
✘ ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ ᴅɪᴇᴄɪꜱᴇɪꜱ ⚠️
Advertencia: Capítulo con sadismo, escenas de esclavitud y violencia explícita.
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Jungkook lo había estado ignorando durante todo el camino. No iba a lidiar con los ojos de aborrecimiento que le daba Jimin, el cual caminaba detrás suyo y observaba la realidad que se vivía dentro de la Capital. Como primera impresión, había sido transportado al mundo antiguo. Era una ciudad como cualquier otra, iluminada e indemne, los cimientos seguían en pie, no había muertos vivientes y personas saludables pasaban caminando tranquilamente por las calles.
... Sin embargo, era una fachada de la mugre.
Era una maldita cárcel, bordeada por cuatro muros gigantescos de piedra gris que protegían la ciudadela. Demasiados soldados. No había flancos débiles. Así como los errantes no podían entrar, las personas que estaban adentro no podían salir y era irónico que Jimin quisiese salir de nuevo a la invasión de los muertos.
Frente a ellos, pasaron varios camiones con vagones de carga, dirigiéndose a las bodegas de la Capital en donde resguardaban los suministros y la artillería pesada. Los hombres que regresaban de la última expedición iban sobre los vagones cargando sus pistolas orgullosas, bañados en sangre pútrida por todo el cuerpo como si no les molestara la repugnante podredumbre que emanaba y cuyos rostros eran iguales a los diabólicos relatos que Jimin había escuchado; una cicatriz y una sonrisa irónica trazando sus caras como si fuesen los reyes del mundo.
Algunos de aquellos lo miraron fijamente y Jimin se escondió en las espaldas de Jungkook a quien le fueron completamente indiferentes los hombres de la caravana y les sostuvo la mirada hasta que se perdieron al final de la calle. El pelinegro observó a Jimin por encima del hombro, que titiriteaba del miedo y rechistó.
Se asustaba fácilmente, como ya había notado.
—Muévete — ordenó y Jimin lo siguió.
Probablemente la organización era la única "cualidad" que tenía esta gente. Wonho le había explicado que todos aquí tenían un papel o una categoría asignada. Desde los centinelas que protegían el muro, los soldados que hacían todo el trabajo pesado y sucio, los Igores que construían nuevas obras a punta de latigazo y las mujeres... En donde estos dos últimos eran los desdichados y se llevaban la peor parte.
Había una hectárea de tierra café y caliente. Por doquier había hombres sudados yendo de aquí para allá, Igores, trabajando arduamente en la construcción de una estructura que parece, seria un edificio. Se veían exhaustos al punto del declive, pero no se detenían y seguían cargando tablas de madera a cuestas sobre sus espaldas, haciendo mezclas de cemento y conduciendo tractores.
Era impresionante en el mal sentido. En un tramo más adelante, había un jardín grisáceo en donde un puñado de mujeres lavando ropa a mano y completaban otras actividades cotidianas visiblemente resignadas a esta vida; sus ojos lo gritaban.
Se podía notar quiénes eran los prisioneros sin cadenas solamente con ver sus rostros apagados y tristes. Algunas de ellas incluso tenían el vientre abultado. Las mujeres y algunos niños pequeños vieron a Jimin ser arrastrado por la mano derecha de Dakho y no se sabía quien sintió más pena por el otro. Tal vez ellas un poco más por Jimin al notar que lo llevaba al almacén principal en donde cosas malas ocurrían todos los días.
Una pequeña niña de coletas negras miró a Jimin escondida en las faldas de su madre y le hizo una señal con la manita en forma de saludo que Jimin imitó con dolor. Seguramente le gustaba ver un rostro diferente a los que estaba acostumbrada, bonito y limpio, porque inmediatamente se escondió detrás de su madre cuando vio a Jeon.
—Ven, Mina. No te acerques a él —la mujer espantada tomó a la niña y la arrastró con ella.
Jimin no pudo dejar de verlas hasta que dieron vuelta en la calle.
Esto era... espantoso, ni siquiera sabía cómo describir lo que estaba sintiendo al ver estas situaciones. Si no lo estuviera viviendo en carne propia, no lo creería. Era demasiada crueldad para los alcances de su mente.
El infierno existía, estaban atrapados en él.
—La mitad de la población no está aquí por voluntad propia — habló Jungkook sin dejar de caminar por el asfalto, acostumbrado a ver todo este tipo de injusticias y quedarse de brazos cruzados, ser cómplice —. Sin embargo, están resignados, siguen aquí por el miedo que sienten, siquiera se defienden o intentan escapar. Jamás se atreverían.
Jimin vio el perfil de Jungkook al escucharlo hablar con semejante naturalidad, aunque debajo de esa capa pudo percibir tristeza en él, muy sutil, pero estaba allí.
