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✘ ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ ᴄᴜᴀᴛʀᴏ

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Sábado 12 de Marzo del 2022

Busan, Corea del Sur.
15:00 p.m.

Un día y siete horas después del primer contagio

...

Jadeando por la boca, Jeon Jungkook se puso en posición y empuñó firmemente el desencofrador de acero que encontró en la caja de herramientas del conserje y lo utilizó para atravesar al maestro muerto en la cuenca del ojo con un movimiento punzante, yendo directamente hacia el cráneo. El maldito se desplomó sobre el suelo, dejando un charco de sangre. Cada vez había más de ellos, estaban en donde quiera que voltearan. Además, los gritos desgarradores a su alrededor no cesaban. Veía humo negro por doquier. La institución estaba sumergida en un ambiente belicoso, todo estaba cayendo en ruinas, alumnos, maestros, directivos, personal de apoyo... todos, estaban huyendo, peleando o mordiéndose entre ellos.

Sus compañeros asustados alcanzaron al chico pelinegro que los defendía, asesinando a todos los errantes que se topaban en el camino.

—¡Rápido! ¡No se detengan! — les gritó Jungkook, haciendo señas grandes con el brazo.

Su grupo de amigos saltaron por encima de los cuerpos que se encontraban tendidos a lo largo del campo de fútbol cubierto de césped marchito y color escarlata en lugar de verde. Woojung cruzó por encima de uno de los errantes inmóviles que tenía un agujero en el pecho, el cual volvió a despertar sorpresivamente y lo tomó por el tobillo, sacándole un grito de terror mientras iniciaban un forcejeo desesperado en donde el muerto quería morderlo a toda costa.

En medio de los gritos atormentados y las patadas débiles del chico escuálido, el errante liberó el tobillo de Woojung cuando Jungkook le atravesó el cráneo con el desencofrador de acero, dándose cuenta que el golpe definitivo debía ser directamente a la cabeza.

—Gracias... — le dijo Woojung, quien fue abrazado por su hermano, Sarang, el cual estaba hecho un mar de lágrimas.

Jungkook le dio un ligero asentimiento de cabeza —. Andando —indicó con el mentón.

Los universitarios comenzaron a trepar la rejilla que cercaba el área rectangular de la cancha para cruzar a la siguiente parte del parque deportivo y alejarse de los edificios académicos. Allí era mucho peor. Jungkook ayudó a los chicos más jóvenes a subir para agilizar el traslado luego de escuchar los aullidos acercarse rápidamente desde el recinto central de la universidad de Busan.

Cuando todos sus compañeros cruzaron, Jungkook tomó impulso para trepar ágilmente sin ayuda alguna. Estuvo a punto de saltar al otro lado del campo, sin embargo, se detuvo abruptamente cuando escuchó un grito llamar su nombre que provenía del recinto infestado.

—¡Jungkook, no te vayas! ¡A-ayúdame! — lo llamó desesperado un joven mal herido, quien venía cojeando a mitad de la cancha.

—¡Yugyeom! — exclamó conmocionado al ver a su colega con vida, pues creyó que había fallecido hacía unas horas atrás después de perderlo de vista en el edificio A —. ¡Corre! ¡Más rápido, tu puedes! — le gritaba, pero Jungkook prontamente se dio cuenta de la mordedura que se presentaba en su pantorrilla hecha por los mismos mordedores que lo perseguían hasta allí.

Toda una horda de los que antes eran sus compañeros de estudio venían corriendo detrás de Yugyeom dispuestos a aniquilarlos. Aún así, Jeon estiró su mano lo más lejos que pudo para tomar la de su amigo y subirlo.

Yugyeom consiguió escalar la mitad de la rejilla en donde Jungkook pudo aferrarse a su mano, sin embargo, los muertos le alcanzaron y lo empezaron a estirar de vuelta abajo, mientras le rasguñaban las piernas y el abdomen, haciéndolo gritar escandalosamente del dolor —. ¡Jungkook, súbeme! ¡Por favor! ¡Aggh! — le suplicó, llorando y jadeando del ardor.

