ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ ᴛʀᴇɪɴᴛᴀ
El silencio reinaba en el lugar, Yoongi tenía emociones encontradas, nunca se imaginó asesinar a la persona que le enseñó todo lo que sabía, que le abrió las puertas de este mundo y lo dejó entrar, sin saber que aquello sería su perdición. Parpadeó repetidas veces para salir del trance, sin tener el valor de mirar el cuerpo contorsionado de Dywen que se apoyaba contra la puerta salpicada de sangre, dejó caer su arma y se giró hacia donde estaba Jimin, buscando a la persona por la que tanto había luchado.
El rostro de ese hermoso chico se asomó cauteloso por detrás del asiento, solo ahí el pelinegro se percató de que estaba completamente desnudo y que seguía colgando del respaldo por culpa de las esposas. Cuando logró reaccionar por completo lo ayudó a safarse y lo sostuvo entre sus brazos para que no se cayera, el auto estaba parado en mitad del desierto, bajo un sol asfixiante y rodeado por vehículos, el polvo los cubría desde el pelo hasta la punta de los pies, pero el corazón de Yoongi estaba afligido, sin importarle nada más que el estado demacrado en el que se encontraba su menor.
Lo observó hacer un puchero y soltar su dolor por medio del llanto desesperado —Tenía tanto m-miedo— murmuró Jimin entre hipidos, sorbiendo su nariz y acariciando su pálida mejilla con cariño, reconociendo lentamente el rostro que había añorado por tantos meses —Por un segundo pensé que n-no llegarías...vi que Dywen a-alcanzaba a di-dispararte y tú...
—Ya no sigas— lo frenó Yoongi, envolviéndolo con sus brazos, dejando que Jimin soltara todo lo que había guardado durante meses —Ya habrá tiempo para conversar todo— susurró con un hilo de voz, sintiendo el nudo en su garganta y la humedad en sus ojos, sabiendo que ya era demasiado tarde para no llorar —Te extrañé tanto, pequeño...
Y esas simples palabras fueron más que suficientes para que el llanto de Jimin se intensificara, se apegó aún más al cuerpo de Yoongi, ocultando su rostro en la curvatura de cuello y hombro, buscando el calor humano y el cariño que no sentía hacia muchísimo tiempo. Él no quería hablar sobre lo que ocurrió, no se sentía con el valor de mirar a su mayor a la cara y decirle que lo habían violado, asumir algo como eso en voz alta era más complicado de lo que sonaba en su mente, pero sabía que tarde o temprano debía hacerlo, una porque Yoongi ya lo sabía, y dos porque él sería la única persona capaz de ayudarlo. Y la única con quien Jimin se sentía en paz, protegido, pero por sobre todo, amado.
La radio que estaba sujeta a la pierna de Yoongi comenzó a emitir un poco de interferencia, hasta que la conexión logró estabilizarse y pudieron escuchar la voz de Hoseok —¿Estás bien? Oímos un disparo— Yoongi separó a Jimin de su cuerpo y le besó la frente con cariño, sabiendo que su responsabilidad ahora estaba con él, pero sin dejar de lado su posición de líder, todo su escuadrón dependía de lo que dijera, y sabía que Hoseok no haría ningún movimiento sin antes tener su autorización.
Tomó la radio entre sus manos —Sí, Jimin está conmigo— lo beso en la mejilla, recibiendo una dulce sonrisa a cambio —Y Dywen está muerto. Tomen prisionero a todo hombre y mujer de su formación, tienen hasta mañana para llevarlos al cuartel principal.
Cortó la comunicación y rápidamente se quitó su chaqueta para entregársela a su menor y que este pudiera cubrir su desnudez, preocupado le revisó las muñecas, entendiendo que gracias a eso él pudo llegar hasta el Mercedes con vida.
—Me salvaste, Jimin— le dijo en un susurro mientras buscaba una ganzua que tenía entre sus ropajes para liberarle las manos de esos fierros.
—Tenía que hacerlo— su menor cerró los ojos y emitió un pequeño quejido del dolor al sentir como las esposas dejaban de aprisonarle las muñecas. Yoongi lo ayudó a meter sus brazos en el abrigo y luego subió el cierre con cuidado, no queriendo lastimarlo más de lo que ya estaba.
El pelinegro le sujetó el rostro con ambas manos, acarició los mofletes que alguna vez besó y mordió con pasión, recorrió con cariño las ojeras que tenía Jimin producto de los días sin dormir y el ajetreo que vivió hoy, limpió con sus pulgares el polvo que cubría la nariz del menor y se acercó a sus labios para besarlo delicadamente, percibiendo esa suavidad y correspondencia que solo él podía otorgarle. Por un momento creyó que Jimin lo alejaría, pero al sentir las manos del menor aferrarse a sus hombros con anhelo y las tibias lágrimas descender desde sus ojos hasta su mandíbula, supo que Jimin jamás le negaría algo, solo estaba asustado y temeroso, totalmente comprensible después de todo lo que vivió.
