
✘ ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ ᴏᴄʜᴏ
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Miércoles 12 de abril del 2023
Seúl, Corea del Sur.
13:20 p.m.
Un año, un mes y un día después del primer contagio.
...
Jimin abrió los ojos con pesadez, parpadeando con lentitud. Estaba tendido en la cama de Seokjin, no supo en qué momento se quedó dormido, pero notó qué sostenía entre sus dedos la fotografía familiar, arrugada por la presión de su agarre durante la noche y la almohada bajo su mejilla seguía húmeda por todas las lágrimas qué había derramado.
Lo primero que captó su atención fue el responsable de su despertar, un pajarillo íngrimo posado en la ventana de la habitación, entonando una melodía suave. Hace mucho que no veía uno. Sus miradas se cruzaron por un segundo, hasta que la bella ave, como si estuviera asustada por su aspecto muerto, salió volando y desapareció entre los cielos grises.
Jimin parpadeó, intentando despejar la niebla que empañaba su visión. Se levantó levemente, y fue entonces cuando notó algo que le hizo incorporarse: la puerta del cuarto estaba entreabierta. Su cuerpo reaccionó antes que su mente cuando habló al aire.
—¿Seokjin? — preguntó adormilado, viendo atentamente hacia la puerta y esperando a que una dramática cabellera rubia hiciera su dramática aparición —. ¿Eres tú? ¿Has regresado?
No hubo nada.
—¿Jinie...?
La voz de Jimin se quebró.
El silencio que reinaba en la vivienda de los hermanos Park permaneció como todos los días.
"Tal vez se ha ido al hospital" se dijo a sí mismo un poco mas tranquilo. "Si, lo había olvidado, va a regresar antes de la cena", "Ya no tardará en volver."
Jimin volvió a cerrar sus ojos hinchados, deseando dormir de nuevo y no despertar hasta que su hermano volviera a su hogar, sin embargo, muy dentro de él sabía la cruel verdad, sabía que eso nunca sucedería, pues ya habían transcurrido 393 días repitiendo el mismo bucle maldito y al final del día seguía siendo únicamente él.
Parecía que fue ayer cuando las cosas estaban bien, cuando la vida era normal, pero una tacha más se agregaba en el calendario. Comenzaba un día más, que bien podría ser el último de todos, un jodido día más en el cual se sentía más muerto que los mismísimos engendros.
Siempre despertaba con esa ridícula esperanza de que todo fuese un mal sueño y su vida estuviese de regreso. Anhelaba salir de su habitación y encontrar a Seokjin desayunando en el comedor, extrañaba reír de cosas banales y después irse a su entrenamiento matutino mientras leía los mensajes de Chaeyoung y sus compañeros de equipo en su celular.
Pero la pesadilla continuaba y nunca terminaría.
La pesadilla continuaba y no terminaría. A cada despertar el dolor, la tortura y el sentimiento de desvalecimiento era más grande, como una bola de nieve que iba rodando cuesta abajo. Con cada maldito día sus ganas de ponerse de pie iban disminuyendo. Estaba muerto en vida. Era un errante más deambulando entre las paredes de su casa.
¿Qué estaba esperando? ¿Cuál era el propósito de seguir viviendo? Mejor dicho, ¿por qué no había muerto todavía cuando todos los demás lo habían hecho? Eso era lo primero que Jimin se preguntaba apenas sus ojos se abrían por la mañana.
Esto no era vivir, solamente era no morir.
Pero entonces, llegó oportunamente la respuesta a esa pregunta. Como todas las mañanas, su único amor por la vida saltó bruscamente a la cama, aterrizando con sus aproximadamente 50 kilogramos sobre él, repartiendo lamidas por todo su rostro hasta dejarlo completamente babeado.
—¡Byron, basta! ¡Estás mojando a papi! — Jimin intentó sacarse al perro de encima, pero éste era increíblemente pesado y tenía una fuerza bruta —. ¡Detente o no hay atún para ti!
Byron escuchó la palabra mágica "atún" y se detuvo de inmediato, sentándose encima del castaño, viéndolo con sus ojitos negros de canica. El castaño le dio un abrazo y después, Byron se dejó caer sobre sus piernas para que le masajeara la barriga.
—¿Quién es el perro más apuesto del mundo, eh? — le dijo con voz más aguda de lo normal, mientras le hacía masajes en la panza —. Claro que eres tú porque no hay otro perro en el mundo—Jimin se rió—. Ay. Santo Dios. De verdad estas pesado. Ya arriba, muchacho — ordenó cuando sus piernas estuvieron entumecidas.
No se había dado cuenta en que momento Byron había crecido de tamaño. De pronto un día ya no podía cargarlo en brazos. Era un perro imponente y eso que su alimentación no era la mejor.
—Anda, vamos a comer. Debes tener mucha hambre — Byron movió la colita en respuesta y saltó de la cama al suelo enérgicamente para correr escaleras abajo —. ¿Desde que hora estás despierto, eh? Tienes mucha energía. ¿O es qué yo dormí mucho?
