💀07💀
Habían pasado tres días desde que Morlov informó de su llegada a Amox, tres días y el chico no apareció durante ese tiempo.
Hasta un par de horas atrás, cuando uno de sus hombres le hizo llegar un sobre que iba acompañado de una rosa negra, sumándole el característico aroma dulce que el omega utilizaba para perfumar sus letras.
"Estaré contigo para el anochecer".
Una frase corta y bastante clara que logró calmar un poco la ansiedad en el alfa ruso.
Morlov decidió esperarlo en el salón privado que utilizaba para descansar, sabía a la perfección que el omega encontraría la manera de ubicarlo así que no se preocupó por ello. En su lugar, decidió concentrarse en leer unos papeles que, según Zella, eran de vital importancia.
—Morlov.
El alfa se quedó quieto el tiempo exacto que le tomó saber y reconocer la voz suave que mencionó su apellido. Dejó de lado los documentos y fijó la vista en la entrada del salón, donde un chico estaba de brazos cruzados, mirándole atentamente, en compañía de una sonrisa pequeña.
Era Amox, Jimin, o como él preferiría llamarlo siempre: su rosa.
—No te quedes ahí —habló, demostrando en su tono la felicidad que sentía de verlo—. Ven aquí conmigo.
El omega terminó de ingresar al gran salón, su mera presencia deleitaba por completo al hombre poderoso que lo esperaba con los brazos abiertos, demostrando en su mirar desesperado y su respiración descontrolada lo mucho que necesitaba del omega, y como lo había extrañado hasta la locura.
—Recibí tu mensaje, pero no pude venir de inmediato por asuntos de mi ciclo de calor —explicó Amox, mientras se entretenía con los objetos desparramados en la mesa.
—¿Estás bien? —preguntó Morlov, recordando el proceso doloroso y agotador que el omega soportaba durante cada ciclo.
El pelinegro sonrió encantador, rodeó el escritorio hasta que finalmente se sentó en el regazo del hombre que le daba todo lo que quería. Los ojos bicolores miraron los azules, mientras una de las manos delicadas del menor acariciaba la barbilla definida del rubio.
—Estoy bien —respondió en un susurro incitador—. ¿Quieres comprobarlo?
Morlov tomó una de las pequeñas manos y la llevó a sus labios para besarla con devoción. Una vez más se perdió en la mirada del omega, le resultaba letal y encantadora, tal y como el mismo Amox resultaba ser.
—¿No te causa curiosidad saber el motivo por el que volví a Seúl? —preguntó, mientras sus brazos rodeaban la cintura del chico.
—Sí, pero podemos discutirlo después —dijo Amox para luego besar los labios del alfa con profundidad y ansias.
Ambos gimieron ante el contacto violento que sacudió sus cuerpos. Había pasado mucho tiempo y uno se extrañaba más que el otro; sin embargo, justo en ese instante, ambos lo disfrutaban por igual.
Los labios del alfa saborearon los gruesos belfos que lo hacían caer. Profundizó el contacto, llegando tan lejos como podía, mientras sus aromas descontrolados se combinaban a la perfección en una danza erótica que aumentó la excitación.
Se separaron minutos después, aunque la distancia fue mínima, pues sus labios continuaban rozándose, deseándose y enloqueciéndolos.
—No lo haremos aquí —dijo Morlov, para luego levantarse del lugar con el omega atrapado entre sus brazos.
Lo llevó hasta la habitación que era protagonizada por una cama de gran tamaño recubierta de sábanas rojas. El alfa lo dejó encima del colchón, se colocó encima con sus labios hambrientos repartiendo besos húmedos por el cuello ajeno, mientras sentía como las manos del menor le tomaban el cabello con fuerza.
—Estoy protegido —avisó el pelinegro, el pecho subía y bajaba con rapidez y sus labios estaban más rojizos por las mordidas.
Morlov se irguió, llevó sus manos a los botones de la camisa blanca que llevaba, soltándolos de a poco para que el omega ansioso recordara cada centímetro de su piel desnuda.
Aventó la camisa hacia algún lado de la habitación, el torso fuerte estaba adornado de algunos tatuajes que Amox recordaba, mismos que se encargó de acariciar con sus dedos, utilizando una delicadeza poco propia de él.
