo a recordar la textura de su piel y el calor de su aliento contra mi cuello.

—¿Qué tal si hacemos una pausa? —digo de repente, mi voz más baja de lo habitual, dejando claro que mis intenciones son más que solo relajarnos. Seungmin me mira con curiosidad, y puedo ver que está considerando mi propuesta.

—¿Te refieres a... ir a la cama? —su tono es deliberadamente inocente, pero sus ojos brillan con un entendimiento que me hace sonreír.

—Podría ser... —murmuro, dejando que la sugerencia se hunda en el aire entre nosotros.

No puedo resistir más y me acerco, mi mano buscando la suya, y en ese momento, todo se siente demasiado tentador como para no seguir adelante. Seungmin es la imagen de la calma, mientras yo me siento como una olla a presión a punto de estallar.

—Sabes que esto no es solo el vino hablando, ¿verdad? —digo, mi voz es un susurro cargado de deseo. La forma en que me mira me dice que lo sabe; ambos sabemos que hay una línea delgada entre la diversión y la pasión que estamos a punto de cruzar.

—Sí, lo sé —responde, y su voz se ha vuelto más grave, un toque de seriedad que me hace sentir aún más nervioso y emocionado a la vez.

Con una decisión repentina, me levanto del sofá y tiro de su mano, llevándolo conmigo hacia la habitación. Siento la adrenalina corriendo por mis venas, una mezcla de anticipación y un poco de miedo por lo que vendrá.

Una vez en la cama, me vuelvo hacia él, y mi corazón late con fuerza. Lo beso apasionadamente, mientras mis labios descienden por su cuello, provocando que gima de placer. Ese sonido es como música para mis oídos, una melodía que me embriaga de deseo.

OK, SÍ, LO SÉ, ayer me acosté con él, y hoy amanecimos con el miedo de que Seungmin pudiera terminar con un niño. Pero, afortunadamente, no fue así. En este instante, eso no importa. Solo lo quiero a él y a nadie más.

Mis manos recorren su torso, disfrutando de la calidez de su piel, y siento cómo su cuerpo reacciona a cada toque mío. Seungmin se mueve bajo mí, su respiración se vuelve más entrecortada a medida que intensifico mis caricias. Me gusta saber que puedo hacerle sentir así, que soy yo quien despierta esas sensaciones en él.

—Bangchan... —susurra, y ese murmullo me hace sonreír.

La manera en que pronuncia mi nombre me hace sentir como si estuviera en el centro de su mundo, y no hay nada que desee más que seguir construyendo este momento.

Esperen... ¿Me acaba de llamar "Bangchan"? Eso es raro, ya que nunca me ha llamado así desde que salimos. Es como si de repente decidiera que hoy es un buen día para hacerme sentir especial. Pero, ¿quién soy yo para cuestionarlo? Estoy concentrado en adentrarme en él, y nada más.

Con cada beso que le doy, siento que me alejo más y más de las preocupaciones del pasado. En su mirada, encuentro la paz que tanto anhelo. El mundo exterior se desvanece, y solo quedamos nosotros, inmersos en nuestra burbuja de felicidad, como dos tortolitos en un idílico parque de atracciones, ajenos a las montañas rusas que nos esperan después.

Me detengo un momento, mirándolo a los ojos. Es un instante cargado de emoción y complicidad, como si supiéramos que este es nuestro refugio, un lugar donde las dudas no tienen cabida.

—Te quiero —digo, y aunque suene simple, en este contexto, esas palabras significan más que cualquier otra cosa.

Seungmin sonríe, ese gesto cálido que ilumina su rostro y me hace olvidar cualquier temor. Es como si me estuviera diciendo que, a pesar de las complicaciones de la vida, al menos tenemos este momento... y un par de sábanas limpias.

—Y yo a ti —responde, con esa sinceridad que siempre me hace sentir especial.

Volvemos a perder el hilo del tiempo entre besos y susurros, dejando que el mundo y sus problemas se deslicen de nuestras espaldas. En este momento, todo lo que importa somos nosotros, y el resto puede esperar.

Rápidamente, le quito todas las prendas que tiene, excepto su bóxer. Él me ayuda también a sacarme la ropa, y sus ojos se abren como platos al darse cuenta de lo duro que estoy. Con un gesto decidido, me quita el bóxer, y en ese instante, la tensión entre nosotros se vuelve palpable.

Me acerco a él y le beso la frente, un gesto tierno que contrasta con lo que estamos a punto de hacer.

