VEINTIUNO.
Había esperado una llamada, o qué contestará sus mensajes. Le dio tiempo, su cabeza transitando por cientos de posibles respuestas a su huida. ¿Acaso ella no sentía lo mismo por él? Pensó que con todo lo que había pasado entre ellos era suficiente para que se diera cuenta de sus sentimientos. ¿Tan ciega estaba? Suspiró, manteniendo la calma, intentando hacerlo, porque su paciencia se estaba por drenar en un abrir y cerrar de ojos y no quería eso, no quería ya que su lado impulsivo tomaría control y no sabía de qué sería capaz.
Volvió a marcar el número llevando el celular a su oído, uno, dos, tres pitidos hasta que la contestadora atendió, insultó en voz alta golpeando la pared interna de su mejilla mirando hacia la entrada de aquel edificio. Tomó una bocanada de aire antes de salir del auto, contempló en su smartwatch que eran las diez de la noche, casi nadie transitaba en las calles por ser un domingo. La fiesta había terminado para él cuando Maelie escapó, pero no para sus invitados. Inclusive YangMi intentó comunicarse con la rubia sin obtener respuesta.
Caminó rápidamente una vez colocó seguro a su vehículo, tomó asiento en uno de los maceteros esperando una bendición de arriba, sabía que si tocaba timbre recibiría nada y no podría entrar. Lo peor de todo es que él sabía el código de entrada, solo que en ese momento su rabia no le permitía recordar. Giró el celular entre sus manos, ingresó al chat con la rubia viendo sus mensajes sin responder con las tildes marcando que lo habían leído, bufó, hasta que se percató a una pareja de ancianos a punto de entrar al edificio.
—Buenas noches —saludó con una reverencia de noventa grados. La mujer lo observó sonriente mientras el hombre lo hacía con seriedad— siento molestarlos, pero, ¿puedo pasar con ustedes? No recuerdo la contraseña de entrada.
—No eres residente de aquí —espetó el señor.
—No, pero… mi novia si.
—¿Vienes a ver a tu novia? —el pelinegro asintió— por qué entonces no la llamas, querido.
Tragó saliva sin poder responderles, ya mintió, por qué no seguir haciéndolo. Pidió perdón por engañarlos y dijo acongojado.
—Es que peleamos, tuvimos una fuerte discusión y ella no quiere verme, pero yo necesito verla.
Parecía que funcionó, porque el hombre cambió su semblante serio por uno más suave mientras la mujer se acercaba dando golpecitos a su brazo con condescendencia.
—Abre la puerta, Wooji, el muchacho necesita entrar rápido.
—Ya voy mujer, no me apures.
Los tres entraron, JungKook les agradeció con una enorme sonrisa. Una vez en el interior del ascensor, los ancianos marcaron el segundo piso y Kook marcó el tercero. En silencio subieron, él se estaba muriendo de los nervios porque no tenía nada planeado, no sabía cómo enfrentarla. ¿Y si de esto salía algo peor?
—Muchacho, mucha suerte —se despidió el hombre cuando las puertas se abrieron.
—Ten paciencia con tu novia, si es amor de verdad, todo lo podrán solucionar —habló con dulzura la mujer.
—O mejor deja que se desquite contigo para que se reconcilien de lo lindo —tiró el hombre haciéndole reír, lo último que vio antes que las puertas cerraran fue a los abuelos discutiendo juguetonamente.
Al llegar al tercer piso, se detuvo frente a la puerta correspondiente, sus manos se sostuvieron del marco cerrando con fuerza sus ojos sin tener algo en mente. ¿Qué le diría? ¿qué haría? ¿estaba siendo demasiado impulsivo? No, en realidad, estaba desesperado por saber de aquella reacción. Necesitaba que Maelie le dijera a la cara que no lo quería, así tal vez podría convencerse de su corazón roto. Respiró hondamente antes de golpear con insistencia la puerta y tocar el timbre, no supo cuánto transcurrió, pero si escuchó los pasos dentro y su corazón se detuvo cuando la puerta se abrió.
Verla después de besarla solo acrecentó su agitado corazón y un sentimiento de envolverla entre sus brazos, cosa que hizo de inmediato llevado por una loca idea en su mente.
—Princesa, princesa, te extrañe —la apretujo escondiendo la nariz en su cuello, sintiendo el aroma de su cabello rubio haciéndole cosquillas en el rostro, las manos de Maelie solo intentaban alejarlo siéndole imposible, él tenía más fuerza.
—¿Puedes soltarme por favor?
—No —puchereó y ella a duras penas lo hizo ingresar al interior cerrando la puerta— no seas mala conmigo, Yeon Maelie —podía sentir el calor manar del cuerpo femenino a través de la tela delgada de su suéter.
—¿Estás borracho de nuevo?
—Tal vez —sonaba ruin hacerle eso, solo que no sabía cómo llegar a ella. Apenas se separó, sintió la necesidad de besarla, conteniéndose cuando vio la incomodidad y decidió soltarla.
—Sera mejor que te vayas a tu casa.
—Maelie no quiero irme a casa, quiero quedarme aquí contigo, quiero que me cuides —fingió un berrinche, eso no cambió absolutamente nada cuando Maelie se rodeó a si misma con sus brazos— princ…
—¿Por qué me besaste? —su pregunta salió con un tono doloroso que a él le incomodó.
—Porque quise —cambio el peso de su cuerpo a su otra pierna, se recostó de la pared donde quedaba el pequeño zapatero— porque me gustas, princesa, porque…
—Creo que anoche estabas tomado, ahora igual, solo te estás dejando llevar, cuando estés sobrio te darás cuenta de tu error y…
Su paciencia se había agotado.
—¿Es en serio, Maelie? No quiero ser tu maldito mejor amigo —espetó con molestia— te bese porque me gustas como mujer, porque desde que te vi me volví loco por ti, te bese porque quise hacerlo, porque quiero más que besarte Maelie, quiero estar contigo cada puto segundo, poder tocarte y abrazarte, follarte y dormir a tu lado, ¡quiero ser tu estúpido novio no un puto mejor amigo! ¡lo entiendes o te lo dibujo con crayones!
Maelie contenía las lágrimas, el nudo en su garganta le impedía siquiera hablar, su corazón se encontraba desbocado. Lo observó, estaba respirando con dificultad y no se le hizo difícil saber que estaba más que enojado, la tensión salía por cada poro de esa piel bronceada.
—No estas borracho, ¿no es así? —murmuró.
—No, no lo estoy.
—Me mentiste.
—¿Qué más querías que hiciera? No me respondías los putos mensajes, debía saber qué mierda te pasa.
—Deja de insultar por favor.
—Entonces dime de una maldita vez qué te pasa.
—¡No puedo! —explotó ella, llevada más por el enojo que por sus sentimientos— no puedo estar contigo, acaso no te das cuenta que eres el hijo de mi jefa, no quiero meterme en problemas, no quiero perder mi trabajo, ni dejar mis sueños, no puedo distraerme, JungKook, yo…
—Una distracción —aquello la calló, no quiso decirlo así, el miedo la invadió sin permitirle hablar correctamente— así que soy eso —resoplo riendo, sintiendo sus ojos arder— así que vine hasta aquí en vano, te dije lo que sentía, lo que anhelo contigo, básicamente me humille y me dices que soy una simple e inútil distracción….
—No dije eso.
—…para ti, cuando podría estar pasándola muy bien en otro lado con alguien que si me merezca.
Eso le dolió y comenzó a temblar al ver un brillo oscuro en aquellos ojos de cervatillo, como si sintiera asco de ella. JungKook intentó respirar normalmente, su pecho dolía y lo único que quería era largarse de allí.
—JungKook —quiso tomarle de la mano, pero él se zafó bruscamente.
—Me alegro haber aclarado las situación, ahora sé cómo tratarte, siento mucho molestarla, señorita Yeon —volteó, dispuesto a abrir la puerta, pero antes de siquiera mover la perilla, giró a mirarle y decirle— espero seas muy feliz con su futuro prometedor, no dudo que serás muy exitosa y llegues a trabajar a la par de mi madre, preferiría que hagamos como si jamás nos conociéramos.
La puerta se cerró detrás de él y Maelie lloró encogida de brazos. No pretendía que las cosas terminarán así, quería decirle lo contrario, decirle que ella también sentía algo por él, pero el miedo la invadió sin dejarle pensar antes de hablar. Sabía que había metido la pata y no sabía cómo remediarlo.
