Capítulo 15: Adiós, amigo
Cuando era niña, JiHyun siempre decía que la muerte es algo que no debemos temer porque mientras somos, la muerte no es, y cuando la muerte es, nosotros no somos. Casi nunca entendía eso que ella decía, pues aún era muy niña; sin embargo, con el paso del tiempo, comprendí que en realidad nunca vamos a experimentar la muerte. Si consideramos que al morir dejamos de existir, realmente nunca vamos a ser conscientes de lo que es. No hay que tenerle miedo al hecho en sí de fallecer.
La persona que muere, no se olvida, por lo tanto, jamás morirá porque seguirá presente en nuestros recuerdos.
MíngHào debe tener muchos recuerdos con SeokMin, y, quizás, sean esos mismos recuerdos los que en este momento, lo están lastimando.
El chico llora como un niño pequeño que acaba de perder algo valioso, llora como si su madre se hubiese ido, o como si acabara de tener una pesadilla. Se aferra a mi cintura como si su vida dependiera de ello y esconde su rostro en la curvatura de mi cuello. Me doy el lujo de acariciar su cabello, alborotando ese olor a manzanilla que es muy frecuente en él.
―Todo está bien, Hào ―murmuro cerca de su oído.
Una vez que él termina de descargarlo todo, me pide que lo acompañe a una heladería y, aunque pretende que todo está bien, en realidad, no lo está. Sus ojos están irritados y sus mejillas húmedas, así mismo, sus labios sólo se mantienen en una línea recta sin expresión alguna.
Es extraño no ver al sonriente MíngHào de siempre.
―¿Sabes? SeokMin fue el primer amigo que tuve cuando regresé de Las Vegas ―soltó una risilla audible, seguido, sus labios tiritaron y se curvaron en una mueca de dolor, al mismo tiempo que una lágrima rodaba por su mejilla ―. Pude haber hecho algo más por él.
―¿Qué fue lo que sucedió? ―pregunté, tomando una de las manos de mi amigo ―¿Te gustaría contarme?
MíngHào sorbió por su nariz y luego de asentir, miró por la ventana cristalizada que estaba junto a nosotros. Extrañamente, sentía ese ambiente nostálgico, y aunque su rostro dibujará una sonrisa, sabía que no estaba bien y eso, de alguna manera, me dolía mucho.
―SeokMin y yo teníamos cerca de ocho o nueve años cuando nos conocimos. Yo era el niño nuevo y al mencionar que había vivido un año en Las Vegas, todos comenzaron a molestarme. Se burlaban de mí y constantemente recibía comentarios sobre que no pertenecía aquí ―una risa amarga abandonó su garganta ―. Recuerdo que un día, estando en el descanso y sin nada para comer, puesto que los "bully" del salón me había arrebatado mi lonchera, SeokMin se acercó y me compartió de su ensalada.
Se supone que, cuando alguien está contándote un suceso triste, uno de los dos debe ser el fuerte mientras que el otro se derrumba. En nuestro caso es todo lo contrario. Mientras MíngHào cuenta su historia y se mantiene sereno, aguantando las ganas de llorar; yo soy una cascada, una muy tonta, porque soy yo quien debería consolar a MíngHào, no él a mí.
―Nos juntábamos casi todos los días, almorzábamos juntos e incluso solíamos jugar videojuegos por las tardes. Era muy divertido pasar tiempo con SeokMin, pero cuando crecimos, me fui alejando de él. Empecé a tener otros amigos cuando entramos a la secundaria.
Las manos de MíngHào se volvieron puño y su mirada parecía querer hacer un orificio en la mesa. Su ceño estaba muy fruncido y lejos de parecer dolido, parecía enojado consigo mismo.
―MíngHào, ¿Qué pasó?
Soltó un suspiró y relajó sus hombros. Levantó la mirada y dejó escapar otro par de lágrimas.
―SeokMin era gay. Mulán, yo ni siquiera lo sabía y empecé a creer que yo podía tener amigos mejores que él. Me volví pedante, ególatra y lo hice a un lado ―soltó un suspiro frustrado, al mismo tiempo que sorbía por su nariz ―. Fui tan estúpido en ese tiempo. Jamás vi cuando lo molestaban, o cuando intentaron abusar de él en el baño de los chicos.
Todo lo que me contaba MíngHào, era tan horrible que no podía ni siquiera imaginarme el dolor por el que tuvo que haber pasado ese chico.
―Cuando entraron las vacaciones de mitad de curso, SeokMin quiso comunicarse conmigo. Me pidió que fuera a verlo a su casa porque necesitaba decirme algo, pero ¿Cuál fue mi respuesta? ―otra risa abandonó su garganta, seguida de lamentos y lágrimas ―¡Yo sólo le dije que, si me daba tiempo, iría a verlo! ¡¿Por qué tuve que decir eso, Mulán?! ―lloriqueo, llamando un poco la atención, sin embargo, a los segundos se tranquilizó.
