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✘ ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ ᴛʀᴇꜱ

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Jimin salió de su escondite y mantuvo las manos bien en alto para demostrar que no les haría ningún daño a los propietarios del departamento. Había irrumpido en propiedad ajena y eso era un delito muy grave, podía ir a prisión. Entonces, silueta encorbada ingresó a la estancia caminando lentamente; era una señora de la tercera edad, quien en ese instante miraba al castaño con sorpresa, acomodándose sus gafas redondas sobre el puente de la nariz manchada.

—Oh... ¿eres tú Bonhwa? — preguntó ella, entrecerrando sus ojos arrugados.

—Eh n-no... —perturbado, Jimin negó —. Lamento tanto haber entrado en su departamento, señora, pero no se si sea consciente de lo que está pasando allá afuera. Fui atacado por un grupo de personas enfermas y tuve que esconderme en su hogar. Lo siento, le juro que no lo hice con mala intención — trató de explicar temblando del miedo.

La señora mayor lo miró con asombro y luego, le regalo una gigantesca sonrisa.

—Oh, Bonhwa, si eres tú. Me asustaste, pensé que eras un ladrón — se acercó a él para abrazarlo y Jimin se quedo estático, totalmente confundido ante semejante atrevimiento —. Jesucristo, ¿pero quién esta tocando la puerta de esa manera? ¡Ya voy! — la mujer se giró sobre sus talones y caminó hacia esta dispuesta a abrirla.

—¡No! ¡No abra esa puerta! —Jimin gritó enloquecido y se interpuso en el camino de la anciana, colocándose en posición de estrella.

La mujer rió —. ¿Es el vecino metalero del cincuenta y nueve, verdad? ¿Aún no tienes el dinero para pagarle? — cuestionó y Jimin la observo extrañado, pues no sabía de que diantres estaba hablando —. Oh, pero que haré contigo, Bonhwa.

—Discúlpeme, señora. No soy Bonhwa, mi nombre es Park Jimin y entre en su departamento porque algo muy raro esta ocurriendo afuera. No puede salir, es peligroso. Las personas estan peleando. Hay disturbios en toda la ciudad, justo ahora están afuera — intentó explicar por segunda ocasión.

—Pero hijo mío, ¿qué tienes en la cara?— la mujer le acarició el rostro para limpiarle los restos de sangre y Jimin velozmente le alejó las manos de sus pómulos —. No sabía que venías. Dime, ¿tienes hambre? Antes de que llegarás estaba cocinando galletas con chocolate, pero me he olvidado de la receta, ¿me ayudarías a prepararlas? — le cuestionó gentilmente.

—Ah... yo no creo que eso sea buena idea en este momento, señora — respondió, tratando de no parecer irrespetuoso, pero esto no tenía sentido alguno —. Me esta confundiendo con alguien más, además, necesito comunicarme con mi familia — explicó preocupado.

Su familia. No sabía absolutamente nada de ellos. Seokjin estaba en la calle cuando la masacre se desató, mientras que no tenía la menor idea de donde podrían estar Namjoon o al menos si se encontraba bien, sano. Busan estaba muy lejos de allí.

—¿Me permite usar su baño, señora?

—Claro, cariño, usa lo que necesites.

—Se lo agradezco. No tardaré.

El castaño se encerró en el baño. Se limpió los restos de sangre que tenía en la cara e intento limpiar su camiseta color mandarina que se había ensuciado de la misma. Sentía mucho asco. Volvió a marcar el número de Seokjin y Namjoon consecutivamente en vano, pues ninguno respondía. También les envió mensajes de texto. Estaba tan asustado que no podía escribir bien debido a su temblor de manos.

En ese preciso momento, Jimin se dio cuenta que tenía en bandeja muchos mensajes y llamadas perdidas de Roseanne. Al leerlos no logro descifrar lo que quería decir, ya que la ortografía era pésima, sin embargo, si consiguió comprender el último mensaje que decía: "Te amo... y perdón por no poder asistir a nuestra cita mañana".

Enseguida trato de marcar el número de la chica porque esos mensajes no le dieron buena espina, pero la llamada ni siquiera entraba y unos minutos después la pantalla de su teléfono se puso negra, haciéndole soltar un grito frustrado.

Comprendía que algo verdaderamente malo estaba ocurriendo en Corea del  Sur. Era simplemente irreal, si no lo hubiera visto, no lo creería. Tenía que buscar a sus hermanos y a Roseanne para abandonar el país.

Determinado, salió del tocador para ir directamente a la entrada del departamento. Jimin asomó su ojo por la mirilla de la puerta y pegó un salto al ver a un hombre bañado en sangre, esperando del otro lado, tenía una cara deplorable, despellejada y ojos blancos. ¡¿Pero qué mierda era esa cosa?! Eso no parecía ser humano. Se alejo de la puerta y todavía arrastró cautelosamente otro mueble para hacer más peso.

Esta vez, fue a la ventana para analizar la situación en la avenida, notó que había una horda de personas corriendo por esta y un momento después, se escuchó una explosión bastante cercana, que hizo temblar el edificio entero.

Mierda.

Claramente no era buena idea salir en esos momentos; tenía que esperar a que el nudo del enfrentamiento terminara y no hubiese nadie allí afuera. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué las personas estaban actuando de esa manera tan macabra? ¿Por qué se veían... así? ¡¿Dónde estaban las autoridades?!

Tal vez se trataba de un ataque terrorista o un grupo de drogadictos había salido a las calles a crear pánico. Fuera lo que fuera, sabía que era bastante grave. Una situación a nivel nacional. Muchas personas habían fallecido justo delante de sus ojos. No podía sacarse esas horribles y sádicas imágenes de la cabeza.

Primero, esa jovencita. Ella falleció... no tenía pulso, pero después volvió a la vida en un estado desigual. No era la misma. Sus últimas palabras legibles fueron que ya venían los demonios, o según las noticias enfermos, caníbales, muertos...

Muertos.

Ella también mencionó algo sobre una mordida.

Inconscientemente, Jimin se toco la parte del brazo donde ella tuvo su herida.

—¿Quieres tu suéter, hijo? — le preguntó la anciana que llegó a sus espaldas —. Te teji este para tu cumpleaños, pero como nunca viniste no te lo había podido entregar — dijo sonriendo dulcemente y extendió la ropa hacia él.

La camiseta que llevaba puesta estaba arruinada, pero no quería usar un regalo que claramente no era para él. Jimin la miro con duda... suponía que podía recompensarlo después. Estaban pasando por instancias desesperadas y anímicamente necesitaba una camiseta que no tuviera sangre encima.

—Muchas gracias — Jimin lo aceptó.

—La próxima vez te haré un gorrito de invierno — le dijo ella y Jimin se limitó a asentir con la cabeza, pues sentía que se estaba aprovechando demasiado de la mala salud mental de esa mujer —. Bonhwa, ¿entonces si me ayudarás a cocinar las galletas de chocolate? — le pregunto con una cálida sonrisa.

—Yo... lo siento, señora Kim — Jimin había alcanzado a ver su nombre en la placa de la entrada —. Yo no soy Bonhwa, mi nombre es Park Jimin, creo que me esta confundiendo con su nieto — explicó con mucha pena al observar una fotografía familiar colgada en la pared.

Para su desgracia la mujer no parecía comprender nada de lo que trataba de explicar y le seguía sonriendo en espera de una respuesta —. Ya tengo los ingredientes listos — prosiguió ella.

El castaño hizo una mueca, dubitativo —. Mmm bueno, supongo que la puedo ayudar antes de que me vaya — accedió por obligación.

No tenía cabeza para hacer galletitas de chocolate ni absolutamente nada que no fuera la guerra sangrienta en las afueras, sin embargo, después de todo había irrumpido groseramente en su departamento y esto era lo mínimo que podía hacer a modo de disculpa. A parte de que no podía salir aunque lo quisiera con todas sus fuerzas.

La mujer agarró a Jimin de la manito para llevarlo hasta la cocineta donde lo único que llamó la atención del castaño fue el televisor en la pared. Se tomó la libertad de encenderlo y rápidamente puso el canal de noticias para estar al corriente con la situación y escuchar las indicaciones sobre lo que ocurría en la nación.

—Este mensaje está dirigido a la población de Corea del Sur: nos encontramos en estado de emergencia. Una cepa de virus no identificada se esta propagando rápidamente por todo el país, dejando heridos a civiles y uniformados. Es letal y muy contagiosa. Las autoridades expertas recomiendan que se tomen las siguientes precauciones para evitar su propagación: No salgan de casa. Suministre la comida y agua al menos para una semana. Utilicen mascarilla. No se acerquen a las personas que presentan agresividad, ojos blancos, venas negras y olor putrefacto. Si estas personas llegan a morderlos y presenta síntomas como dolor de cabeza, mareos, náuseas, escalofríos, cuerpo cortado, entre otros, resguardarse rápidamente en un lugar separado de su familia y guarden la calma, que la ayuda irá en camino muy pronto. El gobierno esta solucionando la situación de manera eficaz en los puntos centrales. Por favor, manténgase a salvo mientras tanto y no pierdan la fe en su gobierno.

El mismo mensaje siguió repitiéndose una y otra vez en todos los canales nacionales. Siquiera había noticieros, solamente era el mensaje dado por un coronel de la milicia en la casa azul.

¿Un virus? ¿Es decir que también podía estar en el aire? ¿Cuándo llegaría la ayuda? ¿Qué podían hacer mientras tanto? ¿Cómo podían protegerse de esas cosas desalmadas y carnívoras?

Jimin no sabía que hacer. Ahora mismo se encontraba en un punto central y la situación era desalentadora. No era ingenuo. Sabía que en este tipo de situaciones el gobierno mentía para no crear más pánico en la población. Esto era lo mas parecido a la tercera guerra; él lo presenció en carne propia.

No pudo evitar llorar por la situación bélica en general, mientras que la anciana no parecía comprender la magnitud de la noticia que estaban dando y le limpió las lágrimas con un pañuelo, lo que hizo entristecer aún más.

Un rato más tarde terminaron las galletas, las cuales tendrían un sabor horrible y salado, pues Jimin no prestó atención a nada de lo que estuvo haciendo por estar hundido en sollozos inconsolables al seguir escuchando las explosiones lejanas en la ciudad.

—¿Cómo te ha ido en la universidad, hijo? — le preguntó de repente la mujer.

—Amm... bien. Me va bastante bien — respondió breve, pues seguramente ella se lo estaba preguntando a su nieto, no a él. Aparte, Jimin dejo la universidad hace unos meses para centrarse exclusivamente en el béisbol.

—Eso es bueno. Los estudios son muy importantes, te dan estabilidad — dijo ella y Jimin asintió, tratando de forzar una sonrisa genuina. Por un momento sintió que estaba hablando con Namjoon lo que siempre era agotador —. Bonhwa, ¿te hiciste algo en el rostro? Te ves más apuesto desde la ultima vez que te vi.

—¿Eh? Ah... no, no me he hecho nada. Supongo que debe ser la edad — dijo sin saber que responder a eso.

—Mi nieto es tan guapo. Serías el partido ideal para cualquiera. Espero que pronto me presentes a tu novia — dijo sonriendo.

Jimin la miró decaído y se puso de pie al sentir la amenaza de sus lágrimas volver a caer —. ¿Le importaría si duermo un rato en el sofá? — se limpió los ojos hinchados con el antebrazo, intentando mantener la compostura.

—Claro que no, cariño. Te avisaré cuando las galletitas estén listas.

Jimin asintió y se recostó en el sillón, ya había llorado demasiado, pero todavía lo hizo de nuevo hasta quedarse profundamente dormido. Fue como si se hubiera desamayado por la sobrecarga de emociones que lo habían sacudido y cuando despertó vio por la ventana que los rayos del sol habían vuelto a salir.

Estaba cobijado con una sábana y había un plato con galletas de chocolate en el mueble de enfrente. El hambre le hizo comerse todo el plato pese al sabor.

No sabía cuanto tiempo permaneció dormido, pero lo primero que hizo fue ir hacia la puerta principal; ya no había nadie en el pasillo ni tampoco se escuchaba ningún tipo de sonido en el exterior. Se fueron. Aparentemente todo había terminado, lo que le daba luz verde para abandonar el departamento.

Sabía que lo más sensato era esperar por la ayuda de las autoridades, sin embargo, no podía seguir allí cuando su familia podía necesitarlo en esos momentos.

Tenía que marcharse.

—Disculpe, señora Kim — Jimin la llamó en voz alta —. ¿Esta en la cocina? —no, no estaba ahí —. ¿Señora Kim? — gritó un poco más alto. Tampoco estaba en el baño ni en la estancia principal.

El castaño empezó a asustarse al no encontrarla por ningún sitio. ¿Y si salió mientras él estaba durmieno? No podía ser posible. Exasperado, recorrió rápidamente todo el apartamento y por último, ingresó a la habitación principal.

Soltó un suspiro cuando la vio acostada sobre su cama con una suave sonrisa en su cara.

—Señora Kim, es momento de que me vaya — avisó tranquilamente —. Quería expresarle mi gratitud por dejar que me quedará en su hogar, por darme ropa limpia y comida. Es algo que nunca terminaré de agradecerle.

—No tienes porque agradecerme, hijo mío — estiró su mano hacía él y un poco dudoso al inicio, Jimin se acercó para que pudiera tomar su mano entre las suyas arrugadas —. Haría todo por mi pequeño.

Jimin esbozó una pequeña sonrisa —. No salga de su departamento, ¿esta bien? Le prometo que traeré ayuda.

—No te preocupes por mi, estaré bien. Tú fuiste mi verdadera ayuda —contestó.

Jimin la miro con aflicción, mientras apretaba sus manos. Estaba más que claro que los hijos o nietos de esta mujer la habían abandonado en este viejo departamento. Las personas a veces eran horribles.

—Prometo que vendré a visitarla muy seguido. La próxima vez podemos cocinar un pastel o lo que usted desee — propuso, haciendo sonreír a la mujer.

—Te quiero mucho, Bonhwa — dijo ella de pronto.

Jimin sintió como su corazón se oprimió dentro de su pecho y sin poder evitarlo sus ojos rojizos se llenaron de lágrimas una vez más —. Yo también la quiero mucho, abuela. No lo olvide, por favor — dijo y una lágrima bajo por su mejilla.

La mujer le limpió la lágrima con su pulgar —. ¿Puedes hacer una última cosa por mi, cariño? — cuestionó.

—Por supuesto, lo que sea. Dígame ¿qué necesita? — preguntó Jimin, limpiándose los ojos que le ardían por haber llorado tanto en las últimas horas.

—¿Puedes llevarte a alguien contigo?

—¿A-alguien? — trastabilló, confundido.

La mujer asintió y continuamente, señaló hacía una esquina de la habitación donde se encontraba una cama redonda de huellitas caninas; en ella yacía dormido un pequeño ser de pelaje negro, tranquilo, sublime y bello a la vista del hombre de cabellos castaños.

—Lo estuve cuidando como me dijiste, cariño. Es un muchacho muy obediente —le dijo ella.

—Es un perro — dijo Jimin sorprendido ante la presencia de un canino en el mismo cuarto que ellos. ¿Todo ese tiempo estuvo aquí? —. Mmm no se si sea buena idea que lo lleve conmigo en este preciso momento, tomando en cuenta las circunstancias que están ocurriendo allá afuera — hizo una mueca no muy convencido.

¿Qué haría él con un perro en una situación como esta?

Jimin negó.

No, no había forma de que esto funcionara. Podía regresar por él en un par de semanas, tal vez.

—Por favor, tienes que llevarlo contigo sino lo haces se quedara solo dentro de poco tiempo. Yo ya no podre cuidar de él. ¿Cumplirías el último deseo de esta pobre anciana?— la anciana descendió la mirada al suelo, lo que le hizo imposible negarse a su última voluntad.

—Santo Dios, esta bien, lo llevaré conmigo — aún no muy seguro de aceptar, Jimin se acercó a la camita y cogió al animal dormido entre las sábanas, acunándolo contra su pecho. No pudo evitar sonreír al apreciarlo tan pequeñito. Debía tener meses de nacido —. De acuerdo. Cuidare bien de ti — le dijo al cachorro y luego, se devolvió a la mayor —. Adiós, señora Kim.

—Adiós, Park Jimin — se despidió ella.

Jimin sonrió con asombro y alegría en sincronía —. No es una despedida, volveré —afirmó—. Volveremos — corrigió, mientras alzaba al animal durmiente.

Finalmente, Jimin dejo un beso gentil en la frente de la señora y salió de su habitación, cerrando la puerta detrás suyo para dejarla descansar y después, abandonó el apartamento en compañía del canino.

Su nuevo compañero.

[...]

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No fue hasta ese preciso momento que Jimin se dio cuenta que no había sido buena idea llevar a un perro consigo. La calle estaba llena de esas cosas, no había señal de alguna persona aparentemente normal, sana, o algún policía que lo auxiliara. El área estaba desolada, no existían sonidos más que los gruñidos y pasos errantes producidos por las personas infectadas por el virus, lo cual hacía más notorio el leve lloriqueo de la criatura entre sus brazos.

Logró avanzar una cuadra, ¡una estúpida cuadra desde que abandono el edificio! Al principio pensó tontamente que no sería tan complicado volver a su casa, pero a penas salió de los departamentos vio a varios de ellos rondando la avenida. Siendo sincero no sabía como consiguió entrar en una camioneta abandonada antes de que se dieran cuenta de su presencia. Llevaba horas ahí escondido, ya que al aparecer aquellos no tenían intención de irse.

No hacían nada, simplemente estaban parados manteniendo los ojos abiertos.

En el tiempo que llevaba ahí, Jimin se había dado cuenta que mientras no hubiese ruido alrededor permanecían como en un estado de reposo, totalmente quietos como auténticas momias. Si captaban un estímulo difuso comenzaban a caminar sin rumbo, pero si dicho estímulo hacia un ruido fuerte y concreto entonces daba inicio la carrera hacía él.

Tenía un miedo descomunal, pues creía que en cualquier momento se darían cuenta que estaba allí escondido porque la pequeña criatura no dejaba de lloriquear. Era un cachorro, supuso que tenía hambre o simplemente necesitaba el calor de su madre.

—Shhh... tranquilo — siseó en un tono bajo, mientras le acariciaba la espalda suavemente para calmarlo —. No llores, no llores, por favor. Te lo suplico... Shhh.

Unos pasos lentos se acercaron a su posición. Jimin se agacho aún más en el suelo de la camioneta y se tapo la boca con una mano, mientras que con la otra apretaba al animal contra su pecho. Sus ojos se llenaron de lágrimas cuando lo vio pasar ligeramente por el vidrio de la ventana. Era horripilante. Tenía la cara agrietada, ojos blancos, algunos pedazos de carne colgaban por su mejilla dejando ver el interior de su carne descompuesta y un chorro de sangre negra le caía por la boca al gemir ahogadamente con hambre.

El castaño cerró los ojos con fuerza y entonces, comenzó a rezar. Rogaba a Dios o cualquier ser divino que lo estuviera escuchando porque esa cosa se fuera y no lo lastimara. Rezo hasta que se agotó, y cuando volvió a abrir los ojos el hombre enfermo se había ido.

Eso estuvo temiblemente cerca. Por suerte el perro dejo de llorar justo a tiempo, o de lo contrario, ese engendro los hubiera encontrado. Un término para esas "personas" que murieron y volvieron a nacer, deformadas físicamente. Había unos más feos que otros, suponía que era debido al tiempo que llevaban enfermos, infectados, drogados, poseídos, muertos, ¡lo que fuese!, sin embargo, todos compartían un mismo objetivo: contagiar a los humanos sanos sin importar nada.

El castaño se removió ligeramente en la parte trasera de la camioneta para abrir el compartimento que daba a la cajuela. Encontró una mochila que la verdad no tenía ningún artículo útil, salvo un botellón de agua y una galleta aguada, que no dudo en comer. Bebió la mitad de un solo sorbo y después, se puso un poco en la mano para darle al animal, quien bebió lentamente a base de lengüetazos.

¿Qué iba a hacer con él? No podía llevarlo consigo, realmente no podía. ¡Había prácticamente una guerra ahí afuera! En esos instantes, Jimin a penas podía cuidarse a sí mismo y el perro era prácticamente como un bebé que dependía totalmente de él. Estaban en una situación demasiado complicada, y el joven simplemente no tenía cabeza para cuidar a un cachorro. No era su responsabilidad.

Por ello, considero que la mejor opción sería dejarlo en la camioneta y con un poco de suerte los dueños de esta lo encontrarían un rato más tarde.

Mientras su moral estaba pendiendo de un hilo, de pronto, retumbó el motor destartalado de un vehículo que se acercaba. Ruido. Los muertos despertaron.

Un automóvil en muy malas condiciones pasaba por la avenida a toda velocidad llamando la atención de los engendros que estaban a lo largo de la calle, quienes rápidamente corrieron desenfrenados detrás de este y algunos alcanzaron a sostenerse del paragolpes trasero o de las ventanas laterales para ingresar al vehículo estrellando sus cabezas salvajemente contra el vidrio.

El automóvil desapareció en la curvatura junto a las personas muertas. La calle quedó completamente vacía y Jimin supo que era el momento perfecto para salir del escondite.

Colocó al perro en el asiento, escondido entre las cobijas y se despidió de él con una tierna caricia —. No te preocupes, te encontrarán pronto, amigo — afirmó sin estar verdaderamente seguro de ello.

Sin más, Jimin abandonó la camioneta y se echó a correr a toda velocidad por la acera en dirección a su domicilio que estaba a unas quince calles de su posición actual. Tal vez si corría muy rápido y sin detenerse podía llegar sin toparse con alguno.

Pero a penas había avanzado una manzana cuando se encontró con un escenario catastrófico. Varios edificios seguían quemándose en la lejanía, algunos automóviles estaban volteados con las llantas viendo hacía arriba mientras que la calle era un escenario del crimen, había sangre y restos de órganos en todas partes, inclusive vio una pierna separada de su respectiva anatomía tirada por allí.

Rojo. Todo era rojo. Rojo era el único color que veían sus pupilas y lo estaba mareando en conjunto con el aroma fétido que rondaba toda el área.

Jimin siguió corriendo mucho más rápido, sin embargo, paro en seco cuando vio un cuerpo peludo tendido en medio de la calle con el estómago abierto por la mitad, mostrando sus entrañas. La parte donde iba la cabeza ahora era una plasta brillante y rojiza, pero su collar de huellita seguía intacto. Se llevo las manos a sus ojos al ver esa terrible imagen. ¡¿Qué demonios era todo esto?! Esto era el infierno. Sintió ganas de vomitar y no lo reprimió, ya que se agacho para sacar toda la angustia que lo dominaba.

Mareado, el remordimiento lo golpeó como balde de agua helada al recordar a su cachorro. Había abandonado al perro de la señora Kim en ese vehículo inseguro. ¿Y si los dueños de la camioneta nunca llegaban? ¿Y si esas cosas lo escuchaban llorar? ¿Y si se lo comían vivo por su culpa y falta de humanidad? Era tan pequeño que de una mordida se lo podían tragar.

No lo pensó más y se dio media vuelta de regreso a la camioneta tan rápido como se fue. Era una horrible persona por haberlo abandonado a su suerte. A pesar de la situación apocalíptica, Jimin seguía siendo bastante sensible. No podía permitir que más vidas se perdieran, menos la de un ser tan puro e inocente.

Jimin enseguida escuchó sus chillidos dentro del vehículo, pues al parecer el cachorro lo estaba buscando con desesperación. A penas lo tuvo en brazos Jimin le dio un besito en la cabeza —. Perdóname, he vuelto por ti y no te dejaré de nuevo. Te lo prometo — le dijo arrepentido y lo alzó enrollado en su cobija de huellitas.

No sabía si era buena idea lo que estaba a punto de hacer, pero era la opción mas factible que tenía en ese instante o al menos la única que vino a su mente ajetreada. Acomodó al cachorro lo mejor que pudo dentro de la mochila que encontro en la camioneta y la colgo en su espalda para echarse a correr otra vez como si tuviera un cohete en los zapatos.

[...]

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Jimin cerró la puerta de un fuerte portazo e inmediatamente después la atranco con el primer mueble que vio. Los fuertes golpes no tardaron en resonar del otro lado. Eran demasiados. La madera parecía a punto de romperse. Corrió escaleras arriba y se encerró en la primera habitación que encontró. Sacó al perro alterado de la mochila, el cual obviamente estaba llorando por el viaje tan ajetreado, y se echo debajo de la cama, comenzando a llorar junto a él. Tenía demasiado miedo, tanto que le dolía el corazón. Sentía que le daría un paro cardíaco por la situación traumática que estaba viviendo.

Abrazó a la criatura con fuerza buscando consuelo.

Después de correr muchísimas calles sin detenerse finalmente había llegado a la colonia donde residía, no obstante, no logró llegar a su residencia, ya que se topo a mitad de la calle con su vecino comiéndose el cerebro de su propia esposa.

No entendía que estaba sucediendo con el mundo, pero todas las personas se estaban volviendo locas sin excepción. Conocía a esa pareja desde que se mudaron hace unos años y ahora estaba muerta. Era una pesadilla de la cual quería despertar. De su mente no salían las imágenes de los charcos de sangre mezclados con viseras en todas las calles de la ciudad. Había visto demasiada muerte en las últimas horas.

Estuvo mucho tiempo debajo de esa cama, pues no conseguía el suficiente valor para salir. La posición en la que estaba no era para nada cómoda y el insufrible dolor en la espalda le hizo armarse de coraje y salió cautelosamente para verificar que la vivienda estuviera vacía.

Asaltó el almacen ajeno en busca de cualquier cosa que fuera comestible. Estaba terriblemente hambriento y seguramente el cachorro también. Se comió todo lo que encontró hasta que su estómago quedo satisfecho, olvidándose por completo de la dieta que su nutriólogo le había indicado para los próximos partidos.

Después, echó un vistazo al refrigerador y saco un poco de leche para darle al can. ¿Qué comía un perro a esa edad? Mejor dicho ¿qué edad tenía? Jimin elevó la encía del animal y notó que ya tenía los colmillos salidos en su totalidad. Le calculaba unos cuatro meses de edad. La verdad no lo sabía con certeza, nunca había tenido una mascota.

Para su suerte, el dueño de aquella vivienda si tenía mascota, ya que encontró una bolsa de croquetas para razas pequeñas. Supuso que sería bueno dárselas hechas papilla, así que las molió tan bien como pudo y las mezcló en leche para que se aguadaran.

—Se ve asqueroso, pero supongo que para ti será una delicia — Jimin se acostó en la cama de la habitación principal, poniendo al perro entre sus piernas extendidas para darle el puré cafecito en pequeñas cucharadas —. ¿Esta bien? ¿Te gusta? — le pregunto al animal, que seguía lamiendo la cuchara —. Es la primera vez que tengo un perro, ¿sabes?

El perro movio la colita en respuesta al escuchar la dulce y etérea voz de Jimin.

—Supondré que te gusto porque te lo comiste todo. Mierda, soy malo para esto — dijo Jimin y se recostó sobre la cama poniendo al cachorro sobre su pecho, que parecía bastante agotado después de comer —. Eres un cachorro gordito, —le masajeo la barriga —¿cómo debería llamarte, eh?

Jimin se quedó pensando un momento.

—¿Max? — le preguntó y el perro ladeo la cabeza hacia un costado —. Muy común, cierto. Bueno, ¿qué te parece Rocco? — propuso ahora, pero no recibió respuesta del animal —. Mmm, ¿Bolto? ¿Demon? ¿Blackie? ¿Darwin? ¿Argos? ¿Otis? ¿Pelusa? — Jimin soltó una leve risa por ese último nombre —. Pareces un chico muy rudo para ese nombre.

