5 (Editado)
La semana pasó rápido y Poseidón frecuentaba a menudo el templo que aquella humana había hecho en su honor. Todavía seguía confuso al no comprender que era lo que Laisha tenía como para captar su atención sin sentir el deseo de asesinarla.
Yacía en el mismo lugar que visitaba todas las tardes, asegurándose de que la marea no alcanzase aquel humilde santuario y terminara por arruinarlo, ¿por qué se preocupaba por eso? No tenía idea.
Él mismo se disponía a destruir varios de sus templos. Continuamente aborrecía esos santuarios donde los humanos pasaban constantemente, recitando esas plegarias que para sus oídos eran totalmente fastidiosas. Situación completamente opuesta cuando se trataba de Laisha. Disfrutaba oír su voz, se serenaba cuando sus meliodiosos cánticos hinundaban sus oídos, definitivamente ella era un caso especial, pero claramente su altivez no le permitiria admitirlo.
-Estás aquí- él no hizo siquera por voltearse, sabía perfectamente a quien pertenecía esa voz. Se mantuvo en silencio con sus ojos puestos sobre aquel templo.
Laisha ya estaba acostumbrada a la actitud del dios y no le molestaba en absoluto. Se acercó a pasos lentos hacia el lugar, arrodillándose sobre la arena y dejando junto a ella una que otra ofrenda.
El rubio miró con detalle los movimientos de la joven, tan delicados como una porcelana.
-Gracias por cuidar de este santuario- expresó su gratitud dulcemente, esbozando una sonrisa en sus labios. Su mirada de encontró con la de Poseidón y éste rápidamente apartó la suya con su característico rostro inexpresivo.
-No lo hago por tí- rompió por primera vez el silencio -humana- sus palabras sonaban tan cortantes como cuchillas, pero eso no pareció desanimar en lo más mínimo a la joven.
-Está bien, como tú digas- rió ante tal actitud, si fuera otro fácilmente habría terminado siendo asesinado brutalmente por dirigirse a él de una forma tan confiada.
Laisha no dejaba de sorprenderlo, nadie en su sano juicio se atrevería a dirigirle la palabra de forma tan confianzuda, nadie a excepción de Zeus por supuesto.
-Canta para mí- demandó con simpleza, sentándose con elegancia sobre la arena. Mantenía sus ojos cerrados y se relajaba con el sonido de las olas que chocaban contra la costa.
La azabache sonrío y sin negarse comenzó a entonar una dulce melodía que contentó al Tirano de los Mares.
El tiempo pasó y la noche hinundó como si de agua se tratase cada roca y casa de aquel lugar.
El océano era un mágico espectáculo de bioluminiscencia, un espectáculo el cual dos personas contemplaban en un profundo silencio, con la luna llena de espectadora y dándole un toque aún más encantador al escenario. Los rayos de luna atravesaban el agua iluminando el fondo y es que la noche mediterránea tenía por esas zonas una magia especial.
-Que afortunado eres de gobernar algo tan hermoso como lo es el océano- susurró Laisha totalmente cautivada por el espectáculo nocturno que se desarrollaba frente a ella.
Poseidón secundó lo dicho, estaba totalmente orgulloso de su reino, el mar era parte de él; era su hogar y no todos tenían el tiempo de detenerse a contemplarlo.
-¿Qué es lo que te gusta del océano?- la pregunta que él hizo dejó un poco desconcertada a la femenina, quien acabó por sonreír y tomarse el tiempo para buscar las palabras adecuadas que utilizaría para expresarse.
-¿Por dónde empezar?, me encanta caminar por la arena y sentir la serenidad o el coraje de las olas cuando rompen en las rocas. Me encanta observarlo, me da la paz interior que mi alma necesita, me gusta contemplarlo desde la orilla, su hipnótico movimiento, su fuerza. Me encanta su rugir y sentir su brisa. El oceano embelesa- sus palabras tan honestas conmovieron al rubio.
Poseidón no pudo evitar mirarla con una ligera sorpresa, jamás había conocido a un humano que amara de esa forma esa extensión gigante de agua que para él lo era todo.
Una muy leve y casi invisible sonrisa se formo en los labios del rubio.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro