ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 04: ᴇʟ ᴄᴏᴍɪᴇɴᴢᴏ ᴅᴇʟ ᴅᴇꜱᴛɪɴᴏ
Este no es un pecado. Si tus deseos son correctos entonces tus acciones son correctas
―Michael Harley, Kaze no stigma
Seúl, Corea del Sur
Bosque de las luciérnagas
Evil caminaba despacio entre los grandes árboles y pinos que conformaban aquel sitio que tantos recuerdos y secretos guardaba. Podía parecer que caminaba sin un rumbo fijo, pero, en realidad, se dirigía al sitio que hace tiempo denominó como su lugar especial, ese donde había conocido a la bruja de cabellos azabaches en una noche de luna llena. Se detuvo frente al lago de los secretos, nombre dado por una leyenda que cuenta que sin importar cuan ruin o pura sea la acción que realices allí, las aguas del sitio la ocultaran por la eternidad volviéndose un secreto más.
Cuando el inmortal descubrió que la leyenda era verdad comenzó a frecuentar el sitio. Le agradaba porque era tranquilo, alejado y sus aguas siempre eran tan claras como un cristal sin importar el pasar del tiempo o lo que sucediera ahí. Había llegado a matar a personas dentro del lago; el líquido transparente tomaba el color carmín de la sangre de sus víctimas para luego volver a la normalidad. El lugar perfecto para esconder sus atroces crímenes contra los humanos, desgraciadamente, Manwol lo descubrió.
Observó el cielo oscuro mientras la imagen de aquella a la que deseó poseer irrumpía sus pensamientos. Recordarla lo hacía sentirse desesperado y extasiado. El sabor de su sangre inundó sus papilas gustativas y su garganta comenzó a sentirse seca de sólo acordarse como enterró sus colmillos en la suave piel de la muñeca de Manwol. Sólo una vez pudo probar aquel delicioso néctar proveniente de ella y eso fue suficiente para que se volviera tan adictiva. Su aroma y sabor fueron una de las claves que lo hicieron posar su atención sobre la cazadora. La quería para él en todos los sentidos, tanto que lo llevó al borde de la locura.
―Si tan sólo me hubieses elegido a mí, amada mía, las cosas habrían sido diferentes ―murmuró con resentimiento mientras recordaba aquellos luceros color miel que lo veían con coraje ―. Habría puesto el mundo a tus pies y mucho más. Pero decidiste salvar la vida de ese lobo bajo la absurda excusa de proteger a los demás, firmando tu sentencia de muerte.
Se agachó para tocar las aguas cristalinas para remover la sangre de sus manos con la intención de asegurarse si los poderes del lago permanecían. Ensanchó una sonrisa de satisfacción al descubrir que todo seguía igual que hace muchos años. Dicho gesto se borró al sentir la presencia de dos seres sobrenaturales detrás de él. Se puso de pie y miró sobre su hombro, observó a una joven de hebras negras con orbes azules y un hombre de cabello castaño oscuro de ojos color ámbar.
―Espero que no estén aquí con la intención de atacar ―mencionó mientras giraba sobre su eje para encararlos ―porque les aseguró que de ser así morirán esta noche.
―No estamos aquí por eso, mi señor. Al contrario, venimos a escoltarlo para llevarlo a su hogar ―habló la ojiazul mientras se reverenciaba con elegancia y sumisión para demostrar que no eran sus enemigos, ya que buscaba que bajará la guardia para que no se diera cuenta de sus verdaderas intenciones.
―¿Por qué harían eso? ―miró con desconfianza a los desconocidos.
―Porque fuimos nosotros quienes lo hemos traído de vuelto a la vida con la intención de que recuperé lo que le pertenece y tomé su lugar como el amo de todo y todos, gran poderoso Evil ―el de ojos ámbar igualmente se inclinó frente al vampiro ―. Deseamos ser sus siervos y ayudarle para que obtenga el poder y mando que, como el gran rey de Obscured, merece.
El hombre de cabellos oscuros analizó a aquellos seres que denomino en su cabeza como inferiores, igual que al resto. Debido a que sus cabezas se encontraban agachadas y sus ojos ocultos, no pudo saber si mentían o no. Caminó despacio pero imponente en su dirección. El aura del inmortal era tan aterradora que los dos vampiros no pudieron evitar comenzar a temblar al verlo acercarse, descubriendo que no sería tan fácil llevar a cabo su verdadero objetivo como creían. El vampiro de ojos malva se detuvo a unos centímetros de ellos y ambos comenzaron a ser consumidos por los nervios debido a que temían que el contrario pudiese descubrir su plan.