—¿Y tú por qué estás aquí? —lo volteo a ver—¿También tienes miedo o sigues aquí porque gozas tener todo esto a costa de otros? — no tuvo cobardía por preguntarle con tono inquisitivo, ciertamente acusador y molesto.
—Porque preguntas cuando crees ya saber la respuesta — contestó él secamente.
—Aquellas mujeres te vieron con miedo—indicó Jimin, no dejándolo pasar por alto. Debía ser igual que ellos —... ¿Es porque tienes una cicatriz al igual que los demás?— soltó antes de poder retractarse de sus palabras.
Jungkook detuvo su andar abruptamente para girarse al castaño y mirarlo desde arriba.
—Tal vez es porque tuve que llevar a algunos de sus esposos a la hoguera — confesó repentinamente y Jimin tragó saliva—. Si, me veo igual que ellos y por esa razón haces muy bien en temerme — respondió viéndolo directamente a los ojos. A Jungkook no le importaba en lo absoluto lo que el chico pudiera pensar acerca de él. No tenía porque darle explicaciones de porque hacía lo que hacía o cuales eran sus carentes sentimientos y motivaciones de vida—. Mantén la boca cerrada a partir de aquí y no hagas nada estúpido que parezca inteligente—le advirtió, finalmente dejando a Jimin mudo el resto del camino.
Llegaron al almacén principal que se hallaba en el centro de la capital, la zona más protegida porque era donde el oro se escondía hablando casi de forma literal. Jungkook se hizo paso entre los guardias que no hicieron nada más que fruncir el ceño al momento de ver a Jimin, quien descendió la mirada al suelo. Todos se veían intimidantes y malvados como si fuese un requisito en el perfil de estos tipos.
En la gigantesca bodega se encontraba la armería expuesta en estantes de hierro. Un arsenal que jamás había visto, capaz de participar en una tercera guerra mundial y ganarla. Sin mencionar el impresionante botín de alimentos que los rodeaba. Cajas con latas de comida por todas partes, botellas de agua y artículos de aseo personal, absolutamente todo lo que podría necesitar un ser humano para sobrevivir.
Jimin parpadeó varias veces sin poder creer que esta gente vivían en abundancia, ¡riqueza!, mientras que él no había visto nada más que hambre y escasez durante el último tiempo de su vida. Con toda esta comida y armería, su pequeño grupo de Seúl podría sobrevivir años.
Allí se encontraba estacionados los camiones de carga que vieron hace un rato, rodeados por mínimo diez hombres que reían por una alguna razón y rápidamente lo hicieron ponerse en modo alerta. Esta era la cueva de los lobos. Luego de las barbaridades que había escuchado, Jimin sabía que aquellos no traerían cosas precisamente agradables.
Caminaron por la bodega, Jimin bastante cerca de Jungkook, y cuando estuvieron suficientemente cerca de la escena se dio cuenta que se burlaban de un hombre maltratado y desnutrido que cojeaba de una pierna, el cual apilaban sosamente las cajas con los suministros nuevos. Tenía marcas recientes en su espalda desnuda que palpitaba en rojo y su cara era el peor de los pecados; algo deforme e hinchado que siquiera se podía mirar directamente por la impresión que causaba.
Las piernas de Jimin temblaron al mirarlo. Era justo cómo se lo habían contado y sintió una opresión en el pecho cuando el pobre hombre se desplomó a unos metros delante de ellos esparciendo todas las latas de comida por el suelo. Jungkook detuvo sus pasos repentinamente al igual que Jimin, quien se encogió en su lugar para apaciguar su temor por el mero hecho de lo que representaba el hombre esclavizado.
Este era el horrible resultado de la maldad de las personas y lamentablemente, Jimin solo hasta ahora fue capaz de comprender lo que trataron de decirle, pues ya estaba frente a sus narices.
Sus miradas se cruzaron unas milésimas de segundo, pero fueron suficientes para que el castaño quisiera llorar por el sufrimiento del hombre magullado que se arrastró hacia ellos diciendo incoherencias: —J-Jungkook... por favor... m-mátame ya...— trastrabillo en voz baja y jadeo como si le doliera el simple movimiento de abrir la boca.
El pelinegro descendió su mirada al Igor y lo que Jimin definitivamente no espero es que éste lo viera un momento antes de simplemente voltearse a otro lado ignorándolo, aparentando que no estaba tirado delante suyo con los ojos atiborrados de lágrimas y rogándole porque terminara con su sufrimiento para siempre.
Jungkook no tenía jurisdicción sobre los esclavos o las mujeres de otros. Como lo había dicho, esa era la regla general y se aplicaba para absolutamente todos. Si esto no fuera así, definitivamente no existiría ningún tipo de control y la comunidad no funcionaria como lo hace.