Jimin se levantó fingiendo que tenía fuerzas y ganas para hacerlo. Fue al tocador para lavar su rostro hinchado y adormilado. La manta que cubría el espejo se había caído y accidentalmente observó su esquelético y pálido reflejo.
—Carajo... — Jimin exhaló con fuerza, sosteniéndose del lavabo.
No le gustaba verse en el espejo porque no era capaz de reconocerse a sí mismo. Ya no era el chico apuesto, jovial y seguro que fue alguna vez. Al que le gustaba coquetear con el público en sus partidos de béisbol, el que salía de fiesta los sábados después de una victoria.
Había perdido muchos kilos, haciéndolo lucir verdaderamente delgado tanto del cuerpo como del rostro, huecos en sus mejillas, bolsas negras marcadas debajo de los ojos, labios partidos y piel seca. Su apariencia en general era lamentable, también como consecuencia de su estado anímico, el cual no podía estar peor.
Su apariencia en general era lamentable, también como consecuencia de su estado anímico, el cual no podía estar peor.
Estaba tan deprimido.
No había mucho que hacer en su día a día, luego de comer, salió al patio trasero a lavar la ropa que utilizó cuando asesino al engendro que lo había seguido a casa en su última búsqueda por suministros que realizó justamente el día anterior.
Durante un año completo, lograron sobrevivir porque descifraron el código de supervivencia. Los aspectos básicos de los muertos vivientes, los puntos donde flaqueaban. Las reglas de supervivencia les habían sido de ayuda cuando se veían obligados por el hambre a salir a las mortíferas calles de la ciudad.
—Byron, es hora de tu baño — le dijo al perro que estaba acostado en una esquina mordiendo uno de sus peluches, sin embargo, al escuchar la palabra "baño" salió disparado al interior de la casa —. Perro sucio, ¡tú hocico huele a muerto! — exclamó.
Jimin soltó un suspiro y fue detrás del perro.
Cuando cayó la noche estaban sentados en el sofá. Byron comía sus croquetas más a parte una lata de atún mientras que Jimin esta vez tenía una lata de frijoles. Ahora que el rottweiler había crecido se preocupaba más por conseguir latas de comida para él que para sí mismo. Lo menos que quería era que Byron estuviera hasta los huesos como él y después enfermara.
Byron era su foquito de luz, el cual no quería que se apagase.
Su mascota era su única razón de vivir.
Pero así como era su razon de vida al mismo tiempo era su impedimento de no acabar con ella de una vez por todas. Acto que ya había intentado en muchas ocasiones, sin embargo, nunca concluía y se veía reflejado en las marcas trazadas en sus brazos. Su cuerpo estaba lleno de surcos color carmesí, algunos cercanos a sus muñecas... incluso uno alargado en el cuello.
Si seguía allí era por Byron, solamente, porque no podía abandonarlo ahí como tampoco quería que Byron lo dejara a él.
Ese era su mayor miedo.
Jimin le daba gracias a la señora Kim por haberle dado a Byron aquel día, porque no sabía que hubiese hecho sin su mascota los últimos meses, bueno, lo sabía, seguramente su cuerpo se hallaría colgado y putrefacto en medio de la sala en la cual estaban descansando ahora mismo.
Byron llegó hasta el castaño para darle su cepillo con el hocico. Jimin lo tomó y empezó a acicalarlo con suavidad mientras aquel permanecía manso.
Eran los últimos dos seres vivos en el mundo o al menos así lo sentía Jimin.
Jimin no pudo contenerse más y se rompió, dejando escapar sus lágrimas de melancolía y dolor sobre aquel lomo cubierto de pelaje negro. Comenzó a sollozar con tanta fuerza que temía sus gritos fuesen escuchados por los muertos. Abrazó a Byron, quien no sabía porque su dueño estaba sufriendo tanto. No había día de la semana que no rompiera en llanto.
—Y-ya no puedo seguir, no puedo. Esto es muy difícil para mí... me duele estar vivo — dijo entrecortado y Byron lloriqueo antes de lamer su barbilla —. No se que haría si no estuvieras conmigo, Byron — Jimin abrazó con más fuerza a ese único soporte que lo salvaba de ahogarse en la profundidad del mar.
Realmente sentía que no podía más.
Ya no quería seguir viviendo.
Entonces, Jimin abandonó cualquier ápice de cordura y cogió el cuchillo afilado que tenía sobre el mesón por cualquier ataque. Con la mano temblorosa colocó la hoja del cuchillo en el cuello de Byron que yacía acostado en sus piernas ajeno a sus intenciones.
Con los ojos abiertos como un completo desquiciado y respirando fuertemente por la boca, Jimin apretó el cuchillo en su puño dispuesto a llegar al final esta vez y acabar con todo... Primero Byron y después él, sería rápido... se irían juntos de ese mundo sin más dolor del debido. Acabaría con el sufrimiento. Ya no más tortura y soledad, por fin estaría en paz.
Cada vez más convencido de hacerlo.
