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4 (Editado)

El shock se hizo presente en Laisha al ver un pedazo de tela perteneciente a la ropa de su padre, ahora yaciente en las manos de aauel hombre que había llegado al hogar de las dos mujeres dando la triste noticia.

Angelo había fallecido.

-Airlia lo siento mucho, la tormenta marina era demasiado fuerte..- aquel hombre bajó la mirada, sufriendo de igual forma la  pérdida de su mejor amigo. 

No podía imaginar por el desgarrador momento que esas dos mujeres estaban pasando.

Laisha dirigió la mirada hacia su madre, la mayor tomó la tela rasgada entre sus manos agrietadas debido a todas las tareas del hogar que esta realizaba constantemente. Las lagrimas surgían de sus oscuros ojos, ojos que Laisha heredó. No tardó en desplomarse sobre el suelo de su pequeño hogar, llorando desgarradoramente por la muerte de su esposo.

-Madre...- La joven trató de ser fuerte, pero su voz se quebró y el nudo en su garganta le arrebató las palabras. La pelinegra se inclinó hacia su madre y ésta no tardó en abrazar a su hija, desamparada y destrozada.

Laisha correspondió a aquel abrazo uniéndose al llanto de su progenitora.

Poseidón observaba inexpresivo aquella escena desde las lejanías, sin entender el motivo de por qué los humanos siempre se derrumbaban
con la pérdida de alguien querido para ellos.

Nacer, morir, rse era el ciclo de la vida. Cuando una vida nacía, otra moría.

Sus ojos examinaban detalladamente a Laisha, la misma que ahora intentaba consolar a su madre con las lágrimas desbordándose por sus ojos. El rubio frunció ligeramente el entrecejo por tal acción. Si ella estaba apoyando a su madre en ese momento tan triste, ¿quién sería su hombro para llorar?

-Estúpida mujer- escupió toscamente.

Ni siquiera comprendía la razón que lo llevó a parar a ese lugar en primer lugar. Apretó el mango de su tridente ligeramente y se marchó de ahí, sin embargo nunca se imaginó que cierta joven había captado su presencia.


Una semana pasó  desde que se les i informó de la triste tragedia en la familia compuesta por esas dos mujeres que  aún luchaba contra la perdida de Angelo.  Laisha se encontraba un poco más calmada desde lo acontecido, pero de todas formas eso no le impedía echar de menos a su padre, quien siempre fue muy cariñoso y dedicado a su familia.

Caminaba hacia el templo del Dios de los Mares,  llevando en sus manos  una canasta con habituales ofrendas que ella acostumbraba a dejarle. Una vez ahí, de rodillas tomó asiento sobre la arena, sacando cada cosa con delicadeza de aquella canasta.

Recordó aquella figura bien esculpida que la observaba distante desde la distancia. Estaba segura de quien se encontraba allí no era más ni nada menos que el Dios al cual dicho templo estaba visitando.

-Señor Poseidón..- murmuró con pesar, su visión se tornó borrora de un momento a causa de las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos. Negó rápidamente, no se mostraría débil frente a él -espero esto sea de su agrado. Que dichos obsequios logren calmar su furia- continuó diciendo sin caer en cuenta  de que cierta divinidad se encontraba detrás de ella, oyendo cada palabra que ella le dirigía.

Poseidón había logrado sentir su presencia, cuando se encontraba en su palacio era capaz de oír la pacífica y dulce voz de Laisha rezarle desde las costas. Por algún motivo a él no le molestaba en lo más mínimo escucharla, de hecho, la voz de la joven le otorgaba cierta tranquilidad.

Justo lo que a él le gustaba.

El rubio estudiaba detalladamente a la chica, su presencia no había sido advertida aún. Poseidón arqueó una ceja un poco perplejo ante eso, Laisha no sintió su presencia en ningún momento y si hubiera querido matarla, lo hubiera hecho.

Laisha siguió con sus plegarias y al terminar se puso en pie volteándose para llevarse la sorpresa de que dos ojos azules la miraban penetrantes.

-T..tú..- sus palabras entrecortadas no hacían más que expresar la perplejidad que sintió. Logró tranquilizarse poco después, sintiendo las pulsaciones de su corazón disminuir con correr de los minutos.

La joven ya no sentía miedo y eso la hizo guiar su mirada todavía conmocionada hacia los ojos del contrario, él cual miraba un punto fijo en la nada. 

-Se quien eres- su tono dulce y calmado no pasó desapercibido para Poseidón.

Cerró sus ojos dejando que esa melodiosa voz inundara sus oídos, dándole una sensación de calma tanto a él, como el océano que reinaba y reflejaba sus emociones.

Él no era muy hablado, manteniéndose en silencio y al margen del  resto, pero esa vez decidió hacer justo lo contrario, y todo  para que ella siguiera hablando con esa voz que a él tanto le satisfacía.

-Si lo sabes, no hace falta una presentación. Yú me conoces y yo te conozco. Eso es lo importante- su tono era tan distante como siempre, su mirada no se posaba sobre la de Laisha, no reflejaba emoción alguna. Estaba vacía.

-Sabía que eras tú quien nos observaba, ¿también eras tú el día que nadé en tu océano?- Las pálida mejillas de Laisha ahora estaban adornadas de un rojo carmesí, por algún motivo la imponente figura del Dios que tenía en frente no le producía ningún temor.

Al contrario, sentía curiosidad por él.

Poseidón estaba ligeramente sorprendido con la chica, pero  obviamente su orgullo no le permitiría demostraelo. La forma en que le hablaba o lo miraba, no percibía temor en ella, al contrario de los demás que no perdían la oprtunidad de apartar  sus miradas  por el miedo que él imponía con su presencia.

-Tal vez sí, tal vez no- Respondió secamente, un poco molesto por el simple hecho de no comprender que era lo que esa tal ¿Lizzy?, no, Laisha le generaba ¿Por qué no sentía la necesidad de matarla?, ¿por qué estaba cerca de ella aún sabiendo que era una simple mortal a los cuales despreciaba?

Laisha prefirió callar, observando a el hombre frente a ella un tanto confundida, ¿qué trágico suceso habría experimentado en el pasado para tener una mirada tan vacía?

Tal vez perdió a alguien que amaba, o tal vez jamás tuvo a alguien importante en su vida.

Eso fue lo que pensó la azabache mientras que sus orbes no se apartaban de Poseidón

La profundidad del Tirano de los Mares siempre sería un misterio.

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