Incluso el peor grupo humano tenía sus propias restricciones o se destrozarían entre ellos.
Jimin quiso auxiliar al hombre en el suelo y extendió su mano, sin embargo, Jungkook le dio un manotazo para impedirlo. El castaño lo miró con el ceño fruncido y al poco tiempo notó como Jungkook estaba tensó, mirando al frente, porque los hombres que dejaron de carcajear y ahora los veían con molestia por haber interferido en su diversión, aunque esa molestia pronto pasó a un repentino y extraño interés.
El corazón de Jimin se aceleró a mil y su estómago se contrajo cuando los múltiples ojos malvados cayeron sobre él, y luego se fueron acercando en su dirección.
—Así que finalmente lo has sacado de la pocilga en donde lo tenías — mencionó uno de ellos con una ceja encarada. Escaneo a Jimin de pies a cabeza —. Pero que tal, ahora entiendo porque lo tenías tan escondidito. Puedo prestarte a mi Igor si me prestas al tuyo algún día, ¿hmm? El mío es muy eficiente, lo prometo—señalo al hombre tirado al mismo tiempo que apareció en su cara una sonrisa cargada de mofa.
Jungkook lo miró con ojos oscuros, nada divertido, cerró su mano sobre el brazo delgado de Jimin y lo estiró más cerca—. Vamos, camina—arrastró al castaño con él, pasando de largo al hombre e ignorando la propuesta.
El pelinegro no despegó su mirada de aquellos hombres mientras Jimin no podía separar sus ojos del pobre hombre que dejaban atrás hasta que subieron unas escaleras y entraron por una puerta ubicada al frente.
Sus piernas se sentían flácidas al imaginar que él sería la siguiente persona tirada en el suelo rogando piedad porque lo mataran.
La situación cada vez se volvía peor. Este sitio le hacía creer que el mal predominaba sobre la justicia.
La conmoción no lo había dejado ver el lugar al que entraron y escuchar la armoniosa melodía junto a las voces encantadoras que inundaban la habitación en la cual ingresaron. Un ambiente totalmente diferente a lo que había visto hasta ahora. Era una estancia domestica en la cual yacían cinco mujeres hablando animadamente entre ellas. Eran preciosas, vestidas con faldas diminutas y maquilladas de forma extravagante.
Dejaron de hablar cuando vieron a Jungkook, al cual saludaron con entusiasmo, pero éste no les respondió.
Sintió pena por ellas al pensar que estaban siendo retenidas en contra de su voluntad al igual que las demás, si, o eso creyó hasta que una hermosa morena se recompuso sobre el sillón en el que estaba sentada abriendo las piernas de forma provocativa y dejando ver todo. Todas explotaron en risas ante la cara pasmada de Jimin, revelando la misma demencia que poseían todos en ese jodido lugar.
Todas explotaron en risas ante la cara pasmada de Jimin, revelando la misma demencia que poseían todos en ese jodido lugar.
El castaño se volteó a otro lado, ansioso.
—Son las mujeres del jefe. Acércate a una de ellas y te van a cortar el pene. Lo hacen a propósito porque saben que cualquier pendejo va a caer en su juego — explicó Jungkook que siempre mantuvo su vista al frente, ignorándolas.
Jimin tragó grueso y siguió caminando por el pasillo con las piernas temblorosas hasta llegar a otra puerta de tallado peculiar. Jungkook no necesitó decirle que habían llegando a los aposentos del líder, lo sentía. La vibra tenebrosa lo transmitía.
Era hora de la verdad.
Estaba aterrado. Hubo un intervalo en donde únicamente se escuchaba la respiración agitada de Jimin, muchos pensamientos pasaron por su cabeza e inconscientemente se hecho hacía atrás para escapar topando con el torso firme de Jungkook que lo detuvo.
Jungkook sintió como Jimin temblaba y tuvo un déjà vu, que hubiese querido no tener. Había estado en esta escena miles de veces en el pasado, innumerables fueron las personas inocentes que estuvieron ante Dakho y fueron asesinadas sádicamente frente a sus ojos. Se recordaba a si mismo arrastrando los cuerpos a la hoguera, algunos de ellos aún con vida y aún así tener que prenderles fuego.
Cuando estabas delante de Dakho había tres opciones; acababas con una cicatriz trazada en la cara, una cadena envuelta en el cuello o una bala metida entre los ojos.
—Entra — Jungkook le dio un pequeño empujón, pero Jimin se echó para atrás.
—Espera — tomó una bocanada de aire —. Antes quiero decir algo —dijo y Jungkook detuvo sus movimientos, un poco intrigado por lo que iba a decir —. Tienes a dos adolescentes contigo. He visto como te preocupabas por ellos en la carretera y aunque no puedo entenderlo, ellos parecen confiar en ti. Entiendo que no tendrías porque hacerlo, p-pero si algo me llega a pasar... te imploro que cuides a Sunoo como lo haces con ellos. Él no tendrá a nadie.
Jimin se volteó levemente para mirar al pelinegro sobre su hombro. Sus ojos avellanas le suplicaron, arriesgándose a ser rechazado por el hombre más despótico que había conocido en su vida.
Jungkook se quedó en silencio.
Su petición era ridícula, pero lo podía comprender, él más que nadie sabía lo que se sentía estar a merced de alguien más. Esa maldita impotencia de estar contra las cuerdas.
Era cómplice de las perversidades de esta gente porque era individualista y egoísta. Ocultaba su sentimiento de culpa en una embustera promesa sobre tomar venganza en el momento adecuado. Un momento que no llegaba y probablemente nunca llegaría. La culpa seguía porque él vivía y los demás no, el enfado por permitir que ese hombre siguiera destruyendo a las pocas personas que seguían con vida.
Sin embargo, en poco tiempo se dio cuenta que Jimin no era igual que él.
La debilidad de Jimin eran sus sentimientos, su humanidad. No era una mala persona, al contrario, era tontamente buena y pura para la opinión del pelinegro, lo cual le llegaba a irritar. Tenía una bondad intrínseca. Las buenas personas no vivían demasiado tiempo, tampoco las que querían salvar a todo el mundo o las que no querían una guerra.
Jungkook condenó a Jimin a morir aquí. No estaba hecho para este sitio. Tal vez si no lo hubiera encontrado en el centro comercial ahora mismo estuviese a salvo con su grupo, posiblemente muy lejos de allí. No le debería importar, nunca lo había hecho, pero la idea de tener que arrastrar a un Jimin inerte hacia la hoguera le perturbó más de lo que pudo imaginar.
Jimin sintió el cuerpo de Jungkook a sus espaldas, a una distancia bastante cerca que podía sentir la diferencia de masa corporal de sus cuerpos.
—Escúchame con atención porque no lo voy a repetir. No exteriorices debilidad, debes mostrarte fuerte aunque no lo seas y jugar igual de sucio que él. Quiere algo de ti, te necesita, debes usar eso a tu favor y no dejarte intimidar por sus amenazas. Dirá que asesinara a tu compañero y si, lo hará, a menos de que lo complazcas—susurró detrás de Jimin mientras vigilaba los costados del corredor.
Jimin respiró hondo e intentó controlar el desenfrenado latido de su corazón por las palabras de Jungkook que por primera vez sonaron consideradas —. Dime, ¿qué... qué tengo que hacer? — preguntó en voz baja para no ser escuchados.
—Está acostumbrado a tratar con personas que suplican, que le temen. Tienes que camuflarte y hacerle pensar que estas de su lado, que quieres ser parte de su grupo, eso es lo único que debes hacer — dijo. Jungkook sabía algo: Dakho consiguió todo esto porque no tenía escrúpulos, no porque fuese inteligente—. Reemplaza el miedo por la ira. Solamente tienes que encargarte de asegurar tu supervivencia al precio que sea. No funcionara si lo haces de otra forma—Jimin asintió nerviosamente a las palabras de Jungkook —. Ahora deja de temblar. Estaré detrás de ti. Pero haz algo mal y no te salvare el trasero.
Entonces, el pelinegro abrió la puerta e impulso a Jimin hacia el frente sin darle tiempo de decir otra cosa.
Entraron en el despacho que estaba sofocado por un cúmulo de humo y en medio de la nube borrosa, Jimin divisó a un hombre sentado detrás de un escritorio con los pies arriba del mesón de madera mientras fumaba un cigarrillo que olía bastante extraño. Tarareaba la melodía clásica al igual que movía sus dedos al ritmo de ella, ajeno a su presencia o seguramente ignorándola. Con las piernas temblorosas, Jimin caminó por la alfombra directamente hacia él y pronto se dio cuenta de la presencia de un segundo hombre arrodillado en el suelo, demacrado y sucio, su piel estaba pegada hasta los huesos. Traía cadenas alrededor del cuello y bajaban hasta sus muñecas con cicatrices hechas por las mismas.
Dios Santo.
—Señor... —finalmente el hombre descendió su mirada oscura del techo para ver a los recién llegados con el ceño fruncido—. Como lo ordeno, he traído ante usted al hombre perteneciente al grupo de Seúl—anunció Jungkook parándose delante suyo junto a Jimin que trago saliva.
