7 (Editado)
-¿Sabes algo Poseidón? estos días te noto menos..amargado- aseguró Zeus llevando a su boca un poco de néctar albergado en una copa -¿Algún motivo en especial?- El rey de los dioses no era capaz de suprimir su curiosidad y mirando interrogantibamente a su hermano mayor, esperó alguna respuesta por parte de este.
-Nada en especial- las palabras llegaron tan cortantes como de costumbre. Zeus solo suspiro rendido ante tal respuesta.
-A veces pienso que necesitas una mujer en tu vida hermano, siempre te la pasas aquí completamente solo y rodeado de libros- hizo una pausa analizando el gran salón en donde se hallaban -una presencia femenina no estaría mal- lo alentó el menor mientras asentía repetidas veces a sus pensamientos e imaginaciones internas.
-Me encuentro bien así, una esposa solo me estorbaría- musitó con su vista fija en la página de un libro.
Instintivamente la silueta de cierta humana cruzó fugazmente por la mente del dios y ante tal imagen Poseidón no consiguió obviar la sorpresa que comenzaba a hacer acto de presencia.
-Debo irme- decretó cerrando el libro y poniéndose en píe se marcho de su palacio, dejando a un Zeus totalmente desorientado.
Sobre la arena, cierta pelinegra se encontraba practicando su escritura. Poseidón la visitaba seguido, instruyéndola tanto en la lectura como en la escritura. Comenzó practicando y memorizando el alfabeto griego, cada letra y cada sonido individual.
Su concentración era tanta, que pasó desapercibida una vez más la presencia de aquella divinidad. El ojiazul sabía lo despistada que podía llegar a ser y en absoluto silencio se inclinó con cautela hacia ella, echándole una ojeada al papel de papiro que utilizaba en esa ocación.
Tenía que reconocer que su modo de escribir había mejorado un poco desde la ultima vez, aún así sus trazos seguían teniendo un notorio improlijo. Poseidón divisó lo que Laisha trataba con todo su esmero trazar en la hoja.
P O S E.
-I D O N- concluyó sobresaltando a la femenina. Este se alejó a una distancia prudente.
-Me has asustado, no te escuché llegar- sus mejillas volvieron a tomar ese color carmesí típico en ella, incorporándose y estrujando el papel contra su pecho -¿Cuánto tiempo llevas ahí?- se preguntó.
-No mucho- respondió con simpleza, sentándose sobre la arena en silencio con su vista fija sobre el océano. Laisha lo examinó din decir nada al respecto.
Los rubios cabellos de Poseidón se agitaban al compás de la brisa que surcaba la playa, la sensación de paz lo envolvió por completo. Una dulce melodía se adueñó de los oídos de Laisha y su atención recayó en la persona que la entonaba. Poseidón, al compás de el oleaje, generaba dicha cadencia, aquello era un espectáculo musical que con parsimonia enseñoreaba el corazón de la pelinegra.
En silencio se sentó junto a él y dejando que la voz del contrario invadiera cada parte de su sistema auditivo, cerró sus ojos pacíficamente uniéndose a él. El oji azul le echó una fugaz mirada a su acompañante y simplemente se dispuso a seguir con lo suyo; lo único que reinaba entre ellos en esos momentos era el armonioso sonido que los dos generaban, el mar los acompañaba en sintonía.
Se detuvieron minutos después, ninguno aportaba palabra. Solo estaban ahí, observando el vasto océano frente a sus ojos.
Poseidón nunca se había sentido tan bien como ahora y sobre todo, jamás en su existencia hubiera imaginado disfrutar la compañía de un humano, hasta ahora. La chica generaba en él cosas totalmente inefables.
Por otro lado, Laisha estaba agradecida con el dios, había sido una buena compañía desde que su padre se marchó, le ayudaba constantemente con su lectura y escritura. Nunca se propasó con ella en ningún momento y aunque su soberbia aún no desaparecía, era más leve que antes. Ninguno era de muchas palabras, pues gozaban de el silencio y la paz a su alrededor.
Se agradecían mutuamente por eso.
-Nunca te di las gracias por lo que has hecho- Laisha rompió con delicadeza el silencio entre ambos -Cuidar de este templo, enseñarme a leer y escribir- una sonrisa se esbozó en sus labios y sus ojos adquirieron un brillo peculiar -eres muy generoso-
El contrario arqueó una ceja con la última palabra, ¿generoso él? Sin duda esa joven no conocía ni una pizca de su verdadero ser, aunque parte de las acciones que realizó hacia ella se considerarían generosas.
¿Por qué le sucedía ese cambio tan repentino?
-Debes irte- indicó por fin. Se puso en píe, extendiéndole el mango de su tridente como agarre para que lograra levantarse -Sigue practicando tu caligrafía- le recordó desviando su mirada.
La pelinegra le dedicó como de costumbre, una de sus cálidas sonrisas. Sujetó el mango del tridente que fue ofrecido a ella y se puso en pie quitándose la arena adherida a sus ropas. Dirigió su mirada hacia Poseidón, quería despedirse de él de una forma distinta, pero temía que este se molestara.
Justo cuando él se encontraba por dar media vuelta, una cálida y pequeña mano sujetó la suya, llevándose una visible sorpresa.
Volteó para ver a la responsable de dicha acción y al hacerlo un casto beso fue plantado en su mejilla, quitándole el aliento a Poseidón. Dirigió una de sus manos hacia la zona en donde había sido depositado el beso y sus dedos con ligereza acariciaron el sitio.
-Nos vemos mañana- Laisha salió disparada de donde se encontraba, totalmente avergonzada por lo que había hecho. Ese gesto realizado tal vez pudo haber enfurecido al dios.
Poseidón yacía ahí de pie, aún procesando lo que sucedió. Ella lo había besado, logró sentir los cálidos labios de la femenina conectar con su mejilla, nunca había tenido un contacto tan cercano con una mujer.
Una extraña sensación emanó en su estomagó, culpó al hambre por eso y sin más, regresó a su hogar, recordando ese dulce tacto sobre su mejilla.
ACLARACIÓN:
Néctar: vino o bebida de los dioses, que les era servido por Hebe o por Ganimedes, y que se describía como de color rojo.
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