—Mi peor temor era encontrarte sin vida— susurró sobre esos abultados labios, dejando que su menor lo tocara y reconociera cuantas veces quisiera —Pensé por tantos días y tantas noches el cómo rescatarte, perdón que haya tardado, pero ni teniendo todas las probabilidades a nuestro favor estábamos seguros de que lo lograríamos.
El menor intentó sonreír, pero solo consiguió que más lágrimas cayeran por sus cansados ojos —No tienes que disculparte por nada, hyung— Jimin buscó sus labios nuevamente, rozando ambas narices y volviendo a besarlo de forma suave, despacio, intentado transmitirle todo el amor que seguía sentiendo hacia él —No me abandonaste, arriesgaste tu vida por salvarme...no hay nada que perdonar.
Yoongi dejó un sonoro beso en la mejilla de su menor y lo atrajo a sus brazos, aún le costaba creer que un ser humano tan hermoso como lo era Jimin haya tenido que pasar por todo esto —Te prometo que haré todo lo que está a mi alcance para que vuelvas a ser feliz— lo estrechó aún más, sintiendo él olor a transpiración que emanaba de aquel cuerpo y que se mezclaba con el suyo, pero siendo inmensamente feliz al oír la suave respiración en su cuello, indicándole que Jimin estaba de vuelta, que sus sentimientos no habían cambiado y que ellos podrían volver a ser felices algún día, cuando todo esto solo sea un mal recuerdo de su pasado.
—Todos están neutralizados, hyung— oyeron a Hoseok por la radio —Pueden salir del auto sin problemas. El tráiler los está esperando a unos cuantos metros.
Yoongi suspiró, sabiendo que probablemente esto sería lo más difícil para Jimin —Ellos trabajaron durante meses para encontrarte— le dijo mientras disolvía el abrazo y lo miraba. Cuando se recién se conocieron, el pelinegro lo que más evitaba era a sus guardias, porque sabía que a Jimin le incomodaba que estuvieran vigilando cada uno de sus movimientos —¿Quieres salir y dejar que te vean? ¿O pido la retirada para que te sientas más cómodo?
Su menor titubeó un poco, miró sus pies descalzos llenos de tierra y luego el abrigo que lo cubría hasta los muslos —Está bien así— subió su mirada castaña hasta encontrar la de Yoongi —Pero no puedo salir sin zapatos, me quemaría la planta de los pies.
El pelinegro sonrió divertido, contagiando a Jimin en el proceso, su menor realmente estaba de vuelta, las pequeñas e inocentes bromas siempre fueron parte de él —Te llevaré en brazos.
Se arrastró hasta la puerta del copiloto y salió por ella, viendo todos los rostros que miraban expectantes hacia el Mercedes, esperando la salida de la persona a la que habían buscado durante mucho tiempo. Yoongi abrió la puerta trasera y le tendió sus manos para que Jimin pudiera asomarse con cuidado, luego se giró y colocando una rodilla en él suelo de la carretera lo ayudó a subirse a su espalda, afirmándolo con fuerza de los muslos para no dejarlo caer.
Y cuando la cabellera rubia del menor hizo contacto con la luz del sol, toda la formación de Yoongi gritó eufórica, llena de alegría y felicidad. Yangyang estaba asomada en el techo de la camioneta, sonriendo orgullosa por haber logrado el objetivo de rescatar a ese dulce chico, Jimin giró su vista y observó a los hermanos Lee vociferear con frenesí desde el frente de la formación, sacudiendo las grandes armas que llevaban en sus manos como si fueran bolsas de dulces que elevaban sonrientes luego de un cumpleaños.
Yoongi dio un pequeño salto para acomodarlo de mejor forma en su espalda y se acercó caminando al tráiler, sin dejar de oír los vítores de alegría que emitían sus compañeros. Cuando llegaron la puerta del costado se abrió y por ella apareció un sucio pero sonriente Hoseok, Jimin no pudo retener las lágrimas al ver a ese sujeto después de cerca otra vez, sabía que si Yoongi no se encontraba, perfectamente podía acudir al chico pelirrojo frente a él.
—¡Jimin!— gritó contento antes de tenderle una mano para ayudarlo a subir —Hay muchas personas que estarán felices de volver a verte, y otras que desean conocerte.
Yoongi subió después de él y cerró la puerta con fuerza, casi azotando los bordes para que quedara bien sujeta, se pasó el brazo por la frente para sacarse e sudor y tomó entre sus manos la radio que seguía colgando de su pierna —Compañeros, nos vamos al cuartel principal, quemen todo lo que queda aquí. En casa les espera una recompensa a cada uno de ustedes.
Miró a su amigo, viendo en esos ojos la complicidad que siempre había existido —Hoy por fin descansaremos— murmuró con una sonrisa, sintiendo el cuerpo de Jimin acercarse al suyo, pidiendo un abrazo de forma silenciosa.
—Sí— respondió Hoseok suavemente, sin apartar la vista de la suya y manteniendo la distancia, sabía que Jimin necesitaba a su mayor más que nunca —Volveremos a dormir en paz.
Yoongi refugió al menor entre sus brazos y suspiró relajado, después de tanto dolor y sufrimiento, ambos volverían a lo que alguna vez conocieron como su hogar.
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