
✘ ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ ᴄᴀᴛᴏʀᴄᴇ
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Sábado 27 de Mayo del 2023
Busan, Corea del Sur.
2:00 a.m.
Primer día juntos.
...
Los edificios cuyas estructuras estaban al borde del colapso eran el panorámico de bienvenida al área metropolitana de Busan. Una zona roja en donde miles de personas habían muerto. Cada kilómetro era peor que el anterior, más azaroso y siniestro, como si hubiese pasado décadas desde el día cero; atestado de automóviles destruidos que obstruían el camino, lleno de escombros de los edificios y otros materiales peligrosos que cubrían el asfalto.
Rodearon un poste del tendido eléctrico que estaba en la cuneta izquierda hecho un lío de gruesos cables. Tenían que avanzar a una velocidad lenta para no llamar la atención de los engendros que estuvieran cerca. No se podía ver nada, únicamente aquello que alcanzaban a iluminar las farolas opacas del vehículo a unos cuantos metros por delante.
Este no era el Busan de sus recuerdos. Jimin se sentía perdido y desesperado. Luego de horas de trayecto ya no sabía cuál era su ubicación, pero cada vez se alejaban más de su refugio, de su grupo. Había hecho lo posible para no llorar, pero sus ojos estaban lagrimosos, la nariz congestionada y sus manos temblorosas se aferraban a Sunoo para calmar el miedo que lo estaba envolviendo.
No tenía ni idea de a donde los estaban llevando y, aún peor, que les sucedería una vez que llegaran ahí o si aquellos hombres tendrían la humanidad de cumplir su palabra sobre curar a su joven compañero. La incertidumbre surgía porque esta clase de gente no debía tener ni un atisbo de honor.
Imaginar las espeluznantes cosas que podían hacerles provocaba temblores en su cuerpo. Había cosas mucho peores que morir, de eso no había duda. Sunoo era un niño que no merecía estar pasando por algo así y Jimin estaba acorralado. Lo tenían contra la espada y la pared, ya que él tenía todo para perder aquí. Lo estaban chantajeando de la peor manera y no podía defenderse.
Por donde buscara, no había escapatoria.
Ansioso, analizó a cada uno de los hombres discretamente por el rabillo del ojo; los dos que iban en la parte de enfrente eran quienes se veían más fuertes y peligrosos porque eran grandes en musculatura. Después el chico castaño junto al hombre degenerado iban a su costado y por último, los gemelos amontonados en la cajuela acariciando a Byron parecían gentiles y jóvenes al igual que Sunoo, eran adolescentes, sin embargo, no podía confiar en nadie. Esa era la nueva regla.
El chico llamado Seungmin le había ofrecido una lata de zanahorias, la cual Jimin rechazó dignamente por más hambriento que estuviera. No podía ignorar que cada vez se sentía más enfermo y apagado, pero el malestar físico era lo que menos importaba ahora.
Aquel insistió, parecía amable y le sonreía con pena, sin embargo, Jimin negó y volvió su vista al frente al sentir la mirada filosa como la hoja de un cuchillo, del hombre pelinegro que manejaba la camioneta.
Desde que partieron del centro comercial no dejaba de vigilarlo por el espejo retrovisor aunque no estuviera haciendo nada. Parecía que no le gustaba que los otros hombres conversaran con él.
Posiblemente él era quien más le causaba temor. Era musculoso, rudo y frívolo, a pesar de ser joven tenía cara de ser tremendo hijo de perra. Le había dejado un moretón en la muñeca y estaba seguro que se la pudo haber quebrado solo con apretar un poco más.
Jimin no podía hacerle frente a una persona así.
O al menos no en esas diferencias de condiciones.
Agachó la cabeza sintiéndose tan vulnerable, pero sobre todo enormemente solo.
La situación lo estaba superando.
El pánico era excesivo, de pronto, se sentía mareado aunque seguramente era por su estado enfermo.
Jimin sabía que no podía dejarse vencer. Tenía que estar tranquilo aunque el miedo lo estuviera carcomiendo por dentro. Debía darles lo que querían o al menos hacérselo creer mientras esperaba... esperaba una oportunidad o una milagrosa salvación.
La camioneta se detuvo cuando se toparon con una tremenda colisión de vehículos carbonizados en la carretera, los cuales bloqueaban el camino. Algunos estaban volcados, con las llantas apuntando al cielo nocturno mientras otros, totalmente calcinados, despedían un olor rancio a caucho, aceite y muerte.