—¡Te tengo, amigo! ¡No te voy a soltar! — gritó Jungkook totalmente exasperado, reteniendo la mano de su compañero con toda su fuerza que inclusive las venas le sobresalieron de su frente, sin embargo, el peso era excesivo, provocando que sus manos ensangrentadas terminaran por zafarse y Yugyeom cayera enmedio de la horda de errantes, quienes no tardaron en comérselo vivo —. ¡No, Yugyeom!

Jungkook comenzó a gritar horrorizado al presenciar en cámara lenta semejante imagen sangrienta. Observaba con los ojos abiertos de par en par como estaban despedazando violentamente el cuerpo de su amigo que todavía seguía con vida y gritaba perturbadoramente; escuchaba el sonido de los huesos romperse, la piel rasgarse salvajemente y el gemido de los muertos al masticar su carne.

Esto no era real. No podía ser real.

Su cerebro dejó de procesar las imágenes como mecanismo de defensa. Se encontraba llanamente petrificado, incapaz de tomar conciencia sobre los otros infectados que intentaban derribar la rejilla para llegar a sus compañeros que lo esperaban. La rejilla comenzó a sacudirse violentamente aún con el pelinegro arriba.

—¡Jungkook! ¡Tienes que saltar ahora! — alterado, le gritó su mejor amigo, Lee Wonho, quien estaba del otro lado del patio y enterraba un palo de escoba en la cavidad bucal de un muerto que llegó por el extremo contrario —. ¡Vamos! ¡Salta ahora mismo, Jungkook! ¡Ya!

Con los ojos cristalinos y una terrible impotencia, Jungkook ya no pudo hacer otra cosa más que gritar de la rabia y saltar al otro lado de la cancha, dejando atrás los lamentos de Yugyeom con los sentidos nublados y un dolor agudo en el pecho. Se sentía descolocado, Percibía el caos a lo largo de toda la institución que hacía apenas unas horas estaba bien; había sangre y órganos en cada esquina, fuego envolviendo las estructuras en donde tomaba sus clases matutinas, explosiones repentinas, sirenas de ambulancias y alumnos uniformados bañados en sangre corrían de allá para acá.

¿Qué diablos había sucedido? 

Francamente no se dio cuenta en qué momento inició todo porque, literalmente, fue cuestión de segundos cuando el primero de ellos hizo su lamentable aparición y contagio a toda la puta escuela.

Hasta esa mañana, todo sucedía normalmente, Jungkook fue regañado por su profesor calvo de literatura inglesa por su falta de interés en la clase y ocurrió algo parecido en las otras materias. Después lo mandaron a la dirección por segunda vez en esta semana y en esta ocasión el director estuvo de acuerdo con el resto de sus maestros en que debía tomar sesiones con el psicólogo escolar y así lo ayudara a lidiar con sus problemas.

Habían sido comprensibles con él al principio, pues sabían que pasaba por una situación difícil, por la pérdida de un ser querido, pero había pasado el límite. Según ellos, un chico de 20 años no podía tener una actitud tan... inadmisible, por no decir una vulgaridad. Una actitud de mierda.

Y bueno, tal vez los mandó al carajo luego de eso, ganándose además una carta de indisciplina en su registro que no podía estar más manchado. Recibió una última advertencia, sino asistía a su terapia semanal entonces lo sacarían del equipo de atletismo y perdería una de las mejores oportunidades de su vida.

Jungkook se reía amargamente de sus amenazas. Cómo si su vida pudiera ir peor.

Luego de todo eso, Jungkook se encontraba enfadado en la zona de casilleros para recoger su uniforme deportivo e ir a su entrenamiento como era su rutina. Un día normal, definitivamente, con muchos problemas encima. No obstante, cuando observó como dos chicos comenzaron a pelear a mitad del pasillo como si de animales salvajes se tratase y después se fueron sumando más estudiantes en una batalla sádica y brutal, Jungkook no dudo ni por un segundo en defenderse de aquellos al ver los órganos y sangre aparecer en escena.

En un parpadear de ojos todos se habían vueltos locos, incluso los maestros que trataron de separarlos, siguieron por esa misma línea.

Todos se estaban comiendo entre ellos.

—¡Jungkook reacciona! — le gritó Wonho en la cara mientras lo zarandeaba.

Cuando una cachetada azotó contra su rostro, Jungkook todavía tardó unos segundos en recobrar sus sentidos íntegramente y así poder correr junto a los demás deportistas, quienes huían despavoridos sin rumbo alguno.

—¡Vengan! ¡Por aquí, chicos! — avisó otro estudiante llamado Kim Seungmin, apuntando en dirección del autobús de la universidad que estaba estacionado en la entrada de la misma.

Corrieron hacia el vehículo y Jungkook se aseguró de que todos subieran para adentrarse al final y cerrar las puertillas —. ¡Agáchense! ¡Abajo! — exclamó y rápidamente todos se tiraron pecho tierra, mientras se tapaban la boca para evitar ser escuchados por ellos.

Los jadeos balbuceantes se escucharon en los alrededores del camión hasta que otros estudiantes que también trataban de escapar de los mordedores llamaron su atención, alejándolos de la zona para quedar en un silencio engañoso.

Se fueron.

El pequeño grupo permaneció sobre el suelo de ese autobús, jadeando del cansancio y llorando de la desesperación, mientras se daban consuelo por haber perdido a más de la mitad del grupo en su intento de escape. De ser quince personas pasaron a cinco en un corto tramo del gimnasio a ese camión. Ahora solamente permanecían con vida: Jungkook, Wonho, Seungmin y los gemelos Allen, Sarang y Woojung.

El pelinegro se llevó su puño a la frente para darse un fuerte golpe, mientras su quijada temblaba exageradamente por las violentas emociones sacudiendo su interior. Él no era de romper en llanto, no, él quería salir y golpear a todo muerto que se le pusiera enfrente para desquitar su coraje.

—No fue tu culpa, Kook — intervino Wonho, colocando una mano sobre su hombro —. Ya lo habían mordido de todas formas. No podías salvarlo — dijo él para intentar aligerar su sentimiento de culpa.

Jungkook se mantuvo en silencio con los ojos cerrados y regulando su respiración agitada. No quería que dijese nada, pues no le haría sentir mejor. Nada lo reconfortaría. Ninguna cosa le sacaría de la cabeza los tormentosos lamentos de agonía de uno de sus mejores amigos.

Esos monstruos se comieron a Yugyeom delante suyo y él no hizo nada para ayudarlo. Fue el peor sentimiento que pudo haber experimentado en toda su vida y estaba seguro que era un hecho que lo atormentaria por siempre.

Se sentía atrapado en una pesadilla: ver a sus amigos morir cruelmente, uno tras otro, delante de sus ojos incapaces hasta que no quedara nadie vivo más que él. Sentía tanta impotencia y terror al ver cada vez menos integrantes en su grupo. No sabía que hacer para salvar a los restantes. Ahora mismo le aterraba profundamente la idea de que a ellos les ocurriera lo mismos que a Yugyeom, incluso le asustaba mucho mas de lo que le pudiera suceder a él mismo. No quería perderlos, no quería perder más gente.

Desde siempre fue alguien que veía por el bienestar de sus amigos, inclusive sobre el suyo propio. Tenía un alto instinto protector. Daría todo por ellos sin importar el costo o esfuerzo, sangre, sudor y lágrimas.

Jungkook apretó los dientes con fuerza para evitar romperse. Alguien debía permanecer fuerte y estable, ser el pilar de los demás miembros desconsolados. El mayor de los cinco, Wonho, quien se había mantenido fuerte ante la catástrofe, en esos momentos finalmente se quebró, sufriendo la muerte de su novia, Wheein. Esta vez fue Jungkook quien colocó una mano sobre el hombro del contrario como gesto de apoyo y luego permitió que Wonho lo abrazará y derramara lágrimas de dolor sobre su hombro.

—Lo lamento tanto, amigo — lo abrazó fuerte.

Para la gente externa Jungkook era el típico chico apático, frío y solitario. Era cierto que era áspero en el trato con sus compañeros y "descortés" por siempre hablar con palabras envueltas en franqueza pareciendo ante los demás un hombre rudo, indiferente y carente de habilidades sociales.