El líder expulsó el humo por la nariz con una expresión neutra —. Buen trabajo, niño. Los encontraste. Como siempre, nunca decepcionas — el rostro de Jungkook permaneció estoico ante la felicitación y dio un paso atrás. Entonces, los ojos rojos de Dakho pasaron de Jungkook a Jimin cuyo cuerpo tembló inevitablemente, pero guardó las apariencias lo mejor que pudo—. Adelante. Acércate más, chico, no seas tímido que no hay razón para tenerme miedo... no he hecho nada aún—hizo una señal con los dedos para que se arrimara a la silla delante del escritorio.
Jimin clavó sus dientes en su labio inferior para conseguir aunque sea un poco de coraje y valentía ante esa perfecta parrilla de plata que le dio una sonrisa supuestamente amable. No debía mostrarle cuan nerviosos se sentía. Se sentó en la silla, enterrando sus manos en la carne de sus piernas para que dejaran de moverse al estar bajo la mirada del líder de la capital, el hombre desalmado que básicamente tenía esclavizado a un pueblo entero.
—¿A sí que esté chiquillo es quién nos ha causado tantos inconvenientes? No me puedo creer que no podían capturarlo. Está tan pálido que parece se va a morir aquí mismo en mi silla—se rió, no dándole crédito al castaño y lo escaneó con ojos intrigados más tiempo del debido. Dakho entrecerró los ojos al notar algo—. Tu cara me parece ligeramente familiar... ¿acaso nos conocemos de alguna parte, uh? ¿Cuál es tu nombre, chico? —curioso le preguntó.
Jimin lo miró, estando inmensamente seguro que era la primera vez que veía a este tremendo loco hijo de puta, pero obviamente no podía decir eso. Estaba manteniendo sus emociones a raya, guardando la calma y recordó las palabras de Jungkook antes de responder.
—Mi nombre es Park Jimin... Y me temo que aún no nos han presentado — contestó usando un tono más seguro del que se creyó capaz.
—Por supuesto, ¿dónde están mis modales? — exclamó el líder y le extendió una mano a Jimin quien dudó unos segundos en estrecharla pero lo hizo y a cambio, recibió un fuerte apretón que dolió—. Mi nombre es Dakho. Me parece curioso que no haya escuchado hablar de mi, ¡todos saben quien soy!—se jacto lleno de orgullo—Mi reputación se ha esparcido hasta lugares incluso más lejanos a Busan gracias a mi poder. ¿Tengo que mostrarle directamente porque soy tan famoso entre los sobrevivientes?
—Yo sé bien quién es usted y lo que hace. Jeon me lo ha dejado bastante claro — recompuso el castaño rápidamente.
Aunque no volteo, Jimin podía sentir a Jungkook detrás suyo. Admitía que su presencia le brindaba cierta calma al no sentirse desamparado y solo, a pesar de que sabía que a Jungkook no le importaba y lo trataba como un paquete de droga que debía entregar.
El hombre infló el pecho con narcisismo —. Bueno, entonces espero que también haya dicho lo que le sucede a las personas que me tocan los huevos y me hacen enojar... si, así como usted y su grupito, niño —Jimin comenzó a respirar más fuerte por el énfasis que hacía en sus palabras y Dakho se dio cuenta—. Pero no tenga miedo, Jimin. Debe saber que soy un hombre muy razonable y generoso con las personas que me obedecen. Puede preguntarle a mi muchacho más eficaz, ¿no es así, hijo? —Dakho le preguntó a Jungkook que estaba unos pasos por detrás.
Aquel en el fondo ardió en llamas como cada vez que el hombre lo llamaba hijo, pero asintió fielmente con la cabeza, dándole el gusto.
—Sí, señor—contestó con voz fuerte y Dakho sonrió satisfecho.
—También soy muy considerado con mis sirvientes, ¿no es así, Igor?—esta vez le preguntó al hombre arrodillado que traía las cadenas en el cuello.
—S-sí, señor. Usted es muy generoso con todos nosotros — respondió aquel obedientemente sin atreverse a mirar hacia arriba y Jimin sintió lástima por aquel.
—Todos aquí conocen su posición. Las personas que obedecen mis reglas son tratadas como merecen, como reyes. La pregunta aquí es, ¿usted obedecerá mis reglas? ¿Seguirá mis órdenes? ¿Me dará lo que quiero?—la última pregunta era la que realmente le importaba, la pregunta decisiva.
Dakho observó al castaño fijamente sin borrar esa sonrisa de su rostro, que lejos de transmitir simpatía daba escalofríos por lo psicótica que se veía. Aparentaba bondad al hablar con tanta calma y una sonrisa cuando realmente era todo lo contrario. Jimin lo sabía.
—¿Qué es lo que desea exactamente, señor? —interrogó arrancándose las palabras sumisas de la garganta, pero aparentemente dio en el clavo.
