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Capítulo 26: Un triunfo y una derrota

Al día siguiente, en la mañana, espero con diversión a que la castaña atraviese la puerta del salón. Mingyu se encuentra a la expectativa, igual que yo. Él, quizás, se ve un poco más ansioso; tal vez por el hecho de que la chica de cabellera plateada afirmó algo bajo los efectos del alcohol. Taehyung y Soohyun prefieren no opinar al respecto y se mantienen al margen. Reviso la hora en mi móvil y cuento hasta tres en silencio, escuchando el sonar de la campana de la primera hora de clases.

Hyori hace una mueca de desagrado y se sostiene la cabeza una vez que atraviesa la puerta. Trae puestos unos lentes de sol y sostiene en una de sus manos un vaso de café cargado. Mingyu es el primero en soltar una risa escandalosa, provocando la mirada de la peliplata.

―Observa esto, Jeon ―el pelinegro se pone en pie y se acerca a ella.

No sé cuál es su intención, pero de seguro no será nada bueno. Lo primero que hace cuando está frente a ella, es retirarle sus lentes y observar lo hinchados que se encuentran sus ojos.

―¿Cuánto a que su café terminará en la cara de Mingyu? ―Tae no se resiste a la idea de que a nuestro amigo le suceda algo terriblemente malo.

―No lo sé, Hyori es impredecible ―comentó, manteniendo expectante ―. ¿Crees que pueda aventarle el café después del beso que le dio anoche?

―Viejo, es Mingyu, y es aries, su destino es tener mala suerte, o creo que es lo contrario. De todas formas, deseo que lo llenen de café.

Dudo mucho que esos sean los planes de Hyori, ya que, se le ve muy sonriente mientras le entrega su mochila a Mingyu. Debí apostar con Taehyung y ganar algo de dinero. Los veo acercarse a nosotros, uno sosteniendo la mano del otro, dejando en evidencia que lo de ayer no fue un simple acto bajo los efectos del alcohol, sino, que en verdad fueron palabras dichas con mucha sensatez. Hyori nos saluda como de costumbre.

―Oh, Kook, Mulán se está muriendo en los baños, te recomiendo que vayas a verla.

―¡¿Y hasta ahora me lo dices?! ―me pongo en pie, mostrándome alarmado.

―Debía saludar a mi novio como debía, perdón.

―¡¿Tú qué?! ―espetó Tae con asombro ―¡¿Desde cuándo te gusta este costal de huesos?!

Ignoré todo lo que ellos estaban hablando y me dirigí a los baños de las chicas, esperanzado de que no hubiese nadie en ellos. Sería algo realmente malo que todos me vieran entrar ahí, me haría quedar como un pervertido. Corro por los pasillos cuesta abajo, chocando con Mínghào en el momento, pero no me doy el tiempo de disculparme con él, por lo que sigo mi camino a los baños. Una vez que estoy ahí, me aseguro de que no haya nadie adentro, excepto Mulán.

Me asomo por una esquina, notando a la castaña cerca de los lavamanos, echándose algo de agua en el rostro. Suspiro tranquilo, dispuesto a adentrarme.

―¡Pervertido!

―¡Mierda!

Sostengo mi pecho, con la intención de controlar los latidos de mi corazón, mientras que el idiota de Mínghào se retuerce de la risa. Tiene que sostener su espalda contra la pared para evitar caerse. Gruño con molestia porque en verdad me ha espantado; creí que lo había dejado muy atrás, pero vaya que es algo metiche este chico.

―¿Qué haces aquí? ―se cruza de brazos, recobrando la postura ―No me digas que hoy te despertaste sintiéndote una chica.

―No digas estupideces ―ruedo los ojos ―. Mejor vigila que no venga nadie, necesito saber si Mulán está bien.

―¡¿Qué le pasó a Mulán?! ―sus ojos se expanden, mostrándose preocupado ―. Imbécil, debiste haberme dicho eso antes.

―Cállate y vigila, a veces eres tan estúpido.

Mínghào se quedó vigilando la entrada de los baños; estaba encargado de no dejar pasar a nadie y, si era posible, coquetear con las chicas. Era la primera vez que me adentraba los baños de las mujeres y claramente notaba lo bien aseados que estaban, tal vez se debía a que aún era muy temprano y por eso no había ningún papel tirado en el suelo. O ellas eran muy limpias. O nosotros muy cochinos. No encontré a Mulán por ningún lado, por lo que supuse que ahora se había encerrado en un cubículo.

―Mulán ―llamé en susurros, obteniendo el mismo silencio de hace un rato ―¡Mulán, soy yo. Kook!

―Oh, Dios ¿Kook? ―su voz se escuchaba preocupada, por lo que me transmitió lo mismo ―¿Hy-Hyori viene contigo?

―No, vine aquí porque me dijo que estabas mal. ¿Ocurre algo? ¿Te duele la cabeza?

―¡Dios, no puede ser!

No entendía cuál era su preocupación, si no tenía nada de lo que había mencionado anteriormente ¿Por qué se mantenía encerrada en un cubículo? Intenté sacarle más información, pero la castaña seguía mencionando que el asunto se había vuelto vergonzoso para ella y la culpable de todo era Hyori.

―Mulán, si hay algo en lo que pueda ayudarte sólo dímelo ―me recosté en el borde de los lavamanos ―. Me estoy empezando a preocupar.

Escuché un suspiro por parte de ella y, seguido, la puerta del cubículo fue abierta. No había nada diferente en la castaña, de hecho, ni siquiera se le notaba la resaca. Aunque, claro, lo único diferente eran sus ardientes mejillas coloradas.

―¿Pu-puedes conseguirme una almohadilla? ―apretó sus puños con la falda de su uniforme.

La miré un poco confundido. ¿Qué se supone que es eso? ¿Acaso se trataba de las almohadillas que utilizaban los jugadores de béisbol?

Mulán levantó la mirada con algo de esperanza, pero no tenía ni la menor idea de lo que me estaba pidiendo.

―Claro, en seguida.

Salí de los baños, encontrándome a Mínghào un poco relajado y con los pasillos desolados. Aún seguía preguntándome para qué Mulán necesitaría las almohadillas de los beisbolistas. Mínghào me miró confuso, por lo que también lo miré de la misma manera.

―¿Mulán está bien? ―asentí ―¿Por qué traes esa cara?

―¿Sabes para qué querría Mulán una almohadilla?

Mínghào se mostró igual de confundido que yo. Sin embargo, a diferencia de mí, su confusión le dio un tono rojo a su rostro. Soltó una pequeña risa nerviosa y palmeó mi brazo mientras decía que era un idiota ignorante.

―En verdad que no eres más estúpido porque no naciste antes ―soltó en risas ―. Mulán necesita una toalla sanitaria.

―Oh, mierda.

―Si, es eso.

Llegado el fin de semana, el entrenador nos daba una charla "emotiva" ‒según él‒ para que nos fuera bien en el partido de hoy, sin embargo, los insultos no creo que sean una buena base para motivarnos. Vale, que se lo acepto porque es su manera de expresarnos cariño y, posiblemente, esté más nervioso que nosotros mismo.

Digamos que este partido es importante, pero no considero que tenga mucha relevancia si lo ganamos o lo perdemos. Quizás es entrañable para nosotros los de último grado, pero creo más memorable que al menos nuestro último juego como compañeros de equipo, sea divertido. Mínghào, al ser el capitán, decidió ponerse al frente y hablar antes de entrar al campo y dar lo mejor de nosotros.

―No se sientan presionados por nada, disfrutemos cada minuto y hagámoslo lo mejor posible ―escucharlo hablar de esa manera, me hizo pensar en que yo jamás hubiese podido decir algo parecido. Para mí era más importante ganar ―. Y como dijo Michael Jordán una vez, el talento gana partidos, pero el trabajo en equipo y la inteligencia ganan campeonatos.

―Ya escucharon al capitán, es hora de ir allá y trabajar como equipo ―me puse en pie y rodeé los hombros del pelinegro ―. Cuenta con nosotros, capitán, daremos lo mejor.

―¡Esperen, voy a llorar al verlos juntos!

Fue inevitable no reír ante los dramas de Taehyung e increíblemente, el coach también se vio contagiado con todo y acabó derramando unas pequeñas lágrimas melancólicas, las cuales quiso ocultar al hacernos creer que se trataban de gotas de sudor.

Minutos después, salimos a al campo, avivando la euforia de los espectadores. Nuestros compañeros nos alentaban con pancartas que tenían escrito el nombre del equipo y algunos otros que resaltaban el nombre de uno de los miembros, entre esos Taehyung, Mínghào y yo. Era emocionante, porque, pese a que anteriormente ya había estado en un partido importante, esta vez consideraba que era especial.

―Diviértanse, chicos ―mencionó Mínghào antes de que todo diera inicio.

