
✘ ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ ᴄɪɴᴄᴏ
A tan solo horas después del primer contagio, la zona metropolitana de Busan ya estaba infestada de esas cosas pútridas. Las calles estaban en ruinas, saturadas de vehículos volcados, escombros, cuerpos inertes y de esos seres, hambrientos de carne.
Conducir era una tarea casi imposible. Había postes caídos a mitad de las calles, incendios y explosiones a la distancia... En una intersección cubierta de humo, un tanque de guerra carbonizado yacía abandonado. Al menos un grupo de veinte infectados trepaban sobre él, arañando la escotilla de acceso vertical por donde se colaban con desesperación.
Eso fue suficiente para confirmar que los uniformados habían sido vencidos.
Ahora mismo el objetivo era alejarse del corazón del desastre y llegar al puente Gwangan que tenía 7,4 kilómetros de longitud. Allí podrían acelerar a tope hasta dejar a los cadáveres atrás que, aunque corrían sorprendentemente rápido, no podían superar la velocidad de un vehículo.
Sin embargo, Jungkook tenía que admitirlo, esa maldita carcacha escolar no era precisamente un vehículo de escape digno. El motor rugía como si fuera a morir en cualquier momento y la aceleración era tan lenta que lo hacía querer golpear el volante.
Para colmo de su paciencia, los gritos desesperados de sus compañeros en la parte trasera no ayudaban en nada. Solo alimentaban la presión, retumbando en su cabeza como una jaqueca.
—¡Nos están alcanzando, Jungkook! — chilló Woojung, con un tono agudo.
—¡Entonces láncenles algo! ¡No puedo hacerlo todo yo, carajo! — respondió Jungkook, exasperándose.
Vio por el espejo retrovisor. Efectivamente había una multitud de cuerpos descompuestos corriendo tras ellos, formando una horda densa y veloz.
—Mierda... —masculló entre dientes.
Sin pensarlo dos veces, Jungkook hundió el pie en el acelerador y giró con brusquedad en una avenida, haciendo que todos en el autobús se fueran de lado, golpeándose violentamente contra los asientos entre gritos de pánico.
—¡Por un demonio, Jeon! ¡Nos vas a matar tú antes que ellos! —exclamó Wonho, aferrado al pasamanos como si su vida dependiera de ello... porque lo hacía.
—¿Acaso quieres manejar tú, eh? — le cuestionó en un grito y Wonho no dijo nada, pues no había pasado el exámen de manejo —. Eso creí, así que cierra la boca — sentenció, dando otra vuelta cerrada.
—¡Más despacio! —chilló una voz temblorosa desde el fondo del autobús—. ¡Por favor, ya no aguanto más...! ¡Voy a... aggh...!
El sonido húmedo y asqueroso del vómito se escuchó justo antes de que Sarang se desplomara entre dos asientos.
—¡Sarang! — gritó Woojung, lanzándose hacia su hermano. Pero terminó resbalando y cayendo de lleno en el charco tibio y pestilente —. Fuck — gruñó —. ¡Puedes ir más despacio, Jungkook! —suplicó, empapado en vómito y con una mueca de dolor.
—¡Si quieres le puedo decir a los muertos si nos tomamos un descanso! — gritó el conductor estresado porque todos lo estaban distrayendo e iba a chocar por su culpa.
Jungkook echó un vistazo rápido al espejo lateral, intentando calcular cuán crítica era la situación detrás de ellos. Más errantes comenzaban a salir de cada callejón... Eran demasiados, y también muy rápidos. Antes de que pudiera pensar en algo, el espejo lateral se estrelló contra la caja de un camión abandonado en la acera y salió volando por los aires.
No tuvo tiempo ni siquiera de maldecir cuando un muerto se sostuvo por la ventanilla del conductor y metió el brazo ensangrentado por ella, aferrándose con fuerza al hombro de Jungkook.
—¡Agh, suéltame, maldito!
Entre manotazos y forcejeos, el autobús serpenteaba violentamente de un lado hacia otro, mientras Jungkook y la fea criatura luchaban. Sin pensarlo demasiado, giró el volante hacia la derecha y frotó todo el costado del autobús contra una fila de camiones estacionados. Los espejos de las ventanas explotaron, y el errante chilló cuando su cuerpo se despedazó entre los metales.
Jadeando por la adrenalina y con los nudillos blancos sobre el volante, Jungkook gritó:
—¡Díganme cuántos vienen detrás!
Los chicos, tambaleándose por tanto zarandeo, intentaron incorporarse como podían.
—¡Diez! — gritó Seungmin desde la ventana trasera, —. ¡Ahora son veinte! ¡Dios mío, ¿de dónde salen tantos?!