Sin embargo, Jungkook era distinto con las personas que realmente quería y también ellos eran quienes realmente lo conocían.

Los gemelos ingleses, pelirrojos y de ojos azulados, que estaban sollozando en la parte trasera del camión eran cuatro años menor que él, y solamente visitaban la universidad porque eran los hijos del entrenador de tenis. Sentía empatía por ellos al mirarlos tan pequeños, indefensos y melancólicos. A penas dominaban el idioma; tenían un acento gracioso, razón por la que eran molestados por los estudiantes mayores.

Jungkook siempre estaba allí para defenderlos y nadie era tan estúpido para tener una pelea con el pelinegro, pues su mala reputación le precedía.

Por su parte, Seungmin y Wonho eran sus mejores amigos o mejor conocidos como sus compañeros de insolencias... al igual que Yugyeom. Son con quienes compartía buenas y malas experiencias, cumpleaños, fechas importantes, absolutamente todo. Ellos eran quienes le daban un poco de soporte a su vida, caótica, desenfrenada e inestable como él.

Jungkook no era un desastre andante sin tener una razón importante de trasfondo.

Su madre y su padre siempre estaban viajando por negocios familiares, nunca estuvieron con él ni con su hermana en ninguna etapa de sus vidas. Tampoco estuvieron cuando ocurrió el accidente o cuando Jungkook quiso encontrar al culpable...

Nunca aparecieron cuando más los necesito.

Por ello, en esos momentos desamparados no extrañaba en lo absoluto su presencia. De hecho, Jungkook no tenía ni la más remota idea de donde pudieran estar o al menos si estaban vivos y nunca lo sabría, pues literalmente estaban en algún rincón en el otro lado del orbe.

Y esperaba porque no volvieran a Corea del Sur, de igual forma el podía arreglárselas solo.

[...]

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—¿Creen que sea seguro salir? No han regresado desde hace un buen tiempo — cuestionó Seungmin con el transcurso de las horas, mientras asomaba solo la parte de sus ojos por una ventana del autobús.

—Toda la universidad esta infectada, por ende, no existe un sitio seguro. Si salimos ahora seremos alcanzados en unos cuantos minutos — serio, contestó Wonho al mismo tiempo que seguía recostado en el suelo, viendo a un punto fijo en el techo —. Lo mejor será permanecer aquí.

—¿Pero hasta cuándo? Esas cosas no se irán nunca — expuso uno de los gemelos, quien era el de menor estatura, Sarang.

—Hasta que vengan a rescatarnos — mencionó haciendo que todos se sumieran en un profundo silencio, dudando en la consolidación de ese hecho —. Escucharon el anuncio. Las autoridades vendrán a rescatarnos, solo hay que esperar un poco más — afirmó, tratando de mantener viva la esperanza del grupo aunque su semblante decaído transmitía otro sentimiento muy distinto.

—¿Y cómo se supone que esperemos aquí? No tenemos nada, comida o al menos agua para sobrevivir. Además, estamos en el corazón del desastre, nadie va a meterse en este sitio — respondió en voz baja el gemelo.

—No te preocupes, Sarang. En estos momentos deben estar salvando a gente que están en situaciones parecidas a la de nosotros. Pronto nos rescatarán — afirmó Wonho.

—Nadie putas vendrá a rescatarnos, ¿acaso no lo entiendes? — Jungkook lo interrumpió con severidad, llamando la atención de todos los presentes que lo vieron atentos como cada vez que decidía hablar. Su tono imponía respeto —. Mira lo que está pasando allá afuera. ¡Todos están muertos! La ciudad está destrozada, la red se desplomó y el ejercito fue vencido desde el comienzo, tú mismo viste los videos. Lo que sea qué esta sucediendo con las personas no pueden controlarlo. Nadie vendrá por nosotros, ¿puedes comprenderlo? — vociferó y los menores bajaron la vista al escuchar sus palabras crudas pero realistas.

—Si eso es cierto y nadie vendrá a rescatarnos, ¿qué mas podemos hacer, Jungkook? — interrogó Woojung.