La incertidumbre fue rota por una maldición desde el frente del vehículo.
—Esto no estaba antes — mencionó Woojung, inquieto sobre su asiento en la parte trasera del coche, pues justamente habían cruzado por ahí algunas horas antes —. ¿Fueron sobrevivientes?
—¿Por qué harían algo así? — Seungmin hizo una mueca y limpió el vidrio empañado con la manga de su suéter tratando de ver el exterior tenebroso.
De pronto, había mucha neblina, la cual los estaba envolviendo como una nube de algodón
—No lo sé, pero parece que ya se han marchado — dijo el otro gemelo —. ¿Qué hacemos?
—Este es el único camino. Para retornar tendríamos que regresar mínimo diez kilómetros y no hay suficiente combustible para hacerlo — Jungkook permaneció pensativo al ver la barrera de autos que estaba hecha a propósito y bloqueaban el paso a la capital—. Caminaremos hasta llegar. No falta mucho, lo lograremos — concluyó fácilmente, provocando que Jimin interviniera de inmediato al escucharlo.
—¿Qué estás diciendo ahora? ¿Crees qué podré caminar por la ciudad con él en brazos? — Jimin arrugó las cejas —. Y no pienso separarme de él, salvarlo era el trato — le recordó colérico.
Jungkook torció la boca por traer una carga con ellos, la cual evidentemente no le importaba en lo más mínimo. Tal vez aquel ya lo daba por muerto, pero Jimin no dejaría al adolescente y no lo sacarían del vehículo a menos que fuese por la fuerza.
Wonho decidió hablar:
—Despejaremos el camino nosotros mismos. No es tan complicado. Tú quédate aquí y avanza cuando el camino esté libre, Jungkook — se dirigió al pelinegro.
Aquel los observó no muy convencido.
—Lo hemos hecho antes. Si todos ayudamos lo conseguiremos más rápido — agregó Seungmin.
Jimin inmediatamente deslizó su mirada expectante de Seungmin hacía el hombre déspota que ahora reconocía como Jungkook, esperando su respuesta al igual que los demás presentes. Todos parecían obedecerlo fielmente, ordenara lo que ordenara, fuera malo o no. No sabía descifrar si era miedo, respeto o confianza lo que sentían por él.
Jungkook apretó los labios y miró los costados de la autopista vacía que yacían en las penumbras.
—Háganlo rápido — aceptó y luego, se volteó bruscamente a Jimin, quien aguantó la respiración en sus pulmones tratando de verse seguro ante aquel y lo que diría a continuación —. Tú no. Tú te vas a quedar quieto ahí donde estás — sentenció.
El castaño aguantó sus ganas de responderle, pero simplemente guardó silencio. Observo como todos los hombres bajaron de la camioneta para comenzar a despejar los coches que estaban bloqueando perfectamente el camino. Eran mínimo treinta vehículos diferentes, así que les tomaría un tiempo considerable hacer espacio para la Baic J40.
Jimin permaneció atento, viendo los alrededores al igual que Byron, quien denotaba tensión corporal. Debía haber engendros cerca de allí, escondiéndose entre la oscuridad que se tragaba todo lo tangible, pues estaban en pleno centro de Busan.
Luego de varios minutos vigilando, Jimin entrecerró los ojos cuando llamó su atención una frase que estaba escrita en el vidrio cenizo de uno de los autos descompuestos. «NO VAYAN AL MURO»
Era una advertencia.
Eso hizo que el corazón de Jimin se acelerara.
Comenzó a respirar más fuerte, ansioso, asustado por el mensaje que dejó algún sobreviviente hace poco tiempo. Un momento más tarde se dio cuenta que había otros mensajes parecidos.
«LOS QUE ENTRAN YA NO SALEN»
«NO CONFÍEN EN LAS CICATRICES»
«NO ESCUCHES LA RADIO»
Jimin se asustó por todo lo que estaba leyendo.
Esto no podía ser posible.
¿Con qué clase de gente se había topado?
Entonces, se sobresaltó cuando escuchó un gemido lejano. Jungkook también lo escuchó, su cuerpo se tensó en el asiento del copiloto y entrecerró los ojos al notar que sus compañeros ya no estaban a la vista. Se habían dispersado para despejar el camino y reubicar los vehículos en las orillas.
