⊰⊹ฺ ᶜᵃᵖⁱ́ᵗᵘˡᵒ 2⊰⊹ฺ
Taehyung había terminado de ordenar la cocina, acomodó el maletín de Jungkook en su habitación y ordenó su ropa en la de invitados.
Le avergonzaba actuar como si fuera su casa, pero Jungkook le había insistido en veces anteriores que ese era su hogar; y ¿quién era él para negarse?
Nadie.
Además, él se sentía en su hogar. Donde quería estar y con quién quería estar en otras maneras posibles.
Suspiró sintiendo como su pecho se encogía y el nudo en su garganta empezaba a apoderarse del lugar. Dejó lo que tenía en sus manos en la cama, un ligero temblor se apoderaba de ellas a la vez que su respiración se entrecortaba. Desesperado, entró al baño, cerró la puerta y se sentó recostando su espalda en ella.
Sus lágrimas no demoraron en acumularse en sus ojos, para luego desbordarse por esas sonrosadas y acaneladas mejillas.
Se sentía inseguro de comunicarle a Jungkook el motivo repentino de su visita. Siempre era inseguro, para sus sentimientos, emociones, decisiones y frente a situaciones.
Necesitaba de las opiniones de tercero porque se sentía estúpido.
Pensamientos cómo ¿Y si sale mal? ¿Y si no es así?
Y si…
Y si…
Y si…
Su vida estaba llena de muchos y sí.
Por esa razón estaba ahí, tomando lo que tal vez sería una mala decisión, aun así, quería tomar él sus propias decisiones y aprender de cada una de las situaciones que vendrían en su vida.
Necesitaba desenredar los hilos que su inestabilidad emocional había creado, esa dependencia insana hacia las personas.
Por ello, necesitaba comentarle lo que quería hacer a la persona que más quería y a la que, inconscientemente, se había vuelto dependiente.
— ¿Taehyung? — la voz sonaba lejana para sus oídos. Los brazos en los que apoyaba su rostro estaban húmedos de lágrimas silenciosas que había estado guardando desde hace mucho tiempo — ¿Tae?
Esta vez, la preocupación invadía de largo a largo esas tres letras, la cerradura fue movida de un lado a otro siendo impedido el paso por el seguro, el rubio aclaró su garganta para contestar.
— Ya salgo, Koo — respondió lo más claro posible.
El silencio se presentó por nanosegundos. Sabía que Jungkook seguía allí porque no se había convencido de su respuesta.
Miró al suelo sin ganas de ocultar más sus sentimientos, cerró sus ojos sin poder aguantar más las lágrimas, respiró pausadamente dejando salir suspiros entrecortados.
Como lo suponía, el seguro de la puerta sonó y la madera detrás de él se movió.
— Tae — murmuró — Déjame entrar.
En momentos como esos, Taehyung se detestaba.
Parecía un niño necesitado de atención y afecto, aunque tenía veintitrés años, no se sentía como tal. No quería que nadie se enterara de su dolor, pero cuando éste salía a flote, era difícil de ocultarlo.
Estaba más allá de sus límites.
Desde afuera sentía como Jungkook movía de a poco la puerta, y es que sí. El pelirrojo solo movía la puerta sin ejercer mucha presión, sabía que en algún momento Tae se rendiría y lo dejaría pasar.
Lo había notado en sus ojos desde que se acercó y lo abrazó.
Taehyung era como el agua cristalina de las corrientes que bajaban del Líbano. Su sonrisa buscaba animarlo, pero las veces pasadas había visto esa expresión, como un cachorro asustado e indeciso sin saber qué hacer ni a dónde ir.
Se arrodilló en la puerta y esperó a que ésta fuera abierta.
Mientras, varios motivos de la visita vinieron a su mente. Aunque sabía que se había apegado a Taehyung y éste a él, también sabía de antemano que su llegada repentina no solo le fue sorpresa para uno, si no para ambos.
Empezando porque la situación de Tae no era fácil.
Padres con una buena estabilidad económica, dueño de unas empresas en la zona norte. Con fábricas a su nombre y propiedades. Era un joven que había sido criado sin voluntad propia, hacía y decía todo lo que sus padres querían, por lo que terminó en un compromiso con una hija de otros empresarios.
Ella había sido su amiga desde la secundaria, por lo que aceptó sin más.
Ese día, los sentimientos de Jungkook fueron exprimidos por completo y no tuvo más remedio que sonreír y decirle por esa videollamada: Todo estará bien.
La situación se escapaba de sus manos y aunque quisiera ayudarlo, corría un gran riesgo.
La puerta se abrió justo cuando sus pies se quejaban por la falta de sangre. Entró por el espacio que el menor le permitió y cerró la puerta.
