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Siete

Y de nada sirvieron los rezos.

Ülkü Kadin, madre del Şehzade Mehmet, falleció días después de dar a luz a su príncipe.

Sin embargo, algo que nadie se esperaba es que el Sultán Ahmed diera la orden de que el nombre de la mujer fuese borrado de cada registro que existía en el harén. Incluso la Valide Sultán le pidió a su hijo que recapacitara su desición, pero él fue tajante en el asunto.

Eso provocó habladurías, muchas de ellas se sostenían por la corta edad del Sultán, otras más oscuras es que era víctima de brujería. Y los dedos apuntaron rápidamente a su joya más amada, Mahpeyker Hatun.

Mientras el chisme fluía como agua por todo el palacio, un par de ojos castaños observaban con atención a la madre de Ayşe Sultán.

—Ya verán muchachas, cuando tenga al príncipe del Sultán en mi vientre, las cosas cambiarían —habló Mahpeyker, mientras tomaba una frutilla entre sus manos.

—Ya hay dos príncipes ¿por qué el tuyo sería diferente? —preguntó una muchacha de piel morena.

—Esos niños nunca verán el trono, el mío si. Por eso será especial.

—No cantes victoria Hatun, nunca se sabe si darás a luz a otra niña en vez de un varón —sugirió una de las Kalfas del harén.

Mahpeyker calló y se fue del recinto echa una furia.

Una risita se escuchó y la misteriosa mujer salió del harén con rumbo hacia el jardín privado. Una vez ahí, tomó un camino que pocos conocían y subió al carruaje que la llevaría al Antiguo Palacio.

—Bienvenida Mahfiruz —saludó la dama de porte elegante.

—Halime Hatun, es un gusto verla nuevamente —susurró Mahfiruz, haciendo una reverencia a la susodicha.

—Vamos querida, no son necesarias esas formalidades conmigo. A final de cuentas, somos familia.

Mahfiruz sonrió y siguió a su concuña.

Pasaron por un enorme pasillo adornado con un tapiz color café, también había varias mesitas con flores secas encima. La existencia de guardias y criadas era escasa y varios de ellos jadearon de sorpresa al ver ahí a la madre del primogénito del Sultán, pero una sola mirada de Halime los hizo callar.

Después de eso, ambas mujeres entraron a una habitación que las recibió con aroma a incienso.

Mahfiruz observó con atención cada detalle del recinto. Le llamaba la atención la enorme cantidad de velas y muñecos que estaban sobre una enorme mesa de caoba. En el centro de los aposentos reposaba el origen de esa aroma que le daba asco: incienso.

Volteó a ver a su contraria y ésta le regaló una sonrisa coqueta.

—Ven Mahfiruz, siéntate a mi lado —ordenó Halime, señalando con una de sus manos, el lugar disponible a lado suyo.

La madre de Osman obedeció sin chistar.

—¿Y bien...? —preguntó Mahfiruz.

—Se ha que has venido y con gusto te ayudaré, pero antes debo darte una advertencia.

—¿Y cuál es?

—Debes estar dispuesta a aceptar las consecuencias de tu decisión —sentenció Halime, mientras tomaba el líquido de su taza de porcelana fina.

—¿Cómo? No te entiendo Halime —masculló Mahfiruz con molestia.

—En esta vida todo se regresa Hatice, lo que tú le hagas a esa mujer se te regresará multiplicado.

—¡No me interesa! Quiero que esa estúpida Hatun pague por todas las humillaciones que me ha hecho pasar —vociferó con molestia la joven.

Halime asintió y se acercó a un caldero de tamaño mediano que estaba al otro extremo de la habitación.

En el caldero vertió un agua semitransparente, echo una flor en tonos rosados para después prenderle fuego. Luego de eso, Halime se dio vuelta dándole la espalda a Mahfiruz.

—¿Trajiste lo que te pedí?

—Si, aquí está —respondió Mahfiruz, entregándole a su contraria un largo mechón de pelo negro.

Halime lo corto a la mitad, dejando de lado una parte mientras que la otra la echaba al agua que ya hervía. Con la parte sobrante, termino de crear una muñeca de tela con un rostro apenas dibujado.

La mujer suspiró y tomó de un estante, un frasco con líquido de color negro que al abrirlo, soltó un aroma nauseabundo.

—¿Qué es eso? —preguntó la muchacha, tapándose la nariz.

—El ingrediente maestro —respondió Halime, vaciando todo el contenido del frasco.

Mahfiruz Hatun negó y tomó asiento lejos de allí. Tan sólo se dedicó a observar como Halime escribía algo en una vela y el como arrojaba la muñeca al caldero.

Una vez terminado el ritual, la madre del Şehzade Mustafa se acercó a su contraria y me entrego un frasco que en su interior contenía el líquido caliente del caldero.

—Tan solo debes echar este liquido a su comida y verás que en poco tiempo surtirá efecto —comentó Halime.

—¿Y eso es todo? —cuestionó Mahfiruz, guardando el frasco entre sus ropas.

Halime Hatun asintió.

Ambas mujeres hablaron un rato más y después de que todo el encanto se rompió y antes de salir de la habitación, Mahfiruz preguntó:

—¿No extrañas a tu hijo Mahmud?

Halime negó.

—Yo no soy su madre, quien si lo fue era Emine Kadin —respondió la azabache, mientras bebía de su vino—. Ella ya estaba en el harén cuando Handan llegó. Esa muchacha era como una especie de amiga para Mehmet, le tenía mucha confianza. De ahí su nombre.

»Safiye Sultán la envió varias veces después del nacimiento de Dilruba, pero en ninguna de sus visitas quedó embarazada. Así que después de un tiempo, Emine acudió a mí en busca de un brebaje que le ayudará a tener un hijo.

Después de eso, fuimos bendecidos con el Şehzade Mahmud. Pero todo tiene un precio, uno que Emine no pagó. Así que fue sencillo volverla infértil y se ganó el desprecio de todos , incluso del Sultán Mehmet.

Sin embargo, yo quería más del sufrimiento de Emine. Y bueno, el resto de la historia ya la conoces. Sólo hay un pequeño detalle: yo fui quien envío la carta que se convirtió en la sentencia del Şehzade Mahmud y su madre.»¹

Estambul, mediados de 1606

Muchas cosas pasaron desde la visita de Mahfiruz a Halime, entre ellas las que más impactaron fueron el cómo Ahmed reemplazo a su madre en la administración del harén y la muerte de esta última.

Se dijo que una enfermedad fue la que se llevó a Handan Sultán y otros más atrevidos dijeron que fue su propio hijo quien la mando a matar.

Sea como fuere, eso no impidió que el Sultán partiera a la guerra y dejará desprotegida a su concubina favorita.

Durante todo ese tiempo y antes del nacimiento de su bebé, Mahpeyker Hatun no paraba de decir que su segundo hijo sería un varón y que él y ella gobernarían el mundo.

—Ya ha nacido, pero... —informó Raziye Kalfa con la voz temblando de miedo.

—¿Y? Hable ya señorita Raziye —rogó Fátima Hatun, quien sostenía en sus brazos al Şehzade Osman.

—Haseki Mahpeyker dio a luz a otra niña.²

Mahfiruz Hatun rió de alegría y ordenó repartir oro y dulces por todo el harén. Los presentes ni se inmutaron, ellos sabían de sobra que el nacimiento de la nueva sultana hacía feliz a la madre del primogénito del Sultán Ahmed.




¹Se dice que Halime Sultán no era la madre del Şehzade Mahmud, que fue otra mujer cuyo nombre se cree que fue Mahpeyker. Yo tomé esa teoría, tan sólo cambie el nombre de Mahpeyker a Emine e inventé una historia en base a la mujer que pudo haber sido la madre del Şehzade Mahmud.

²Hace tiempo leí que antes de la muerte de Handan Sultán, Ahmed puso el harén a cargo de un Ağa, poniendo en evidencia que su madre ya no podía administrarlo. Y que también Ahmed quería que Kösem se hiciera cargo del mismo, pero para eso ella debía ser sultana. Ahora bien, no se sabe a ciencia cierta si Kösem y Ahmed se casaron, puede que haya sido así o simplemente Ahmed le dio a Kösem el título de Haseki Sultán sin siquiera casarse.

Corrijanme si me equivoco.

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