Fue entonces cuando algo alocado se encendió en la cabeza de Jimin, una chispa desesperada.
"El enemigo de mi enemigo... es mi amigo."
Si provocaba un ruido lo suficientemente fuerte los errantes harían aparición y atacaran a esos hombres en su lugar. Ahora mismo no le importaba nadie que no fueran ellos. Esa gente no era buena, los habían secuestrado y esta era la oportunidad de recuperar su vehículo ahora que habían desviado la atención de él aunque sea un momento. Todos estaban expuestos menos el chico pelinegro. Parecía subestimarlo al quedarse solo con él dentro de la camioneta.
Jimin lo miró de reojo. Jungkook tenía la mirada fija en el frente, atento a lo que pasaba con sus compañeros. Debía tomar el volante, estampar el claxon con toda su fuerza y atraer a las criaturas...
Se inclinó levemente, con cautela. Al menos un solo sonido. Un solo golpe. Solo uno.
Era todo o nada.
Cuando menos lo espero, el castaño volteó hacia la ventana y frente a él, ya había una horripilante cara agrietada estampada contra el cristal, gruñendo mientras exhalaba vapor que empañaba el cristal. El errante ciego ensanchó sus fosas nasales como las de un animal, oliendo el aire, detectando algo vivo al otro lado. Jimin se paralizó, literalmente dejó de respirar, con los músculos congelados.
A su costado, Byron también se mantuvo tenso, en posición de ataque, con los colmillos al descubierto.
A Jimin se le escapó un pequeño grito al ver cómo la criatura golpeó el vidrio con su cabeza. Jungkook giró violentamente desde su asiento, ya con el revólver en mano. Desde la oscuridad, Taeyang había emergido y estampó al errante contra el vidrio una y otra vez. Cada impacto hizo crujir el cristal hasta que se astilló. El rostro del muerto terminó en una mezcla grotesca de sesos y alquitrán oscuro que se deslizaron por el vidrio en líneas viscosas.
Jungkook viró los ojos y regresó la vista al frente mientras que el pecho de Jimin subía y bajaba frenéticamente por el susto, no por el engendro sino por el hombre salvaje que sonreía ampliamente al momento de matarlo. Veía la maldad en sus ojos.
Taeyang entró a la camioneta, sentándose a su lado.
—¿Te asusté, niño? — le preguntó.
Jimin lo miró con aversión, pero también con miedo.
—No lo hiciste — contestó, viendo discretamente la pistola que aquel portaba en sus manos.
—Eso está por verse. Creo que ya has visto la nota que dejaron acerca de nuestro reino. Piensan que poniendo obstáculos y mensajes advirtiendo a los civiles pueden detenernos — sentenció, airado.
Jimin respiró hondo, agarrando valor.
—¿Qué es lo que quieren de nosotros exactamente? ¿Qué ganan ustedes haciendo esto? — preguntó en plural. Sabía que el pelinegro estaba escuchándolos, aunque veía al frente pendiente de sus compañeros.
El hombre sonrió maliciosamente por la pregunta.
—Quienes me interesan son tu grupo, me interesa tener más gente — aclaró y rechistó con enfado —. Esos malditos. Los hemos buscado durante semanas. Se suponía que debían estar donde les indicamos. Perdimos tiempo y litros de combustible por su culpa. Mis hombres no están contentos con eso.
El castaño abrió los ojos, con reconocimiento.
—Fueron ustedes. Los hombres de la radio — dijo en voz baja —. Hacernos venir fue una trampa.
Taeyang soltó una risa presumida.
—Si eres inteligente, una vez que los tengamos ellos pagarán los platos rotos y ustedes dos... — Taeyang le echó un vistazo a Sunoo y por inercia, Jimin lo abrazó contra su pecho en forma de protección —... el niño tal vez muera y dejaré que Jeon se ocupe de ti porque se ve que está ansioso — carcajeó.
Jimin se equivocó, este sujeto le daba mucho más miedo que el pelinegro, quien lo miró por el espejo retrovisor al escuchar la conversación. Los ojos de Jimin expresaron aversión, furia, asco..., antes de desviar la mirada, escondiendo las lágrimas que bajaron inexorablemente por sus ojos impotentes.