Las hebras rubias cubrían parte de los ojitos de Tae, aun así, su nariz goteaba restos de lágrimas, su cabeza estaba recostada a las baldosas y sus piernas estiradas por completo.
Jungkook tomó su mano y la entrelazó con la suya, lo que provocó que Taehyung llorara aún más fuerte y se lanzara a sus brazos.
Lo recibió y correspondió su abrazo, acarició el cabello contrario y esperó.
Le dolía verlo de esa manera.
Le había visto llorar antes diciendo que estaba agotado de la situación, pero, en el fondo sentía que había algo diferente en esas lágrimas.
— Lamento haber jugado con tus sentimientos — soltó aun en su hombro. Jungkook detuvo las caricias y mantuvo los brazos alrededor del torso contrario — Ya no puedo — sollozó.
— Ey, Tae… — Jungkook buscó alejar el cuerpo del suyo para tomar su rostro.
Ciertamente, se había declarado meses después, cuando lo hizo, no buscó mantener una relación a distancia, si no, que fuera un tema aclarado y que no creara problemas.
O eso pensaba el mayor, ya que luego de eso, Taehyung confesó sentirse atraído hacia él, pero, apreciaba a su amiga y no quería generar problema alguno.
Cuando logró tomar su rostro, encontró esas joyas cafés claras llenas de dolor y enrojecidas debido al llanto.
— Terminé con Weiying — le dijo mirando a los ojos — Rompí el compromiso, hablé con sus padres — desvió su mirada — lo tomaron bien, me conocen desde hace tiempo y, sabían que en algún momento eso pasaría, pero — suspiró — Papá no lo tomó bien, mamá casi se desmaya y le dio un ataque de ira —volvió a mirarlo con sus ojos aguados — Me desheredaron y me echaron a la calle, l-les deshonra q-que alg-uien incompetente c-como yo lleve el apellido.
Jungkook relamía sus labios nervioso, enojado, impotente, no sabía que nombre se acoplaba a lo que estaba sintiendo. Desde lo primero que había dicho Taehyung se había quedado en shock. Lo que vino luego solo empeoró la situación.
Pasó sus dígitos por las mejillas del menor y limpió sus lágrimas. Sabía que Taehyung explotaría y lo que más temía que pasaría, pasó. Desheredar a un hijo que fue criado dependiente a ellos, es como dejarlo a su suerte y en pocas palabras, desearle la muerte lenta en una sociedad que no tiene compasión.
— Tae… — el menor negó.
— No he terminado — sorbió su nariz y se sentó frente a Jungkook — Prométeme que escucharas todo ¿sí? — el mayor asintió y tomó las manos del menor.
— Te escucharé todo lo que quieras — le sonrió, sonrisa que correspondió el rubio.
— Quería romper el compromiso desde hace meses. Weiying sabía y me ayudó a reunir un dinero, en una cuenta de ahorros — confesó — Sabía que algo así pasaría, pero en el fondo, tenía la esperanza de que no me botarían de casa de esa forma — suspiró — Claramente no fue así. Sucedió hace dos días, en la noche del lunes; sabía que debía venir aquí y contártelo personalmente antes de que las noticias hicieran de las suyas.
— Tae — el menor lo miró — ¿Qué pasará ahora?
A Jungkook le preocupaba el hecho de donde viviría, que haría, sus estudios y todo lo que le depararía el futuro.
Sin embargo, el menor se sentía nervioso por lo próximo que diría.
— ¿Recuerdas que te comenté sobre un hermano? — Ambos se miraron fijamente — Que fue desheredado por una enfermedad hace ocho años — Jungkook asintió lentamente — Él… quiere que vivamos juntos.
— Y eso ¿está mal? — preguntó con cautela el mayor.
— No — negó — Solo… vive fuera del país — dijo sin atreverse a mirarle.
El cuarto de baño quedó en un silencio neutral y la tensión, podía sentirse en el ambiente.
— ¿Vas a ir? — rompió Jungkook el silencio cuanto antes. Taehyung suspiró. Ahí estaba el dilema del menor — Taehyung, no puedo imaginarme lo difícil que es esto para ti — dijo con dulzura el pelirrojo al notar la indecisión en esos ojos _ pero, cualquier decisión que tomes, te apoyaré.
Con esas palabras, Taehyung sonrió.
Él tomaría su decisión y Jungkook lo apoyaría.
Aunque en el fondo quería quedarse al lado del mayor, conocía que si lo hacía, dejaría de ser dependiente a sus padres para serlo del pelirrojo.