Troné mi cuello antes de afianzar el agarre que le tenía a mi stick. Todos nos movíamos al tiempo, formando estrategias y esquivando los cuerpos de los otros que se aproximaban. Mínghào, Taehyung y yo, conocíamos nuestros movimientos y agradecía en demasía todo el tiempo que entrenamos juntos. Era como ver nuestro reflejo en el espejo porque, mucho antes de ejecutar un movimiento, ya sabíamos lo que haría el otro.

Ganamos el primer tiempo, pero perdimos el segundo. Estábamos nerviosos porque en los dos siguientes tiempos se definiría lo que pasaría en el futuro.

―¡Falta! ―gritó Mínghào, al ver a Taehyung tirado en el suelo, quejándose por un fuerte dolor en su pierna.

―¡Me duele, mucho! ―se quejó Tae.

―Tranquilo, sólo fue algo leve ―murmuré, revisando la pierna del castaño ―. El otro chico intentó hacer que te cayeras, y al parecer lo logró.

―¡Tienes que vengarme, Kook! ―murmuró con dramatismo ―Mi legado está en tus manos.

La camilla llegó a los pocos minutos y se llevaron Taehyung para que reposara. Estaba seguro que no jugaría lo que restaba del tercer tiempo y el cuarto. Mínghào me hizo señas para que siguiéramos adelante. El chico que cometió la falta recibió tarjeta roja porque en verdad había sido una jugada muy sucia.

***

El marcador arrojaba una puntuación de treinta y cinco a treinta y cuatro., dejándonos a nosotros con una derrota. Había que reconocer que ellos eran realmente buenos, aunque no estábamos muy lejos de ganar, la diferencia era de un punto. No me sentía molesto, de hecho, fue divertido jugar nuestro último partido juntos. Algunos derramaron lágrimas, otros rieron y otros se molestaron porque, quizás, hubo momentos en los que el otro equipo hizo cosas que no debía, entre esas, la falta de Tae.

―¿Deprimido? ―preguntó Mínghào dejando una botella con agua en mis manos.

―Para nada ¿Y tú?

―En lo absoluto, fue divertido ―dejó escapar una risilla.

Ambos nos reímos, disfrutamos de un momento de paz y, quizás, lleno de reflexión. Aprecié los minutos en los que mi mente se mantuvo en blanco, antes de que los demás miembros llegaran junto con el coach. Me sorprendía que estuviera llorando, pero imaginaba que lo hacía por la impotencia. Algunos aseguraban que nos habían robado el triunfo.

―Chicos, estoy orgulloso de ustedes ―habló el coach ―. Hicieron hasta donde sus cuerpos le permitieron. Fue un buen partido y, quizás, hasta aquí nos acompañó la fuerza y no me arrepiento para nada ―suspiró ―. Tal vez lo que más me causa nostalgia, es que no veré a mis chicos de último año.

―No nos extrañe mucho, coach ―bromeó Jaehyun.

―Trataré de no hacerlo ―soltó una risa divertida ―. Mínghào, demostraste ser un capitán bastante eficiente, espero que tengas mucho éxito a donde sea que vayas y, Jungkook, mejoraste mucho, el equipo te recordará siempre como el jugador estrella. No habrá otro como tú en el futuro.

―Gracias, coach.

Y después de ese momento emotivo entre todos, y de un buen baño, por supuesto, nos dirigimos a la salida del campo, donde nuestros amigos y familia nos esperaban. El hermano de Mínghào corrió a sus brazos y lo felicitó por haber sido el mejor, así mismo, Hanna y mis padres también lo hicieron. Los chicos también se mostraron muy contentos y nos alentaron para que no nos deprimiéramos, aun cuando no era así.

―¿Te sientes bien? ―preguntó Mulán.

―Muy bien ―solté una risilla ―. ¿Tú estás bien?

―Si.

Por extraño que pareciera, sentía que una corriente de nervios invadía nuestro espacio, pese a que nos encontrábamos un poco alejados de los demás. Mulán mordisqueó su labio inferior para, seguidamente, mirarme.

―Quiero decirte algo.

Asentí.

―Hoy quizás perdiste un partido, pero... me ganaste a mí. Mínghào me hizo entender que no debo sacrificarme siempre por los demás, menos cuando ellos no me lo están pidiendo ―suspiró ―. Si aún sigue en pie tu propuesta, me gustaría ser tu novia, Jungkook.

―¡Claro que sí!

Rodeé la cintura de la castaña y la atraje hasta mí para darle un fugaz beso en los labios. La felicidad no cabía en mi rostro y en mi pecho. Mulán sonrió gustosa y seguido me abrazó. Pude ver a Mínghào levantando su pulgar mientras sonreía. Ese idiota era un gran amigo y me alegraba haberlo conocido. 

4/8

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