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Capítulo 21: Última oportunidad

A la mañana siguiente, terminamos sentados en medio de un gran círculo conformado por todos los que estamos aquí. MíngHào y MinGyu se quejan de que aún es muy temprano y por extraño que parezca, por primera vez estoy de acuerdo con este par que no ha dejado de quejarse. Mulán descansa su cabeza en mi hombro mientras mantiene sus ojos cerrados, al igual que muchas personas en este intento de círculo.

El profesor Jung luce animado, sin embargo, de antemano sabe que estamos cansados, pero no parece importarle mucho, ya que observo como saca un silbato de su chamarra y provoca un ruido bastante molesto que nos hace despertar por completo. Suelto un gruñido con molestia, pero acabo poniéndome en pie, sólo nos queda el día de hoy y medio día de mañana para regresar a la escuela.

―¡Tres vueltas al lugar, jóvenes! ―informa el profesor Jung.

Automáticamente lanzamos gruñidos sin parar, ya que no estamos con los mejores ánimos para hacer ejercicios. Es que incluso el coach no es tan exigente como lo es el profesor Jung. Por el momento es lo único que nos han mandado a hacer. Tardamos cerca de unos veinte minutos en dar las tres vueltas; regresamos exhaustos y lo que más anhelábamos, era poder tocar una superficie acolchonada para poder descansar.

―Tengo hambre ―se quejó la castaña, haciendo un puchero con sus labios.

―También yo ―agregó MíngHào.

―Chicos, el día de hoy, les tenemos una actividad bastante relajada ―no tenía ánimos de enojarme, por lo que esperé a que el mayor terminara de hablar ―. La señorita Cha se encuentra de cumpleaños y, junto con los guías, le hemos preparado una sorpresa, pero, para eso, necesitamos que entre todos decoremos el lugar ―tal vez estaba interpretando de manera errónea las intenciones del profesor Jung, pero veía un deje de interés un poco más personal del habitual ―. En unos minutos, la profesora Choi llegará por ella, entonces aprovecharemos para preparar todo.

En esta ocasión, todos murmuraron cosas positivas y no tardaron en formarse los grupos para los comités de decoración. Nosotros fuimos un sólo grupo, por lo que nos encargamos de decorar las mesas que estaban en el último cuarto donde guardan utensilios viejos. Con ayuda de Tae, MinGyu y MíngHào, arrastramos las tres mesas que medían aproximadamente dos metros y medio. Mulán, HyoRi y SooHyun se encargaron de poner los manteles que les había dado el guía, y arreglaron los centros de cada mesa con pequeñas flores que recolectaron.

―Chicos, en el cuarto de utensilios viejos se encuentra una caja con decorativos para cumpleaños, necesito que al menos una pareja de ustedes vaya por ellos.

Mi primer pensamiento fue tomar la mano de Mulán y pararnos en frente del profesor Jung, quien ahora sonreía con astucia y sacaba unas esposas de su espalda. Mi muñeca quedó atrapada con la de Mulán, y de igual manera, tanto SooHyun, Tae, MinGyu, HyoRi y MíngHào, también quedaron esposados.

Recién me daba cuenta de que todos estábamos unidos a alguien. Algunos formaban grupos de tres y otros solo eran parejas. MíngHào quedó atado con HyoRi y MinGyu.

―Me veo como el mal tercio ―comentó MíngHào, levantando su brazo.

―Eres el mal tercio ―respondió Tae con algo de broma.

El profesor sólo pudo sonreír con diversión, ya que parecía que su idea principal, había quedado tal como lo había planeado. Solté un suspiro y con cuidado, me dirigí a aquel cuarto al que nos habían enviado.

―¿Te duele? ―pregunté, notando como la castaña intentaba soltarse de las esposas ―Si te está dejando marcas, puedo decirle al profesor Jung.

―No, no es eso ―hizo un movimiento brusco con sus manos que me provocó malestar ―¡Lo siento, lo siento!

―Ya, no te preocupes ―le sonreí con gentileza ―. Tengo una idea para que nuestras muñecas no se vean afectadas.

Mulán se mostró atenta, así que, con cuidado, tomé su mano y la entrelacé con la mía. Sus mejillas ardieron y, para ella, fue inevitable apartar la mirada de mí. Levanté las comisuras con diversión y me adentré a aquel cuarto. Una vaga iluminación alumbró las cuatro paredes; había cajas de todos los tamaños, y por los colores que decoraban las paredes, caí en la cuenta de que este no era el mismo cuarto al que había ido cuando fuimos por las mesas.

―No podemos separarnos, así que, supongo que estaremos juntos por un largo rato ―aplanó los labios.

―Deberíamos empezar por aquellas cajas que están marcadas con sus nombres ―señalé las cajas apiladas junto a la pared ―. La tarea estará fácil, así que, no creo que tardemos mucho. A parte, no me gustan las arañas.