Siendo sincero no sabía que raza era, pero aún así esperaba que no creciera tanto, pues siendo chiquito lo podría trasladar más fácilmente en bolsos.

—No tengo mas opciones, tendrás que escoger uno de esos — le dijo serio —. Oh, espera, ¿qué te parece Byron?

Entonces, el perro le dio un lengüetazo en la barbilla y Jimin sonrió.

—Byron será, entonces. Eres un perro muy hermoso, Byron — le hizo mimos en su pancita y el perro pareció sentir sueño gracias a ese toque.

El castaño suspiró al verlo caer dormido luego de unas cuantas caricias más. Él también quisiera dormir así de profundo, pero ahora volvía a la irrealidad en la que estaba atrapado. Estaba cansado, confundido, asustado, un trauma en bucle estaba pasando por su cabeza. En verdad no entendía lo que estaba sucediendo, sin embargo, lo único que deseaba era hallar a su familia y nada más. Solo pensaba en ellos.

¿Estarían a salvo?

SeokJin, Namjoon y Chaeyoung.

[...]

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Jimin se despertó asustado al escuchar a Byron sollozar como el bebé que era. Lo tomo en brazos y le dio un pequeño beso en la cabecita para calmarlo. Calculaba que eran aproximadamente las dos de la tarde, se asomó por la ventana y vio la calle desolada, indicándole que era el momento perfecto para salir a su propia casa, que se encontraba solamente a dos viviendas.

Preparó su mochila donde empacó prácticamente pura comida para perro, pues en su hogar tenía todas las cosas que necesitaba para sobrevivir. Había hecho las compras semanales hace un día, sabía que contaba con la comida suficiente para una semana entera.

Empuñó un cuchillo que encontró en la cocineta en una mano, mientras que con el otro brazo cargaba al cachorro aún medio adormilado. Realmente esperaba que no hubiese ningún engendro, de lo contrario, sería muy difícil defenderse.

También se colocó un pañuelo en el rostro, ya que no sabía si ese virus se trasmitía únicamente por contacto directo o también lo hacía por vía aérea.

Entonces, salió a la calle a paso sigiloso, viendo hacía todas las direcciones existentes. Ya no estaban sus vecinos fallecidos, así que cruzó rápidamente por el jardín y se escondió en un arbusto donde permaneció un momento para verificar el perímetro. No había moros en la costa, así que cruzó el siguiente jardín con una voltereta y después se escondió detrás de un coche.

Sentía como si los muertos le estuvieran respirando en la nuca. Su corazón se puso a latir desenfrenado y tomo una bocana de aire para tranquilizarse porque no podía alterarse cuando estaba en un lugar inseguro. Ya estaba a punto de llegar. No faltaba casi nada.

Finalmente, corrió hacia la puerta de forma desesperada, sin embargo, grande fue su sorpresa al ver que la puerta ya se encontraba entre-abierta.

Lo primero que vieron sus ojos fueron cristales regados por todos lados, algunos muebles estaban destruidos y había un charco de sangre en el suelo de la entrada. Jimin vio la escena impactado y sin pensarlo en lo absoluto comenzó a llamar a su hermano —. ¡SeokJin! ¡SeokJin! ¡Estoy en casa! ¡¿Estas aquí?! — gritó, completamente exasperado.

Recorrió toda la casa desesperadamente, pero para su buena o mala fortuna no había nadie, aunque indudablemente alguien había estado allí en las últimas horas. Tal vez Seokjin o tal vez otra persona que se refugio, no había forma de saberlo.

El castaño se dejo caer al suelo aún con el cachorro en brazos, llorando por milésima vez. Esa sangre podía ser de Seokjin, las probabilidades eran bastante altas. ¿Y si él también era una de esos monstruos y andaba rondando cerca? Su corazón no podría con eso.

Simplemente no podría soportarlo.

Byron percibió el dolor por el que estaba pasando y comenzó a llorar de igual forma, restregándose contra Jimin para darle consuelo. El chico lo abrazó con fuerza, aferrándose a la única cosa que parecía valiosa en esos momentos. Ya no había nada, todo estaba destruido, hecho cenizas, muerto...

Solamente quedaban Byron y él.

[...]

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