—¿Me extrañaste? —preguntó el rubio, con sus ojos puestos en los contrarios.
—¿Me creerías si te digo que sí? —inquirió el omega con una ceja alzada.
El alfa soltó una risa pausada, tranquila y ronca. Besó los labios del omega con lentitud, se llevó su tiempo en hacerlo, en recordar esa textura adictiva y el sabor embriagador que era capaz de nublarle la mente hasta dejarla libre de pensamientos que no involucraran al hermoso chico que estaba bajo su cuerpo.
Sus manos hábiles se encargaron de desnudarlo, y a medida que lo hacía, los labios devotos marcaban la piel del omega, besando el pecho y bajando hasta el abdomen donde mordió constantemente, sintiéndose enloquecer ante la presencia del hombre que amaba.
Los gemidos agudos comenzaron a llenar la habitación. El alfa se perdió en medio de los muslos desnudos, con su lengua trazando líneas invisibles por cada rincón accesible, al mismo tiempo que su olfato reconocía las feromonas del celo que constantemente lo llamaban.
Hubo un momento en el que Amox exigió el control, y Morlov gustoso se lo otorgó.
El omega tumbó al alfa en la cama, lo desnudó por completo, importándole poco si se mostraba desesperado. Soltó un jadeo bajo y necesitado cuando detalló en la polla grande, gruesa y dura que lo esperaba, bañada en líquido seminal y con la punta hinchada.
Amox se colocó a horcajadas, alineó la punta del miembro en su entrada e hizo la presión necesaria para que la punta ingresara, gimió en el proceso, no se detuvo y continuó descendiendo, tomándolo todo hasta que se encontró completamente enterrado.
—Ven aquí —demandó el menor, haciendo que el rubio se sentara en la cama.
Ellos volvieron a unir sus labios en un beso demandante que nacía desde el propio deseo de sus bestias. El omega movió sus caderas con experiencia, follándose la polla rígida que golpeaba en su punto sensible una y otra vez, mientras el sudor de sus pieles agitadas creaba un sonido húmedo que moría en las paredes de esa habitación.
Morlov succionó la piel sensible del cuello, lo hizo hasta que sus labios dejaron la marca que tanto ansiaba ver. Luego gimió ronco, con el éxtasis en aumento cuando el interior del omega supo apretarlo exquisitamente.
—Me vuelves loco cada vez que estamos juntos —confesó sin rodeos, mientras sus manos apretaban cada glúteo del pelinegro.
Amox lo miró, otorgándole una sonrisa sensual que lo envolvió más en su propia bruma de placer.
—A mí me encanta enloquecerte, Anton —dijo insinuante, besándolo después y aumentando el subir y bajar de sus caderas.
Cambiaron la posición porque el omega quería estocadas más fuertes y rápidas. Amox quedó encima del colchón apoyado en sus manos y rodillas, dejando escapar una sonrisa traviesa cuando sintió la fuerza del alfa imponerse detrás de él, con esas manos fuertes agarrándole de la cintura, al mismo tiempo que el miembro erecto se enterraba en su canal lleno de lubricante.
La estocada fue fuerte y profunda, el cuerpo del omega se sacudió en placer crudo, mismo que aumentó cuando Morlov comenzó a cogerlo con salvajismo.
Los sonidos que salían de sus gargantas eran primitivos y animales. Amox enterró las uñas en las sábanas y se aferró a ellas con fuerza, gritando cada vez que el gran trozo de carne llegaba profundo, rozando las terminaciones nerviosas que lo tenían en el punto máximo de placer.
Mientras tanto, la mirada extasiada del mayor estaba perdida en la forma en que su propia polla entraba y salía con velocidad en el agujero mojado, la manera sucia en la que lo profanaba y lo hacía suyo, despertando ese instinto territorial que únicamente se hacía presente con Amox.
Ambos estaban a punto de alcanzar el clímax, sus cuerpos sensibles y calientes lo confirmaban con cada caricia y cada embestida.
Morlov salió del interior que estuvo disfrutando los segundos exactos para cambiar la posición. Quería anudar al omega y era consciente de que sería incómodo si lo hacía en esas condiciones, es por ello, que tumbó el cuerpo de Amox sobre el colchón y él se metió entre las piernas ajenas donde no tardó en volver a penetrarlo.