—Usted pertenece al grupo de Seúl, es el grupo que más tiempo hemos tardado en reclutar entre nuestras filas ya que no conocemos su ubicación. Sabemos que son un buen prospecto, tienen hombres fuertes, muchas mujeres... incluso un adolescente y un rottweiler. Una anomalía, por cierto, y sería una lastima tener que dañarlos, ¿no es así, Jimin? —Dakho se callo y de repente, su sonrisa se hizo más grande y malévola al ver a Jimin caer en pánico por sus amenazas—¿Usted sabía que los animales pueden adquirir el virus y mutar en algo mucho mas letal y asqueroso que los mismos infectados? Le apuesto que no quiere verlo.
La cara de Jimin se crispo de inmediato, sucumbiendo al miedo que sintió —. Déjelos fuera de esto. N-no les haga daño—dijo antes darse cuenta.
No debía suplicar y se estaba viendo débil, pero aun así lo hizo.
Dakho colocó el poro entre sus labios sonrientes —. Yo no les haré daño, Jimin, usted lo hará. Puede salvarlos o arrojarlos por la borda. Si coopera con nosotros podrá quedarse en el pelotón de Jeon con sus compañeros. Una buena oferta que no durará por siempre, pues en caso de que no quiera llevarnos hasta ellos entonces...
Dakho se inclinó sobre el escritorio para sacar un revolver del cajón y la levantó dándole un tiro al Igor arrodillado, provocando que su sangre ahora estuviera en la ropa de Jimin que emitió un grito agudo.
—Bueno, ahora me falta un Igor y un adolescente no me vendría nada mal en su lugar, son muy enérgicos. Y por otro lado, un perro nos ayudaría como rastreador de personas y también venados. Necesitamos proteína—dijo él—. Por supuesto si es que a mis hombres no les da hambre antes de hallarlo—comenzó a reír diabólicamente.
—¡No!— Jimin saltó, empujando la silla hacia atrás con un fuerte chillido y lo miró a los ojos fijamente, pero el líder no se inmuto —. Los guiaré hasta ellos. Yo mismo busque ese refugio en los límites de Gimhae para resguardarnos de los infectados, conozco bien las coordenadas y el camino más seguro para llegar. Los llevaré hasta allí y podrán tomarlos a todos. Son más de treinta personas... tómenlas en nuestro lugar—dijo sin titubear, lo cual fue una sorpresa para sí mismo.
El jefe sonrió por su respuesta automática.
—Exactamente eso era lo que deseaba escuchar, firmeza. Un hombre con los cojones bien puestos en sus decisiones—el líder asintió con satisfacción y después lo señalo—. Sabe, creo que ahora empiezo a recordarlo, Park Jimin. Veía sus partidos de beisbol los sábados por la noche luego de un día de mierda en la oficina. Soy un gran admirador suyo—dijo, mofándose del castaño anonadado que no podía creer que fue reconocido —. Ahora que casualmente esta aquí, estoy pensando en un trabajo interesante para usted.
Jimin se quedó congelado en su sitio—, ¿t-trabajo? —trastrabilló, no queriendo saber cual sería ese supuesto trabajo interesante.
—Podría entretener a mis hombres, pero eso será después —respondió —. Hay trabajo que hacer, muchacho—Dakho se dirigió al pelinegro que se recompuso en la situación como un soldado entrenado —. Viaja hasta ese lugar en Gimhae con el pelotón número cinco y asegúrense de que el joven Park no este mintiendo. Además, hagan un análisis del perímetro y las personas antes de llevar a cabo la celada oficial—indicó sin separa la vista penetrante de Jimin.
—Como usted ordene, señor. Saldremos cuanto antes — Jungkook dio un asentimiento de cabeza y se dio la media vuelta, llevándose a un Jimin pálido y perturbado consigo, quien no podía creer lo que acababa de hacer.
Acababa de traicionar a su grupo.
[...]
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A cada minuto la culpa carcomía a Jimin, a pesar de que sabía que no podría haber actuado de otra manera cuando estaban utilizando una artimaña tan cruel y sucia pero terriblemente efectiva en su contra. La parte racional y egoísta de su cabeza le decía que hizo lo "mejor" para él y Sunoo, estaba protegiendo sus vidas. Organizó sus prioridades y sus prioridades era mantener a su familia a salvo sin importar el costo.
Pero el malestar mental seguía persistiendo, era innegable, así como la tentación de hacer algo descabellado y temerario como tomar armas contra el primer hombre que se le pusiera enfrente y defenderse, e intentar huir. Pero hacer un movimiento pequeño traería una consecuencia gigante y el resultado que acarrearía sería uno en donde su sufriendo sería más fuerte que ahora mismo.
El camino que había tomado su historia no le gustaba, pero tenía que aprender a lidiar con ello al mismo tiempo que los insistentes sentimientos de vergüenza y culpa lo estaban atacando de forma tan bruta que lo estaba somatizando en dolor de estómago.
Él era el único que merecía morir por esto.
Jimin se sintió tan desleal cuando estaba trazando en el mapa de Busan que le entrego Jungkook la ruta que los conducía hasta su refugio en Gimhae, lo que marcaba el inicio de la batalla y su acto de Judas. Ya no había vuelta atrás en sus acciones. Estaba hecho.
Traicionó a Jongin, traicionó a Taemin, traicionó a Yoongi, traicionó a HyungSik... Traicionó la confianza de los hombres que lo habían acogido cuando estaba hundido en soledad y dado un hogar rodeado de buenas personas que lo apreciaban de verdad. Los traicionó a todos y lo peor era que ellos siquiera estaban enterados de nada, ignoraban totalmente la situación y eso los hacía aún más vulnerables.
Las lágrimas bajaron por sus ojos avellana —. Byron, ¿hice lo correcto o debí haberme esforzado más y luchar hasta la muerte? —sofocado por sus emociones, le preguntó al animal que estaba acostado en el asiento trasero de la camioneta Baic J40 en donde esperaban a Jeon.
Aquel no respondió, solo ladeo la cabeza a un lado y volvió a morder su peluche de osito.
A su mente vinieron las palabras pronunciadas por Dakho sobre la mutación del virus en animales y su estómago se contrajo aún más. Sacudió la cabeza. No quería pensar en eso, prefería ser ignorante en el tema y no imaginarlo.
Jimin miró por la ventana a los hombres del pelotón número cinco que acudirían a la salida, preparándose como si fuesen a la maldita tercera guerra mundial. En su grupo predominaban las mujeres y los hombres mayores cuyos conocimientos de lucha eran mínimos por no decir nulos. Cargaron los vehículos con armas y alimentos de sobra para los siguientes días que estarían fuera.
Solamente harían una inspección de los alrededores, pero Jimin no quería mirar su refugio desde la lejanía para no verse tentado en cometer una locura de la que se arrepentiría.
Entre los hombres se encontraba Jungkook en compañía de un hombre llamado Minho, quienes lideraban la misión y daban las indicaciones al resto mientras analizaban el mapa que Jimin anteriormente había marcado con lápiz rojo. Luego de unos minutos, todos se fueron subiendo a los coches para salir de la Capital aprovechando que el sol brillaba en su máximo esplendor y no había nubes grises acechando.
Jungkook también se preparó con los artículos que necesitaba para la expedición. Amarró su cabello negro en una coleta alta. Estaba tan largo que caía en ondas sobre sus hombros. Envainó todas las armas en su cinturón y deslizó los cuchillos en su botas militares. También acomodó su pistola Ak 47 sobre su espalda antes de hacer contacto visual con Jimin, a quien encontró mirándole fijamente desde el asiento del copiloto.
El castaño rápidamente desvió la mirada a otro lado y se limpió la cara con el dorso de la mano para que no lo viera sollozar. Jungkook le ignoró, ya lo había visto llorar unas veinte veces desde que lo conoció. Cargó su mochila con provisiones para los tres, su cantimplora y dudo un poco antes de también tomar el bate de béisbol de Jimin que había sido confiscado. Se adentró en el asiento del piloto junto a Jimin que se mantenía en completo silencio.
—Ten —le dio el bate de mala gana—. Probablemente lo necesitarás.
Jimin también lo aceptó de mala gana.
El motor de la camioneta arrancó con fuerza siendo el único sonido que había entre ellos; Jimin no quería hablar, a penas quería mirarlo de reojo, ya que de alguna justificada forma culpaba a Jungkook por todo lo que estaba pasándole. Por su lado, a Jungkook no le incomodaba y mucho menos le importaba el silencio, al contrario, lo prefería.
Antes de partir a la carretera, el pelinegro le dio un profundo trago a su cantimplora mientras que el castaño se preguntaba qué tipo de líquido estaba bebiendo con tanto gusto. Definitivamente no era agua, olía fuerte.
—¿La radio que tienes en la guantera sirve? — le preguntó Jungkook después de tragar con un sonido gutural.
Asustado, Jimin volteó a ver al hombre y no supo que responderle. La lengua se le enredó porque aquel había descubierto su intercomunicador con el cual podía comunicarse con su grupo. En el fondo aún esperaba que el aparato sirviese a su favor. Su silencio prolongado le dio la respuesta a Jungkook que se estiró sobre Jimin para abrir la guantera y agarrar el intercomunicador.
Éste casi lo detuvo de un golpe, pero logró contenerse apretando los puños sobre sus rodillas. Miró atentamente como el hombre presionaba los botones de la radio hasta que de repente...
—Jimin, ¿estás ahí? —una voz robótica emergió del aparato negro provocando que ambos se sorprendieran, más Jimin.