— Jungkook — lo miró y le sonrió — Gracias por dejarme decidir — sus mejillas se colorearon de rosa e hicieron revolotear el corazón de Jungkook, que pudo sentir, la sinceridad en esa expresión — Quiero tomar mis propias decisiones de ahora en adelante, aprender y tener experiencias que me ayuden como persona. No será fácil, pero, sé que podré.
— Si puedes, Tae — el mayor acercó su mano a la cálida mejilla canela — Tú puedes salir adelante — le sonrió — Estaré aquí para ayudarte.
Taehyung se acercó a él para nuevamente llorar en sus brazos. Esta vez de alegría, porque sabía que tenía personas que tenían fe en él.
Tenían la confianza de que saldría adelante y hacían lo necesario para hacérselo creer.
(…)
Una semana había pasado.
Una semana desde que Taehyung había llegado a su casa.
Una semana en donde las emociones de ambos, se subieron a una montaña rusa a hacer estragos en las almas.
Esos días habían sido críticos.
Taehyung tenía miedo de fracasar, de que no pudiera resurgir y que cuando llegara allá con ánimos, viera las dificultades y lo primero que pensara fuera en dar la vuelta y meterse debajo de las sábanas a llorar como un niño, pero, ahí estuvo Jungkook diciéndole que después de que hiciera eso, se lavara la cara y saliera de nuevo a enfrentar las dificultades.
Le decía que no estaba mal llorar y tener miedo, eso representaba lo muy humano que podemos llegar a ser. El problema no está en tener temores, miedos, cobardía o tristeza, el problema radica en la decisión de la persona en querer quedarse allí en su temor y nunca enfrentarlos.
El tiempo va a seguir pasando y los temores, siempre van a estar ahí en la puerta, acechando en el momento que menos se espera.
Lo importante es aprender a enfrentarlos.
Y a Jungkook le tocaba enfrentar el temor, de que tal vez, no pudiera ver más a Taehyung y esa fuera su última vez.
La situación era distinta a las otras.
Había más posibilidad de verse a pesar de estar distanciados dentro del país, pero ¿fuera?
Era más complicado.
Ese día, Taehyung tomaría el vuelo, rumbo a su nuevo destino; uno en el cual no parecía estar él.
Se encontraban de camino al aeropuerto con un poco de retraso.
Ambos iban en el taxi tomados de la mano. No sabían si eso empeoraría las emociones, pero, ninguno quería soltarse y perder esa sensación de cercanía.
En silencio, le pagaron al chofer y bajaron del auto. Taehyung no llevaba mucho equipaje, salvo una maleta que consiguieron en casa del mayor y unas prendas que compró para no llegar sin nada.
Las personas entraban y salían rodando sus maletas, otras esperaban sentadas su vuelo o tal vez familiares.
Se acercaron a confirmar su vuelo y revisar, que faltaba poco para esa despedida.
La fila para confirmar el boleto era regular, dependiendo del destino.
El menor apretó la mano que tenía entre la suya del mayor para llamar su atención.
— Gracias — le sonrió — Gracias por ayudarme y apoyarme, no sé cómo agradecerte — el mayor no pudo sonreír y atrajo al menor a sus brazos. Su labio inferior temblaba y su visión, pronto se tornó borrosa.
Taehyung escondió su rostro en el hueco del cuello contrario y dejó salir sus lágrimas, mientras se aferraba al fornido cuerpo del pelirrojo.
— Confío en ti, Tae — escuchó la voz entrecortada del mayor — Sé que podrás y saldrás adelante. Estaré apoyándote, no importa la distancia. Recuerda eso — ambos se alejaron y se miraron a los ojos.
Sonrieron, buscando alentarse mutuamente.
— Regresaré — dijo el rubio convencido.
— Aquí estaré, Tae — respondió de igual forma.
Tae suspiró — Jungkook yo — mordió su labio inferior — Aun ¿gustas de mí? — se sonrojó, bajó su mirada y no pudo apreciar el lindo sonrojo que decoró los pómulos blanquecinos del mayor.
Jungkook asintió sintiéndose tonto porque el menor no lo estaba mirando.
— Sí — murmuró — Me gustas — se atrevió a responder, con el pulso acelerado.
Taehyung suspiró aliviado.
— Jungkook, a mi — el mayor colocó su dedo índice en los labios contrarios. Taehyung rápidamente lo miró y éste negó.
— Dímelo cuando regreses — Cuando Jungkook se aseguró que el menor no diría nada, bajó su mano.
— Es una promesa — sonrió y achicó sus ojos. Ambos meñiques se juntaron en señal de evidencia a lo que estaban prometiendo. Aun sin saber lo que les depararía el futuro, pero prometiendo, que podrían cambiar el rumbo de su historia y tomar sus propias decisiones.
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