―Por su propia seguridad espero que sus palabras sean verdad, de lo contrario, tengan por seguro que no dudaré en quitarles hasta el último aliento de sus miserables e insignificantes vida de forma lenta y tortuosa ―amenazó con la voz más grave, casi como el gruñido de una bestia descontrolada.
Evil colocó una mano en la nuca de ambos desconocidos, presionó con firmeza y sus ojos brillaron volviendo más intenso el pigmento violeta de sus iris. La mujer no pudo evitar soltar un pequeño grito ante el ardor que comenzó a sentir en la zona, mientras que el hombre apretó los dientes y puños para tratar de soportar la quemazón en la piel. El inmortal apartó sus manos para luego darles la espalda a ambos jóvenes. La ojiazul tocó el lugar donde le dolía y su rostro se desfiguro al formarse una mueca de sufrimiento.
―¿Qué fue lo que nos hiciste? ―inquirió el muchacho un poco aturdido en tanto tocaba la zona afectada, tratando de no mostrarse enfadado debido a que no deseaba alterar al hombre.
Sabía perfectamente que ese ser era sumamente poderoso aun cuando pareciera estar débil en ese instante. Lo había investigado a detalle, aunque estaba seguro de que la información que había recopilado no debía de ser ni la mitad de lo que verdaderamente era ese vampiro. Y, aunque deseaba descubrir cuánta fuerza y poder poseía, no quería arriesgar su vida.
―No me dejo llevar por simples palabras, no soy estúpido. Si son mentiras o no lo que dijeron lo descubriré con el tiempo, pero sus vidas me pertenecen ahora ―los miró con maldad, como consecuencia ambos jóvenes inmortales sintieron un escalofrío recorrer sus cuerpos ―. La marca que hice lo demuestra. Les permitiré servirme y demostrarme su lealtad. Si son de utilidad los dejaré vivir, y si no... ―colocó su mirada sobre la mujer.
La ojiazul cayó al suelo en tanto un grito desgarrador escapó de su garganta, comenzó a retorcerse al sentir como su cuerpo ardía dolorosamente, sentía como si estuviese siendo quemada por todas partes sin clemencia. El castaño miró con terror al sujeto que parecía deleitarse con el sufrimiento de su compañera. Las palabras de advertencia de aquella a la que amo vinieron a su mente en el instante en que sus ojos se cruzaron con aquellos orbes violáceos llenos de perfidia.
"―¿Estás seguro de lo que haces? Porque no creo que estés entendiendo la magnitud del peligro que significa despertar a esta persona ―le comentó con preocupación con la intención de hacerlo entrar en razón.
―Tranquila, sé muy bien a lo que me enfrento y las consecuencias que traerá devolverlo a la vida ―mencionó de forma confiada sin apartar su vista de la hoja del libro de magia prohibida que había robado de la casa de los Jeon.
―No es como controlar a un cachorro de tigre, lo sabes ¿no? ―lo miró desesperada, intentando que el castaño le prestara atención para poder convencerlo, pero no lo consiguió.
El castaño asintió de forma distraída, estaba fascinado con todo lo que estaba leyendo. Su objetivo de volverse un ser poderoso por fin podría llevarlo a cabo, sólo tenía que despertar a ese infame monstruo y realizar el ritual de transferencia. Al fin conseguiría que el resto de la comunidad vampírica lo respetara y dejase de humillarlo por ser mitad humano. Todos se arrodillarían ante él y se vengaría de todo aquel que lo despreció por ser un híbrido.
―Estás jugando con fuego y, si no te detienes a tiempo, te quemarás ―la advirtió colocando una mano sobre su hombro consiguiendo que la mirase.
―Puedo controlar el fuego, no lo olvides, Jiwon ―le sonrió de forma egocéntrica y cerró repentinamente el libro, luego lo abrazo con posesividad con uno de sus brazos como si tuviera miedo a que la castaña fuese a quitárselo.
―Las llamas de este fuego ya arrasaron una vez con todo, sólo una persona pudo detenerlo y murió en el proceso. Escucha mis palabras, te lo suplico. No lo hagas o te arrepentirás ―insistió una vez más, angustiada.
Estaba segura de que nadie podría controlar y mucho menos detener la maldad de aquella criatura si volvía a la vida. Y, aunque no subestimada a su amigo por ser un híbrido, era más que obvio que alguien con un nivel de poder apenas notable, no podría manipular a un monstruo que arrasó con miles de vidas durante años de forma desenfrenada por culpa de un amor no correspondido.
―Ya he tomado una decisión ―declaró con una mirada llena de ambición descontrolada. Estaba dispuesto a todo con tal de conseguir su objetivo, incluso matar a alguien que amaba ―. Y si tú no vas a ayudarme, alguien más lo hará ―agregó con una expresión que a la contraria le dio un mal presentimiento, así que comenzó a retroceder un par de pasos para alejarse de él.
El vampiro de ojos ámbar al notarlo se acercó a tomarla con fuerza de una de sus muñecas. Enterró sus uñas en la piel de la chica creándole heridas de las cuales brotaron gotas de sangre que se escurrieron por la palma de su mano hasta las puntas de sus dedos y gotearon sobre el suelo de madera.
La fémina de cabellos cortos mostraba signos de dolor en su rostro e intentó zafarse del agarre del muchacho, pero sólo consiguió ser lanzada contra la pared de forma brutal, causándole una herida en la frente de la que escurrió más sangre. Debido al dolor punzante y lo desorientada que se encontraba sólo pudo sentarse, recargando su espalda contra el muro. Llevó una mano hacía su frente, tocó la herida y miró sus dedos con miedo al notar el líquido rojo.
El castaño se acercó sin dejar de mostrar aquella mirada llena de codicia y maldad. Se puso de cuclillas para estar a la altura de la banshee, quien lo miraba con asco y decepción.
―¡Nadie va a ayudarte con esa locura! ―le aseguró con enojo.
Jiwon no reconocía al joven que tenía delante de ella. Ese chico no era aquel que juró que la protegería y se haría cargo de mantenerla con vida. No era aquel joven risueño que la enamoró y que tantas veces le dijo que la amaba. Era un completo desconocido que estaba dispuesto a lo peor con tal de obtener poder.
―Créeme cuando te digo que si hay alguien que lo hará ―dejó una suave caricia en la mejilla de la castaña mientras la miraba con pesar.
La contraria cerró sus ojos con terror ante el tacto y un par de lágrimas se derramaron. Aquella sensación de querer gritar la estaba inundando, sabía lo que eso significaba.
―Desgraciadamente, sabes lo suficiente para ser una amenaza. No puedo dejarte vivir, Jiwon.
Y aquellas palabras le confirmaron el destino que su gritó planeaba anunciar."
Ella tenía razón. Ese fuego abrasador que había vuelto a encenderse nadie podría controlarlo, pero ya era demasiado tarde para dar marcha atrás. Su vida ahora le pertenecía aquel infame monstruo con sed de venganza que planeaba envolver aquella ciudad de caos, dolor, miedo y muerte.
Los gritos de la chica cesaron en cuanto Evil paro de lastimarla. La azabache respiraba con dificultad y de forma pausada, una mancha de sangre recorría desde su boca hasta su pecho y la sensación de ardor no se desvanecía del todo de su cuerpo. Cayó en cuenta de la situación tan arriesgada en la que se encontraba. Se había dejado llevar por las dulces palabras del vampiro de ojos ámbar, quien le prometió la haría su reina en cuanto obtuviera el poder de ese monstruo, y no se puso a reflexionar en las consecuencias que podría traer que aquel abominable ente despertará del sueño eterno al cual lo habían sometido. Ahora su vida estaba gravemente amenazada.
―Ha quedado claro lo que sucederá si me traicionan o intentan algo contra mí ¿Cierto?
Los dos vampiros compartieron miradas asustadas, luego asintieron de forma sumisa aceptando su destino.
―Excelente ―sonrió satisfecho ―. Lo primero que quiero que hagan, es que me entreguen a la humana que tienen consigo. Necesito reponer mi fuerza.
―Ella ya está muerta ―dijo el castaño sin dejar de sentir terror de aquel ser que lo veía con atención, como si deseara ver hasta lo más profundo de su ser.
―Ya veo ―comenzó a caminar en dirección al joven sin despegar su mirada de los ojos amarillentos del contrario. Se detuvo frente al más bajo y colocó una mano sobre uno de sus hombros ―. Así que un libro de magia prohibida ―mencionó con sumo interés, estirando sus labios.
―¿Qué es lo que le hace? ―inquirió la ojiazul sintiendo algo de pánico al notar lo quieto y callado que se encontraba el híbrido.
―Obtener información a través de sus recuerdos. Es fácil de hacerlo con personas débiles ―se mofó sin dejar de ver todo lo que fuese posible del castaño, aunque debido a su reciente despertar sólo podía observar fragmentos.
Una vez consiguió lo que quería, Evil soltó al muchacho sin darle importancia al hecho de que cayera contra el manto blanco creado por la nieve. La pelinegra corrió hacia su compañero para tratar de auxiliarlo. El castaño se sentía adormilado, un poco confundido y débil, así que se acurrucó contra el pecho de la vampiresa por inercia.
―Necesito el cadáver de la chica que logró traerme de vuelta a la vida ―empezó a hablar una vez estuvo de vuelta en la orilla del lago de los secretos ―. También quiero ese libro de magia prohibida. Si lo que vi en tus recuerdos es verdad, me será de mucha utilidad para traerla de vuelta.
De repente, un aullido desgarrador se escuchó por todo el bosque. Aquel sonido hizo que Evil ensanchará una sonrisa de maldad pura, pues eso significaba que aquella bruja había muerto y que nadie podría detenerlo.
―Vamos a iniciar con este juego de dolor, caos, destrucción y muerte ―miró con maldad la luna roja en el cielo ―. Quiero que me digan todo lo que sepan de la familia Jeon, Min y los cazadores Park. Ellos serán las piezas perfectas para este juego de muerte ―volteó a mirarlos sin borrar aquel gesto terrorífico que hizo temer aún más al par de vampiros ―. Todos pagarán por haberme arrebatado lo que más amaba ―prometió con odio y rencor.
Una guerra estaba a punto de comenzar.
Se encontraba en medio del bosque, tirada sobre la fría nieve y siendo cubierta por los pequeños cristales de hielo que caían del cielo. Conforme fue recuperando la consciencia, su cuerpo reaccionó temblando ante el gélido clima que hacía. Abrió los ojos con algo de dificultad, lo primero que vio fue la capa blanca y helada sobre la cual dormito. Confundida, se sentó y se dispuso a mirar a todos lados para tratar de reconocer el sitio, pero no logró distinguir dónde estaba, nada le parecía conocido. En un intento fallido por hacer entrar en calor su cuerpo se abrazó, aunque sus dientes no dejaron de castañar y cada que expiraba se formaba vaho.
Unas manchas carmesíes llamaron su atención, formaban un camino que llegaba hasta la orilla de lo que parecía ser un lago congelado, en medio de este se hallaba un enorme, viejo y frondoso árbol que parecía tener luz propia. Se sorprendió al notar que poseía flores rosadas en toda la copa, como si se encontrará en época de primavera y los pimpollos recién hubiesen brotado; además, estaba rodeado de un pedazo de tierra que parecía tapizado de pasto verde brillante. Se cuestionó cómo era posible que el árbol tuviera dicho aspecto en medio de un clima que la calaba hasta los huesos.
Se levantó y caminó hacia el árbol con la esperanza de poder cubrirse de la nieve, aun cuando sus pies se quejaban del frío contacto que tenía con los diminutos hexágonos de hielo, pero se detuvo al llegar a la orilla porque temía que el agua congelada pudiese quebrarse al intentar cruzar. Miró al cielo en busca de una respuesta de lo que debía hacer, fue entonces que se percató de aquel detalle.
―Roja ―murmuró con voz temblorosa debido a que no dejaba de tiritar, con la mirada pegada a la luna llena.
Era la primera vez que presenciaba aquel fenómeno del que tantas veces le contaron, sin embargo, sentía aquella situación como algo que ya le había sucedido, pero no recordaba cuándo. Su cabeza comenzó a doler y cerró los ojos por inercia, en cuanto los abrió de vuelta se sorprendió al estar frente al árbol. Ya no sentía frío y la nieve había desaparecido. Sus párpados se abrieron ‒ligeramente‒ más de lo necesario al descubrir que parecía estar parada sobre el agua, se atrevió a dar un paso y su asombró incremento al darse cuenta de que podía caminar sobre el líquido sin hundirse.