El castaño abrió sus gestos en una mezcla de alivio, terror y melancolía al reconocer aquella voz grave, la cual no se dio cuenta cuánto había extrañado hasta ahora —Jongin...—susurró para sí mismo.
—Jimin, ¿puedes escucharme? ¿Estás ahí? — el azabache volvió a preguntar esperando una respuesta. Jungkook volteo a ver a Jimin, y éste devuelta, temblando, su frente sudando. Los segundos pasaron y Jongin no dejaba de hablar, creando tensión entre los dos hombres que se veían presencialmente: —Si estás escuchando esto, por favor, responde. Necesito saber que te encuentras bien...
Jimin se inquietó en su asiento imaginando por un mágico momento en arrebatarle el aparato de las manos a Jungkook y chivarse. Avisarle lo que estaba ocurriendo de este lado. No obstante, el pelinegro puso su dedo índice sobre sus labios, anticipando sus acciones e indicándole que se mantuviera callado o definitivamente lo lamentaría, y Jimin le obedeció, soportando la desesperación, limitándose a seguir escuchando como Jongin trataba de comunicarse con él.
—Jimin no hemos parado de buscarte desde que te fuiste. Si aún sigues con vida comunícate conmigo— aviso Jongin y hubo un largo silencio. Jimin pensó que se había rendido pero no fue así—. P-por favor, solamente quiero volver a verte...—la voz de Jongin se quebró y a pesar de la interferencia en la línea, Jimin pudo adivinar qué estaba llorando, lo cual estrujó su corazón culpable. Quiso gritarle que esta allí, que seguía con vida y quería volver con ellos. Que lamentaba todo esto—. Desde que despartiste nada es igual. Lamento tanto no haberte cuidado y también lamento no haber podido decirte todo lo que sentía por ti...
La mente de Jimin se puso en blanco luego de escuchar esas últimas palabras. Su corazón se puso a latir por la confesión de Jongin y con las mejillas sonrosadas miró a Jungkook que tenía una ceja curveada por la cursilería.
—Déjame responderle —pidió Jimin y Jungkook soltó una pequeña risa sarcástica, aparentando divirtiéndose con la situación que para Jimin era todo menos graciosa.
—No—sentenció Jungkook.
—Un minuto. Solamente déjame hablar con él por un minuto —le suplicó y el pelinegro le dio una mirada irritada como si fuese estúpido.
—¿Y qué planeas decirle dirás a tu amante, eh? ¿Qué te tenemos secuestrado y no puedes ir con ellos? — le preguntó.
—Y-yo solo quiero... decirle que estoy bien— dijo bajando el tono de su voz insegura.
Jimin se quedó pensando en que demonios le diría a Jongin cuando hiciera preguntas, al hombre que alguna vez lo salvó y ahora él le había clavado un cuchillo en la espalda. Como tendría cara para hablar con él siquiera por radio luego de su traición, no se merecía que Jongin sintiera algo por él. No se merecía que lo estuviesen buscando.
Suspiro, resignado —. ¿Puedes apagarlo?
Jimin se volteó a la ventana para no enfrentar a Jungkook que lo seguía observando insistentemente. Afortunadamente apagó la radio y se mantuvieron en silencio cuando las puertas de la ciudadela se abrieron para dejarlos ir y dieron inicio a su camino por la ciudad apocalíptica.
[...]
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Hola, les traigo un nuevo capitulo. Espero les guste mucho y si es así, denle estrellita y dejen sus opiniones. Ahora que volví intentare responder todos sus comentarios.
También gracias por sus lindos mensajes, mi operación salió muy bien. Mi vista es perfecta ahora literalmente, pase de tener 7 de graduación a 0, (ósea de verdad están muy ciega), sin embargo, aún tengo inflamado el ojo derecho y no me puedo exceder en el tiempo delante de la laptop.
Sobre la historia, quiero hacer unas aclaraciones:
Primero punto, al ser una historia de apocalipsis pues es cierto que pasaran cosas realistas como muertes de personaje y todo eso, pero tengan en cuenta que no todo será malo. Ahora si parece que todo será muy malo porque han llegado a la capital, pero...
🔴 PEQUEÑO SPOILER 🔴: no siempre estarán ahí, la mayor parte de la historia no se llevara acabo dentro de la capital.
Segundo punto, Jimin y Jungkook comenzaran a tener sus momentos juntos aunque todavía no se aman, evidentemente. A Jimin le da miedo Jungkook y Jungkook siente un poco de culpa por llevarse a Jimin, por eso le ayuda. Veremos como va evolucionando esto.
Tercero, la historia si tendrá lemon y cosas de esa índole, pero aguanten, que todavía falta. Yo estoy deseando que llegue ese momento.
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