Ambos gimieron al mismo tiempo ante la sensación placentera que les generó el sexo que compartían.
El omega enrolló las piernas alrededor de la cintura de su amante, sus manos llenaron de rasguños la espalda fuerte, y sus labios marcaron el cuello tenso donde se le hacía más fácil escuchar los gruñidos placenteros que el alfa expulsaba.
Las penetraciones se volvieron más fuertes a medida que el placer de ambos se alimentaba. Pocos minutos después, los dos alcanzaron el clímax que les hizo temblar, derramándolo todo y marcando sus cuerpos con la esencia de su encuentro.
Amox soltó un gemido al sentir el líquido caliente que llenó su interior, y soltó otro más prolongado cuando el nudo del alfa lo mantuvo cautivo durante un tiempo indefinido que aprovecharon para recuperar el aliento.
—¿Te quedarás conmigo? —preguntó el mayor, para luego dejar besos perezosos en el rostro del omega.
—Probablemente lo haga, aunque mañana debo estar temprano en el cuartel del Triángulo —respondió con los ojos cerrados.
—¿Has visto a DongYul? —interrogó Morlov.
Amox abrió los ojos, frunciendo levemente el ceño al no saber los motivos de tal interrogante.
—No, la última vez que lo vi no había iniciado la semana de sangre —contestó—. No sé si mi querido tío esté feliz con la noticia de mi traición.
—Te querrá muerto —advirtió el ruso.
—Así como yo lo quiero muerto —dijo Amox, mientras sus manos acariciaban los brazos fuertes del alfa—. Por eso elegí a Min Yoongi, después de todo, ambos buscamos lo mismo.
—¿Confías en el hijo de DongYul? —cuestionó Morlov con curiosidad.
Amox soltó una carcajada antes de responder:
—No. Ambos tenemos los mismos intereses, pero hace poco tiempo el muy maldito supo atraparme —admitió sonriente—. Descubrió a Petit y no dudó en utilizarla a su conveniencia para obtener lo que quería.
—A ti —dijo Morlov y Amox asintió.
Un minuto después, el nudo desapareció permitiendo que el alfa abandonara el interior del menor sin hacerle daño. Ambos se acomodaron mejor en la cama, con Amox boca abajo, y Morlov de lado, con sus dedos trazando círculos pequeños en la espalda del omega.
—¿Te molesta que esté con Yoongi? —preguntó el omega, con su mirada fija en la pared.
Morlov no detuvo las caricias que estaba haciendo en la espalda ajena.
—¿Debería? —cuestionó.
—No —respondió el pelinegro—. Ahora dime por qué estás aquí.
—Negocios —respondió—. Diseñaron una colección de armamento de guerra que subastarán en esta ciudad la próxima semana —continuó diciendo—. Hice algunas investigaciones y me conviene abastecer los almacenes con esas armas, por eso estoy aquí.
—¿El Circuito lo sabe?
—No me conviene, no tardarán en joderme la existencia con asuntos que no son de mi interés, por ejemplo: raptar a tu Petit —se sinceró—. Mi visita en Seúl es anónima, al menos por el tiempo que crea conveniente.
El omega se quedó en silencio, permitiendo que sus pensamientos salieran a flote para reconocer las amenazas que estaban a su alrededor. Por supuesto DongYul encabezaba, el líder del Circuito estaba obsesionado con él, y también lo odiaba por joderle muchos planes, así que el peligro de Petit aumentaba por el mismo motivo.
Claro que, eso podría cambiar si Amox accedía a la propuesta del líder del Triángulo. Si Petit era curada ya no existirían razones para que el Circuito la cazara; sin embargo, el pelinegro sabía bien que podrían hacerlo para intentar controlarlo y no pensaba permitirlo.
Llegó a la conclusión de que podía esperar, y mientras sucedía, investigar lo que ocurría en los laboratorios para poner en una balanza las ventajas y desventajas de sus próximas decisiones.
—Estás demasiado silencioso —comentó Morlov.
—Pensaba —susurró, luego giró para encarar al alfa—. ¿Me das un cigarrillo?
El rubio abrió la cajonera que estaba al lado de la cama y sacó un cigarrillo y un mechero. Amox lo tomó entre sus labios, permitiendo que el alfa lo encendiera para dar la primera calada.
Ambos compartieron una mirada y luego una sonrisa. La relación que tenían era complicada, uno amaba y el otro no, ellos lo tenían claro, así como también sabían que sus prioridades estaban en algo más allá que sus pieles juntas.
Amox ansiaba poder y venganza.
Morlov ansiaba placeres y fortuna.
Ninguno interfería en los planes del otro, no ahondaban en asuntos complicados que no les involucraban y juntos tenían buen sexo. Eso había quedado bastante claro.
Llevaban años completos en esa relación (si es que podía llamarse así) Anton Morlov era el alfa que mejor conocía a Amox, el que lo miró en su peor momento y quizás uno de los pocos que no llegó a lastimarlo.
El omega estaba seguro que si tuviera la capacidad de enamorarse o sentir gratitud sería hacia ese alfa. Sin embargo, no podía, le era imposible porque estaba seco y podrido por dentro.
Y de esa forma, la persona que podía estar a su lado era una que estuviera igual o peor que él.
La habitación contenía lo necesario. Un monitor de signos vitales, un tanque de oxígeno y una camilla que estaba siendo ocupada por una omega que permanecía dormida.
Yoongi tenía la mirada fija en ella, notándola pálida, incluso débil, pero viva.
—¿Cuándo ocurrió? —preguntó el alfa, sus ojos continuaban puestos en Seulgi.
—En la madrugada, hicimos todo lo que pudimos, pero el producto estaba tan contaminado que no pudo salvarse —respondió una de las enfermeras.
—¿Cómo está ella? —inquirió, aún continuaba viéndola y analizando sus opciones.
—Delicada, el aborto fue doloroso —informó con una mueca ilegible.
Yoongi abandonó la habitación con un nuevo rumbo en mente. Hace menos de una hora Gao le había informado del aborto repentino que su aún esposa sufrió, y lo que al líder del Triángulo le interesaba era saber los motivos exactos, porque según los últimos estudios, todo estaba en orden.
Él tenía una sospecha que necesitaba confirmar, misma razón que lo llevó a reunirse con el chino en la oficina central de ese laboratorio.
—¿Cuál fue el error que se cometió? —preguntó sin perder tiempo.
Gao estaba sentado detrás del escritorio de madera que marcaba la distancia entre ambos alfas. Tomó la carpeta que estuvo revisando anteriormente y se la entregó al recién llegado.
—El feto sobrevivió y se adaptó a la primera etapa del procedimiento —informó Gao, mientras Yoongi revisaba toda la información con concentración—. El proceso fue lento y seguro para no comprometer la vida de la madre, tuvimos éxito y fue cuando aprobaste la fase II.
—Lo hice porque Seulgi era compatible con las células implantadas, yo mismo realicé el estudio —dijo el pelinegro.
—No te equivocaste. La omega también tuvo éxito en la fase II —comentó el chino—. El problema que desencadenó este resultado fueron los genes débiles de tu esposa.
Y fue así como Yoongi confirmó su teoría. Ningún omega impuro podía llevar en su vientre a un feto modificado; si al principio se negó a la posibilidad fue porque no quería que sus pensamientos de linaje superior nublaran su juicio, pero ahora estaba claro.
—Existe otra alternativa —habló, luego de que sus pensamientos se ordenaron—. Podemos llevar a cabo la primera etapa del procedimiento y luego esperar que el producto nazca para continuar con la fase II.
Conseguir un omega y embarazarlo de cualquier alfa no sería un problema. Era escalofriante saber los alcances que el hambre, la esclavitud y la necesidad generaban, donde cualquier persona era capaz de cometer bajezas y atrocidades por un buen fajo de billetes.
Gao analizó la nueva propuesta y en realidad no era mala idea. Los riesgos disminuían considerablemente, tanto para el omega involucrado como para el producto. Además, de ese modo aseguraban una inversión que no iría directamente a la basura.
—Es necesario hacer algunas pruebas preliminares —dijo Gao, comenzando a hacer algunos apuntes al azar.
Yoongi se acarició la barbilla mientras pensaba en más posibilidades.
—Hay que tener cuidado con la selección del omega —determinó—. Exámenes previos, historial y todo lo necesario para no correr tantos riesgos —siguió diciendo—. Estamos en una etapa crucial, Gao, no podemos darnos el lujo de perder más tiempo.
El chino estuvo de acuerdo. Ambos solidificaron los puntos claves del próximo estudio y media hora después, Yoongi salió del lugar con la carpeta de la información de Seulgi en sus manos.
Necesitaba más respuestas, y quizá Grace podría dárselas.
Subió a su auto y antes de encenderlo, el móvil sonó anunciando una llamada. Yoongi miró la pantalla, sonriendo ladino cuando el nombre de Baekhyun brilló en ella.
—Baek —pronunció lento, escuchando la risita descarada del omega.
—Estoy esperándote en mi apartamento y no quiero desplantes, Yoongi.
—¿Sigues molesto conmigo? —preguntó el alfa, al mismo tiempo que ponía el auto en marcha.
—Han pasado meses desde que no nos vemos, ¿es que ya no te gusto? —inquirió el omega, con su voz cargada de tristeza.
—Estuve ocupado, pequeño —respondió el pelinegro.
—Follando con otros —refunfuñó el omega. Yoongi no lo negó.
—Dijiste que estabas esperándome —habló Yoongi, mientras aceleraba—. Dime los detalles.
—Estoy con dos amigos que ansían conocerte, ya que nunca me has dado el privilegio de estar a solas contigo —dijo Baekhyun.
—¿Qué más? —presionó el alfa, recordando a la perfección lo complaciente y necesitado que resultaba ser el omega por su polla.
—Lencería pequeña de color negro, tu favorito —ronroneó coqueto—. Havana Club Máximo Extra Añejo —tentó más—. Tu ron favorito luego de follar.
Yoongi miró el reloj y supo que tenía algunas horas que podría invertir en el omega y sus amigos. Con eso en mente, fue que dijo:
—Llegaré en veinte minutos.
NamJoon tenía la mirada fija en el par de hombres que no se esforzaban en la tarea que les había asignado. Vamos que solamente exigía el paradero de su esposo, no era una tarea imposible.
—Mi omega lleva meses completos desaparecido, debe estar a punto de parir a mi cachorro, y ustedes no han encontrado la mínima pista que me haga llegar con él.
—Hicimos todo lo que pudimos, alfa Kim —dijo uno de los involucrados—. El señor MinHo trabajó con toda la información que el alfa Jung proporcionó, pero fue en vano —tragó en seco—. No encontramos rastro de su esposo, es como si hubiera desaparecido del planeta.
NamJoon soltó un gruñido furibundo que tensó a los presentes. El que haya escondido a SeokJin lo había hecho bien, porque durante todo ese tiempo no encontró un rastro a seguir.
Sospechaba enteramente de Amox y el hijo de puta de Jeon. No tenía como comprobarlo, y ahora ellos eran parte importante de la organización, así que, se encontraba en un callejón sin salida que lo mantenía en constante estrés.
—Largo —gruñó, y no fue necesario repetirlo para que los alfas acataran la orden de dejarlo solo.
Fue hasta el bar y se sirvió un trago fuerte que le ayudara con el mal humor. NamJoon lo bebió de un sorbo, resintiendo el ardor en la garganta e importándole una mierda todo. El lobo en su interior permanecía irritable y furioso, exterminando sus noches de paz y dejando en su lugar un tormento perenne que parecía jamás terminar.
Necesitaba encontrar a su omega y también ansiaba estar con su cachorro.
—¿Por qué tan agitado, NamJoon? —preguntaron a sus espaldas.
El mencionado tensó la mandíbula hasta que los dientes dolieron. Encaró al omega de cabellos negros y ojos bicolores que estaba de pie en la entrada, con los brazos cruzados y una sonrisa divertida.
—No es muy listo de tu parte provocarme.
—Es divertido —aseguró el omega.
NamJoon se acercó, deteniendo los pasos cuando un metro era la distancia que lo dividía del pelinegro. Metió las manos a los bolsillos del pantalón y lo miró con seriedad.
—¿Dónde lo tienes? —preguntó de frente.
—¿Qué cosa? —cuestionó Amox, ladeando la cabeza.
—Ten los cojones de admitirlo en mi cara, maldita sea —despotricó el alfa—. ¿Dónde tienes a mi omega?
—Vine hasta aquí buscando a Min, ¿lo has visto? Necesito que alguien en este lugar tenga la amabilidad de mostrarme el lugar donde me tatuaré el sello de la organización.
—Yoongi está bastante ocupado follando, vendrá después —respondió el moreno, apretando las manos en puños tensos.
—Oh, en ese caso llévame tú —solicitó el omega—. No quiero perder más tiempo y parece que a ti te encanta perderlo en tonterías, así que, ¿por qué mejor no lo inviertes cooperando conmigo?
—¿Crees que soy tu juguete?
Amox le lanzó una mirada de pies a cabeza antes de dar su respuesta:
—Tengo mejores gustos.
El omega salió de la oficina porque no tenía ganas de lidiar con la amargura del alfa. Caminó por los pasillos que aún le resultaban desconocidos y a medida que lo hacía sentía un poco de irritación. Sabía que para tener poder en el Triángulo necesitaba portar el sello, pero no podría hacerlo si nadie en ese lugar le decía el maldito camino a seguir.
Tuvo un poco de suerte cuando se encontró con uno de los líderes. Choi Siwon mostró sorpresa al verlo, no tardando en darle una sonrisa amplia.
—¿Te perdiste? —preguntó el alfa curioso.
—Lo admito. Necesito tatuarme el sello de la organización.
—En ese caso te acompañaré —se ofreció Siwon.
Caminaron por varios minutos hasta que llegaron a un ascensor, ingresaron y el alfa presionó el único botón disponible que los llevaría a un piso subterráneo donde se encontraba el estudio de tatuajes de la organización.
—Será complicado que te adaptes a la estructura de este lugar, pero siempre puedes ordenar que alguien te guíe —habló Siwon, mirándole de reojo—. Ahora eres parte importante de nosotros.
—Lo intenté con NamJoon —dijo Amox, compartiendo una mirada divertida con el líder de Xolot.
—Con el menos indicado —resopló—. Kim está concentrado en encontrar la familia que él mismo jodió —chasqueó la lengua.
Se quedaron en silencio porque ninguno de ellos era partidario de palabras innecesarias. Las puertas del ascensor se abrieron, revelando un amplio salón forjado de metal reforzado con carburo, piso oscuro y puertas de gran tamaño que estaban distribuidas a su alrededor.
La presencia de ambos se notó de inmediato. Los alfas que trabajaban en ese lugar les saludaron con una reverencia para luego concentrarse en sus asuntos.
—Aquí se examina el nuevo armamento, la droga y también se realizan los tatuajes a los miembros de la organización —explicó Siwon—. La tinta que se usa está modificada según la jerarquía de cada lobo y debe mantenerse en temperaturas altas, por ello concentramos el calor en un mismo lugar.
—Las construcciones subterráneas son más seguras y funcionales —comentó el omega. Él mismo tenía una bajo su disposición.
Jimin detuvo sus pasos cuando notó la presencia de alguien más. Min Yoongi estaba sentado en una de las mesas llenas de armamento, con sus manos jugueteando con unas bolas de color negro, casi pareciendo un cachorro entretenido con su juego.
Siwon también lo miró y no tardó en soltar un grito aterrado.
—¡Esas son bombas, idiota bastardo! —gritó, apresurándose hacia donde estaba el otro alfa.
Yoongi lo miró con malicia.
—¡Atrápala! —exclamó, al mismo tiempo que lanzaba una bomba en dirección a un aterrado Siwon que no supo cómo reaccionar.
El omega pelinegro se interpuso y la atrapó con agilidad, ganándose con ello toda la atención del líder del Dragón Negro.
—Que infantil —murmuró Jimin, con sus ojos haciendo contacto directo con la mirada de Min.
—Hola precioso —saludó Yoongi, mostrándose incluso sonriente—. ¿Qué te trae por aquí?
—Tatuarme el sello —respondió, para luego dejar la bomba encima de la mesa—. Siwon tuvo la amabilidad de traerme.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó el alfa mencionado, entrecerrando los ojos en dirección a Yoongi—. Me dijeron que no estabas en el cuartel.
—Vine hace una hora —informó Min—. Hwasa me pidió que hiciera las pruebas de las bombas y como terminé temprano me estaba aburriendo.
—¿A dónde voy? —preguntó Jimin. No le interesaba continuar escuchando la conversación de ambos alfas.
Yoongi se puso de pie y se acercó hasta el omega, inhaló de los aromas dulces que estaban tenues, pero que iban acompañados de feromonas que reconoció de inmediato.
—No debiste venir en ese estado, precioso —murmuró sobre el oído derecho del menor.
—No me hagas perder el tiempo, mejor dime donde debo ir para tatuarme de una maldita vez.
—Agresivo —dijo burlón, luego tomó la mano derecha del omega y tiró de ella—. Te mostraré.
Yoongi le indicó a tres alfas que comenzaran a empacar las bombas en cajas aseguradas para transportarlas a uno de los almacenes, Siwon se quedó inspeccionando el trabajo, dejando que Min guiara al omega.
El pelinegro caminó acompañado del omega hasta una de las puertas más alejadas. En el interior descubrieron un estudio de tatuajes que contenía todo el instrumental necesario, además de una mujer de cabellos celestes y ojos verdes que se puso de pie para recibirlos.
—Precioso, ella es Vega, la tatuadora del Triángulo —presentó Yoongi.
La alfa saludó con un asentimiento de cabeza que fue respondido por el omega.
—Amox, ¿correcto? —inquirió ella. El mencionado asintió—. Me informaron que el tatuaje es el sello del Triángulo, ¿qué color de tinta quieres?
—Rojo y sombreado negro —respondió Jimin, sintiendo la mano inquieta de Yoongi rozarle la cintura.
La mujer buscó todo lo que necesitaría para comenzar a trabajar, y ese momento el omega lo aprovechó para desabotonarse el pantalón, para luego acercarse a la camilla.
—Lo quiero en la cadera izquierda —informó, dejando el área libre para que la mujer iniciara.
Vega se sentó en el banquillo que estaba al lado de la camilla y en seguida comenzó a trabajar. Jimin se dio cuenta que la tinta estaba modificada tal y como le informó Siwon cuando sintió dolor y ardor combinados, mas era algo que podía soportar.
La presencia de Yoongi ganó su atención. El alfa rodeó la camilla hasta quedar al lado derecho del omega, con su mano izquierda rozando levemente la mejilla del menor.
—¿Duele? —preguntó bajo, atento a las reacciones que el omega mostraba.
—Más de lo que imaginé, aunque es soportable.
—¿Cuánto tardará? —cuestionó Yoongi a Vega.
—Un par de horas —respondió ella, concentrada en su trabajo.
—Min... —llamó Jimin—. Relájate.
El alfa lo miró a los ojos por algunos segundos y luego se inclinó para cortar la distancia entre ellos. Se mantuvo quieto, analizando las reacciones del omega, y cuando Jimin demostró serenidad, Yoongi terminó toda distancia y lo besó como tanto quería.
Sus labios tenían la capacidad de reconocerse con facilidad. Ambos mantuvieron un ritmo tranquilo, casi perezoso que no guardaba segundas intenciones, simplemente besarse para recordar el sabor irremplazable de los labios de cada uno.
El omega mordió el labio inferior del mayor cuando el dolor le estorbó en el punto que le estaban tatuando. La mano derecha del alfa tomó el cuello contrario en un agarre firme, pero lo suficientemente liviano como para no interrumpir la respiración.
Terminaron el beso, mas la distancia mínima se mantenía y los alientos de ellos se mezclaban.
—Eres mi fruto prohibido —susurró el alfa, su mirada adquiriendo un matiz peligroso que no afectó al omega—. Y no sabes como me jode admitirlo contigo.
Y entonces, fue el momento de Jimin para besarlo.
Sí, en este libro habrán más momentos Yoonmin que en el primero. Aún así, no lo confundan con romance, esto es tóxico. 💀
Infinitas gracias por leer.
¡Hasta el próximo capítulo!
💀Yoon~
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