—Esperar no es una opción. Tenemos que movernos, ahora mismo — sentenció con firmeza —. Si aguardamos aquí moriremos antes de que nos encuentren, considerando además que en verdad alguien vendrá a rescatarnos.

Wonho lo observó fijamente y suspiró, irritado —. ¿Y qué propones, entonces? Supongo que tienes un plan.

—Propongo que arranquemos este camión y vayamos a un sitio seguro. A las orillas del mar o un lugar elevado en las montañas — respondió, mostrando esa confianza y seguridad que lo caracterizaba al hablar.

—¿Y como piensas encender el camión si no tenemos las llaves? —le indicó esta vez.

—¿Estas seguro de que no las tenemos? — interrogó, haciendo que Wonho lo viera confundido —. Mira aquí, grandote

Jungkook se colocó de pie y Wonho lo hizo de igual manera. Entonces, el pelinegro apuntó hacia las afueras del camión en donde vislumbraron al chófer del autobús escolar persiguiendo una pelota de fútbol en la cancha de enfrente... Y ahí estaban las llaves colgando del cinturón de su pantalón azul.

—Eso sería una locura, Jungkook — Wonho negó con la cabeza ante la idea tan descabellada y ciertamente mortal —. No, mejor hay que esperar, aunque sea un par de horas. Si en ese lapso no llega la ayuda entonces haremos lo que dices.

—Ahora es el momento preciso porque ese estupido muerto se puede largar en cualquier momento y con él nuestra mejor opción de salir con vida de aquí — expusó y Wonho hizo una mueca pues su compañero tenía razón. Siempre la tenía —. Yo lo haré — dijo Jungkook sin esperar mas opiniones.

—Iré contigo —dijo de inmediato Wonho.

Sabía que no podría detener a Jungkook, así que no quedaba más opción que apoyar su decisión e intentar que no se lo comieran, lo cual veía bastante difícil porque ese chico era el hombre más terco, pero también el más osado, inteligente y malditamente veloz que conocía.

—Bien, como quieras y tú, gemelo número uno — Jungkook apuntó a Sarang, quien se espantó al ser señalado por el mayor ceñudo —. Dame esa raqueta — indicó y este se la entregó sin pensarlo.

La universidad de Busan contaba con equipos de diferentes deportes; los tres menores pertenecían al equipo de tenis, Wonho al equipo de fútbol americano y Jungkook al equipo de atletismo, el mejor en su categoría.

—Trata de no hacer ruido o vendrán los demás — le avisó el pelinegro.

—De acuerdo — Wonho asintió —. Andando. Vamos por esas estúpidas llaves — dijo decidido, empuñando perfecto la otra raqueta.

—Tengan cuidado, sino lo consiguen vuelvan de inmediato— les dijo Seungmin listo para cerrar las puertillas en cuanto salieran.

Jungkook y Wonho abandonaron el autobús, mientras que los jugadores de tenis se quedaron ansiosos pegados en las ventanas. Rodearon el camión y una vez verificaron que no había muertos cerca, se introdujeron sigilosamente a la cancha de básquetbol donde se hallaba el chófer del autobús gruñendo al cielo.

Sigiloso, el pelinegro agarró un balón de fútbol americano que estaba en el contenedor de pelotas y seguidamente, utilizó el ovoide como proyectil, arrojándola a la cabeza del muerto con toda su fuerza. Acertó y aquel se desplomó al suelo. Siempre había tenido buena puntería. Entonces, ambos chicos no cercenaron tiempo y lo comenzaron a golpear con las raquetas para inmovilizarlo, los golpes caían por doquier, y apesar de que dejo de moverse, Jungkook siguió golpeando la cabeza con una furia desenfrenada hasta dejar una plasta de sesos oscuros.

Si, ahora si estaba bien muerto.

Aventó la raqueta doblada al pavimento y luego, agarró las llaves del transporte —. No fue tan difícil, verdad — comentó y Wonho se limitó a limpiarse la sangre que le había salpicado en la cara —. Vámonos de este jodido infierno.

[...]

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