Sin embargo, Byron movió la cabeza para olfatear con su nariz mojada el cuchillo cercano a su garganta y comenzó a lamer la mano de Jimin.
Ese gesto lo hizo darse cuenta de lo qué estaba apunto de hacer, y Jimin aventó el cuchillo.
—Puedo hacerlo conmigo, pero no contigo, no puedo lastimarte — murmuró por lo bajo y se acostó mientras usaba el cuerpo del perro como una almohada —. No lo haré... No lo haré... No lo haré...
Jimin estaba temblando exageradamente porque seguía viendo con insistencia el cuchillo delante suyo, diciéndose a sí mismo que no lo hiciese, que no quería hacerlo. No obstante, su locura y desesperación le decía que lo hiciera de una buena vez, pues pasaría de igual manera algún día cercano.
Estaba posponiendo lo inevitable, sus muertes.
Jimin estaba muy dañado. No sabía en qué momento había caído tan profundo, pero era cada vez peor...
Levantó su mirada hacia el frente y divisó dos siluetas sentadas en el sofá delante suyo, quienes lo veían seriamente y robaron su atención, haciéndole olvidar lo que estaba pensando cometer.
—¿Seokjin? ¿Namjoon...? — preguntó en un hilo de voz.
—Realmente no quieres hacer eso, hermanito. Tienes que resistir un poco más — le dijo SeokJin con voz cálida, viéndolo de igual manera —. No pienses más y duerme, que ya hemos llegado.
Jimin lo miró entre lágrimas y después, deslizó su mirada al hombre trajeado cuyo semblante era recto y taciturno.
—Puedes ir a dormir tranquilo, Jimin. Nosotros te cuidaremos al igual que siempre lo hemos hecho — le dijo Namjoon con una diminuta sonrisa.
Jimin les sonrió a ambos, afligido pero repentinamente feliz... más aliviado de lo que pudo haber estado en mucho tiempo.
—¿Escuchaste, Byron? Todo estará bien, podemos dormir tranquilos... — acaricio el pelaje de Byron con sus dedos y sin darse cuenta se dejó caer en los brazos de morfeo.
Jimin acarició el pelaje de Byron con sus dedos mientras sonreía al espacio vacío. Su cabeza inconscientemente de alguna u otra forma encontró un modo de mantenerse con vida.
[...]
Jimin despertó de un brinco asustado en el sofá, justo cuando un estruendo sacudió el exterior de su casa. Byron también reaccionó al instante y se incorporó junto a él, luego saltó al suelo con los músculos tensos y las orejas erguidas.
Peligro. Engendros. Huir. Ahora.
Fue lo primero que cruzó por su mente.
El perro se posicionó frente a la puerta, arrugando el hocico mientras mostraba los incisivos afilados con un gruñido bajo. Jimin, aún con el corazón latiéndole con fuerza y la desorientación en sus sentidos, le indicó silencio con un dedo sobre los labios.
No sabía qué estaba ocurriendo, pero no tardó en reconocer el gruñido ahogado de los engendros.
Sacudiéndose el letargo, Jimin se acercó a la puerta con sigilo y se asomó por el pequeño pestillo. Sus ojos se abrieron cuando vio a varios engendros deambulando por su jardín, arrastrando los pies torpemente, olfateando el aire como si buscaran un bocadillo de medianoche.
Jimin retrocedió inmediatamente con el estómago encogido, intentando mantener la calma.
Jamás habían aparecido tantos en el vecindario, y menos frente a su propia casa. Los engendros no se movían sin un estímulo claro. Algo los había traído hasta allí. Y estaba seguro que no había sido él.
¿Qué demonios ocurrió mientras dormía?
Eran los suficientes para derribar la puerta si escuchaban que había alguien adentro.
Jimin trató de arrastrar un mueble y ponerlo contra la puerta, no obstante, todos los muertos gritaron al unísono y las sombras pasaron corriendo a través de las cortinas. Habían detectado un estímulo. Había algo allá afuera que estaban persiguiendo, pero a Jimin no le importó. Lo único que sabía era que estaban en peligro aquí y debían moverse.
—Arma — le dijo al rottweiler.
Byron inmediatamente corrió en busca de su arma mientras Jimin recogía la mochila con suministros que tenía lista para casos de emergencia.
Tanto tiempo aquí le hizo prepararse.
Byron volvió con su bate de béisbol entre sus fauces y salieron por el patio trasero para escapar antes de que los muertos intentaran entrar a la vivienda o no podría acabar con todos ellos. Jimin estuvo a punto de sellar el paso con el refrigerador descompuesto, no obstante, se detuvo al recordar que había olvidado algo fundamental.
—Sentado — le ordenó a Byron y éste lo hizo —. No te muevas. Quédate aquí, Byron.
Jimin entró de nuevo y encontró la fotografía familiar sobre su mueble de madera. La fotografía con sus hermanos era muy valiosa para él. Estuvo a punto de irse tan rápido como regresó, pero los muertos no intentaron entrar, siquiera golpearon la puerta.
De repente, había silencio.
El alboroto se había terminado muy prontamente.
¿Enserio se habían ido? ¿Qué había sido todo eso?
Jimin creyó que los muertos se habían marchado. El silencio repentino le dio una falsa sensación de seguridad... por eso no esperaba que, de pronto, el cristal de la ventana fuera salpicado por un chapoteo viscoso de sangre podrida.
El impacto lo hizo retroceder de golpe torpemente, listo para correr hacia la salida trasera. Sin embargo, tan solo un instante más tarde, el timbre de la casa resonó por toda la sala, seguido de unos toquidos suaves, casi educados, contra la puerta principal.
Se quedó congelado.
¿El... timbre?
¿Alguien estaba tocando?
Jimin parpadeó, completamente desconcertado. Ni siquiera recordaba que la casa tuviera timbre. Lo había escuchado solo un par de veces en el pasado. Con el corazón martillándole, avanzó lentamente hacia la puerta. Sus pasos eran silenciosos y en sus manos, el bate de béisbol temblaba con fuerza, pero al mismo tiempo empuñado con determinación.
Se acercó a la puerta y cuando estaba ahí, escuchó:
—Psssst... se que estas ahí dentro — se escuchó una voz baja y agitada al otro lado de la puerta —. ¿Me dejarías entrar, por favor? Ya he acabado con todos ellos.
Jimin se quedó congelado al escuchar la voz de una persona después de tantos meses en la soledad absoluta. ¿Era otra alucinación? En un primer momento en verdad creyó que estaba alucinando, pero al darse cuenta que no era así se acercó a la puerta y la abrió sin pensarlo o medir las posibles consecuencias.
La puerta se abrió bruscamente, dándole acceso a un hombre agitado que volvió a cerrarla a sus espaldas mientras se recargaba en ella. Espantado, Jimin apuntó su bate de béisbol hacia el desconocido que había irrumpido en la tranquilidad de su hogar.
Ambos se miraron bastante asombrados.
Era una persona. ¡Una persona sana! Era el primer sobreviviente que veía desde el día cero.
—¿Quién eres tú? — cuestionó, observando la katana con sangre de engendro que empuñaba el hombre.
Así que él fue quien atrajo a los muertos hasta ahí.
—Tranquilo, no quiero hacerte daño — aseguró el desconocido tratando de respirar con normalidad.
Era un hombre alto y de rostro agradable, pero indudablemente más fuerte que él. Ni en broma le ganaría un combate cuerpo a cuerpo en caso de que intentase atacarlo.
—Primero desliza la catana hacía mí — ordenó Jimin y el hombre obedeció sin rechistar. Se agachó lentamente y deslizó su katana por el suelo hacía el castaño, quien se sintió un poco más seguro —. ¿Cómo sabías que estaba aquí?
—Está bien, cálmate. Déjame explicarte — el hombre levantó las manos por su propia voluntad —. Mi nombre es Jongin. He estado merodeando esta zona desde las últimas semanas en busca de rezagados y el día de ayer te vi cuando salías del supermercado ubicado al norte, así que te seguí — dijo con franqueza, a lo que Jimin parpadeo varias veces sin procesar correctamente lo que acababa de decir.
—¿Por qué harías eso? — le preguntó.
—Eso es lo qué hacemos, mi grupo y yo — respondió Jongin cautelosamente —. Estamos a una hora de aquí, somos unos cincuenta sobrevivientes. Llevamos meses refugiados en un supermercado.
Jimin se quedó quieto de pronto.
La palabra sobrevivientes resonó con fuerza en su mente, borrando por un segundo todo lo demás.
—¿Cuántos dijiste? —repitió en un susurro incrédulo.
—Cincuenta, más o menos — confirmó Jongin con una pequeña sonrisa al notar su interés —. Debo admitir que me sorprendiste. Creí que ya no quedaba nadie más allá de los nuestros.
Jimin lo miró de vuelta porque el sentimiento era mutuo. Creyó por mucho tiempo que ya no había nadie más en Seúl. Fue un estúpido año totalmente solo. Tuvo fe los primeros meses, pero en un punto se cansó de buscar y siguió con su vida solitaria.
Éste hombre se veía físicamente mucho mejor que él, más saludable y en forma, lo que le indicaba que vivía en mejores condiciones que él.
—¿Hay militares con ustedes? ¿Son la supuesta ayuda que venía en camino? — interrogó el castaño con sus pulsaciones subiendo a mil.
—No, nunca hubo tal ayuda por parte del gobierno, de hecho — dijo él con una risa amarga.
—¿Cómo sabes eso? — interrumpió Jimin aunque la respuesta fuese un tanto evidente.
—Estuvimos en la base militar o en lo que quedaba de ella — Jongin sacudió con la cabeza, alicaído —. Conseguimos algunas cosas de allí, armas, y por eso hemos logrado sobrevivir. Contamos con lo necesario para defendernos de los errantes.
Jimin le observó, interesado.
—¿Su refugio es... seguro? — inquirió.
—Ningún sitio es seguro en esta ciudad. He recorrido Seúl más que cualquiera y todo está... infestado.
Eso no era un secreto, pero debía preguntar.
—¿Por qué me seguiste entonces? — Jimin retomó el tema principal.
—Bueno—Jongin se puso nervioso—, hicimos contacto con alguien en Busan a través de la radio. Ellos son militares y dijeron que tienen refugios nucleares bajo tierra en donde está mucha gente resguardada — avisó —. Mi grupo está apunto de viajar hacia allá esta misma noche y por esa razón he venido. Vine a llevarte con nosotros. Sabía que estabas aquí desde ayer, no quise molestarte, pero cuando supe que qué nos marcharíamos no podía hacerlo sabiendo que dejaría a otro sobreviviente en esta ciudad perdida — explicó aún bastante agitado.
—¿Quieres que vaya con ustedes? — interrogó Jimin, sinceramente perplejo —. Llegaste aquí de pronto, siquiera te conozco o tú a mi. ¿Por qué lo haría?
—Porque te aseguro que no vas a volver a ver a nadie más que a mí si te quedas en Seúl — le dijo directamente —. Aunque tal vez te gusta estar solo.
Jimin sintió su corazón apachurrarse... Por supuesto que no le gustaba estar solo, pero no se lo dijo. Tampoco le diría el martirio que vivía ahí y que en realidad, estaba apunto de rendirse.
—Me dieron una hora para convencerte — dijo Jongin cuando vio a Jimin con un debate interno —, nos reuniremos y después nos iremos. Si no estamos en el punto de encuentro para ese entonces nos dejaran... a ambos —puntualizó.
—Espera un momento —Jimin lo interrumpió —. ¿Cómo piensan llegar a Busan cuando todo el país está infectado? Es imposible — lo vio dubitativo.
—En coche tal vez sería imposible, pero encontramos una aeronave de transporte en esa base y tenemos un piloto — explicó de inmediato —. Busan ahora es nuestra mayor esperanza de vivir. Ven con nosotros porque una vez que nos vayamos no regresaremos. Seúl esta perdida y solo basta un poco de tiempo para que no haya ningún tipo de recurso.
Jimin lo miró un segundo más, sintiendo su corazón latir al mil por hora. Era demasiada información. Todavía ni siquiera podía creer que este hombre realmente estuviera aquí, ofreciendo una oportunidad única de sobrevivir. Quería tocarlo para asegurarse que no era una alucinación más.
¿En qué momento había sucedido esto?
El último año su vida había estado encerrado en un bucle, que finalmente se rompió esta noche.
—Sino me crees puedes confirmarlo por ti mismo, acompañándome. Es tu decisión — finalizó Jongin.
Jimin se mordió los labios.
Un sinfín de emociones sacudía su interior como una tormenta. Le costaba creer lo que estaba oyendo; era demasiado perfecto, demasiado bueno para ser verdad. Esto era lo qué hubiera querido hace mucho. Parecía uno de sus sueños donde, por fin, alguien venía a rescatarlo, como en un cuento de hadas.
Esto despertaba en él una emoción que creía muerta desde hacía tiempo: esperanza.
Quería aferrarse a esa posibilidad de una vida mejor, abrazarla. Y aunque su razón le gritaba cautela, su corazón, cansado de la soledad, solo pudo pensar en una cosa, Busan significaba Namjoon.
Perdió a Seokjin, pero Namjoon podría seguir allá afuera.
Finalmente, Jimin bajo el bate de béisbol tratando de guardar la compostura y asintió en respuesta.
—¡Byron! Falsa alarma, ven —lo llamó con un silbido.
—¿Hay alguien más contigo? — preguntó Jongin.
Sin embargo, el hombre se quedó en completo silencio cuando un gruñido profundo y amenazador resonó justo detrás de él. Congelado en su sitio, bajo la mirada a la criatura peluda que, estaba en posición de ataque y enseñaba sus colmillos largos y afilados con la mandíbula temblando.
—No te muevas — le advirtió Jimin antes de volverse a su mascota —. ¿Tú también puedes verlo, verdad amigo? ¿No es cosa mía? — le preguntó al animal que observaba fijamente a Jongin, gruñendo feroz con la baba saliendo de su hocico.
—Estoy bastante seguro de que puede verme — mencionó Jongin apenas moviendo los labios.
Jimin casi se ríe, pues entonces no estaba imaginando cosas.
—Deja que te olfatee. Nunca había visto a una persona viva además de mí — le contó.
El azabache maldijo en un susurro y permaneció quieto hasta que el animal se alejó al reconocer su olor no descompuesto y volvió a un costado de Jimin.
—No había visto un perro desde que todo inició. Los animales también están escaseando, ya ni siquiera hay aves en el cielo — mencionó el chico —. Y bueno, ahora sé que su nombre es Byron. ¿Puedo saber cuál es el tuyo?
—Mi nombre es Park Jimin — se presentó el castaño.
—Bueno, Park Jimin, mi grupo no debe tardar en llegar al punto de encuentro. Toma las cosas más importantes y prepárate para salir. Tenemos que estar ahí en menos de media hora o nos dejaran varados — observó el reloj de su mano —. Hay que ser rápidos.