Reunió valor, entonces comenzó a andar con la intención de poder acercarse al pedazo de tierra flotante para sentirse segura, no obstante, se detuvo al notar a un chico de cabello negro acurrucado en el tronco y sentado sobre el pasto. Tenía los ojos cerrados y respiraba despacio, por lo que supuso que dormía. Su gesto apacible contrastaba bastante con su vestimenta oscura, lo que le hizo sentir curiosidad.
Debería irse. Debería alejarse. Pero no lo hizo.
Aunque sabía el peligro que corría y que su instinto de supervivencia le ordenaba retroceder, que huyera; siguió caminando hasta estar a centímetros de distancia del desconocido. Lo miró detenidamente y supo que no era humano. Era uno de esos seres que cazaba o salvaba cada noche desde hace tres años. Por lo general, el miedo solía acorralarla cada vez que se encontraba con una de esas criaturas, pero él no le generaba esa emoción; sentía como si lo conociera. Tenía la certeza de que ellos ya se conocían, aunque en ese momento no pudiera recordarlo.
―Todo esto... ¿Ya lo he vivido antes? ―admiró el sitio para intentar recordar, pero su cabeza dolía cada vez que lo intentaba ―. Deja vú ―mencionó al poner sus ojos, de nueva cuenta, sobre el desconocido que dormía plácidamente.
Se puso de cuclillas para poder acercarse a tocar su rostro para asegurarse de que fuera real y no un producto de su cabeza, pero no logró hacerlo debido a que su atención se vio atraída por las cadenas que visualizo en el tronco del árbol. Con la mirada recorrió la extensión de estas hasta percatarse de que el pelinegro tenía una de las muñecas encadenada, luego observó su propia muñeca y notó que también estaba sujeta al tronco por las mismas cadenas. Tiró del lazo de metal para intentar soltarse, aunque sólo consiguió darse cuenta de que estaba esposada al muchacho. Ambos estaban amarrados a los extremos de la misma cadena.
―¿Qué está sucediendo? ―se preguntó con temor sin poder comprender nada.
Había vivido situaciones inexplicables y peligrosas, pero nada comparado con ese momento.
Fue entrenada para enfrentarse a las peores situaciones jamás imaginadas sin perder el control, es decir, para arrebatar la vida de alguien para sobrevivir, para proteger sin sentir remordimiento y sin dudar; porque debía tomar decisiones que mancharían su consciencia con las consecuencias y no podía permitir que las pesadillas la volvieran loca, que la acorralarán y la volvieran alguien inestable, débil.
Sin embargo, no pudo evitar que el temor la fuese atrapando lentamente hasta enjaularla. Porque estaba sola. Porque no sabía qué hacía allí, cómo había llegado. Sola y desarmada en un sitio desconocido sin comprender por qué estaba encadenada a un ser sobrenatural. Luego de mucho tiempo, por fin, una situación la rebasaba al límite de estar a punto de quebrarse, entonces lo escuchó hablar de repente preguntándole desorientado:
―¿Quién eres tú?
La pelinegra rápidamente volvió a mirarlo y aquellas emociones negativas se esfumaron.
Unos ojos escarlatas la veían con confusión. Su mirar era adormilado haciéndolo ver poco amenazante, pero no por ello bajó la guardia porque, al ver aquel color en sus iris, supo que no podía seguir actuando como una tonta miedosa. Tenía frente a ella un hombre lobo de rango alfa, y aun cuando fuese joven, estaba al tanto de que su fuerza e inexperiencia los hacía mucho más peligrosos que los adultos por el simple hecho de no saber controlarse.
―Eres un alfa ―susurró su pensamiento en tanto retrocedía un par de pasos para prevenir alguna situación poco favorecedora para ella.
El joven alfa no pudo percibir ningún tipo de emoción proveniente de la fémina. Su rostro se mantenía inexpresivo al igual que su mirada, los latidos de su corazón mantenían un ritmo estable y en su voz no había rastro de miedo o sorpresa, nada. Pese a su apariencia frágil, supo que no debía confiarse porque si podía controlarse tan bien y mostrarse como alguien indiferente frente a la situación, lo más probable es que ella fuera uno de ellos. Un cazador.
―¿Quién eres? ―preguntó nuevamente sin apartar sus orbes de la desconocida, manteniéndose alerta a todos sus movimientos.
Olfateo discretamente para descubrir un poco de la identidad de la chica. Sus pupilas se dilataron al percibir un aroma dulce pero refrescante en el aire que lo hizo sentirse tranquilo y relajado, incluso cerró los ojos para disfrutar del perfume con más detalle al agudizar su sentido del olfato descubriendo que el olor era floral y que provenía de la desconocida.
―Lilas ―se puso de pie para poder enfrentarla, notó que era mucho más alto que ella, aunque eso no pareció intimidarla ―. Hueles a lilas ―dijo sin comprender lo que le pasaba. Sentía una enorme necesidad de tocarla y protegerla a pesar de no saber nada sobre la pelinegra.
Admiró cada detalle de su rostro. Tenía el presentimiento de que llevaban la misma edad, sin embargo, al tener el cabello sólo un poco por debajo de los hombros le daba una apariencia aún más aniñada y tierna. Le parecía una chica bonita, pero lo que más llamó su atención fue el inusual color de sus ojos. Grises brillantes como la luna.
La cazadora trataba de comprender cómo era posible que sintiera seguridad y confianza con alguien que no conocía, aunque persistía esa sensación de haber estado a su lado antes. Él, con sólo su voz, su mirada y cercanía, consiguió liberarla del miedo y confusión. Por primera vez, una persona logró que bajara la guardia sin temer a morir.
―Yuna ―dijo tras un rato de silencio en el que ambos se analizaron.
―¿Qué?
―Soy Yuna ―se acercó de vuelta e intentó acariciar la mejilla del contrario, pero él la detuvo al tomar su muñeca con delicadeza ―. Y tú eres... ―intentaba recordarlo, no obstante, el dolor de cabeza que sintió al ver la luna roja volvió con más intensidad, así que se detuvo.
―Jungkook ―la miró directamente a los ojos. Él también lo sentía, esa familiaridad de haber pasado tiempo a su lado, aunque no pudiera acordarse de nada tampoco ―. Nos hemos visto antes ¿Cierto?
―Siento como si fuera así, pero no puedo recordar nada ―admitió un poco desesperada, olvidando por completo aquella regla que tantas veces le habían dicho: no te muestres vulnerable y débil frente a nadie.
Una suave brisa hizo bailar las ramas del árbol llevándose consigo un par de pétalos rosados; revolviendo también las hebras de ambos adolescentes y consiguió atraer su atención hacia la luna roja que decoraba el oscuro anochecer, entonces ambos parecieron recordar algo.
―Haneul ―susurró con miedo.
Las escenas de la muerte de la bruja lo golpearon con fuerza. Jungkook retrocedió algunos pasos mientras llevaba sus manos a la cabeza y las lágrimas nublaban su vista. Apretó los ojos con fuerza en tanto negaba de forma desesperada al no aceptar lo que había sucedido con aquella que adoro. Un lamento escapó de sus labios y observó sus manos manchadas de sangre con tormento. Haneul había muerto en sus brazos y no pudo hacer nada para evitarlo.
―Seokjin ―mencionó preocupada.
Por otro lado, Yuna recordó vagamente como el rubio de labios gruesos y ella fueron atacados sorpresivamente en el jardín de su casa. Una pelea. Ella sosteniendo un arco mientras apuntaba a alguien. Una persona tirada sobre la nieve manchada del liquidó carmín que brotaba de sus heridas. Ella de rodillas en el suelo, mirando con miedo sus manos temblorosas. Por último, la voz asustada de Seokjin llamándola.
Las lágrimas comenzaron a escurrirse sin dejar escapar ningún sonido de su boca, apretó su mano y sintió algo en ella. Miró con remordimiento la flecha que sostenía puesto que estaba manchada de sangre, y la lanzó lejos con terror para luego cubrir sus labios. Asesinó a alguien. Era la primera vez que alguien moría en sus manos y se negaba a creerlo.
Sus miradas se encontraron. Ambos notaron el desespero y sufrimiento del contrario, pero no se atrevieron a consolarse. Jungkook se recargó en el tronco mientras las imágenes de la muerte de Haneul lo torturaban. Yuna se dejó caer sobre el pasto sin poder quitarse de la cabeza el hecho de que era una asesina.
―Dos almas rotas que están destinadas a encontrarse una vez más ―recitó una voz que hizo eco por todo el lugar, poniendo en alerta a ambos adolescentes ―. Eso fue lo que deseaste, pero he decidido darte una oportunidad. ¿La tomarás o te sacrificaras de nuevo?
Ninguno de ellos supo para quién eran esas palabras. Las cadenas brillaron al igual que el árbol, la luz cegadora los hizo cerrar los ojos para proteger su vista. Cuando Yuna abrió los ojos, el paisaje nevado que la recibió al despertar estaba allí nuevamente. Estaba sola en medio del bosque. Otra vez comenzaba a sentirse intranquila.
Al escuchar un grito proveniente de una voz masculina, buscó con la mirada a la persona y la incomprensión invadió sus pensamientos y rostro al ver unos ojos violetas frente suyo, pero no fue eso lo que la desconcertó, sino, el dolor punzante al ser atravesada en el abdomen por una espada.
Agacho la cabeza para poder ver como el arma se hundía dentro de su piel. Una mancha de sangre se formó en su ropa y el líquido carmín se deslizó por la hoja de metal. Miró de vuelta aquellos orbes violáceos que la veían con decepción e ira, sólo pudo sentir compasión por aquel que desconocía.
Sintió como la espada se resbalaba en su piel al ser desprendida de su abdomen, causándole más dolor y haciéndola sangrar un poco más. La debilidad la invadió y sus piernas le fallaron, así que dejó caer su cuerpo; sin embargo, fue sostenida por alguien que la acomodó en su regazo y brazos. Suaves quejidos se escapaban de sus labios mientras intentaba desesperadamente aferrarse a la vida.
―No te mataré ―habló el desconocido con la voz distorsionada dirigiéndose a Jungkook, causándole escalofríos a Yuna ―. Quiero que vivas con el recuerdo de ver morir a la persona que amas. Quiero que vivas sabiendo que fue tu culpa que ella muriera. Quiero que sufras tanto como yo ―sentenció con odio para luego marcharse.
Yuna apretó la camisa de la persona que la sostenía y llevó su otra mano a la herida para intentar cubrirla para detener el sangrado, incluso si sabía que eso no era posible, porque se negaba a morir.
―¡Por favor, quédate conmigo! ―le rogó desesperado con lágrimas en los ojos, colocando una de sus manos encima de la suya ―. ¡Resiste, te lo suplico!
No comprendía lo que sucedía. Su vista se volvió borrosa y el sonido de aquella voz era cada vez más lejana.
―¡Maldita sea! ¿Por qué no puedo? ―gritó con voz temblorosa.
Apretó suavemente su mano, el miedo y las lágrimas incrementaron al sentir como el frío invadía lentamente el cuerpo de la joven en sus brazos.
Yuna no quería rendirse, sin embargo, las fuerzas abandonaban su cuerpo. Su agarre en la camisa se volvía cada vez más débil, sus parpados se sentían pesados y le costaba respirar de forma adecuada. Trató de enfocar su vista por última vez y se sintió tan mal al reconocer al chico.
―No puedo quitarte el dolor ―le dijo, atormentado.
―Porque no duele ―confesó. Trató de sonreírle para tranquilizarlo, aunque sólo consiguió hacerlo llorar más.
Junto las nulas fuerzas que poseía y colocó su mano ensangrentada en la mejilla del pelinegro.
―Está bien, no duele ―le aseguró ―. No es... tu culpa ―expresó con dulzura mientras sus ojos se llenaban de agua ―. Estoy bien. Por favor..., no llores, Jungkook ―le susurró en tanto sus párpados se cerraban.
―¡Yuna!
Fue lo último que escuchó antes de caer en la inconsciencia. Antes de caer en la oscuridad y silencio de un vacío sin fin.
✧;;│Nota: La verdad estoy bastante nerviosa por comenzar con el capítulo dos, ya que van aparecer el resto de personajes y la situación caótica comenzará a desarrollarse y temo no poder conseguir sentirme satisfecha con el curso de la historia. Espero que todo salgo bien y que me sigan acompañando en cada actualización.
Recuerden que si tienen teorías pueden comentarlas porque me encanta leer lo que creen que podría pasar. No tengo la costumbre de responder comentarios pero sí que los leos y me hacen muy feliz.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro