Seis
El dolor en su vientre seguía latente a pesar de que la partera ya la había tratado, no podía descansar por más que quisiera hacerlo, así que Mahfiruz Hatun optó por abrir los párpados. Sus orbes cafés se toparon con la mirada azul del joven sultán y la frialdad de su madre.
La Hatun se asombro de ver a Ahmed en el lugar, pues no esperaba que él se interesará por las concubinas de su harén. Aunque claro, ella es su favorita, pero eso no quita el hecho de que últimamente comenzó a despreciarla.
Mahfiruz sintió una suave mano sobre las suyas y se topó con la miraba verde de su amiga Fatma Hatun, quien le sonreía con calidez y sinceridad.
—¿Cómo está ella doctora? —preguntó Ahmed a la partera.
—Gracias a Alá pudimos detener la hemorragia su majestad, un poco más y ella hubiese sufrido un aborto —informó la doctora, mientras mantenía la mirada en el suelo.
Ahmed asintió.
—¿Hay algo más que debamos saber? —cuestionó Handan Sultán.
—La hatun debe cuidarse más ya que su embarazo es de alto riesgo, en cualquier momento podría sufrir otro intento de aborto.
Handan le tendió a la mujer una pequeña bolsa de oro y la despidió del lugar, no sin antes advertirle que no hablara del asunto.
La concubina trató de evitar a toda costa las miradas de sus superiores, no quería verlos por vergüenza y temor por no haberles dicho de su embarazo, pero es que ella no lo sabía. No tuvo ningún síntoma, nada la hizo sentirse mal; ella se sentía bien hasta ese día en que la Valide Sultán la acuso de traidora.
Ella cerró sus ojos al sentir el tacto frío de las manos de su supuesto amado, quien la miraba como si fuera la persona más hermosa de todas.
—Creí que te perdería Mahfiruz, no se que habría sido de mí si a ti y a mi hijo les sucede algo. —La voz de Ahmed sonaba empalagosa, como si de verdad sintiera amor por su concubina. Aunque todos sabemos que eso es mentira, pues a él solo le importaba la continuidad de su dinastía.
La Valide Sultán tan solo se limito a rodar sus ojos con fastidio.
—Lo lamento su majestad —dijo Mahfiruz en un tono bajo—, no sabía que en mí crece una nueva vida, de lo contrario hubiese tenido más cuidado. Le ruego que me perdone por poner en riesgo la vida de su hijo.
—Tranquila Hatun, ahora lo importante es que cuides de tu salud. Se pondrán más ağas y concubinas a tu disposición y tendrás cuidado con cada cosa que hagas a partir de este momento —manifestó Handan Sultán, colocando su suave mano sobre el hombro de su hijo.
Mahfiruz Hatun asintió, pero su instinto le advertía todo contrario. Y no se equivocaba pues la amenaza de una nueva concubina comenzó a ver la luz de un nuevo amanecer.
03 de Noviembre, 1604
Los meses pasaron en un abrir y cerrar de ojos, la tranquilidad en el palacio se mantuvo aunque nunca faltaron las pequeñas riñas entre las concubinas que clamaban un poco de atención por parte del joven sultán. Sin embargo, Handan Sultán supo manejar la situación con mano dura y envío dos concubinas más que por la gracia de Alá lograron quedar encintas.
La primera es Ülkü Hatun, la mujer que piso la Hasoda por primera vez y que misteriosamente desapareció después de eso, pero que volvió al harén como si nada hubiese pasado. La segunda mujer es Mahpeyker Hatun, una muchacha que solía estar al servicio de la Valide Sultán.
Lidiar con tres mujeres embarazadas no representaba un gran problema para la madre del sultán, pues gracias a un consejo que le dio Safiye Sultán pudo calmar los malos ratos que las tres concubinas le hacían pasar, mas no pudo evitar el favoritismo de su hijo por sus mujeres.
El Sultán Ahmed tenía como su gran favorita a Mahpeyker Hatun pues ha sido quien lo ha llenado de más satisfacciones, tanto sexuales como sentimentales. La mujer se ha convertido en su flor más valiosa, su más íntima compañera en quien podría confiar ciegamente.
Y mientras los amantes disfrutaban su noche de pasión, en otra parte del palacio Mahfiruz Hatun había entrado en labor de parto.
—¡Den aviso al Sultán y a la Madre Sultana! ¡Mahfiruz Hatun esta en labor de parto! —ordenó la matrona a un par de odaliscas que miraban la escena con asco.
El sudor escurría por la frente de Mahfiruz, el dolor hacia su cuerpo temblar y el miedo se anido en su corazón.
«¿Y si muero? ¿Qué pasará con mi bebé? ¡Alá no lo permita y me deje vivir para ver a mi hijo crecer y ser Sultán!»
Esos eran los pensamientos de esa Hatun que luchaba por traer a su hijo al mundo, pero ojalá todo hubiese ocurrido como ella siempre quiso mas el destino no es algo que se pueda evitar.
Esa misma noche
—Tu nombre es Osman, tu nombre es Osman, tu nombre Osman.
El rostro del Sultán Ahmed irradiaba felicidad al tener en brazos a su primer hijo, pero en el fondo de su corazón deseaba que ese niño fuese de su amada Mahpeyker y no de esa concubina sin chiste.
Mahfiruz miraba la escena con ternura, se sentía feliz porque había dado a luz a un príncipe y con ello creía firmemente que Ahmed volvería a sus brazos y la favorecería nuevamente.
«Di a luz a su primer hijo, traje al mundo a un príncipe sano. Debería nombrarme su consorte principal, su Haseki Sultán. Me lo merezco, es mi derecho.»
Aunque no debemos ser tontos, muchas veces la realidad nos golpea fuertemente y es difícil recuperarnos de tal golpe.
—Anuncien a todos que ha nacido mi hijo, el Şehzade Osman. Y no olviden hacer mención de su madre, Mahfiruz Hatun.
Todo estaba claro ahora, Ahmed había olvidado por completo a la que alguna vez juro amor eterno.
—Cuida de mi hijo —sentenció el Sultán, entregando el bebé a su madre.
La madre tomó al niño entre sus brazos y lo miró con nostalgia, dejando escapar así un par de lágrimas saladas.
—Ya no llores Hatun, tus lágrimas no servirán de nada —mencionó una delicada voz femenina.
—Creí que él aún me amaba Sultana, pensé que con el nacimiento de nuestro hijo las cosas cambiarían —dijo Mahfiruz con tristeza.
—El amor no existe en este palacio, grabatelo en tu cabeza —afirmó Handan Sultán.
—Pero Hürrem Sultán...
—La Sultana Hürrem tuvo suerte o solo fingió para sobrevivir, eso no me interesa.
Sin mediar más palabras, la Valide Sultán tomó al infante y argumentó a la madre que lo llevaría con la partera para que le hicieran una revisión más a fondo para descartar enfermedades que pusieran en riesgo su vida.
Y ahí se quedo sola en sus aposentos, Mahfiruz Hatun cubrió su rostro manchado de lágrimas para que nadie pudiera ver la vergüenza que le habían hecho pasar.
8 de marzo, 1605
Muchas celebraciones vinieron con el nacimiento del primer hijo del Sultán, todos lo felicitaron por su buen trabajo de engendrar a un varón. Ahora el futuro de la dinastía estaba totalmente asegurado, pero un solo niño no es suficiente.
Para suerte de todos, las otras dos concubinas que Ahmed había dejado embarazadas estaban dando a luz a los próximos miembros de la dinastía.
—¡Han nacido! ¡Por fin han nacido!
Los gritos de la criada se escucharon en cada parte del palacio y el corazón de la madre del primogénito se encogió de angustia y algo de miedo, pero aún así tenia la esperanza de que algo fantástico sucediera.
Paso un periodo corto de tiempo para que todas pudieran ver a Raziye Kalfa entrar por las puertas del harén.
La curiosidad era demasiado palpable.
—Hoy es un día muy alegre señoritas, dos nuevos miembros de la gran dinastía otomana han nacido —informó la Kalfa principal con entusiasmo.
—Ojalá los príncipes hayan nacido con salud —exclamó Cemre Hatun.
—¿Príncipes? No señoritas, han nacido una sultana y un saludable príncipe.
—Bueno, al menos dinos sus nombres —pidió una chica rubia de nombre Fatma.
—Ayşe Sultán es hija de Mahpeyker Hatun, mientras que nuestro amado Şehzade Mehmet es hijo de Ülkü Kadin.
Kadin
Esa palabra hizo eco en la mente de Mahfiruz Hatun, quien lanzo una silenciosa maldición en contra de la madre del otro príncipe.
—Pero ahora debemos rezar por la Kadin —rogó Raziye Kalfa.
—¿Le sucedió algo a Ülkü? —cuestionó una criada de aspecto menudo.
—El parto fue difícil para ella, su salud esta muy delicada en estos momentos. Pidamos a Alá que viva lo suficiente para ver a su príncipe crecer.
Mahfiruz bufó, no le importaba lo que pasara con Ülku, pero ver a Mahpeyker tener una niña le dio mucha satisfacción.
«Alá la ha castigado con una niña por hacerme sufrir durante estos meses»
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