Nunca creyó que tendría que lidiar con personas tan ruines y malvadas. Pensó que luego de superar su miedo a los engendros nunca volvería a sentirse tan asustado. Jamás contó con esta nueva amenaza; los seres humanos. Si desde el comienzo Jimin hubiera sabido que sería así, hubiera preferido que murieran en el centro comercial.
No sabía que planeaban hacerles, pero Jimin no les daría a su grupo en bandeja de plata. Era un simple peón en un juego que no entendía, seguramente lo asesinarían una vez que tuvieran lo que querían de él. Ese tal Jeon no tendría razones para dejarle vivir después de eso o al menos no buenas razones.
En la primera oportunidad que tuviera tomaría el intercomunicador guardado en la guantera para comunicarse con Yoongi y avisarle que un grupo de sobrevivientes los habían tomado como rehenes y luego irían a por ellos. Tenían que huir antes de que fuera demasiado tarde. Sabía que Jongin y Taemin irían a buscarlo, pero siendo realistas, no sabía como podrían rescatarlos tomando en cuenta todas las circunstancias.
Ellos ya estaban muertos.
[...]
Jimin divisó a más de cien metros una estructura que sobresalía en el horizonte. Tal como lo había imaginado, eran muros... muros colosales, enormes de concreto, parecidos a los de una presa, alzándose imponentes contra el cielo nocturno. Medían más de veinte metros de alto y cortaban la tierra en dos realidades opuestas; un mundo sepultado en la oscuridad y otro bendecido con la luz artificial.
El contraste de la agonía y la felicidad, lo muerto y lo vivo, los errantes y los humanos.
Era una fortaleza. Podía distinguir siluetas humanas patrullando la cima, gente armada y sincronizada. Bastó con que la camioneta se acercara por el camino polvoriento para que todo se activara. Hubo manos señalando y voces gritando órdenes.
Cualquier persona que siguiera viva evidentemente iría allí sin pensarlo dos veces, creyendo que encontraría un refugio, ya que esto se veía como el paraíso. En otro contexto, Jimin hubiese brincado de la emoción por ir a un lugar tan protegido y grande, pero ahora estaba más aterrado que nunca.
Esto definitivamente no era bueno para ellos.
Un reflector de largo alcance cayó como el ojo de Dios sobre la camioneta en marcha. En ese instante, los francotiradores sobre el muro abrieron fuego con precisión, pero no hacia ellos... sino contra la horda de muertos vivientes que los había seguido silenciosamente durante los últimos kilómetros.
Los proyectiles silenciados estallaron cabezas en la distancia. Todo ocurrió con eficiencia y facilidad.
—¿Qué es este lugar? — preguntó Jimin, con el corazón acelerado y manos sudoríficas.
—Lo llamamos la capital — le contestó Sarang brevemente y por alguna razón, Jimin sintió un escalofrío en la columna vertebral al escucharlo.
Antes de aproximarse a la entrada de aquel sitio en donde los falsos Ángeles cantaban , Jungkook detuvo la camioneta para voltearse hacia los asientos traseros y ver a Jimin fijamente. Éste último se espantó cuando el hombre comenzó a quitarse la sudadera y se la arrojó bruscamente.
—Cúbrete el rostro, que no te vean — le ordenó.
—¿P-por qué...? — Jimin abrió los ojos.
—Cállate y no hagas preguntas. Limítate a obedecerme siempre que te dé una orden a partir de ahora. Eso es lo único que debes hacer, ¿lo entiendes? — le dijo malhumorado y Jimin apretó la sudadera entre sus manos, furioso —¿Qué si has entendido? — repitió subiendo el tono de su voz prepotente.
El castaño apretó la boca y no contestó.
—Es mejor que lo hagas... ¿Tú nombre? — le preguntó Seungmin en un tono más amable.
Él gruñó.
—Jimin — contestó sin dejar de ver a Jungkook con odio puro, aunque a aquel no le importaba.
—Por favor, Jimin, haz lo que dice. También cubre a tu compañero, es por su bien — dijo, pasándole una bolsa negra —. Que no los vean hasta que estén frente al líder y decida cuál será su destino — explicó el azabache en una súplica aparentemente sincera.
A pesar de no comprender bien, Jimin los obedeció a regañadientes. Jungkook verificó como el chico de pequeña anatomía se ponía su sudadera en la cabeza, obstruyendo su campo visual.
El pelinegro exhaló y se acomodó en su asiento.
Apenas los buitres, -los hombres que cuidaban el muro-, vieran carne nueva, fresca y vulnerable, no tardarían en intentar reclamarla. Esa gente más que humanos actuaba como salvajes que peleaban por un trozo de carne que respira y sabía que ese par se verían muy tentadores para cualquiera.
La regla era que quien encontrara a un sobreviviente podía quedárselo, se suponía que era suyo, a menos que Dakho dijese lo contrario. A menudo los buitres se quedaban con "las sobras", las personas que Dakho no quería en su ejército, en su construcción o en su bella comunidad y estos hombres eran los peores porque eran los más desesperados.
El pelinegro sacó una mano para hacerle una señal a la torre de vigilancia y así supieran que eran ellos.
La camioneta avanzó entre tambores de guerra para Jimin que estaba temblando exageradamente del pavor. Abrazó a Sunoo en busca de calma, pero no estaba funcionando. Agradecía que el joven estuviera dormido o no podría tranquilizarlo cuando él se estaba obligando a no quebrarse en llanto.
Las puertas de unos cuantos metros de altura se abrieron de par en par con un fuerte rechinido, dándoles acceso al interior de la ciudadela increíblemente limpia e iluminada. Tenía estructuras grandes y bien protegidas. Apenas entraron fueron interceptados por un grupo de hombres armados que analizaban el vehículo y a sus pasajeros, apuntándoles con los fusiles alargados por diferentes direcciones. Todos eran grotescos, con cicatrices parecidas en sus rostros amargados e intimidantes.
—¡El primer pelotón a vuelto! ¡Jeon volvió! — avisó el vigilante chiflando escandalosamente desde la torre de control e hizo varias señas —. ¡Que pasen!
El castaño se encogió en su asiento al oír diversos silbidos. Estaba teniendo taquicardia al darse cuenta que eran demasiados hombres. Sus pulsaciones estaban a tope, las manos le sudaban y escuchaba su respiración agitada en sus oídos debido a la tela que cubría su campo visual. Esto era mucho peor de lo que pudo haber pensado, imaginar el escenario no era lo mismo que vivirlo en carne propia.
Un hombre de mejillas ahuecadas, ojos saltones e inicios de alopecia se acercó al cristal en donde estaba para verlo sin éxito debido a la sudadera de Jungkook, y Byron comenzó a ladrar al verlo.
—¿Has traído un jodido perro? ¿Ahora haremos un criadero de animales?
—Yo me encargo de él, así que no te metas — le contestó él pelinegro.
La camioneta avanzó lentamente por el camino y se hizo paso entre los demás vigilantes del muro. Los rayos de luz se colaban levemente por la tela oscura. A Jimin le desesperaba no poder ver a quienes se enfrentaba, saber que terrores le esperaba...
Se repetía mentalmente que estarían bien, pero esperaba que en cualquier momento lo bajaran por la fuerza y lo separaran de Sunoo para dejarlo morir porque ya los tenían en donde querían.
Esperaba lo peor.
Otro hombre de bandana en la cabeza se acercó a la ventana del piloto en donde estaba Jungkook.
—Se suponía que volverían en una semana. ¿Por qué están aquí gastando combustible a lo pendejo? — le dijo, mascando una goma de mascar y poniendo sus brazos cruzados en la orilla de la ventana.
Jungkook lo miró flojamente e hizo un ademán a los asientos traseros. Aquel abrió los ojos de par en par.
—Uh, ¿pero a quién tenemos aquí? ¿Qué nos has traído esta vez, eh? Parece interesante.
Jungkook lo vio de mala manera luego de que éste le reventó el globo de chicle en la cara.
—¿Ya nos dejarás pasar? Hay noticias importantes.
Aquel sonrió con una pizca de diversión y le dio un golpecito al borde de la ventana con los nudillos —. ¡Adelante! Ya déjenlos pasar, bola de brutos imbéciles. ¿Qué no ven quienes son? — anuncio el hombre cuyo nombre era Minho, permitiendo que la camioneta por fin se estacionara junto a la demás caballería.
El motor de la camioneta se apagó. Había mucho movimiento en la ciudadela, muchas voces masculinas conversando y vehículos transitando.
Jimin no comprendía nada. Todo estaba ocurriendo demasiado rápido. Solamente supo que el mundo se volvería un caos cuando escuchó el chasquido de la puerta abrirse. De pronto, le arrancaron a Sunoo de los brazos, como si fuese un objeto inerte. Intentó sujetarlo, pero fue inútil. Después, unas manos grandes, ásperas, rudas, lo sujetaron a él, y lo sacaron del vehículo con brutalidad.
No sabía dónde estaba. No veía nada. Únicamente sentía el pavimento bajo sus pies temblorosos, los cuales no le respondían del todo.
En ese momento, Jimin perdió todo ápice de cordura y le lanzó puñetazos rabiosos, desesperados, al hombre que lo arrastraba por el asfalto. Lo escuchó gruñir roncamente y supo que había acertado en algunos de sus golpes. Entonces, esos fuertes brazos lo rodearon por la espalda para retenerlo, apretando su tórax y robándole el aire de sus pulmones con la intención que dejara de luchar contra él.
Jimin no podía respirar. No podía gritar. Sin embargo, seguía luchando como le era posible.
—¡Ya cálmate, maldita sea! —le susurraron cerca del oído, pero Jimin ya no escuchaba nada, solo el tambor desbocado de su corazón.
Solamente quería que lo dejaran ir o lo asesinaran de una vez.
Lo levantaron del suelo como a una muñeca y Jimin le arañó los brazos al hombre como un pequeño animal rabioso. Gritó, pataleó, se sacudió, luego arrojó la cabeza hacia atrás y chocó contra la mandíbula de su captor con un crujido sordo.
Las risas estallaron.
Un coro de hienas que miraba el espectáculo.
—¡No te la está dejando fácil, eh, Jeon! — le gritó Minho con burla, que veía la escena desde lejos.
Semejante hombre, mano derecha del líder, reducido a cargar con un saco de huesos que se debatía como si su vida dependiera de ello. Y así era.
—¡Basta! —bramó Jungkook, y en ese instante la paciencia se extinguió de su ser.
Aplicó su fuerza real, esa que no tiene medida cuando se está harto, y Jimin gimió al sentir cómo su cuerpo era inmovilizado sin compasión. El aire se le escapó en un jadeo ronco y sus piernas cedieron.
Ya no podía moverse.
—Quédate quieto o llamarás la atención — susurró contra su oído aquella voz malhumorada. Con la respiración pesada, Jimin volvió a removerse bajo sus brazos pesados intentando zafarse, no estaba dispuesto a obedecerlo, sin embargo, había comenzado a sollozar, haciéndole perder sus últimas fuerzas y esperanzas de vivir —. Estas personas se alimentan de tu debilidad. Si no eres capaz de...
De repente, el cuerpo de Jimin se desplomó.
Dejó de luchar por su vida y se volvió peso muerto entre los brazos de Jungkook, como si la vida lo hubiese abandonado de un solo golpe. Sus piernas colgaron inertes, sin fuerzas, la cabeza cayó hacia un lado, y su respiración se volvió lenta.
Se rindió.
Su mente se apagó abruptamente. Fue un colapso, como si la realidad le hubiese parecido insoportable y simplemente decidió no seguir sintiéndola. El terror, el agotamiento, la debilidad, el hambre... todo lo arrastró al mismo tiempo y lo vencieron.
—Carajo — Jungkook soltó un gruñido.
Jimin se deslizó entre sus brazos, resbalando como una masa blanda sin voluntad. Sin otra alternativa, hecho a Jimin fácilmente sobre su hombro como costal de papas. No pesaba absolutamente nada, como supuso desde el primer momento que lo vio.
—Estás causando problemas de los qué creí — le dijo en voz baja.
—Ay, se desmayó. Lástima. Parecía bastante bravo — dijo Minho riendo y le dio un codazo a Taeyang que también se burlaba de Jungkook.
Entonces, el hombre sarnoso dio un paso adelante acercándose peligrosamente a ellos, a Jimin.
El hombre sarnoso dio un paso adelante acercándose peligrosamente a ellos, a Jimin —. Déjamelo a mi, le enseñaré a comportarse. Cuando son rebeldes hay que enseñarles quien manda... Uno, dos, tres dedos o una mano completa...— visiblemente ansioso, aquel trastornado intento levantar la tela que cubría a Jimin, pero Jungkook dio un paso atrás.
Tenía que reconocer que por un breve momento realmente pensó en entregarles a Jimin para que aquellos se encargaran de él, deslindarse por completo del asunto y seguir con su vida, con sus propios planes, libre de problemas extra, como si esto nunca hubiera sucedido, no obstante, ese pensamiento rápido desapareció de su cabeza.
Muchas personas eran llevadas a la Capital por la fuerza, a menudo veía filas de personas capturadas entrando a la ciudadela y ser llevados ante Dakho. Los más horrores más grandes ocurrían ahí. A muchos no les deparaban cosas buenas. Jungkook siempre los ignoraba, pero esta vez lo sentía distinto porque él fue quien encontró al castaño.
En parte, era su responsabilidad.
—¿Acaso pedí tu ayuda, imbécil? Conoces la regla, yo lo encontré, así que es mío — enfatizó, viéndolo por debajo de las cejas negras —, me encargaré de él hasta que esté frente al jefe — les dijo y ninguno se atrevió a cuestionarlo porque era la regla general.
—Bueno, el jefe salió esta mañana para discutir un asunto importante con el señor Bang sobre la próxima subasta. No regresará en los próximos días —intervino Minho, mascando la goma de mascar.
—Tenemos que esperar la presencia de mi hermano para llevar a cabo el plan —Taeyang maldijo entre dientes y giró al hombre de bandana —. De acuerdo, mientras tanto haz un inventarios sobre la artillería, Minho, hay que irnos preparando.
—¿Prepararnos para qué? — le preguntó Minho.
—Los tenemos. Tenemos a esos malditos de Seúl. Te dije que nadie se nos escapa — avisó Taeyang con una amplia sonrisa en su cara — . Este de aquí nos llevará hacia los demás — señaló a Jimin —. Haremos una emboscada, no se lo van a esperar.
—Por supuesto que sí, señor — respondió Minho con entusiasmo —. Ya escucharon, muévanse.
Los hombres comenzaron a dispersarse para hacer lo ordenado y Taeyang se acercó al pelinegro, quien todavía cargaba a Jimin sobre su hombro.
—Vigílalo mientras eso ocurre, ¿oíste? Haz lo que quieras con él si te viene en gana, pero no lo mates, necesitamos a los dos vivos, tres — deslizó su mirada de Sunoo hacía Byron que le gruñó —. Nunca se sabe cuando se ocupara un pequeño incentivo — finalizó con una sonrisa socarrona en sus labios.
Taeyang se alejó junto a Minho, dejando merma en él. El pelinegro se quedó quieto, apretando la mandíbula del coraje porque su aversión por ese hombre cada día aumentaba más.
Wonho se acercó a Jungkook mientras cargaba a Sunoo dormido tranquilamente en brazos.
—¿Qué haremos con ellos, Jungkook? — preguntó Wonho con expresión nerviosa.
—Nada —respondió secamente —. Esto no es nuestro maldito problema. Así que por cualquier cosa que suceda, no se encariñen con ellos, siquiera les hablen o se acerquen, ¿escucharon? — advirtió seriamente porque conocía muy bien a sus amigos de corazón noble. Siempre querían ayudar a los demás cuando ellos también estaban jodidos.
Siempre querían ayudar a los demás cuando ellos también estaban muy jodidos. No había mucho que pudieran hacer al respecto, solo seguir ordenes.
— Además, puede que no duren mucho tiempo.
Finalmente, Jungkook se dio media vuelta con Jimin inconsciente sobre su hombro, dirigiéndose a su propia vivienda. Había muchos problemas a la vista, ahora mismo estaba cargando uno de ellos.
[...]
Ժ╴ ╴ ╴ ╴ ╴ ╴ ╴ ╴ ╴ ╴ ╴ ╴ ╴ ╴ ╴
¡Hola!, he vuelto con un nuevo capítulo por navidad. No se olviden de votar y dejarme sus opiniones en los comentarios.
Jimin cato en buenos brazos, literalmente. Ahora que el kookmin ya esta junto se viene el drama entre ellos. ¿Qué pasará? ¿Se amaran o se van a ahorcar? Posiblemente ambos:) ¿Jimin entregara a su grupo? ¿Quién de todos va a morir... primero?
Recuerden que aquí puede pasar cualquier cosa.
Ya no me odien tanto por tardarme, como dije espero ser mas ágil. Esta vez me tarde menos jaja los amu mucho y feliz navidad y prospero año nuevo.
Miren que precioso esto 🧟♂️
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