Condujo sin rumbo fijo, la rabia en su interior lo tenía cegado al igual que las lágrimas silenciosas que cayeron por sus mejillas. No entendía cómo pudo haber perdido el tiempo con una persona como ella, cómo pudo dejar que su corazón latiese tan fuerte. Cómo pudo dejar a Shiho por Maelie, se replanteó eso luego de entender que con esa mujer tampoco tendría futuro. Sin embargo, la sensación tan fea que sobrepasaba su pecho no le dejaba pensar.
Dejó el auto aparcado en un estacionamiento y se dirigió hacia un bar por Hongdae, uno donde solían recurrir los extranjeros que tenían prohibido las entradas a los bares locales. Bufó, esa regla le parecía una completa mierda, no tenía nada diferente más que la nacionalidad y los rasgos faciales tal vez. ¿Por qué la gente siempre intentaba sabotear la felicidad de otros? ¿Por qué era tan difícil hallarla? ¿Acaso no era digno de ella? ¿Tan malo fue en su otra vida que no podía amar a la persona correcta?
—¿Qué le sirvo, joven?
—Un Jack Daniels por favor.
El mesero volteó preparando la bebida, la música a su alrededor no era ensordecedora así que podía hablar en un tono normal. Pero él no tenía ganas de hablar, no, tenía ganas de desaparecer por un rato. De dejar de pensar y de pensarla. Su celular vibró dentro del bolsillo de su pantalón, bebió un sorbo del whisky cuando le dejaron el vaso frente a él antes de leer el mensaje.
Yoongi hyung.
Respóndeme los mensajes
por lo menos.
¿Qué necesita, hyung?
Yoongi hyung.
¿Dónde estás?
Por ahí, despejando la mente.
Yoongi hyung.
Pásame la dirección,
iré a buscarte.
Prefiero beber solo
que tenga buena noche.
Los mensajes y llamadas siguieron llegando, inclusive los de JiMin y Jin, queriendo saber de su paradero, pero la verdad era que no quería la compañía de ninguno de ellos. No quería tener que contarles que su interés romántico lo rechazó sabiendo todo lo que hizo por ella. Secó nuevas lágrimas cayendo por su rostro pidiendo otro vaso más. De repente, observar su alrededor era más interesante que sus problemas.
Coqueteó con algunas chicas, mas no se acercaba a ninguna, no cuando inconscientemente la buscaba a ella en todas. Los tragos siguieron llegando, de whisky había pasado a la cerveza, luego al vodka y más tarde al ron, estaba demasiado bebido e incluso lloró con su rostro escondido entre sus brazos haciendo creer a los demás que solo estaba desmayado.
De repente, alguien le tocó el brazo con suma cautela, su visión era borrosa, pero aún así pudo distinguir a la persona que intentaba ayudarlo. Sonrió por su buena suerte de perro, por dejar que la morocha que tanto pensó querer en el pasado lo estaba ayudando.
—Ha pasado más de dos horas aquí —le comentó el bartender a la mujer— ha ingerido de todo un poco y no sé si ha comido algo, ¿usted lo conoce?
—Si, es el hijo de mi mejor amiga —le sonrió, peinando los cabellos azabache del chico— no se preocupe yo me encargo de llevarlo a su casa, pero por favor, necesito que me ayuden a llevarlo al auto, está aquí a pocos metros.
El señor de barba asintió pidiéndole a dos de sus trabajadores que ayudarán a mover el cuerpo del pelinegro, este a duras penas podía caminar diciendo incoherencias. La morocha fue detenida por las amigas con las que había llegado y se despidió de ellas advirtiéndoles del problema.
Acomodaron al chico casi dormido en los asientos traseros del Audi negro y ella les agradeció metiéndose al asiento del copiloto, emprendiendo viaje hacia aquel nidito de amor escondido que esos dos tenían en el pasado. No tardó tanto tiempo en llegar, lo que si le costó fue subirlo al apartamento. Pesaba mucho y a ella se le dificultaba, sobre todo porque él se detenía a llorar diciendo que no era justo o a reír por la ironía de encontrarse dónde se encontraba. Ella no entendía a qué se refería, pero tampoco le importaba. Solo quería que él estuviera bien y no saliera lastimado.