Velozmente Jimin lleno una mochila grande con la despensa que le quedaba y otra mochila con sus objetos personales. Guardo una foto familiar en su cartera y por último, le abrochó a Byron su propia mochilita con sus juguetes en la espalda y le puso la cadena.
Mientras hacía todo aquello, aún no podía creérselo, se marchaban. Estaban abandonando su hogar, el único que había logrado convertir en un sitio seguro y funcional. Dejaban atrás una rutina estable, por precaria y solitaria que fuera, para lanzarse hacia lo desconocido... con desconocidos.
Todo estaba ocurriendo demasiado rápido y su mente apenas podía seguir el ritmo. Nunca pensó que realmente alguien vendría a rescatarlos. Hacía mucho que había enterrado esa esperanza.
Jimin deseaba con todas sus fuerzas estar tomando la decisión correcta. Estaba confiando en un hombre desconocido que apareció de la nada, con palabras que se sentían demasiado buenas para ser ciertas. Palabras que necesitaba oír desesperadamente
Sin embargo, si esto no era lo que había estado esperando todo ese tiempo... entonces, ¿qué lo era?
Por esa razón no tuvo porque pensarlo demasiado.
Una vez que estuvo listo, salieron y Jimin le dio una última mirada a su casa sin poder procesar que esa sería la última vez que estaría ahí. Despedirse de su hogar significaba también despedirse de Seokjin y la esperanza de que algún día volvería...
Era hora de dejarlo ir y seguir adelante.
Aún tenía otro hermano, el cual podía estar vivo y Jimin iría con él. Lo buscaría.
Con linternas en mano, caminaron entre la oscuridad de la ciudad durante varias manzanas hasta llegar al punto de encuentro, que no se encontraba muy lejos. Los tres avanzaban en silencio, sabían cómo desplazarse sin ser detectados, incluido Byron, que caminaba con sus cuatro patas bien apoyadas y la nariz pegada al suelo, alerta a cualquier estímulo maligno. Era incluso más sigiloso que los dos humanos, y gracias a sus sentidos agudizados, detectaba el peligro antes que cualquiera.
Jimin sentía un nudo en el estómago. Estar en las calles a esa hora rompía una de sus reglas más importantes. La noche definitivamente no era su amiga. Sin embargo, Jongin se movía con serenidad, como si estuviera completamente habituado a esto. Sabía qué calles evitar, qué esquinas tomar, qué ruidos eran normales y cuáles no.
Finalmente, llegaron al punto de encuentro en una intersección silenciosa. Jimin quería preguntar muchas cosas como ¿como por ejemplo como los recogerían ahí? pero prefirió mantenerse en silencio. Por ahora, necesitaba esperar... y confiar.
Luego de minutos de incertidumbre en medio de las tinieblas, Jimin comenzó a temblar al creer que había sido engañado y realmente no vendría nadie por ellos. Iba a devolverse a su casa en cualquier segundo, no obstante, antes de que pudiera tomar la decisión retumbó el sonido lejano de un motor que se acercaba entre tanto silencio.
Tal y como Jongin lo dijo, un autobús dio vuelta en la intersección. Allí estaba el rescate y Jimin no podía creerlo hasta que se detuvo justo frente a ellos.
—¡Sube rápido, los muertos deben estar siguiéndolos! — exclamó Jongin, quien se echó a correr hasta llegar al camión y subirse, siendo recibido por un hombre con pistola.
Jimin se quedó conmocionado un instante, pero los gritos de los engendros lo regresaron a la realidad. Corrió hacía el autobús, estirando la cadena de Byron y subieron al vehículo que arrancó apenas pusieron un pie adentro mientras los infectados corrían desesperados detrás de ellos.
—Él es el sobreviviente del cual te hablé. Su nombre es Park Jimin — le dijo Jongin al hombre ceñudo que portaba el arma de fuego.
—Dijiste un hombre, ¿pero qué es esta... cosa? — cuestionó el armado en tono desaprobatorio, viendo a Byron, quien no tardó en mostrarle los colmillos.
Jimin lo estiró hacia atrás y rápidamente le corrigió en voz baja. No era su culpa estar a la defensiva. Byron estaba confundido al igual que él. Debía ser impactante ver a personas normales luego de estar acostumbrado solamente a Jimin y a los muertos.
—Oh, es su perro —dijo Jongin nervioso —. Pero no te preocupes, Yoongi, esta entrenado. No será un problema para nadie.
El hombre llamado Yoongi le dio una mirada severa tanto a Jimin como al perro y después, viró los ojos.
—Que vayan a la parte de en medio y tú ve a tu posición — terminó por decir.
Jongin asistió a la orden y rápidamente los guió al mismo tiempo que Jimin veía impresionado a las demás personas que iban en el camión. Había gente de diferentes edades, algunas se abrazaban mutuamente dando consuelo y otras se tapaban los oídos por el disturbio que había afuera del camión.
Y de repente, pareció como si todos hubieran visto un fantasma. Todos lo miraron fijamente. Fue incómodo de repente recibir tanta atención humana. Las personas se quedaron boquiabiertos al verlos, con ojos enormes, pero no solo era él quien captaba las miradas, sino también Byron. Tal vez si fuese un chihuahua causaría menos revuelo.
Los cuestionamientos no tardaron en surgir. Jimin escuchaba las preguntas: ¿Quiénes eran? ¿De dónde venían? ¿Habían sobrevivieron tanto tiempo solos? Sin embargo, Jongin se limitó a responder lo básico.
Jimin, por su parte, tampoco podía creer lo que estaba viendo. ¿Dónde había estado toda esta gente durante todo ese tiempo? ¿Cómo era posible que no los hubiera encontrado antes? Byron parecía extasiado, olfateaba sin parar, moviéndose inquieto entre piernas, mochilas y asientos del autobús.
—Ven acá, Byron — Jimin lo estiró, pero el perro era bastante fuerte, y tuvo que luchar para guiarlo hasta los asientos traseros.
—Dime que sí está entrenando, por favor — interrogó Jongin visiblemente preocupado.
—No te preocupes, Jongin, él no será un problema — respondió él castaño entendiendo la intención de su pregunta —. Solamente está ansioso porque no está acostumbrado a ver a más personas, pero no atacará a nadie a menos de que sea un engendro — mencionó y el perro automáticamente levantó las orejas al escuchar esa palabra.
—Bien... solamente vigílalo — mencionó él y Jimin asintió.
—Gracias, Jongin — le dijo después —. Gracias por no dejarnos atrás.
El chico esbozó una linda sonrisa.
—Hice lo que tenía que hacer. Todavía somos seres humanos y tenemos que ayudarnos entre nosotros pese a las circunstancias — dijo y Jimin le sonrió de igual manera antes de asentir.
—¡Kai deja de hacerte güey y trae tu trasero acá, pero ya mismo! — gritó molesto uno de los hombres armados que iban en la retaguardia del vehículo.
—¡Si, después puedes darle la bienvenida al nuevo! ¡Necesitamos más manos aquí atrás! — exclamó otro de ellos, irritado.
—Tengo que ayudar, o Hyungsik y Wooshik me patearan el trasero, pero volveré con ustedes al llegar a la base y tranquilo, que no te intimiden — Jongin señaló a los ciudadanos cotillas de los asientos delanteros que no los dejaban de mirar en su dirección —. Son buena gente. Además, te apuesto que ustedes dos los intimidan más a ellos — le dijo antes de reunirse con sus compañeros en la parte trasera del camión quienes le pasaron un fusil.
Los hombres estaban apostados en los ventanales traseros, disparando a los engendros del exterior. Sus armas contaban con silenciadores, lo que evitaba generar más ruido del necesario. Era evidente que se habían preparado bien para este viaje. Las ventanas estaban reforzadas con tablas de madera y el interior del vehículo parecía organizado y funcional.
Parecía un transporte bastante seguro.
No obstante, Jimin no podía concentrarse en nada más que en los murmullos a su alrededor. Las personas hablaban de él como si no estuviera presente, como si fuera un objeto extraño. Eso lo hacía sentir expuesto, cohibido. Vulnerable.
Definitivamente, esto no era esto lo que había imaginado al reencontrarse con otros sobrevivientes. No había calidez, ni alivio, solo una sensación opresiva que lo reducía al silencio. Por alguna razón se sentía pequeño, fuera de lugar. Desencajado.
Al parecer, no sólo Byron debía aprender a socializar, Jimin había olvidado cómo se sentía estar rodeado de gente. Había pasado tanto tiempo en soledad que ahora la humanidad le resultaba intimidante.
—Iremos a un lugar mejor, Byron — le dijo intentando relajarse a sí mismo y enfocarse en otra cosa que no fueran los sobrevivientes o los golpeteos de los engendros en las ventanas aseguradas.
Mientras intentaba vaciar su mente y no pensar en nada, es castaño divisó un par de ojos curiosos asomándose indiscretamente desde la ranura de los asientos delanteros. Al principio intentó ignorarlos, pero al paso de los minutos esos ojitos insistentes seguían sin quitarle la vista de encima, haciéndolo sentir muy ansioso, así que decidió hablar primero:
—¿Hola?
—¡Qué tal! — le respondió un joven que salió de su escondite de inmediato y Byron hizo un amago de acercarse al adolescente para olfatearlo —. Usted debe ser el nuevo integrante del que Kai nos habló. Me llamo Sunoo — sonrió él.
Jimin lo miró perplejo. Era prácticamente un niño. Un niño viviendo este horrible cataclismo.
—Si, supongo que soy yo — Jimin dudó un poco —. Mi nombre es Jimin y este chico de aquí es Byron — contestó tratando de sonar natural.
—Yo tenía un perro en casa antes de que todo pasara, aunque no era tan gigante como este. Debe pesar más que yo — bromeó con una pequeña risa.
El chico tenía una gran energía que sinceramente Jimin no comprendía, mucho menos igualarla.