Los cuerpos podridos salían entre los callejones, trepando autos, persiguiéndolos como una plaga.
—¡Ya no importa! ¡Solo acelera, Jungkook! ¡Rápido! — chilló mientras golpeaba con un libro de aritmética la cabeza de un errante que intentaba trepar por una de las ventanas laterales.
—¿Qué demonios son esas cosas? ¿Maratonistas? — soltó Wonho, observando cómo los cadáveres corrían casi al mismo ritmo y velocidad que el camión.
Sus músculos podridos estaban débiles, y aún así, corrían con una furia antinatural, como si el dolor y cansancio no existieran. Probablemente no lo hacía.
—¡Hay que frenarlos! — exclamó, girándose hacia el interior —. ¡Seungmin, ayúdame!
—¿Qué piensas hacer?
—¡Usar las mochilas! — gritó, señalando las bolsas de los estudiantes que se habían quedado atrás, esparcidas por el suelo del camión —. ¡Arrójaselas a esos bastardos!
Seungmin dudó un momento, pero se agachó de inmediato y empezó a recoger mochilas como si fueran piedras en un campo de batalla. Wonho abrió una de las ventanas de un empujón y comenzó a lanzar las mochilas con todas sus fuerzas hacia la horda. Las primeras cayeron al suelo sin efecto, pero entonces Seungmin comprendió su intención.
Ambos improvisaron, pues no tenían otra cosa para defenderse. Las mochilas volaban como sacos de arena, golpeando con fuerza a algunos de los infectados en la cara, haciéndolos trastabillar o desviando su carrera. Una mochila rebotó en el asfalto y provocó que tres de ellos tropezaran entre sí y cayeran como fichas de dominó.
—¡Mierda, sí funciona! — gritó Seungmin, azotando otra mochila.
Uno de los errantes fue alcanzado en plena cabeza, giró sobre su propio eje y quedó aplastado por los demás que venían detrás.
—¡Apunten a las piernas! ¡A las piernas! — gritó Wonho, concentrado, mientras pasaba mochilas como si estuvieran en plena trinchera de guerra.
Jungkook apenas podía creer que esa táctica había funcionado. Los muertos se estaban quedando rezagados o tropezaban entre ellos mismos.
—Buen trabajo, Min — chocó las palmas con Seungmin antes de que ambos cayeran al suelo por la vuelta de bandido que dio el pelinegro, ocasionando que por poco el camión también cayera de lado vertiginosamente —. ¡Que tengas cuidado, idiota! Casi nos volteamos — le reprochó Wonho desde el suelo, sobandose el brazo magullado.
—Ya deja de quejarte, grandote. Hemos pasado lo peor — Jungkook no despegó la mirada del camino.
El pavimento, por fin, estaba libre de escombros y cadáveres. El viejo vehículo se estabilizó mientras avanzaban sobre el puente Gwangan. Jungkook respiró hondo, pero la tensión seguía latiendo en sus sienes. La ciudad se había convertido en un campo infernal en menos de veinticuatro horas. Un solo día. Bastó un jodido día para que todo colapsara.
Al menos el puente estaba tranquilo. Allí no había gritos, ni muertos corriendo por doquier, ni vehículos ni incendios. Solo el rugido suave del mar, el cual se apreciaba a sus costados.
Wonho se acercó al asiento del conductor, apoyando una mano en el respaldo.
—¿A dónde iremos una vez que lleguemos al otro lado? — le interrogó, preocupado.
Jungkook verificó el tanque de combustible. Estaba casi vacío. Apenas lograrían cruzar el puente entero.
—Al llegar buscaremos un lugar cerca de la costa y esperaremos ahí. Entre más alejado estemos del centro de las ciudades será mucho mejor.
El contrario asintió —. ¿Y la comida?
—Primero hay que preocuparnos por encontrar un refugio. Solamente hay que resistir un poco.
—Está bien — dijo él —. ¿Crees... que encontremos a más personas sanas? Viste la ciudad...
Jungkook se quedo en silencio un instante —. Si las hay, dudo demasiado que podamos encontrarlas. Además no sabemos cuánto tiempo seguirán con vida... Al igual que nosotros — contestó sin filtros de por medio. Él siempre decía las cosas directas sin tratar de endulzarlas —. A partir de ahora todos tenemos el tiempo contado.
—Por favor, no digas ese tipo de cosas enfrente de los otros — le dijo Wonho en voz baja, viendo discretamente a los chicos menores que revisaban las mochilas restantes.
—Solamente digo la verdad, Wonho.
—Lo se, pero a veces la gente necesita escuchar una mentira para mantener la esperanza viva — dijo él, convencido —. La esperanza da fuerzas para seguir... ¿o acaso quieres que se sienten asustados a esperar por su muerte? — Jungkook se quedo en silencio —. No vamos a morir, Jungkook. Estaremos bien.
—Yo no necesito escuchar una mentira, Wonho — sentenció con la misma expresión taciturna —. Pero les prometo que haré todo lo qué pueda para mantenernos a salvo... No vamos a morir.
Wonho lo vio con ojos melancólicos.
—¿Eso también es una mentira, cierto? — se atrevió a preguntar.
—Jamás he dicho mentiras, Wonho, lo sabes.
Jungkook le contestó con tanta firmeza que notó como la expresión de Wonho se tranquilizó un poco y le sonrió suavemente, aunque en el fondo ambos sabían que era mentira.
Jungkook lo sabía. No porque fuera pesimista, sino porque era brutalmente realista. Después de lo que acababan de presenciar en la ciudad, nadie podría convencerlo de que podían sobrevivir a algo así. ¿Cómo podrían? Eran solo unos chicos. Y si acaso existía una mínima posibilidad, no quería conocerla. Porque no sería bonita. Ni fácil. Ni humana.
Lo verdaderamente aterrador aún no había llegado.
—Miren, chicos, hay barritas integrales y una lata de coca cola — avisó Seungmin emocionado, quien seguía hurgando en las mochilas ajenas.
Los cinco se empezaron a rotar la bebida energética dando pequeños tragos que supieron a gloria —. Dejen al final a quien vomitó allá atrás — dijo Jungkook y Sarang que estaba a punto de tomar se la paso a su hermano discretamente.
Seungmin repartió las barritas, una para los gemelos, otra para Wonho, y la última la sostuvo mientras se acercaba a Jungkook.
—Toma —le ofreció.
—Estoy bien — respondió el pelinegro, con las manos firmes en el volante.
—La partimos. Mitad y mitad —insistió Seungmin.
—Puedo aguantar un poco más —le dijo Jungkook, casi en un murmullo.
—No hemos comido y tú en un día normal solías comerte seis paquetes de ramyeon solo — le recordó divertido y le extendió una barrita cerca de la boca porque seguía con las manos en el volante —. No tienes porque preocuparte tanto por nosotros.
El pelinegro rechistó la lengua contra su paladar, restandole importancia a su comentario y aunque se hizo del rogar aceptó la barrita integral, la cual se tragó prácticamente de un solo bocado.
Seungmin soltó una pequeña risa.
—Eres bueno fingiendo.
—Ya no me molestes — resopló Jungkook.
—No te hagas el rudo con nosotros, Jungkook — intervino Wonho con tono bromista —. ¿Se acuerdan de aquella vez que ese chico, Jeonghan, humillaba a Seungmin porque supuestamente no era bueno en tenis? —los gemelos asintieron al instante, riendo con malicia al recordarlo —. Hasta que un día le diste la paliza de su vida. No te importó que te suspendieran del torneo anual... dijiste que valía la pena defender a un amigo —mencionó, orgulloso.
—Después de eso, nadie volvió a molestarme. Les daba miedo que les patearas el culo — añadió Seungmin, con una sonrisa de satisfacción.
—Si, tengo una gran reputación — Jungkook suspiró.
—Por supuesto que la tienes —exclamó, señalando su brazo —. Mira este bícep. ¿Estás seguro de que estás en el equipo de atletismo y no en el de boxeo? —Wonho le dio un golpe amistoso en el músculo.
—En el equipo de boxeo cuando un par de idiotas me están tocando los cojones mientras manejo en una ciudad llena de gente muerta — contestó Jungkook, lanzándoles una mirada afilada a través del retrovisor.
—Por suerte no me das miedo cuando me miras como si quisieras ahorcarme — se burló Wonho.
—A mi aveces si me da miedo — comentó Sarang, sacando la cabeza roja desde los asientos traseros.
—Honestly, I think it's really sexy when he looks at us like that — dijo ahora Woojung y los gemelos soltaron una risita cómplice al entenderse entre ellos.
—Olvidas que puedo entenderte, gemelo número dos — esta vez Jungkook miró al pelirrojo por el retrovisor y encaró una ceja —. ¿Decías?
Los gemelos se sobresaltaron al ser descubiertos e inmediatamente se ocultaron tras los asientos, mordisqueando sus barritas con prisas para evitar la mirada de Jungkook.
Rodando los ojos, Jungkook volvió a concentrarse en la carretera.
[...]
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El motor del camión rugió por última vez antes de detenerse al borde del extenso puente Gwangan. Descendieron cautelosamente, cargando las mochilas con lo poco que habían logrado rescatar, una linterna y unos paquetes extra de comida chatarra.
Todavía les esperaba un tramo a pie hasta el final del puente, que desembocaba en la ciudad sumida en sombras. El sol, demasiado egoísta, se había negado a quedarse por más tiempo y ahora parecía que la urbanización había desaparecido. Era como caminar dentro de un océano negro, sin horizonte ni estructuras, sin nada. Uno que otro edificio con luces que titilaban como si estuvieran a punto de morir.
Además, el silencio era espeluznante, solamente interrumpido por los gemidos lejanos, guturales, esporádicos, en las calles vacías. Sonaban como el rugido de un león en medio de la sábana nocturna y a la vez como una manada de lobos cuando se reunían para cazar a sus presas.
Jungkook encabezaba la marcha, guiando al grupo a través de la penumbra absoluta. Cada calle parecía más sombría que la anterior, ya que la mayoría de las lámparas habían dejado de funcionar.
Detrás de él, Seungmin y los gemelos caminaban tomados de las manos, buscando seguridad en el contacto humano. Al final de la fila estaba Wonho, empuñando la única raqueta que les quedaba. Su mirada estaba clavada en la retaguardia, listo para enfrentar lo que fuera que intentara alcanzarlos.
Siguieron, cruzando calles desiertas donde el único resplandor provenía de algún edificio aún conectado a la corriente. Inevitablemente se dirigieron a ellas... como polillas volando directamente hacia las descargas eléctricas, ignorantes de su final.
—Tenemos que entrar a uno de esos edificios — murmuró el pelinegro, escondido detrás de un vehículo abandonado.
Señaló el edificio iluminado más cercano. Estaba casi a la orilla del mar, parcialmente intacto, lo suficientemente bueno para considerarlo una opción.
—¿Y si está lleno de muertos? —preguntó Woojung, entrecerrando los ojos hacia el ventanal del edificio.
—Dudo que haya más de los que hay aquí afuera — respondió Jungkook sin apartar la vista del objetivo —. No podemos vagar por las calles.
—¿Por qué no esperamos en el camión a que amanezca? — intervino Seungmin entre susurros ansiosos —. Estar en la oscuridad es peligroso. Apenas y puedo ver. Perdí mis lentes en la universidad — parpadeó varias veces, frustrado.
—¿Y si los errantes cruzan el puente? ¿Qué piensas hacer si nos rodean? —replicó Jungkook con calma —. Estaremos atrapados, sin ruta de escape. Ese edificio es nuestra mejor opción. Hay que movernos.
—Mierda. ¿Pueden cerrar la boca ya? — Wonho gruñó en voz baja mientras veía la angustiosa oscuridad que los perseguía —. Sigan caminando y no se detengan — pidió inusualmente inquieto.
Así lo hicieron hasta llegar a la parte trasera del edificio, donde la peste flotaba en el aire. Había varios contenedores de basura, además de un viejo camión de reparto y unas escaleras metálicas de servicio torcidas, las cuales parecían a nada de desmoronarse ante el más mínimo movimiento.
La puerta trasera estaba asegurada con una gruesa cadena y un candado oxidado. Sin más opción, se vieron obligados a rodear el edificio y adentrarse en el callejón estrecho que conducía hacia el frente. Las paredes de concreto hacían que el pasillo pareciera más angosto y sofocante, como si el edificio intentara tragárselos, sin ningún maldito rayo de luz.
El corredor era un túnel de viento. Olía realmente mal. Jungkook frunció el ceño, pues podía apostar que no se trataba solo de la basura y detuvo al grupo con un gesto seco. Frente a ellos, a escasos metros, un bulto oscuro yacía inmóvil sobre el suelo.
Jungkook entrecerró los ojos, tratando de distinguir su forma mientras se acercaba cautelosamente.
Y entonces, ¡CLANG!
Un golpe seco sacudió uno de los contenedores metálicos detrás de ellos. El estruendo rebotó entre las paredes y los cinco se sobresaltaron al unísono, con los corazones disparados y sus pulmones olvidando cómo respirar. Sarang cayó de rodillas contra el pavimento cuando el estruendo sonó justo detrás de él al mismo tiempo que Seungmin, en un impulso instintivo, encendió la lámpara de bolsillo.
El rayo de luz cortó la oscuridad.
Sarang bajó la vista... y sus ojos azules se abrieron de par en par. Estaba arrodillado sobre un charco espeso de sangre y vísceras putrefactas, mientras gusanos blancos se retorcían en la masa gelatinosa. El asco rápidamente le subió por la garganta, pero fue incapaz de moverse.
Woojung inmediatamente lo levantó del suelo, pero Sarang seguía en estado de shock, con la mirada clavada en el cementerio que había ahí. Pedazos de cuerpos esparcidos por todos lados, torsos, cabezas, brazos... y, no muy lejos de ellos, el medio cuerpo de un hombre con los hilos de tripas colgando.
Alguien que no logró escapar.
Con un movimiento brusco, Jungkook le arrebató la lámpara de manos de Seungmin y la apagó al instante. La oscuridad cayó sobre ellos nuevamente, envolviéndolos en el silencio, en la respiración agitada de todos, que acababan de comprender con exactitud dónde se habían metido...
—Estan a-aquí. Vamos a morir — soltó Sarang, conmocionado —. Todos vamos a-
Jungkook tomó a Sarang y le tapó la boca con firmeza.
—No vamos a morir —le susurró al oído con calma —. Ahora necesito que te tranquilices, ¿sí? Estás conmigo, Sarang. Estarás bien. Todos lo estaremos. Solo dame la mano y no la suel—
De pronto, un jadeo ahogado lo interrumpió.
Venía justo detrás de ellos.
De repente, siluetas deformes emergieron de la oscuridad, aproximándose desde el extremo del callejón, atraídas por los golpes. Aquellos hicieron sonidos ahogados. El medio cuerpo en el suelo, también despertó abruptamente y abrió la boca en un alarido desgarrador que rompió el aire. Los otros cuerpos esparcidos por el callejón reaccionaron al instante. Se arquearon, convulsionaron, y luego aullaron con una furia sulfúrica.
Los chicos gritaron también y de repente, el silencio había desaparecido.
—¡Corran! — gritó Wonho, aplastando con su bota la cabeza gritona para callarla.
Jungkook no lo escuchó dos veces y salió disparado como un rayo, tirando de Sarang con él como si su vida dependiera, de hecho, dependía. Wonho, detrás, bloqueó el avance de otro cadáver que se levantaba, hundiendo la raqueta de tenis con brutalidad en su cabeza y luego pateando a uno más que se arrastraba por el suelo perturbadoramente.
Rodearon el edificio como una estampida y entraron sin vacilaciones por el estacionamiento. Wonho fue el último en cruzar y bajó el barandal con todas sus fuerzas para bloquear el paso. Las criaturas chocaron contra la reja con un estruendo seco. Algunos golpeaban el metal con tanta violencia que sus cráneos empezaron a romperse con cada embestida.
Dejaron atrás a la muerte en forma humana.
Adentro, una nueva tranquilidad los recibió. Estaban en una recepción, caótica pero aparentemente desierta. Los folletos arrugados de la empresa de cosméticos y papelería suelta cubrían el piso. No había sangre, sin embargo. Ningún cadáver. Nada.
Por primera vez, pudieron respirar.
—¿Estas bien? — le preguntó Jungkook al joven turbado que había estirado durante toda la persecución. Parecía petrificado —. Tienes que ser más fuerte a partir de ahora, ¿entiendes? Sino lo haces por ti al menos hazlo por tu hermano y por los integrantes de este grupo. Estoy dispuesto a protegerte, pero a cambio quiero que estes estable y apoyes a los demás en lo que puedas, ¿te parece justo? — interrogó y el gemelo pálido por fin asintió levemente con la cabeza.
Woojung abrazó a su hermano de inmediato, presionando su rostro contra el hombro en un intento de reconfortarlo.
Jungkook los vio un momento y suspiró.
Siguieron avanzando cautelosamente. Pasaron frente a un comedor y una zona de trabajo abandonada, llena de cubículos con papeles desperdigados y sillas volcadas. Todo indicaba que las personas huyeron de allí en cuanto se dieron cuenta de lo que ocurría.
—Quédense aquí. Iré asegurarme de que el resto de la planta esté libre —indicó Jungkook.
Mientras los menores se quedaban en las oficinas y Wonho inspeccionaba el lobby, Jungkook se separó.
Caminó en silencio por los corredores desiertos, con los sentidos agudizados y cada músculo listo para reaccionar. El ascensor estaba detenido, con las puertas ligeramente abiertas y la cabina atascada entre dos pisos. Se acercó a las escaleras de servicio y asomó la cabeza con cautela. Todo era oscuridad. Las escaleras ascendían sin fin, como un túnel sin fondo. Ni siquiera intentó subir, no valía la pena el riesgo, así que encajó un palo de trapeador entre la manija y el marco de la puerta para trabarla.
No había margen para errores.
Entró a los baños de hombres y luego, sin vacilar, también a los baños de mujeres. Estaban en una situación crítica, y la moral era un lujo que no podía permitirse. Empujó con la suela de su zapato las puertas de los primeros cubículos, asegurándose de que no hubiera nada muerto. Fue entonces cuando notó algo inusual. Ahí, sobre los lavabos, había bolsas de frituras cerradas, unas latas de bebidas energéticas vacías, y una mochila tirada en el suelo.
Sospechando algo extraño, Jungkook se agachó para recoger la mochila, pero un pequeño ruido a sus espaldas lo alertó. Un desliz y giró instintivamente. Alzó el brazo justo a tiempo para atrapar en el aire el palo de escoba que estuvo a punto de partirle la cabeza. Sin pensarlo, por puro instinto de supervivencia, reaccionó, sujetando a su atacante por el cuello y la empotró contra la pared con fuerza.
Una chica jadeó con desesperación, golpeándole el brazo mientras trataba de liberarse, desesperada. Jungkook la observó un segundo más, agitado, hasta notar que no tenía señales de infección.
—¿Qué carajos...?—murmuró y la soltó de inmediato.
Ella retrocedió tambaleante, tosiendo con fuerza, con el rostro dominado por el pánico.
—L-lo lamento tanto, escuche ruido y pensé que eras un come carne —balbuceó ella, agarrándose el cuello enrojecido —. No creí que quedará nadie vivo en el edificio, pensé que estaba sola... ¿o es que estaré soñando? — murmuró más para sí misma que para él mientras se encogía de hombros y retrocedía hasta la pared —. Bueno, él se ve y se siente bastante real... ¿O me he vuelto loca?
La chica empezó a hablar consigo misma en voz baja, mientras lo observaba intensamente de pies a cabeza con los ojos hinchados y desorbitados.
El pelinegro la vio con incomodidad ante su comportamiento errático.
—Soy bastante real, aún no te vuelves loca... — respondió, sin bajar la guardia.
Se encargó de mantener cierta distancia mientras examinaba visualmente su cuerpo, buscando señales de mordidas o heridas sospechosas. Estaba sucia, despeinada, con la ropa arrugada y moretones en las piernas, pero parecía entera.
—¿Por qué estás aquí? — continuó.
—He estado aquí desde que todo esto comenzó — contestó sin dudar, aún sin apartar la vista de él —. No me he atrevido a salir porque este lugar es seguro... y hay mucha comida en las máquinas expendedoras — añadió, señalando los envoltorios de papas fritas y botellas encima del lavabo.
Jungkook vio la comida reunida y tuvo que obligarse a sí mismo a no encerrar a la chica en un cubículo del baño y robársela.
—¿Hay alguien más contigo?
—Hay... h-había un chico. Era mi compañero de trabajo — dijo bajando la mirada al suelo —. Él se encargó de limpiar la primera planta, pero cuando fue a reactivar los generadores de energía ya nunca regresó. Están en la parte trasera del edificio.
Jungkook asintió con un gesto duro. Probablemente era uno de los cuerpos destrozados que habían visto delante de los contenedores.
—¿Has logrado comunicarte con alguien? ¿Los teléfonos de las oficinas aún funcionan?
—Dejaron de funcionar desde las primeras horas, la línea se cayó por completo — dijo ella—. Lo último que escuchamos fue el mensaje de las autoridades.
Entonces, la muchacha lo miró fijamente, tal vez esperando alguna respuesta reconfortante.
—¿Vendrán por nosotros, verdad? —preguntó, con cierto brillo —. ¿Cómo está la situación allá afuera?
Jungkook la sostuvo con la mirada. El silencio pesó.
Su expresión esperanzada decía que realmente no había visto la situación, siquiera por la ventana.
—Todos están muertos — fue lo único que dijo, adusto.
Ella se quedó en silencio procesando la información, con los labios apretados y la mirada perdida. Luego volvió a alzar los ojos hacia él.
—Mi nombre es Shin Ryujin — le sonrió suavemente agarrandose las manos con notorio nerviosismo —. ¿Y tú, cómo te llamas? — preguntó.
Jungkook la observó con frialdad.
Compartir nombres seria dar una sensación de pertenencia y seguridad. Ella pensaría que podía confiar en él, sin embargo, no era así. Jungkook no estaba dispuesto a cargar con más vidas. No eran un escuadrón de rescate. No eran absolutamente nadie.
—¡Jungkook! Mira lo que encontré, esto es mucho mejor que más raquetas — Wonho irrumpió en el baño, sujetando un hacha de mango rojo firmemente entre sus manos. No obstante, aquel dio un brinco al ver a la desconocida —. Ah, caramba... lo lamento mucho. No sabía que había una chica en el baño.
Wonho agachó la cabeza de inmediato a modo de disculpa, desviando la mirada hacia el suelo o hacia las paredes para no ver directamente los tocadores.
Retrocedió hasta quedar a un lado de Jungkook.
—¿Y ésta de dónde salió? —preguntó en voz baja, inclinándose al pelinegro, que estaba rígido.
—Es una sobreviviente —dijo, sin mostrar emociones —. Ha estado sola aquí desde que todo inició.
Jungkook se mantuvo quieto, con la mandíbula apretada y los ojos clavados en la comida sobre el lavamanos. Entonces, hizo un gesto con la cabeza, dirigiendo la atención de Wonho hacia el botín.
El chico corpulento abrió los ojos con sorpresa.
Se miraron.
No hizo falta decir nada.
Ambos estaban terriblemente hambrientos.
En una situación como esta, la línea entre tomar y robar era muy delgada.
—Yo... tengo comida. Y bebidas también —dijo Ryujin antes de que alguno de los dos hiciera un movimiento—. Deben estar hambrientos, ¿verdad?
Wonho parpadeó, algo desconcertado, ya que posiblemente había esperado tener que pelear por la comida. En cualquier catástrofe eso siempre sucedía.
—Si, un poco — respondió él.
Ella sonrió levemente y sin dudar, le ofreció una bolsa de frituras como si fuera un regalo. Wonho la tomó con algo de culpa, pero también con alivio.
Entonces, ella se acercó a Jungkook.
Con una sonrisa cautelosa, le ofreció también una bolsa de frituras. Sus dedos temblaban y sus ojos no podían verlo directamente a la cara.
Jungkook no dijo una sola palabra. La miró con su expresión impenetrable, con esa mirada hosca que parecía tallada en piedra. Simplemente se quedó ahí, contemplándola. No quería que esto fuera una especie de favor el cual tuviese que pagar después.
No quería deudas.
Era desconfiado por naturaleza.
En medio de la devastación, nada podía ofrecerse sin un precio. Ni siquiera una tonta bolsa de frituras.
Él podría encontrar más comida luego.
Ryujin mantuvo el brazo en el aire un segundo más antes de bajarlo, incómoda. Y al darse cuenta que no lo aceptaría retrocedió, encogiéndose de hombros.
—Creo que este es un buen sitio seguro para esperar unos días, Jungkook —intervino Wonho con la boca llena, masticando ruidosamente una fritura.
—Por el momento no hay sitio seguro — añadió el pelinegro, como si quisiera dejarlo bien claro —. Ni siquiera este edificio. Los pisos superiores se ven sospechosos. Hay que avisar a los demás —añadió.
—¿O-otros? ¿Hay más personas con ustedes? — interrumpió Ryujin, con sus ojos brillando mientras una sonrisa empezaba a asomarse en sus labios.
—Somos cinco, venimos desde la universidad de Busan —respondió Wonho, dirigiéndose a ella con un tono más amistoso que Jungkook.
—Eso está muy lejos... ¿cómo lograron venir desde allá? —ella los miró con incredulidad, como si acabara de escuchar una gran hazaña.
—Estar afuera es horrendo. El centro de la ciudad está infestado de esas cosas —comenzó a relatar Wonho, gesticulando mientras hablaba —. Tomamos un camión y al final terminamos aquí. Es de los pocos edificios con luz, así que parecía buena idea.
Mientras hablaban, Jungkook lo observó en silencio, pero con las cejas fruncidas y los ojos entrecerrados, pues no le gustaba para donde iba esto.
—Es un verdadero milagro que llegaran. Y-yo pensé que jamás volvería a estar con tantas personas. Todos murieron en las primeras horas y me quedé sola — dijo ella con voz quebrada y los ojos llenos de lágrimas —. E-en verdad me siento bastante aliviada de que hayan llegado — trastabilló.
—Oh, tranquila. No llores — Wonho intentó consolarla, dibujando una sonrisa amable en su cara —. Ya no tienes de que preocuparte. Nosotros nos dirigimos a un lugar en las orillas del mar, es más seguro que estar en la ciudad. Puedes venir con-
—Wonho —Jungkook agarró por el brazo a su compañero y lo hizo retroceder unos pasos para que la chica no escuchara lo que le iba a decir —. No podemos llevarla con nosotros — avisó de inmediato.
—¿Qué dices? ¿Por qué no? — Wonho lo miro mal, buscando algún indicio de mentira en sus palabras, pero Jungkook lo veía bastante serio —. ¿En verdad serías capaz de dejarla aquí sola?
—Ha sobrevivido ella sola hasta ahora. No es nuestra obligación llevarla con nosotros — dijo tratando de mantener su tono de voz bajo, mientras que la chica los miró con preocupación —. No tenemos nada, no tenemos comida, siquiera armas para defender a los menores y una chica es aún más difícil de cuidar, ¿lo entiendes? ¿Quién sé encargará de protegerla? ¿Tú? — le preguntó y Wonho frunció el ceño —. No quiero tomar esa responsabilidad. No es nuestro problema.
Nadie la tenía fácil y él no era una especie de Mesías que iba recogiendo a los desafortunados. No sería la última persona qué encontrarían en el camino.
Jungkook cuidaba a los suyos, y punto. Lo hacía porque eran sus amigos, no porque se creyera un jodido héroe. La gente desconocida no le importaba realmente; en este desastre, cada quién se rascaba con sus propias uñas. Más personas significaban más problemas, más desacuerdos, más responsabilidades y eso se traducía automáticamente en menos probabilidades de sobrevivir.
No tenía intención de poner en riesgo la poco estabilidad qué les quedaba por una desconocida.
—Pero dejarla sola es insensible. Ella también es una persona y tiene miedo al igual que todos, Jungkook — Wonho lo miró incrédulo, pero Jungkook seguía en su misma postura —... ¿Y si fuese Soyeon? ¿También la dejarías sola? — le interrogó.
Jungkook se crispó de inmediato. La furia se dibujó en su rostro y su mirada sé volvió totalmente oscura.
—Pero no lo es — sentenció y dio un paso hacia Wonho, lento pero amenazante —. Y será mejor que no vuelvas a mencionarla. Nunca. Ni una sola vez más, ¿me oyes?
Sus ojos negros lo taladraban, duros, enojados, con ese dolor que ni el tiempo había logrado apagar.
—Tienes razón... no debí hacerlo. No debí mencionar su nombre —balbuceó Wonho, bajando la mirada con vergüenza —. Fue una estupidez. No sé en qué estaba pensando. Lo siento, Jungkook. En serio lo siento.
Jungkook apretó los puños con tanta fuerza que sus nudillos se volvieron blancos. Cada músculo de su cuerpo estaba en tensión. Se giró de golpe, dándole la espalda a Wonho porque sentía que iba a estallar. Si seguía mirándolo, le iba a estampar un golpe.
Dubitativo, Wonho puso una mano sobre el hombro de Jungkook, quien tembló del coraje —. Siempre te he apoyado en todo, Jungkook, pero esta vez no estoy de acuerdo contigo y no estoy dispuesto a dejarla atrás. Vendrá con nosotros, yo estaré al pendiente de ella.
Jungkook le apartó la mano de su hombro con un manotazo seco, como si le quemara.
—Haz lo que quieras entonces — sentenció con un gruñido ronco y tembloroso —. Y lárgate... antes de que haga algo de lo que me arrepienta.
No alzó la voz, pero cada palabra pesó como plomo.
Wonho apretó los labios en una línea tensa. No dijo más. Solo se volvió hacia Ryujin, que los observaba temblorosa desde el otro lado del tocador, con las manos apretadas contra su pecho y los ojos abiertos.
—¿Todo está en orden?
—Por supuesto — Wonho trató de sonreír para aligerar la tensión —. ¿Quieres conocer a los demás? Estoy seguro que te agradaran, son buenos chicos.
—Claro que quiero conocerlos —respondió ella aliviada, soltando un suspiro que llevaba rato conteniendo—. Les llevaré frituras a todos. También hay latas de Sprite en la máquina, por si tienen sed.
Antes de seguir a Wonho, la chica le dirigió una última mirada al pelinegro. Jungkook seguía allí, inmóvil. Su expresión era más sombría que nunca, como si algo dentro de él se hubiera roto y no hubiera forma de repararlo.
Una vez solo, Jungkook se recargo en el lavabo del baño, respirando con fuerza. Miró su lamentable reflejo en el espejo; su cabello desaliñado, su rostro lleno costras negras de la sangre ajena y sus ojos acuosos, rojizos e imponentes.
Se comenzó a lavar con enojo y gritó con rabia sin importarle que seguramente fue escuchado por sus amigos. Ahora que no había nadie delante suyo se dejo caer al suelo y se permitió llorar, pero no por esa mierda apocalíptica, los muertos, el hambre, la falta de esperanza de vida... sino por la misma razón por la que había llorado el último año de su vida.
Sin embargo, por primera vez sentía resignación porque su hermana no estuviese más con él.
Ella no merecía vivir en un mundo así.
[...]
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Vi que comenzaron a preguntar sobre algunas cosas respecto a los zombies, pero las dejaré que vayan haciendo sus teorías jsjsjsjs
Btw, me gusta mucho como estoy creando el personaje de Jungkook, sean comprensivos con él 🖤 Será el personaje mas complejo a lo largo de toda la historia
➵ Pregunta: Díganme, ¿cuál es su libro, película, serie, historia... de zombies favorita?
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