»―Cuando pasé por su casa, luego de terminar la salida con mis amigos en ese entonces, visualicé a la ambulancia estacionada frente a su casa. Su madre lloraba desconsolada y no tienes idea de todo lo que sentí en ese momento, Mulán. Te juro que quise morir al ver cómo se llevaban su cuerpo.
Cuando mamá murió, papá dijo que había sentido un vacío y un descontento en su pecho. Su corazón estaba hecho pedazos y no había nada que pudiera consolarlo.
JiHyun dice que yo estaba muy pequeña, por tal razón, nunca experimenté ese dolor de perder a un ser querido y cuando nací, ya mis abuelos no estaban. No puedo comparar la ausencia de mamá con el dolor que siente MíngHào en este momento, porque en verdad lo desconozco. Me siento tonta, ni siquiera puedo servirle de apoyo.
―MíngHào, sabes que lo que sea que le haya pasado a SeokMin, no es tu culpa ―susurro apenas audible. Mi voz sale tan pausada que me da miedo que alguien más pueda escuchar. ―. Fue un mal momento, pero no es tu culpa ¿De acuerdo?
―Lo sé, pero es normal que me sienta culpable, Mulán. Tal vez, si esa noche hubiese ido a su casa, SeokMin aún estaría vivo ―retiró las lágrimas con el dorso de su brazo ―. Días después, me atreví a llegar a su casa y hablé con su madre. Ella me contó que SeokMin había dejado algo para mí, que se lo entregó mucho antes de suicidarse en su propia habitación ―nuevamente las lágrimas se acumularon en sus ojos y las dejó caer ―¿Sabes que fue lo peor?
Negué.
―Que dejó una carta para mí, confesándome sus sentimientos y agradeciéndome por todos los buenos momentos que pasamos juntos, pero que él entendía que no podía obligarme a amarlo y, quizás alejarme, había sido lo mejor porque las estrellas como yo, no estaban dispuestas a salir con carbones como él.
MíngHào se desplomó. Su rostro se volvió un torrente de lágrimas y, entre más se contenía, más perdía el control. Yo estaba igual o peor que él.
Las personas nos miraban, sin embargo, entendían que no debían opinar o entrometerse en lo que sea que estuviera pasando entre nosotros.
Acaricié el cabello de MíngHào repetidas veces y esperé a que se calmara. Levantó la mirada y le hizo señas a una de las chicas que atendía en el lugar, que por favor le trajera una botella con agua. La chica nos miró con pena, de seguro en su cabeza se imaginó que nuestras lágrimas se debían a una ruptura, pero no era nada eso.
―¿Sabes? Luego de que pasaran las vacaciones, todos empezaron a tratarme de hipócrita. Los que creí que eran mis amigos, me dieron la espalda y me trataron horrible, incluso llegaron dejarme encerrado en los baños ―su mirada ahora se encontraba perdida ―. Yo lo aceptaba, porque en verdad pensaba que me lo merecía. No valoré a SeokMin como debía, lo dejé solo y aunque no me burlara de él, siempre estaba presente cuando lo molestaban, más nunca hice algo para impedirlo. Eso me convierte en una persona peor que ellos.
El dolor por la pérdida se puede experimentar no solo por la muerte, sino, cada vez que en la vida tenemos una experiencia de interrupción definitiva de algo, de pérdida, de distancia que no podrá ser cubierta. La experiencia emocional de enfrentarse a la pérdida es lo que llamamos elaboración del duelo, que nos conduce a la necesidad de adaptación a una nueva situación.
El duelo se trata de una herida y, por tanto, requiere de un tiempo para su cicatrización.
Los psicólogos dicen que el dolor pasa por cinco etapas, sin embargo, puedo asegurar que MíngHào finalmente las ha terminado.
No imagino cómo debió haberla pasado. Haber venido con él, me ha enseñado que una sonrisa en el rostro jamás demostrará la ausencia de problemas o dolor, si no, la máscara que usan todos para no demostrarlos. No sé si llamarlos valientes o cobardes, sin embargo, no puedo juzgar a nadie cuando ni siquiera lo he experimentado, sería algo injusto y no soy la más apta para juzgar a alguien, soy humana igual que todos los demás.
―MíngHào ―llamé con delicadeza ―. Tu idea de ayudar a Kook era por esto, ¿Verdad?
El pelinegro levantó las comisuras de sus labios y asintió con suavidad.
―Me vi reflejado en él, no quería que pasara por lo mismo que yo.
MíngHào es una persona increíble, y me arrepiento tanto no haberlo conocido antes. Me pregunto... Si SeokMin no hubiese muerto ¿Él y yo nos habríamos conocido? Probablemente no, pero, si de alguna forma pudiera regresar el tiempo y evitar que su amigo muriera, no dudaría en hacerlo, aun si eso implicaba no conocernos. Pero al menos estaría tranquila porque él sería feliz junto a su amigo.
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