—Bueno, aún te faltara por crecer. ¿Qué edad tienes? — Jimin se atrevió a preguntar.
—Tengo catorce años, aunque mamá siempre decía que parezco menor por mi cara — hizo un puchero.
—Oh, ¿y quién es tu madre? — cuestionó Jimin, pero al instante se sintió un reverendo idiota al preguntar tal cosa porque el adolescente estaba sentado solo.
Ninguna de las mujeres en el autobús le prestaba atención.
Sunoo bajo su mirada ensombrecida.
—Mamá estaba en el hospital desde antes del virus, le detectaron un tumor en la cabeza y papá siempre estaba junto a ella — relató él —. Nunca volvieron, así que yo tuve que salir por mi cuenta. Por suerte, Yoongi me encontró, fuimos los primeros en formar parte de este grupo.
Jimin se sintió terrible por haber preguntado aquello, estaba tan oxidado que tuvo poco tacto.
—Lo lamento mucho.
—No importa, todos aquí hemos perdido a alguien.
Jimin sonrió por la madurez en su semblante.
—¡Ey, niño! ¿Qué fue lo que te dije, uh? Siéntate correctamente en tu asiento — de repente, le reprendió una voz contundente que venía de la parte trasera del autobús.
Sunoo vio al hombre armado acercarse a ellos y rápidamente se acomodó mejor en su asiento sin dejar de ver hacia atrás —. Lo lamento, Taemin— dijo bajito.
—Si chocamos vas a salir disparado directamente hacia el frente y no podremos hacer nada para salvarte — advirtió, revolviendo su cabello azabache y se dieron algunos manotazos juguetones. Después, el recién llegado vio a Jimin, quien también lo estaba observando de vuelta —. ¿Quién es él? — cuestionó Taemin cambiando su semblante a uno más serio.
—¡Es Jimin! El nuevo integrante del grupo de quien Kai nos habló — contestó Sunoo por el castaño.
—Vaya, hace tanto que no veía un rostro nuevo. Es refrescante —Taemin le sonrió de oreja a oreja —. Mi nombre es Lee Taemin, soy quien va a pilotar la aeronave en la que viajaremos, supongo que ya te lo dijeron — le ofreció una mano a Jimin, pero inmediatamente la alejó al escuchar el gruñido del rottweiler sentado a su lado —. Caramba, un perro.
—Lo lamento, él no suele comportarse así. Está un poco agitado por el movimiento — justificó Jimin porque no quería que pensaran que su mascota era violenta y los echarán a mitad de camino.
—Oh, no te preocupes. Lo entiendo perfectamente. Los rottweilers son bastante protectores con lo qué consideran suyo — comentó con una leve sonrisa —. Con el tiempo se irá acostumbrando a nosotros.
—Gracias por aceptarnos — mencionó tímidamente.
—Ni lo menciones. Eres completamente bienvenido al equipo. Esta es la primer cosa que Jongin hace bien — bufó para si mismo y Jimin ladeó la cabeza bastante confundido porque no entendió su comentario —. Pero bueno, si me disculpas tengo que volver allá atrás.
Jimin asintió. Taemin le sonrió una última vez y siguió por el pasillo dándole una mirada indiscreta.
—Taemin y Kai no se llevan muy bien — le confeso Sunoo inmediatamente —. Te lo digo desde ahora para que no te sorprendas cuando peleen. Pero parece que le agradaste demasiado a los dos.
—Ah, ¿tú crees? — Jimin hizo una mueca —. No he hecho nada para agradar, recién he llegado.
—Supongo qué no necesitaste hacerlo — dijo el chico con una risa como si fuese divertido —. Jongin se puso en riesgo por ti. Todos le dijeron que era mala idea que fuera por un desconocido porque no era seguro qué aceptarás venir con nosotros, pero no le importó y lo hizo, así que en efecto, le agradaste.
Jimin no supo qué decir al respecto o en qué sentido tomárselo, incluso le dio algo de escalofríos pensarlo.
—Y bien, ¿cómo contactaron al lugar a donde nos dirigimos? — le preguntó cambiando la conversación.
—No lo sé bien porque nunca me dicen nada. Soy invisible para casi todos aquí porque me ven como un niño — suspiró con dramatismo —. Pero en la base militar había radios funcionando y Jongin pudo hacer contacto con Busan. Nos prometieron que el refugio es totalmente seguro y hay grandes reservas de comida — sonrió ampliamente —. Nos espera un lugar donde por fin estaremos a salvo.
Jimin le dio una mirada seria y simplemente asintió. Se guardó para sí mismo su escepticismo pues no quería decepcionar al más joven. Aunque quería tener esperanza no podía evitar hacerse preguntas.
A salvo... ¿realmente podían estar a salvo?
[...]
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Jungkook en ese avión ya te envié al Jimin. Focus, que ya se lo quieren ganar.
Holi, ¿como están? Aquí el capítulo ocho, espero les guste. Mis personajes son tan trágicos.
Pd. Las palabras en negritas son las palabras que entiende Byron jaja
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