—Si es mucho, me dices que pare, ¿ok? —pregunto, con una mezcla de deseo y preocupación. Él solo asiente con la cabeza, su mirada fija en mí, llena de confianza.

Inmediatamente, empieza a lamer la punta de mi polla, y un escalofrío de placer recorre mi cuerpo. La calidez de su boca me hace estreme cer, mientras siento cómo la tensión se acumula en mi interior. Cada movimiento de su lengua es delicado pero poderoso, llevándome al borde de la locura.

—Seungmin... —logro decir entre suspiros, incapaz de contener la mezcla de placer y necesidad que me inunda.

Él sonríe, su mirada traviesa mientras continúa explorando, tomando mi longitud con su boca. Mis manos se enredan en su cabello, guiándolo suavemente mientras mis caderas se mueven de forma involuntaria, buscando más de ese placer.

Cada lamida, cada succión, me lleva más allá de mis límites, y la combinación de su dedicación y mi deseo crece con cada segundo. En este momento, la conexión entre nosotros se siente más intensa que nunca.

—No pares... —susurro, y mi voz suena más como un ruego que como una orden. Quiero perderme en él, en este momento perfecto que hemos creado juntos.

Su boca trabaja hábilmente, alternando entre suaves lamidos y succión, llevándome a un estado de éxtasis que apenas puedo manejar. La forma en que se dedica a darme placer me hace sentir cosas que no sabía que eran posibles. El ambiente se llena de sus suaves gemidos, que resuenan en mi mente y solo intensifican mi deseo.

—Seungmin... —murmuro otra vez, sintiendo que el calor se acumula en mi abdomen. Necesito más de él, quiero llevar esto a un nivel más profundo.

De repente, lo tomo por los hombros y lo empujo suavemente hacia atrás, deseando cambiar de roles. La sonrisa traviesa en su rostro me dice que está dispuesto a seguirme la corriente. Lo miro a los ojos y veo que está listo, esperando lo que vendrá.

—Ahora es mi turno —digo, casi en un susurro, mientras me posiciono sobre él. Sus ojos brillan con anticipación, y el aire entre nosotros está cargado de electricidad.

Bajo la cabeza y beso su cuello, sintiendo cómo se estremece bajo mis labios. Mis manos exploran su cuerpo, acariciando su pecho y sus caderas, mientras me aseguro de que sienta cada toque.

—Eres perfecto —le digo, antes de dejar un suave mordisco en su piel. Su reacción es inmediata, un gemido suave que me anima a continuar.

Bajo mis labios por su torso, deteniéndome en sus pezones, donde juego un momento, haciendo que su cuerpo se arqueé. La conexión entre nosotros es palpable, y cada susurro, cada toque, me hace sentir que estamos en el lugar correcto.

—Bangchan... —susurra, y su voz está cargada de deseo, lo que me impulsa a seguir.

Con una mirada decidida, me pongo en acción. Mis manos se deslizan por su bóxer, sintiendo cómo su erección empuja contra la tela. Sin pensarlo dos veces, lo quito, dejando su piel expuesta ante mí. La visión de su cuerpo desnudo, iluminado suavemente por la luz tenue de la habitación, es suficiente para hacer que mi corazón se acelere aún más.

—Te deseo, —le confieso, sintiendo que la necesidad se apodera de mí.

Mis manos se deslizan por su piel, explorando cada rincón de su cuerpo mientras siento su respiración hacerse más irregular. La intensidad del momento nos consume, y cada roce provoca una oleada de deseo que solo parece aumentar.

Me acerco a su oído y susurro, —¿Listo? —mi voz es un ronroneo lleno de promesas. Él asiente, su mirada fija en mí, llena de confianza y anticipación.

Sin perder más tiempo, me muevo lentamente, sintiendo cómo ambos nos sumergimos en la calidez de nuestro deseo. El roce de nuestras pieles provoca escalofríos que recorren nuestra columna, y me sorprendo de lo bien que se siente tenerlo tan cerca.

El ritmo se intensifica, y me dejo llevar por la conexión que compartimos. Sus gemidos llenan la habitación, una mezcla de placer y satisfacción que me anima a seguir. Cada movimiento que hacemos parece estar en perfecta sincronía, como si nuestras almas estuvieran entrelazadas en ese momento.

Seungmin me mira a los ojos, y veo cómo el placer se dibuja en su rostro. —Bangchan, por favor... —murmura, su voz un susurro que me llena de euforia.

Siento una oleada de ternura y deseo. Su expresión es todo lo que necesito para perderme por completo en él. Me acerco y lo beso con pasión, mientras nuestras respiraciones se entrelazan en una danza íntima. Es en esos momentos que siento que el mundo exterior se desvanece, dejándonos solo a nosotros dos en esta burbuja de felicidad.

Mi cuerpo responde a cada uno de sus movimientos, y poco a poco, comenzamos a construir hacia algo más grande. La tensión en el aire es palpable, y el deseo se convierte en una vorágine de sensaciones. Mientras las paredes de la habitación parecen desaparecer, solo queda la realidad de lo que estamos creando juntos.

Finalmente, la culminación llega, un clímax de sensaciones que nos atrapa. El placer nos envuelve, y en un instante, todo se siente perfecto. Me aferro a él, sintiendo cómo nuestras respiraciones se entrelazan, nuestras miradas fijas el uno en el otro.

—Te amo, —le susurro, sintiendo la necesidad de expresar lo que siento en este momento. Sus ojos brillan con emoción, y una sonrisa sincera se dibuja en su rostro.

Con una sonrisa satisfecha, nos acomodamos en la cama, aún entrelazados. El silencio es reconfortante, y mientras nuestras manos se entrelazan, sé que lo que acabamos de compartir es solo el comienzo de algo increíble.

Por ahora, todo lo que importa es este momento, en el que el amor y el deseo se entrelazan, y la incertidumbre del futuro queda relegada a un segundo plano.

Las luces de la habitación parpadean suavemente, creando un ambiente acogedor que refleja el calor de lo que hemos compartido. Me recuesto en la almohada, sintiendo la suavidad del tejido contra mi piel, mientras Seungmin se acomoda a mi lado, su cuerpo aún vibrante por la experiencia que acabamos de vivir.

—No puedo creer que estemos aquí, —dice, su voz un susurro que apenas rompe el silencio. Sus ojos se encuentran con los míos, llenos de una mezcla de sorpresa y felicidad.

—Yo tampoco, —respondo, sonriendo. —Pero estoy contento de que lo estemos.

Seungmin se ríe suavemente, el sonido es como música para mis oídos. Es un momento ligero, una burbuja de felicidad en medio de la confusión de nuestros días. Nos miramos un momento más, y entonces, como si de un acuerdo tácito se tratara, ambos comenzamos a reír.

—¿Sabes? —comenta, acariciando suavemente mi brazo—, no sé si es el vino o lo que acabamos de hacer, pero me siento increíblemente feliz.

—Es un poco de ambos, —bromeo, guiñándole un ojo. —Pero creo que lo que realmente importa es que estamos juntos.

Se siente como si todo lo demás se desvaneciera. En esos instantes, el futuro incierto y los miedos que nos acechaban se desvanecen, dejándonos solo con la alegría de lo que hemos construido.

—¿Te imaginas cómo sería nuestra vida si tuviéramos un hijo? —pregunta, y aunque lo dice en tono ligero, hay un brillo en su mirada que revela que la idea no es del todo descabellada.

Me detengo a pensar, pero la verdad es que no puedo imaginar un futuro así, al menos no ahora. —Quizás algún día, pero por ahora, solo quiero disfrutar de esto —digo, tocando su mano.

Su expresión se suaviza, y asiente, comprendiéndolo sin necesidad de palabras. El silencio se vuelve cómodo, y mientras el sonido de nuestras respiraciones se sincroniza, no puedo evitar sentirme afortunado. Aquí estoy, con Seungmin a mi lado, disfrutando de la juventud y el amor sin distracciones.

Con el tiempo, la conversación cambia a anécdotas divertidas de nuestra vida universitaria, risas compartidas y recuerdos de momentos que solo nosotros entendemos. Es un intercambio que me llena de calidez y felicidad, y cada historia parece acercarnos un poco más.

Se siente como un nuevo capítulo en nuestra historia, uno en el que la incertidumbre se convierte en una oportunidad para crecer juntos. El resto del mundo puede esperar, porque ahora mismo, solo somos nosotros dos, en nuestra burbuja de amor y risas.

—Te prometo que disfrutaré cada momento contigo —le digo, sintiendo la sinceridad de mis palabras.

—Y yo haré lo mismo, —responde, su voz firme y decidida.

Nos abrazamos, y el calor de su cuerpo es reconfortante. Siento que, aunque el futuro es incierto, mientras estemos juntos, podremos enfrentar cualquier cosa. Así que, por ahora, me dejo llevar por la corriente de este amor y la belleza de la juventud.

────୨ৎ────

"¡CHRISTOPHER BAHNG!"

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-Aly

Nota de la autora: Pero Bangchan-

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