Encontrar la caja con los decorativos para cumpleaños fue una tarea fácil, ahora, lo complicado era idear un plan para cargarla. De cualquier forma que lo intentáremos, la situación era incómoda y acabábamos lastimándonos. Dejamos la caja en el suelo mientras pensábamos en algo más. Pasaron alrededor de unos diez minutos en los que estuvimos en silencio. Mi mente se mantuvo en blanco, sin embargo, mis manos cobraron vida.

Mi dedo meñique había atrapado el dedo meñique de Mulán, aunque quisiera decir que era algo lindo, en estos momentos me causaba un poco de vergüenza, ya que mis manos estaban sucias y sudorosas. Aun así, Mulán no permitió que nuestros dedos se separarán.

―Tengo una idea ―habló ella ―. Primero, necesito que nos pongamos en pie, luego, levantamos la caja, seguido, encadeno mi mano a tu brazo y salimos de aquí.

―Yo tengo una mejor idea ―ella me miró atenta, esperando a que dijera algo, sin embargo, me sentí intimidado por esos bonitos ojos brillantes ―¿Por qué no nos quedamos otro rato más?

―¿Qué?

―Me gustaría quedarme otro rato más aquí... contigo.

―MíngHào, escorpio de mierda, deja de holgazanear ―regañó TaeHyung ―. Te estás valiendo de la ocasión solamente porque HyoRi es chica y es tu compañera.

―Eso fue un regalo de Dios ―mencioné, haciendo gestos cool con mis manos, olvidando que estaba atrapado con la peliplata ―. Lo siento, eso también era parte del regalo de Dios.

―Podría matarte, pero estoy atrapada en medio de dos idiotas ―negó con frustración.

―Eso no me dijiste anoche.

Todos giramos a ver a MinGyu, su comentario había sonado tan fuera de lugar y con tan doble sentido que parecía que no se había dado cuenta de aquello. Las mejillas de HyoRi se encendieron, y cuando menos lo pensé, tanto MinGyu como yo, nos encontrábamos quejándonos por el gran dolor que nos provocaba la peliplata mientras nos arrastraba sin contemplaciones.

―Kook les habría dado sus buenos regaños ―mencionó SooHyun, arreglando unos globos, elevando un poco la mano de TaeHyung ―. ¿No se están tardando?

―A lo mejor se están pasando saliva ―canturreó TaeHyung.

―Eres tan asqueroso ―murmuré.

―Y tú tan estúpido ―negó con seriedad ―. Los dos somos algo que no queremos, y estamos bien con eso.

Rodé los ojos y negué al mismo tiempo, sin embargo, TaeHyung tenía razón. Ya habían pasado más de veinte minutos desde que ellos se habían ido. Por un momento pensé en ir a buscarlos, pero no podía arrastrar a los demás hasta el último cuarto de aquel pasillo. No debía preocuparme de más, mucho menos sentir incomodidad de que ahora, en estos momentos, Mulán y JungKook estaban juntos en la misma habitación, ellos solos.

―MíngHào, ¿O te mueves o te pateamos? ―habló MinGyu.

―¿Qué? ―sacudí mi cabeza ―Lo siento, voy en camino.

Pese a que conozco sus sentimientos, y me daría gusto por ellos, soy consciente de que rompí la principal regla de la amistad.

Sus ojos parpadearon repetidas veces y las palabras se estancaron en su garganta. Sus labios se abrían y cerraban de manera pausada. Sus comisuras temblaban y en segundos, su rostro fue un completo paisaje colorado. No podía alejarse porque estábamos unidos ―muy literalmente― y, aunque no lo estuviéramos, apostaba a que tampoco se podría alejar.

No estaba siendo egocéntrico, de hecho, ya no recuerdo cuándo fue la última vez que me porté de manera petulante y altivo con alguien. Parece que aquella etapa en la que Jeon JungKook era un completo idiota con esteroides, había quedado en el pasado.

―Mulán, necesito que me digas algo ―tomé sus hombros y la hice mirarme ―. Hey, me pone nervioso que no digas nada.

―Es que... ―bajó la mirada ―P-pensé que no te agradaba...

―Te acabo de decir que me gustas ¿Eso te da idea de algo?

Una vez más, sus mejillas se tornaron rojizas y sus comisuras se elevaron. No tuve de otra más que acercarla a mi pecho y rodearla con mi mano libre. Mulán apretó la tela de mi suéter y soltó una pequeña risa divertida.

―También me gustas, Kook, desde que te conocí.

―Ew ¿Cómo puede gustarte una versión tan fea de un chico cuyo signo es virgo?

Ambos giramos hasta el marco de la puerta, donde justamente se encontraban los chicos, algunos con unas sonrisas picarás y otros con gestos de confusión, entre esos, MíngHào. Mulán se apartó de mí, y una vez más, olvidó que estábamos unidos, ya que, se apresuró en mover sus manos de manera rápida, lastimando mi muñeca.

―¡Lo siento, lo siento!

Curiosamente, de todos los que se estaban riendo, MíngHào era el único que no me apartaba la mirada y, aunque quisiera mostrarse tranquilo, sabía que había algo que lo quemaba por dentro.

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