IX
|Şehzade Murad|
Caminaba tranquilo por los enormes jardínes del palacio admirando la belleza de esa extraña flor llamada rosa. Un regalo de mi abuelo, Sultán Süleyman, a su hija Safiye.
Mi amada Safiye.
A pesar de ser prohibido, ella y yo nos amamos intensamente. Su hermosa melena roja y esos ojos verdes me traen loco. Safiye es la musa de todos mis poemas.
Cuando estaba a punto de tomar una rosa roja entre mis manos, Mehmet Ağa me interrumpió con su grito.
—¿Qué quieres ahora Ağa? —pregunté molesto.
—La jefa de las doctoras quiere verlo de inmediato. Dice que es un asunto de vida o muerte.
“¿Qué estará pasando? ¿Acaso mi padre se está muriendo?”
Sacudí mi cabeza para alejar esos malos pensamientos de mi mente y camine a paso apresurado hacia el área designada a las doctoras.
En mi camino se cruzaron varias criadas que buscaban tener un poco de mi atención, pero a todas las ignore. No me importaban sus halagos en lo más mínimo.
Llegue rápidamente a la puerta de la habitación de la doctora y toque cortésmente hasta que la misma me permitió la entrada.
—Que bueno que está aquí su alteza —dijo la doctora—. Necesito decirle algo con urgencia.
—Ya dirá usted que es, Bahar Hatun.
Bahar soltó un suspiro y dijo algo que me dejo helado de pies a cabeza.
—Su alteza real, Safiye Hanim, está esperando un hijo suyo.
“¿Safiye espera un hijo mío? ¿Un bebé de mi carne y sangre?”
—¿Alteza?
Mire a la doctora y le dije que no debía decir ni una sola palabra de este asunto, a menos que quisiera que su cabeza rodará por lo suelos.
Salí de la habitación con discreción, sin embargo, no esperaba verla ahí mirándome retadoramente.
—¿Así que es cierto? —interrogó Mihrimah Sultan—. ¿Mi hermana espera un hijo tuyo?
—Es v-verdad sultana —respondí tartamudeando.
Mi tía suspiro con pesadez.
—Ve al jardín privado, Safiye está con mi madre; yo los ayudaré a buscar una solución. —Mi tía palmeó ligeramente mi hombro derecho y desapareció por el pasillo detrás mío.
“Que Alá nos ayude”
|Safiye Hanim|
No sabía que hacer, no tenía ni la más mínima idea de cómo iba a salir de esta situación. Todo es mi culpa, todo por no cuidarme.
Mire con asco el plato con sopa de almendra, su olor y sabor me provocan unas ganas inmensas de vomitar. Pero no podía hacerlo, no quiero que mi madre se entere de esto.
—¿Todo bien Safiye? —Me preguntó Mahidevran Sultan—. Te veo extraña desde que despertaste.
—No es nada madre, sólo que la sopa de almendra no es mi predilecta.
La Madre Sultana ordenó que retirarán esa sopa y yo pude respirar alegremente.
Comí un poco de carne de cordero hasta que vi a Murad plantado frente a nosotras. Me ahogue ligeramente con un pedazo de fruta.
—Bienvenido Murad. —Mahidevran se paró de su lugar y le tendió a mi amado su mano para la besará.
—Te ves muy hermosa querida abuela —dijo Murad sonriente a la par que me miraba.
Mi madre sonrió satisfecha y le pidió a Murad que me hiciera compañía para dar un paseo por el enorme jardín. Él aceptó de inmediato.
Ambos caminamos un rato en absoluto silencio, nadie se atrevía a decir una palabra.
Quería decirle a Murad nuestra situación, pero tenía miedo y nervios. No sabía cómo decirle esto.
—Te tengo que decir algo Murad —hablé después de mucho tiempo—. Es importante.
—Ya lo sé Safiye, lo sé todo —masculló Murad con seriedad.
—¿Cómo...?
—Bahar Hatun me contó todo; fuimos unos tontos en no cuidarnos.
Lo abrace con lágrimas en los ojos; él correspondió mi abrazo con sinceridad y amor.
—¿Qué haremos ahora? —pregunté—. No quiero que le hagan daño a nuestro bebé.
—No los dañaran, te lo prometo mi amor.
“¡Ojalá Alá nos ayude en esta nueva etapa de nuestras vidas”
En otra parte del Palacio
Una joven rubia corrió con todas sus fuerzas por todo el palacio imperial hasta llegar a los aposentos de su progenitora. Lo que acaba de escuchar era información muy valiosa que les serviría en un futuro.
—¡Madre! ¡Madre! —gritó la joven con euforia—. ¡Por Alá madre! Debes enterarte de las buena nuevas.
—No estoy de humor hija, ven en otro momento —dijo la mujer con los ojos enrojecidos de tanto llorar.
—Es sobre Safiye querida madre, su destino está en nuestras manos.
—¿Qué quieres decir?
—La hija menor del difunto Sultán Süleyman está embarazada.
✓Aquí está otro capítulo de esta gran historia.
✓Quedan unos cuantos capítulos más antes de cerrar la primera etapa de la obra.
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