Lo dejó en el enorme sillón de cuatro cuerpos, este suspiro comenzando a roncar y ella pensó que al fin se había dormido. Así que siguió a la cocina, abriendo la cremallera de su vestido con la intención de beber un poco de agua, solo la luz de la cocina y de la entrada estaban encendidas. Cuando bebió el último sorbo dejando el vaso de nuevo en la mesada, se asustó al sentir unas manos calientes sobre su cintura, la respiración sobre su cuello, su aliento con sabor a alcohol rozar su mandíbula. Volteó hacia él, sonriendo por tenerlo en sus manos otra vez. Su excitación subía al ver el aspecto del pelinegro. Su cabello despeinado y con algunas ondas le daba un estilo salvaje mientras aquellos pardos ojos enrojecidos tenían un brillo.
Lo besó, lo besó con hambre y lujuria, dejándose tocar por esas manos grandes y masculinas, le quitó la chaqueta jugando con los botones de su camisa, lo quería dentro de ella, lo quería devuelta y está vez si cumpliría cada capricho que le pidiera, inclusive divorciarse de su esposo si se lo pedía de vuelta. Lo llevó a rastras, entre besos y caricias, a la habitación en el entrepiso dónde la cama matrimonial testigo de sus encuentros pasados los esperaba, pero Shiho se detuvo en el momento en que los labios rojizos e hinchados de JungKook susurraron con anhelo y devoción un nombre.
—Maelie —volvió a nombrarla por segunda vez y ella sintió su sangre hervir.
Lo vio sonreír con la clara imagen de que no estaba con ella, sino que se estaba imaginando… a la… asistente de su madre.
Atacada por la irá lo empujó haciendo que su espalda rebotará contra el colchón, se subió a horcajadas de él rompiendo su camisa y devorando su boca, comenzó a cesar en el momento en que ya no sentía las manos masculinas sobre su cuerpo. JungKook se había quedado dormido, con la imagen de esa mocosa en su mente. Estaba furiosa y celosa. Celosa de que alguien más joven y bonita le robara el corazón de su hombre. No había querido creerlo, pensó que simplemente eran estúpidos rumores de los trabajadores, no obstante, él mismo le estaba confirmando que entre JungKook y Maelie había algo más que una simple amistad.
Se removió entre las sábanas abriendo sus párpados a pesar del punzante dolor en sus sienes, observó con detenimiento el lugar donde se encontraba entrando de a poco en pánico. No era su habitación, ni tampoco la de la rubia, pequeños destellos comenzaron a llegar recordándole lo que había sucedido en la noche anterior, el rostro de su ex amante en alguno de ellos, se irguió sobre el colchón con ayuda de sus codos cayendo en cuenta de un detalle. Estaba totalmente desnudo, debajo de esas mantas estaba total y completamente desnudo y eso no le gustó. Ignorando que su cabeza estuviera a punto de estallar se levantó, buscando su ropa para comenzar a vestirse con ella. Había encontrado su camisa destrozada, la ropa femenina tirada a lado de la suya y el pánico lo invadió al bajar las escaleras.
Él conocía muy bien ese lugar, lo conocía a la perfección, cada rincón donde había estado con Shiho. No quería creer, no podía ser cierto.
—Buen día, mi amor —escucharla solo acrecentó su dolor de cabeza, aún descalzo se dirigió a la nevera de dónde sacó una botella de agua, la bebió con ganas saciando su sed, golpeó la mesa donde ella se encontraba sentada, respirando con dificultad, no quería mirarle.
—¿Qué pasó? —su voz salió ronca culpa de una mezcla por el sueño, la sequedad de su garganta y el alcohol.
—Lo que tenía que pasar —sonrió, levantándose de la silla para ir hasta él atreviéndose acariciar su pecho y abdomen, JungKook la detuvo por las muñecas, Shiho sonreía demasiado y eso no le gustaba— nos encontramos en el bar, te traje porque estabas muy borracho, me besaste y lo demás es obvio.
—No, no puede ser.
—Si, mi amor, me hiciste el amor de forma salvaje —se mordió el labio inferior— me lo hiciste toda la noche.
JungKook se alejó totalmente asqueado de si mismo. Era lo único que le faltaba para rematar su miseria. Comenzó a hiperventilar, Shiho quiso ayudarle, pero él no se lo permitió, tomó su chaqueta revisando su celular y billetera en el interior. Se la colocó y salió despavorido de aquel apartamento. Estaba más que perdido, está vez si la perdería para siempre.
💜💜💜
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro